Por Leroy Garrett.
A los que no recuerdan esta palabra, seguro han escuchado la canción que esta intitula, Edelweiss pertenece a los compositores de música teatral Rodgers y Hammerstein, como parte del repertorio de “The Sound of Music” (La novicia rebelde según los traductores hispanos de Hollywood, nunca pude entender la lógica de los traductores de títulos para películas mexicanos de los 60s a los 80s, pero ese es otro tópico).
En la versión hollywoodense, el difunto actor Christopher Plummer, interpretando al Capitán Von Trapp, inmortaliza la composición para las audiencias globales.
“El Sonido de la Música” es la alegre y poco probable historia de amor al final lograda en un triste momento histórico. Describe como una familia es sacudida hasta sus cimientos, cuando Hitler decide invadir Austria; Edelweiss, es también el tema de la reciente serie de Amazon Prime (The man on the High Tower), donde el drama se plantea un distopico futuro, bajo la hipotética derrota aliada durante la segunda guerra mundial; quedando el territorio de los Estados Unidos dividido en dos, al este bajo el control nazi, y el oeste tiranizado por la dictadura militar imperial japonesa.
Desde que Chávez llega al poder ha sido recurrente para este cronista su preocupación por la tangible posibilidad de perder, no solo el Esequibo, sino la totalidad restante de las tierras que nos dejo Emparan, el 19 de Abril de 1810.
El innovativo método de traicionar la patria, y convertir a Venezuela en un satélite de una dictadura fallida como la Cubana (perpetrado por Chavez y su pandilla), la entrega a dedo de nuestras riquezas estratégicas, el saqueo de nuestras reservas de oro, la deforestación de nuestros santuarios naturales al sur del país, el tiro de gracia al Lago de Maracaibo y la destrucción total de cuanta practica administrativa, abandono de infraestructura o servicios que dieron fundamento funcional al Estado (ni hablar de la escala de las aberraciones hechas o consentidas por la oposición colaboracionista) nos ponen ante la real posibilidad de la desaparición de Venezuela tal y como una vez existió.
Algunos pensaran que como producto de mis propias frustraciones exagero, pero los invito a ver ejemplos recientes, específicamente producidos por la caída de la Cortina de Hierro, la cual derivó en una ola de países pulverizados, en primer lugar, la Unión Soviética, quien desde 1917 se las arreglo en mantener el territorio zarista, e inclusive repeler a los Nazis, cayo escandalosamente, y antes de ella la Yugoslavia invento hecho por el tratado de Versalles, convergencia no amistosa más forzada de etnias en los Balcanes, las cuales, al verificarse el vacío de poder soviético, no solo se dividió a limites pre primera guerra, sino inicio una escalada de guerra entre naciones que sacudió la última década del siglo, e hizo posible la aplicación material de justicia internacional a través del tribunal de la Haya, lugar en la que muchos venezolanos aspiran obtener también justicia sin violencia algún día.
¿Se dividiría Venezuela? ¿La unidad como país solo se mantiene porque el usufructo de los países vecinos es tal, que a quien conviene invadir a un país de desnutridos y problemas? Brasil es nuestro vecino con mayor apetito territorial por tradición, la diplomacia americana y venezolana por añadidura saben desde siempre que Itamaraty ha apuntado a estirar su frontera más allá del Orinoco. Colombia? Vista sus repetidas victorias territoriales en el tardío siglo XIX y XX, nos da la licencia de no redundar en el asunto por manifiesto.
La unidad venezolana se respeta por la orgiástica fiesta de corrupción encabezada por quien la tiranizan. Hasta donde podemos mantener nuestros limites, asumo que el tiempo se acaba, uno de las tareas delicadas para un emergente gobierno en posesión efectiva de las riendas del país, por virtud del derrocamiento del cartel gobernante, junto a su asociado Cubano, es precisamente mantener la paz con nuestros vecinos que pueden reaccionar agresivamente ante un nuevo gobierno que como axioma tendrá, eliminar los privilegios e implantar la ley, allí el apetito territorial empezaría.
El peligro está ahí latente, Cuba que usufructúa nuestra tierra no tiene en absoluta la capacidad militar de enfrentar ante una invasión ni brasileña ni colombiana. Una vez independientes el país estará tan débil como lo estuvo dentro del caligulismo del siglo veinte, el retroceso es total, en el pasado, como resultado de nuestra endémica situación de país en beligerancia casi perpetua, los Estados Unidos, por virtud de la Doctrina Monroe, asumían nuestra representación ante las potencias de entonces, hasta que el petróleo nos permitió encargarnos de nuestras relaciones internacionales.
Hoy, en un mundo multipolar, donde hay intereses económicos superiores a la protección territorial hemisférica en si misma, Estados Unidos estaría indiferente a si desaparecimos o no, solamente recuerden que ha pasado en los últimos años con sus políticas hacia nosotros.
Desaparecer es posible si seguimos en este juego diabólico de elecciones fraudulentas y no asumimos el real compromiso patriótico que las circunstancias demandan. La desaparición es posible.