El Gobierno de Ecuador, mediante un comunicado emitido por su Cancillería, reconoció a Edmundo González como «presidente electo» de Venezuela. Según alega
Por Roymer Rivas, investigador en temas de economía, banca y finanzas, coordinador local de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Cuántos errores se han cometido en la historia por partir de malas teorías para intentar comprender y explicar la realidad, mucho más en lo que a temas de ciencias sociales compete —economía, derecho, historia, política, entre otros—. Clara muestra de este hecho son las explicaciones que la economista Pasqualina Curcio, profesora del Departamento de Ciencia Económicas y Administrativas de la Universidad Simón Bolívar (USB) y Doctora en Ciencias Políticas por la misma universidad, pretende dar al problema monetario y, en suma, económico venezolano, a saber: que el sector privado se ha encargado de descapitalizar al Estado mientras no ha contribuido al desarrollo del país. Empero, se equivoca. En este texto, que constituye una respuesta a su artículo titulado: “La dolarización y el negocio más rentable de la burguesía en el país”[1] y, en general, a buena parte de su libro titulado: “La economía venezolana: cuentos y verdades”[2], demostraré que no solo no atina en describir el problema de Venezuela, y por consiguiente no puede proponer soluciones sensatas, sino que tergiversa su explicación para amoldarse a una ideología marxista sin sentido.
En este marco, con total honestidad intelectual, invito a la señora Pasqualina a intentar refutar todo lo que aquí expresaré —si se anima, si puede, si realmente hace las cosas por ir en búsqueda de la verdad y no por sostener y promover ideas afines a una ideología, independientemente de si es acorde o no a la realidad—. No se trata de ver quién sabe más que el otro, se trata de comprender las cosas tal y como son, enmarcado en la búsqueda de dar soluciones a los problemas que se nos presentan a todos los venezolanos. Sin más, comencemos.
Una historia espuria: ingresos petroleros, divisas y el sector privado
En su artículo, Pascualina sostiene que desde 1970 hasta 2018 ingresaron a Venezuela USD$ 1.268.657 millones, USD$ 85.551 millones ingresaron por el sector privado —que representa el 6,74%— y el resto por el sector público —93,26%—. En este marco, sostiene que el sector privado no generaba sus propios dólares, sino que era el Estado quienes se los suministraba, llegando a la cifra de USD$ 624.286 millones —49,21%—. Por ello, sostiene que “la burguesía” venezolana lo único que ha hecho es llevarse lo que genera el Estado Venezolano, aprovechándose, de paso, de un tipo de cambio fijo, sobre todo “en la década de los 80 y 90”[3]. En suma, para la “burguesía” venezolana no ha habido mejor negocio que apropiarse de las divisas que genera el Estado, que pasaron de hacer todo el proceso que converge en el petróleo a “extraer” los recursos del Estado que había tomado el control del mismo.
No conforme con esto, parece apuntar que el histórico flujo negativo de las reservas internacionales, que han generado “dependencia económica” y, en consecuencia, “un endeudamiento externo” a pesar de la cantidad de dólares que ingresó al país en todo este tiempo, es alguna especie de complot dirigido por “los grandes capitales”, pues el país se endeuda con la misma “burguesía” que antes extrajo dólares del país, pero que ahora extraen más por medio de las tasas de interés y el cobro de servicios por la deuda.
Empero, todo el conjunto de datos que se expone Pascualina es mal interpretado, convenientemente, para encajar en su cosmovisión y la de todo su círculo. Ergo, sus conclusiones también yerran. No tiene ni pies ni cabeza. Una vez más, es una muestra de que no solo hay que tener datos para analizar las cosas, sino una buena base teórica donde se sustente el análisis y, además, una visión panorámica objetiva de los hechos, para luego proceder a relatar una historia que se apegue más a la realidad. Este no es el caso de Pascualina.
