Legitimidad, ilegitimidad y montesinos

Por Leroy Garrett [@lerogarrett].

Acabo de terminar un fascinante relato subdividido en varios capítulos, escrito por Mary Beard, a la sazón, la máxima autoridad viviente en lo que antigüedad romana se refiere y profesora de tales estudios en la Universidad de Oxford.

En “los 12 Césares”,  la profesora Beard nos invita a un viaje bien interesante para reconocer la veracidad o inverosimilitud, o ambas simultáneamente del rostro de los Césares, de los primeros doce, cuya fama e infamias son basamento de la conducta política de occidente tanto en sus facetas brillantes, claro oscuras, o bien tenebrosas.

Con asombro encontramos que la imagen de los emperadores romanos —salvo contadas excepciones muy bien documentadas— son una invención del Renacimiento, ese momento de vuelta hacia lo secular sin dejar de ser religioso.

Aunque el rostro de César es producto de una base común habida en la moneda emitida (Inventada) desde entonces, su cara fue adaptándose a realidades políticas y conveniencias sociales desde tiempos del mismo imperio y en lo sucesivo que por seguro desvirtuaron haciendo dudosos sus rasgos y apariencia.

Pero el bestseller de la Doctora Beard conlleva un mensaje a gritos; el de la legitimidad, hija del legado, y madre del poder. ¿Qué se buscaba con incorporar los Césares en la vida cotidiana renacentista o el orden greco romano en la arquitectura que sigue en boga en los edificios donde reposa el poder público?

Para las mentes artísticas renacentistas y sus patrones nobles, hacer regresar a los emperadores de Roma, les otorgaba un sentido incuestionable de ser los poderosos de entonces, los LEGITIMOS, los Medicis o Borgias, eran entonces los herederos de la grandeza pretérita y su justificación para detentar el poder.

Esto ha sido recurrente tanto en regímenes de derecha y escandalosamente de izquierda, el bolchevismo se negó enterrar a Lenin; santo ateo y perpetuo centinela de un régimen que cayó de bruces hace más de 3 décadas, así como debemos recordar por su caída, las estatuas con omnipresencia en cada rincón de la extinta más no desaparecida del todo unión soviética.

Sadam Hussein hizo lo propio, sus brazos que entrecruzaban espadas, daban la bienvenida a Bagdad y su retrato, en cualquier pose y ataviado inclusive a la moda de fiebre del sábado por la noche era presencia íntima entre beneficiarios y víctimas.

Sabemos que el difunto autócrata ha corrido la misma suerte, entre estatuas y hasta disfrazado de médico, aunque su legitimidad no cuaja, ni cuajará como la milenaria inmanencia de los Césares.

Con esto en mente, ¿Qué podemos decir del escenario en Venezuela?

Los últimos días han sido agónicos y repetitivos, para la señora Machado y su “candidata”, cantan como sinrenas en clave de réquiem, ya la dinámica política y la narrativa de los eventos no lo controlan, las abandonaron, la dictadura se salió con la suya y el destapado colaboracionista gobernador del Zulia es el ungido del gran elector quien lo más lejos que llega en su campaña flash es a Cabimas, y eso si por si “lo matan y se muere” y está comprometido en reconocer la victoria irreversible del candidato presidente inclusive antes de ir el mismo a votar

Hay que silenciar a María Corina, y ya se logró, aunque sus apariciones en las redes cada día son más lacónicas, exudan derrota, con ese acento y léxico de “Laura Pérez la sin par de Caurimare”  y protuberante tono depresivo, el régimen le quita de un “guamazo” el metraje de prensa agónico que le quedaba, sorpresivamente sacando a su enemigo público número uno —antes pilar revolucionario— “bajo arresto”.

¿Recuerdan a Montesinos, el arquitecto del aparato policial que capturó a Abimael Guzmán y que se convirtió en arma represiva para tratar de imponer a Fujimori para siempre, y que, por ese minestrone de nazis y estalinistas que sigue siendo el chavismo, se le dio protección hasta que Chávez quiso desviar los ataques de la opinión pública hacia la creación entonces de los círculos bolivarianos y otras medidas que ya asomaban los tiempos que vivimos?

Y después de rotundamente negar que daba posada al esbirro, un buen domingo de Julio del 2001 declaro “ atrapamos a Montesinos “.

Historia real del Socialismo: más de 4000 años de fracaso

«Me maravillo a menudo de que la historia resulte tan pesada, porque gran parte de ella debe ser pura invención»

Jane Austen

Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

La historia tradicional del Socialismo quizá responda a todo un conjunto de marañas de personas que no quieren que veamos la raíz del gran problema de la humanidad; o quizá responda a la simple falta de enfoque o ignorancia, que nos ha llevado a ver este perverso sistema como algo que surgió relativamente hace poco o que la institución del Estado es buena para la sociedad. Sin embargo, reflexionando un poco, viene a mi mente un dicho popular que dice que “la historia siempre la cuentan los vencedores”, y, haciendo retrospectiva, da la casualidad que quien ha vencido y prevalecido a lo largo de gran parte de la historia de la humanidad ha sido el Estado, el Socialismo, por lo que uno puede pensar que su historia ha sido minimizada convenientemente a unos 300 años —o no, pero el caso es que ha sido funcional para quienes defienden este sistema—. Esto no lo sé, tampoco quiero decir que la historia criminal tradicional del Socialismo este tergiversada, lo que sí sé y afirmo —y es lo intento aclarar— es que esa historia está incompleta, se queda corta, le falta un gran pedazo.

Para hacer esta afirmación no me valgo de datos estadísticos o “científicos”, estos los considero cuasi-irrelevantes —no en sentido completo— porque la historia no se puede interpretar científicamente —no todos los hechos históricos pueden sustentarse en datos objetivos—, sino en la observación, la razón y la capacidad de emitir juicios éticos. Con esto en mente, y sumado a las ideas expresada en textos anteriores[1], con el fin de completar genéricamente esa historia, podemos decir que la concepción que mostramos de lo que es realmente el Estado y/o el Socialismo, hace necesario ver su historia de una forma distinta; porque ya no tenemos un sistema que se origina en el siglo XVIII o XIX, en donde el Estado extiende sus tentáculos y regula muchos campos de la acción humana, sino que surge desde el momento en que el primer ser humano se levanta en contra de otros para conseguir fines propios a través de medios violentos, sometiendo la voluntad de otros en el camino. Si bien, esto puede tener un enfoque seglar y uno religioso, hoy daré un breve resumen del campo religioso o, para ser más exacto, en historia bíblica, y el seglar.

Gobierno de human sobre human en la Biblia

Si nos apegamos a la cronología Bíblica, entonces los sucesos que describe el Génesis en su capítulo 10 y 11, con respecto a Nemrod, suceden en algún tiempo entre el lapso de 2269 y 2030 antes de la era de Cristo[2]; por lo que fácilmente se puede decir que la historia del Socialismo, entendida esencialmente como: ilegitimo gobierno coactivo de humanos sobre humanos donde la voluntad individual queda a expensas de una amorfa colectividad[3] que se traduce en un ataque sistemático e institucionalizado a la acción humana, abarca más de 4000 años de historia; una historia decadente y llena de fracasos. Y no cabe mencionar que “la humanidad obtuvo grandes avances en muchos campos gracias a estas acciones cometidas por humanos sobre humanos y que la misma sirvió como resguardo o protección para la supervivencia humana”, sino que, en cambio, la humanidad avanzó a pesar de haber Estados en el mundo que rigieran su destino. Todos los Estados de la tierra, en mayor o menor medida, causaron malestares a la sociedad que sometían o fungieron —al igual que hoy— como limitantes para la resolución de dichos malestares o la consecución de un grado de satisfacción mayor para el ser humano. A lo sumo, de lo único que protegía el Estado a la Sociedad era de que viniera otro saqueador —otro Estado— a atacar o hacerse de los recursos del territorio y la sociedad que él mismo manejaba; pero, nuevamente, encontramos el mismo problema: El Estado. Esta seudo-protección no cambia el hecho de que la humanidad fue y sigue siendo esclava de las directrices de la clase gobernante, sin importar quien ejerza el poder.

Gobierno de human sobre human en la historia seglar

Ahora, viéndolo desde la historia seglar, el Estado primitivo —ese que no cuenta con instituciones tan estructuradas como en el presente ni estaban delimitados territorialmente— tiene su primera aparición en organizaciones como tribus o clanes que muchas veces tenían vasta extensión conseguida de las conquistas y explotación o extinción de las tribus conquistadas, pero su organización no era tan profunda como los modernos. Las primeras organizaciones de este tipo la podemos encontrar en la antigua Mesopotamia después del 3000 antes de la era de Cristo con la llegada de las ciudades sumerias, sin embargo, ya habían tribus esparcidas por todo el mundo que compartían las mismas características: conquistar y sobrevivir —como las formas de organización social de vikingos, quienes vivían de saquear a los demás, y de los demás pueblos nómadas que instituyeron la esclavitud[4]—; por lo que, con esta concepción del Estado y/o el Socialismo, se puede decir que su historia tiene entre 4000 y 6000 años de historia.

