
“La precaria situación en Venezuela ha actuado como un catalizador involuntario para que emerja espontáneamente un orden de educación impulsado por la sociedad civil, redefiniendo el acceso, la calidad y el propósito del aprendizaje, especialmente para las poblaciones más vulnerables.”
Oriana Aranguren
Para nadie es un secreto la crisis institucional que se vive en Venezuela desde hace muchos años, empeorando cada vez más. Dicha crisis que se ve reflejada en cada aspecto de nuestra vida, pero una de las cosas que más resalta es la educación en el país, un sector donde el 54% de la infraestructura no está en condiciones de recibir a estudiantes en las aulas, el 72% de los maestros han desertado debido a salarios precarios y malas condiciones, y la matrícula escolar ha disminuido un 46%[1], por lo cual 2.5 millones de estudiantes se encuentran fuera del sistema escolar. Asimismo, la percepción de la calidad educativa refleja que la calidad es mala, o no se cumple la regularidad necesaria en asistencia a clases, o los profesores no están capacitados para enseñar, y quienes sí están capacitados son muchas veces intimidados por las autoridades escolares y representantes del Ministerio de Educación, matando los incentivos para hacer las cosas bien, entre muchas otras cosas[2].
Más allá de los datos, muchos son los testimonios de directores y maestros a lo largo del país que pintan un cuadro desolador: techos que se desploman con la lluvia, ausencia crónica de servicios básicos como agua potable y electricidad, y carencia total de mobiliario y material pedagógico. En Maracaibo, por ejemplo, se documentan casos de maestras que deben impartir clases bajo un árbol porque las aulas son inhabitables, utilizando pizarras agrietadas y sillas de plástico donadas[3]. Así, nos encontramos en un escenario donde no solo se impide el proceso de enseñanza-aprendizaje, sino que convierte a las escuelas en un entorno de riesgo físico para los pocos niños y docentes que aún asisten, más por amor al arte de enseñar —en el caso de muchos profesores— que por recibir beneficios monetarios por su gran trabajo y esfuerzo.
No conforme con esto, el Estado, que dice velar por el “derecho a la educación”, no proporciona a las instituciones los materiales pedagógicos, deportivos, utensilios de cocina ni mobiliario necesarios para un adecuado desarrollo del sistema educativo[4]. De hecho, cómo ya mencioné, elimina todos los incentivos para el buen desarrollo de la educación —el paupérrimo salario de los docentes, por ejemplo—. Sin embargo, esta es la tragedia, pero no toda la historia.
La educación venezolana al margen del sistema
Resulta que en este colapso sistémico del sistema educativo formal venezolano ha surgido un ecosistema de aprendizaje alternativo, descentralizado y de base comunitaria que abarca desde el homeschooling estructurado hasta, de manera más significativa, la proliferación de “microescuelas” o “casas de tareas dirigidas” en los sectores más empobrecidos, lo cual representa una respuesta de resiliencia social sin precedentes. Es decir, la precaria situación en Venezuela ha actuado como un catalizador involuntario para que emerja espontáneamente un orden de educación impulsado por la sociedad civil —familias que demandan educación y maestras que la ofrecen como un emprendimiento de subsistencia—, redefiniendo el acceso, la calidad y el propósito del aprendizaje, especialmente para las poblaciones más vulnerables. Todo ello ha tenido un impacto inmediato profundamente positivo, a pesar de los desafíos monumentales en términos de regulación, equidad y reconocimiento.
La investigación del profesor Antonio Canova
El profesor Antonio Canova ha denominado a este proceso como un “orden espontaneo” en la educación[5], el mercado en su forma más pura, impulsado por la oferta y la demanda más fundamentales, a saber: padres desesperados por el futuro de sus hijos y la oferta de personas más o menos capacitadas que se niegan a dejar morir a su vocación, beneficiándose ambos lados mutuamente. Si bien es cierto que el fenómeno que emerge en el país no se ajusta nítidamente a métodos de estudios alternativos específicos —como Monntessori, Waldorf, ABP, entre otros—, que a menudo presuponen un nivel de recursos —tiempo parental, capital cultural y estabilidad económica— inaccesible para la vasta mayoría de la población afectada por la crisis humanitaria en el país, en las zonas populares venezolanas se puede observar un modelo híbrido, forjado por la necesidad y la pobreza, que se asemeja a una educación comunitaria de emergencia —más que a un movimiento pedagógico planificado— en el que maestros, habiendo abandonado el sistema público por salarios insostenibles, abren las puertas de sus modestas viviendas para atender a los niños de sus vecinos a cambio de una tarifa mínima, a menudo simbólica[6].
