Dinero, precios, coeficiente de caja y ciclos económicos: una respuesta a Juan Ramón Rallo

Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

Hacía tiempo que quería hacer esto, pero no me había dado la tarea para, ni había invertido tiempo en, hacerlo. Hoy, tras el mínimo revuelo en las redes por la respuesta del profesor Jesús Huerta de Soto a unos videos del profesor Juan Ramón Rallo, dando más vida el debate sobre si es bueno o no el coeficiente de caja del 100%, me veo en la obligación moral —o intelectual— de escribir estas líneas, pues considero que hay errores y aciertos de parte y parte, en aras de dilucidar mejor el funcionamiento del dinero y los precios en la economía y, por consiguiente, sostener el sistema monetario más sensato en el marco de una sociedad libre. Sin más, comienzo punto por punto.

La deflación no es gris: contra la expresión “no toda deflación es positiva”

Rallo ha expresado que “no toda deflación es buena”, pues la que se produce por “aumento de producción” sí lo es, pero la que ocurre por variación en la demanda de la moneda es mala, en la medida en que no todos los precios de la economía se ajustan a la misma velocidad a la baja y, tal como ha expresado en otros sitios, hay “redistribuciones arbitrarias de riqueza”, dado que “generan recapitalizaciones y descapitalizaciones de algunos agentes económicos que no están vinculados con el valor o la riqueza que generan para el mercado”[1]. Sin embargo, esta diferenciación de “dos deflaciones” es arbitraria y absurda, pues, en el fondo, siempre se trata de lo mismo: subida de la demanda de dinero, independientemente de las razones por las cuales sube dicha demanda.

En principio, cuando aumenta la producción de uno o varios bienes, y la cantidad de dinero —o sustitutos perfectos— se mantiene constante, disminuye, o aumenta menos que la producción, la moneda se aprecia, dado que aumenta su demanda con respecto a los bienes y servicios —ley básica: más oferta de bienes, menos o igual oferta de dinero—. De allí que la deflación sea una ganancia del poder adquisitivo del dinero —siendo la inflación todo lo contrario—. Entonces, si hemos de apegarnos a las premisas de Rallo, no habría que preguntarse: “¿Cuál deflación es mala, que hemos de evitar, y por qué?”, sino que solo cabría hacer una pregunta: ¿Es la deflación —que es una sola— buena o mala? A esto Rallo seguiría respondiendo que es mala, por las razones dadas en el primer párrafo anterior, pero, aún matizando, sus premisas siguen teniendo algunos problemas.

Si imaginamos una economía donde los intercambios voluntarios se fundamenten en el trueque, es decir, donde no hay dinero, nos encontramos con que cualquier variación en la demanda de uno o varios bienes y/o servicios alteraría el precio de los mismos, de cara a los demás bienes o servicios; si en una economía tenemos 100 Papas, 100 Peras y 100 Manzanas con igualdad de demanda —entiéndase que el valor de intercambio de cada uno es exactamente el mismo o, si gusta más, cada una valdrá lo mismo que la otra—, pero espontáneamente aumenta la demanda de la Papa y ésta pasa a costar un 1.25 Manzanas y al mismo tiempo 1.60 Peras —la oferta se mantiene exactamente igual, solo varía la demanda—, nos encontraremos también con que ahora la manzana se ha apreciado con respecto a la Pera, dado que ahora se necesitan 1.28 unidades Peras para adquirir 1 manzana[2]. En este escenario, los poseedores de papas se han beneficiado del cambio de las demandas de los actores en la economía, en perjuicio de los poseedores de manzanas y peras, siendo estos últimos los que peor salieron—, pero ¿Se puede decir que es arbitrario que haya algunos ganadores y perdedores por algo que sucede como consecuencia de la misma dinámica espontanea del mercado? ¿Se necesitaría “inyectar más papas” para mantener los precios relativos “en el mismo nivel”, es decir “estable”, y no “dificultar el cálculo económico” de los actores sociales? En lo absoluto. Pues, lo mismo pasa en un entorno con dinero de por medio.

De hecho, arbitrario sería decir que el proceso espontaneo de creación de precios necesita de algún tipo de ajuste o mecanismo creado por el human para que puede “corregir” estas deficiencias y no hayan “ganadores y perdedores” en los ajustes, puesto que, de aceptar tal premisa, sería igual a decir que cualquier cambio en las valoraciones subjetivas de los actores, que lleve a que los precios relativos se alteren en favor de unos y en perjuicio de otros, son “arbitrarios” y necesitan de alguna especie de mecanismo —sabrá Dios cuál… ¿Emisión ilusoria de bienes y servicios?— para poder “mantener el nivel general de precios”. Un absurdo total. En este sentido, es necesario mencionar que no existe tal cosa como un “nivel general de precios”, esto si es un arbitrio. Nosotros nos podemos encontrar en un país donde un bien cueste 10 unidades monetarias en un lugar, pero a 5 cuadras se encuentre a 50 unidades monetarias, ¿Cómo se puede medir eso en un “nivel general de precios”? Los precios son relativos a las subjetividades que se encuentran sumergidas en un proceso llamado mercado, no a las objetividades —matemáticas o no— de unos cuantos; los datos en el mercado cambian constantemente, y los precios van a ir en función de la demanda de los actores de cada bien o servicio, lo que incluye el dinero —su oferta, demanda, y las expectativas de cada variable que allí converja—.

Sí, es cierto que el cálculo económico puede dificultarse[3] si los precios relativos tienden a subir o bajar, pero es precisamente esto lo que deben prever cada actor en el mercado, y aplica tanto si aumenta la oferta de dinero —inflación monetaria— como si disminuye —deflación monetaria—[4]. Pero la cuestión debatir entonces es si dichos aumentos o disminuciones responden a procesos espontáneos del mercado, en un marco de ética, o si, por el contrario, responden a intervenciones varias o a acciones dentro del mismo mercado que son antiéticas. En adición, hay que tener en cuenta que, cuando no aumenta la cantidad de medios de pago por cuestiones ajenas al mercado —éticas—, la demanda de dinero, por razones cuales sea, no puede crecer infinitamente, sino que crecerá hasta donde lo requiera el mercado —tendiendo al ajuste de precios a un nivel de estabilidad relativa—, por su parte, la demanda sí puede caer hasta el piso, haciendo que los precios no tengan techo en sus subidas. De este modo, la inflación tiene un horizonte de parada más largo que la deflación, por lo que, pasado un tiempo, es incluso hasta más peligroso.

Dicho en otras palabras, el dinero es un bien instrumental que sirve como medio de pago, por lo que su demanda depende de las cosas que puede adquirir para satisfacer necesidades presentes y futuras —en este caso, actúa como reserva de valor y va a los saldos de tesorería—. Por ello, el valor subjetivo del dinero está atado a la utilidad anticipada de aquellos bienes y/o servicios que se esperan adquirir con él. De allí que cualquier variación en los bienes o servicios, incluyendo la moneda, afecte precios en muchos niveles y a distinta profundidad, pero ocurre de forma espontánea y, como parte del proceso de mercado, tiende siempre al equilibrio. Es irrelevante los ganadores y perdedores que hayan en el camino —espontaneo—; yo escucho eso y se me viene a la cabeza un constructo totalitario fundamentado en la eficiencia paretiana, donde no es posible mejorar la calidad de vida de unos, sin empeorar la de otros, y así no funciona el mercado.

Con todo lo anterior, queda refutada la idea de Rallo de que es necesario y/o “ideal” mantener un “nivel de precios” constante —que no existe, ni existirá— para que la economía fluya de la mejor manera posible. Esto es una quimera. También, se infiere que la deflación y la inflación, tanto monetaria como de precios, pueden surgir como resultado de los procesos espontáneos del mercado —no solo la deflación, como parece apuntar Philipp Bagus[5]—, y que queda de parte de cada persona estimar más o menos lo que espera a futuro, en función de sus necesidades, gustos y preferencias.

La evolución de los medios de pago

A todo lo anterior se suma que el hecho de que la idea de mantener “estable” los precios en una economía es peligrosa, porque se estaría interviniendo directamente en el proceso evolutivo de la selección de medios de pagos, que tiende a sustituir el sistema imperante por uno mejor. A modo de ilustración, intentar mantener los precios implica que, si llega acaso un bien que se presenta como un mejor medio de pago, haciendo que la demanda de la moneda en desuso comience a caer y, por consiguiente, que los precios manifestados en esa moneda comiencen a subir, se tendría que limitar la oferta de la nueva moneda y contraer la oferta de la vieja, con tal de “mantener los precios”. Por mucho que no le guste a Rallo, esto si es arbitrario, y pasará aun en un sistema con encaje fraccionario, habiendo o no curso forzoso. Ergo, el debate no debe girar en torno a si se ha de mantener o no “el nivel general de precios” —que no significa nada, y no me cansaré de decirlo—, sino en las acciones éticas que se lleven a cabo en el mercado, en lo que respecta al dinero.

Al respecto de los medios de pago y el mercado

A todo esto, Rallo podría responder que, en efecto, los medios de pagos creados por los bancos en un entorno de encaje fraccionario es algo que no atenta contra la ética y responde al proceso de mercado, agregando que en un sistema con reserva 100% no se puede expandir la moneda. Pero, nuevamente, hay muchos problemas en tales concepciones, aunque no quiere decir que yerre en su totalidad y no tenga razón en algunas cosas —he aquí precisamente donde comenzamos a tocar los errores de los cienporcientistas del ala del profesor Huerta de Soto, Rothbard y Bagus—. Voy a tocar varios puntos aislados, pero en este mismo orden de ideas.

Para empezar, es necesario diferenciar entre “depósitos a la vista” y “préstamos a la vista” —éste último conocido en EE. UU. como “demand loan”—. Si la discusión gira en torno a que los depósitos de bienes fungibles que se destinan a custodia deben o no mantener un encaje del 100%, se acabó las discusión, pues claramente debe tenerlo, apelando a los principios básicos del derecho, en el que apropiarse de un bien ajeno es robo, independientemente de lo que se haga con él, y/o puede constituir un fraude, en la medida en que se dice que se usará el dinero para una cosa —en este caso, cuidarlo—, pero en realidad se usa para otra cosa —prestarlo, invertir—. Ahora bien, no tiene por qué ser igual con los “prestamos a la vista”, que estimo es a lo que apela Rallo cuando habla en contra de la reserva 100%. Si una persona A le presta dinero a un banco B, éste decidirá que hacer con el mismo para rentabilizar y poder pagar cuando el prestatario requiera su dinero de vuelta —con cierta ganancia—, en este marco, Rallo tiene una parte de razón y solo habría riesgo de perdidas y quiebre si los plazos entre el momento que se debe regresar el dinero a la persona A es menor al momento en que el Banco recibe el retorno de su inversión —o del préstamo de dinero a un tercero—. Empero, esto no crearía dinero de la nada, puesto que alguien está dejando de usarlo para que lo use otro —solo se cambia la forma en que se posee y se utiliza el dinero existente—. Si bien es cierto que el deudor puede emitir un certificado de deuda que pueda utilizarse como medio de pago, haciendo que aumente el circulante en el corto plazo —que podría significar también hasta un aumento de los precios relativos—, en el momento en que se cancela la deuda, disminuye el circulante.

Si bien, hay que tener cuidado con lo descrito anteriormente, porque que le esté dando en buena medida la razón a Rallo no significa que todo lo que dice está bien y que así funciona exactamente el sistema actual. Esto hay que matizarlo más adelante —ver: “El sistema bancario, las reservas y las deudas emitidas”, en este mismo texto—. Por ahora, falta solo decir que la parte donde Rallo no tiene absoluta razón es que el descalce de plazos es la causa el ciclo económico, pues se puede dar el caso donde solo quebrarían aquellas entidades que incurrieron en el descalce de plazos y se verían afectadas solo las personas que tenían sus préstamos en dicha entidad —al menos que todas las entidades se pongan de acuerdo e incurran en el descalce de plazos, que si generaría un problema general[6]—.

En este marco, apelando al sistema contrapuesto, es necesario decir también que, en un entorno de patrón oro, es falso que con reservas del 100% no pueda aumentar la cantidad de dinero que requiera la economía, porque, además de la minería de oro —que es cara, pero que, también para disgusto de Rallo, no representa un problema—, se podría fácilmente emitir billetes por las reservas de plata, u otro bien que se pueda considerar “dinero” en el mercado. Que exista un “patrón oro” no significa estrictamente que las reservas deben ser en oro, sino que la unidad de cuenta de referencia será el oro, por tanto, se puede emitir en base a otros bienes altamente demandados, con encaje del 100%, haciendo paridad con el oro. Este contexto no distaría mucho de un entorno multimoneda, donde surge la Tasa de Cambio (TC) para fijar precio de una moneda con respecto a otra; así, si la cantidad de plata que se reserva para emitir billetes equivale a cierta cantidad de oro, entonces se sigue emitiendo sin necesidad de salir del patrón oro y sin necesidad de que aumente la producción minera. De hecho, también se pueden usar los depósitos a plazos y, para el sufrimiento de Bagus y JHS, se podría hasta emitir deuda sin alterar el patrón, pero esto será abordado más adelante —ver: “El sistema bancario, las reservas y las deudas emitidas”, en este mismo texto—.

Por todas estas razones es que la afirmación de Rallo de que el crédito se vería casi eliminado por completo en una economía del 100% es también errada. Al respecto, suficiente con agregar que, antes de que la reserva fraccionaria se convirtiese en el sistema que pretende coordinar las necesidades monetarias del mercado, los títulos de valores se usaron para satisfacer las necesidades del crédito. Títulos que podrían ser fácilmente también las letras, pagares, o cualquier otro certificado de deuda que podrían ser emitidas por empresas, y no necesariamente por los bancos, pero en este caso, se entra nuevamente en el debate de si el encaje del 100%, o no, de los préstamos a la vista. Vamos a ello.

El sistema bancario, las reservas y las deudas emitidas

Es necesario aclarar ciertos puntos: (i) los depósitos a la vista deben tener encaje 100%, porque ese es el contrato para los bienes custodios; (ii) los prestamos a la vista no necesitan del encaje 100%; (iii) en el marco anterior, intentar limitar las letras que emiten empresas y/o personas con la credibilidad suficiente para emitirlas —con ciertos criterios, porque si no esto se sale de control— significa atentar contra la libertad contractual de los actores que voluntariamente apelen a estos instrumentos, así, se entiende que ni Bagus, ni HDS, son quien para limitar este proceso crediticio. Ahora bien, el diablo está escondido siempre en los detalles, por lo que hay que tener cuidado con la expansión crediticia en base a los certificados de deudas —cualquiera—.

Esto es así porque, en caso de que estas letras comiencen a usarse como medios de pagos, inflando así el circulante en la economía, se podría crear un escenario que no dista mucho del sistema monetario fundamentado en deuda que hoy rige al mundo. A modo de ilustración, imagine que una Persona A hace un préstamo a la vista al Banco A, recibiendo un certificado de deposito por igual cuantía; si el Banco A presta a persona B y este a su vez deposita en el Banco B en forma de “préstamo a la vista”, y sigue repitiéndose una y otra vez el proceso, nos encontraríamos con que puede iniciarse un proceso de expansión crediticia que se podría traducir en inflación y, más importante aún, dar paso al ciclo de auge y recesión.

Estimo que si los plazos de retorno de dinero son menores al primer plazo que originó toda la cadena, habría una expansión de medios de pago que con el tiempo tendería a contraerse, pero que en el proceso ayudó a los proyectos de inversión darse por finalizado, pero, aún así, la expansión de medios de pago se puede traducir en inflación y una posterior deflación, monetaria y de precios, que no me queda muy claro si se trataría de un mero ajuste del mercado o si, por el contrario, nos encontramos de plano en el problema del ciclo económico. Es decir, y para verlo mejor usaremos los depósitos a plazos con un tiempo determinado, imagine que la Persona A deposita en el Banco A 10 unidades monetarias a un plazo de 2 días; este lo presta a persona B, que también deposita el dinero en el Banco B a un plazo de 1 día; cada uno recibiendo un certificado de su depósito que podría usarse fácilmente como medio de pago generalmente aceptado en la economía. En este escenario, nos encontraríamos que, aunque solo se depositaron 10 unidades monetarias en un principio, esto dio paso a que apareciera un certificado de deposito a plazo por 10 unidades monetarias, un segundo deposito a plazo por 10 unidades monetarias y, por tanto, un segundo certificado de depósito a plazo por igual precio. Así, ahora hay 20 unidades monetarias en forma de certificados de depósitos a plazos, aunque cada uno con distintos plazos. En el tiempo inmediato, eso es expansión de medios de pago, que podría traducirse en aumento general de precios, pero al acabarse los plazos y ser necesario devolver los depósitos a sus dueños iniciales, nos encontraremos con que los medios de pago se reducen nuevamente a 10 unidades monetarias[7].

Sin embargo, he aquí el problema, siguiendo la misma línea del ejemplo anterior, pero ahora viéndolo los depósitos como “préstamos a la vista”: al tener esta condición ¿Cómo puede estimar el Banco B en qué momento devolver el dinero a la persona B para que, a su vez, este pueda devolverlo al Banco A y éste a la Persona A? Rallo podría decir que, si lo tiene invertido en “activos muy líquidos”, puede liquidar y regresar en el momento en que se lo pida, pero, ¿Qué son, en este contexto, “activos muy líquidos”? Estamos partiendo de la idea que lo único que hicieron las persona fue depositar a plazo el dinero recibido. Si ponemos en la fórmula los proyectos de inversión emprendidos, y al necesitar estos proyectos más tiempo que la condición de “a la vista” para poder terminar el proyecto, ¿No nos encontraríamos ineludiblemente ante un descalce de plazos que queda a merced de que cualquier persona en la cadena de crédito que vaya a solicitar su deposito requiera que el banco liquide sus inversiones y, por tanto, muy probablemente también tengan que liquidar aquellos que emprendieron los proyectos antes de terminarlo? En caso de tener en cuenta el mercado de valores, ¿No se estaría igual adquiriendo el título valor con medios de pagos fundamentado en deudas, por lo que nos encontramos en un escenario en el que se compran títulos que también quedan a merced de un desplome en la bolsa, sean rentables o no los proyectos, una vez iniciado el ciclo de impagos? —nos encontramos también en el ciclo económico—.

