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Roymer Rivas, un simple estudiante comprometido con la verdad

Hiperinflación: un fenómeno incomprendido; respuesta al libro de Pascualina Cursio

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Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

En el año 2018, Pasqualina Curcio, economista de la UCV, Msc. Políticas Públicas, Dra. Ciencias Políticas, profesora asociada a la Universidad Simón Bolívar y autora de varios artículos en distintos portales de noticias, publicó el libro: “Hiperinflación, Arma Imperial”. En esta obra, a groso modo, Curcio sostiene que la teoría económica convencional no da respuesta a cuál es la causa de la elevada inflación en Venezuela, lo que le lleva a crear y sostener la teoría de que todas las hiperinflaciones de la historia —casi nada—, especialmente las de “países que han intentado implementar el socialismo”[1], son culpa de algún imperio que, haciéndose “del instrumento de guerra no convencional y más dañino”, ataca a la moneda local[2]. Entiéndase esto como que la inflación es causada por factores externos a la oferta y demanda de moneda, o demás variables que espontáneamente allí convergen.

Fácilmente, puedo resumir todo el trabajo académico de Cursio —en cada una de sus facetas— de la siguiente manera: la economista se dedica a hablar sobre cómo “el imperio Norteamericano usa un arma no convencional para asediar a los pueblos”, un arma llamada “el ataque a la moneda” y las consecuencias que éste tiene sobre el salario real, la producción y demás ámbitos económicos[3]. La mayoría de sus textos tienen el fin de promover esta “versión de los hechos” y, en su defensa, intenta “desmontar mitos” sobre temas económicos relacionados a la moneda. A esto se suma la supuesta modificación arbitraria de la Tasa de Cambio de portales como Dólar Today y la supuesta avaricia desmesurada de los “capitalistas burgueses” del país [4].

Sin más que decir, en este texto me propongo desmontar las premisas principales que sostienen toda la pirámide invertida del discurso de Pascualina Cursio, así como de Tony Boza y Juan Valdez, directores de un programa de economía en el canal oficial del régimen VTV. Si bien, estos de una u otra manera han criticado ciertas políticas económicas de Nicolás Maduro, todos son socialistas. No obstante, aprovecharé este texto para vislumbrar ciertos conceptos que no se amoldan a la creencia popular en cuanto a temas monetarios respecta, por lo que serán aludidos economistas no tan afines al gobierno del PSUV, pero equivocados igual. Sin más que decir, comencemos.

El paralelo como causa de la crisis monetaria

La premisa que sostiene toda la conclusión del texto de Cursio es que en Venezuela primero sube el Tipo de Cambio (TC) y luego todos los precios de la economía suben, dado que estos son fijados según el valor de la TC. En concreto, expresa que en el caso Venezuela, “y de la mayoría de las economías que cuya producción nacional depende en un alto porcentaje de maquinarias, repuestos, tecnología, insumos y materia prima importados, los aumentos del tipo de cambio, es decir la depreciación de la moneda, implicará un incremento de los costos de importación y, por consiguiente, de los costes generales de la economía. En tal sentido, la depreciación del bolívar genera un shock de oferta, una contracción a la oferta agregada y una estanflación”[5], entendida esta última como el incremento general de los precios —mal llamada inflación— acompañado de una contracción económica —actualmente medido vagamente con la contracción del PIB—.

En esta línea, sostiene algo parecido cuando dice que los aumentos de precios no responden al aumento de salarios de las personas —lo cual aumenta los costos de producción—, sino que, por el contrario, son los aumentos de salarios los que responden a la hiperinflación originada por otras causas, y sin llegar a equipararla —esto se traduce en un aumento nominal, pero también en una disminución real del salario—. A su juicio, la inflación precede el aumento de salarios; apelando al Test de Granger para “demostrarlo” de forma econométrica y/o matemática. Además, aclara que el aumento de precios tampoco puede deberse al agotamiento del modelo rentista petrolero[6].

Descartado lo anterior, solo queda una explicación para Cursio: el aumento de precios de toda la economía venezolana se debe al aumento de la TC. Así, explica en escala logarítmica que desde el año 2006 la relación directa entre los precios y la TC oficial desaparece, la cual venía desde 1984-2005, para luego establecer con el mismo método una relación “directa y perfecta” entre el Índice de Precios al Consumidor (IPC) —con el que también vagamente se intenta medir la “inflación”— y la TC paralelo[7]. Esto se debe, a su juicio, a que desde el 2006 comienzan a publicarse el precio del dólar en el mercado negro —cuya relación venia de 1:1 hasta 2005— y, junto con ello, comienzan a distanciarse el TC oficial y paralelo “ilegal”, convirtiéndose este último en el referencial en buena parte de la economía venezolana. Para sostener esta tesis, y con la intención de refutar a quienes dicen que la depreciación del bolívar se debe a la expansión monetaria, apela nuevamente al Test de causalidad de Granger para determinar si primero ocurre la expansión monetaria o si, por el contrario, primero sube la TC paralelo[8]. En otras palabras, no solo es que hay correlación entre la TC paralelo y el IPC, sino que es el TC paralelo la causa del aumento del IPC y, a su vez, del aumento de M2. No conforme con esto, incluye un modelo matemático donde el IPC queda en función del “Tipo de Cambio Ilegal” (TCI) las exportaciones petroleras (ExP), y de M2 y de los salarios (S)[9], es decir: IPC = F (TCI, ExP, M2, S), para sostener lo mismo.

En este sentido, el orden final de toda la crisis venezolana Cursio lo expone de la siguiente manera: (i) manipulación del tipo de cambio; (ii) aumento de costos; (iii) shock de oferta y contracción de la oferta agregada; (iv) estanflación; (v) deterioro de los salarios reales y déficit fiscal; (vi) aumento de M2; (vii) aumento de salarios y subsidios.

Con esto en mente, paso ahora a exponer los horrores conceptuales y/o teóricos sobre temas monetarios y el caso venezolano que llevan a Cursio a sumergirse en todo un andamiaje teórico-matemático que solo puede tener sentido en alguien desconectado de la realidad, creando fantasmas para intentar dar sentido a su condición existencial, y que solo demuestran la ignorancia supina de aquellos que pretenden dar soluciones a un problema que no comprenden en lo absoluto.

El error de Pascualina Cursio y su concepción sobre la TC y la inflación

Todo el constructo teórico-matemático de Cursio se cae solo con decir las siguientes palabras: (i) la política monetaria actúa con rezagos, es decir, que las consecuencias de las acciones que se lleven a cabo hoy en este ámbito —como inyectar liquidez, por ejemplo— no llegan hoy, sino mañana o pasado un periodo dilatado de tiempo; (ii) la dinámica de la oferta y demanda de la moneda determina su precio, independientemente de si es en comparación con otro igual —apreciación/depreciación de la moneda—. Con este simple párrafo ya podemos dar por refutado todo el panfleto de más de 200 páginas de Cursio. Empero, es necesario explicarlo y también exponer otros argumentos, con el objeto de despejar dudas.

