Países Bajos pide disculpas formales por su pasado colonial y esclavista

Países Bajos ha reconocido este lunes la esclavitud como un «crimen contra la humanidad», ha pedido disculpas por su pasado colonial y esclavista y ha anunciado un proceso de reparación tanto para las víctimas como para sus descendientes.

«Compartimos no sólo el pasado, sino también el futuro. Así que hoy ponemos una coma, no un punto», ha dicho el primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, durante un discurso simbólico en los Archivos Nacionales de La Haya.

El primer ministro neerlandés ha explicado que, pese a que «nadie vivo hoy en día es personalmente culpable de la esclavitud», el país «es responsable del gran sufrimiento infligido a las personas esclavizadas y sus descendientes».

«A menudo [se realizaba] bajo la autoridad gubernamental de la Compañía de las Indias Occidentales (…) Leemos sobre flagelaciones y torturas hasta la muerte, sobre personas a las que les cortan las extremidades, sobre marcas en la cara», ha explicado Rutte, cifrando entre 66.000 y más de un millón las personas que fueron traficadas por la autoridad antes nombrada en lugares como Asia.

A lo largo de su discurso, Rutte ha mencionado a las antiguas colonias: Surinam, Curaçao, San Martín, Aruba y el caribe neerlandés, formado por Bonaire, San Eustaquio y Saba, con especial énfasis en el nombre del esclavo Tula, que lideró la revolución contra la esclavitud en 1795.

«Hoy honro con respeto los nombres de Tula en Curaçao, Jolicoeur, Boni y Baron en Surinam, One-Tété-Lohkay en San Martín y recordamos a todas esas mujeres y hombres anónimos que buscaron heroicamente la libertad a lo largo de los siglos y que a menudo encontraron allí castigos de los más horribles», ha explicado.

De esta forma, ha asegurado que «muy pocos gobiernos holandeses posteriores a 1863 han visto y reconocido que el pasado de la esclavitud tuvo y sigue teniendo un impacto negativo». «Las disculpas que acabo de hacer resuenan hoy en otros siete lugares del mundo», ha sentenciado.

Rutte ha anunciado que el Gobierno pondrá en marcha un fondo de 200 millones de euros para «concienciación, implicación e impacto» del legado de la esclavitud y ha propuesto también la creación de un Comité de Conmemoración Independiente, así como un museo nacional dedicado a este tema.

La sabiduría de los valientes o la glorificación de Simón Bolívar

Por Levi Aguinagalde

En enero de 1824 el libertador se encontraba enfermo de muerte en su viaje hacia Pativilca, Perú. Se narra que estaba flaco, extenuado y su aspecto visto de cerca daba pena, se notaban la punta de sus rodillas, sus piernas descarnadas, voz hueca y débil y semblante cadavérico. José Manuel Mosquera decía que tuvo que contenerse para no largar sus lágrimas, al contarle varios hechos de la guerra en Perú y contaba:

«Todas estas consideraciones se me presentaron como una falange de males para acabar con la existencia del héroe medio muerto; y con el corazón oprimido, temiendo la ruina de nuestro ejército», le preguntó: «¿Y qué piensa hacer usted ahora?» a lo que el libertador le respondió: «¡TRIUNFAR!», en seguida le preguntó «¿Y qué hace usted para triunfar?», con tono sereno y de confianza respondió: «Tengo dadas las órdenes para levantar una fuerte caballería en el Departamento de Trujillo; (…) Subiré a la Cordillera y derrotaré a esos españoles que están en Tunja». Pronto, en el mismo mes, se supo que el Libertador cumplió con su promesa derrotando a los españoles en Junín.

El culto a Bolívar parte de la narración popular y la historia, un claro ejemplo es la historia ofrecida por Salazar Martínez en su obra Venezuela: Historias civiles e inciviles (1973). Bolívar se muestra como un hombre de valentía y sabiduría, que no afronta la guerra sino las dificultades y, por sobre todas las cosas, su fuerza y estrategia de guerra que lo llevaron a trabajar en una ambición del tamaño de un continente.