Es más, aún si da tiempo que todos los proyectos de inversión finalicen, en el momento en que se vayan a liquidar los prestamos a la vista, nos encontraríamos con que hay menos medios de pagos y hay mayor producción, haciendo que el dinero se aprecie y, por tanto, en términos reales, ahora los proyectos tengan que pagar más de lo que inicialmente recibieron, pero en un escenario donde sus bienes o servicios se venden más barato de lo que previeron, haciendo que, con el tiempo, muy probablemente, se incurran en impagos, alimentando nuevamente así la cadena de impagos en donde los proyectos tendrán que declararse en banca rota, y los bancos también, y varios etcéteras que conocemos muy bien en este tipo de crisis que atribuimos al ciclo económico —pues, sí, nuevamente nos encontramos en el ciclo—.

Los teóricos de la liquidez pueden decir que es poco probable que las personas vayan a solicitar sus depósitos, porque igual cuentan con un medio de pago de igual valor, dando como resultado que no haya una contracción de los medios de pagos. Sin embargo, aun si esto fuese cierto, no limita que ahora hay medios de pagos que no se sustentan en el ahorro real de los actores —en el ejemplo descrito anteriormente, hay 20 unidades en medios de pago que se fundamentan solo en los 10 unidades del depósito inicial—, lo que lleva a la descoordinación entre ahorro e inversión —que deben caminar en la misma dirección—, que hace caer nuevamente en el problema del ciclo —fundamentado en la teoría del capital de la Escuela Austriaca de Economía, a saber, poco ahorro, más inversión por expansión crediticia, que en el corto se traduce en un auge y en el mediano o largo en una recesión—. De allí que se infiera que la Reserva fraccionaria bancaria, sea por donde sea, tanto si es fundamentada en los depósitos de bienes custodios como en los prestamos —a la vista o no—, permita absurdamente que el ahorro y la inversión tengan sentidos contrarios, es decir, subida de inversión con caída del ahorro.

Para evitar esto, la forma sería en que nunca se cobraran los depósitos a plazos, o en que haya un flujo de depósitos a plazos de igual cantidad que la liquidación de los otros depósitos a plazos, o que en ese tiempo el dinero haya aumentado en cuantía suficiente para responder a todos los depósitos a plazos —lo que significa que no aumenta ni disminuye el circulante, pero si se liquidan las deudas y aumenta el dinero real—, o que, y para ser más creativos, quienes reciban el dinero de tercera mano, esto es, A presta a B, B emprende su proyecto de inversión y para ello compra cosas a C —siendo C quien recibió su depósito de tercera mano—, y todos los que le siguen, no emprendan proyectos de inversión con ello y lo mantenga como un deposito a la vista —custodio— y no como un préstamo a la vista, lo cual se traduce en un crecimiento más lento y en una expansión crediticia super controlada, pero que podría verse en un problema de principios, pues se requiere limitar la libertad de uso de “su dinero”.

Lo cierto es que prohibir de lleno todo préstamo a la vista y fijar plazos, he incluso ver como un deposito a la vista los prestamos con plazos de 30 días —como sugiere JHS— tampoco soluciona estos problemas, porque lo único que cambiaría son los tiempos, pero el mecanismo y/o proceso crediticio descrito seguiría intacto. Y, de plano, prohibir usar los certificados de depósitos a plazo como medio de pago es atentar contra la libertad de los actores. He aquí una paradoja.

Cabe señalar que solo estoy jugando con los escenarios, superficialmente. Al final, y apelando a la paradoja anterior, nos encontramos en un contexto donde, si no se encontrar la forma de regular todo esto para que no se salga de control, al mismo tiempo que se respetan las libertades de cada actor social, ni el encaje 100% ni las propuestas de Rallo evitan el ciclo económico. Así, o hay algo a lo que se puede apelar para controlar todo esto y evitar el ciclo, o los socialistas tienen razón cuando dicen que el capitalismo genera crisis inevitables o, si gusta más, amoldado a este tema directamente, los ciclos económicos son un mal inherente en el capitalismo —aunque no por las estúpidas razones que sostienen, y me atrevo a decir que es una de esas afirmaciones que se hacen y que se amolda a la realidad por mera suerte —.

El error de Rallo con el sistema monetario actual

Rallo defiende que se puede ir a un entorno de competencia bancaria con encaje fraccionario y que lo que debe ser eliminado es el Banco Central, y dice también que, cuando se emiten medios de pago, alguien siempre está ahorrando. Lo que no parece entender es que, en el fondo, los medios de pagos —y sobre todo los fundamentados en dinero fíat— no son deudas reales, sino una estafa. Puede que, a nivel contable, se compute una deuda del Banco cuando se deposita, y una deuda a quien el banco le preste, siguiendo toda la cadena de forma repetitiva, pero el medio de pago per sé, fundamentado en el sistema de Banca Central o no, no es una deuda que se pueda saldar, sino una creación de medios de pago de la nada, de dinero, aunque a Rallo no le gusta esa afirmación—. Y si acaso llegan a ser deudas de algo, son deudas creadas sobre deudas, pues un depósito inicial da lugar a la creación de más depósitos, por lo que, en el fondo, no hay contraprestación alguna —por lo menos no en términos reales—.

Imagine un entorno de encaje 100% para los depósitos a la vista y cada banco emite un certificado de depósito, a la vista o a plazo: si persona A deposita a plazo 100 onzas de oro y el Banco A los presta a persona B, éste compra lo que necesita para emprender su proyecto de inversión a persona C, depositando este además las 100 onzas de oro a plazo en el Banco C, vemos que ahora hay 200 onzas de oro en formas de certificados de depósitos a plazo —que se pueden usar como medio de intercambio indirecto, pero para saldarlos solo hay, en términos reales, 100 onzas de oro en la economía[8].

En adición, si vemos el sistema financiero actual, Rallo podría decir que, en última instancia, el dinero es un pasivo del Banco Central, aunque no convertible. Sin embargo, aun si fuese “convertible”, pregunto: ¿Convertible en qué? ¿Acaso puede ser convertible? El dinero actual, aunque compute como un pasivo del Banco Central, en sí mismo no es un reclamo de nada. Si alguien tiene un activo financiero denominado en alguna moneda fíat, tiene derecho sobre los billetes que emite el Banco Central, pero esos billetes no reclaman nada más. Es decir, lo único que pueden reclamar los billetes fiduciarios son billetes fiduciarios. Sí, es cierto que con ese medio de pago se pueden adquirir bienes, pero eso solo son cosas que se pueden comprar con él, no que se pueden reclamar. Antes de eliminar el patrón oro, los billetes sí constituían un derecho a deuda, porque se podían reclamar la convertibilidad del billete, pero ahora no es así, no se puede reclamar nada al BC con eso. Alguien puede decir: “pero el BC tiene activos que puede liquidar”, y sí, pero esos activos se liquidan y se obtienen y/o compensan en dinero fíat. Allí muere todo. Mientras que los bancos comerciales si tienen deudas con sus depositantes y éstos a su vez activos, no significa que, en última instancia, el dinero fíat per sé sea un pasivo del BC, pues el banco está obligado a responder a sus depósitos en billetes fíat del BC, pero éste último está obligado a responder su medio de pago emitido por nada. En suma, y para no seguir redundando, el tenedor de un billete solo puede exigir que le den un billete igual, el BC no está obligado a tener algún activo con el que hacer frente a la exigencia de devolución del tenedor de sus medios de pago.

Que el BC esté obligado a recibir ese billete como forma de pago es irrelevante, puesto que, si entendemos que un pasivo es la obligación de restituir o remunerar con un activo al tenedor del certificado de deuda —tenedor del billete— en la cantidad que requiere ese certificado, el BC no restituye nada. Ergo, no es un pasivo. Si Banco A tiene credibilidad y emite un Certificado X con la promesa de que recibirá ese Certificado como medio de pago, pero solo está obligado a dar un Certificado X por valor igual al certificado de quienes vengan a solicitar el pago del mismo, lo único que tenemos es una estafa generalizada que se usa como medio de pago. De hecho, los billetes emitidos no tienen fecha de vencimiento, porque se amortiza a voluntad del emisor cuando este quiere. De esto deriva el hecho de que no se puede interpretar, con lógica, que los billetes son un préstamo a la vista, porque eso solo pasa cuando existe la obligación de entregar algo a simple requerimiento. De hecho, se podrían considerar esos billetes como parte del patrimonio neto del BC, pero no abordaré ese tema aquí[9]. Los puntos que se quieren destacar son; en primer lugar, que la premisa de Rallo de que se pueden emitir medios de pagos que en última instancia son ahorro de alguien, en realidad no es el caso, porque, o se ahorra deuda —bonos, letras, etc., que se pueden usar como colateral para recibir más deuda— y, por tanto, no hay ahorro real, o simplemente todo constituye una creación de algo que son activos para algunos, pasivos para otros, incluso hasta patrimonio neto, que se usa como medios de pagos e incrementa a gusto de quienes tienen la capacidad de emitir créditos.

Al respecto de los casos Ecuador y Panamá

En respuesta a JSH, groso modo, Rallo sostiene que el los Bancos de Panamá y Ecuador han sobrevivido precisamente por no contar con, y/o prever la, ayuda de un prestamista de última instancia, lo que los lleva a ser más prudentes. Sin embargo, tanto Rallo como JSH se equivocan. Rallo tiene razón en su crítica a JSH, pero su afirmación de que los bancos han sobrevivido “gracias a su prudencia” es, cuanto menos, cuestionable. Apelando al análisis que hasta ahora se ha sostenido, fácilmente se puede decir que esas economías se han encontrado con un aumento de la demanda de los medios de pago y por la poca tendencia, hasta el momento, de ir a solicitar sus prestamos a la vista, lo que no quiere decir que el sistema esté blindado, sino que vive al borde del precipicio, pero sin caerse aún. Lo que es más, que no haya habido corridas bancarias masivas no quiere decir que se evite el ciclo económico, o que haya una clase que se beneficia de la inflación —baja— causada por la expansión crediticia.

¿Es, entonces, como pregunta Rallo, “el coeficiente de caja 100% el remedio adecuado para evitar corridas?”, a lo que él mismo responde, acertadamente, “No, pues no es una condición necesaria ni suficiente”[10]. El punto en cuestión es que tampoco lo es la reserva fraccionaria y, de hecho, algunas de sus criticas al sistema 100% carecen de fundamento. El problema real no es el sistema cienporcientista, sino que, aun con él, puede haber crisis cíclicas.

En este marco, también habría que diferenciar entre la inflación y/o deflación causada como proceso espontaneo del mercado, que deben prever los actores sociales, que no podríamos decir que hay allí problemas éticos, de aquellas causadas por las entidades monetarias bajo un sistema inmoral, que está configurado para que unos se benefician a costa de otros, no por proceso de mercado. Si ha de haber ciclo inevitablemente —para pensar, no lo doy por 100% verdadero, es mero ejercicio intelectual— el debate giraría entorno, entonces, a la ética detrás de cada sistema.

Al respecto del caso Tether

Rallo pone como ejemplo la empresa detrás de Tether para sostener puede ser factible un sistema de prestamos a la vista, con encaje fraccionario, pero esto no pone en tela de juicio nada de lo aquí expresado. Las personas que apelan a Tether —como yo—, lo hacen porque demandan un medio de pago para poder navegar en el mundo cripto, pero, en el fondo, el sistema funciona igual. Los activos muy líquidos que tiene la empresa detrás de Tether se usan a su vez en el resto de la economía, siendo depositados en bancos que lo usan para emitir créditos —expansión crediticia—, mientras que se usa Theter dentro del mundo cripto. No hay ahorro real. En el caso específico de quien compra Tether, solo hay un cambio en la forma en que se posee un activo —el billete fiduciario es un activo para sus tenedores—, que se usa como bien líquido para adquirir alguna cripto. A lo sumo, el caso de Tether solo ilustra cómo una empresa se puede aprovechar del sistema financiero actual para sacar ganar mucho dinero, lo cual no es garantía de que todos puedan hacerlo, ni menos siempre.

Al respecto de los argumentos consecuencialistas

Habiendo expresado todo lo anterior, tengo que decir que es curioso que Rallo hable de preferir no usar argumentos consecuencialistas, como algunos de los usados por JHS, pero, contradiciéndose —o, mejor dicho, haciendo exactamente lo mismo para sostener lo contrario—, dice que el coeficiente de caja 100% podría generar problemas de ajuste de precios y que, por tal motivo, no es bueno para la economía de mercado. Ante esto, no me queda más que decir que “a veces la vida es una triste ironía”. Rallo usa argumentos consecuencialistas para decir que los argumentos consecuencialistas de JSH no son verdaderos —o por lo menos para explicar por qué no está de acuerdo—.

No tango más nada que agregar, por ahora. Así que apelaré a algunos comentarios en forma de “excursos”.

Excurso primero: Argentina y las reservas de dólares supuestamente congeladas

En un escenario de dinero fíat, Rallo menciona, en respuesta a JHS, con respecto a que “no se mantiene congelada la oferta de dólares en la economía si se lleva a un encaje del 100% de los depósitos a la vista en dólares, pues pueden llegar del exterior en un intercambio con EE. UU., por ejemplo —defiende JHS—, que el hecho de que “la oferta global de dólares no sea rígida, no es incompatible con que sí lo sea dentro de Argentina, en una economía dolarizada y con un coeficiente de caja del 100%, los propios argentinos no serían capaces de crear endógenamente —internamente— sustitutos monetarios pagaderos en dólares que pudiesen abastecer —satisfacer— su demanda de dólares. Y, por tanto, la única forma que tendrían los argentinos de incrementar la cantidad nominal de dólares de la que disponen, no la cantidad real —que aumenta con deflación—, es, efectivamente, con superávit exteriores a su favor”, es decir, cobrando más de lo que gastan en el extranjero —exportando más de lo que importan—. No obstante, para que esto sea posible, es necesario ajustar a la baja los precios internos de la argentina —otra forma seria que las exportaciones argentina sean competitivas, lo que da paso a que las personas puedan trabajar y ahorrar (produciendo más) para atraer más dólares, sin necesidad de apelar a la deflación; pero, si hay mucha demanda de dólares en el corto plazo dentro de Argentina, la forma más común para lograr esos dólares que necesitan —y quieren— es bajando los precios de los productos que exportan —o de los que venden dentro para dejar de importar, lo que se traduce en que no salgan dólares—. Esta deflación interna “puede alterar los precios relativos de la Argentina, y si los altera, generar descoordinaciones económicas”[11]. Sorprendente afirmación sin sentido, muy bonita, pero sin sentido.

Al respecto, dos cosas: (i) aun si es cierto —que no lo es— que la cantidad de dólares en la economía argentina no se pueda expandir por sí sola, a nivel interno, eso no tendría por qué representar un problema por las cosas expuestas en el primer subtema —ver: “la deflación no es gris: contra la expresión “no toda deflación es positiva””—; (ii) ¿En qué mundo es posible que la oferta interna de dólares se mantenga constante, o disminuya, y no haya flujos de cajas positivos para el país? Pues, en uno donde dicho país, y absolutamente todos sus habitantes, sin excepción, esté aislado del resto del mundo, pero ese no es el escenario de Argentina —podría ser el de Corea del Norte, y aún así lo dudo mucho—, por lo que pueden entrar dólares al país sin ningún problema, sea por vía de que exporten más de lo que importen, o por vías menos oficiales. Por mencionar un ejemplo, en la economía venezolana han entrado millones de dólares, fuera del mundo de las importaciones y exportaciones, que han llegado para satisfacer —y se quedan cortas— la demanda de la moneda de los venezolanos. En un mundo globalizado, dificulto mucho que “pueda haber una oferta elástica de [dinero] a nivel internacional, pero una inelástica a nivel nacional”, que el escenario sea posible, no significa que esa posibilidad sea alta. Ergo, ese escenario solo está en la cabeza de Rallo.

Excurso segundo: libre competencia bancaria y reserva fraccionaria

Si Rallo tuviera razón y fuese posible mantener una estabilidad en la economía bajo un sistema bancario de libre competencia y fundamentado en el sistema de reserva fraccionaria, tendría que explicar por qué hubo ciclos de auge y recesión en el pasado, cuando imperaban sistemas parecidos. En concreto, en el periodo de 1814 a 1914.

Excurso tercero: mi respeto para Juan Ramón Rallo, Bagus y Huerta de Soto

Quiero dejar en claro que el hecho de que este servidor no comparta del todo las posturas de Juan Ramón Rallo, Philipp Bagus y Jesús Huerta de Soto, aunque si bien es cierto que este texto giró en gran medida en torno a las premisas de Rallo, no quiere decir que no los respete. Todo lo contrario, a pesar de estas diferencias, y de algunas otras que competen a otras áreas del conocimiento, les agradezco muchos aportes intelectuales. De hecho, doy una enhorabuena y me mantengo de pie ante el trabajo de Rallo con la difusión de las ideas de la libertad, a través de distintos medios; hago lo mismo con Bagus y con JSH. Con respecto a este último, destaco que mi primer encuentro con las ideas de la libertad fue con “Dinero, crédito bancario y ciclos económicos” … he aquí varios años después.

Gracias, por tanto, pero están equivocados en algunas premisas, que estimo hay que corregir en aras de vislumbrar un sistema monetario que evite los ciclos, pero que a su vez respete la libertad de cada individuo. ¿Qué estoy equivocado en mis premisas y sí es posible evitar el ciclo manteniendo alguno de los dos sistemas que defienden Rallo o JSH y sus seguidores? Es una posibilidad. Les invito a demostrarlo.