Para el primer caso, si se comprende que la política monetaria actúa con rezagos, queda invalidado por completo la econométrica relación causal de Granger que establece que primero es la TC paralelo y después suben todos los demás precios de la economía, porque se está tomando la misma temporalidad como punto de partida para ambos; es decir, en el día 10 sube la TC, pero M2 se mantiene igual, luego en el día 11 suben los precios, pero a su vez vuelve a subir la TC y también M2; el error estriba en que la subida de la TC del día 10 responde a un aumento de M2 en un día cualquiera antes de 10 —día 1, 2, 3… 8, 9—. Claramente si realizo el cálculo econométrico tomando el mismo punto de partida temporal para ambas variable, me va a arrojar eso, pero el punto es que la realización del cálculo está mal. Ahora bien, esto es solo una cara de la moneda, también hay que tener en cuenta una disminución de la demanda de M2, independientemente de si aumenta o no, no obstante, Pascualina no toma esta variable en su cálculo, simplemente para ella la demanda de M2 está dada, y eso es un absurdo total.

Posiblemente ella diría que la depreciación del bolívar no se debe al aumento de M2 y apela a las correlaciones entre ella y el IPC y todos los demás cálculos que realiza. Esto puede ser cierto, necesariamente un aumento de M2 no se traduce en aumento de precios, pero esto se debe a la otra variable que no toma en cuenta, a saber, la demanda de la moneda que se inyecta. No obstante, ella también puede replicar que la demanda del bolívar como moneda no está determinando los precios en ella, sino que es la TC manipulada arbitrariamente la que lo hace. Sin embargo, con este argumento ignora que la demanda de un bien la determinan los gustos y preferencias de cada actor en la sociedad, según el contexto en el que se desenvuelva, y no una supuesta manipulación arbitraria. Aún si fuese cierto que un agente externo tiene la fuerza suficiente para manipular los precios de la TC, y para hacerlo más interesante, supongamos que ningún actor sabe que tal manipulación existe, al final el precio de una moneda con respecto a otra la determina la demanda de los actores de la sociedad. Y lo muestro con un ejemplo sencillo:

Supongamos que existe una economía donde se relacionan un dos países: A y B, cada uno con sus respectivas monedas: Am, Bm. También, en estos países existen una cantidad indeterminada de actores que solo se relacionan entre sí a nivel interno, es decir, los habitantes de A no se relacionan, o se relacionan muy poco, con los habitantes de B. Sin embargo, los gobernantes de A son empedernidos ambiciosos capitalistas burgueses contrarrevolucionarios con intención de que la moneda del país B sea suprimida por completo, simplemente porque los gobernantes de B son bondadosos socialistas con valores cristianos y noble corazón a punto de ser llamados al cielo para sentarse a la derecha de Dios. Tengamos en cuenta además que la cantidad de moneda para ambos países son: 200Am y 100Bm, pero 100Am se encuentran en el país B, por lo que matemáticamente, a efectos prácticos, la paridad es de 1:1 en el país B —suponiendo una demanda del 100% para ambas monedas—. A todo esto se suma el hecho de que A no puede inyectar más unidades de Am al país B, mientras que éste tampoco puede inyectar más unidades de Bm a su economía, por tanto, la cantidad de moneda se mantiene constante en el tiempo: en otras palabras, la cantidad de moneda es invariable, siempre serán 100Am y 100Bm en la economía del país B. Un día A crea una página que estipula arbitrariamente que en realidad la paridad es de 1:2, es decir, 1Am ahora cuesta 2Bm; así, los 100Bm solo alcanzan para comprar 50Am, faltando dinero para comprar 50Am, que son ampliamente demandados. En este escenario, no pueden inyectarse otros 100Bm para que la sociedad de B pueda adquirir la totalidad de los Am de su economía, por lo que si la demanda de Am y Bm es del 100% cada uno, simplemente la economía tenderá a corregir la alteración arbitraria de los gobernantes de A sobre la paridad cambiaria. En otras palabras, la única manera en que puede convalidarse la teoría de Pascualina en este escenario es que el Banco Central de B inyecte 100Bm —nuevamente, suponiendo que la demanda se mantenga siempre en 100%, independientemente de la cantidad—. Como este no es el caso, la sociedad de B simplemente ignoraría las estipulaciones de A y seguiría su camino como si nada, con una paridad de 1:1, pues, nadie está dispuesto a pagar 2Bm por 1Bm.

En este ejemplo se ve fácilmente que, independientemente de las manipulaciones arbitrarias de un país extranjero, la paridad cambiaria —precio de una moneda con respecto a otra— es determinada por la demanda de los actores sociales, en función de la cantidad de moneda que hay en su economía. En este ejemplo se pueden ver implícito dos cosas: (i) si la demanda de una moneda varia, por circunstancias cuales sean, claramente la paridad cambiaria se verá alterada: (ii) primero no es la devaluación y luego la inflación, como intenta sostener Cursio, sino que es todo lo contrario, primero es la inflación y luego la devaluación —es necesario precisar que la TC es un precio más en la economía, solo que la divisa es un activo financiero y, por tanto, aumenta más rápido que otros bienes—. Pero ello lo explico a detalle más adelante, por ahora, suficiente con comprender que es la demanda la que determina el precio de una moneda.

En suma, Pascualina se equivoca. Si su tesis de que la devaluación es un arma política fuese cierta, en una economía donde la cantidad de moneda y la demanda de dichas monedas se mantengan constantes fuese posible que se dispararan todos los precios al alza seguido de la TC, pero eso es simplemente imposible. Además, para apelar a otro ejemplo, si su tesis fuese cierta, en una economía de trueque —es decir, no hay moneda— fuese posible que los precios se dispararan al alza por algún tipo de intervención externa que estipule precios de algunos bienes discrecionalmente como mejor le convenga, pero esto también es simplemente imposible[10].

Pascualina, la matemática y la economía

Todo el error de Cursio compete a un mal uso de la estadística y la matemática, que ya de por sí fallan cuando intentan explicar fenómenos de las ciencias sociales —y todos los desatinos de la ciencia económica se deben en buena medida a dichas concepción matemática del mismo[11]—, que a su vez parten de una mala comprensión del proceso social. Cuando bien se usa, si acaso sirve para ilustrar un hecho y servir como fugaz destello de algún fenómeno social, pero cuando se usan mal, que es lo común, crean monstruos que terminan perjudicando a la sociedad. En este sentido, a modo de mera ilustración exagerada, fácilmente se pueden tomar datos que indiquen cuantas veces los venezolanos matan mosquitos en sus hogares, hacer una correlación con la subida del IPC y, con variables inteligentes con el fin de demostrar la teoría, apelar al coeficiente de causalidad de Granger para “demostrar matemáticamente” que cada vez que las personas matan un mosquito en su casa suben los precios generales de la economía en Venezuela. El punto con las matemáticas sucede casi parecido a las preguntas que se hacen en las encuestas, donde se hacen las preguntas adecuadas para obtener una respuesta esperada, pero que si se pregunta de otra manera el resultado es totalmente distinto. Esto no va de matemáticas, va de hacerse las preguntas correctas que lleven a una respuesta satisfactoria, en la medida en que se apeguen a la realidad.

