De Derecha Diario
Se trata de una reforma histórica y muy ambiciosa que pretende eliminar la mayor parte de los impuestos federales, reemplazandolos por un gran impuesto generalizado al consumo. El proyecto fue auspiciado por la rama trumpista del republicanismo estadounidense.
El Partido Republicano de los Estados Unidos presentó un proyecto histórico para reformar el código fiscal del país, una iniciativa que surge desde el sector más conservador y celosamente defensor del liberalismo económico, el principal grupo de respaldo al expresidente Donald Trump.
El recién nombrado Presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, debió dar su visto bueno para el próximo tratamiento del proyecto como parte de las condiciones impuestas por haber sido nombrado en su cargo, luego de una oleada de votaciones y nominaciones en el parlamento.
La reforma tributaria del Partido Republicano
Impuesto único a las ventas
El proyecto propone la completa eliminación del impuesto a los ingresos de Estados Unidos, que se implementa anualmente en el país desde principios del siglo XX (y brevemente aplicado también durante las últimas décadas del siglo XIX). Esta disposición no solamente aplicaría sobre la tributación de personas físicas, sino también para las empresas.
Ni los ciudadanos ni las sociedades pagarían ningún tipo de impuesto como una alícuota de sus ganancias imponibles anuales. Se vería virtualmente eliminado, además, el impuesto federal a la herencia, impuestos sobre las ganancias de capital, impuestos sobre la transferencia de dividendos, impuestos a la seguridad social (cargas patronales y sociales), y casi la totalidad de los tributos que rigen a nivel estrictamente nacional.
El programa dispone del reemplazo de todos estos tributos por un impuesto federal único y generalizado al consumo: las ventas de todo el país, sea cual fuere su naturaleza y casi sin excepción, estarían sujetas a una tasa del 30%. Este esquema tributario se conoce como “FairTax”, y la generalización de la tributación al consumo promete complementar la mayor parte de los recursos que se perderían por la eliminación de impuestos federales.
Esta no es la primera vez que el Partido Republicano propone una reforma de las características descritas. En 1999 la mayoría republicana en el Congreso presentó una propuesta similar, y en la década de 1990 se presentaron múltiples proyectos para “achatar” la estructura de los impuestos federales.
“Impuesto negativo” para sectores más vulnerables
La reforma de los republicanos eliminaría completamente las escalas “progresivas” sobre los impuestos federales. A modo de compensación, el programa tributario propone incluir una serie de reembolsos fiscales.
A estos fines, todos los hogares recibirían un cheque mensual por parte del Gobierno federal, equivalente al 23% del umbral de pobreza ponderado por el tamaño efectivo de cada hogar en cuestión. Se crearía oficialmente el primer programa de “ingreso básico universal” de la historia de Estados Unidos, una idea similar al impuesto a la renta negativo que proponía el economista Milton Friedman en la década de 1960.
Se pretende erradicar completamente la pobreza extrema garantizando un mecanismo redistributivo dentro de un sistema tributario muy simplificado, pero sin dejar de lado los incentivos para dinamizar la oferta laboral.
Las motivaciones del proyecto y las ganancias en eficiencia asignativa
La principal motivación teórica del proyecto es la virtual eliminación de la ineficiencia en el sistema tributario, la cual entra en juego cuando se aplican tasas progresivas y distorsivas, o cuando se penaliza sistemáticamente la acumulación de capital para favorecer mecanismos redistributivos por medio de tratamientos tributarios diferenciales y arbitrarios.
Todo esto se vería casi completamente eliminado, ya que los impuestos al consumo son los menos distorsivos de entre la batería de opciones políticamente viables para la aplicación práctica (los impuestos de suma fija carecen de sentido político). La asignación de recursos en el sistema económico no se vería alterada por la distorsión del Estado, potenciando así el crecimiento económico de largo plazo y la riqueza por habitante.
La inversión, el consumo, el ahorro, y muchas otras variables agregadas, fluctuarían en sus valores naturales dadas las necesidades de la economía y los incentivos de los agentes, y su trayectoria no se vería alterada por distorsiones gubernamentales arbitrarias.
Una vez asignados eficientemente los recursos en la economía de mercado, sólo entonces el Gobierno emprendería una acción redistributiva a través de los reembolsos fiscales, pero de manera que no se alteran los incentivos sobre el flujo eficiente de recursos y la generación de la riqueza inicial sobre la cual operaría la posterior redistribución.