[1] Juan Ramón Rallo. ¿Es positiva la deflación que defiende Javier Milei?. Publicado en YouTube. Puede acceder a través de: https://www.youtube.com/watch?v=hTQXI_Av4p4& (Consultado el 14 de abril de 2024)

[2] Regla de tres: a los precios dados de 1.25 unidades de manzana igual a 1 papa y 1.60 unidades Pera igual a 1 Papa, tenemos: (i) 1 manzana es igual a 0.8 papa —((1*1)/1.25) = 0.8—; (ii) 1 pera es igual a 1.28 manzanas —((0.8*1.6)/1) = 1.28—; si A=B=C, entonces A=C, por lo que, si 0.8 papas equivale a 1 manzana y a 1.28 peras, 1 manzana es igual a 1.28 peras. De esto se desprende, y lo resalto a modo de comentario, que el total de peras no alcanza para comprar el total de manzanas, al igual que el total de manzanas por sí solo no alcanza para adquirir el total de papas, pero la economía monetaria venezolana me ha enseñado que las cantidades de un bien A necesarios para adquirir un bien B son irrelevantes, pues la demanda de las mismas, dadas unas cantidades, determinará sus precios, una con respecto a la otra, sin importar que el total de uno pueda o no adquirir el total de otro.

[3] Digo “dificultarse”, no “eliminarse”. Uno de los errores de los economistas de la Escuela Austriaca de Economía es afirmar que “sin precios no hay calculo económico”, al menos que por “precios” incluyan las comparaciones de valores que no necesariamente se expresan en unidades monetarias. Pero eso es cuento para otro día.

[4] Puede haber inflación o deflación de precios, sin necesidad de que haya aumentado o disminuido la oferta monetaria, si llega a variar la demanda de la misma, más si hay competencia de monedas. Ejemplo de ello es el caso venezolano, donde la demanda del bolívar es tan poca, y la demanda del dólar tan alta, que ha creado un interesante escenario que, por cuestiones prácticas, no desarrollaré aquí, pero sí he vislumbrado en otro lugar, al que puede acceder en: https://contrapodernews.com/hiperinflacion-un-fenomeno-incomprendido-respuesta-al-libro-de-pascualina-cursio/ (Consultado el 14 de abril de 2024).

[5] Philipp Bagus. 2023. Anti-Rallo: una crítica a la teoría monetaria de Juan Ramón Rallo. Madrid, España. Publicado por Unión Editorial., sección: “El origen del dinero y el poder adquisitivo constante”, párr. 1.

[6] Bagus sostiene que el descalce de plazos no representa un problema y no es la causa del ciclo, porque puede darse el caso en el que se renueven los plazos del préstamo, haciendo que de el tiempo suficiente a quienes emprendieron sus proyectos de inversión, o que los nuevos prestamos lleguen para sustituir el que está venciendo. No obstante, es necesario decir dos cosas: (i) aunque puede tener razón en ciertos escenarios, no significa que la economía esté blindada si todas las entidades de intermediación financiera incurren en el descalce de plazos, y (ii) ¿No se incurre en una doble moral el decir que la entidad puede prestar el dinero a un plazo mayor que el plazo en el que le fue prestado a él, solo por “estimar” que el prestatario no va a querer el dinero en ese plazo y “muy probablemente” lo renueve? ¿No es inmoral que el contrato fije un plazo y que, yendo contra el mismo, la entidad use ese deposito para prestar a un tiempo aun mayor? Si ha de defenderse el descalce de plazos en las circunstancias en las que describe Bagus, entonces no habría motivo para acusar de fraude a quienes toman los depósitos a la vista para prestarlo también, porque “muy probablemente” la persona no vaya a retirarlo antes de que le sea retornado el préstamo realizado a un tercero. Con esto, lo que intento resaltar es que tanto la emisión monetaria a través del crédito como el descalce de plazos son problemas, y ambos pueden desencadenar un ciclo, señalando además que queda en tela de juicio la afirmación de Bagus cuando dice que “el descalce de plazos es perfectamente legítimo”. (…) Si desea ver lo que dice Bagus al respecto, donde pretende refutar a Rallo, pero que, a mi juicio, deja mucho que desear —que no significa que Rallo tenga razón—, véase: óp. Cit. Anti-Rallo: una crítica a la teoría monetaria de Juan Ramón Rallo., sección: “5.2 La curva de rendimiento y el arbitraje”.

[7] En este ejemplo, el encaje de los depósitos a plazo es de 0%, lo que se podría prestar para crear medios de pagos que tienden al infinito. Empero, aplica la misma lógica, aunque con más limites en la expansión, con un porcentaje mayor en el encaje.

[8] Dos cosas: (i) aquí caeríamos nuevamente en los escenarios que se describieron más arriba; y (ii) no se está tomando en cuenta que los certificados de depósitos a plazos puedan usarse como aval para solicitar más crédito —que es lo que puede hacerse en la actualidad bajo ese sistema financiero—, haciéndose más patente la “creación de deuda sobre deuda”.

[9] Se pueden usar muchos argumentos para sostener que sí es un pasivo, que es un patrimonio, que es un activo… el billete emitido por el BC, pero esto solo muestra la gran maraña y confusión que ha generado el sistema financiero actual, y que debe dilucidarse en aras de avanzar a un sistema monetario más sano.

[10] Juan Ramón Rallo. Coeficiente de caja 100%: a favor y en contra. Publicado en YouTube. Puede acceder a través de: https://www.youtube.com/watch?v=cjYggzdCF7g (Consultado el 14 de abril de 2024).

[11] Ibidem.

Opinión sobre la interferencia del estado en el desarrollo de una economía naranja

Por Diego Márquez, coordinador local de EsLibertad Venezuela.

Actualmente he realizado un estudio en el marco de la objetividad, y la opinión que daré a continuación deviene del estudio y de observar el manejo de un tipo de economía en esta parte del continente que, muy lejos de manejarse entre los parámetros de la competitividad y el libre ejercicio el estado ha focalizado y tratar de orientar aun sin contar con las preferencias  mayoritarias de las gentes, a su vez he fomentado una opinión que con sumo detalle voy a redactar y tratar de elaborar dentro del marco de la objetividad en base a la evidencia empírica.

La economía naranja es un tipo de planificación en función de una caracterización a parte de la sociedad que específicamente se enfoca en las artes, se trata de promover la visión artística en un enfoque de mercado para que además de brindar gusto a la labor sea conveniente a la hora de generar ingresos, en pocas palabras es un sistema que incentiva el trabajo artístico para así que deba ser incentivado por los individuos.

Realmente, de esa manera no sería un peligro, porque si mayoritariamente nos decantamos a ese mercado es porque así lo deseamos, y lo puedo tomar desde un punto de vista muy Randiano en el sentido del comercio de las artes, pero lo que se trata de plantear en este trabajo no es el área comercial, sino lo que en mi opinión vendría siendo que el incentivo por parte de subvenciones a particulares , con el fin de potenciar del desarrollo o la aceptación por parte de la sociedad, financiado por el estado en su planificación de políticas públicas, es ineficiente, porque la planificación en el marco de la realidad tiende hacer imprecisa y no necesariamente podría tener el éxito que se espere, o que sean políticas que realmente no devengan en resultados favorables para todos.

Todo indicaría que si el estado “eficiente” (un concepto que se pondría en duda sin cuestionarlo) podría hacer que la inversión en la naranja, o en la verde, que se en enfoca en el entorno ambiental, o azul, que se enfoca en el marítimo, o como puede ser la roja, que trate del consumo desmedido de bienes y servicios, todo deriva en que la implementación de dichos planes no hará de estos una buena ejecución debido a los incentivos que puede haber por medio.

Creo en una economía de libre mercado, en donde la que la lidera no es una institución que determina que es lo que le conviene a la sociedad quitándoles la libertad; creo en la auto regulación acompañada con el sistema de precios fundamentado en la oferta y la demanda, de dicha manera, si en nosotros como seres humanos pensantes está el promover la economía el mercado, encontrará la opción para que esta funcione en nuestro estilo cultural, porque también existe la posibilidad de que esta no sea bien recibida, y así mismo el mercado se auto regule sacándola de por medio.

Esto no quiere decir que siempre será fructífera, ya que eso depende de la demanda de las personas; si el público demanda un auge artístico y cultural, se aceptará sin ningún problema, pero, si no hay demanda, no estoy a favor de que el estado crea que sí y actúe en consecuencia, porque el proyecto podría terminar en un rotundo fracaso.

Esto lo digo porque me apoyo en el concepto de economía de mercado, una economía libre, un sistema de precios libre y donde el valor lo determina la utilidad, en caso de que un estado quiera hacer dicha inversión hay que evaluar su realidad país, en observar si está en condiciones de mantener dicho plan de economía naranja y, yéndonos al contexto de Venezuela, veo sumamente importante que se promueva una economía como la de economía de mercado para generar riquezas, esa que atiende las demandas de la sociedad, y que trae prosperidad económica a las naciones; si el sistema libre determina y pide una economía naranja esta será fructífera porque tiene una demanda a la cual atender.

El tema de la inversión desmedida y el gasto público no debe tomarse a la ligera por ejemplo: en China el gobierno promovió una distribución poblacional gastando millones en infraestructura para así redistribuir a la población y según generar más fuentes de trabajo en aquellas áreas, el resultado fue que no todos se mudaron, que no incentivo al trabajo en aquellas áreas desoladas y debido a esa inversión hay ciudades con muy poca densidad poblacional y no recupero absolutamente nada de esa política, porque desde el estado se pensó que era lo que debía hacerse, y fracasó por ello. Estoy en desacuerdo cuando se trata de incentivar la economía desde el estado porque, en palabras de Ayn Rand: “Cuando el negociante se equivoca con su dinero el pierde, pero cuando lo hace un burócrata perdemos todos”, y con esta idea culmino: estoy totalmente de acuerdo con dicha economía cultural enfocada en las artes y humanidades, solo cuando tenga una demanda a la cual dirigirse.

Una opinión sobre la educación

Por Diego Mendoza, coordinador local de EsLibertad Venezuela y editor del medio La Ventana Rota.

He decidido escribir este artículo luego de percatarme que en diferentes redes sociales y círculos de amigos ha surgido una interesante y esperanzadora discusión en torno a la situación de la educación en nuestro país, Venezuela.

Actualmente las instituciones educativas estatales, que son las predominantes en número y tamaño, se encuentran cerradas en todos sus niveles: inicial, básica, media, técnica y diversificada, y superior. Debido a la destrucción del poder adquisitivo de la moneda (Bs.) a partir de su grotesca emisión, y de la quiebra del monopolio estatal PDVSA, los presupuestos para el sostenimiento de la educación pasaron a un infra-plano. Ahora mismo, las casas de estudio yacen en su mayoría cerradas y abandonadas a su suerte, por lo que suelen ser objetivo recurrente de destrozos más que de robos, pues desde hace unos cuantos años atrás hay muy poco mobiliario llamativo para extraer. De hecho, en el estado donde habito, a uno de los edificios de la Universidad de Los Andes (ULA) le fue hace años arrancado gran parte de su cableado eléctrico interno, sin poder ser repuesto.

Para añadir complicaciones a este triste panorama, el establecimiento de la cuarentena en marzo de 2020, terminó de apresurar la muerte de la educación estatal, pues al permanecer cerradas las instituciones su deterioro ha sido mayor. El ya escaso personal que hacía vida en estas casas de estudio, se dedicó a otras actividades dentro o fuera del país.

La queja en mayor grado por lo que he podido evidenciar, proviene de los estudiantes universitarios que ya estaban a mitad de sus carreras o habían superado ese punto, los cuales piden un retorno a las actividades, e incluso algunos dicen estar dispuestos a pagar directamente con otra moneda el sueldo de sus profesores, pero llegar a una resolución del problema se ha hecho difícil, pues no depende únicamente de los profesores el regreso a clases, como ya se mencionó, la infraestructura de las instituciones está considerablemente deteriorada, y sumado a ello, no se puede pasar desapercibido que las mismas son propiedad del Estado venezolano, por lo que sus dirigentes pueden decidir entre aceptar un sistema de pago directo, o sencillamente optar por mantener el cierre total.

Una vez expuesta la situación, puedo proceder a desarrollar mi punto, pues considero que nos encontramos en el momento más propicio para cambiar de ideas respecto a la educación estatal, es decir, cuando hemos chocado con la cruda realidad.

Si algo debería a toda costa mantenerse fuera de la tutela del Estado es precisamente la educación; pues si la naturaleza del primero es la rigidez y la coerción, el segundo es su antónimo, necesitando del cambio permanente y la tolerancia.

La educación estatal logra eufóricos apoyos por el sembrado pretexto de que dejándole en libertad, solamente una minoría de la población podría acceder a las instituciones educativas, mientras que la inmensa mayoría nunca podría asistir a una. Este argumento de que en el libre mercado unos pocos se quedarán con todo, mientras que la mayoría se queda sin nada, es  por cierto una especie de plantilla que repiten muchos políticos cada vez que desean que los electores les den luz verde para intervenir algún sector del mercado.

Pero se desmonta rápidamente esta afirmación cuando evidenciamos que han existido y siguen existiendo en el país múltiples instituciones privadas en todos los niveles, cuyos precios de matrícula son bastante accesibles, situación que además tenderá a ser mucho más ventajosa para el consumidor si se generase una apertura real de mercado, pues la acción competitiva inducirá entre otras cosas a la baja de los precios.

Aun así, partiendo de dicha excusa, varios políticos han creado otra idea absurda como lo es darle a la educación el grado de “derecho positivo”, lo que conlleva a que otros tengan el deber de brindar este servicio, en este caso, el Estado a través del dinero que obtiene de los contribuyentes, o del monopolio que sostiene sobre cierta actividad. Por cualquiera de las dos vías se está cometiendo una arbitrariedad, si se acude al cobro de impuestos, se le está extrayendo dinero al individuo que bien éste hubiese preferido tener para gastar en alguna otra apetencia. Y si se acude al monopolio sobre una actividad económica, en nuestro caso venezolano la explotación del subsuelo, se está reduciendo el campo de acción del individuo.

Y nuevamente los hechos comprueban que las personas están dispuestas a pagar voluntariamente por educación en cualquier nivel, incluso por formación específica, de aquí que haya academias de futbol, beisbol, tenis, gastronomía, modelaje, idiomas, primeros auxilios, entre otras. Como lo plasma Murray Rothbard en su ensayo, Educación Libre y Obligatoria:

La ventaja de un desarrollo ilimitado de las escuelas privadas es que en el mercado libre tenderá a desarrollarse un tipo distinto de escuela para cada tipo de demanda.”

Pero siempre hay cabida para otra tesis, y ella es que para poder vivir organizados en un Estado moderno esencial es formar ciudadanos, es decir, individuos que conozcan y respeten las leyes e instituciones. Lo curioso de sugerir esto es que el sistema de Estado moderno fue concebido antes de la instauración de la educación estatal, y en ciertos países como en Inglaterra esta condición se mantuvo durante largos años. No obstante a ello, surgiría la duda de ¿quién decide qué es un buen ciudadano? Si se deja en manos de las autoridades del Estado tal elección, no sería extraño esperar que algún día llegue un mandatario que disponga que un buen ciudadano es aquél que no contradice al Estado, sino que lo defiende en todo momento, y en este sentido exige dirigir la educación estatal, y ya que se le concedió tal poder, no se podría decir que está cometiendo una falta.

También hay quienes dicen que la educación estatal es una forma de brindar las mismas herramientas a todos los individuos para que logren progresar. Pero esta premisa carece de validez ya que en tal caso, el Estado también debería proveer alimentación, vestido, vivienda, transporte, útiles escolares, tecnología, y cuantas cosas el individuo considere necesarias para progresar. En definitiva, una inmensa cantidad de productos y servicios, por lo que los individuos trabajarían día y noche para mantener a otros, todo administrado y dirigido por un Estado omnímodo, donde quien ocupe los altos cargos tendría poder para hacer cuanto desee.

Así mismo, el negocio del servicio educativo en manos del Estado, como cualquier otro, se torna inviable a mediano y largo plazo, por la sencilla razón que el Estado no ejecuta la función empresarial, es decir, su negocio no se basa en saber cubrir las necesidades del consumidor, sino que el dinero es concebido como ya se mencionó, a través de impuestos o la monopolización de algún sector del mercado. De allí que, los costes y la calidad sean dos características pasadas por alto. Lo que comúnmente hace una empresa de educación privada que percibe una reducción de beneficios es replantear el negocio o cerrarlo, pero el Estado no puede actuar de dicha manera porque si decide cerrar una casa de estudio, miembros de la comunidad –por muy pocos que sean- podrían alegar que se le está quitando el “derecho a la educación”, que los mismos políticos constituyeron, por lo que su reclamo tendría procedencia legal. Lo que quiere decir además, que es una medida sumamente impopular, por lo que las autoridades de turno corren el riesgo de no volver a ser elegidos para ocupar un cargo; por esto es que su respuesta es seguir destinando dinero a un saco sin fondo, dinero que en manos de los individuos podría ser de mayor provecho.

Posteriormente, también se ha replicado que una educación estatal sería el camino para consolidar la tan anhelada entelequia de la “igualdad social”. Temo que aquí se comete un grave error, ya que si algo se ha podido demostrar es que las personas mientras más se ilustran, menos parecidas son sus ideas; con total razón, pues al no existir por naturaleza la homogeneidad del pensamiento, el conocer sobre un tema hace que cada quien le analice desde su particular punto de vista. En cambio, dos personas que no saben de algo no tienen más opción que decir: “no sé.” Por tanto, buscar igualar a los individuos a través de la educación sólo podría derivar en un daño, ya que dicha igualación únicamente sería probable hacia la ignorancia.