Más problemas con la concepción de Pascualina Cursio

Además de todo lo expuesto hasta el momento, cabe decir que la afirmación de Cursio parte de una premisa fundamentalmente falsa, a saber, que la inflación tiene otras causas además de los monetarios. Lo cierto es que, como ya se explicó anteriormente, la depreciación de una moneda no puede ser “inducida” por alguien más que quien maneja la política monetaria y, en Venezuela, éste es el BCV. Cuando la Banca Central inyecta liquidez a la economía y esta sobrepasa su demanda, entonces dicha moneda se deprecia, pierde su poder adquisitivo; esto se traduce en que, ahora, se necesitan más unidades monetarias para adquirir la misma cantidad de bienes. Otro escenario posible es que, por circunstancias cuales sean, los actores sociales comiencen a despreciar la moneda —caída de demanda—; sin embargo, la premisa sigue siendo válida, “exceso de dinero”, la oferta monetaria es mayor a su demanda. Este fenómeno, la inflación monetaria, tiene como consecuencia ineludible la subida general de los precios en la economía y una devaluación de la moneda con respecto a otra.

Pascualina diría que esto es “inflación de demanda” y que viene acompañado de “crecimiento de la economía”, por lo que la causa es la “inflación de costes”, ahora bien ¿Por qué suben los costes? Ella respondería que por el ataque a la moneda y la fijación arbitraria de un precio de la TC, no obstante, ya se explicó que esto es un absurdo, así que todavía sigue sin ser respondida la pregunta: ¿Por qué suben los costos?

Cursio no tiene en cuenta que, si bien un aumento de la liquidez monetaria puede traducirse en el corto plazo en aumento de la producción, esto es insostenible en el largo plazo. A priori, si solo bastara con inyectar moneda para hacer crecer la economía, estaríamos antes una fuente inagotable de riqueza, pero este no es el caso. Cursio no tiene idea alguna de cómo es el dinamismo del ciclo económico, a saber, aunque en el corto plazo ocurre un auge —desarrollo económico—, tarde o temprano llega la recesión para sanear las distorsiones entre ahorro e inversión, seguido de otras descoordinaciones sociales, que causó la inyección de liquidez en el pasado. En este escenario, si se sigue inyectando moneda a la economía, con la idea de que así puede llegar nuevamente el auge, lo único que logrará es que las personas comiencen a despreciar la moneda a un punto en el que, incluso si no se inyecta más moneda, los precios comienzan a dispararse en la moneda local a pesar de la recesión: ha llegado la estanflación. En este contexto, seguir inyectando moneda solo empeoraría la crisis, distorsionando los precios relativos, dificultando el cálculo económico, y en última instancia haciendo que la moneda local valga nada.

Se ha dicho anteriormente que “primero es la inflación y luego la devaluación”, esto se debe a que, sin importar si se inyecta moneda o no, en el momento en que cae la demanda ya existe en el mercado más cantidades de moneda de lo que se demanda, haciendo que suba la TC. Puede que a primera vista se vea que sube la TC y luego los demás precios, pero en el fondo lo que sucede es que hay más moneda de la que se demanda. Esto es precisamente la correcta definición de “inflación”, y no lo que dicen los manuales de economía, a saber “el aumento generalizado de los precios”, que oculta la pérdida del poder adquisitivo del dinero cuando su demanda cae. Empero, más adelante me concentraré en los conceptos de inflación e hiperinflación a detalle.

Si la demanda de la moneda local se mantiene constante y la demanda de la divisa extranjera aumenta, nos encontramos en un escenario donde la TC aumenta, pero no se traduce en “aumento general de precios”, pues, al mantenerse la demanda de la moneda local y no haber más inyección monetaria, los demás precios se ajustarían al alza o a la baja, es un ajuste de los precios relativos casi igual a como sucede en la economía de trueque, aunque con moneda de por medio.

Al respecto, hay que recordar a una de las mayores hiperinflaciones de la historia: la de la Alemania después de la primera guerra mundial. En esta, el gobierno acudió a su Banco Central para financiar todo el gasto de la guerra, cosa que no tuvo mayor impacto en su economía sino hasta después que terminara. Esto es, en el corto plazo no hubo muchos problemas, pero en el largo plazo la expansión monetaria terminó destruyendo la moneda. En Alemania, “el 1º de Agosto de 1914 el valor del dólar era de cuatro marcos y veinte pfennings. Nueve años y tres meses más tarde, en Noviembre de 1923, el valor del dólar era 4,2 trillones de marcos. En otras palabras, el marco no valía nada, nunca más tuvo algún valor.”[12] Nuevamente, la cuestión aquí es cuánto tiempo durará ese “corto plazo” en el que la inyección de moneda pase de fungir como aceite para los engranajes de la economía a convertirse en un martillo gigante que destruye todo lo que toca.

Con esto en mente, puede darse respuesta entonces a la pregunta: ¿Por qué aumentan los costos y todos los demás precios de la economía? En principio, como ya expliqué, un aumento de los costos —cualquiera— de un bien no tiene que traducirse necesariamente en un aumento de todos los precios de la economía, sobre todo importados, ya que el empresario puede compensar esto, por solo mencionar un ejemplo, reduciendo los costes —aunque en la cabeza de Pascualina eso sea imposible, dada la supuesta avaricia de todo empresario—, así que la respuesta es que en Venezuela hay una cantidad de bolívares que los venezolanos desprecian.

A modo de resumen simple, primero es la inflación monetaria y luego es la devaluación. Es mentira que un aumento del tipo de cambio —devaluación— es inflacionario, lo que realmente ocurre es que, después de la expansión monetaria o de la caída de la demanda de la moneda —o ambas—, la misma pierde poder adquisitivo y, como el dólar es un activo financiero, esto se traspasa a la tasa de cambio y luego —puede ser también antes, esto depende de la dinámica de la economía— a los demás precios. El punto es ver al dólar —u otra divisa— como un activo cuya demanda supera la oferta y al bolívar como un medio de pago cuya oferta supera su demanda.

Cabe destacar que, desde que Chavez tomó el poder en 1999, hasta enero de 2021, la liquidez monetaria (M2) en la economía venezolana aumentó 57 Billones por ciento —57.000.000.000.000%—. Que la TC y demás precios en Venezuela no hayan explotado antes se debe a la bonanza petrolera que disfruto el Estado que le permitió mantener artificialmente el tipo de cambio. Sin embargo, como evidentemente mostró la realidad, esta medida es insostenible a largo plazo, en cualquier momento explota la burbuja.

