Por Erik Suárez
@eriksuarezn
Hoy Venezuela vive en sueño profundo. Después de veintidós años de lucha ¿cómo no estarlo? Hemos pasado por tanto en nuestra búsqueda de la libertad. Tantas marchas, golpes, torturas, encarcelamientos, y represión que, por supuesto, la fuerza se va perdiendo al pasar de los años. El organismo de una sociedad no se diferencia mucho al organismo de un cuerpo humano, y como cualquier cuerpo que ha pasado por tanto desgaste, es natural que la sociedad venezolana se encuentre en un estado de sueño profundo. Y así como es natural dormirse, es natural soñar durante este estado. Pero a diferencia de un individuo, la sociedad de Venezuela tiene dos sueños en simultáneo. Sueños que nacen de nuestro deseo de libertad.
El primero es el sueño de obtener nuestra libertad a través de “Acuerdos de Paz”. Donde el régimen criminal e históricamente sanguinario que tenemos decide -por voluntad propia y en contra de sus intereses- dejar el poder debido a exigencias de la “Coalición Opositora” que no tiene fuerza real. Donde una dictadura puede salir con votos, y presos o exiliados políticos regresan de sus condenas para participar alegremente de un proceso electoral que esta vez sí será legítima.
El otro sueño no deja de ser igual de fantástico que el anterior. En este, salvadores de naciones extranjeras entran a nuestro territorio y derrocan la dictadura. Donde las naciones no tienen problema en derramar la sangre de su propria gente para ayudar a países que tienen poco o nada que ofrecer. Donde Venezuela no es centro de intereses de cárteles, organizaciones terroristas, y otras potencias que prefieren el estatus quo y se levantarían para prevenir estas acciones bélicas. Un sueño donde la realidad geopolítica pasa a segundo plano, y se centra el mundo y sus intereses a favor de nuestro país.
Como mencione anteriormente, estos son solo sueños. Realidades ficticias a las que, en nuestra fatiga, muchos venezolanos han decidido aferrarse para tener esperanza en un cambio.
Y mientras que es imposible criticar realmente a quienes se han aferrado a estos escenarios ficticios para mantener su esperanza, sí debemos entender que nuestro pueblo se mantendrá dormido mientras siga aferrado a estos. Como un niño que desde cinco minutos más de descanso antes de empezar el día, el venezolano desea mantenerse en estos sueños que lo llenan de esperanza a la espera de salvación. Pero la realidad no es la que los sueños nos muestran. Y para despertar, hay que dejar de soñar.
Hay que recordar que cada vez que el régimen tembló no fue gracias a acuerdos de salvación en mesas extranjeras, ni por la posible invasión de una potencia extranjera. Todas las veces que el régimen estuvo con el rabo entre las piernas fue gracias al clamor y lucha de un pueblo unido en nuestro deseo de libertad. La lucha de estudiantes que arriesgaron sus vidas por vivir en un país libre. De comerciantes, pequeños y grandes, que se unieron en protesta activa en contra de un régimen que cada vez hace más difícil ganarse el pan de cada día. Solo cuando recordemos esto, podremos empezar a tener una posibilidad real de ganarle al régimen.
Hoy me es difícil saber cuántos de nosotros siguen dormidos, o cuantos han abierto sus ojos a la realidad. Ojalá sean más los segundos, pero, aun así, no somos suficientes. Nuestro enfoque debe estar, hoy por hoy, en hacer despertar a el resto de las personas que siguen dormidas, darles esperanza en la realidad y no mantenerlos en un sueño piadoso. Y una vez que despertemos, no dejarnos robar la libertad otra vez por los mismos de siempre.