En este mismo sentido Murray Rothbard en su ensayo Educación Libre y Obligatoria, escribe:

Como habilidades e intereses son naturalmente diversos, una deriva hacia hacer igual a la gente en todos o la mayoría de los aspectos es necesariamente una nivelación a la baja. Es una deriva contra el desarrollo del talento, el genio, la variedad y el poder de razonar.

Aún a sabiendas de esto, se aplica la idea, y algo todavía más asombroso es darle el carácter de obligatoriedad, es decir que no llanamente se está forzando al individuo a poner dinero para el sostenimiento de la empresa, sino que a su vez se le está obligando a recibir el servicio. Esto representa una soez violación a la libertad individual. Muchos consideran que al no hacerla obligatoria, la mayoría de las personas optarán por no educarse; gran desliz, pues nuevamente la evidencia histórica da al traste con esta opinión, demostrando que por naturaleza evolutiva el ser humano ha descubierto las inigualables ventajas del saber. Como bien lo argumenta Carl Sagan en su obra Cosmos:

La evolución nos ha hecho de modo tal que el hecho de comprender nos da placer porque quien comprende tiene posibilidades mayores de sobrevivir.”

También hay quienes dicen que los padres ya no enviarán a sus hijos a las escuelas, otra bárbara mentira, pues darles educación universitaria no es una obligación de los padres, y aun así, la mayor cantidad de ellos corren con todos o parte de los gastos de este nivel educativo, con la intención de que sus hijos se especialicen en alguna ciencia, especulando que los beneficios futuros que se podrán cosechar sobrepasará los costes asumidos en el presente.

La repercusión de hacer de la educación escolar una obligatoriedad para los niños de cierta edad, es que los padres que no puedan o deseen enviar a sus hijos a las escuelas, deberán enfrentar problemas legales como multas o incluso ir a la cárcel. Por lo que en cierta forma se le estaría dando al Estado derecho de propiedad sobre los menores y la conducta de los padres.

Unos padres podrían no estar mandando a su hijo a la escuela por circunstancias económicas o geográficas. Y si al conocer la historia le representa a alguien un disgusto, la solución es sencilla, con su propio dinero puede ofrecer pagar la matrícula del niño, o correr con los gastos de establecer una escuela en la lejana zona donde este reside. Pero lo que esa persona no tiene el derecho de hacer es obligar a otros a pagar su obra de caridad, que es exactamente lo que hace el Estado.

Otros, tomarían la decisión de no enviar a sus hijos a la escuela porque consideran que pueden ellos mismos cumplir con la función pedagógica. ¿Hay acaso algo malo con ello?

Pero aquí en Venezuela, al igual que en muchos otros países, la intervención en materia educativa va más allá, imponiendo un control sobre las materias y los contenidos temáticos que se deben impartir tanto en las instituciones estatales como en las privadas. Hay quienes pueden argumentar que de esta manera se cuidan los contenidos impartidos, y se pasa por una especie de verificación de los mismos. Pero considero que se comete nuevamente un error al quitarle a los padres la autoridad de decidir lo que se le enseña en la escuela a sus hijos, para conferírsela al Estado. Esto significa inexorablemente que las materias y su contenido a impartir dependerán de la subjetividad de los burócratas de turno.

En un sistema de libre empresa habría diferentes pensum, métodos de enseñanza, sistemas de evaluación, horarios, e incluso quedaría a libertad la exigencia o no de un uniforme. Todo ello se les presentaría a los padres, quienes tras analizar la oferta decidirán dónde inscribir a sus hijos. Y si en un momento determinado en la carrera escolar el padre decide que no le convencen los temas, los métodos de enseñanza, o cualquier otra cosa, entonces tiene la posibilidad de optar por una opción distinta.

Actualmente esto resulta imposible, no hay más opción que recibir la educación que determina el Estado, gustenos o no. Se podría cambiar al niño o joven de institución, pero seguiría viendo las mismas materias que hoy son obligatorias, y dentro de ellas se tratarán los mismos temas. Lo único que podría variar sería el método de enseñanza del docente, y esto hasta cierto punto, pues sigue maniatado por los plazos y el sistema de evaluación.

Cabe considerar que al dar al Estado el poder de dictar las materias y los contenidos, no nos podríamos luego quejar si estos no van acorde a nuestras ideas. Si quienes hoy dirigen el Ministerio de Educación piensan que se debe enseñar una cátedra llamada Socialismo de Siglo del Siglo XXI, para glorificar por medio de la misma las opiniones de Hugo Chávez Frías, está legalmente en toda la potestad de hacerlo. E inversamente, si en algún momento llegasen a ser autoridades quienes consideran que debe existir una cátedra llamada Nuevo Ideal Nacional para así promover las ideas de Marcos Pérez Jiménez, también tendrían el derecho. Por consiguiente, la educación estatal siempre tiende al adoctrinamiento en función de los intereses de las autoridades de turno, sin poderse contar con una alternativa.

Abordando desde otro flanco a las universidades estatales, se suscita la problemática del gasto despreocupado de los siempre escasos recursos en el sostenimiento de carreras con baja demanda puesto que, el mercado laboral para los formados profesionales es muy reducido o inexistente. Pero un político podría perfectamente utilizar la apertura de estas carreras para ganarse adeptos, a fin de cuentas, los costes en los que se incurren no los cancela él.

Es por ello que no era extraño para nosotros encontrar a un licenciado en Artes Visuales egresado de la Universidad de Los Andes, manejando un taxi, pues su profesión no contaba con una demanda real en el mercado. Aun así, él habría estado 5 años – puede que incluso más tiempo – recibiendo todas las ventajas que otorga esa universidad estatal: educación, comedor, transporte, beca, residencia. Sin por ello tener ninguna preocupación, pues en definitiva él no era quien pagaba la factura. Si en caso contrario, la universidad fuese privada, la apertura de las carreras obedecerá a una demanda capaz  de generar beneficios.

Esta es en parte la razón por la cual las universidades estatales manejan costes superiores a las privadas.

Una vez expuesto todo este análisis, dejo claro mi compromiso en defensa de una educación privada y no obligatoria, es decir, una educación realmente libre, donde los individuos puedan optar entre palmares de sistemas educativos y contenidos, siendo este panorama campo propicio para que surjan verdaderos debates donde diferentes ideas se comunican y llevan a reflexionar. Tengamos claro que el respeto a la libertad del individuo empieza por su educación.

¡Piénsenlo![*]


[*] Este articulo fue publicado por primera vez en «La Ventana Rota», y puede acceder al mismo presionando aquí.

Vacíos teóricos de la socialdemocracia: por un espacio de crítica

«(…) la socialdemocracia se ve empujada a abusar del poder político de una forma contraria a sus criterios axiológicos

Autor

Por Anthony Parra, coordinador local de EsLibertad Venezuela.

La afirmación de este escrito no busca imponer un criterio de refutación de la socialdemocracia; de hecho, al decir vacíos teóricos, se entiende que son espacios no llenos y que están en potencia de serlo. Puede ahora comprenderse mejor el objeto de este trabajo: convencer al lector del compromiso teórico de esta teoría política, asunto que la socialdemocracia —que este autor ha experimentado— ha escabullido una y otra vez y, ante disputas teóricas, se postula como una vía que, como se verá, puede tener las mismas consecuencias de pisar un precipicio.

El problema teórico principal no afrontado por la socialdemocracia es la idea de que es un punto medio que conserva lo bueno de cada sistema, tanto liberal como socialista. Los socialdemócratas son no revolucionarios por el fracaso de las revoluciones y se consideran no marxistas, aunque tienen bases ideológicas iguales y persiguen, como señala Hoppe, “la abolición del capitalismo como sistema social basado en la propiedad privada y el establecimiento de una sociedad nueva”[1].

Autores como Marx señalan el perverso nacimiento de la socialdemocracia. Describe que estos “pequeños burgueses” se vieron mal recompensados en lo material y que la democracia —su garante para conseguir esos intereses materiales— se veía comprometida, así, en 1849  se festejaron reconciliaciones con la Montaña —grupo político de la segunda república francesa— y entre pactos comunes se “les limó la punta revolucionaria y se les dió un giro democrático”. Así nació, para Marx, la socialdemocracia.

A este punto, el autor alemán profundiza refiriendo que: “Por mucho que difieran las medidas para alcanzar este fin, por mucho que se adorne con concepciones más o menos revolucionarias, el contenido es siempre el mismo. Este contenido es la transformación de la sociedad por vía democrática, pero una transformación dentro del marco de la pequeña burguesía”[2].

Por añadidura, muchos consideran que el padre teórico es Eduard Bernstein, pero lo cierto es que el término circulaba antes de la obra de Bernstein y las bases teóricas estaban sentadas antes de ella. La socialdemocracia, que llegó a establecerse como forma de Estado, fue fundada en Alemania por Schmoller, Wagner y otros seguidores como Karl Rennes. En Francia, vale la pena destacar la influencia de Saint-Simon, que —para mi— es la influencia más importante.

La socialdemocracia, como acertadamente aborda Dalmacio Negro, “reconoce y protege las libertades acordes con la legislación y respeta las del Estado de Derecho, siempre que no impliquen desigualdad[3]. Los socialdemócratas justifican su Estado bajo el cuidado existencial al que se refieren autores como Forsthoff, pero respetan el sector privado con cierta inseguridad para distinguir entre el Estado y la Sociedad y no caer en el error histórico de los marxistas.

Su respeto a las actividades económicas termina en aquellas actividades de interés nacional que “requieren” su administración directa, pues, para el socialdemócrata, si el Estado es mínimo, no hay quien ayude a los pobres. Ergo, proponen una progresión tributaria constante que es, por tanto, subjetiva, e incrementan los volúmenes de crédito, todo bajo el ideal igualitario. Por ello, se puede decir que su diferencia con el marxismo está en que, mientras el primero es enemigo del capital, el otro busca armonizar con él.

Consecuencias teóricas de la socialdemocracia

Entre sus intentos teóricos de distinguir Estado y Sociedad —cuestión que consigue al menos en sentido jurídico— se salta la reglamentación del Estado de Derecho al ofrecer privilegios a los que considera desfavorecidos, pues, como dice Carl Schmitt: “la igualdad ante la ley es inmanente al concepto de ley propio del Estado de Derecho”. Al saltársela, existe un árbitro que es el sector público, que beneficia a unos a costa de otros; por ejemplo: los sindicatos y los burócratas en nombre del resto. Es por todo lo anterior que se le llama “capitalismo de Estado”.

La consecuencia de saltarse el procedimiento legislativo del Estado de Derecho es que el legislador puede hacer lo que quiera, y hacerlo en nombre de la “ciudadanía”. No es exagerado seguir a B. de Jouvenel en su afirmación de que: lo que realmente se distribuye es el poder de cada uno de nosotros al Estado. Los beneficiados, entonces, son los que consumen impuestos sin producir algo y, aproximándose al pensamiento de Jasay, se hace una carrera a ver quién compra el consenso con el aumento de la “igualdad” económica en la que se creen beneficiados.

Vale decir que lo no visible de estas acciones es que la socialdemocracia se ve empujada a abusar del poder político de una forma contraria a sus criterios axiológicos, pues, como se verá en el desarrollo explicativo, se instrumentaliza al poder, como si fuese propiedad privada, a través de mecanismos que llevan a la dificultad política y económica de sostener una forma de Estado de este tipo sin contradecir los valores que le definen.

Por lo que respecta a la democracia: “los privilegios —escribe Hoppe en “Progreso y Declive”— están al alcance de todos. Todos pueden participar en el robo y vivir del botín robado si se convierte en un funcionario público”[4]. Todos pueden mover la ley a su favor si participan en el parlamento. La socialdemocracia se vuelve entonces un salto de fe al mandato de los gobernantes en un sistema que genera incentivos para hacer lo que ellos quieran.

De este modo, lo expuesto anteriormente crea una barrera borrosa entre gobernantes y gobernados, barrera que hace dudar de la efectividad temporal en que las instituciones de la socialdemocracia pueden volcarse a un socialismo. Mises, en un ensayo de Planificación para la libertad, demuestra que las políticas intermedias conducen al socialismo. En las políticas de tendencia socialdemócrata, aunque en apariencia tengan la propiedad privada, lo que cuenta es el decreto gubernamental. El capitalismo está degenerado al no ser los consumidores los que terminan de decidir qué se puede producir y cuánto debe producirse.

La libertad fragmentada: El concepto de representación

Bruno Leoni, en su introducción de La libertad y la ley, explica que se ha perdido el concepto de representación como resultado del desligue entre el mandatario y el demandante: el mandatario nombrado hace lo que quiere y el demandante no tiene poder sobre él. La socialdemocracia, en su arbitrio tributario como método para impartir justicia, se expone al error de no representar a los que cree hacerlo. Así, se encuentra frente a una dificultad del orden del conocimiento.

En lo que atañe a la socialdemocracia —y a las democracias puras en general—, la santificación de las leyes con supuestos representantes del pueblo que llevan los experimentos de impuestos con una mano y los principios igualitarios con la otra, lleva a cuestionar: ¿Qué representan? —La mayoría de países tienen millones de personas distintas con códigos de valores distintos y que, además, el supuesto representante no tiene ninguna relación con ellos. Por ello, el representante no puede conocer toda la información de sus votantes—.

Por ende, Leoni, en búsqueda de devolverle sentido a la representación, piensa que habría que minimizar la población o habría que achicar la capacidad donde los políticos intervienen. Puede darse la posibilidad de que esto se haga en grado municipal, pero esta solución no podría ser opción para la socialdemocracia, pues, la información que representan en una ciudad en materia de impuestos y las necesidades igualitarias no serían las mismas que en otra ciudad, y así podrían producirse tratos desiguales por parte de un sistema que busca la igualdad. Parece, en términos de representación, estar frente a una imposible conciliación.

Contradicciones económicas en la socialdemocracia

La consecuencia de la tesis socialdemócrata no queda ahí: el Derecho así visto se somete a las consideraciones económicas. El dinero se vuelve el rector de la moralidad y el impuesto se vuelve un concepto de justicia. Sobre los mecanismos del socialismo que vinculan a la socialdemocracia en materia de valores, recomiendo leer este artículo[5]. Algunos de sus mecanismos, como los impuestos y la inflación —que puede manifestarse como créditos emitidos por el banco central— conducen a cuestionar si el Estado puede o no ayudar a sus ciudadanos y si sus objetivos pueden ser llevados a cabo con ese criterio.

Nuestras oportunidades no las definimos nosotros, las define el Estado

“Los políticos ejercen reciprocidad con algo que no les pertenece”[6], dice Juárez. El planteamiento que habría que hacer es: ¿El ideal del igualitarismo sigue vigente cuando se usa el poder público —las leyes y regulaciones—  como propiedad privada de quienes ostentan el poder?

Uno de sus ejemplos es otorgar privilegios a unos ciudadanos por encima de otros en la satisfacción de necesidades, a través de impuestos destinados a los pobres.

Las intervenciones, tales como la tributación a las grandes empresas para ofrecer oportunidades a los pobres a través de sus ingresos, lleva a la paradoja de que se le limita la oportunidad de abandonar la condición de pobreza y se le frena cualquier intento de conseguir oportunidades. Si una persona pobre intenta emprender contra una gran empresa, la tributación lo consumirá aunque su producto sea mejor que el del rico; este, por tener un mayor “guante” para apostar, puede aguantar más los impuestos que el pobre, para así sacarlo de la competencia. En nombre de la igualdad de oportunidades se frenan las oportunidades de los que más las necesitan.

Además, darle dinero a los pobres por los ricos frena la inversión, ya que los ricos son oferentes que han ahorrado, empresas que habrían generado empleo y subido los salarios. Otro defecto económico es que el trabajo “debe de dirigir algo a la sociedad”, y es un problema en la medida en que no hay ningún incentivo para que los ciudadanos trabajen una vez se les regala el dinero, medida tal utilizada por la socialdemocracia, que termina afectando a todos en la economía.

El mecanismo de crédito: desigualdades en nombre de la igualdad

Otra solución socialdemócrata es inyectar dinero a las zonas económicas más desfavorecidas a través del crédito o la emisión monetaria. Los bancos centrales de reserva fraccionaria utilizan el crédito que se ofrece a los bancos comerciales a cambio de una tasa de interés para multiplicar los depósitos en forma de nuevos préstamos. De esto se despresnde que, si se crea un dólar, habrá alguien que lo use primero. El dinero rebota entre las grandes empresas y el sistema bancario hasta que cae en manos de los consumidores; cuando llega a estos últimos, pueden comprar menos de lo que podían comprar antes de la expansión monetaria.

Este primer grupo hará, por el dinero introducido a la economía, un aumento en los precios a expensas de los que reciben ese dinero de forma tardía. Como no todos reciben el dinero en la misma proporción, unos precios subirán más que otros en muchos sectores muy distintos. Por ejemplo, los dueños de tiendas celulares o de verduras se verían beneficiados más que otros ciudadanos. La política igualitaria termina por perjudicar a un grupo que pagará el precio por el gasto de otros.

Esto se llama efecto Cantillon y termina haciendo a la desigualdad no auto-reversible debido a ganadores que, por revalorización de activos acumulados, tendrán más facilidades para una inversión futura. La distribución de la riqueza desde este método socialdemócrata, contradice su propio principio rector.

Conclusión

Si el Estado socialdemócrata se justifica por el cuidado existencial de los ciudadanos bajo el elemento rector del igualitarismo, y la crítica del artículo vuelve irreconciliable una con otra, como, a su vez, hace cuestionamientos que la comprometen de forma individual, entonces la socialdemocracia no puede asumirse como un sistema político eficiente capaz de conciliar y de cumplir sus objetivos. Por tanto, estas son algunas razones por las cuales no puede asumirse la socialdemocracia, tema que compromete una ideología que ha perdurado en el pensamiento común.

Dudo mucho que este artículo convenza a alguien enfrascado en esta línea de pensamiento de volver lo expuesto un tema de preocupación, sin embargo, sé que uno de estos párrafos, al menos, despertará algo en sus imponderables profundidades o, quizás, cree un espacio de crítica necesario para el compromiso político.