Algunas de estas microescuelas incluyen a los padres en el proceso de aprendizaje del niño, otras no, pero, a pesar de que podría considerarse una tercera vía[7], el punto en cuestión es que se observa una innovación social autóctona como respuesta orgánica al colapso del sistema educativo. Es decir, puede que alguien diga que no se trata de una elección proactiva, impulsada por convicciones filosóficas, pedagógicas o religiosas, sobre la educación fuera del sistema formal, orquestado por el Estado, y hasta cierto punto es cierto, ya que para muchos en Venezuela las microescuelas no son una elección entre una gran cantidad de opciones, sino una consecuencia ineludible, una respuesta reactiva y pragmática ante el vacío absoluto dejado por un sistema educativo que ha colapsado en todas sus dimensiones. Puede que no se trate de familias que rechazan la escuela por convicción, sino de familias a las que la escuela ha abandonado. Pero, a pesar de todo ello, es un avance en la cultura de las formas en que las personas pueden educarse y, sobre todo, una clara muestra de que no se necesita del Estado para satisfacer necesidades básicas, porque el mismo mercado —que son personas con necesidades que interactúan y se coordinan entre sí, es decir, personas como usted y como yo— se encarga de suplirlas[8].
Lo que debería hacer el Estado venezolano
Las microescuelas en Venezuela, por ahora, son un mecanismo de mitigación de daño, ofrecen resiliencia académica a través del aprendizaje personalizado, fomentando habilidades críticas para la supervivencia en un entorno de incertidumbre y proveyendo un refugio psicosocial frente a la descomposición del entorno escolar formal, pero puede extenderse y cambiar el paradigma, beneficiando aún más a las personas en extrema pobreza[9]. La ventaja más inmediata y tangible de estos modelos educativos, desde las microescuelas de Petare o Montalbán hasta el homeschooling estructurado, es su capacidad para ofrecer un aprendizaje personalizado. En un contexto donde los estudiantes arrastran años de escolaridad deficiente, la instrucción masificada y estandarizada es ineficaz, pero las alternativas permiten que el aprendizaje se adapte al ritmo y a las necesidades específicas de cada individuo, enfocándose en cerrar las lagunas fundamentales en lectura, escritura y matemáticas.
De hecho, no son pocos los estudios que muestran que el enfoque individualizado, o en pequeños grupos, mejora significativamente la comprensión, la retención del conocimiento y, crucialmente, la motivación del estudiante, ya que se centra en los intereses y habilidades del niño, haciendo que el aprendizaje, en lugar de experiencia de frustración, se convierta en un proceso de descubrimiento[10]. La educación fuera de las rígidas estructuras estatales fomenta, por su propia naturaleza, un conjunto de habilidades que son cruciales para la supervivencia y el progreso en un entorno de crisis e incertidumbre. Al no estar atados a un currículo obsoleto y a métodos de enseñanza pasivos, los estudiantes desarrollan mayor autonomía, responsabilidad y capacidad de autogestión, promoviendo así el pensamiento crítico y la resolución de problemas, ya que los estudiantes son constantemente desafiados a aplicar el conocimiento a situaciones del mundo real. Asimismo, los padres se ven empujados por el contexto, mucho o poco, a ser partícipe de la educación de su hijo, incentivando la cohesión social. Ante toda esta realidad, el Estado venezolano debería aceptar sus fallas y quitar todos los obstáculos burocráticos al sistema educativo para potenciar al máximo la creatividad innata en las personas que tienen soluciones a estos problemas concretos, más si son en entornos precarios y de mucha incertidumbre. Y, para empezar, sólo para empezar, una forma de hacerlo sería comenzar a reconocer formalmente esta preparación de los niños y jóvenes en los diferentes barrios populares.
[1] El Nacional. 2025. Crisis educativa en Venezuela: Fundaredes revela deserción masiva de docentes y estudiantes. Ver en: https://www.elnacional.com/2025/01/crisis-educativa-en-venezuela-fundaredes-revela-desercion-masiva-de-docentes-y-estudiantes/ (Cit. 19/09/2025).
