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Roymer Rivas, un simple estudiante comprometido con la verdad

Sobre el fraude continuo en Venezuela: dictadura, oposición e incompetencia supina

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Por Roymer Rivas, un simple estudiante venezolano.

Venezuela vive en fraude desde la guerra de la Independencia. No hubo tal cosa como “Libertad” como faro para fundar el país, y la Democracia fue, es y será siempre, un fracaso —al menos tal y como está configurado hoy, a estos volúmenes—. Pero, por si fuese poco, desde 1999 el fraude ha sido doble, porque, como no pudo haber sido de otra manera, se usaron las mismas reglas espurias del sistema para implementar un sistema aún más corrupto y totalitario.

El tema perverso del venezolano, y de Latam entera, es que le encanta repetir procesos. Creen que el punto en cuestión es quién es la cabeza del Estado, no el sistema que hizo que llegara allí dicho cabecilla. El problema es que se ha jugado durante mucho tiempo con las reglas de un sistema que está estructurado para que no haya un cambio, sino que la gente crea que lo hay o puede haber alguno, causando un profundo daño antropológico que funge como eje transversal de la existencia venezolana.

Hoy, se pretende apelar a una institucionalidad que nunca ha existido para el servicio del común, sino para el servicio de los poderosos, de aquellos que endulzan a la masa que va y deposita en él su ciega confianza. No se repara en que esa es la misma institucionalidad que permitió, por solo citar un ejemplo, pasar de la Constitución estatista —o si gusta, “socialista”— de 1947 a la Constitución estatista de 1961, y luego a la Constitución estatista de 1999. Tres panfletos constituidos con material fecal intelectual compactada; tres panfletos que reflejan la idiosincrasia de un pueblo sin identidad, que condenó su futuro a padecer décadas de aquel virus que destruye civilizaciones enteras.

Ahora bien, el peligro real no reside en lo ya ocurrido, sino en las falsas doctrinas provenientes de estos hechos; en las revoluciones del siglo XIX y XX, se quería “libertad, democracia, igualdad”, terminando por conseguir solo democracia e igualdad —todo mal—; en la democracia (1958-2006), ya siquiera se busca libertad, sino un “bienestar social” que sirvió para sustentar todas las acciones del Estado patrimonialista para conseguirlo, concentrando el poder cada vez más en unos pocos.

En este marco, he de resaltar que uno de los peligros de vivir bajo el yugo de tiranos en el presente es que les hace olvidar a muchos el yugo tiránico que los sometía en el pasado o los sumerge en un cuarto oscuro donde no se ve el yugo tiránico que representa el supuesto cambio deseado, perpetuando así un sistema maldito.

Esos que hoy vienen hablando de “hay fraude”, en realidad no ha entendido un carajo el problema que hay en el país y, por tanto, funge como un predicador que vende fantasías místicas. Pero a la masa le encanta el culto al héroe, al mesías de turno, pues el anhelo de “un cambio” los enceguece. Todos hablan de cambio, pero, ¿Realmente entienden su significado? ¿Cambio de qué? ¿Cambiar los nombres y colores de camisas de quienes pretender dirigir el sistema? ¿Es eso realmente un “cambio”?—. No hay cambio de nada, mucho menos se vislumbra una evolución.

Aquellos que han surgido como líderes desde el “seno de la sociedad”, no son una fuerza transformadora para el bien. Son todos ciegos mirando cosas distintas en el mismo animal, partiendo de esa condición para proponer “soluciones” a problemas que, tal y como se me presentan las cosas, no comprenden. Es el caso del doctor que receta paracetamol a una enfermedad con altas probabilidades de causar la muerte, sin preocuparse ni siquiera en estudiar el caso para saber cómo proceder.

En este escenario, aparece el colmo de todos los colmos, a saber: todos defienden a ese doctor con cierto grado de latría, o porque “es lo que hay”; esto es, que aun si el cambio de personajes se pide como “un mal menor”, o por pragmatismo, el país tiene chavismo para rato, no porque quienes están en el poder estén atornillados allí y pretendan atornillarse más —que sí es así—, sino porque la estructura del pensamiento chavista domina el debate público, y aquel que se escape de dicha estructura es la pera de boxeo de ambos bandos.