[1] Hoppe, H. (2009) Libertad o socialismo. Universidad San Francisco de Quito, p:68.

[2] Engels, F., Marx, C. (1969). Obras escogidas. Editorial Progreso, p:124.

[3] Negro, D. (2010). Historia de las formas del Estado. El Buey Mudo, p:181. Curvas mías.

[4] Hoppe, Hans-Hermann. (2021). Progreso y declive. Unión Editorial, p: 102.

[5] Roymer Rivas. (2023). Principios inmorales del Socialismo, el sistema más antivalores que existe. Publicado en ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/principios-inmorales-del-socialismo-el-sistema-mas-antivalores-que-existe/ (Consultado el 05 de abril de 2024).

[6] Juárez, M. (2022). La moral de la sociedad de mercado. Revista Átomo (8), p:84.

El Estado voraz

Por Gabriel Chacón, coordinador local de EsLibertad Venezuela.

¿Se ha perdido la esperanza en una transición democrática en el país? ¿Cómo se ha llegado a este punto? ¿Cómo el Estado y su voracidad ha acrecentado su tamaño y se ha inmiscuido en todas las áreas de la vida del individuo?

Estas preguntas me llevaron a investigar cuales fueron algunas de las causas principales que explican la decadencia del régimen democrático, político, económico y cívico en Venezuela, y me he encontrado con que, a lo largo del tiempo, [RR1] hemos empezado a comprometer nuestra acción y abandonado nuestro derecho a participar en el desarrollo del país a[RR2]  manos de una entidad cada vez más voraz, cuyo tamaño se ha ido acrecentando [RR3] con el paso del tiempo, en [RR4] muchas casos nos creímos beneficiarios del Estado, pero nada más alejado de la realidad, somos sus víctimas[RR5] , porque todo lo que permitimos que el Estado haga por nosotros suele ser casi siempre algo que dejamos de hacer nosotros mismos, es decir, una vez que hemos cedido nuestras decisiones al Estado, su misma naturaleza lleva a que controlarlo todo coaccionándonos, haciendo que se diluya también nuestra capacidad de participar en las grandes decisiones que nos afectan día a día. Nos hemos transformado en un simple factor de producción y cada vez menos en un factor de poder.[RR6] 

La confianza en la providencia del Estado ha sido excesiva y este se ha aprovechado en exceso para consolidar su omnipotencia. Y, en consecuencia, ha llegado la hora de que reflexionemos y tomemos plena conciencia de las razones históricas y coyunturales que nos han conducido hasta esta encrucijada y, buscar entre todos, una salida que preceda a nuestra libertad, acentúe nuestra responsabilidad y afiance los valores y principios del sistema democrático que se necesita con tanta urgencia.

¿Cómo el estado ha avanzado tanto entre nosotros y por qué el individuo ha cedido terreno tan fácilmente[ME7] ? Existe una anécdota narrada por el Conde Segur[1] en sus [ME8] memorias que puede contribuir a proporcionarnos una perspectiva histórica para responder a esta interrogante, estas datan[ME9]  de finales del siglo XVIII y se una excursión a Venezuela, y se cuenta que el Conde Segur,[ME10]  con ayuda de un intérprete,[ME11]  preguntó al indio en cuya casa se hospedaba, que por qu[ME12] é cerca de su aldea no se veían otros cultivos,[ME13]  sino sólo algunas plantas de maíz, a lo que el indio respondió:[ME14]  “¿De qué serviría trabajar una cabaña de troncos de árboles y de hojas de cambur? Nos bastan como casa muéveles y una cama. El calor hace inútil toda ropa, la tierra nos ofrece abundantes frutos. Si cultivamos los campos, no sabríamos a quién vender los productos y, en este caso, el gobierno nos impondría un tributo”.[ME15] 

E[ME16] stá breve historia contiene las claves que ayudan entender nuestra situación actual, pues se [ME17] [YB18] descubre esa naturaleza que [ME19] nos ha adoptado, a la vez de un clima benigno y riquezas naturales abundantes que no exigen otros sacrificio que el de la simple extracción, ha ido estimulando en nosotros lo que se llamaría el “Complejo del Maná”, es decir, la certidumbre de que basta con extender la mano para que el pan llueva sobre ella y por esa vía y la consolidación de políticas públicas y ayudas sociales, esto ha fomentado la irresponsabilidad, la pereza y la sensación de que siempre algún milagro nos rescatará de la miseria, sin necesidad de que ofrezcamos nuestro esfuerzo a cambio.

A lo largo de nuestra historia, hemos sustituido esta naturaleza benigna por el estado providencial, ambos son la imagen del padre que nos alimenta y nos paraliza. La tradición de las encomiendas, de la recluta discriminatoria e injusta, de las abrumadoras cargas impositivas con las que los reyes de España grababan las colonias, los diezmos exigidos por la iglesia, los saqueos de las revoluciones en nombre de la libertad y la igualdad, han provocado en los venezolanos un temor reverencial por el estado depredador. Además, en los primeros ciclos de evangelización la fe católica era un estímulo, una insinuación y recordatorio permanente del respeto al designio de Dios.

Y así Venezuela fue creciéndose entre dos dilemas mientras no [YB20] hacíamos nada porque lo teníamos todo y porque si lo hacíamos estaríamos enriqueciendo con ello el estado que nos oprimía. José Ortega y Gasset ya en sus escritos daba luces de que el estado se vuelve más poderoso cuando menos se comprometen los individuos que lo componen. En un estado todopoderoso los individuos delegan en él todo aquello que no se sienten capaces de realizar por sí mismo. Por ello, Ortega[YB21]  y Gasset advirtió ya por el siglo pasado que la clave del autoritarismo y la tiranía, lo esencial de este fenómeno y el síntoma más original la inacción del individuo, es [YB22] nuestra renuncia y desesperanza de las posibilidades de ser, de expresarnos, de lograr un cambio, lo que ha llevado al eclipse voluntario del individuo al yugo del Estado. Esto surge como una consecuencia de la falta de oportunidades a las crecientes desigualdades, al enriquecimiento de los funcionarios públicos y los cercanos al poder, al nepotismo, a la crisis migratoria, a la debilidad del sistema judicial y la inexistencia la separación de poderes que ya había hablado Montesquieu hace más de 300 años. Es por esto y mucho más que cada vez más[YB23]  personas han hallado un incentivo en ser un engranaje más dentro ese vasto cuerpo estatal, de este que lo devora,[YB24] lo que sirve para acrecentar aún más la omnipotencia del estado. Fue Benito Mussolini [YB25] quien consagró esa omnipotencia al afirmar “Todo para el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”

En Venezuela,[YB26] donde se confunden con frecuencia los términos de estado y gobierno[2], la [YB27] renuncia de los individuos a participar en la conducción de los intereses nacionales ha inducido a los gobiernos a pensar que la participación es una concesión caprichosa del estado y no un derecho inalienable de los ciudadanos. En este escenario, es bueno enfatizar que ninguna democracia es perfecta, [YB28] [YB29] pero la participación de la sociedad civil en lo público es fundamental para el desarrollo y progreso de todo país. Empero, la [YB30] intervención del Estado ha obstaculizado esta participación y proyectado su fuerza creciente, prácticamente no hay ningún área de producción, regulación y fomento sobre la cual no gravite la actividad gerencial del estado.

El estado controla la importación de materias primas, las exportaciones, las investigaciones, proporciona energía, gestiona los servicios públicos en todos sus niveles, dirige el turismo, el deporte, la industria petrolera, las telecomunicaciones en esta frecuente intromisión que ya parece infinita, muestra de ello es la escandalosa cifra de que el estado cuenta actualmente con un poco más de 979 empresas estatales (y ese número no parece que vaya a disminuir[YB31] [YB32] ).

Hay abundantes pruebas de que la tendencia del estado en intervenir en todos los campos de la actividad nacional deriva en la desatención, ineficacia y decadencia de los sectores en los que incurre, cuanto más numerosa sea la responsabilidad de Estado menos eficaz será su gestión. Sumado a esto, existe el problema de que algunas de las mayores empresas nacionales se confían en manos de quienes tienen conexiones políticas más allá de su idoneidad técnica. Prueba de ello es el hecho de que actual presidente de PDVSA es Pedro Rafael Tellechea,[YB33] quien ostenta tuvo una formación militar que nada tiene relación con la dirección de una empresa como PDVSA. Además, [YB34] según un estudio realizado por Transparencia Venezuela[3][YB35]  dictamino que de los 34 ministerios que integran el Ejecutivo Nacional, 11 se encuentran bajo la responsabilidad directa de un militar, lo que representa 32,35% del total. También se evidencio que militares activos y retirados formaban parte de las directivas de 96 Empresas Propiedad del Estado (EPE), de un total de 706 compañías identificadas para ese año. A todo esto, se suman los nuevos hallazgos que indican que, para septiembre de 2021, existen registros de 905 EPE (Empresas Públicas del Estado), nacionales e internacionales, y que 103 de ellas tienen a representantes de las FANB en las juntas directivas. Por otra parte, los militares mantienen su presencia en las empresas básicas centradas en el sector minero y metalúrgico y el holding de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) ha tenido 12 presidentes, de los cuales siete han sido militares activos o retirados.

Otro problema clave que sufre la sociedad venezolana es el incremento de la burocracia que contamina todo el aparato del estado. Al examinar el gigantismo aparato público descubrimos que una de las causas principales que le origina es el compromiso previo que el gobierno asume con sus militantes para asignarles una función o puesto en la estructura del gobierno, como sucedió en el caso de PDVSA,  cuya nómina se triplico entre inicios del 2003 y finales de 2015, a la hora de contratar a un funcionario público no se considera la utilidad ni la idoneidad de este, sino más bien su adición a su partido político[YB36] . De manera[YB37] que todas las decisiones que nos afectan, desde la fijación de precios, los permisos para establecer industrias y hasta ciertas acciones absolutamente privadas como el ejercicio de la patria potestad o la administración de los bienes conyugales,[YB38] están envuelto en una especie de telaraña política,[YB39] en una atmósfera donde la política lo impregna todo y dónde la libertad está condicionada por la maquinaria del estado.

El Estado venezolano ha dilapidado gran parte de sus riquezas.[YB40] 

De acuerdo con una investigación de la ONG Transparencia Venezuela, las obras inconclusas y abandonadas durante los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, han costado al país (hasta 2023), más de 316 mil veinticinco millones novecientos ochenta y cinco mil setecientos cuarenta y ocho millones de dólares, es decir, un total de 10 mil 960 dólares por cada habitante que tiene Venezuela actualmente. Sí, el monto de lo robado en obras que no se hicieron o se hicieron a medias, equivale a que cada venezolano deje de recibir casi 11 mil dólares. El estado se ha desviado de sus fines fundamentales y del principio de separación de poderes, que es uno de los principios básicos del sistema democrático,[YB41] por lo que el sistema democrático establecido en nuestra Constitución va perdiendo cada vez más su eficacia práctica. Buena parte de la actividad cumplida por los funcionarios del Estado debe estar destinada a facilitar la acción de los gobernados, no a imponer límites a sus iniciativas y barreras a su imaginación, sin esos obstáculos habría más ciudadanos dispuestos a crear mayor bienestar y mayor riqueza para el país y habría también muchos venezolanos dispuestos a capacitarse y a perfeccionarse en sus oficios y profesiones en vez de resignarse a que su progreso personal dependa de favores del político de turno.

El tráfico de influencias se ha vuelto un instrumento común usado en el aparato político del estado al igual que el nepotismo y la corrupción,[YB42] cosa que ha llevado como consecuencia el enriquecimiento súbito ilícito de funcionarios y de amigos de estos,[YB43] ocasionando pérdidas cuyas magnitudes,[YB44] como vimos anteriormente,[YB45] son ridículamente altas y que desangra la economía del país. El pensador austriaco Friedrich Von Hayek establece que “Cuanto más concentrado están los medios de producción en una sola mano, mayor es el poder que esa mano ejerce sobre nosotros. El poder que un multimillonario tiene sobre mí es mucho menor que el del más pequeño funcionario con potestad para manejar la coerción del estado y a cuya discreción estaría sometida mi manera de vivir y trabajar[YB46] ”. En estas palabras se encuentra uno de los puntos críticos de la fuerza omnipotente del Estado, a saber, que [YB47] [YB48] cuando el poder de los funcionarios en quienes ha sido delegado dicho poder cuentan con imperio absoluto sobre la jurisdicción que está a su cargo, no existen los mecanismos de contrapesos, son los cobradores de peaje por derecho divino y al usar este poder perturban paralizan y destruyen algunas iniciativas privadas que podrían ejercer el bien común tanto para el colectivo como para el individuo en sí mismo, pero mucho más grave es que la mayoría de sus daños son irreversibles[4].[YB49] 

En el pasado,[YB50] con el auge de la industria petrolera,[YB51] los gobernantes vieron la oportunidad de generar soluciones rápidas a las demandas y aspiraciones populares y se descubrió un portaestandarte y un chivo expiatorio perfecto, el portaestandarte fue llamado justicia social y el chivo expiatorio[YB52] como ya sabemos fue llamado a empresa privada. Entonces existen dos caminos que se apertura ante nosotros:[YB53] de un lado está el individuo libre que acepta toda la responsabilidad, los esfuerzos de aprendizaje y de la competencia para su desarrollo integral y el de su comunidad. Por el otro lado, está un estado cuya misión [YB54] esencial es el estímulo de esa facultad y la búsqueda del mayor bienestar para el mayor número de personas del otro lado,[YB55] está el estado providencial y autoritario que, en [YB56] nombre [YB57] de la falsa justicia social, confía en los miembros de su estructura a su[YB58]  funcionario de alto o mediano Rango el derecho a controlar intervenir y reprimir las acciones de los individuos.

Esa justicia social que el estado propugna y promociona igual para todo el mundo,[YB59] que premia indiscriminadamente tanto al flojo como al inválido,[YB60]  ha concluido en una pérdida del incentivo a la inversión y a la mejora constante, una segregación de la responsabilidad individual y una política repleta de la demagogia, la injusticia y ninguna de las virtudes propias de un estado de derecho y de Justicia,[YB61] como lo propugna el artículo de nuestra constitución: El estado no proporciona las condiciones para que el hombre pueda valerse por sí mismo, siempre respetando su dignidad y su persona.

El filósofo Ortega y Gasset profundizo sobre este extraño fenómeno de la demagogia moderna a lo que llamó la socialización del hombre, este decía:[YB62] “Es una faena pavorosa porque no se contenta con exigirme que lo mío sea para los demás, sino que me obliga a que lo de los demás sea mío, por ejemplo, a que yo adopte las ideas y gustos de los demás y de todos. Así queda prohibido tu aporte toda propiedad privada incluso esa de tener convicciones para uso exclusivo de uno”.

En base a lo anteriormente expuesto, ¿Qué instrumento [YB63] puede servirse la ínfima potestad de un individuo o de un pequeño grupo de individuos para hacerse huir o valer frente a este estado omnipotente?[YB64]  Lo primero es aclarar que no hay error más grave sobre este hecho que el de la indiferencia,[YB65] ni pérdida más costosa que el de la desunión. Se suele tolerar con cierta condescendencia los errores individuales, esta actitud es responsabilidad de todos porque son nuestras flaquezas y falencias las que alimentan la omnipotencia del estado y las que preparan el terreno para cualquier que el Estado pueda mantener el orden social por la fuerza. Cuando se permitió que se violentara ese orden social democrático, aunque sea de una medida ínfima,[YB66] y no lo defendemos,[YB67] estamos abriendo paso a la acción represora del estado, que en los últimos 25 años nos ha demostrado las nefastas consecuencias que esto ha tenido para el desarrollo del país, de la nación y sobre todo del individuo.


[1] Louis-Philippe, conde de Ségur (10 de septiembre de 1753-28 de agosto de 1830) fue un militar, diplomático, historiador y poeta francés. Fue oficial en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos y miembro de la Academia Francesa.

[2] Al hablar del estado nos referimos a la organización política de la sociedad cuyos elementos esenciales para su existencia son: Territorio, población y ordenamiento jurídico. Por otro lado, al hablar de gobierno nos referimos al conjunto de órganos a los que institucionalmente les está confiado el ejercicio del poder político, que tienen como objetivo lograr el cumplimiento de los fines del Estado.

[3]Transparencia Venezuela, 17 de noviembre de 2021 https://transparenciave.org/los-militares-mantienen-su-poder-en-importantes-cargos-de-la-administracion-publica/

[4] Marciel Granier. La generación de relevo vs El estado omnipotente. Publicaciones Seleven C.A. Año 1983 página 11-12.

El efecto negativo de aumentar los impuestos a los ricos

Por Valentina Gómez, economista y coordinadora local de EsLibertad Venezuela.

En el complejo escenario de la política fiscal, el debate en torno al aumento de impuestos a los ricos ha sido una constante a lo largo de los años. Aunque la intención puede ser la de promover la equidad y financiar programas sociales, la realidad muestra que los resultados de estas medidas no son tan positivos como se anticipa. De manera sorprendente, esta propuesta persiste en las agendas de numerosos presidentes y líderes gubernamentales, a pesar de las potenciales repercusiones negativas que puede tener sobre la economía y la inversión.

En teoría, aumentar los impuestos a los ricos puede parecer una medida justa y necesaria para reducir las desigualdades económicas. Sin embargo, en la práctica, actúa como un desincentivo para los empresarios. Ejemplos históricos como los altos impuestos en Estados Unidos en la década de 1950, Suecia en la década de 1990 y Francia en la década de 2010, muestran cómo tales medidas pueden frenar la iniciativa empresarial y la inversión, afectando el crecimiento económico y la movilidad social.

