Tres hermanas genocidas

“Hay palabras que no dicen nada y silencios que lo dicen todo”, esta expresión es un anillo al dedo que define lo que por décadas pasa en el Caribe, Sur y Centro America.

Lo que está ocurriendo en Cuba dónde pareciera que por fin se ve un destello de libertad al final del túnel, muestra la contundencia de esa expresión. Tanto la libertad de los pueblos como la salud de las personas son el mayor tesoro que se puede tener, solo se sopesa su valor cuando la perdemos o cuando alguna enfermedad aqueja.

El rescate de la libertad siempre viene vestido de sangre y en la medida en que se guarda silencio y no se actúa a tiempo por parte de los organismos y las personalidades que tienen el deber de hacerlo, el charco de sangre se hace más grande.

El silencio estruendoso del Vicario de Cristo y la avalancha de palabras por micrófono de los organismos internacionales que prometen estar del lado de los pueblos que luchan por su libertad, permiten que las tres hermanas genocidas Cuba, Nicaragua y Venezuela se pavoneen, delincan y asesinen a sus ciudadanos con total impunidad ante los ojos del mundo.

Con el mayor respeto que un católico debe dirigirse al Vicario de Cristo, hay que recordarle que Jesús “actuó” y no calló ante los mercaderes en el templo que lo utilizaban como un lugar de enriquecimiento.

Los proxenetas de las tres hermanas han utilizado las tiranías que encabezan para enriquecerse a costa de la sangre, la miseria y la tragedia de sus ciudadanos, ante esa barbarie no se debe guardar silencio.

. Cnel (GN) Antonio Semprún