La historia bien contada: ingresos petroleros, divisas y el sector privado
Para empezar, yo quisiera saber en qué datos del BCV se fundamenta Pascualina para sostener que solo ha ingresado por exportación por parte del sector privado “USD$ 85.551 millones” entre “1970 y 2018”; si tan solo revisamos los datos de Exportaciones de Bienes y Servicios del BCV desde el año 1997 hasta 2018[4], observamos que el ingreso por exportación del sector privado es de USD$ 135.425 millones, correspondiendo casi el 68% por exportaciones no petroleras y casi el 32% por exportaciones petroleras.
Es decir, hasta el momento, Pascualina se presenta con una mentira. No obstante, tal cifra solo representa el 11,77% del total de ingresos por exportación durante estos años, mientras que por el sector público ingresaron USD$ 1.014.958 millones —88,23%—, por lo que, aunque la cifra que da es errada[5], es verdad que el sector público ha sido la principal fuente de divisas para el país. En este marco, según Pascualina, se asignaron USD$ 624.286 millones al sector privado.
Ahora bien, hay que matizar y tener en cuenta algunas cosas: (i) desde hace muchísimo tiempo que Venezuela es un país mono-exportador; desde 1997 hasta 2018, por ejemplo, el 88,20% del total de ingresos por exportación corresponden por bienes y servicios petroleros, y este sector se encuentra solamente en manos del Estado Venezolano. En este escenario surge la pregunta: ¿Cómo demonios el sector privado iba obtener entonces las divisas que necesitaba para sus transacciones si prácticamente la única fuente de ingreso de divisas era un sector en el que no tiene ningún poder?
A esto se suma (ii) el control cambiario que imperó en Venezuela desde 1983 hasta 1989 y desde 2003 hasta 2018, lo cual se tradujo en que se tenia que acudir al estado cada vez que se quería dólares. Entonces, nuevamente, si no solo es que la principal fuente de divisas la domina el Estado, sino que además este pone trabas para que el sector privado se haga de dólares, ¿Cómo demonios el sector privado iba a obtener sus divisas, sino acudiendo al Estado? En este escenario, esos USD$ 624.286 millones que aparentemente del Estado “asignó al sector privado” no podían ser de otra manera.
Además, por si fuera poco, estos controles cambiarios, sumado a otras medidas populistas sin sentido, y sobre todo el control de cambio que se implementó en el 2003 con el gobierno de Hugo Chávez con la excusa de evitar “fuga de capitales” y caídas de las reservas internacionales, solo se tradujeron en desequilibrios permanentes en el mercado de divisas. En este último caso, como era de esperarse, no solo fue un fracaso total, pues las reservas internacionales cayeron estrepitosamente[6] y el país se volvió más dependiente de las divisas que ingresaban del sector petrolero, sino que destruyó lo que quedaba de la industria manufacturera del país, elevando las importaciones, y, junto a otras políticas monetarias, hizo un desastre el sistema de precios.
Para el año 2003, las reservas internacionales se encontraban en USD$ 21.366 millones, pero para 2018, que es cuando comenzaron a flexibilizar las divisas, desembocando en años siguientes en permitir que se transara en la divisa extranjera, había bajado a USD$ 8.840 millones —que representa una caída del 58,63%—. Si tomamos el pico de Reservas Internacionales que se alcanzó en el 2008, de USD$ 43.127 millones, la caída es de 79,50%[7].
Por el lado de las exportaciones, el control de cambio (i) sofocó las exportaciones no petroleras, pues un Tipo de Cambio Oficial resulta no rentable a los exportadores en la medida en que es más costoso producir internamente para vender a un precio más bajo a nivel internacional, a su vez, al estar sobrevalorada la moneda se incentiva más las importaciones —más rentable comprar fuera y vender a nivel interno que producir y vender—. En adición, (ii) en la siguiente grafica podemos ver como aumentaban los ingresos del sector publico mientras que el sector privado se iba achicando, tanto en monto como en proporción (%).