Es esencial recordar que este tipo de medidas son un intercambio basado en coerción, en los intercambios basados en coerción sólo se beneficia una de las partes que participa en la transacción o acuerdo debido a que se logran gracias a presiones externas o fuerzas de la parte con mayor ventaja, en lugar de ser una elección voluntaria y libre. Por esa razón actúa como desincentivo a nivel empresarial. Los empresarios no obtienen beneficios equitativos de los impuestos que pagan por lo cual es menos probable que estén dispuestos a invertir tiempo, recursos o esfuerzo en esa relación o acuerdo. Son los menos beneficiados de los programas sociales como: Cupones para comprar alimentos, asistencia económica, servicios de apoyo familiar, entre otros.

Un caso de estudio es el del empresario y director ejecutivo Louis B. Mayer en 1951, quien pudo eludir el pago de un 91% de impuestos y en su lugar pagar solo el 25%. Este hecho resalta una realidad: siempre hay formas de pagar menos impuestos. Sin embargo, esta práctica tiene consecuencias negativas, ya que el dinero que se ahorra podría estar circulando en la economía, generando empleo y promoviendo el crecimiento económico.

Los empresarios no evaden impuestos por simple egoísmo, sino que lo hacen para sobrevivir en un mercado competitivo. En entornos empresariales intensos, algunos reducen costos, incluidos los impuestos, para mantenerse a la par o superar a la competencia. Esta situación puede llevar a la evasión fiscal. Además, cuando perciben que la carga tributaria es excesiva y no reciben beneficios proporcionales de los servicios públicos, como lo comentamos anteriormente, lo que aumenta es el incentivo a evadir impuestos.

En conclusión, la relación entre los empresarios y el pago de impuestos es compleja y abarca motivaciones económicas, competencia en el mercado y percepciones sobre la equidad fiscal. La evasión de impuestos no solo busca beneficios personales, sino también garantizar la supervivencia empresarial. Aunque algunos empresarios encuentren formas legales de reducir sus impuestos, este comportamiento tiene implicaciones negativas para la sociedad en general, ya que afecta el financiamiento de servicios públicos esenciales y el bienestar social. En última instancia, encontrar un equilibrio entre la equidad fiscal y la sostenibilidad empresarial sigue siendo un desafío que requiere una cuidadosa consideración de las políticas fiscales y la transparencia en su aplicación.

El debate sobre el aumento de impuestos a los más ricos es un tema complejo que abarca tanto consideraciones económicas como sociales. Si bien puede haber motivaciones legítimas detrás de tales medidas, como la búsqueda de equidad fiscal y el financiamiento de programas sociales, la realidad muestra que su implementación puede tener consecuencias no deseadas. Desde una perspectiva empresarial, los altos impuestos pueden actuar como un desincentivo para la inversión y la iniciativa empresarial, llevando a estrategias de minimización de impuestos y evasión fiscal. Sin embargo, este comportamiento también tiene implicaciones negativas para la sociedad en general, ya que puede socavar el financiamiento de servicios públicos esenciales y el bienestar social.

Encontrar un equilibrio entre la equidad fiscal y la sostenibilidad empresarial es un desafío continuo que requiere una cuidadosa consideración de las políticas fiscales y la transparencia en su aplicación. Es esencial trabajar hacia un sistema que fomente un entorno empresarial saludable mientras garantiza que todos los ciudadanos contribuyan de manera justa al bienestar colectivo. En este sentido, la colaboración entre el sector público y privado, junto con un compromiso renovado con la integridad y la responsabilidad, puede allanar el camino hacia una sociedad más equitativa y próspera para todos.

El Estado de Utah rechazó por vía legislativa la amenaza del Socialismo y el Comunismo

En semanas anteriores, un grupo de inmigrantes cubanos, venezolanos y de otros países estaban impulsando en el Congreso estatal de Utah un proyecto de ley contra “el lento avance del socialismo” en Estados Unidos.

Esto contaba con el patrocinio del representante Trevor Lee y el senador Michael Kennedy, ambos republicanos.

Según reporta el sitio local de noticias KSL, la norma en trámite, titulada: «Resolution Condemning Communism And Socialism», había recibido una recomendación favorable a su tramitación en una votación de 3 a 1 del Comité de Asuntos Judiciales, Aplicación de la Ley y Justicia Penal del Senado.

Cabe señalar que Carlos Moreno, originario de Venezuela y residente en West Jordan, Utah, aspira a un cargo de concejal por el distrito dos. Fue él quien propuso al senador Kennedy la iniciativa.

En este marco, y tras algunas semanas de extensas deliberaciones, el Estado de Utah ha rechazado oficialmente por vía legislativa el socialismo y el comunismo, convirtiendose esta aprobación legislativa, conocida como «Resolución SJR5», en «un presente en el fortalecimiento de los valores democrático», tal como señala el documento.

«…El socialismo y el comunismo atacan directamente y entran en conflicto con los principios ennoblecedores de la Constitución de los Estados Unidos y la Declaración de Independencia”, dice un extracto de la Resolución SJR 5.

Cabe resaltar que la Resolución fue aprobada por la mayoría de los representantes del Senado y el mismo destaca la importancia de que garanticen los derechos y libertades individuales a los ciudadanos, de fomentar la libertad económica y de promover el bienestar general del pueblo estadounidense.

De este modo, promueve el libre mercado, la propiedad privada y defiende el intercambio voluntario como piedras angulares de la economía de EE. UU., enmarcado en la lucha contra el sistema más criminal que existe, a saber, el Socialismo/Comunismo.

Además, la Resolución menciona que “La democracia no pueden coexistir con un gobierno socialista o comunista” y, por tanto, sancionaron de forma rotunda su rechazo al movimiento Comunista que solo ha traído la eliminación de las libertades de sociedades democráticas totalmente productivas.

Venezuela, dolarización, petróleo, sector público y sector privado: una respuesta a las sandeces de Pasqualina Curcio

«Para mí, buscar la sencillez y lucidez es un deber moral de todos los intelectuales; la falta de claridad es un pecado y la presunción de un crimen»

Karl Popper

Por Roymer Rivas, investigador en temas de economía, banca y finanzas, coordinador local de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

Cuántos errores se han cometido en la historia por partir de malas teorías para intentar comprender y explicar la realidad, mucho más en lo que a temas de ciencias sociales compete —economía, derecho, historia, política, entre otros—. Clara muestra de este hecho son las explicaciones que la economista Pasqualina Curcio, profesora del Departamento de Ciencia Económicas y Administrativas de la Universidad Simón Bolívar (USB) y Doctora en Ciencias Políticas por la misma universidad, pretende dar al problema monetario y, en suma, económico venezolano, a saber: que el sector privado se ha encargado de descapitalizar al Estado mientras no ha contribuido al desarrollo del país. Empero, se equivoca. En este texto, que constituye una respuesta a su artículo titulado: “La dolarización y el negocio más rentable de la burguesía en el país”[1] y, en general, a buena parte de su libro titulado: “La economía venezolana: cuentos y verdades”[2], demostraré que no solo no atina en describir el problema de Venezuela, y por consiguiente no puede proponer soluciones sensatas, sino que tergiversa su explicación para amoldarse a una ideología marxista sin sentido.

En este marco, con total honestidad intelectual, invito a la señora Pasqualina a intentar refutar todo lo que aquí expresaré —si se anima, si puede, si realmente hace las cosas por ir en búsqueda de la verdad y no por sostener y promover ideas afines a una ideología, independientemente de si es acorde o no a la realidad—. No se trata de ver quién sabe más que el otro, se trata de comprender las cosas tal y como son, enmarcado en la búsqueda de dar soluciones a los problemas que se nos presentan a todos los venezolanos. Sin más, comencemos.

Una historia espuria: ingresos petroleros, divisas y el sector privado

En su artículo, Pascualina sostiene que desde 1970 hasta 2018 ingresaron a Venezuela USD$ 1.268.657 millones, USD$ 85.551 millones ingresaron por el sector privado —que representa el 6,74%— y el resto por el sector público —93,26%—. En este marco, sostiene que el sector privado no generaba sus propios dólares, sino que era el Estado quienes se los suministraba, llegando a la cifra de USD$ 624.286 millones —49,21%—. Por ello, sostiene que “la burguesía” venezolana lo único que ha hecho es llevarse lo que genera el Estado Venezolano, aprovechándose, de paso, de un tipo de cambio fijo, sobre todo “en la década de los 80 y 90”[3]. En suma, para la “burguesía” venezolana no ha habido mejor negocio que apropiarse de las divisas que genera el Estado, que pasaron de hacer todo el proceso que converge en el petróleo a “extraer” los recursos del Estado que había tomado el control del mismo.

No conforme con esto, parece apuntar que el histórico flujo negativo de las reservas internacionales, que han generado “dependencia económica” y, en consecuencia, “un endeudamiento externo” a pesar de la cantidad de dólares que ingresó al país en todo este tiempo, es alguna especie de complot dirigido por “los grandes capitales”, pues el país se endeuda con la misma “burguesía” que antes extrajo dólares del país, pero que ahora extraen más por medio de las tasas de interés y el cobro de servicios por la deuda.

Empero, todo el conjunto de datos que se expone Pascualina es mal interpretado, convenientemente, para encajar en su cosmovisión y la de todo su círculo. Ergo, sus conclusiones también yerran. No tiene ni pies ni cabeza. Una vez más, es una muestra de que no solo hay que tener datos para analizar las cosas, sino una buena base teórica donde se sustente el análisis y, además, una visión panorámica objetiva de los hechos, para luego proceder a relatar una historia que se apegue más a la realidad. Este no es el caso de Pascualina.

La historia bien contada: ingresos petroleros, divisas y el sector privado

Para empezar, yo quisiera saber en qué datos del BCV se fundamenta Pascualina para sostener que solo ha ingresado por exportación por parte del sector privado “USD$ 85.551 millones” entre “1970 y 2018”; si tan solo revisamos los datos de Exportaciones de Bienes y Servicios del BCV desde el año 1997 hasta 2018[4], observamos que el ingreso por exportación del sector privado es de USD$ 135.425 millones, correspondiendo casi el 68% por exportaciones no petroleras y casi el 32% por exportaciones petroleras.

Elaboración propia con datos del BCV

Es decir, hasta el momento, Pascualina se presenta con una mentira. No obstante, tal cifra solo representa el 11,77% del total de ingresos por exportación durante estos años, mientras que por el sector público ingresaron USD$ 1.014.958 millones —88,23%—, por lo que, aunque la cifra que da es errada[5], es verdad que el sector público ha sido la principal fuente de divisas para el país. En este marco, según Pascualina, se asignaron USD$ 624.286 millones al sector privado.

Ahora bien, hay que matizar y tener en cuenta algunas cosas: (i) desde hace muchísimo tiempo que Venezuela es un país mono-exportador; desde 1997 hasta 2018, por ejemplo, el 88,20% del total de ingresos por exportación corresponden por bienes y servicios petroleros, y este sector se encuentra solamente en manos del Estado Venezolano. En este escenario surge la pregunta: ¿Cómo demonios el sector privado iba obtener entonces las divisas que necesitaba para sus transacciones si prácticamente la única fuente de ingreso de divisas era un sector en el que no tiene ningún poder?

Elaboración propia con datos del BCV

A esto se suma (ii) el control cambiario que imperó en Venezuela desde 1983 hasta 1989 y desde 2003 hasta 2018, lo cual se tradujo en que se tenia que acudir al estado cada vez que se quería dólares. Entonces, nuevamente, si no solo es que la principal fuente de divisas la domina el Estado, sino que además este pone trabas para que el sector privado se haga de dólares, ¿Cómo demonios el sector privado iba a obtener sus divisas, sino acudiendo al Estado? En este escenario, esos USD$ 624.286 millones que aparentemente del Estado “asignó al sector privado” no podían ser de otra manera.

Además, por si fuera poco, estos controles cambiarios, sumado a otras medidas populistas sin sentido, y sobre todo el control de cambio que se implementó en el 2003 con el gobierno de Hugo Chávez con la excusa de evitar “fuga de capitales” y caídas de las reservas internacionales, solo se tradujeron en desequilibrios permanentes en el mercado de divisas. En este último caso, como era de esperarse, no solo fue un fracaso total, pues las reservas internacionales cayeron estrepitosamente[6] y el país se volvió más dependiente de las divisas que ingresaban del sector petrolero, sino que destruyó lo que quedaba de la industria manufacturera del país, elevando las importaciones, y, junto a otras políticas monetarias, hizo un desastre el sistema de precios.

Para el año 2003, las reservas internacionales se encontraban en USD$ 21.366 millones, pero para 2018, que es cuando comenzaron a flexibilizar las divisas, desembocando en años siguientes en permitir que se transara en la divisa extranjera, había bajado a USD$ 8.840 millones —que representa una caída del 58,63%—. Si tomamos el pico de Reservas Internacionales que se alcanzó en el 2008, de USD$ 43.127 millones, la caída es de 79,50%[7].

Por el lado de las exportaciones, el control de cambio (i) sofocó las exportaciones no petroleras, pues un Tipo de Cambio Oficial resulta no rentable a los exportadores en la medida en que es más costoso producir internamente para vender a un precio más bajo a nivel internacional, a su vez, al estar sobrevalorada la moneda se incentiva más las importaciones —más rentable comprar fuera y vender a nivel interno que producir y vender—. En adición, (ii) en la siguiente grafica podemos ver como aumentaban los ingresos del sector publico mientras que el sector privado se iba achicando, tanto en monto como en proporción (%).

Elaboración propia con datos del BCV. Aquí puede ver cómo el sector privado fue perdiendo fuerza en el tiempo, a la vez que el sector público se fortalecía. Además, esto en un contexto donde las exportaciones disminuían.

También, hay que sumar a todo esto el gran índice de corrupción que se dio gracias al control cambiario. Pascualina dice que fueron asignados millones de dólares al sector privado, que solo chupaba cual sanguijuela al Estado, pero no dice que las asignaciones del Estado fueron por medio de procesos opacos y pocos transparentes, que se daba a empresarios que tenían algún tipo de afinidad con el gobierno o contaban con el dinero para sobornar al mismo. De hecho, esa “sobrefacturación” de la que ella se queja[8] es solo una consecuencia de la intervención estatal en asuntos en los que no debe involucrarse; el problema no es “el sector privado”, sino la ineficiencia del Estado al momento de asignar recursos, creer lo contrario es un síntoma del complejo de Dios, en el que se piensa que simples seres humanos pueden gobernar a otros porque tienen la sacudiría suficiente para hacerlo, y en ese marco creen que saben qué, cómo, cuándo y dónde producir; es el control estatal la razón por la que se presentan escenarios como caldo de cultivo para la corrupción[9]. El problema no es el “sector privado”, quienes en un mercado libre deben satisfacer mejor la demanda de sus consumidores para no ser arrasados por la competencia, sino aquellos que se aprovechan de las rentas extraordinarias que surgen por la intervención estatal. Según Pascualina, todo ese dinero se perdió porque “el sector privado” tiene un “bajo desempeño”[10], pero lo cierto es que se perdió dada la incapacidad del Estado para controlar la corrupción inherente a sus intervenciones, creando verdaderamente ricos a costa del bien de la población. Todas las divisas asignadas supuestamente al “sector privado”, en realidad fueron desviadas —buena parte— por actos de corrupción[11]. Por solo citar un caso, en el año 2013 los cuerpos de seguridad de Venezuela interceptaron dos camiones que debían contener maquinaria importada para procesar pollos valorados en más de USD$ 2 millones, adquirido al tipo de cambio oficial, pero en su interior solo contenía basura[12].

Elaboración propia con datos del BCV. Al igual que la gráfica anterior, puede ver cómo el sector privado pierde fuerza, mientras el sector público crece.

En este contexto, cabe señalar que, si bien las importaciones aumentaron desde que se implementó el control, por lo ya explicado, y que tales acciones las realizaron mayormente “empresas privadas” —en un marco de extrema corrupción—, esto no se mantuvo con el tiempo, pues el ambiente hostil al sector privado —tanto el bueno, que es aquel que acciona en el mercado, como el malo, que es aquel que solo gana por sus vínculos con el Estado— llevó a que sea el sector público desde el 2014 quien más importe en el país. Ergo, no solo es que parte del sector privado corrupto obtuvo rentas extraordinarias gracias al Estado y a costa de la población venezolana, sino que desde hace 10 años que el sector público es quien maneja más dividas y realiza las importaciones al país, en mayor proporción —para el 2018, el sector público importaba casi el 80% del total, como puede ver en la imagen anterior—.

Por lo tanto, lo que dice Pascualina, a saber, “que el sector privado no ha puesto empeño en producir para exportar y hacerse de sus propias divisas, sólo se ha limitado a producir para abastecer el mercado interno” “cuyo principal negocio, desde 1976, ha sido apropiarse de las divisas que genera el Estado con la producción y posterior exportación de petróleo, por lo que no ha tenido necesidad de exportar para hacerse de sus propias divisas, el Estado se las ha asignado y, además, a tasa preferencial”[13] es una historia sin sentido, dado el contexto. De hecho, toda su historia puesta en contexto solo demuestra que el Estado es ineficiente y lleva a la ineficiencia a toda la economía en general, en la medida en que dificulta el cálculo económico de los actores sociales[14], llevando a la corrupción sistémica[15].

Inversiones privadas y extranjeras: el cuento en contexto

En toda esta línea discursiva, y en aras de ir contra la “leyenda urbana” de que “deben promoverse las inversiones privadas y, si estas son extranjeras, pues, mejor”[16], Pascualina sostiene que no es necesario la inversión privada y supuestamente lo demuestra el hecho de que durante “casi medio siglo” el Estado venezolano asignó millones de dólares a empresas privadas, nacionales y extranjeras, pero que, como contrapartida, las mismas no desembocaron en “más producción para el país y en multiplicador de riqueza general[17]. Esto lo intenta ilustrar con un gráfico muy bonito:

Gráfica tomada de Pascualina Cursio, óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., pág. 45. Me apego a este gráfico para mostrar que, primero, sin importar qué sea lo que haga el Estado, siempre será ineficiente; y, segundo, que todo aquello donde el Estado tiene sus manos metidas, la tendencia es a la corrupción, y que siempre hay «empresaurios» que se aprovechan de eso.