Los historiadores afirman que la historia no se trata de buenos o malo, o quién es más o quien es menos, se trata de personajes que tuvieron relevancia en los hechos desarrollados que dieron constantes resultados años tras años; hay figuras que se olvidan, o no se cuenta mucho sobre ellas, que dieron una evolución radical en las ideas de su tiempo, sin embargo, Bolívar es una figura que prevalece en cada periodo de la historia, es mencionada públicamente; debemos reconocer que hasta la actualidad se mantiene viva la figura de Bolívar.

Venezuela ha sido un país que ha parido a hombres con una grandeza excepcional, Bolívar no escapa de esto, sin embargo, su figura de “militar de mano dura” ha creado una cultura que se ve masificada, literalmente, en cada esquina, con calles, avenidas y estados con nombres de militares, plazas y hospitales. ¿Dónde queda el ilustre? Aquel que dice que el mundo es del hombre de bien, pues, ese queda en los libros, pero el militar es el que rodea, el que está hecho en estatua y en esquinas, susurrando «no eres nada sin mí», eso sumado a que bolívar es el centro de toda la historia, en la educación que es un pilar fundamental.

Sustancialmente, el culto a Bolívar es un hecho muy sostenido en tanto que es difícil que se deje esta costumbre de venerar al libertador, la narración, la educación y la costumbre son las que se juntan para hacer más estable el culto al mismo, y su impacto es tal que en la contemporaneidad se sigue sosteniendo.

Rescatemos nuestra historia, Venezuela: la firma del acta de la independencia

Por Roymer Rivas

La historia carecería de valor y sentido de no ser siempre presente; es decir, en nuestro ser de hoy pervive todo el pasado humano conocido, el pasado es pasado gracias a que forma parte de nuestro presente, porque es nuestro pasado, es lo que somos en la forma de haber sido –es por eso que jamás vamos a ser el mismo de hace un minuto atrás, porque tenemos un minuto más de experiencia acumulada en nuestra existencia–. Como diría Ortega y Gasset, “la vida como realidad es absoluta presencia”, dado que no puede decirse que hay algo si no es presente; por lo que, si hay pasado, lo habrá como presente y actuando en nosotros. Por esta razón es indispensable conocer nuestra historia, porque, queramos o no, más que ejercer influencia, constituye nuestro ser de hoy.

Desconocer, no entender o mal interpretar nuestro pasado tiene consecuencias nefastas en el individuo y en la sociedad. Y quienes pretenden gobernar e influenciar en la sociedad saben muy bien este hecho, entienden que alterando hechos históricos pueden conseguir determinados resultados, dirigir a los gobernados hacia donde ellos quieran. No por nada la historia de un pueblo siempre está ligada o controlada, en mayor o menor medida, a la clase gobernante; quienes muchas veces, a propósito, o no, oficializan un nuevo saber de la historia, una nueva visión e interpretación totalmente seleccionada, privilegiada, deformada, manipulada y dirigida que sirva para su proyecto político determinado. Venezuela es claro ejemplo de ello; las etapas negras que vivió y vive hoy la sociedad venezolana es consecuencia de siglos de desatinos visibles y ocultos aun no comprendidos, historia que ha sido instrumentalizada políticamente en el campo cultural.

Bien dijo George Orwell en su novela titulada 1984: “Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro”. El presente, pasado y futuro de Venezuela estuvo y está en manos de los políticos, porque lamentablemente el común venezolano se ha mostrado desinteresado ante lo hechos históricos, convirtiéndose en un inconsciente adepto y seguidor de “la historia oficial” que se vende como “la verdadera historia de nuestro país”. Quizás esto sea hasta cierto punto natural, realmente al yo del pasado también le fastidiaba leer y aprender de historia, pero en el momento que comprendí que somos resultado de todas las decisiones que tomamos en el pasado, que en el futuro seremos resultado de las decisiones que tomemos hoy, tanto a nivel individual como social, y que para comprender los tiempos y las sazones de un pueblo o época es importante conocer el conjunto de creencias que le sostienen, me interesé por ella.

Para ilustrar este hecho podría hablar de la mala concepción que se tiene del 19 de abril de 1810 o el 24 de junio de 1821, entre otros datos falsos vendidos como verdad; pero hoy escribiré sobre el 5 de julio de 1811, por la proximidad de la fecha.