También, hay que sumar a todo esto el gran índice de corrupción que se dio gracias al control cambiario. Pascualina dice que fueron asignados millones de dólares al sector privado, que solo chupaba cual sanguijuela al Estado, pero no dice que las asignaciones del Estado fueron por medio de procesos opacos y pocos transparentes, que se daba a empresarios que tenían algún tipo de afinidad con el gobierno o contaban con el dinero para sobornar al mismo. De hecho, esa “sobrefacturación” de la que ella se queja[8] es solo una consecuencia de la intervención estatal en asuntos en los que no debe involucrarse; el problema no es “el sector privado”, sino la ineficiencia del Estado al momento de asignar recursos, creer lo contrario es un síntoma del complejo de Dios, en el que se piensa que simples seres humanos pueden gobernar a otros porque tienen la sacudiría suficiente para hacerlo, y en ese marco creen que saben qué, cómo, cuándo y dónde producir; es el control estatal la razón por la que se presentan escenarios como caldo de cultivo para la corrupción[9]. El problema no es el “sector privado”, quienes en un mercado libre deben satisfacer mejor la demanda de sus consumidores para no ser arrasados por la competencia, sino aquellos que se aprovechan de las rentas extraordinarias que surgen por la intervención estatal. Según Pascualina, todo ese dinero se perdió porque “el sector privado” tiene un “bajo desempeño”[10], pero lo cierto es que se perdió dada la incapacidad del Estado para controlar la corrupción inherente a sus intervenciones, creando verdaderamente ricos a costa del bien de la población. Todas las divisas asignadas supuestamente al “sector privado”, en realidad fueron desviadas —buena parte— por actos de corrupción[11]. Por solo citar un caso, en el año 2013 los cuerpos de seguridad de Venezuela interceptaron dos camiones que debían contener maquinaria importada para procesar pollos valorados en más de USD$ 2 millones, adquirido al tipo de cambio oficial, pero en su interior solo contenía basura[12].
En este contexto, cabe señalar que, si bien las importaciones aumentaron desde que se implementó el control, por lo ya explicado, y que tales acciones las realizaron mayormente “empresas privadas” —en un marco de extrema corrupción—, esto no se mantuvo con el tiempo, pues el ambiente hostil al sector privado —tanto el bueno, que es aquel que acciona en el mercado, como el malo, que es aquel que solo gana por sus vínculos con el Estado— llevó a que sea el sector público desde el 2014 quien más importe en el país. Ergo, no solo es que parte del sector privado corrupto obtuvo rentas extraordinarias gracias al Estado y a costa de la población venezolana, sino que desde hace 10 años que el sector público es quien maneja más dividas y realiza las importaciones al país, en mayor proporción —para el 2018, el sector público importaba casi el 80% del total, como puede ver en la imagen anterior—.
Por lo tanto, lo que dice Pascualina, a saber, “que el sector privado no ha puesto empeño en producir para exportar y hacerse de sus propias divisas, sólo se ha limitado a producir para abastecer el mercado interno” “cuyo principal negocio, desde 1976, ha sido apropiarse de las divisas que genera el Estado con la producción y posterior exportación de petróleo, por lo que no ha tenido necesidad de exportar para hacerse de sus propias divisas, el Estado se las ha asignado y, además, a tasa preferencial”[13] es una historia sin sentido, dado el contexto. De hecho, toda su historia puesta en contexto solo demuestra que el Estado es ineficiente y lleva a la ineficiencia a toda la economía en general, en la medida en que dificulta el cálculo económico de los actores sociales[14], llevando a la corrupción sistémica[15].