Además, algo curioso que contradice a Pasqualina es que, para mayo de 2021, que es cuando ella escribe un artículo donde dice que “cada vez que aumenta el tipo de cambio en el portal dólartoday varían, en tiempo real, los precios de los bienes”, la diferencia entre la tasa de cambio oficial dictada por el BCV y la tasa de cambio del mercado paralelo era del 0,89% —menos del 1%—. Es decir, que la tasa oficial, que, tal como dice el portal del BCV, “es el promedio ponderado resultante de las operaciones diarias de las mesas de cambio activas de las instituciones bancarias participantes”, va a la par con la tasa del mercado paralelo, entonces surgen las siguientes preguntas: ¿Acaso es el tipo de cambio oficial también alterado artificialmente por los “enemigos” de la revolución? Ciertamente no se puede decir esto de una institución que ha existido solo para servir al Estado.

Entonces, por lo expuesto hasta ahora, a priori, se concluye que es imposible que la tasa de cambio pueda manipularse arbitrariamente puesto que son las transacciones que realizan los actores dentro de la sociedad, que tienen fines y medios que valoran subjetivamente —demandan—, quienes determinan ese y los demás precios.

Pascualina, dólar implícito y tasa de cambio

Siguiendo con los errores, Cursio argumenta que la expansión monetaria no puede ser la causa del aumento de la TC porque el Tipo de Cambio Implícito, que se calcula bajo el supuesto de que se usen todos los bolívares de la economía para adquirir la totalidad de las Reservas Internacionales (RI), y que a su juicio es el valor máximo que puede tener una moneda con respecto a otra[13], es menor al precio de la TC paralelo. En otras palabras, en todos los escenarios, para Pascualina es ilógico que la TC supere el implícito. Y esto lo acompaña con el hecho de que la cantidad de liquidez en dólares supera la de los bolívares, por lo que, la totalidad de los bolívares que circulan no alcanzan para comprar todos los dólares de la economía venezolana que están circulando: en expresión matemática, para Pascualina hay 40$ en la economía circulando, mientras que hay 10Bs circulando, y la TC=2Bs/$, y como 40/2 = 20, el precio real debería ser más bien de 4$ por cada Bs. (40/10=4), o en su defecto inyectar más liquidez en bolívares para que la totalidad del mismo pueda adquirir la totalidad de los dólares —esto es, llevar M2 de 10Bs a 20Bs—.

Nuevamente, Pascualina no comprende que estos cálculos matemáticos no sirven de nada, pues es la relación de demanda entre ambas monedas la que determina sus precios con respecto a la otra, y no la cantidad de reservas que tenga la economía —a la hora de la verdad, esto es irrelevante—. Para explicarlo, apelaré a un ejemplo:

Nos encontramos en una economía donde solo hay tres bienes: moneda A y moneda B y bien cualquiera X. Así, hay 10 monedas de A y 20 monedas de B. Suponiendo una demanda del 100% para todo, puesto que las monedas son los bienes de intercambio indirecto, tendríamos que la unidad de A es igual a dos unidades de B (dado que 10A/20B = 0.5 A/B o 1.0 B/A). Si en este escenario, por razones cuales sean, la demanda de A cae a 20% y al mismo tiempo la demanda de B aumenta a 250%, esto es: la sociedad demanda solo 2 de las 10 unidades del total de A, mientras que demanda 50B, aun cuando solo hay 20B, nos encontraremos con que ahora la TC es igual a 6.25 A/B, es decir, ahora se necesitan 6.25 unidades de A para adquirir la unidad de B, sin importar la cantidad que existente de ambas que anda circulando en la economía —por ejemplo, ahora con el total de A solo se pueden adquirir 1.6B —que representa el 8% del total de B—[14]. Pascualina en este escenario diría que hay que inyectar más moneda A para poder adquirir el total de B, pero eso solo empeoraría las cosas.

Con esto ilustro fácilmente que es la demanda de los bienes lo que determina su precio. En concreto, un problema de la teoría monetaria que se enseñan en las universidades es precisamente que no han comprendido del todo que el precio de un bien o servicio —moneda, en este caso— será determinado por la demanda de los actores de dicho bien o servicio, que a su vez deriva de un cálculo subjetivo donde entra el total de la moneda que se emplea o que puedan emplearse según las expectativas del individuo. Por tanto, cuando se aumenta la cantidad de dinero en una economía, aumenta su oferta, se altera una componente que sostiene los precios del mercado y, en consecuencia, se ve perjudicado el cálculo económico de los actores sociales. Si bien, en esta misma línea, si yo entiendo que el precio de un bien recoge de alguna u otra manera las precepciones “generales” que se tiene sobre un bien en la economía, entonces puedo hacer juegos matemáticos entre distintos bienes para determinar los precios y las demandas entre esos bienes específicos —que de igual forma pueden servir como un fugaz destello de lo que pasa a nivel general, o no… hay que entender que la demanda no puede ser recogida en una expresión matemática, pero el juego igual es interesante. Dicho de otro modo, si el sistema de precios recoge la cantidad de moneda existente, o la que los actores creen que existe, y la demanda de ella, según los fines y medios subjetivos de cada individuo, a priori eso puede indicar que el precio de ese bien de una u otra manera es resultado de la recolección de la demanda del mercado que existe sobre la cantidad determinada de dicho bien en ese momento y/o contexto especifico; una recolección de información que claramente es imposible de saber, pero que aun así me da un dato: el precio. En esta línea, queda validada la formula mostrada en la nota 14—.

El orden del problema monetario en Venezuela, pues, no es el expuesto por Cursio, sostenido por Boza y Valdez, sino que es el siguiente: (i) el BCV inyecta moneda; (ii) existe moneda no demandada —demanda < oferta monetaria—; (iii) por un lado, suben los precios expresados en bolívares, mientras que por el otro cae la confianza en la moneda al punto que ya siquiera es necesario inyectar moneda para que caiga la demanda de la misma, pues los actores sociales comenzaron a buscar sustitutos más confiables como resguardo —dólar—; (iv) el bolívar deja de ser la unidad de cuenta referencial, pues es sustituida por el dólar; (v) descoordinaciones subsiguientes por todos lados, dificultando la planificación y, en suma, el cálculo económico; (iv) el BCV inyecta bolívares y retroalimenta para mal todo el proceso.

Con todo esto queda refutada por completo toda la concepción de Pascualina Cursio sobre el problema monetario en Venezuela. Empero, hasta el momento me he mantenido dentro de los límites conceptuales sobre la inflación y la hiperinflación que se enseñan y/o aprenden normalmente en las academias de economía. Llego el momento de cambiar el foco, para una mayor comprensión del asunto.  

