Por @EstebanDHR
Tras más de dos décadas bajo la tiranía, se pensaría que el venezolano ha aprendido de los errores que cometió en el pasado y que se tradujeron en el “desastre organizado” que se vive actualmente en el país; sin embargo, la realidad parece ser otra.
Artistas, políticos y empresarios que se han arrodillado ante el régimen para poder impulsar sus agendas particulares y ser “exitosos” en sus respectivas áreas, han sido altamente criticados por la ciudadanía que entiende la responsabilidad (directa o no) que tienen estos personajes en relación a la miseria y muerte que azota a Venezuela.
No obstante, un grupo que parece exento de estas críticas son los atletas venezolanos, sobre todo, aquellos que alcanzan grandes logros en eventos deportivos importantes como es el caso de las olimpiadas.
Irónicamente, el desempeño de Venezuela en esta competencia no va acorde con la situación del país, pues, en medio de los niveles de pobreza, hambre y necesidades más altos que ha sufrido la nación, resulta que también obtienen su mejor resultado histórico en las Olimpiadas.
Normalmente, esto sería motivo de regocijo y celebración pues, en nombre de un país es que se realizan estos esfuerzos, pero los ganadores de esta jornada han tenido algo en común más allá de sus medallas, pues sus dedicatorias, han ido dirigidas al régimen que ha sido responsable del éxodo de por lo menos 5 millones de venezolanos, el asesinato de un número incontable de ciudadanos y un estándar de vida que nos hace envidiar a países como Haití.
El principal argumento utilizado por los férreos defensores de estos activistas olímpicos es que representan a todo el país; sin embargo, este argumento se cae, justamente, por el discurso político que ellos han ofrecido al salir victoriosos. La victoria no es de Venezuela, sino de su régimen.
Sumado a eso, muchos han asegurado que es su sueño, por lo que, también debemos justificar a los empresarios que se hicieron millonarios haciendo negocios con el régimen pues, su sueño, era precisamente ser empresarios exitosos, y por dejar a un lado sus principios, lo lograron.
Al final, lo que demostraron estos hechos es lo lejano que estamos en el rescate de valores en Venezuela. La doble moral sigue a la orden del día y el fanatismo es lo que rige los argumentos de la opinión pública. Criticamos o alabamos de acuerdo a la fama del implicado y no de acuerdo a sus acciones.
En conclusión, mi dignidad, vale una medalla.