No pondré en duda estos datos, solo me limitaré a (i) recordar que todo esto ocurre en un contexto de corrupción que groso modo he descrito en el apartado anterior y (ii) preguntar: ¿Es idiota el sector privado o el sector público? En circunstancias normales, si un “inversionista” comienza a bajar recursos para darlos a un sector que se muestra “ineficiente” para solucionar problemas y generar ganancias, ese inversionista deja de invertir allí y busca cosas que sí le sean rentables. Así funciona el sector privado. En contraste, el Estado venezolano se empeño en bajar más y más recursos a pesar de las perdidas.

Ahora bien, con esto no me refiero a que el estado debió administrar esos recursos por sí solo, todo lo contrario, esto solo ilustra que no hay peor administrador de recursos que el Estado, y más cuando los miembros que lo conforman tienen más incentivos de lo normal —dada la opacidad, poca transparencia y carácter autoritario del mismo— para malversar fondos. Es más, si el sector privado es tan ineficiente como dice Pascualina, ¿Acaso no tendríamos que tener como contrapartida la eficiencia de las empresas en manos del Estado? ¿Qué pasó con las 914 empresas[18] en manos del Estado, algunas de ellas expoliadas en el tiempo? La respuesta es simple: todas ellas en la quiebra o sobreviviendo, sirviendo solo como fuente de riqueza para los corruptos que forman parte del Estado o tienen amigos allí. Que el sector privado no haya podido ver luz y servir como fuente de riqueza constante y creciente para Venezuela se debe más a las malas acciones del Estado y el escenario que ha creado, que al sector privado per sé. De hecho, si el sector privado fuera tan ineficiente, las personas de bien no preferiría trabajar en dicho sector privado y buscarían trabajar para el sector público, pero ese no es el caso. Y digo “personas de bien” porque todo aquel que vea que puede sacar una renta extraordinaria por tener algún tipo de vínculo con el sector público es un inmoral. Que la industria nacional se haya destruido se debe a la misma causa, y no a las “acciones” de los “burgueses capitalistas”, como sostiene Pascualina[19].

En este marco, el Estado venezolano no es que debe dejar de asignar divisas al sector privado, sino que debe dar paso a una institucionalidad transparente, donde independientemente de si se le asigna o no divisas al “sector privado”, se pueda hacer seguimiento del manejo de recursos que hace la administración pública —que es todo menos administrador y menos público—. Para ello, es necesario dejar de hiperregular el mercado, dar paso a más libertad.

Sobre la Tasa de Cambio y la intervención cambiaria

Bajo el pensamiento de que el sector privado —“burguesía”— es, cuando no el causante de los males del país, el que menos ha aportado a solucionar el problema en Venezuela, Pascualina critica que se haya eliminado el control de cambio en 2018 y que el BCV, “bajo el dogma monetarista y liberal”[20], haya comenzado a inyectar dólares a la economía —que contaría también como “asignación de divisas al sector privado”—. A su juicio, estas medidas solo “facilita la fuga de las escasas divisas que están ingresando por exportación de petróleo” en un escenario donde la depreciación del bolívar responde a un supuesto ataque imperial y “no a la oferta y la demanda de divisas”[21]. No conforme con esto, a su juicio el BCV “inyecta liquidez en bolívares” a la par que lo hace con los dólares, haciendo que “los capitales financieros (…) puedan comprar las divisas que se están ofreciendo en el mercado cambiario”, es decir, el gobierno da a los capitales bolívares para poder comprar dólares y estos a su vez se fugan.

Sin embargo, esto es solo un error más en el edificio de errores construido por Pascualina, que solo demuestran lo extremadamente mal economista que es. En principio, pensar que no es la oferta y la demanda lo que fija los precios de un bien es un absurdo total, va contra toda lógica. Incluso si lo que dice es cierto, y hay un ente capitalista contrarrevolucionario 100% opresor que quiere hacerse con los recursos de Venezuela que “fija precios arbitrarios en la Tasa de Cambio”, estos precios carecerían de sentido si no hay “oferta de dólares” y “demanda de dólares”; si partimos de esta premisa, entonces se pueden fijar precios de cosas que no existen, porque es independiente de la oferta y la demanda del mercado.

Ahora, a esto hay que adicionarle que la dinámica monetaria del país se sustenta en dos pilares: (i) el bolívar nadie lo quiere en serio, por lo menos no para ahorrar y para sacar cuentas, y (ii) el dólar es todo lo contrario al bolívar, por lo que si rige los cálculos económicos de todos los agentes. En este escenario, inyectar dólares solo va a ir a satisfacer la demanda de divisas, conteniendo la tasa de cambio, e inyectar bolívares se traduce en presión al alza en la Tasa de Cambio. Desvincular la inyección de liquidez del precio de la divisa es, a todas luces, un error. Si bien, ya en el pasado he explicado con más profundidad cuales son los errores de fondo de Pascualina que le llevan a sostener aberrantes conclusiones como las que sostiene en lo que respecta a la inflación y la depreciación[22].

Excurso: sobre los empresaurios

En toda esta línea, es necesario que explique un concepto para poder juzgar con sensatez lo que pasa en el país, un concepto que Pascualina no conoce, a saber: “empresaurio”. En el mercado, aquel “empresario” que no se atenga a las leyes de competitividad del mercado, satisfaciendo deseos ajenos —de los consumidores— para obtener ganancias, sino que apela al Estado para obtener privilegios, muchas veces eliminando la competencia y obteniendo rentas por venderle al Estado —con todos los incentivos para sobrefacturar—, es un empresaurio, no un empresario. Un empresaurio es un corrupto, un inmoral, una sanguijuela, en suma, al igual que todo político, un parasito. Aquello que critica Pascualina en cierto sentido es verdad, pero no es el “sector privado”, sino “el sector corrompido” por el Estado, que ve oportunidades de ganancias gracias a sus vínculos con el gobierno de turno.

Pascualina dice incluso que a los “empresarios” no les interesa dolarizar el país, porque dejarían de obtener ganancias por la obtención de divisas baratas del Estado, y para ello recuerda, y en sus propias palabras, que “el año 2018, en el marco de la campaña para las elecciones presidenciales, el candidato de oposición al gobierno, Henry Falcón, propuso la dolarización de la economía, siendo la Federación de Empresarios (Fedecámaras) la primera en oponerse, no precisamente por razones de soberanía e independencia económica, sino porque anula su principal y más rentable negocio.”[23]; si bien, dice que los empresarios y el imperio quiere que Venezuela se dolarice, pero estos tienen que ver mayor ganancia en esto que en no llevar a cabo la dolarización, que a su juicio no es el caso todavía. Pero ella no entiende que esto solo se da gracias a la intervención Estatal, y pide aún más. En efecto, muchos de los miembros de Fedecámaras son unos “empresaurios” —si acaso no todos—, unos parásitos, sumado toda una red de inmorales que hacen vida solo gracias a que los distintos gobiernos se han preocupado por todo, menos por crear el marco institucional adecuado para evitar la corrupción. Si Pascualina quiere señalar a alguien, que vaya a la fuente o raíz de todas las enfermedades de nuestra sociedad, no a sus síntomas —aunque describiendo síntomas tampoco es que sea buena doctora—, si ella se considera verdaderamente una intelectual, debería, por fuerza moral, buscar esa «sencillez y lucidez» de la que habla Popper —citado al inicio del texto— al momento de analizar la economía y política venezolana, porque no hacerlo la convierte en una pecadora sin derecho alguno a perdón, una criminal.


[1] Pasqualina C. Curcio. 2023. La dolarización y el negocio más rentable de la burguesía en el país. Publicado en el portal de Mate Amargo. Puede acceder a través de: https://www.mateamargo.org.uy/2023/11/30/la-dolarizacion-y-el-negocio-mas-rentable-de-la-burguesia-en-venezuela/ (Consultado el 31 de enero de 2024)

[2] Pasqualina C. Curcio. 2020. La economía venezolana: cuentos y verdades. Primera edición. Caracas, Venezuela. Publicado por Editorial Trinchera. Puede acceder a su versión digital a través de: https://77b6196f-0d53-4604-9208-8e2e39bded53.filesusr.com/ugd/c68724_ced37fac98f94bc2aa1ad68c78f151c8.pdf (Consultado el 31 de enero de 2024).

[3] Óp. Cit. La dolarización y el negocio más rentable de la burguesía en el país., párr. 2, 3.

[4] Puede acceder a la serie de datos de las exportaciones nacionales en la página oficial del BCV, a través de: https://www.bcv.org.ve/estadisticas/comercio-exterior (Consultado el 31 de enero de 2024).

[5] Pascualina toma la serie de 1970, pero no es necesario tomar toda la serie para ver que miente, suficiente con tomar la de 1997 hasta 2018. Además, el BCV no tiene esa serie publicada y no me animé a buscarlo en otro lugar.

[6] Algunos “Pascualinos” puede que salgan a decir que las Reservas Internacionales subieron en el gobierno de Chávez, alcanzando un pico en el año 2008-2009, pero eso no se debe a las “Bondades del gobierno socialista” y mucho menos al control cambiario, sino a los ingresos petroleros de la época —que también responde a la subida de precio del petróleo dadas ciertas circunstancias en el mercado—.

[7] Puede acceder a la serie de datos de las Reservas Internacionales en la pagina del BCV, a través de: https://www.bcv.org.ve/estadisticas/reservas-internacionales (Consultado el 31 de enero de 2024).

[8] Óp. Cit. La dolarización y el negocio más rentable de la burguesía en el país., párr. 5. Y óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., págs. 31-36, 41, 57, 61. Según Pascualina, desde 1970 hasta 2014 el total de sobrefacturación asciende a USD$ 348.724 millones; si bien ella culpa al sector privado de esto, a quienes tiene que culpar es a la verdadera cúpula que controla o pretende controlar todo y crearon un escenario donde se pueden obtener rentas mal habidas, a saber: el Estado Venezolano. Pascualina ataca la cuarta republica y vanagloria la quinta, echándole la culpa de todo lo malo de la quinta a los empresarios, pero no ve que tanto la cuarta como la quinta cargaron con los mismos problemas, profundizándose en el gobierno de Chávez. Nuevamente, el problema no es el “sector privado” per se, sino las acciones que realiza el Estado que tienden a limitar la libertad de todos lo agentes que hacen vida en la sociedad.

[9] Roymer Rivas. 2023. El cáncer de la corrupción: una consecuencia de las restricciones a la libre acción humana. Publicado en el portal de ContraPoder News, al cual puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/el-cancer-de-la-corrupcion-una-consecuencia-de-las-restricciones-a-la-libre-accion-humana/ (Consultado el 31 de enero de 2024).

[10] Óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., pág. 29. Pascualina dice que el sector privado, a pesar de venderse como “eficiente”, ha resultado ser ineficiente en Venezuela, mientras que el sector publico es eficiente. Para llegar a esta conclusión solo dice que el sector privado “ha exportado, históricamente y en promedio, menos el 6% del total”, pero ella no parece entender que esto por si solo no dice nada, esto es solo una circunstancia a la que se llegó por la dinámica del Estado y el mercado en el país, que se viene arrastrando desde la cuarta república, especialmente desde el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979), cuando se nacionalizaron ciertas empresas.

[11] El fin de este texto no es explicar ni demostrar cómo se llevaron a cabo todos estos actos. Si alguno desea profundizar en el asunto por su propia cuenta, invito a ver todas las investigaciones que ha realizado Transparencia Venezuela, especialmente las que tratan de asuntos donde se importó mercancía a través de empresas de maletín que muchas veces estaban vinculadas a personajes cercanos al gobierno del PSUV —cuando no su cúpula directamente—. Puede ver: Los abusos financieros que facilitaron el desfalco, a través de: https://transparenciave.org/los-abusos-financieros-que-facilitaron-el-desfalco/ (Consultado el 31 de enero de 2024); y toda las categorías recogidas en las diferentes investigaciones, al cual puede acceder a través de: https://transparenciave.org/category-template/?category=investigaciones (Consultado el 31 de enero de 2024). De hecho, para el caso emblemático de las cajas o bolsas CLAP, hay pruebas que apuntan a que Alex Saab, de quien se dice es testaferro del régimen, infló los precios en las facturas y no compraba los productos de la calidad requerida —entonces, surge la pregunta: ¿Es Alex Saab y todos los personajes que están envueltos en esta trama de corrupción parte de ese “sector privado” a quien se le asignaron dólares?—; puede revisar: https://transparenciave.org/category-template/?category=clap-alimentacion (Consultado el 31 de enero de 2024). ¿Y qué decir de la reciente trama de corrupción destapada en PDVSA ligada a la SUNACRIP, donde se robaron más de USD$ 25.000 millones, en el mejor de los casos —en el peor, más de USD$ 35.000 millones—? (ver: Trama de corrupción, caso: PdvsaCripto, más de 16.000 millones malversados, publicado por ContraPoderNews. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/trama-de-corrupcion-caso-pdvsacripto-mas-de-16-000-millones-malversados/ (Consultado el 31 de enero de 2024). Empero, también puede leer las dos obras de Carlos Tablante tituladas: “El gran saqueo: quiénes y cómo se robaron el dinero de los venezolanos” (2018) y “Estado delincuente: cómo actúa la delincuencia organizada en Venezuela” (2018), donde el autor explica como el Estado venezolano fungió como una mafia —que es lo que es todo Estado, vale destacar— que despilfarró recursos y redirigió dinero hacia las manos de muchos corruptos que hoy siguen impunes.

[12] Corrupción y desgaste carcomen control de cambio en Venezuela. 2013. Publicado por Reuters. Puede acceder a través de: https://jp.reuters.com/article/latinoamerica-economia-venezuela-divisas-idLTASIE95H04220130618/ (Consultado el 31 de enero de 2024).

[13] Óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., pág. 30.

[14] Ludwig von Mises. 2011. La acción humana: tratado de economía. Decima edición. Madrid, España. Publicado por Unión Editorial. Sección: “La imposibilidad del cálculo económico bajo el socialismo”, págs. 823-844. Al respecto, invito también a revisar las obras del mismo autor titulada: Socialismo: Análisis Económico y Sociológico. 1989. Nueva York, Argentina. Tercera edición. Publicado por Western Books Foundation. (traducción al español de Luis Montes de Oca); y Burocracia: gestión empresarial frente a gestión burocrática. 2005. Publicado por Unión Editorial. En todo esto Mises explica cómo el Socialismo, entendido como el ataque sistemático hacia la libre acción humana —Huerta de Soto agregaría que ataque institucional y sistemático al libre ejercicio de la empresarialidad (ver: “Socialismo, Calculo económico y función empresarial”); pero tengo que decir que este ataque puede ser o no institucionalizado y más o menos sistemático sin afectar la concepción de “Socialismo”—, es imposible el cálculo económico, llevando a la destrucción de la sociedad. Empero, tengo que decir también que Mises se equivoca en el camino, pues no es que sea “imposible el cálculo económico en Socialismo”, sino que el cálculo se dificulta para todos los actores, y en el caso del órgano director que pretende organizar a la sociedad más, por carecer de la información necesaria para ello. Hay calculo siempre, independientemente de las circunstancias, el punto es definir bajo qué circunstancias el cálculo tiende al éxito y bajo qué circunstancias no. En este sentido, el Socialismo no es imposible porque sea imposible calcular en él, sino porque su cálculo tiende inexorablemente al error.

[15] Óp. Cit. El cáncer de la corrupción: una consecuencia de las restricciones a la libre acción humana.

[16] Óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., pág. 45.

[17] Ibídem.

[18] Ver: Transparencia Venezuela identificó 914 empresas en manos del Estado. Puede acceder a través de: https://transparenciave.org/transparencia-venezuela-identifico-914-empresas-en-manos-del-estado-epe/ (Consultado el 31 de enero de 2024). Pascualina dice que la cifra de las empresas en manos del Estado asciende a 363 (ver: óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., pág. 94.), fundamentándose en datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) —el mismo INE que dice que la pobreza en Venezuela se erradicó, que la educación está bien y que la inflación es baja—, pero esto es un absurdo; cabe señalar que pueden ser más de las que dice Transparencia Venezuela y que estas no suman la cantidad de empresas de maletín en manos de personas que tienen vínculos con el Estado y solo sirven para desviar recursos.

[19] Óp. Cit. La economía venezolana: cuentos y verdades., pág. 45-49.

[20] Óp. Cit. La dolarización y el negocio más rentable de la burguesía en el país., párr. 8. Esto es una estupidez superlativa; no hay nada más socialista que la existencia de un Banco Central, por tanto, no puede llevar a cabo ninguna medida «liberal». Las medidas monetaristas son igual de socialistas que las keynesianas o no monetaristas.

[21] Idídem., párr. 9.

[22] Roymer Rivas. Hiperinflación: un fenómeno incomprendido; respuesta al libro de Pascualina Cursio. Publicado en el portal de ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/hiperinflacion-un-fenomeno-incomprendido-respuesta-al-libro-de-pascualina-cursio/ (Consultado el 31 de enero de 2024). Con esto, Pascualina puede dar por refutado todas las sandeces que sostiene en el articulo y la obra citada, que, si bien puede tener algunos datos ciertos, son sacados de contexto para llegar a conclusiones que no se amoldan a la realidad de Venezuela.

[23] Óp. Cit. La dolarización y el negocio más rentable de la burguesía en el país. Párr. 11.

El leviatán es imposible: dos críticas al estado de naturaleza Hobbesiano

«(…) la cooperación tiende a surgir de forma espontánea y sin necesidad de autoridad central»

Autor

Por Ilxon R. Rojas, abogado, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

El presente ensayo tiene por objeto mostrar, empleando el método analógico, dos inconsistencias relativas a la formulación del estado de naturaleza hobbesiano, tanto en su justificación de un orden social dominado por un Estado, como en su propia concepción filosófico-antropológica subyacente.

