Luego de años de críticas a la energía nuclear, priorizando la agenda ambientalista, Francia construirá una de las plantas nucleares más grandes del mundo.
De Derecha Diario
El reactor EPR de Flamanville 3, situado en el noroeste de Francia, ha alcanzado por primera vez el 100 % de su potencia térmica nuclear, según informó Electricité de France (EDF) en un comunicado fechado el 14 de diciembre de 2025.
El hito se produjo tras la autorización concedida el 12 de diciembre por la Autoridad de Seguridad Nuclear y Protección Radiológica (ASN), que permitió al reactor superar el umbral del 80 % de potencia y avanzar hacia su régimen nominal.
Flamanville 3 es el primer reactor nuclear nuevo que entra en funcionamiento en Francia en un cuarto de siglo. Conectado a la red nacional en diciembre de 2024, su puesta en marcha se produjo 12 años después del calendario inicial, tras una larga etapa marcada por dificultades técnicas, sobrecostos y un intenso debate político y social sobre el papel de la energía nuclear en la transición energética.
Pese a esos retrasos, el logro alcanzado esta semana representa un respaldo explícito a la estrategia energética francesa, basada en la continuidad y modernización de su parque nuclear.
Durante las próximas semanas, según EDF, la potencia del reactor variará como parte del programa de puesta en marcha, con pruebas a distintos niveles y operaciones en una subestación eléctrica interna, antes de su explotación comercial plena.
Más allá del aspecto técnico, la entrada en plena potencia de Flamanville 3 tiene una fuerte carga política y cultural. Francia ha mantenido su apuesta por la energía nuclear en un contexto europeo marcado por el auge de discursos antinucleares, frecuentemente asociados a corrientes ideológicas de izquierda ambientalista frente a consideraciones industriales y científicas.
Mientras varios países europeos optaron en la última década por cerrar reactores operativos o descartar nuevas inversiones nucleares por motivos políticos o ideológicos, Francia decidió sostener una política de largo plazo.
El Gobierno y EDF defendieron que la energía nuclear es una herramienta clave para garantizar la soberanía energética, la estabilidad del suministro y la reducción de emisiones de carbono, incluso frente a una opinión pública dividida y a críticas persistentes.
El caso de Flamanville 3 ilustra esta línea de continuidad. Aunque el proyecto fue duramente cuestionado por sus retrasos, las autoridades francesas insistieron en que abandonar el EPR habría supuesto renunciar a una tecnología estratégica.
La autorización de la ASN para operar a plena potencia subraya además el énfasis francés en la regulación y la seguridad, con uno de los marcos normativos más estrictos del mundo.
Con Flamanville 3 alcanzando su plena potencia, Francia envía un mensaje claro al resto de Europa: la transición energética no puede basarse únicamente en consignas o modas ideológicas, sino en decisiones industriales de largo plazo.
En ese sentido, el reactor EPR se convierte no solo en un hito técnico, sino en un símbolo de cómo el país ha defendido su modelo energético frente a las corrientes culturales que cuestionan la energía nuclear como opción de futuro.