Inflación: hacia una comprensión del fenómeno monetario

La inflación es comúnmente definida como el “aumento general de los precios” en una economía, si bien, como se mencionó antes, esta concepción lo que en realidad me está diciendo es que la moneda está perdiendo poder adquisitivo, traduciéndose en que cada vez se necesitan más unidades monetarias para adquirir un bien o servicio. Sin embargo, no siempre se tuvo esta concepción de lo que es la inflación. En el siglo XX muchos economistas definían la inflación como la expansión monetaria per se, pero en un punto se pasó a definir el fenómeno con las consecuencias de la misma, a saber, el aumento de precios. Como es casi imposible que ya se vuelva a una concepción de la inflación como en el pasado —cosa que facilitaría a muchos comprender el fenómeno—, a efectos prácticos y del lenguaje aquí se concebirán dos concepciones de inflación: (i) Inflación Monetaria, como lo que en principio es realmente la inflación, esto es, expansión monetaria, independientemente de por dónde ingrese; y (ii) Inflación de Precios, que es lo que todo el mundo conoce por “inflación”, a saber, el aumento general y sostenido de los precios en una economía durante un periodo de tiempo, pero que en realidad es la depreciación de la moneda que se traduce en aumento de precios, a su vez, esto sucede simplemente porque existe una cantidad de moneda que supera su demanda —oferta monetaria > demanda monetaria—. Parece tautología, pero no lo es.

Esta separación se hace necesaria porque de esta forma podemos identificar claramente la causa de la Inflación de Precios en la Inflación Monetaria. Ergo, se comprende que la expansión monetaria es la causante de la subida de los precios. Además, se ve mejor el efecto que tiene la Inflación Monetaria en la economía, pues ésta no siempre se traduce en un aumento general de los precios y, en consecuencia, se tiende a pensar que la inyección no causa problemas sociales e incluso que es necesaria. Al respecto, hay que decir que toda inyección monetaria implica necesariamente una depreciación de la misma, y sin embargo esta no se traduce necesariamente en una  “subida general de los precios”. Para explicarlo, vea el siguiente ejemplo: imagina que una empresa fábrica 1 litro de leche para venderse en 10 Bs, pero gracias a la modernización, ahora se puede fabricar el mismo litro de leche y venderlo en 8 Bs. Sin embargo, debido a la expansión monetaria los precios han aumentado en distintas magnitudes, por lo que, así como bajaron algunos costos de fabricación de leche, se mantuvieron y subieron otros, teniendo como resultado que la empresa seguirá vendiendo la misma leche a 10 Bs.

Partiendo de este ejemplo, puede que esto en el supuesto “cálculo de inflación” para un periodo se refleje como “inflación cero”, pues no hubo “aumento general de precios sostenido en el tiempo”, pero se está ignorando que, de no haber sido la Inflación Monetaria, en realidad se hubiera pagado menos por ese producto. Conclusión: la moneda si se depreció y/o perdió poder adquisitivo, solo que eso no se vio a simple vista porque no se reflejó en “aumento de precios”. Esto lleva necesariamente a buscar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cómo se mide la inflación?

Resulta que se mide con el “Índice de Precios al Consumidor” (IPC), el cual toma algunos productos de la economía para ver su evolución de precios en el tiempo. Sin embargo, ¿Nadie se ha puesto a pensar que, si la inflación es como dicen, repito “el aumento general de precios en una economía sostenido en el tiempo”, tal índice es absurdo en la medida en que no mide el “aumento general” de los precios, sino solo lo que estipulan ciertos “expertos” que se creen con la sabiduría necesaria para saber qué, cómo y cuándo quieren los consumidores ciertas cosas del mercado? De esta manera, si el IPC encierra productos básicos, como el huevo, la leche y el pan, y cada uno cuesta 10 hoy, y dentro de un año el huevo cuesta 11, la leche 11 y el pan 8, te dirán que “la inflación es del 0%”, pero no dicen que el agua aumentó de 8 a 10, que las vivienda aumentó de 100 a 150, y así con todos los demás vienes de la economía que no son tomados en cuenta para el cálculo del IPC. En otras palabras, te dicen que hay “inflación 0%”, pero la moneda se deprecio igual, por lo que necesitas más, de la misma para comprar otros productos que antes comprabas con menos unidades monetarias. Es decir, que la definición del IPC siquiera cumple su mismo cometido.

Esto sin contar dos cosas: (i) que no todos compran tajante y exactamente los bienes tomados en cuenta en el cálculo, dado que todos los actores sociales tienen necesidades distintas y, por tanto, la inflación de precios que experimenta cada persona es distinta; la inflación que experimenta una ama de casa que cría a 3 hijos y trabaja de enfermera en un hospital no es la misma inflación que sufre un hombre soltero, sin hijos, que trabaja como analista financiero en un banco; la inflación que experimenta una empresa dedicada a la fabricación de bienes de madera no es la misma inflación que experimenta una empresa encargada de desarrollar software; (ii) que no estoy hablando del hecho de que algunos hasta asignan ponderación según la importancia de cada bien en las mediciones del IPC, haciendo que los cálculos varíen, mostrando generalmente una “inflación” por debajo de un cálculo del IPC que no toma en cuenta ponderaciones; otra aberración de la que no hablaré porque el mensaje ya quedo claro.

De esto se desprende algo lógico, si la “inflación” no es la subida de precios, sino la depreciación de una moneda, y el IPC no mide la inflación real de una economía, entonces toda definición de inflación que parta de ellas son un constructo arbitrario no apegado a la realidad, y todo intento de solución fracasará porque parten de un mal entendimiento de la misma. Si bien este ensayo no es un análisis exhaustivo de los fenómenos monetarios a lo largo de la historia[15], tengo que resaltar lo que la misma Pascualina resalta en su obra —aunque discrepemos en cuanto a enfoque de análisis y conclusiones, lo que dice es cierto—: el propio Phillip Cagan, a quien por cierto se le atribuye la definición aceptada de “hiperinflación” como el aumento del 50% mensual de los precios, en 1956 reconoció que su modelo, el cual pretendía explicar que las variaciones de la cantidad de dinero causaron la hiperinflación en varios países, es limitado, refiriendo en sus conclusiones a teorías que indican que el fenómeno fue causado por factores externos[16]. Cursio se apega de esto para decir que esos factores son ataques imperialistas, yo me inclino más bien a que el Modelo de Cagan falla por no poder calcular la demanda de los actores de las monedas correspondientes a los países que estudió. El error esencial sigue siendo el mismo en el que incurre Cursio. En este sentido, cita el trabajo de Bresciani-Turroni[17] y Frank Graham[18], estudiosos del problema monetario en la República de Weimar que concluyeron que la hiperinflación en la Alemania de 1923 no fue causada por la cantidad de dinero, sino por la depreciación “inexplicable y desproporcionada del marco aléman”[19]. Empero, todos estas premisas caen por su propio peso, suficiente con revisar lo expuesto hasta el momento para comprender el error.