Todos los 5 de julio de cada año se celebra en el país la “firma del acta de la independencia” con desplazamientos, desfiles y discursos de miembros de la fuerza armada nacional, en presencia del presidente. La fecha es conmemorada con grandes actos militares, no cívicos; de hecho, el factor común de estos actos con las demás conmemoraciones es que siempre se reivindican las acciones militares y no las cívicas, aun cuando no tienen cabida. Ahora bien, esto tiene un fin: mostrar a personajes militares o al aparato militar en conjunto, pasado y presente, como el héroe necesario y columna vertebral que construye material y simbólicamente a la nación –no por nada también se celebra el día de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana este día–; si analizamos el discurso político y la retórica dominante en nuestra sociedad nos fijaremos en que para el común venezolano le es imposible comprender aspectos fundamentales de nuestra existencia sin pensar en el rol y la influencia que el mito del héroe ha tenido en la formación del pueblo. En vista de ello, es necesario hacer ciertas acotaciones –contar la verdad–.

En principio, el 5 de julio siquiera estaba redactada el acta de independencia, por lo que no pudo haberse firmado –¿Cómo firmar un acta que no existe?–, ese día lo que pasó realmente fue que representantes de siete provincias de la Capitanía General de Venezuela votan y deciden declarar la independencia de la nación, después de casi tres días de debate, rompiendo las cadenas impuestas por el Imperio Español hasta el momento; siendo Juan Antonio Rodríguez Domínguez en su función de presidente del Congreso quien anuncia la resolución.

Luego del hecho, Juan German Roscio, quien más tarde redactaría la primera Constitución de Venezuela junto a Cristóbal Mendoza, y Francisco Isnardi elaboran el acta que se ratificaría dos días después, el 7 de julio de 1811, para dar paso a la firma de los representantes. Sin embargo, si bien se comenzó a firmar el acta el 7 de julio, la validez formal la obtiene una vez pasa al libro de Actas del Congreso el 17 de agosto y estampan las ultimas firmas al siguiente día. Por lo que, si hemos de celebrar la independencia se Venezuela, sería el 5 de julio por su declaración y el 18 de agosto por su firma; y no el 19 de abril y 5 de julio como se celebra respectivamente.

En adición, como dato no menos importante, el 14 de julio se presenta el Acta de la Independencia en Caracas y es izada la bandera tricolor en el Cuartel San Carlos y la Plaza Mayor, sin embargo, lo que resaltaba era la acción civil, no la militar; los “vivas y aclamaciones” de y por la independencia provenían mayormente de civiles, no militares –si bien estuvieron presentes, estos no ocuparon el centro de atención–, y esto queda demostrado tajantemente cuando las primeras autoridades en jurar solemnemente la independencia en el Congreso el 15 de julio fueron los Diputados, seguido por el Poder Ejecutivo, la Alta Corte de Justicia y solo después juró el gobernador Militar de Caracas y el Arzobispo en un marco de acciones civiles, no militares.

Con esto no intento menospreciar las acciones de aquellos que arriesgaron su vida por romper el yugo español, fueron actos necesarios dignos de elogiar también, pero es inadmisible que prevalezca esa visión por encima de los actos civiles que determinaron, para bien o para mal, el rumbo de nuestra sociedad. De hecho, la gesta militar emancipadora no fue un acto disruptivo creado por sí mismo, sino el resultado de ideas que se formaron y crecieron durante años en el seno intelectual de la época y se esparcieron cual virus en el colectivo; todo cambio social se debe primero a cambios de pensamientos en la elite intelectual, seguida luego de movimientos populares, no al revés; por lo que las acciones civiles siempre serán más grandes que las militares. No obstante, en nuestra cultura predominan las figuras militares y, en contraste, personajes como los nombrados en este escrito pasan desapercibidos.

Llegados a este punto cabe preguntarse: ¿Fuera nuestro presente distinto de conocer y comprender bien los hechos del pasado? Claro que sí; quizás no se hubieran corregido y evitado todos los males que ha atravesado la nación, pero seguramente se hubieran prevenido muchos sin sabores. Ya va siendo hora de recuperar nuestros hechos históricos, los reales, comprenderlos bien –no interpretarla a gusto– y destacar los actos que se oponen a la predominante idiosincrasia venezolana; solo así podremos dar un giro de 180 grados al camino decadente que ha recorrido el país por años y comenzar a construir una sociedad feraz sostenida en el tiempo.