Inversiones privadas y extranjeras: el cuento en contexto
En toda esta línea discursiva, y en aras de ir contra la “leyenda urbana” de que “deben promoverse las inversiones privadas y, si estas son extranjeras, pues, mejor”[16], Pascualina sostiene que no es necesario la inversión privada y supuestamente lo demuestra el hecho de que durante “casi medio siglo” el Estado venezolano asignó millones de dólares a empresas privadas, nacionales y extranjeras, pero que, como contrapartida, las mismas no desembocaron en “más producción para el país y en multiplicador de riqueza general[17]. Esto lo intenta ilustrar con un gráfico muy bonito:
No pondré en duda estos datos, solo me limitaré a (i) recordar que todo esto ocurre en un contexto de corrupción que groso modo he descrito en el apartado anterior y (ii) preguntar: ¿Es idiota el sector privado o el sector público? En circunstancias normales, si un “inversionista” comienza a bajar recursos para darlos a un sector que se muestra “ineficiente” para solucionar problemas y generar ganancias, ese inversionista deja de invertir allí y busca cosas que sí le sean rentables. Así funciona el sector privado. En contraste, el Estado venezolano se empeño en bajar más y más recursos a pesar de las perdidas.
Ahora bien, con esto no me refiero a que el estado debió administrar esos recursos por sí solo, todo lo contrario, esto solo ilustra que no hay peor administrador de recursos que el Estado, y más cuando los miembros que lo conforman tienen más incentivos de lo normal —dada la opacidad, poca transparencia y carácter autoritario del mismo— para malversar fondos. Es más, si el sector privado es tan ineficiente como dice Pascualina, ¿Acaso no tendríamos que tener como contrapartida la eficiencia de las empresas en manos del Estado? ¿Qué pasó con las 914 empresas[18] en manos del Estado, algunas de ellas expoliadas en el tiempo? La respuesta es simple: todas ellas en la quiebra o sobreviviendo, sirviendo solo como fuente de riqueza para los corruptos que forman parte del Estado o tienen amigos allí. Que el sector privado no haya podido ver luz y servir como fuente de riqueza constante y creciente para Venezuela se debe más a las malas acciones del Estado y el escenario que ha creado, que al sector privado per sé. De hecho, si el sector privado fuera tan ineficiente, las personas de bien no preferiría trabajar en dicho sector privado y buscarían trabajar para el sector público, pero ese no es el caso. Y digo “personas de bien” porque todo aquel que vea que puede sacar una renta extraordinaria por tener algún tipo de vínculo con el sector público es un inmoral. Que la industria nacional se haya destruido se debe a la misma causa, y no a las “acciones” de los “burgueses capitalistas”, como sostiene Pascualina[19].
En este marco, el Estado venezolano no es que debe dejar de asignar divisas al sector privado, sino que debe dar paso a una institucionalidad transparente, donde independientemente de si se le asigna o no divisas al “sector privado”, se pueda hacer seguimiento del manejo de recursos que hace la administración pública —que es todo menos administrador y menos público—. Para ello, es necesario dejar de hiperregular el mercado, dar paso a más libertad.
Sobre la Tasa de Cambio y la intervención cambiaria
Bajo el pensamiento de que el sector privado —“burguesía”— es, cuando no el causante de los males del país, el que menos ha aportado a solucionar el problema en Venezuela, Pascualina critica que se haya eliminado el control de cambio en 2018 y que el BCV, “bajo el dogma monetarista y liberal”[20], haya comenzado a inyectar dólares a la economía —que contaría también como “asignación de divisas al sector privado”—. A su juicio, estas medidas solo “facilita la fuga de las escasas divisas que están ingresando por exportación de petróleo” en un escenario donde la depreciación del bolívar responde a un supuesto ataque imperial y “no a la oferta y la demanda de divisas”[21]. No conforme con esto, a su juicio el BCV “inyecta liquidez en bolívares” a la par que lo hace con los dólares, haciendo que “los capitales financieros (…) puedan comprar las divisas que se están ofreciendo en el mercado cambiario”, es decir, el gobierno da a los capitales bolívares para poder comprar dólares y estos a su vez se fugan.
Sin embargo, esto es solo un error más en el edificio de errores construido por Pascualina, que solo demuestran lo extremadamente mal economista que es. En principio, pensar que no es la oferta y la demanda lo que fija los precios de un bien es un absurdo total, va contra toda lógica. Incluso si lo que dice es cierto, y hay un ente capitalista contrarrevolucionario 100% opresor que quiere hacerse con los recursos de Venezuela que “fija precios arbitrarios en la Tasa de Cambio”, estos precios carecerían de sentido si no hay “oferta de dólares” y “demanda de dólares”; si partimos de esta premisa, entonces se pueden fijar precios de cosas que no existen, porque es independiente de la oferta y la demanda del mercado.
