Casi que universalmente se escucha la afirmación de que la administración de Pérez Jiménez es por hecho una de las más relevantes de la historia venezolana por el crecimiento económico que promovió, y aunque tuvo sus actos “debajo de la mesa” muchos afirman a su vez que eran necesarios, entre otros sin fin de argumentos en defensa de su administración. Entretanto, el espectro de sus masas defensoras deja una reflexión importante a ver por la crítica pura de las decisiones de este Eróstrato de la infraestructura estatal.
Más allá existe un reflejo de declive de semejanza irrisoria que ha fracturado a los venezolanos desde que sus intentos de hacer un camino digno para abandonar la barbarie, se manifiesta en el código genético del venezolano y a generaciones siguientes que se sumen en su juicio como en la antigüedad se sumían con los profetas. La patología de este malestar o tumor que amenaza a la sociedad venezolana y a los individuos presentes ahora es entre dos agentes: el gobernante y el gobernado.
El gobernante que por un lado defiende los intereses de un conjunto de ciudadanos se considera así mismo portavoz de todos ellos. La política es la historia de la megalomanía y es probable que empiece de ese hecho en particular; la presunción de ser el proceso necesario para alcanzar el bienestar de los ciudadanos, se considera así mismo esa pieza del rompecabezas faltante y eso en sí mismo le otorga un valor gratificante. Él es el elegido, nadie puede decirle lo contrario.
El gobernado por su lado se encuentra en una posición conformista. No porque crea que su mano o la de otros ciudadanos es incapaz de realizar las acciones de un político, sino, porque se somete al poder al conseguir una que otra necesidad de libertades o defiende al político por la buena fe de que él llevará a cabo sus deberes.
Sin percatarse, el político va adquiriendo poderes una vez posee la autoridad, ya sea por un golpista de estado por la fuerza militar, ya sea por un electo por el juicio de la mayoría; el instante en que el político lleva sus manos al poder en casi que todos los casos de un gobierno democrático empiezan un proceso lastimero para el ciudadano, empiezan las negociaciones.
El comercio de libertades
La libertad en todos los sistemas políticos se ve afectada por una fragmentación, la libertad fragmentada. Trozos de libertad divididos en el que se hace imposible garantizar las cosas más básicas del ser humano. Y ahí es donde entran personajes tan emblemáticos y tiránicos como Marcos Pérez Jiménez y el conformismo civil; “no hay problema en que silencie a la prensa si nos da libertad económica”; “no tiene porque importarnos tanto los altos índices de ignorancia en el país que se atribuye el estado de “paternalizar” para garantizarles si construye una autopista y se encarga de la infraestructura”.
Por muchas razones, la libertad fragmentada pareciese convertirse en una opción; es preferible un régimen autoritario que le brinde libertad económica a uno que no lo brinde. Marcos Pérez Jiménez es el caso más contundente de la irresponsabilidad política, encima de que ellos son responsables de las decisiones que limitan. No obstante, este aspecto negativo del espectro de un dictador es un mensaje profundo que pasa como unísono al venezolano de hoy día, el juego del intercambio político es la partida de un político que engaña en el juego del intercambio sin algo que tener para conseguir lo que que quiere frente a un civil que todo lo tiene; dicho de otra manera, el político limita las libertades y derechos de un ciudadano para beneficiarse él mismo cuando estas son propias del ciudadano y se conforma con este retroceso y una degradación de su vida.
Así las cosas, llevan a un camino mucho más angosto, aunque más claro sobre la situación, las libertades fragmentadas y el intercambio de libertades desde la política no son una externalidad; no son perjuicios que afectan a otros ciudadanos y que por más triste que sean el político no tiene que pagar por ello ni nadie. No cabe duda en que es desde la política que se toman las decisiones, y es su decisión la que limita libertades y coloca al ciudadano en esa posición conformista y de bajo valor de rogar un intercambio de derechos individuales que siempre han sido de él y que todo lo que ha necesitado es consustancial a su vida.
A todo esto, ya solo queda una afirmación, la libertad no es algo con lo que negociar, mucho menos una solicitud de espera; la libertad es algo que se tiene,y que un demagogo nos intenta arrebatar. Esto no es un reclamo, esto es una sentencia.
Por Anthony Parra, voluntario de Estudiantes por la Libertad Venezuela.