Gobierno de human sobre human en la actualidad

Dando un salto temporal hasta la época contemporánea, el Estado Nación o Moderno debe su origen a la delimitación del territorio en cual ejercerá su dominio; hecho que, a su vez, surge gracias al Tratado de Westfalia de 1648 firmado entre países europeos para evitar que las potencias —Estados fuertes— u otros países se impusieran a otros Estados[5]. Es en este contexto que, después de años de revoluciones en el que imperaba la monarquía autoritaria y/o la monarquía absoluta, maduran las instituciones políticas y el Estado comienza a mutar para amoldarse a un sistema que conseguiría darle la mayor legitimidad o aceptación intelectual, ese sistema que conocemos hoy día como Democracia Representativa.

Sea como sea, visto desde el foco histórico que guste más, la historia del Estado o Socialismo fue, es y siempre será la misma: un grupo de seres humanos aprovechándose de su poder para someter a otros; un grupo de humanos que se valen de medios políticos para conseguir sus fines por medio y a costa de otros; un grupo de humanos conquistadores que saquean y esclavizan a los conquistados. Nada ha cambiado ni cambiará en esencia dentro de un sistema social donde exista el Estado; en el pasado originaban guerras, saqueaban, explotaban o esclavizaban; hoy la cosa no ha cambiado, las guerras son de Estados —un grupo de humanos movidos por un ideal o por las ansias de más poder para dirigir coactivamente la vida de un pueblo; y esto aplica aún si no tienen un territorio delimitado aceptado por la comunidad internacional que, a su vez, la constituyen más Estados[6]—, saquean, explotan y esclavizan a través de medios sutiles como los impuestos legislados y no legislados o por otros no tanto como la creación de leyes que atentan contra la libertad. Si a través de instituciones fuertes que velen por la propiedad, libertad y vida de cada individuo por igual se eliminara la capacidad que tiene un humano o un grupo de humanos con poder de coaccionar a otros sistemáticamente, entonces el Estado y/o el Socialismo no existirían.

Algunas cosas más

Por lo pronto, como existió y sigue existiendo el Socialismo, queda de mi parte resaltar que el mismo siempre busca la forma de crecer; quienes gobiernan a la sociedad coactivamente siempre buscan y encuentran formas de ampliar su poder e influencia en la sociedad gobernada. El que hoy día tengamos Estados o Socialismos más sofisticados es una ilustración clara del hecho de que una pequeña dosis de Socialismo siempre llevará a que cada vez más dosis se inyecte en la sociedad o, dicho de otro modo, un Socialismo de menor grado siempre llevará a un Socialismo de mayor nivel o radical. En el pasado encontrábamos Estados sin límite territorial, con instituciones débiles; hoy encontramos Estados con instituciones sólidas, límites territoriales, dominio de armas más sofisticadas, una constitución que los legitima forzosamente por ley y con símbolos patrios o nacionales que le dan cierto grado de latría[7]. Ahora bien, el Socialismo en el planeta es más radical en uno que en otros lados, pero en aquellos lugares en donde es radical, es resultado de descoordinaciones o desajustes que han causado las intervenciones que le precedieron y se tratan de solucionar con más control; tal es el caso de, por ejemplo, Cuba, Corea del Norte y Venezuela.


[1] Revisar: (i) “Estado, gobierno, Dios y orden social”; (iii) “Socialismo, máxima expresión del colectivismo”; (iv) “El horror intelectual del Socialismo”; (v) “Economía y Socialismo, dos expresiones mutuamente excluyentes”; (vi) “El fracaso histórico del Socialismo: la URSS, Cuba y otras historias tradicionales del Socialismo”; (vii) “Socialismo definido: contra el concepto popular de “Socialismo””; todas publicadas en el portal de ContraPoder News y a las cuales puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/?s=Roymer (Consultado el 19 de diciembre de 2023).

[2] Atalaya del 1 de diciembre de 1975, publicada por los Testigos de Jehová, bajo el tema: Captando los sucesos bíblicos en orden. Pág. 734-735. También puede consultar el apartado “Desde la creación del hombre hasta el presente” de la sección “cronología” situada en “Perspicacia para Comprender las Escrituras”, volumen 1., págs. 584-604 (Brooklyn, New York. Editado por la Watch Tower Bible and Tract Society of New York, Inc. International Bible Students Association). Es relevante mencionar que absolutamente todos los gobiernos que le procedieron entran dentro de esta definición de Socialismo, así que no es necesario mencionarlas y/o describirlas, hacerlo sería redundar en una idea o creencia que ya es clara.

[3] Para efectos prácticos, Socialismo y Estado serán tratados en este texto como sinónimos. Entiendo que hay matices a tratar, pero en el fondo se discute el mismo asunto.

[4] Ver: Franz Oppenheumer. 2014. El Estado: su historia y evolución desde un punto de vista sociológico. Traducido por Juan Manuel Baquero Vázquez y publicado por Unión Editorial. Sección: “Pueblos anteriores al Estado: Pastores y Vikingos”.

[5] Este tratado, firmado después de 30 años de guerra, da luz o aceptación al término “soberanía territorial” y al nuevo orden internacional. Para conocer mejor los antecedentes y el impacto que tuvo la firma de este tratado, puede consultar el ensayo de Alejandro Galán Martin titulado: “La Paz de Westfalia (1648) y el Nuevo Orden Internacional”, al cual puede acceder a través de: https://dehesa.unex.es/bitstream/10662/3319/1/TFGUEX_2015_Galan_Martin.pdf (Consultado el 24 de diciembre de 2023).

[6] Qué curioso que quien tiene que determinar si un Estado es o no un Estado, sean los mismos Estados del mundo, basándose en leyes que, muchas veces, fabricaron ellos mismos.

[7] El grado de idolatría que se le guarda al Estado es supino e indignante, todo funciona cual religión que sirve a un dios con rituales varios; es la religión del Estado. A dios Estado debe rendírsele obediencia sin presentar objeción alguna, así no se entiendan sus acciones y sin importar si lo que pide es malvado, porque hacerlo es un acto de rebeldía y merece castigo; debe rendírsele adoración mediante la bandera de la nación y el canto del himno nacional, no hacerlo es una falta de respeto, un acto vil que merece castigo —dígale a un niño que no cante el himno en el colegio para que vea lo que pasa—; si hay algún problema en la sociedad, se le debe “orar” al Estado para que solucione dichos problemas, no hacerlo es considerado prescindir de este dios y, por tanto, una oposición que merece castigo —intente hacer algo que el Estado no regula, sin pedirle ayuda, para que vea cómo comienzan a surgir leyes e interpretaciones de leyes que terminaran por controlar su acción—. La sociedad actual es al Estado lo que los Israelitas eran a dioses falsos en su tiempo como pueblo escogido de Dios, y ellos, a igual que la sociedad del presente, pagaron las consecuencias de su mal proceder (revisar: Éxodo 20:4, 5; Deuteronomio 5:8, 9; 7:2-5; Josué 2:11-19; 3:7, 8). Y el adoctrinamiento inicia desde muy joven: desde primaria hasta la universidad se comienza a impartir el culto al Estado mediante el canto del himno y el homenaje a la bandera y en Ciencias Sociales te definen la institución y su supuesta importancia para la organización social, se tiene contacto con las delimitaciones territoriales del Estado y se refuerza el adoctrinamiento con historia, geografía, geografía económica (en Venezuela, hoy “geografía, historia y ciudadanía”), premilitar, economía, entre otros que, en mayor o menor grado, inyectan la creencia en dios Estado. Toda la rama de las ciencias sociales está impregnada de esta religión.

Acerca de Napoleón, la película

Por Leroy Garrett.

Hoy me alejo de comentar el devenir Venezolano por un tema que considero punto de referencia para comprender los tiempos ambivalentes que vivimos.

Para un cinéfilo impenitente como este cronista, la película histórica más publicitada del año era un bocadillo difícil de esquivar.

La película fue un gran esfuerzo de producción y efectos especiales, sin embargo, en relación a la rigurosa realidad histórica y a las complejidades de un personaje que no solo cambió el mundo en el siglo XIX, sino que sigue influenciando nuestro mundo contemporáneo, el largometraje deja mucho que desear.

La narrativa se inicia en un personaje en el centro de los tumultuosos tiempos de la revolución francesa, específicamente la época conocida como el «Reino del Terror», durante la ejecución de María Antonieta.

Aunque la película con acierto describe los momentos previos a su degollina, como abucheada y vejada por el pueblo, ella murió con el pelo recogido y no alborotado como describe el film.

Además, Napoleón, entonces un capitán de artillería de la republica, no se encontraba presente tal como lo dice la trama, sino que en realidad estaba en Avignon combatiendo las tropas federales.