Ahora, a esto hay que adicionarle que la dinámica monetaria del país se sustenta en dos pilares: (i) el bolívar nadie lo quiere en serio, por lo menos no para ahorrar y para sacar cuentas, y (ii) el dólar es todo lo contrario al bolívar, por lo que si rige los cálculos económicos de todos los agentes. En este escenario, inyectar dólares solo va a ir a satisfacer la demanda de divisas, conteniendo la tasa de cambio, e inyectar bolívares se traduce en presión al alza en la Tasa de Cambio. Desvincular la inyección de liquidez del precio de la divisa es, a todas luces, un error. Si bien, ya en el pasado he explicado con más profundidad cuales son los errores de fondo de Pascualina que le llevan a sostener aberrantes conclusiones como las que sostiene en lo que respecta a la inflación y la depreciación[22].
Excurso: sobre los empresaurios
En toda esta línea, es necesario que explique un concepto para poder juzgar con sensatez lo que pasa en el país, un concepto que Pascualina no conoce, a saber: “empresaurio”. En el mercado, aquel “empresario” que no se atenga a las leyes de competitividad del mercado, satisfaciendo deseos ajenos —de los consumidores— para obtener ganancias, sino que apela al Estado para obtener privilegios, muchas veces eliminando la competencia y obteniendo rentas por venderle al Estado —con todos los incentivos para sobrefacturar—, es un empresaurio, no un empresario. Un empresaurio es un corrupto, un inmoral, una sanguijuela, en suma, al igual que todo político, un parasito. Aquello que critica Pascualina en cierto sentido es verdad, pero no es el “sector privado”, sino “el sector corrompido” por el Estado, que ve oportunidades de ganancias gracias a sus vínculos con el gobierno de turno.
Pascualina dice incluso que a los “empresarios” no les interesa dolarizar el país, porque dejarían de obtener ganancias por la obtención de divisas baratas del Estado, y para ello recuerda, y en sus propias palabras, que “el año 2018, en el marco de la campaña para las elecciones presidenciales, el candidato de oposición al gobierno, Henry Falcón, propuso la dolarización de la economía, siendo la Federación de Empresarios (Fedecámaras) la primera en oponerse, no precisamente por razones de soberanía e independencia económica, sino porque anula su principal y más rentable negocio.”[23]; si bien, dice que los empresarios y el imperio quiere que Venezuela se dolarice, pero estos tienen que ver mayor ganancia en esto que en no llevar a cabo la dolarización, que a su juicio no es el caso todavía. Pero ella no entiende que esto solo se da gracias a la intervención Estatal, y pide aún más. En efecto, muchos de los miembros de Fedecámaras son unos “empresaurios” —si acaso no todos—, unos parásitos, sumado toda una red de inmorales que hacen vida solo gracias a que los distintos gobiernos se han preocupado por todo, menos por crear el marco institucional adecuado para evitar la corrupción. Si Pascualina quiere señalar a alguien, que vaya a la fuente o raíz de todas las enfermedades de nuestra sociedad, no a sus síntomas —aunque describiendo síntomas tampoco es que sea buena doctora—, si ella se considera verdaderamente una intelectual, debería, por fuerza moral, buscar esa «sencillez y lucidez» de la que habla Popper —citado al inicio del texto— al momento de analizar la economía y política venezolana, porque no hacerlo la convierte en una pecadora sin derecho alguno a perdón, una criminal.
[5] Pascualina toma la serie de 1970, pero no es necesario tomar toda la serie para ver que miente, suficiente con tomar la de 1997 hasta 2018. Además, el BCV no tiene esa serie publicada y no me animé a buscarlo en otro lugar.
