Por Leroy Garrett.
La ruta hacia el próximo fraude corre rauda y sin interrupción. Con respecto a la posible candidata de la oposición conveniente, ha recibido hace pocos días el “apoyo” —o agravio— de voluntad popular. Sí, el partido de Guaidó y Leopoldo López, el de la presidencia “interina”, el partido que quebró los apoyos internacionales a la causa democrática, desapareció el dinero de la ayuda humanitaria, hizo el ridículo el 30 de abril del 2018 en la Carlota, quebró la empresa Monomeros y que como partido no es más corrupto que el PSUV porque no ha gobernado.
Las facultades de ciencias políticas y centros de pensamiento del mundo estudiarán la dictadura chavista por supuesto, pero especialmente que requería un político opositor colaboracionista para lograr la candidatura presidencial; y todos los colaboracionistas han tenido las siguientes virtudes de papel, por ejemplo; Valentía, “Venezuela sin miedo” (Petkoff), “si me muero y me matan” (Rosales), “Gano y cobro” (Capriles) y “hasta el final” (Machado).
También poseen al inicio, un atributo de “incorruptibles”, se muestran a la opinión pública cansada de la polítiqueria, con un manto de pureza que da un beneficio de «inocencia» que, junto a la Valentia, eleva al aspirante a un nivel de procerato bien incuestionable.
Luego viene el capituló de la próxima emboscada fraudulenta llamada «Primarias», en ella se le consiente al “ungido” colaboracionista aceptar el apoyo de aquellos que condenó inicialmente de corruptos para diferenciarse y que ahora se justifica porque “en la unidad está la fuerza”.
Inmediatamente pasamos al próximo capítulo, ¡VOTA! Y las consignas son “si todos votamos no hay fraude”, vota, no importa que sea con las maquinas de la dictadura con un padrón electoral que no se depura en casi un cuarto de siglo y un plan republica que quema toneladas de urnas y votos que harán el triunfo de la tiranía de nuevo sea «irreversible».
Por otro lado los diligéncistas de la dictadura y sus homólogos colaboracionistas se prestaban a firmar un acuerdo cuya clara intención es pedir el levantamiento de las sanciones petroleras o el plácet a Chevron para apoderarse del control de la muy decaída producción nacional.
Ese acuerdo en Barbados que en nada obliga al chavismo a cumplir, habla de realizar “elecciones justas”, las preguntas son: ¿Cómo se come eso? ¿Qué significa electoralmente la palabra “justa”? ¿Por qué en lugar de ello no se invocaron las mismas como libérrimas, directas y secretas?
El levantamiento de sanciones y el aumento de producción petrolera, que necesita la progresiva restauración de una destruida infraestructura, pasan por la garantía de que se mantenga la autoridad y la oposición colaboracionista de un gobierno que no califica para tal fin.
María Corina Machado sigue inhabilitada por la dictadura, el escenario evidente es que esa inhabilitación va a ser levantada, y entonces Capriles o Rosales lanzarán sus candidaturas para dividir la posible avalancha de votos opositores garantizando que nada cambie. De ser así, ¿Ese es el «final» que ha prometido la Machado?
En resumen, la normalización del negocio petrolero, y la oposición colaboracionista requieren de nuevo al «Gran Elector», a saber: la Dictadura. El problema político venezolano sólo puede resolverse internacionalmente con un «Gobierno en el exilio», ¡Pero ya!