La personalidad de Napoleón, mostrada por el magnifico actor Joaquín Phoenix, en donde se comporta pasivo-compulsivo, no era tal; el Corso es recordado por sus contemporáneos y se deduce de sus acciones, en ser muy comunicativo —y debió serlo para llegar a alcanzar lo que fue y no un llorón subordinado a Josefina, cuyas tempranas infidelidades, según el film, le hizo abortar la invasión de Egipto; algo que también es falso, porque él fue forzado a retirarse como consecuencia de la derrota de la armada francesa que servía de apoyo a su campaña por parte de los ingleses en la batalla del Nilo—.

Las licencias tomadas por el film de Ridley Scott son escandalosas, Napoleón nunca se entrevistó con Wellington, ni murió loco, ni borracho en Santa Elena, al contrario, en el recién publicado libro de la catedrática de Oxford, Ruth Scurr “Napoleón: una vida entre jardines y sombras” narra con estricta veracidad histórica la afición del emperador de los franceses por la jardinería “, hobby aún verificable por los jardines que construyó en Malmasion y la misma Santa Elena.

Napoleón fue responsable directo de la muerte de tres millones de personas, pero no fue Hitler, sigue siendo a dos siglos de su muerte un personaje de claros oscuros, tirano, pero impulsador de la sociedad secular, anti republicano y al mismo tiempo creador de instituciones como el Louvre o patrocinador de Champollion, descubridor de la Piedra de Roseta, y con ello de la egiptologia. Para nosotros los abogados, el Corso será siempre una apreciada referencia por ser el creador del Codigo Civil, suprema ley cívica la cual, con pírricas variantes locales, sigue rigiendo en las tres cuartas partes del globo.

En fin, esta versión hecha por Riddley Scott —también director de: El Gladiador, Blade Runner, etc.— me resultó tan mediocre que como pasa con todas las películas donde me aburro, me quedé dormido.

Vale la pena esperar que la pasen gratis por las redes, pero no merece el precio del ticket, esta película es otra prueba de lo superficial y conformista de los tiempos que vivimos.

No, el Esequibo no es de Venezuela

Por Roymer Rivas, escritor y teórico del Creativismo Filosófico.

Últimamente he visto cómo muchos venezolanos se manifiestan a favor de “defender la soberanía de Venezuela” en lo que al territorio de la Guayana Esequiba —o el Esequibo— respecta. De hecho, ya desde que estamos en el colegio nos inculcan ese “sentimiento nacional”, “patriótico”, de que el Esequibo es una zona en reclamación que le pertenece legítimamente a Venezuela. Empero, considero que esto es un error y que toda esta disputa territorial constituye en sí misma una prueba de lo mal que se conciben o aplican los principios del Derecho —hoy en manos de los Estados del mundo— a la hora de solucionar conflictos —que a veces surgen por el mismo motivo—, y de lo mal que concebimos hoy el modo en cómo debe organizarse la sociedad en general. Todo mal.

Muchas veces nos enfrascamos en solucionar problemas desde la legalidad, sobre todo si la misma nos beneficia, y no reparamos en preguntar si dicha legalidad es legitima per sé o, para este tipo de casos, más aun en el contexto histórico en donde surge —que si bien puede ser legitimo o no, visto desde un foco moral abstracto, la visión carece de sentido al momento de analizar los hechos según como se desarrollaron en el tiempo e hizo configurar todo el orden que hoy nos rige—. Por ello, considero que es necesario ampliar el panorama, sin caer en victimismos y dicotomías absurdas del tipo “buenos o malos; colonizadores y conquistados; etc.”, o en falacias ad misericordiam que aludan a un irrelevante patriotismo o sentimiento nacional, para poder analizar las cosas con mayor objetividad.

Con esto en mente, en este texto explicaré por qué carece de sentido pelear por el territorio de la Guayana Esequiba y, en consecuencia, lo más sensato sería —a efectos formales— firmar un papel que elimine toda disputa sobre el tema y reconozca el territorio como de la República Cooperativa de Guyana o simplemente hacer como que la disputa no existe y dejar que Guyana siga ejerciendo soberanía en la zona —que es lo que ha ocurrido fácticamente en la mayor parte de tiempo de la disputa, vale destacar—. No obstante, para llegar a tales conjeturas es necesario comprender ciertas cosas que esbozaré en adelante. Pero antes de ello, quiero aclarar que entiendo perfectamente que estas afirmaciones podrían causar polémica, pues va en contra de lo comúnmente aceptado en Venezuela, pero que la mayoría crea que estoy equivocado no es argumento suficiente para invalidar lo que aquí expresaré; ergo, a todo aquel que piense distinto lo invito a argumentar con lógica, solidez y en un marco de respeto, el por qué considera que estoy equivocado —si bien, estimo que no la tendrá fácil en la medida en que ir contra los argumentos que desarrollaré constituiría aceptar una contradicción en la defensa del Esequibo como territorio venezolano—. Sin más, comencemos.

1. Fijación de fronteras de los territorios en la época de la Venezuela Española

Es necesario tener presente que todos los territorios medianamente delimitados desde la llegada de los europeos a América fueron ganados a punta de bayoneta. Si bien es cierto que algunos tratados establecieron y/o reconocieron las fronteras territoriales repartidas entre ingleses, españoles, portugueses, neerlandeses, entre otros, esto no elimina el hecho que dichas fronteras se ganaron por imposición y despojo a los nativos americanos. Los años siguientes a la llegada a las costas venezolanas en 1498, los españoles comienzan expediciones para conocer y establecerse en el territorio, pero, en paralelo, neerlandeses, ingleses, franceses y otros van haciendo lo propio en otros lares. Si bien, antes de hablar sobre el “derecho” de los límites fronterizos en la época, considero necesario relatar algunas cosas.

1.1. Las expediciones españolas —y otras— por el Orinoco

Varias de estas expediciones españolas fueron dirigidas hacia el Orinoco con el fin de hacerse con el terreno —llevado además por la idea del “Dorado”, el reino de oro—, pero la mayoría fracasaron en el intento; en 1531 llega Diego de Ordaz acompañado de mil hombres, 400 de ellos veteranos, con el objetivo de explorar estas tierras habitadas por distintas tribus nativas, la mayoría belicosas, pero la expedición salió mal por todos lados, dadas las dificultades de atravesar las tierras, la oposición de algunos nativos, las enfermedades, y lo único que logró fue la molestia —y la muerte— de quienes le acompañaban y los nativos que habitaban en la zona[1]. Tan mal le fue a Ordaz que las expediciones por el Orinoco quedaron muy desacreditadas, “retrayéndose la gente española de ir tan lejos a arrostrar peligros ciertos por muy dudosos beneficios”[2]. Luego de las expediciones de Ordaz, le siguieron otras entre 1533 y 1535, pero no corrieron con mejor suerte que Ordaz en cuanto a las dificultades que se les presentaron, aunque sí lograron llegar un poco más lejos a través del Orinoco.

En este escenario, habiendo fracasado en su búsqueda de riquezas minerales, pero encontrando magnifica esas tierras, entienden que no lograrán nada con las armas y optan por evangelizar. Así, para 1576 se establecen colonias de misioneros “en toda parte donde pudo abrirse un camino el valor y la constancia del apostolado religioso” en las zonas del Orinoco. Sin embargo, el resultado de todo esfuerzo también fue el fracaso, puesto que los holandeses de Esequibo y zonas aledañas invadieron y expulsaron a los jesuitas de Guayana para el año 1579, llevando a que los españoles desistieran en su misión y dejaran esas tierras[3]. Doce años después de estos hechos es que nuevamente algunos españoles se animan a recorrer el Orinoco, después de fundar San José de Aruña en Trinidad, y establecer una población al este de la embocadura del río Caroní.

No obstante, aunque estas expediciones dieron a conocer tierras y abrió pasó para establecer ciudades, todavía para 1595 —y los años que le siguieron— los españoles habían sufrido pérdidas y enfrentado a muchas calamidades en la búsqueda del Dorado por Guayana —una búsqueda codiciosa que fue compartida también por extranjeros de otras nacionalidades[4]—. Para el año 1603, españoles y británicos se encontraban en paz, pero ese estado no fue aprovechado por los españoles para adentrarse en las zonas de Guayana —incluyendo el Esequibo— y, según nos cuenta Baralt, siquiera “perfeccionaron gran cosa el establecimiento ya fundado”[5]. Los españoles tuvieron que esperar hasta 1687 cuando los evangelizadores deciden llevar nuevamente el mensaje a los nativos del Orinoco, pero, después de muchas dificultades, es en 1725 cuando logran establecerse firmemente[6].

Pasado el tiempo, en 1756 se crea una comisión encargada de fijar “los límites de las posesiones españolas de Guayana”[7] trayendo consigo, además, la ganadería a ese territorio. Empero, estos esfuerzos fueron para el interior de Guayana, no para la zona del Esequibo, donde no había asentamientos españoles —o por lo menos no importantes—.