Hiperinflación: lo que realmente es

Llegados a este punto, podemos definir la hiperinflación. Como ya se mencionó, el concepto aceptado por convención es el que usó Phillip Cagan en 1956 cuando, después de un estudio, estableció que la hiperinflación es el aumento general de los precios en un 50% mensual. No obstante, es necesario expresar algunas consideraciones: (i) esto es una concepción totalmente arbitraria, que si bien intentó fundamentarse en análisis estadísticos y matemáticos, lo cierto es que esto no le resta arbitrariedad —esto dejando de lado que la mera construcción matemática ya de por sí es arbitraria—; (ii) el concepto se desarrolló analizando economías post-guerra, que se encontraban sumergidas, en mayor o menor medida, en procesos inflacionarios —es como decir que si todas las economías tienen inflación de 10% mensual, entonces una súper-inflación es cuando hay un incremento del 50% mensual—; (iii) dado lo anterior, aún si se tomara como valido la definición, aplicó para ese contexto, en comparación a la actualidad donde la mayoría de los países, en circunstancias normales, tienen las Inflaciones de Precios medidas por el IPC en un solo digito —si tenemos en cuenta esto, podemos decir fácilmente que una hiperinflación moderna es aquella que supere los tres dígitos anuales. Si bien, aunque es igual de valido, apelando a la logica de Cagan, así no es como concebimos nosotros la hiperinflación—; (iv) se está definiendo algo simplemente como un superlativo de “inflación”, que si bien podría ser válido a efectos lingüísticos, creo que a efectos económicos podría relacionarse mejor con un fenómeno que surge cuando la inflación es demasiado alta y comienza a distorsionar los precios relativos. Por ello, es necesaria una redefinición o, mejor dicho, una recuperación del concepto apegado a la realidad de la dinámica de la inflación.

Antes de pasar a la definición, hago recordar al lector un caso curioso que ocurrió en Venezuela en años pasados, que si bien sigue ocurriendo, hoy no es algo general en la economía. A partir del año 2015, sobretodo en la profundización de la crisis monetaria entre 2017 y 2019, que se dejó sentir igual en 2020 y disminuyó su influencia hasta que en 2021 casi nadie se quejaba de ello, los precios relativos de la economía estaban tan distorsionados que un mismo producto comenzó a tener distintos precios, según el modo de pago al que apelara el comprador. Así, a modo de ejemplo ilustrativo y no apelando a precios reales de la epoca, encontrábamos una Harina Pan que costaba 10Bs en efectivo, pero por debito costaba 14Bs, además, si pagaban en dólares, costaba 1$ pero al cambio eran 8Bs, o si la divisa presentaba algún defecto, costaba 1.3$ —10.4Bs al cambio—, o si se pagaba en euros, tenía el mismo valor que si se pagaba en dólares —paridad Euro/Dólar de 1:1, aun cuando oficialmente el Euro era más caro que el dólar—, y así puedo seguir. El punto es que un mismo bien tenía varios precios para distintos modos en que fuese a realizarse la transacción. A esto se suma la venta de efectivo, tan necesaria para las personas que usaban el transporte público.

En este escenario, escuchaba a las personas quejarse de que eso era consecuencia de la avaricia de los venezolanos, que “nos estamos comiendo unos con otros” y “por eso es que Venezuela está como está”. Sin embargo, el fenómeno no tenía nada que ver con ello, tan solo era una consecuencia de la distorsión de los precios relativos después de años de desgaste del bolívar. Este fenómeno, no es nuevo, se ha visto en los lugares donde la inflación es tan alta que, en un juego de oferta y demanda de bienes, comienzan a aparecer distintos precios para un mismo bien, independientemente de las variables matemáticas que algún economista quiera tener en cuenta.

Esto es precisamente la hiperinflación: multiplicidad de precios para un mismo bien o servicio, dependiendo la forma en que se vaya a pagar. Llega un punto en la economía en el que la distancia entre la oferta y la demanda de una moneda es tan amplia —oferta monetaria muy > demanda monetaria— que los demás bienes que fungen como sustitutos monetarios —perfectos o no— comienzan a presentarse como los verdaderos referentes a la hora de fijar precios, ocasionando en todo el proceso un desajuste —o ajuste— de los precios relativos en función del bien que se tenga, convirtiéndose por ejemplo los bolívares en efectivo en un bien relativamente diferente a los bolívares que se tienen en las cuentas bancarias, o costando más o menos en comparación con una divisa, llevando a establecer multiplicidad de precios. Se cruzan todas las ofertas y demandas de cada bien con el que se transan, soltando precios por todos lados. La hiperinflación no aparece, pues, cuando los dígitos de los índices arbitrarios indican un 50% mensual, o cualquier número que usted guste, sino cuando usted comienza a ver esta multiplicidad de precios en el mercado para un mismo bien, según su modo de pago —¿En qué digito aparece? Imposible saberlo a exactitud, dado que la dinámica de cada sociedad es distinta, si bien, indudablemente llega cuando es demasiado grande el desequilibrio, por decirlo de alguna manera, entre oferta y demanda de una moneda—.

Incremento de precios en dólares

En este punto se puede decir que lo expresado puede refutarse con los hechos, cuando se ve que los precios en dólares, la moneda altamente demandada, también están subiendo. No obstante, también es necesario acotar que dicho aumento de precios en dólares responde en realidad al rezago cambiario. Para esto, apelaré a un ejemplo:

Suponga que hoy una TC= 2Bs/$, y que va al mercado a comprar una papa que cuesta 10Bs. En este escenario, la papa cuesta 5$ (10/2 = 5). Ahora bien, suponga que el día de mañana usted va a comprar la misma papa y cuesta 25Bs, pero al mismo tiempo la TC subió a 3.5Bs/$. Esto es, la papa subió un 150%, mientras que la TC subió un 75%. Cuando usted va a desembolsar para pagar la papa, se da cuenta que ahora cuesta 7.1429$. El precio aumentó en dólares, fue simplemente porque la TC no subió en la misma proporción a cómo subieron los precios en bolívares.

Hace poco leí a la abogada Andrea Rondón, miembro de Cedice Libertad, decir que el aumento en dólares actualmente está respondiendo a la inyección de liquidez en dólares que ha implementado como política el BCV para contener el TC. Sin embargo, tengo que decir que considero dicha concepción equivocada. Si bien ya mencioné que toda inyección monetaria implica una depreciación de la moneda, en el caso venezolano la demanda del dólar está tan elevada que la inyección monetaria no causa que aumenten los precios en dólares, sino que más bien ha servido como un burdo tapón a los precios en dólares para que no aumenten tanto. En otras palabras, a modo de ilustración, si suponemos una demanda de los dólares de 200%, una inyección de dólares a la economía venezolana puede hacer que baje a 180%, o 150%, o incluso hacer que sea del 100% —es decir, se satisface el total de moneda en dólares que demanda la sociedad—, pero en el contexto venezolano, donde la contrapartida de esto es que la demanda de los bolívares cae, paradójicamente sirve para que los aumentos en dólares se contengan o no lleguen. Siguiendo con el ejemplo de la papa, es como si la inyección en dólares hiciese que el rezago del 75% disminuyese o desaparezca, por lo que la TC aumenta a 5Bs y, por tanto, la papa sigue costando 5$ (25/5 = 5).

