Las autoridades persas informaron que el ajusticiado respondía al nombre de Mohsen Shekari, quien el pasado 29 de noviembre fue declarado culpable del delito de «odio contra Dios» por un Tribunal Revolucionario.
El hombre es el primero de los 11 condenados a muerte por participar en la reciente ola de protestas antigubernamentales que sacuden al país desde mediados de septiembre, y fue ejecutado el día de hoy —ahorcado—.
A Shekari se le señaló de «alborotador», por participar en el bloqueo de una avenida y por herir a un miliciano en medio de las protestas que estallaron en el país musulmán a mediados de septiembre, luego de la muerte, a manos de las autoridades, la joven de Mahsa Amini, por «no utilizar correctamente» el hijab.
Organizaciones de Derechos Humanos han calificado de «espectáculo sin el debido proceso» el juicio donde el hombre fue condenado a la pena capital.
La agencia de noticias Mizan, adscrita al Poder Judicial de Irán, informó que el ejecutado participó en el cierre de una calle en la capital, Teherán, el 25 de septiembre y que atacó con un machete a un integrante de la Fuerza Basij, una agrupación paramilitar que ha sido empleada por las autoridades para sofocar las protestas.
De acuerdo con las autoridades Sheraki confesó durante el juicio haber recibido «pagos» para atacar a agentes policiales.
Con estos elementos, el pasado 1 de noviembre el tribunal declaró culpable al hombre de utilizar un arma «con la intención de matar, causar terror y perturbar el orden y la seguridad de la sociedad» y lo condenó por «odio contra Dios».
La legitimidad del veredicto ha sido cuestionada por instancias internacionales. Mahmood Amiry-Moghaddam, director de Iran Human Rights, con sede en Noruega, calificó de viciado el proceso.
Asimismo, a través de su cuenta de Twitter, el activista advirtió las ejecuciones de manifestantes se volverán rutinarias, a menos que las autoridades de Teherán enfrenten «consecuencias prácticas rápidas a nivel internacional».
Ante esto, Amnistía Internacional afirmó que las sentencias de muerte estaban diseñadas para «reprimir el levantamiento popular» e «infundir miedo entre la población».