1.2. Entra Gran Bretaña oficialmente en el conflicto por el Esequibo

Por otra parte, es necesario mencionar que para el año 1616 los holandeses se asientan en el Fuerte Kykoveral cerca del Río Esequibo, desde donde administraron la colonia Esequibo de la Guyana Neerlandesa entre 1616 y 1739[8]. Además, ya para 1648 España había cedido el margen de la derecha del río Esequibo a los Países Bajos —dado que reconoció la independencia de las Provincias Unidas de los Países Bajos[9]—, por lo que la Guyana Española pasa a ser la “Guyana Holandesa”. Empero, una vez se crea la Capitanía General de Venezuela y se establece el río Esequibo como la frontera oriental entre España y Holanda —Países Bajos—, resalta el hecho de que la posesión del Esequibo por parte de España sería solo de iure —es decir, de derecho, de reconocimiento jurídico, legalmente—, puesto que no se había colonizado el territorio totalmente —siquiera una buena parte de ella—; en contraste, Países Bajos poseería el territorio de facto —es decir, de hecho—, pues sí administraban buena parte del terreno.

Es por este motivo que en 1791, ante las pretensiones holandesas de quedar en la zona y adjudicársela como suya, España firma con ésta un tratado de extradición, que abarca el establecimiento de relaciones jurídicas y de intercambio de presos, “en el cual España reconoce “como holandesas” las colonias del Esequibo, Demerara, Berbice y Surinam”, que se encuentran al este del río Esequibo[10] —una estrategia que pretendió salvar la posesión de iure de la zona oeste, sin cambiar nada más—. No obstante, todos estos territorios pasarían a las manos de los británicos en 1814 cuando Países Bajos los vende, conformando un total de 20.000 km2, dándole a Gran Bretaña presencia legal —de iure— en la zona[11]; si bien, esta extensión territorial es mucho menor que la zona en conflicto actual, lo que muestra la expansión territorial que tuvieron los británicos —antes, durante y— después de este hecho. Es desde este momento que Gran Bretaña se hace participe oficial del conflicto por el Esequibo.

1.3 Avance de Gran Bretaña en el Esequibo

En este escenario, para el año 1796 España e Inglaterra entran en guerra, llevando a la pérdida fáctica de Trinidad en 1797 con la llegada de flotas inglesas a la isla y cediendo la misma al firmar en el tratado de Amiens que dio fin a la guerra en 1802[12]. Durante este tiempo, los británicos no hicieron más que fortalecerse mientras, en contraste, comenzaba a profundizarse la decadencia de España; y, en el tema que nos compete —el Esequibo—, la situación descrita anteriormente no había cambiado por el lado de España, mientras que los ingleses si habían avanzado un poco más. De hecho, la paz entre ingleses y españoles duró poco, dado que es interrumpida en 1804 —una época donde Gran Bretaña ya la había declarado la guerra a Francia en 1803, en un contexto de alta influencia napoleónica en Europa; de hecho, para 1806, Holanda pasa a ser un Estado satélite de Francia con Luis Napoleón, hermano de Napoleón Bonaparte, siendo nombrado Rey de la zona, viéndose los reyes holandeses en la necesidad de refugiarse en Gran Bretaña[13]—. En este contexto de guerra, Francisco de Miranda aprovecha para seguir solicitando ayuda a los ingleses con el fin de liberar América de España, pero solo logró recibir la garantía de que no permitirían que franceses y españoles se dirigieran a América para impedir su empresa[14]. Comienza así oficialmente las crónicas de la muerte del reino de España en nuestras tierras y una mayor injerencia de británica en zonas cercanas a —y más delante dentro de— Venezuela.

Ya pasado unos años, en 1822 —cumplido el trato entre británicos y holandeses de 1814—, Venezuela, que forma parte de la Gran Colombia y está enfocada en las guerras independentistas, de la cual saldría muy pobre, comienza a protestar por las continuas invasiones de colonos ingleses en territorio venezolano. Para 1823, José Rafael Revenga, en ese entonces Ministro de Colombia en Londres, por órdenes de Simón Bolívar denuncia que los británicos “tienen usurpada una gran porción de tierra que, según los últimos tratados entre España y Holanda, nos pertenece”, pidiendo que se retiraran de la zona[15]. Estos reclamos se extendieron por los años, mientras solo se obtenía como respuesta la omisión de los británicos.

Así, para 1831 se constituye la “Guayana Británica”, por orden del Rey Guillermo IV del Reino Unido, y se comienza a profundizar el avance y establecimiento de colonos británicos al oeste del río Esequibo, aventajándose por la despoblación y de la precaria situación de Venezuela, quien se acababa de separar de la Gran Colombia y comienza apenas a institucionalizarse como país independiente. Cabe destacar, además, que para entonces el Reino Unido ya se estaba consolidando como la potencia hegemónica mundial, por lo que prácticamente podía hacer lo que quisiera sin oposición alguna.

1.4 El conflicto por el Esequibo se intensifica y Venezuela tiene todas las de perder

En el año 1835, un explorador alemán, de nombre Robert Hermann Schomburgk, ofrece sus servicios al gobierno británico para fijar las fronteras de la colonia y, una vez inspeccionada, fija una extensión de 4290 km2, pero cuatro años más tarde, en 1839, el mismo personaje vuelve a trazar frontera, pero ahora con 141.930 km2. Si bien, mientras por un lado Venezuela protestaba, “Gran Bretaña reconoció el trabajo de Schomburk como una actividad preliminar y sujeta a futuras discusiones”[16]. En este sentido, el 28 de noviembre de 1840 Venezuela recibe una notificación del gobierno británico indicando que Schomburgk había recibido la tarea de delimitar las fronteras de la colonia en el Esequibo, a lo que Venezuela responde que “nada podía hacerse hasta que no se concluyera un tratado de límites”[17].

A pesar de ello, en 1841 Venezuela comienza a protestar por lo que considera es suyo, desembocando en 1843 con una respuesta, de bastante peso para cómo se desarrollaron los hechos en la época, del Secretario Principal de Estado y Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, Lord Aberdeen, quien alegó, entre otras cosas, “que Venezuela no tenía asentamientos en la región en disputa”[18]. Para julio 1844, Alejo Fortique, para entonces Ministro de Relaciones Exteriores venezolano, quien había elevado su voz protesta contra el avance británico, “propuso las bases para un arreglo en el cual estableció la “Línea Histórica” que determina el Río Esequibo como límite natural” —fundamentándose en los territorios de la Capitanía General y en el principio recogido en el uti possidetis iure o “posesión de y/o por derecho”—, pero la única respuesta y garantía que recibió era que a Venezuela “no le sería despojado la Boca del Río Orinoco”[19] —constituyendo así un presagio de lo que ocurriría en 1899—.

Llegado el 26 enero 1887, el ministro de Relaciones Exteriores, Diego Bautista Urbaneja, dirige una nota al ministro inglés, Saint John, señalando las infracciones cometidas por Gran Bretaña al usurpar territorio que consideraban “legítimamente venezolano”, agregando también que el presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco, había ordenado evacuar dicho territorio indebidamente ocupado desde las bocas del Orinoco hasta el Pomarón, amenazando con romper relaciones diplomáticas si no se daba el caso. Ante la omisión de Gran Bretaña, Antonio Guzmán Blanco cumple su palabra y rompe relaciones diplomáticas el 20 de febrero del mismo año, pero el gobierno británico ignora esto por completo y al año siguiente —1888— se expanden más e incluso se adjudican 203.310 km2 del territorio.

Dado todo el conflicto, y después de muchas protestas por parte de Venezuela, en 1897 se firma junto a Reino Unido el Tratado Arbitral de Washington D. C., por el cual las partes se comprometían a resolver el problema limítrofe mediante un arbitraje internacional, desembocando en Laudo Arbitral de Paris de 1899, el cual termino dictando un fallo a favor de Reino Unido; el mismo estaba conformado por 5 representantes: 2 de Reino Unido, 2 estadounidenses y 1 un ruso que fue elegido por los 4 que conformaron el arbitraje; si bien es cierto que Venezuela debía que estar representada por ciudadanos venezolanos, Reino Unido exigió que no fuera así, por lo que quedó en manos estadounidenses el destino del Esequibo, a Venezuela no le quedo de otra que aceptar, pues no tenía la fortaleza para oponerse al imperio Británico y temía perder incluso más terreno. Así, el 3 de octubre de 1899, despues de 6 dias de sesiones, a pesar de que se contaba con un plazo de 2 meses, por decisión unánime se falló a favor de Reino Unido.