[6] Algunos “Pascualinos” puede que salgan a decir que las Reservas Internacionales subieron en el gobierno de Chávez, alcanzando un pico en el año 2008-2009, pero eso no se debe a las “Bondades del gobierno socialista” y mucho menos al control cambiario, sino a los ingresos petroleros de la época —que también responde a la subida de precio del petróleo dadas ciertas circunstancias en el mercado—.
[8] Óp. Cit. La dolarización y el negocio más rentable de la burguesía en el país., párr. 5. Y óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., págs. 31-36, 41, 57, 61. Según Pascualina, desde 1970 hasta 2014 el total de sobrefacturación asciende a USD$ 348.724 millones; si bien ella culpa al sector privado de esto, a quienes tiene que culpar es a la verdadera cúpula que controla o pretende controlar todo y crearon un escenario donde se pueden obtener rentas mal habidas, a saber: el Estado Venezolano. Pascualina ataca la cuarta republica y vanagloria la quinta, echándole la culpa de todo lo malo de la quinta a los empresarios, pero no ve que tanto la cuarta como la quinta cargaron con los mismos problemas, profundizándose en el gobierno de Chávez. Nuevamente, el problema no es el “sector privado” per se, sino las acciones que realiza el Estado que tienden a limitar la libertad de todos lo agentes que hacen vida en la sociedad.
[10] Óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., pág. 29. Pascualina dice que el sector privado, a pesar de venderse como “eficiente”, ha resultado ser ineficiente en Venezuela, mientras que el sector publico es eficiente. Para llegar a esta conclusión solo dice que el sector privado “ha exportado, históricamente y en promedio, menos el 6% del total”, pero ella no parece entender que esto por si solo no dice nada, esto es solo una circunstancia a la que se llegó por la dinámica del Estado y el mercado en el país, que se viene arrastrando desde la cuarta república, especialmente desde el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979), cuando se nacionalizaron ciertas empresas.
[11] El fin de este texto no es explicar ni demostrar cómo se llevaron a cabo todos estos actos. Si alguno desea profundizar en el asunto por su propia cuenta, invito a ver todas las investigaciones que ha realizado Transparencia Venezuela, especialmente las que tratan de asuntos donde se importó mercancía a través de empresas de maletín que muchas veces estaban vinculadas a personajes cercanos al gobierno del PSUV —cuando no su cúpula directamente—. Puede ver: Los abusos financieros que facilitaron el desfalco, a través de: https://transparenciave.org/los-abusos-financieros-que-facilitaron-el-desfalco/ (Consultado el 31 de enero de 2024); y toda las categorías recogidas en las diferentes investigaciones, al cual puede acceder a través de: https://transparenciave.org/category-template/?category=investigaciones (Consultado el 31 de enero de 2024). De hecho, para el caso emblemático de las cajas o bolsas CLAP, hay pruebas que apuntan a que Alex Saab, de quien se dice es testaferro del régimen, infló los precios en las facturas y no compraba los productos de la calidad requerida —entonces, surge la pregunta: ¿Es Alex Saab y todos los personajes que están envueltos en esta trama de corrupción parte de ese “sector privado” a quien se le asignaron dólares?—; puede revisar: https://transparenciave.org/category-template/?category=clap-alimentacion (Consultado el 31 de enero de 2024). ¿Y qué decir de la reciente trama de corrupción destapada en PDVSA ligada a la SUNACRIP, donde se robaron más de USD$ 25.000 millones, en el mejor de los casos —en el peor, más de USD$ 35.000 millones—? (ver: Trama de corrupción, caso: PdvsaCripto, más de 16.000 millones malversados, publicado por ContraPoderNews. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/trama-de-corrupcion-caso-pdvsacripto-mas-de-16-000-millones-malversados/ (Consultado el 31 de enero de 2024). Empero, también puede leer las dos obras de Carlos Tablante tituladas: “El gran saqueo: quiénes y cómo se robaron el dinero de los venezolanos” (2018) y “Estado delincuente: cómo actúa la delincuencia organizada en Venezuela” (2018), donde el autor explica como el Estado venezolano fungió como una mafia —que es lo que es todo Estado, vale destacar— que despilfarró recursos y redirigió dinero hacia las manos de muchos corruptos que hoy siguen impunes.
