EE. UU. considera que «algunos responsables europeos» están exhibiendo «expectativas poco realistas» sobre la guerra en Ucrania y ha destacado como prioritario el restablecimiento de las relaciones estratégicas con Rusia y salvar así un distanciamiento entre Europa y Rusia que, en opinión de Washington, es el mejor ejemplo de la «falta de autoestima» y la amenaza del «borrado» que ahora mismo afectan a la «civilización europea».
La ideología de la Administración Trump domina la nueva Estrategia de Seguridad Nacional presentada este viernes por la Casa Blanca; un documento que marca las líneas generales de la política exterior norteamericana en el mundo y que, en su apartado dedicado a Europa, apuntala en una idea trasladada en febrero a través del vicepresidente del país, JD Vance, durante su discurso de febrero ante la Conferencia de Seguridad de Múnich: la amenaza real de un declive de la civilización occidental en el continente europeo.
«Queremos que Europa siga siendo europea, que recupere su autoestima como civilización, y que abandone su enfoque fallido a favor de la asfixia de las regulaciones», recoge el documento antes de poner la guerra en Ucrania como caso representativo.
EE. UU. está convencido de que los aliados europeos «disfrutan de ventajas significativas» sobre Rusia a nivel de ‘poder duro’, es decir, presión militar y económica, «excepto en lo que armas nucleares se refiere» pero «como resultado de la guerra de Rusia en Ucrania, las relaciones europeas con Rusia se han atenuado significativamente y muchos europeos ven a Rusia como una amenaza existencial».
El resultado de esta aproximación es un «riesgo de conflicto» entre Rusia y los países europeos que EE. UU. quiere aliviar a través de un «cese rápido de las hostilidades en Ucrania» para evitar una «escalada de la guerra». Pero también aboga por «restablecer la estabilidad estratégica con Rusia», y, en último término, facilitar «la reconstrucción de Ucrania posterior a las hostilidades para posibilitar su supervivencia como un estado viable».
El documento estratégico avisa de que la guerra en Ucrania ha tenido un «efecto perverso» en Europa, cuya «dependencia externa no ha dejado de aumentar», y ha puesto como ejemplo a Alemania, cuyas «compañías químicas están construyendo en China sus plantas de procesado mientras usan gas ruso que no pueden obtener a nivel doméstico».