Conclusiones

El dinero es una institución social, y como muchas otras instituciones de esta índole, es producto de un proceso espontaneo que evoluciona con el tiempo, no es deliberado. Dicha institución llegó para coordinar a los actores sociales y medianamente recoger una información que esta esparcida en la sociedad en algo que llamamos “precio”. Parte de esa información que recoge el precio es la cantidad de moneda existente y la demanda de ella según los fines y medios de cada individuo, por lo que siempre es subjetiva, sin importar que el precio sirva para cuantificar ciertas cosas en el presente de forma objetiva —los costos, por ejemplo—. Así, los precios varían de un lugar a otro según la información recopilada de los millones de actores sociales, por lo que contiene información tacita, no articulable. Por ello, de alterarse deliberadamente cada uno de los componentes que lo conforman, solo causaría una mutación que distorsionaría los precios y, con ello, complicaría el cálculo económico de cada actor social, costándole el éxito en la consecución de sus fines.

A pesar de ello, hoy habitamos en un sistema en el que algunas entidades, con excusas varias, que se creen con la sabiduría necesaria para saber cuál es la cantidad optima de moneda que necesita la sociedad, controlan y alteran, normalmente hacia el alza, la cantidad de moneda existente, y con esto no hacen más perturbar el orden social espontaneo en un periodo de tiempo indeterminado. En su pretendida sabiduría espuria, una arrogancia fatal, no comprenden que no existe tal cosa como “cantidad optima de dinero” según ciertos parámetros arbitrarios —matemáticos—, porque los parámetros son desconocidos por todos, pero están allí y regulan lo que el human no puede regular, por tanto, la cantidad optima de dinero es y siempre será lo que existe o existirá, sin que sufra alteraciones arbitrarias.

En este proceso, la sociedad se adapta a dicha existencia, determinando ella misma, en su orden medianamente conocido, pero no comprendido del todo siquiera esa medianía, cómo usará esa herramienta para autoorganizarse la mejor manera posible. Ergo, aumentar arbitrariamente la cantidad de moneda en cualquier economía se traducirá inexorablemente en distorsión de precios y descoordinación social, en el corto, mediano o largo plazo.

Sin embargo, el proceso social siempre tiende a adaptarse a ello, por lo que, de no haber más aumento, con el tiempo se “estabiliza” —si cabe decir la palabra, puesto que nada es del todo “estable” cuando se trata de procesos sociales—. Ahora bien, ¿Qué se puede esperar en un entorno donde la cantidad de moneda aumenta periódicamente en un lapso de tiempo corto, en comparación a la adaptación social? Simple: si muchas de las distorsiones causadas a veces no son vistas fácilmente, con ello solo alimentarán un monstruo que ellos mismo crearon y salda con la calidad de vida de muchas personas, afectando sobre todo a los más pobres.

Con esto, vale recordar que da la casualidad que quienes crean o auspician la creación del dinero, generalmente son los primeros en recibirla, así que acuden al mercado a comprar con los precios de hoy, mientras que el que va mañana se encontrará con que, después de un proceso de adaptación social espontaneo en base a la cantidad de moneda ahora existente —por encima de la que había ayer—, los precios subieron, o se mantuvieron, pero ahora le cuesta más esfuerzo conseguir el dinero con el que compra, por lo que igual se ve perjudicado, o simplemente compra menos cosas que ayer. Los políticos, banqueros y sus amigos son los únicos beneficiados de todo este sistema del mal que podría llamarse fácilmente como Socialismo Monetario, entendiendo Socialismo como todo control coactivo de human sobre human, o en su sentido moderno: todas las instituciones que sostienen este tipo de gobierno. Es decir, que son unas pocas personas controlando a la sociedad a través de la moneda. No es de extrañar que, en todos los procesos inflacionarios de la historia, los que más se han visto beneficiados son ellos, y algunos otros que corrieron con suerte.

Venezuela tiene años sumergido en una espiral ascendente de inflación, con freno o sin freno, y muchos, en su pretensión de conocimiento, o porque simplemente se quieren lavar las manos —en el caso de los verdaderos culpables de este desastre monetario—, han culpado a terceros. Porque siempre es más fácil creer que se sabe algo para no admitir la ignorancia total en la que nos encontramos en lo que respecta a todo lo que nos rodea; se culpa al imperio, al comerciante, a la viveza criolla, a una simple página web o usuario de una red social que comunica la Tasa de Cambio del día, se dice que “nos estamos matando unos contra otros”, pero no se ha comprendido aún la inflación solo responde a temas estrictamente monetarios —oferta y demanda— y que, por tanto, solo quienes tienen control sobre la moneda, o pretenden hacerlo, son los causantes de dicho desastre. Hay que decirlo, le guste o no escucharlo a algunos, quieran aceptarlo o no, porque la negación y/o aceptación de un hecho no altera la misma, la verdad es inmutable e inamovible, y seguirá siendo verdad en todos los escenarios: los únicos culpables del desastre monetario en Venezuela son el Banco Central de Venezuela y Estado venezolano, involucrando claramente a todos los que lo conforman, sin importan sus buenas o malas intenciones.

Empero, este problema no es solo venezolano; el mundo entero está sumergido en las garras de este control monetario desde hace mucho tiempo, solo que algunos países se han encargado de mantener el monstruo en pasividad, en mayor o menor medida, pero, al fin y al cabo, el monstruo sigue existiendo y sigue devorando nuestro esfuerzo, trabajo y calidad de vida. La inflación no es el aumento generalizado de los precios, y mucho menos se mide con un estúpido indicador que media entre bienes y servicios que eligió alguien arbitrariamente, la inflación es la existencia de una cantidad de dinero que la sociedad no demanda, así de simple, y dicho fenómeno se traduce en la pérdida del poder adquisitivo que, a su vez, resulta en subida de precios —o en que se mantenga igual, cuando en un contexto normal hubiese tendido a la baja—. No obstante, hay que señalar que el principal hacedor de que exista una cantidad de moneda que la gente no demanda es la entidad que se encarga de crear dicha moneda. Al aumentar la cantidad de moneda, ella se devalúa per sé, porque la sociedad ahora tiene que adaptarse a una nueva cantidad de moneda. Que esto no se traduzca en un aumento del IPC —mal llamado “inflación”— no quiere decir que la acción llevada a cabo no cause o vaya a causar malestares sociales, lo hará, hoy, mañana, en una semana, año o después, aquí, allá o en cualquier otro lugar, pero lo hará.

En este sentido, recordemos además que la inflación es sentida por cada persona de forma distinta, porque cada quien demanda cosas y las cantidades de esas cosas de forma distinta, según sus fines y circunstancias. De esto se infiere lo siguiente: si realmente se desea vivir en una sociedad sin inflación monetaria, y sin las distorsiones que causa —entre ellas, la subida general de precios—, tiene que dejarse de controlar aquello que no se puede controlar, por lo menos no para bien. Es necesario que el human comience a replicar esas condiciones que sirvieron de base para que el proceso social generará las instituciones que fundamentan la civilización con el paso del tiempo, a saber: libertad y respeto a la propiedad. La inflación es un instrumento usado por quienes ostentan el poder y aspiran a la dominación, y como toda dominación, es deliberada. En este sentido, constituye un delito, un crimen de lesa humanidad en la medida en que disminuye los medios por los cuales las personas pueden prosperar.

