Por Leroy Garrett.
Para el Gobierno en el Exilio y el aseguramiento de su supervivencia, las relaciones internacionales son indispensables.
Pero esto no es una tarea fácil cuando la mal llamada oposición asumió, como parte de sus consecutivas acciones, la defensa del régimen en el exterior. No es un señalamiento sin importancia, la confusión generada con el “interinato” fue el ardid ex-profeso para liquidar cualquier acción exterior profiláctica y en pro de la democracia venezolana.
Para el interinato y sus defensores, la chucuta presidencia de Guaidó les dio Citgo y Monomeros, poder de dinero, su presencia internacional se consolidó como lobby consagrado en pedir que se levantaran las sanciones a los malandros chavistas, sus secuaces.
Eso dejó profunda confusión en cuanto a cómo el ámbito internacional ve la crisis venezolana, que hot parece más un problema entre sujetos de la misma calaña —que en el fondo son y desean lo mismo—.
Desmontar esa imagen como la que vendió Guaidó, López, Borges, Zapatero y otros alacranes conocidos requiere de esfuerzo, un alto grado de astucia y una voluntad blindada e incuestionablemente inquebrantable.
Una carga de intelectualidad aguda es exigida del gabinete en el exilio, para conquistar voluntades foráneas claves dentro de una estrategia comunicacional que sea una verdadera artillería del pensamiento.
El gobierno en el exilio debera consagrarse a una tarea comunicacional sin descanso, borrando no solo los malos recuerdos de las embajadas Guaidósas sino hablando a las universidades y centros de pensamiento político, y, muy importante, reclutando personeros de los partido políticos, capitanes de industria, banqueros e influyentes en general.
El objetivo, va mucho más allá de puro y simple reconocimiento internacional, será empujar la actitud de la comunidad de naciones más allá del “te reconozco” a un escenario de colaboración real y cuantificable, dispuesto a contribuir materialmente con la liberación del país.