Introducción

Uno de los tópicos más importantes en que se sostiene la filosofía política moderna versa sobre la reflexión y el debate en torno los problemas del Estado-nación, su aparición histórica tras la influencia del entonces floreciente pensamiento moderno, del renacer de las ideas ilustradas de los antiguos traída a colación en un periodo de tránsito hacia la secularización de lo político, de lo humano como centro ordenatorio para pensar en los problemas filosóficos del orden social.

Es en ese contexto, que resultan cruciales las ideas de Hobbes, y a tenor de ello, en el presente ensayo se intentará diseñar dos críticas a uno de los argumentos que el filósofo brinda y que guarda relación con la idea del estado naturaleza y su consecuente solución con arreglo a las fórmulas del contractualismo social, para la justificación y legitimidad del Estado leviatánico al que asume como único remedio a los retos de la libertad natural.

En virtud de ello, procederá empleando el método analógico consistente en comparar las cualidades de la concepción antropológicamente pesimista subyacente del estado de naturaleza, que resulta funcional a la edificación del Leviatán, en contraste con una concepción opuesta que, para los fines del presente ensayo, ha sido titulada con el término “anarquía”, de la cual se busca inferir, cómo ha de esperarse, la innecesariedad de una edificación del Estado hobbesiano, en preferencia a otros horizontes políticos más autoorganizativos.

De modo que se ha organizado el desarrollo del presente ensayo mediante una estructura de dos apartados bien definidos: en el primero titulado “Estado de naturaleza y anarquía”, se presenta un bosquejo general de algunos precedentes en Platón y Aristóteles que pudieran relacionarse con el concepto de estado de naturaleza, para luego discurrir en la perspectiva hobbesiana y finalizar con la definición del contraste conceptual con la anarquía que se pretende efectuar como método analógico para determinar la justificación del Estado; en el segundo apartado, que se titula “La naturaleza humana y el Leviatán”, se despliega una crítica que se divide en dos partes, cuyo contenido cuestiona la noción de naturaleza humana de Hobbes, tanto desde el punto de vista de la antropología filosófica como desde la óptica de la interacción de los seres humanos en libertad y sus posibles consecuencias.

Estado de naturaleza y anarquía

El estado de naturaleza es un concepto que a grandes rasgos no es originalmente hobbesiano, ya que desde la Grecia clásica los filósofos preocupados por la política han enhebrado descripciones de la condición humana que hoy pudiéramos relacionar con la idea de un estadio previo a la vida social regida por una comunidad política. Tal es el caso, verbigracia, de Platón (República, 2007, p. 122), cuando expone las razones que pudiese tener los hombres para, con antelación a todo orden político formal, asociarse y organizarse políticamente: “…cuando un hombre se asocia con otro por una necesidad, habiendo necesidad de muchas cosas, llegan a congregarse en una sola morada muchos hombres para asociarse y auxiliarse. ¿No daremos a este alojamiento común el nombre de ‘Estado’?”

En Aristóteles podemos hallar nociones similares en su Política: “…el Estado procede siempre de la naturaleza, lo mismo que las primeras asociaciones, cuyo fin último es aquél; porque la naturaleza de una cosa es precisamente su fin, y lo que es cada uno de los seres cuando ha alcanzado su completo desenvolvimiento se dice que es su naturaleza propia, ya se trate de un hombre, de un caballo o de una familia.”. (Aristóteles, Política, p. 23)

De este modo, el estagirita a diferencia su maestro, advierte la existencia de ciertas instituciones naturales con las que se configuran las formas más o menos estables de asociaciones ad hoc para la constitución ulterior del tipo de asociación que, vista como más perfecta, a su juicio, se identifica con la aparición del Estado. Estas instituciones naturales relativamente estables se identifican con la familia, la propiedad privada y la esclavitud, y en ese sentido, se puede afirmar que la asimilación de un estado de naturaleza deducible en su pensamiento toma distancia del tratado por Hobbes en su Leviatán.

Esto último se debe a que, para Hobbes, la idea del estado de naturaleza tiene la implicación de una dinámica de las relaciones humanas que se desenvuelve mediante una situación de constante guerra en actualidad y en potencia, al fondo de la cual todos los individuos son enemigos de todos (homus homini lupus): “…durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los obligue a todos al respeto, están en aquella condición que se llama guerra. Y una guerra de todo hombre contra todo hombre.” (Hobbes, Leviatán, p. 224).

Ello sugiere revisitar la concepción antropológica subyacente a la noción del estado de naturaleza a la luz de lo que suele llamarse “pesimismo antropológico”, noción que, a grandes rasgos, encierra una serie de articulaciones filosóficas que, desde la tradición del pensamiento occidental, desbordan el tema nuclear del presente ensayo, y que, sin embargo, algunos de sus matices, tal como veremos abajo, son funcionales al mismo.

Siendo así, al vislumbrar en retrospectiva se tiene que los postulados concebidos por la teoría del estado de naturaleza son funcionales a la justificación de la autoridad del Estado, a la sustentación de su legitimidad como organización supraindividual, dado que, solo pactando colectivamente, la humanidad puede concebir un tipo de organización detentora de un poder superior a los individuos, un poder que pueda mitigar o limitar los males de la libertad natural, a los efectos de conseguir pasar exitosamente del estado de naturaleza, esto es, la descrita situación de guerra, caos e inseguridad pre-estatal, al estado civil o social, a la edificación de esa persona artificial, que existiría como único y exclusivo remedio para la consecución y concreción de justo lo contrario: una situación de paz, orden y seguridad para todos.

Un acercamiento superficial a la previa argumentación hace pensar que es coherente la solución de formar un Estado para hacerle frente a los problemas nucleares del estado de naturaleza en los términos descritos, no obstante, un análisis más profundo puede servir para mostrar las complicaciones que presenta esta propuesta. Para demostrarlo, se procederá contrastando el concepto de estado de naturaleza hobbesiano como punto de partida, con un concepto que pareciese ser su análogo, pero que, para los fines del presente ensayo, se tratará como algo completamente opuesto, esto es, la anarquía; de tal suerte que será entendida esta en adelante como un estado pre-estatal de los individuos cuyas características se muestran contrarias al estado de naturaleza hobbesiano. Esto será de utilidad para discernir si con arreglo a cada una de las tesis es plausible o no la justificación del Estado leviatánico.

La naturaleza humana y el Leviatán.

  • Los problemas característicos del estado de naturaleza encuentran como única salida la necesidad de dar origen a un Estado. En efecto, Hobbes (Leviatán, p. 144) asegura que “si no se ha instituido un poder o no es suficientemente grande para nuestra seguridad, cada uno fiará tan sólo, y podrá hacerlo legalmente, sobre su propia fuerza y mana, para protegerse contra los demás hombres.”

Siguiendo esta formulación, la teoría pareciese presuponer que la naturaleza humana, entendida desde la proyección teóricamente reduccionista del pesimismo antropológico, se centra en la fuerza vital del hombre, en el instinto o en el ansia de poder desmedido (Aparicio, 2018, p. 57), y al asumir esto, la teoría no arguye, o por lo menos no plantea, en el seno de esa concepción, algún tipo de modificación cualitativa de esta en presencia del Estado una vez constituido o durante el proceso de su edificación, más allá de fiarse en la mera voluntad contractual de los individuos a tal efecto; en cambio, la negativa de dicha modificación es un carácter o cualidad de la noción de estado de naturaleza que si puede inferirse de ella, ya que no parece haber nada en la teoría que propicie tal modificación.

En ese orden de ideas, si la teoría no postula cambios metamórficos de la naturaleza humana en su condición ya bajo la égida de un Leviatán, termina por flaquear al no prestar atención respecto a que los supuestos males inherentes a esa condición preestatal no desaparecen con la presencia del propio Leviatán. Por el contrario, es probable a fortiori, la concurrencia de algunos lobos entre lobos con mucho más poder arropados en el seno del aparato estatal que, en ausencia de este, e incluso dotados de una acumulación de poder que nunca hubiere sido posible dadas las asumidas contingencias, incertidumbres e inseguridades, o, en síntesis, supuestas inestabilidades patentes en el estado de naturaleza. Y de ser así, si el propósito de la invocación de un Leviatán es acabar con la guerra entre los hombres, proporcionar inseguridad y garantizar la paz, esa propia invocación puede conllevar, como en efecto ha ocurrido, a la puesta en marcha de las peores facetas de estos mismos males que pretende combatir o mitigar.

  • En la anarquía, en cambio, la naturaleza humana no puede modificarse por agregación, o al menos no en la dirección a la que se pretende llegar según la agregación propuesta, o según una planificación que se ha premeditado políticamente.

Si se admite a toda forma de organización humana como un sistema, conviene aseverar que la superposición sus elementos constituyentes y la configuración de las dinámicas entre estos elementos, organizados siguiendo la guía deliberada de criterios unidireccionales —y por ello extraños a sus copiosos procesos intrínsecos—, no hace posible modificar con acierto la naturaleza de las partes del sistema. A la inversa, si hay lugar probable para importantes distorsiones a su funcionamiento. Esto a razón de los problemas insalvables concernientes al acceso a la información necesaria que se requiere para erigir una agregación correcta y efectiva acorde a la naturaleza de las partes interactuantes del sistema que ha sido objeto de adulteración (Meseguer, 2006, p. 104). Como consecuencia de ello, se tiene que, aunque fuera cierto que el estado de naturaleza implica una situación de constante guerra, desorden e inseguridad actual y potente, la alternativa de un Estado al estilo hobbesiano no parece ser una solución a los problemas sino el desencadenamiento de esos mismos conflictos, pero llevados a su máxima expresión. Es aquí clave el tópico del acceso a la información, pero es un tema que no será abordado en esta oportunidad.

Ahora bien, contrastando tal como se había hecho alusión, al estado de naturaleza con el estado de anarquía, es acertado sostener que, si en el primero los seres humanos en libertad tienden a la conservación de sí, y, por lo tanto, a las relaciones de hostilidad con los demás, al belicismo recíproco y permanente de todos contra todos; en la anarquía, por contraste, los seres humanos en libertad tienden la cooperación, a la estabilidad y mitigar la violencia.

Una contundente evidencia de ello, se puede hallar en las investigaciones de Robert Axelrod, en su libro «La evolución de la cooperación» de 1986. Según este autor, los seres humanos tienden a la cooperación en búsqueda del mayor beneficio personal. De este trabajo, se puede inferir los siguientes dos argumentos:

En primer lugar, que la cooperación tiende a surgir de forma espontánea y sin necesidad de autoridad central. Axelrod demuestra que la cooperación suele aparecer en situaciones en las que no existe una imposición coactiva de normas o reglas. Por ejemplo, en el juego de dilema del prisionero iterado, los participantes tienden a cooperar entre sí permitiendo una formalización de las posibilidades estratégicas inherentes a tal situación: “los individuos pueden beneficiarse de la mutua cooperación, cada uno queda mejor explotando los esfuerzos cooperativos de otros. (…) en determinado período de tiempo, los mismos individuos pueden volver a interactuar, dando ocasión a complejas pautas de interacciones estratégicas.” (Axelrod, ibid., p. 92).

En segundo lugar, Axelrod demuestra que pueden aparecer normas coactivas, que suelen ser autoimpuestas y autoforzadas en contextos donde se permite la cooperación adecuándose a las necesidades específicas del entorno de los individuos implicados. En el juego de dilema del prisionero iterado, de nuevo, los participantes tienden a llegar a acuerdos y castigar a aquellos que incumplen las reglas, sin necesidad de una autoridad central que los haga cumplir; el autor llama a esto la “ética de la venganza”. (ibid., p. 87).

Estos son solo algunos posibles argumentos que se pueden construir a partir de la obra de Robert Axelrod, pero es importante recordar que el autor no aboga directamente por la anarquía en su libro, aunque su investigación puede proporcionar argumentos que apoyen la idea, tal como se ha hecho en este apartado.

A tenor de lo dicho anteriormente, y al volver sobre el asunto de la concepción antropológica subyacente en la teoría anarquista siguiendo los criterios esbozados con antelación, se plantea entonces no ya un pesimismo antropológico como la descripción auténtica de la naturaleza humana, sino un realismo, un realismo basado en las posibilidades materiales de la acción humana, en las alternativas individualmente consideradas con que cuentan los seres humanos para llevar a cabo sus fines propuestos, así como el empleo de los medios que estos crean convenientes para ello.

Conclusión

En el contenido que se ha desarrollado en el presente ensayo, se ha mostrado un conjunto de razones que complejizan el tratamiento que Hobbes emplea para dar justificación a su Leviatán, razones que van desde las complicaciones para asumir que los males de la naturaleza humana patentes en el estado de naturaleza no pueden replicarse con mayor vigor en el seno del aparato estatal, hasta la propensión a considerar que todo tipo de interacción humana que no esté supeditada o vigilada por el Leviatán, conduzca como conditio sine cuanon, a situaciones de hostilidad y no a la cooperación voluntaria.

Pero también conviene proceder con prudencia, y considerar que, si en el mejor de los casos el Leviatán resulta ser en la práctica imprescindible, sería, sin embargo, el peor de los encargados posible en la faena de proporcionar la seguridad y la estabilidad que demandan los individuos que le han cedido su libertad natural para ello. Esto, tal como se dijo, a razón de la imposibilidad de acceso a la información que el Leviatán requiere para coordinar la sociedad en función de este objeto, en términos de eficiencia.

Todo este problema del acceso a la información puede llevar a considerar que quizá, con la suficiente tecnología, el Leviatán pueda hacerse con ella apoyándose en almacenamientos digitales y cálculos computarizados. Por supuesto, esta es una idea que, en los tiempos de Hobbes tal vez hubiera sido imposible siquiera imaginar, pero en nuestros tiempos es una posibilidad factible por lo menos para una discusión teórica interesante.

Sin embargo, esto no resuelve el problema de la naturaleza humana, pero si queremos seguir arrastrando la idea de un Leviatán a nuestro tiempo, se puede plantear que, al no querer encontrar una salida al problema de esta naturaleza o que no quiera aceptarse social y culturalmente la misma como tendiente a cooperar, creemos que resulta válido que la respuesta pueda hallarse en qué otro tipo de naturaleza, una naturaleza no humana, desprovista de sus pasiones, pero compatible con sus fines, pueda tomar la conducción del Leviatán y cumplir con el cometido de la seguridad y la paz de todos.


Referencias bibliográficas

Aristóteles. (2016). Política. Madrid: Editor digital: Titivillus.

César Martínez Meseguer. (2006). La teoría evolutiva de las instituciones. La perspectiva austriaca. Madrid: Editor digital: Titivillus.

Jesús Huerta de Soto. (2020). Socialismo, cálculo económico y función empresarial. Madrid: Unión Editorial.

Platón. (1988). Diálogos IV La República. Madrid: Gredos.

Robert Axelrod. (1986). La evolución de la cooperación El dilema del prisionero y la teoría de juegos. Madrid: Alianza Editorial.

Thomas Hobbes. (1980). Leviatán. Madrid: Editorial Nacional.

Zhenia Djanira Aparicio Aldana. (2018). El pesimismo antropológico en Hobbes desde una visión poliana. Revista Mercurio Peruano, Vol. 62.

Jesús Huerta de Soto propone a Javier Milei para el Premio Nobel de Economía y dice que «le debemos algo de un valor inmenso para la humanidad»

Jesús Huerta de Soto, un catedrático libertario español y uno de los máximos exponentes vivos de la Escuela Austriaca de Economía, propuso a Javier Milei para el Premio Nobel de Economía y halagó su programa de gobierno en un video que el propio Milei compartió en sus redes.

Huerta de Soto es un profesor de Economía Política en las universidades Complutense y Rey Juan Carlos de Madrid. En la universidad madrileña, también es fundador y director del Máster Oficial de Economía de la Escuela Austríaca.

El video en el que Huerta de Soto elogia al Presidente durante una cátedra grabada que fue difundida el sábado.

«Un discípulo de un servidor, que ha sido uno de los motivos de mayor alegría en mi vida, en contra de mi recomendación, ya lo digo en mis artículos, no destrocen su vida dedicándose a la política y se ha dedicado”, comenzó en su discurso.

“Por azares del destino, la mano de Dios, ha terminado de presidente de la República Argentina. Ha inmolado su vida. No saben lo que es dedicarse a la política y más en un país como la Argentina, no es que sea especialmente malo, es como España, es destrozar la vida”, resaltó.

“Se va a inmolar en eso. No sé lo que pasará con Milei y su programa en Argentina. Solo sé dos cosas: ya le debemos algo de un valor inmenso para la humanidad y es haber traído a la agenda y haber hecho popular la idea de la libertad, términos como el de anarcocapitalismo, y despertar a los ciudadanos de su letargo”, remarcó muy emocionado.

“Cuántos ahora están diciendo: ‘Es que yo no lo sabía, ahora que lo escucho me doy cuenta de lo que yo soy, anarcocapitalista’. No Importa lo que suceda en Argentina, aunque deseo que tenga mucho éxito, pero ya lo que ha logrado Milei tiene un valor inmenso”, afirmó Huerta Soto.

“Llevo 40 años repitiendo las mismas cosas y ahora ya tiene un eco universal. Bien por Milei. Y dos, como le salga bien a medianamente bien… Fíjense ustedes la que se organiza”, celebró con una sonrisa.

“Sería para dar el Premio Nobel de Economía, a Israel Kirzner como máximo representante vivo de la Escuela Austríaca de Economía, y al presidente Javier Milei como alguien capaz de llevar a la práctica ese ideario”.

Por su parte, Javier Milei respondió al video en sus redes sociales con un: “Muchas gracias PROFESOR Jesús Huerta de Soto. Viva la libertad, carajo”.