Por Anthony Parra, voluntario de EsLibertad Venezuela.
En la primera parte de este artículo se explicó por qué el Fondo Monetario Internacional (FMI), en lugar de luchar contra la pobreza, la incentiva porque necesita de ella. Se aclaró que la filosofía de la institución «radica en ser un pseudoprestamista de última instancia a países que se han administrado mal utilizando el dinero de órdenes tributarias de la población de un país con mejor manejo de la hacienda pública.»
No obstante, dado que se afirmó en el artículo anterior, queda por responder una pregunta: ¿Cómo el FMI nos corrompe y nos hace castigar a otros?
Siguiendo con la misma línea argumental, cuando la institución y los gobiernos que actúan, ¿Qué queda para el ciudadano común? Todas estas acciones son un impedimento sobre el campo real de visión; los políticos de turno disfrutan del crédito introducido y eso hace pensar que «todo está bien» cuando sin verlo se han limitado las oportunidades para alcanzar la prosperidad.
Este disfrute efímero se le atribuye a los kakistócratas al ser los que brindaron “bienestar”; después el político que les siga será el culpable de las desgracias de otros. ¿Se podría asumir que hasta allí llega todo? No, pues, esto no solo corrompe al consumidor y a los burócratas, sino también al sector privado que posee ahora una herramienta como los préstamos —ahora saben que si se arriesgan en el mercado, SUPERFMI va a estar ahí para subsidiarlos y otorgarles un reembolso—.
En suma a todo esto, las preguntas verdaderas pasan por unísono: ¿De quién será la deuda? ¿Quién responderá a la fiesta de exacciones fiscales? Pues, personas que no han nacido. Las personas que no han disfrutado de las mismas oportunidades serán las que pagarán; tendrán que limitarse de poseer de todos esos bienes que tuvieron generaciones anteriores para hacer que el país salga adelante.
Ahora, llegados a este punto, si no ha surgido la pregunta, sería prudente que surgiese: ¿Quién le da el poder a una persona de condenar a otra a responsabilizarse de sus acciones por un bienestar propio que no incumbe en el ajeno? Siendo más directa la incógnita; ¿debería una persona sufrir sin su decisión para que en la fiesta del gasto público de otros estos puedan disfrutar? Para reflexionar.
Nuestro mundo sin SUPERFMI
En definitiva, la causa de que exista el Fondo Monetario Internacional en la actualidad no es otra que ser un macro-prestamista de última instancia a la salvaguardia de la mediocridad y a los gobernantes empobrecedores.
¿Es realmente necesaria la existencia de este macro-prestamista? Si cada Banco Central fuese responsable de sus propias deudas, ¿No existiría un mundo en el que se quitaría el vendaje a los ciudadanos sobre el fracaso de las ideas y decisiones de sus gobernantes y pudiesen adoptar un nuevo gobierno más competente que el anterior?
Si los bancos pueden equivocarse es algo bueno. De su equivocación surge ese peligro de decisión y el miedo al default —que devuelve el miedo a los corruptos— en la administración por un cambio de gobierno y pérdida de legitimidad; los políticos ahora quedarían expuestos y sus errores acarrean consecuencias visibles.
Este logro de equivocación en el Banco Central manejaría de forma más eficiente la situación descrita por Hazlitt del FMI, que lo definía como: “una gigantesca máquina inflacionaria global”. Existiría una mayor probabilidad de manera eficientemente su masa monetaria.
El sector privado en consecuencia ya no está corrompido, no toman decisiones imprudentes; una empresa puede quebrar, y aunque es una desgracia es mucho mejor a una quiebra gubernamental, y si quiebra puede llegar otra empresa competente a cubrir ese vacío.
La función del Fondo y de su condicionalidad de requisito de crédito ya es anacrónica, no va con los intereses de la ciudadanía si es que esto fue alguna vez así. El FMI solo ha funcionado como un mecanismo defensor de la agenda keynesiana global para poseer presencia en todas las áreas de la acción humana, eso describe porque esta institución abarca más áreas de las del crédito y en concreto de las que está destinada.
Son muchos los casos en los que el fondo con su agenda ha intoxicado naciones que podrían detallarse en otro artículo, pero están mucho mejor descritos por Alberto Benegas Lynch y por Dambisa Moyo en su obra «Cuando la ayuda es el problema», como otros muchos economistas, entre ellos Anna Schwartz.
El mayor logro se consigue: acabar la inmoralidad; los gobiernos gastan de una forma más prudente y la incompetencia queda al descubierto; los burócratas tóxicos del sistema siempre vuelven al FMI, eso explica porque Nicolás Maduro después de todo busca reajustar su relación, que da por sentencia más malestar a un país que no sabe cuánto es lo máximo que pueda sufrir y a generaciones venideras que tampoco sabremos con exactitud a qué clase de futuro podrán aspirar y que nunca tuvieron que sufrir por ello.
Es por esto que podemos decir que el cierre del Fondo Monetario Internacional funciona como su deuda. Aunque sea tarde para pagar la insostenibilidad de muchas deudas solo da larga a un suceso que terminará pasando; un futuro idóneo, un futuro sin el Fondo Monetario Internacional.
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(Nota: las ideas expresadas son netamente del autor y no necesariamente representa la posición de ContraPoder 3.0)