[2] El País. 2025. El colapso del sistema educativo venezolano: anatomía de una caída. Ver en: https://elpais.com/america-futura/2025-07-23/el-colapso-del-sistema-educativo-venezolano-anatomia-de-una-caida.html (Cit. 19/09/2025).
[3] Ibidem.
[4] Fundaredes. 2024. Informe: Consulta nacional educativa 2024. Ver en: https://www.fundaredes.org/2024/12/17/informe-consulta-nacional-educativa-2024/ (Cit. 19/09/2025).
[5] Canal de YouTube: La Patilla. 2025. Cómo mejorar el sistema educativo en Venezuela con Antonio Canova. https://www.youtube.com/watch?v=iVlPc4PePZ8 (Cit. 19/09/2025).
[6] Tal Cual. 2020. La educación a distancia trajo de vuelta a la escuelita del barrio. Ver en: https://talcualdigital.com/la-educacion-a-distancia-trajo-de-vuelta-a-la-escuelita-del-barrio/ (Cit. 19/09/2025). Y ver: Nicole Kolster. 2022. Escuelas “alternativas” florecen en barrio de Venezuela ante fallas de educación pública y bajos salarios. En: https://www.vozdeamerica.com/a/escuelas-alternativas-florecen-en-barrio-de-venezuela-ante-fallas-de-educacion-publica-y-bajos-salarios/6598748.html (Cit. 19/09/2025).
[7] No es estrictamente homeschooling o unschooling, sino un modelo de microescuelas o casa de tareas dirigidas que fusiona elementos de ambos por pura pragmática de supervivencia. Aunque algunas de estás microescuelas cuentan con el apoyo y la participación de los representantes.
[8] Al respecto, revisar la intervención del profesor Antonio Canova en el Primer Encuentro de la Alianza Nacional Todos por la Educación, recogida por RunRunEs. Puede acceder en: https://runrun.es/el-megafono/449481/canova-es-una-necedad-seguir-planteando-que-sea-el-estado-el-que-nos-eduque/?tztc=1 (Cit. 19/09/2025). El profesor sostiene, con justa razón, fundamentado en sus propias investigaciones sobre el fenómeno en Venezuela, que es una necedad seguir planteando que el Estado debe ser el encargado de educar, cuando los hechos apuntan a todo lo contrario. En las investigaciones del profesor Canova, que no son meramente teóricas, sino empíricas, nos encontramos con que en Moltalbán, una zona pobre en el Estado Carabobo, Venezuela, el pueblo cuenta con 63 microescuelas espontaneas, siendo algo que se extiende a otras zonas del país. Según sus propias mediciones, alrededor del 30% de la población infantil de Venezuela ya estaría recibiendo su educación principal a través de estas escuelas informales. A partir de esta evidencia, el profesor Canova aboga por una conclusión radical: la solución a la crisis educativa no pasa por intentar reconstruir el monopolio estatal fallido, sino por liberar las fuerzas creativas de la sociedad.
[9] El modelo económico que sustenta estas microescuelas es una prueba contundente de la valoración que las familias más pobres otorgan a la educación. Contrario a los socialistas que salen con grandilocuencias para defender la “educación gratis” para favorecer a los más “desfavorecidos”, el caso venezolano muestra que, en un contexto de pobreza extrema, los padres realizan un esfuerzo significativo para pagar cuotas que oscilan entre 1 y 10 dólares semanales por niño, algunas veces pagando en especie, con alimentos u otros bienes. Este intercambio, aunque modesto, permite a las maestras-emprendedoras obtener un ingreso superior al que percibirían en el sistema público, creando un incentivo para permanecer en la labor educativa. De esta manera, el sistema de microescuelas no solo provee un servicio educativo donde antes no lo había, sino que también genera un micro-mercado que revaloriza la profesión docente desde la base.
[10] Gonzalo Velasco, Mónica Guerrero, et al. 2023. La educación personalizada: un enfoque efectivo para el aprendizaje. Publicado en la revista científica Ciencia Latina. En: https://www.researchgate.net/publication/370545019_La_Educacion_Personalizada_Un_Enfoque_Efectivo_Para_el_Aprendizaje (Cit. 19/09/2025).