—¡Cuanto daño nos ha hecho no analizar la historia desde teorías correctas! O, peor aún, ¡Siquiera conocerla!—

Por no conocer esa misma historia es que se sigue esperando que la Comunidad Internacional haga, ahora sí, lo que no ha hecho en el pasado: “hacer que el chavismo salga del poder”. Parece que la gente olvida que esa “Comunidad Internacional” ha permitido masacres en masa en distintos puntos de la historia, condenando solo de la boca para afuera, actuando solo cuando vieron que podían conseguir algo a cambio o era la única medida para defenderse a sí mismos.

En este escenario, se llaman a “marchas”, porque “hay un plan” y “todo va según lo planeado”, como si esas marchas, velitas a santos, oraciones y videos en redes sociales con “influencers”, todos abogando por la libertad en Venezuela, se logra que un régimen sanguinario se marche. Entonces, no solo es que lo que venden es una quimera, sino que los medios que emplean para conseguirlo son más estúpidos aún, en la medida en que no son coherentes con aquello que buscan alcanzar.

Esto es más que lamentable.

La cuestión es simple: de este problema no se va a salir como los líderes actuales quieren que salga. Contrario a lo que muchos creen, es el líder un reflejo del pueblo que representa, y no al contrario, y durante mucho tiempo a la sociedad venezolana se ha ufanado en seguir a oportunistas incompetentes —lo cual dice mucho del estado de la sociedad actual—.

“¿Y tú qué propones?”, bueno, como ya uno se cansa de mediar con los idiotas, le respondo directo y sin reservas: “¡Deja de ser un maldito imbécil!”.

Termino con dos citas, o ideas que se pueden extraer de ciertas citas:

  1. “Ninguna tiranía en la historia ha entregado el poder con una sonrisa y ninguna revolución se ha logrado con buenos modales”[1].
  2. Hay dos maneras de sacar a un mal gobernante; una es por la razón, otra es por la fuerza. La primera es para los hombres, la segunda para las bestias. La diferencia es que la opción segunda jamás ha fallado[2].

Fin.


[1] Roymer Rivas. 2024. Oposición a la deriva: crónicas de un espejismo de cambio. Publicado en el portal de ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/oposicion-a-la-deriva-cronicas-de-un-espejismo-de-cambio/ (Consultado el 30 de agosto de 2024).

[2] Nicolás Maquiavelo. 2018. El príncipe. Editado por El Aleph. Capítulo XVIII: “De qué modo los príncipes deben cumplir sus promesas”, pág. 88, párr. 2. Puede acceder a la obra a través de: https://acortar.link/xqPtm1 (Consultado el 30 de agosto de 2024). Lo cierto es que estas palabras están tergiversadas, pues Maquiavelo no busca sacar un mal gobernante, sino perpetuar el gobierno de quien esté en el poder. Para ello, recomienda al “príncipe” que puede apelar a las leyes, pero que también cuenta con la fuerza, pues la primera por lo general no es suficiente. La cita original dice: “Digamos primero que hay dos maneras de combatir: una, con las leyes; otra, con la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda, de la bestia. Pero a menudo la primera no basta, es forzoso recurrir a la segunda. Un príncipe debe saber entonces comportarse como bestia y como hombre.” Esto es, de hecho, lo que usan las dictaduras, como la venezolana, para perpetuarse en el poder, apelar a las leyes como armas para vestir de legalidad su tiranía, y cuando estas fallan, no escatiman en apelar a la violencia. Es por esta misma razón que cabe la pregunta: ¿Tiene sentido apelar a las leyes que ha creado la maquinaria del poder tiránico para perpetuar su condición con el fin de sacarlos de allí? Para pensar. En todo caso, se puede usar dicha cita, sacándola de su contexto y poniéndolo en la que nos compete, para transmitir un mensaje fuerte y claro. Cualquier cosa fuera de allí es mera ilusión y deseo.

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John R. De la Vega, P.A.

Immigration Law
  • Asilo
  • Representaciones en la corte de inmigración
  • Peticiones familiares

John De la Vega es un abogado venezolano-americano que ha ayudado mucho a la comunidad venezolana e hispana en sus procesos migratorios en los Estados Unidos.

John R. De la Vega, P.A.

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John De la Vega es un abogado venezolano-americano que ha ayudado mucho a la comunidad venezolana e hispana en sus procesos migratorios en los Estados Unidos.

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