[13] Óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., pág. 30.
[14] Ludwig von Mises. 2011. La acción humana: tratado de economía. Decima edición. Madrid, España. Publicado por Unión Editorial. Sección: “La imposibilidad del cálculo económico bajo el socialismo”, págs. 823-844. Al respecto, invito también a revisar las obras del mismo autor titulada: Socialismo: Análisis Económico y Sociológico. 1989. Nueva York, Argentina. Tercera edición. Publicado por Western Books Foundation. (traducción al español de Luis Montes de Oca); y Burocracia: gestión empresarial frente a gestión burocrática. 2005. Publicado por Unión Editorial. En todo esto Mises explica cómo el Socialismo, entendido como el ataque sistemático hacia la libre acción humana —Huerta de Soto agregaría que ataque institucional y sistemático al libre ejercicio de la empresarialidad (ver: “Socialismo, Calculo económico y función empresarial”); pero tengo que decir que este ataque puede ser o no institucionalizado y más o menos sistemático sin afectar la concepción de “Socialismo”—, es imposible el cálculo económico, llevando a la destrucción de la sociedad. Empero, tengo que decir también que Mises se equivoca en el camino, pues no es que sea “imposible el cálculo económico en Socialismo”, sino que el cálculo se dificulta para todos los actores, y en el caso del órgano director que pretende organizar a la sociedad más, por carecer de la información necesaria para ello. Hay calculo siempre, independientemente de las circunstancias, el punto es definir bajo qué circunstancias el cálculo tiende al éxito y bajo qué circunstancias no. En este sentido, el Socialismo no es imposible porque sea imposible calcular en él, sino porque su cálculo tiende inexorablemente al error.
[15] Óp. Cit. El cáncer de la corrupción: una consecuencia de las restricciones a la libre acción humana.
[16] Óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., pág. 45.
[18] Ver: Transparencia Venezuela identificó 914 empresas en manos del Estado. Puede acceder a través de: https://transparenciave.org/transparencia-venezuela-identifico-914-empresas-en-manos-del-estado-epe/ (Consultado el 31 de enero de 2024). Pascualina dice que la cifra de las empresas en manos del Estado asciende a 363 (ver: óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., pág. 94.), fundamentándose en datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) —el mismo INE que dice que la pobreza en Venezuela se erradicó, que la educación está bien y que la inflación es baja—, pero esto es un absurdo; cabe señalar que pueden ser más de las que dice Transparencia Venezuela y que estas no suman la cantidad de empresas de maletín en manos de personas que tienen vínculos con el Estado y solo sirven para desviar recursos.
[19] Óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., pág. 45-49.
[20] Óp. Cit. La dolarización y el negocio más rentable de la burguesía en el país., párr. 8. Esto es una estupidez superlativa; no hay nada más socialista que la existencia de un Banco Central, por tanto, no puede llevar a cabo ninguna medida «liberal». Las medidas monetaristas son igual de socialistas que las keynesianas o no monetaristas.
[22] Roymer Rivas. Hiperinflación: un fenómeno incomprendido; respuesta al libro de Pascualina Cursio. Publicado en el portal de ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/hiperinflacion-un-fenomeno-incomprendido-respuesta-al-libro-de-pascualina-cursio/ (Consultado el 31 de enero de 2024). Con esto, Pascualina puede dar por refutado todas las sandeces que sostiene en el articulo y la obra citada, que, si bien puede tener algunos datos ciertos, son sacados de contexto para llegar a conclusiones que no se amoldan a la realidad de Venezuela.
[23] Óp. Cit. La dolarización y el negocio más rentable de la burguesía en el país. Párr. 11.
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John R. De la Vega, P.A.
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John De la Vega es un abogado venezolano-americano que ha ayudado mucho a la comunidad venezolana e hispana en sus procesos migratorios en los Estados Unidos.
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