Por Anthony Parra, voluntario de EsLibertad Venezuela. Puede acceder a la primera parte de este artículo presionando aquí.
Normalmente cuando se menciona la palabra «cambio» miramos a un futuro sin precedentes, a una especie de evolución. A veces es simplemente volver a lo que fuimos, en este caso, a la estructura de igualdad de oportunidades laborales que radica en ser iguales en dignidad. Este cambio, como todos los cambios suele venir de varias raíces, y en muchos casos suele ser por máscaras pintadas de una manera. Máscaras pintadas de un problema de que hay muchos hombres en mayoría laboral, y sí, es cierto que los hay, pero por cualidades que van más allá del hecho de ser hombres. Va ligado con su eficiencia en general.
Pero, ¿por qué tiene que ser eso un problema? Y, ¿por qué afirmo que no lo es?
Porque ahora en este momento se están creando las condiciones para que por fin exista a través del mérito, igualdad de oportunidades laborales. Porque en el presente, mientras defendemos las libertades de cada persona de ejercer su vida, se están concentrando las ideas volviéndose en las libertades económicas el mayor aliado próximo de la mujer, cada vez frases más comunes como: “pensamiento sistémico”, “visión amplia”.
En el presente y en lo que vendrá, es un mundo conflictivo muy malentendido; el mundo cambia y se genera una retroalimentación según lo que haga falta. Eso hace que tengamos la necesidad de aportar nuevas ideas a través de la acción sistémica, un cambio general hacia todo lo que nos rodea, ideas que nos permita saber dónde estamos y cuál es nuestro espacio en la sociedad.
Y es que, para las oportunidades que se están creando, no se necesitan de intervenciones gubernamentales o privilegios —nunca se han necesitado—, porque la evidencia nos demuestra que la biología construyó beneficios que la mujer puede retroalimentar al máximo. A pesar de que ambas maneras de pensar siguen siendo valiosas, todas se están centrando en las frases que observamos anteriormente, que se dirigen más a las capacidades femeninas.
Si vamos a hacer un cambio en nuestras vidas, va a ser un cambio por el bien de las mujeres y por el bien de los hombres; un mundo que necesita de una mayor atención se viene a crear nuevos roles y nuevas personalidades, un mundo que nos da la oportunidad de dar un paso adelante, y para eso necesitamos ser reconocidos como iguales en dignidad, iguales ante la ley. Cosa que actualmente se pone en tela de juicio en Venezuela.
Hay que aportar nuevos cambios, nuevos cambios que poco a poco se han dado en esta nueva estructura de liderazgo, y esto, ante todo, no es una cosa de hombres y mujeres, es una cosa de las necesidades de las personas frente a la economía global que efectivamente va poco a poco normalizando estos avances.
Es necesario comprender que el mercado necesita adaptarse a las necesidades de sus demandantes, que es ante todo un momento crítico que facilita alternativas eficaces a los modelos tradicionales de liderazgo de comando y control.
Y esto, ¿qué desata en el entorno, en el país en el que vivimos?
La respuesta es: merito. El mérito tiene que volver a ser parte de nuestro país. Y este realmente no se consigue a través de intervenciones gubernamentales, sino que se hace a través de acciones conscientes, y em este caso, acciones que socavan el pensamiento machista de los individuos, que descarta que a las mujeres se les imponga un rol, y a los hombres, por su lado se les adjudique otro.
Cada vez el mercado, a pesar de los roles negativos, arroja las oportunidades necesarias para generar un cambio, en el cual, a través de las oportunidades exista satisfacción laboral y decisión organizativa. El liderazgo que en nuestro país se está formando es diferente, porque simplemente no discrimina.
Tener una vista contextual dentro del mercado es un activo distintivo y demasiado útil, que genera las oportunidades a las mujeres. Para eso, sin embargo, existe la necesidad de otorgar las libertades que cada persona posee, disponer de sus derechos consustanciales y su autopropiedad.
Con esto, se empieza a ver que la eficiencia laboral no es una cuestión de ser hombre o mujer, sino de las capacidades de cada uno para resolver problemas o adaptarse al mundo que le rodea segun sus cualidades distintivas.
Hoy veo —o me gusta creer— que el cambio que viene y el cambio que haremos, será por el mercado del futuro. Y que ante todo, ese liderazgo que antes estaba perdido, ahora se abrazará de frente y se quede para que nunca lo perdamos de nuevo.
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(Nota: las ideas expresadas son netamente del autor y no necesariamente representa la posición de ContraPoder 3.0)