Los días que siguieron al Laudo de Paris estuvieron acompañados de protestas por la decisión tomada, no obstante, Venezuela solo protesta por el resultado final del arbitraje sin denunciarlo oficialmente por los temores antes descritos[20]. Después del Laudo, se forma una comisión Mixta de Fronteras británico-venezolanas entre 1900 y 1905 para demarcar definitivamente de los límites entre Venezuela y la colonia de Guayana Británica, firmándose en el año 1907. Tras los hechos de 1964, en el año 1966 la ONU admite la demanda y se reconoce la contención venezolana a nivel internacional, lo que conllevó a la firma del Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero, en el que Reino Unido y Guyana reconocen las reclamaciones de Venezuela y establecen que deben mediar para fijar límites —sin reconocer explícitamente que “el Esequibo es de Venezuela”—.

1.5 Conclusiones parciales

En suma, el panorama es claro: los gobernadores de facto del Esequibo fueron durante mucho tiempo los holandeses e ingleses, siendo estos últimos quienes se adentrarían en el territorio casi por completo. Por su parte, los establecimientos españoles en la zona brillaban por su ausencia y, de hecho, ya se podían ver vestigios de la decadencia que le acaecería al Imperio Español en los años siguientes a 1800. En adición, Venezuela, aunque heredó sus territorios delineados por el Imperio Español, mucho menos se preocupó por ocupar lo que en principio le pertenecía, y una vez comenzaron a arrebatárselo no contaba con la fuerza suficiente para sostenerlo —en un siglo donde es la fuerza lo que cuenta; los territorios de absolutamente todos las colonias de América fueron ganados por la fuerza; si un nativo venezolano hubiese reclamado un territorio como suyo a España, en el mejor de los casos sería simplemente ignorado, en el peor caería muerto por la fuerza—.

De todo el breve relato contado hasta el momento, se infiera también que el derecho sobre territorio con más peso en la época era, en definitiva, el uti possidetis de facto, al que aludía Gran Bretaña, y no el uti possidetis iure, al que aludía Venezuela. Profundicemos un poco más en esto.

2. Iure versus Facto en contextos de invasiones: el Esequibo no es de Venezuela

Como mencioné antes, el uti possidetis iure hace referencia a aquello que se posee “de acuerdo al derecho”, un principio que sirvió para delimitar fronteras durante varios siglos, a través de tratados donde los Estados aceptaban los límites territoriales de otros. En el caso de América tras la separación de España, varios —entre ellos Simón Bolivar— apelaron a este principio para mantener los territorios que emergieron después de la llegada de los españoles. Sin embargo, otros Estados, como Brasil, delimitaron territorios bajo el principio uti possidetis de facto, que se basaba en la ocupación y efectivo control sobre el territorio que se adjudicaban como propio. Estas dos concepciones de establecer fronteras trajeron varios conflictos, pero si nos apegamos al contexto de la época, sobre todo hasta finales del siglo XIX, lo que tenía más peso era la posesión de facto y no por derecho.

De hecho, el siglo XIX es importante, porque hasta entonces los nuevos estados que surgieron y/o surgirían en América heredarían lo que España dejó y poseía efectivamente —teniendo o no títulos de derecho, lo cual incluía tratados internacionales de reconocimiento de territorios—, es decir, los territorios heredados efectivamente no eran aquellos que se poseyeran por derecho por descubrimiento o por firma de tratados, sino aquellos donde efectivamente ocupaban. De esto se infiere que, en la práctica, el papel no tenía mucho peso —no digo que no tenía ningún peso, digo que no era de mucho valor en comparación a la posesión efectiva del terreno—.

El Esequibo es una clara muestra de esto, de la primacía de la posesión de facto sobre el uti possidetis iure; suficiente con recordar la protesta de Alejo Fortique y la respuesta de Lord Aberdeen en el 1844 —ver sección anterior, párr. 1, 2—. El uti possidetis iure cobraría mayor relevancia durante el siglo XX, pero lamentablemente, nos guste o no, lo hizo demasiado tarde. Las mismas autoridades venezolanas aceptaron que no se podía hacer mucho en 1840, puesto que no se habían sentado a firmar tratados —uti possidetis iure—, y luego no hicieron más que apelar a una historia sacada de contexto para adjudicarse el Esequibo, aunque sin defenderlo efectivamente por miedo a la potencia del momento.

Además, si es el caso y el uti possidetis iure debe tener en ese contexto histórico mayor relevancia —que es de donde se apegan todos los que dicen que el Esequibo es “legítimamente de Venezuela”—, entonces debemos dividir todo el país en las difusas fronteras de las distintas tribus nativas que se encontraban en el territorio antes de la llegada de los españoles y, por tanto, Venezuela deja de existir tal y como la conocemos hoy; pero pedir eso es igual de absurdo que decir que el Esequibo es de Venezuela. Nos encontramos en una época de dominación y conquista, donde es la fuerza la que fija límites territoriales y, en algunos casos de respeto, son los tratados los que lo fijan —siempre y cuando sean respetados y el pueblo pueda defenderse de los invasores irrespetuosos, porque si no se da ese caso, de facto el terreno es de quien invade—; así se ganó el terreno España, luego lo heredó Venezuela y lo perdió por la misma razón.

3. Influencia, cultura y actualidad

A esto se suma el hecho de que, hoy por hoy, toda la población de la zona del Esequibo tiene muy pocos vínculos culturales con Venezuela —desde el idioma, que ya de por sí es mucho, hasta sus tradiciones y costumbres—, lo que da más fuerza al hecho de que España tuvo poca injerencia allí, mientras que los holandeses y los británicos sí. Carece de sentido adjudicarse un terreno como propio e ignorar a su vez a toda su población —aunque entiendo que a efectos geopolíticos y de recursos naturales, que es realmente por lo que se aviva el conflicto, eso importa poco—. Y para muestra, un botón: el 2 de enero del año 1969 se produce un movimiento separatista en Lethem, al sur de Guyana Esequiba, que controlado por las fuerzas de defensa de Guyana, en ese entonces, los rebeldes solicitaron ayuda al gobierno de Venezuela invocando su “nacionalidad venezolana”, pero Rafael Caldera, el entonces presidente, se abstuvo de apoyar el movimiento; lo único que hizo el gobierno venezolano fue dar la nacionalidad venezolana a quienes huyeron a territorio verdaderamente venezolano. Entonces, surgen las preguntas: (i) ¿Si el Esequibo es de Venezuela, por qué fácticamente se actúa como si no lo fuera? Y (ii) ¿Si el Esequibo es de Venezuela, por qué dar “nacionalidad venezolana” a personas que se supone “ya son venezolanos” por el mero hecho de que —supuestamente— el Esequibo es de Venezuela? Algunos podrían decir que era para evitar un conflicto bélico, lo cual es sensato, más teniendo en cuenta que Guyana acusó a Venezuela de alentar al movimiento separatista, pero lo cierto es que nunca hubo intención real en ejercer dominio sobre el territorio, ni por parte de España un por parte de Venezuela.

Por si fuera poco, el mismo Hugo Chávez, en su intento por ganarse el favor del continente, en el año 2004 flexibiliza la relación con Guyana y permite las operaciones de infraestructura y desarrollo del gobierno de Georgetown en el Esequibo, llegando incluso a afirmar que la reclamación de 1962, que lleva a la firma del Tratado de Ginebra en 1966, fue “orquestada desde Washington para presionar al gobierno izquierdista de Guyana”; en otras palabras, que el Esequibo nunca fue de Venezuela y, por tanto, nunca debió reclamar a la ONU por ello.

Lo que sucede realmente con la zona del Esequibo es que desde Venezuela se apela a sentimientos nacionales e históricos —totalmente descontextualizados— para decir “esto nos pertenece”, sin haberlo sido efectivamente y sin ser ahora realmente así, porque a nadie le gusta perder. Además de este sentimiento de perdedor, la lucha por un territorio que, de facto, históricamente y culturalmente nunca ha pertenecido al país, actualmente responde más a los hechos de que (i) se ha alimentado la idea —instrumentalizada políticamente— de que Venezuela ha sido víctima de ataques imperiales a lo largo de su existencia y (ii) que ahora se sabe que es rico en recursos naturales. Un absurdo total. Nos encontramos en un escenario de retórica política sin fundamento, apoyado o seguido por una masa que no se preocupa por comprender la historia tal y como se dio, independientemente de si comparten ideologías o no con el gobierno de turno, que no permite soltar y avanzar —que es lo que debe hacer Venezuela con el Esequibo—.

4. Algunas posibles objeciones a lo expresado

Quien haya llegado hasta aquí puede decir que estoy que por la fuerza se pueden ganar territorios, independientemente de su legitimidad, pero tomar tal postura es no comprender lo que desarrollo en el texto; no estoy diciendo que las acciones de Gran Bretaña en el Esequibo hayan sido legítimas y, por tanto, le pertenece —luego heredado a Guyana—, lo que estoy diciendo es que, en el contexto histórico donde se desarrollaron los hechos, Gran Bretaña tenía todas las de ganar, como fue el caso, no es legítimo, pero así fueron las cosas, tampoco fueron legitimas moralmente las acciones de España y aun así hoy se usan las fronteras heredadas del mismo para pelear por algo que Gran Bretaña se ganó de la misma manera. Esto no se trata de ver qué es legítimo o no, se trata de aceptar las cosas tal y como se dieron. He aquí precisamente la contradicción y doble moral de quienes defienden el Esequibo como de Venezuela: que se lucha por algo que otros ganaron de la misma manera en que España y Venezuela, tal y como se concibe en la actualidad, ganaron lo suyo.