Si queremos una Venezuela con “estabilidad” monetaria y, en suma, económica, se debe comprender que la civilización no tiene arquitectos y, por su bien, tampoco debe admitirlos. Es necesario un sistema de banca libre, guiado por ciertos principios a respetar, para volver a ser una sociedad feraz, no temporalmente, sino sostenida en el tiempo. O, en el peor de los casos, por lo menos que el BCV no siga inyectando liquidez y quite las restricciones al libre intercambio o interacción monetaria en el país.


[1] Pascualina Curcio. 2018. Hiperinflación: arma imperial. Segunda edición (2020). Publicado por Editorial Nosotros Mismos. Pág. 11.

[2] Ibídem., págs. 12-14, 15, 17-25, etc. Lo cierto es que no sé ni para qué especifico páginas, si esto es lo que expresa desde la portada del libro hasta su contraportada. En resumen, Cursio sostiene que todas las hiperinflaciones de la historia, especialmente la de Venezuela, no ha sido un fenómeno espontaneo que responda a la interacción de variables económicas, sino un fenómeno inducido políticamente por agentes que intentan socavar el proceso revolucionario hacia el socialismo.

[3] Ibídem., págs. 4, 11, 15, 18, 34, 48, 65.

[4] Además de la obra citada, puede ver cualquier artículo de su autoría publicado en Aporrea o El Nacional. Absolutamente todos van en la misma línea discursiva.

[5] Óp. Cit. Hiperinflación: arma imperial., pág. 46. Negritas y cursivas mías. Esta tesis viene acompañada con una defensa de la idea de que las estanflaciones solo ocurren cuando hay “inflación de costos” —shock de oferta— y no cuando hay “inflación de demanda” —que a su juicio, y el del común de los economistas inflacionistas, viene acompañado de aumento de la producción—. Esto le lleva a intentar refutar a quienes sostienen que el aumento de precios se debe a una mayor demanda agregada, pues en Venezuela, si bien ha aumentado la liquidez monetaria (M2), desde el año 2012 no se demanda y consume más bienes y servicios, es decir, los incrementos de M2 no corresponden con un incremento de la demanda agregada, descartando la teoría cuantitativa del dinero en el proceso y concluyendo que, de hecho, en este contexto, “cualquier política orientada a disminuir la cantidad de dinero para detener la hiperinflación, no solo no surtirá efecto porque no es la causa de los aumentos de precios, sino que además puede resultar contraproducente en lo que a condiciones de vida de la población se refiere” (ver págs. 37-40).

[6] Ibídem., pág. 40-45.

[7] Cursio apela al coeficiente de Pearson entre la TC oficial y establece que entre 1984-2005 la relación es de 0,991 entre el oficial y el IPC, pero a partir de 2006 va perdiendo fuerza, obteniendo un coeficiente de 0,5685 entre 2006-2017 (ver pág. 47).

[8] Ibídem., pág. 51.

[9] Ibídem.

[10] En una economía de trueque, los precios son fijados en función de otros bienes. Así, por ejemplo, 4 Bananas equivalen a 1 Pera —que es lo mismo a decir que 1 Banana es igual a 1/4 de Pera—. En este sentido, si por ejemplo alguien estipula que 1 Pera equivale en realidad a 6 bananas, simplemente hay un ajuste de precios relativos, valiendo menos la banana con respecto a la Pera. Los precios aumentan en comparación con las Bananas, pero disminuyen en comparación con la Pera. Ergo, no hay “aumento general de precios”. Independientemente de cual se altere, el resultado es el mismo, los precios relativos de las frutas con las que se realicen las transacciones se ajustaran al alza o a la baja.

[11] Al respecto, puede ver toda la tradición de la Escuela Austriaca de Economía, su método de estudio y su crítica a la visión matemática de la ciencia económica. Menciono algunos de interés: Jesús Huerta de Soto. 2004. La teoría de la eficiencia dinámica. Publicado en Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política, volumen 1, número 1, págs. 11-71; Jesús Huerta de Soto. 1992. Socialismo, cálculo económico y función empresarial. Tercera edición (2005). Publicado por Unión Editorial.; Hans-Herman Hoppe. 1995. Economic Science and The Austrian Method. Reproducido en 2007 por el Ludwig von Mises Institute.

[12] Ludwig von Mises. 1959. Economic Policy Thoughts for Today and Tomorrow. Segunda edición en español, traducido por Alberto R. Sgueglia, y que constituye seis conferencias que Mises dictó en Buenos Aires, Argentina, ese mismo año. Sección: Inflación.

[13] Óp. Cit. Hiperinflación: arma imperial., pág. 48.

[14] La fórmula a aplicar es la siguiente: Tasa de Cambio Real (TCr) es igual a cantidad demandada de B (Db) por la unidad de A, entre Total de B en la economía (Tb), todo esto dividido a su vez entre la cantidad demandada de A (Da) que multiplica a la unidad de B, dividido entre el Total de A (Ta). Entonces TCr = ((Db x 1a) / Tb) / ((Da x 1b) / Ta). Esta expresión matemática es una construcción propia. Estoy consciente de que en economía la demanda y la oferta se definen de forma independiente entre sí, en función de precios y cantidades, no obstante, esto también es una construcción matemática arbitraria para poder graficarlas en un diagrama de ejes cartesiano. Si otro pudo arbitrariamente hacer una construcción matemática para concebir su fin, no hay lógica que me lo impida a mí, más allá de un simple “así no es cómo se ha enseñado”. En todo caso, mi intención no es determinar la demanda de una u otra moneda en sentido estricto o formal, sino simplemente ilustrar dos cosas: (i) que los precios de una moneda con respecto a otra puede variar —y de hecho lo hace— cuando varían las demandas de cada una; y (ii) que puedo usar la matemática a gusto para ilustrar —no “demostrar— fenómenos sociales —si es bueno o malo, dependerá de las premisas filosóficas de donde se parta la crítica—.

[15] En ello trabajo actualmente, aunque alejándome de los principios generalmente aceptados en la economía convencional.

[16] En óp. Cit. Hiperinflación: arma imperial. Pág. 21. Cabe decir que la consulta proviene de: Phillip Cagan, The moneary dynamics of hyperinflation, Milton Friedman. 1956. Studies in the quantity theory of money. Chicago, Estados Unidos. Publicado por University of Chicago Press.

[17] Constantino Berciani-Turroni. 1937. The economics of inflation. A study of currency depreciation in post war Germany (1931). Primera edición en inglés. Publicado por Universitá Bocconi.

[18] Frank Graham. 1930. Exchange, prices and production in hyper-inflation: Germany, 1920-1923. Princeton, Estados Unidos. Publicado por Princeton University.

[19] Óp. Cit. Hiperinflación: arma imperial. Pág. 22.

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John R. De la Vega, P.A.

Immigration Law
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  • Peticiones familiares

John De la Vega es un abogado venezolano-americano que ha ayudado mucho a la comunidad venezolana e hispana en sus procesos migratorios en los Estados Unidos.

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