También, otros puedes decir que con mi lógica podríamos defender lo que Rusia está haciendo con territorios de Ucrania, pero tal argumento no cabe en el debate; en principio, nos encontramos en diferentes momentos históricos y hoy si tiene más peso el uti possidetis iure que el de facto; en segundo lugar, si de legitimidad y moralidad hablamos, lo correcto sería que cada pueblo, sin importar lo grande o pequeño que sea, pueda establecer las normas por las que se regirá la comunidad o sociedad que en su territorio hacen vida, dando paso al derecho de secesión. Pero como ésta concepción moral no es la que hoy rige el mundo —eso es pedir mucho—, nos tenemos que aguantar con la espuria “legitimidad” de fronteras vinculadas al concepto de Estado-Nación, por lo que las acciones de Rusia son inmorales en la medida en que no respetó la soberanía de otra nación[21].

Otro argumento que pueden decir —aunque más que un argumento es una acusación— es que estoy siendo un apátrida y un traidor por no reconocer el Esequibo como de Venezuela; a estos les respondo: (i) mi patria es donde están mis pies y donde tengo vínculos culturales y emotivos, es de hecho ese el máximo significado del término “patria”, así que si a eso caemos, entonces es más apátrida aquel que quiere decir que es suya una cultura distinta y un terreno que muy probablemente jamás en su vida ha visitado, no conforme con eso, es también un ser con aires de conquistador que pretende criticar a otros conquistadores; y (ii) teniendo en cuenta el punto (i), entonces no solo no soy un traidor, sino que soy aún más nacionalista que aquellos que dicen serlo y pretenden luchar por algo que jamás fue de la nación.

5. Refutando algunas posturas comunes

Habiendo dicho lo anterior, quiero destacar algunos errores que cometen historiadores al momento de hablar sobre el tema en cuestión. Algunos afirman que la sentencia del Tribunal de Arbitraje reunido en París para definir la disputa sobre la frontera del Esequibo con Venezuela y Guayana está viciado de nulidad, y en efecto, visto tal y como se ven las cosas hoy, es así, pero ignora —me gustaría pensar que por emoción— que absolutamente todos los territorios de América se fijaron ilegítimamente, ergo, en última instancia, el territorio “legal” de la Capitanía General de Venezuela tiene el mismo grado de nulidad que el Laudo Arbitral de París.

Algunos, como Manuel Donís —doctor en Historia, profesor universitario e investigador del Instituto de Investigaciones Históricas P. Hermann González Oropeza, S. J. (IIH) de la UCAB—, llegan más allá y dicen que el Laudo de París es una “verdad procesal, pero no real”, dado que “Venezuela no ha aceptado de forma legítima y expresa, ni durante ni después, la ejecución del laudo”[22], pero tales afirmaciones no son del todo ciertas; es cierto que Venezuela protestó por el Laudo de París —de hecho, viene protestando desde 1822 por las continuas invasiones británicas—, pero también es cierto que, por un lado, esto es irrelevante para el contexto de la época y, por el otro, Venezuela nunca trascendió esas contadas protestas, nunca ejerció dominio en la zona y nunca se preocupó efectivamente por lo que sucedía en la zona.

Otros apuntan a que España siempre ejerció soberanía allí para despues sostener cómo el terreno es de Venezuela por herencia. En esta línea, el abogado Freddy Guriérrez Trejo publicó un artículo donde dice que, “antes de la guerra de independencia, España ejercía sus dominios sobre esos espacios que tiempo después estuvieron en controversia”, pasando a mencionar que “entre 1819, año de celebración del Congreso de Angostura, y la Constitución de 1821 en Villa de Rosario, que crea la Gran Colombia, se definió el espacio” del país fundamentado en la Capitanía General, algo que se sostiene en el uti possidetis iure que considera “incuestionable” y de “aceptación universal”[23], craso error. En primer lugar, ya vimos cómo hasta finales del siglo XIX el uti possidetis iure no era de aceptación universal y más bien quedaba solapado por el uti possidetis facto; en segundo lugar, si bien es cierto que en papel es incuestionable que el territorio se consideraba “de Venezuela”, es falso que España ejercía dominio efectivamente en la zona en reclamación del Esequibo y también es cuestionable que lo haya ocupado al mismo grado que lo hizo Gran Bretaña.

Pero, así como Venezuela ha establecido como suyo el Esequibo desde 1811, Gran Bretaña lo hizo —sea por omisión, o por ocupación de facto— en los años siguientes, especialmente desde 1831. Además, en la actualidad —y desde siempre con los holandeses y británicos— es Guyana, que desde 1980 establece la inclusión del territorio dentro de sus límites en la Constitución, quien administra como propio el Esequibo, sin importar los reclamos de Venezuela.

En este sentido, tengo que recordarle a estos historiadores y abogados que este tipo de conflictos históricos a veces no se resuelven solamente por lo que es considerado “legal” o “moral”, los mismos acontecimientos y la continua pelea por las dos concepciones del derecho para fijar fronteras oscurece el asunto. Empero, si ampliamos y vemos el panorama completo, se esclarece y pueden vislumbrarse caminos de solución del conflicto. Por todo lo expresado hasta ahora, indudablemente el Esequibo no puede ser considerado de Venezuela.

6. Conclusiones finales

En resumen, desde la llegada del Imperio Español a América, España se adjudicó el territorio del Esequibo sin que más tarde —jamás— se esforzara en explotar ni en establecer en el sitio, tal y como sí lo hizo con otras zonas de Venezuela; y esto en una época de imperios, dominio y conquista puede salir muy caro. Más adelante, cuando Venezuela se separa del imperio, las autoridades del país tampoco se preocuparon por establecerse en el lugar, pues se concentraron en librarse de España y, una vez constituida Venezuela como independiente en 1830, en institucionalizar la nueva nación; todo en una época donde el Imperio Británico crecía cada vez más y la posesión de facto importaba más que la de derecho. Si bien Venezuela protestó por lo que consideraba suyo, no pudo hacer mucho.

Además, dejando de lado el territorio como tal, hay que tener presente que el pueblo del Esequibo no comparte fuertes vínculos culturales con la población Venezolana, precisamente por la poca incidencia que tuvo España y luego la constituida Venezuela en el lugar, por tanto, adjudicarse el Esequibo como propio y pelear por él —si llega a darse el caso— atentaría contra la libre determinación de ese pueblo. La cosa sería distinta si se hiciera un referéndum en el que participaran absolutamente toda la población del Esequibo y se le preguntara si quieren formar parte de Venezuela o no —a lo que muy probablemente gane el “no”, porque a esa gente no le interesaría formar parte de un país sumergido en la peor crisis política, económica, social y, en suma, existencial de toda su historia, mucho menos bajo la dictadura de Nicolás Maduro—.

En este orden de ideas, destaca la idea de que la misma España y la misma Venezuela ganaron sus fronteras a punta de bayoneta, por lo que no se diferencian en nada a lo que hizo Gran Bretaña y, en última instancia, apegandonos a la ley de decencia elemental y, por tanto, la moralidad universal, todas las fronteras de hoy son “ilegitimas” por su origen de conquistas. Si hemos de juzgar el Esequibo como propio por que fue “arrebatado por los británicos”, también hemos de juzgar como “no propio” todas las fronteras de Venezuela que les fueron arrebatadas a los nativos. Pero como apelar a esto en el vacío es una estupidez —pues hay que desarrollar argumentos morales para fijar límites teritoriales partiendo del concepto de propiedad privada; que aquí no compete—, y dado que no se puede resarcir a los nativos fallecidos con el territorio que les fue arrebatado y que todos los protagonistas de los conflictos territoriales del siglo XIX están muertos, simplemente hemos de aceptar que Venezuela perdió el territorio, es lo más sensato.

Sin embargo, si alguien quiere realmente defender fronteras territoriales y estar en línea con su sentir nacionalista y/o patriótico, lo invito a que comience a exigir el derecho a secesión para que cada comunidad del país determine su futuro, en un contexto donde en “nuestro mismo territorio” un gobierno tiránico somete a toda una sociedad dentro de las fronteras que domina.

Venezuela no necesita el Esequibo, que desde hace mucho tiempo no le pertenece —nunca lo hizo de forma efectiva—, lo que necesita es salir de la crisis actual, re-institucionalizarse, y respetar la libertad de todos sus habitantes en busca del desarrollo; y eso no se logra en una pelea territorial sin sentido, sino enfocándonos en nuestras propias necesidades y ver como satisfacerlas, con trabajo, responsabilidad y respeto a todos los que nos rodean. Antes de pretender ejercer dominio sobre un territorio ajeno, Venezuela debería preocuparse por dominar bien el suyo.


[1] Esto lo menciona Rafael María Baralt en sus textos del siglo XIX. Al respecto, puede revisar: Rafael María Baralt. 2016. Resumen de la historia de Venezuela, Tomo I. publicado por Editorial UNERMB. Págs. 357-362. El autor relata cómo Diego de Ordaz se lo llevan preso a Santo Domingo después de su notable fracaso en la expedición y, aunque se libra, e incluso es incentivado a continuar, decide marcharse a España por su estado de Salud, muriendo envenenado en el camino.

[2] Ibídem., pág. 362.

[3] Ibídem., pág. 365.

[4] Ibídem., pág. 367, 368. Para estas fechas, la reina Isabel se encontraba en guerra con Felipe II, Francia y Países Bajos, pero no por ello desentendió las expediciones inglesas en la actual América. De hecho, la ciudad que habían fundado los españoles en Trinidad fue destruida por los británicos en 1595 y las expediciones británicas continuaron por el Orinoco, pero ya para 1603 Gran Bretaña se encontraba en relativa paz con España, por lo que incluso fueron ejecutados aquellos que atacaron colonias españolas para la fecha (ver Ibídem., pág. 370). Es necesario mencionar que para 1595 los neerlandeses son “expulsados” del área por los españoles, firmando un acuerdo donde se establece la frontera oriental en el Río Esequibo. Si bien, la cosa no cambia: los españoles se enfocaron más en su búsqueda del Dorado y no se establecieron en las zonas del Esequibo —seguir leyendo el texto—.

[5] Ibídem., pág. 371.

[6] Ibídem., pág. 374.

[7] Ibídem., pág. 375.

[8] Para el año 1666 los holandeses son expulsados por los ingleses, empero, la administración de la zona sigue estando a manos neerlandesas. No fue sino hasta 1814 cuando los territorios holandeses pasan oficialmente a las manos de Gran Bretaña, desembocando en que en el año 1831 se constituyera la Guyana Británica, como veremos más adelante.

[9] María A. González P. 2015. La Guyana Esequiba: la pérdida del Esequibo venezolano a propósito del arbitraje del Laudo de Paris de 1899. Bogotá, Colombia. Tesis para obtener la Maestría en Relaciones Internacionales por la Pontificia Universidad Javeriana. Pág. 17.

[10] Ibídem., pág. 18.

[11] Ibídem., págs. 11, 19.

[12] Rafael María Baralt. 2016. Resumen de la historia de Venezuela, Tomo II. publicado por Editorial UNERMB. Pág. 54. Cabe mencionar, como dato curioso, que fue precisamente la isla de Trinidad el lugar desde donde salió el arsenal para armar a los independentistas que terminaron por conseguir la separación de Venezuela del Imperio Español, orquestado en buena medida por Francisco de Miranda.

[13] Óp. Cit. La Guyana Esequiba: la pérdida del Esequibo venezolano a propósito del arbitraje del Laudo de Paris de 1899., pág. 17.

[14] Óp. Cit. Resumen de la historia de Venezuela, Tomo II, pág. 69.

[15] Óp. Cit. La Guyana Esequiba: la pérdida del Esequibo venezolano a propósito del arbitraje del Laudo de Paris de 1899., pág. 20.

[16] Ibídem., pág. 22.

[17] En Ibídem. Esto es importante, porque muestra cómo Venezuela misma pone en duda su “derecho” sobre el Esequibo, sea porque no administraba fácticamente la zona o porque temía a Gran Bretaña.

[18] Ibídem.

[19] Ibídem.

[20] No fue sino hasta mucho tiempo después, en 1962, cuando la denuncia de Venezuela se hace efectiva, dado que se descubrió en 1948 que los abogados estadounidenses que representaron a Venezuela en 1899 habían negociado en secreto con Gran Bretaña para despojar legalmente a Venezuela del Esequibo. Así, Marcos Falcón Briceño, canciller de Venezuela, acude a la ONU y denuncia ante el mundo que considera nula la decisión del Laudo Arbitral de París.

[21] Aquí habría que ver además si la población que habita en los territorios de ucrania anexados por Rusia quieren realmente formar parte de Rusia, porque si ese es el caso, se cae el discurso y argumento de legitimidad y moralidad de quienes sostienen que el territorio es de Ucrania, yendo en contra de la libre determinación de los pueblos que allí habitan. Pero eso es otra historia; solo menciono el caso a modo de ilustración del punto que he desarrollado.

[22] En Grace Lafontant. 2023. Historiador Manuel Donís: “El Esequibo es legítimamente venezolano”. Artículo publicado en El Ucabista. Puede acceder a través de: https://elucabista.com/2023/05/09/historiador-manuel-donis-el-esequibo-es-legitimamente-venezolano/ (Consultado el 11 de septiembre de 2023).

[23] Freddy Gutierrez Trejo. 2023. El Esequibo y el referéndum. Articulo publicado en el portal TalCual. Puede acceder a través de: https://talcualdigital.com/el-esequibo-y-el-referendum-por-freddy-gutierrez-trejo/ (Consultado el 12 de octubre de 2023).

Países Bajos pide disculpas formales por su pasado colonial y esclavista

Países Bajos ha reconocido este lunes la esclavitud como un «crimen contra la humanidad», ha pedido disculpas por su pasado colonial y esclavista y ha anunciado un proceso de reparación tanto para las víctimas como para sus descendientes.

«Compartimos no sólo el pasado, sino también el futuro. Así que hoy ponemos una coma, no un punto», ha dicho el primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, durante un discurso simbólico en los Archivos Nacionales de La Haya.

El primer ministro neerlandés ha explicado que, pese a que «nadie vivo hoy en día es personalmente culpable de la esclavitud», el país «es responsable del gran sufrimiento infligido a las personas esclavizadas y sus descendientes».

«A menudo [se realizaba] bajo la autoridad gubernamental de la Compañía de las Indias Occidentales (…) Leemos sobre flagelaciones y torturas hasta la muerte, sobre personas a las que les cortan las extremidades, sobre marcas en la cara», ha explicado Rutte, cifrando entre 66.000 y más de un millón las personas que fueron traficadas por la autoridad antes nombrada en lugares como Asia.

A lo largo de su discurso, Rutte ha mencionado a las antiguas colonias: Surinam, Curaçao, San Martín, Aruba y el caribe neerlandés, formado por Bonaire, San Eustaquio y Saba, con especial énfasis en el nombre del esclavo Tula, que lideró la revolución contra la esclavitud en 1795.

«Hoy honro con respeto los nombres de Tula en Curaçao, Jolicoeur, Boni y Baron en Surinam, One-Tété-Lohkay en San Martín y recordamos a todas esas mujeres y hombres anónimos que buscaron heroicamente la libertad a lo largo de los siglos y que a menudo encontraron allí castigos de los más horribles», ha explicado.

De esta forma, ha asegurado que «muy pocos gobiernos holandeses posteriores a 1863 han visto y reconocido que el pasado de la esclavitud tuvo y sigue teniendo un impacto negativo». «Las disculpas que acabo de hacer resuenan hoy en otros siete lugares del mundo», ha sentenciado.

Rutte ha anunciado que el Gobierno pondrá en marcha un fondo de 200 millones de euros para «concienciación, implicación e impacto» del legado de la esclavitud y ha propuesto también la creación de un Comité de Conmemoración Independiente, así como un museo nacional dedicado a este tema.

La sabiduría de los valientes o la glorificación de Simón Bolívar

Por Levi Aguinagalde

En enero de 1824 el libertador se encontraba enfermo de muerte en su viaje hacia Pativilca, Perú. Se narra que estaba flaco, extenuado y su aspecto visto de cerca daba pena, se notaban la punta de sus rodillas, sus piernas descarnadas, voz hueca y débil y semblante cadavérico. José Manuel Mosquera decía que tuvo que contenerse para no largar sus lágrimas, al contarle varios hechos de la guerra en Perú y contaba:

«Todas estas consideraciones se me presentaron como una falange de males para acabar con la existencia del héroe medio muerto; y con el corazón oprimido, temiendo la ruina de nuestro ejército», le preguntó: «¿Y qué piensa hacer usted ahora?» a lo que el libertador le respondió: «¡TRIUNFAR!», en seguida le preguntó «¿Y qué hace usted para triunfar?», con tono sereno y de confianza respondió: «Tengo dadas las órdenes para levantar una fuerte caballería en el Departamento de Trujillo; (…) Subiré a la Cordillera y derrotaré a esos españoles que están en Tunja». Pronto, en el mismo mes, se supo que el Libertador cumplió con su promesa derrotando a los españoles en Junín.

El culto a Bolívar parte de la narración popular y la historia, un claro ejemplo es la historia ofrecida por Salazar Martínez en su obra Venezuela: Historias civiles e inciviles (1973). Bolívar se muestra como un hombre de valentía y sabiduría, que no afronta la guerra sino las dificultades y, por sobre todas las cosas, su fuerza y estrategia de guerra que lo llevaron a trabajar en una ambición del tamaño de un continente.

Los historiadores afirman que la historia no se trata de buenos o malo, o quién es más o quien es menos, se trata de personajes que tuvieron relevancia en los hechos desarrollados que dieron constantes resultados años tras años; hay figuras que se olvidan, o no se cuenta mucho sobre ellas, que dieron una evolución radical en las ideas de su tiempo, sin embargo, Bolívar es una figura que prevalece en cada periodo de la historia, es mencionada públicamente; debemos reconocer que hasta la actualidad se mantiene viva la figura de Bolívar.

Venezuela ha sido un país que ha parido a hombres con una grandeza excepcional, Bolívar no escapa de esto, sin embargo, su figura de “militar de mano dura” ha creado una cultura que se ve masificada, literalmente, en cada esquina, con calles, avenidas y estados con nombres de militares, plazas y hospitales. ¿Dónde queda el ilustre? Aquel que dice que el mundo es del hombre de bien, pues, ese queda en los libros, pero el militar es el que rodea, el que está hecho en estatua y en esquinas, susurrando «no eres nada sin mí», eso sumado a que bolívar es el centro de toda la historia, en la educación que es un pilar fundamental.

Sustancialmente, el culto a Bolívar es un hecho muy sostenido en tanto que es difícil que se deje esta costumbre de venerar al libertador, la narración, la educación y la costumbre son las que se juntan para hacer más estable el culto al mismo, y su impacto es tal que en la contemporaneidad se sigue sosteniendo.

Rescatemos nuestra historia, Venezuela: la firma del acta de la independencia

Por Roymer Rivas

La historia carecería de valor y sentido de no ser siempre presente; es decir, en nuestro ser de hoy pervive todo el pasado humano conocido, el pasado es pasado gracias a que forma parte de nuestro presente, porque es nuestro pasado, es lo que somos en la forma de haber sido –es por eso que jamás vamos a ser el mismo de hace un minuto atrás, porque tenemos un minuto más de experiencia acumulada en nuestra existencia–. Como diría Ortega y Gasset, “la vida como realidad es absoluta presencia”, dado que no puede decirse que hay algo si no es presente; por lo que, si hay pasado, lo habrá como presente y actuando en nosotros. Por esta razón es indispensable conocer nuestra historia, porque, queramos o no, más que ejercer influencia, constituye nuestro ser de hoy.

Desconocer, no entender o mal interpretar nuestro pasado tiene consecuencias nefastas en el individuo y en la sociedad. Y quienes pretenden gobernar e influenciar en la sociedad saben muy bien este hecho, entienden que alterando hechos históricos pueden conseguir determinados resultados, dirigir a los gobernados hacia donde ellos quieran. No por nada la historia de un pueblo siempre está ligada o controlada, en mayor o menor medida, a la clase gobernante; quienes muchas veces, a propósito, o no, oficializan un nuevo saber de la historia, una nueva visión e interpretación totalmente seleccionada, privilegiada, deformada, manipulada y dirigida que sirva para su proyecto político determinado. Venezuela es claro ejemplo de ello; las etapas negras que vivió y vive hoy la sociedad venezolana es consecuencia de siglos de desatinos visibles y ocultos aun no comprendidos, historia que ha sido instrumentalizada políticamente en el campo cultural.

Bien dijo George Orwell en su novela titulada 1984: “Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro”. El presente, pasado y futuro de Venezuela estuvo y está en manos de los políticos, porque lamentablemente el común venezolano se ha mostrado desinteresado ante lo hechos históricos, convirtiéndose en un inconsciente adepto y seguidor de “la historia oficial” que se vende como “la verdadera historia de nuestro país”. Quizás esto sea hasta cierto punto natural, realmente al yo del pasado también le fastidiaba leer y aprender de historia, pero en el momento que comprendí que somos resultado de todas las decisiones que tomamos en el pasado, que en el futuro seremos resultado de las decisiones que tomemos hoy, tanto a nivel individual como social, y que para comprender los tiempos y las sazones de un pueblo o época es importante conocer el conjunto de creencias que le sostienen, me interesé por ella.

Para ilustrar este hecho podría hablar de la mala concepción que se tiene del 19 de abril de 1810 o el 24 de junio de 1821, entre otros datos falsos vendidos como verdad; pero hoy escribiré sobre el 5 de julio de 1811, por la proximidad de la fecha.

Todos los 5 de julio de cada año se celebra en el país la “firma del acta de la independencia” con desplazamientos, desfiles y discursos de miembros de la fuerza armada nacional, en presencia del presidente. La fecha es conmemorada con grandes actos militares, no cívicos; de hecho, el factor común de estos actos con las demás conmemoraciones es que siempre se reivindican las acciones militares y no las cívicas, aun cuando no tienen cabida. Ahora bien, esto tiene un fin: mostrar a personajes militares o al aparato militar en conjunto, pasado y presente, como el héroe necesario y columna vertebral que construye material y simbólicamente a la nación –no por nada también se celebra el día de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana este día–; si analizamos el discurso político y la retórica dominante en nuestra sociedad nos fijaremos en que para el común venezolano le es imposible comprender aspectos fundamentales de nuestra existencia sin pensar en el rol y la influencia que el mito del héroe ha tenido en la formación del pueblo. En vista de ello, es necesario hacer ciertas acotaciones –contar la verdad–.

En principio, el 5 de julio siquiera estaba redactada el acta de independencia, por lo que no pudo haberse firmado –¿Cómo firmar un acta que no existe?–, ese día lo que pasó realmente fue que representantes de siete provincias de la Capitanía General de Venezuela votan y deciden declarar la independencia de la nación, después de casi tres días de debate, rompiendo las cadenas impuestas por el Imperio Español hasta el momento; siendo Juan Antonio Rodríguez Domínguez en su función de presidente del Congreso quien anuncia la resolución.

Luego del hecho, Juan German Roscio, quien más tarde redactaría la primera Constitución de Venezuela junto a Cristóbal Mendoza, y Francisco Isnardi elaboran el acta que se ratificaría dos días después, el 7 de julio de 1811, para dar paso a la firma de los representantes. Sin embargo, si bien se comenzó a firmar el acta el 7 de julio, la validez formal la obtiene una vez pasa al libro de Actas del Congreso el 17 de agosto y estampan las ultimas firmas al siguiente día. Por lo que, si hemos de celebrar la independencia se Venezuela, sería el 5 de julio por su declaración y el 18 de agosto por su firma; y no el 19 de abril y 5 de julio como se celebra respectivamente.

En adición, como dato no menos importante, el 14 de julio se presenta el Acta de la Independencia en Caracas y es izada la bandera tricolor en el Cuartel San Carlos y la Plaza Mayor, sin embargo, lo que resaltaba era la acción civil, no la militar; los “vivas y aclamaciones” de y por la independencia provenían mayormente de civiles, no militares –si bien estuvieron presentes, estos no ocuparon el centro de atención–, y esto queda demostrado tajantemente cuando las primeras autoridades en jurar solemnemente la independencia en el Congreso el 15 de julio fueron los Diputados, seguido por el Poder Ejecutivo, la Alta Corte de Justicia y solo después juró el gobernador Militar de Caracas y el Arzobispo en un marco de acciones civiles, no militares.

Con esto no intento menospreciar las acciones de aquellos que arriesgaron su vida por romper el yugo español, fueron actos necesarios dignos de elogiar también, pero es inadmisible que prevalezca esa visión por encima de los actos civiles que determinaron, para bien o para mal, el rumbo de nuestra sociedad. De hecho, la gesta militar emancipadora no fue un acto disruptivo creado por sí mismo, sino el resultado de ideas que se formaron y crecieron durante años en el seno intelectual de la época y se esparcieron cual virus en el colectivo; todo cambio social se debe primero a cambios de pensamientos en la elite intelectual, seguida luego de movimientos populares, no al revés; por lo que las acciones civiles siempre serán más grandes que las militares. No obstante, en nuestra cultura predominan las figuras militares y, en contraste, personajes como los nombrados en este escrito pasan desapercibidos.

Llegados a este punto cabe preguntarse: ¿Fuera nuestro presente distinto de conocer y comprender bien los hechos del pasado? Claro que sí; quizás no se hubieran corregido y evitado todos los males que ha atravesado la nación, pero seguramente se hubieran prevenido muchos sin sabores. Ya va siendo hora de recuperar nuestros hechos históricos, los reales, comprenderlos bien –no interpretarla a gusto– y destacar los actos que se oponen a la predominante idiosincrasia venezolana; solo así podremos dar un giro de 180 grados al camino decadente que ha recorrido el país por años y comenzar a construir una sociedad feraz sostenida en el tiempo.