¡El holocausto petrolero: pasos firmes hacia la justicia para la familia despojada!

Por Leroy Garrett (@lerogarrett).

Imagina por un momento el rugido ensordecedor de las refinerías, el aroma acre del crudo que se transforma en vida cotidiana para millones, y de repente, todo eso se apaga. No por un accidente, no por un desastre natural, sino por la mano fría y calculadora de un régimen que pisotea derechos como si fueran hojas secas bajo sus botas. Ese es el “holocausto petrolero” que azota a Venezuela desde hace años: la expropiación brutal, las sanciones que nos dejan en la penumbra, y la pérdida de Citgo, esa joya americana de PDVSA, robada a manos de violaciones sistemáticas a los derechos humanos por parte del chavismo y sus cómplices.

Como articulista en Contrapoder News, he visto cómo esta tragedia no es solo un capítulo de historia económica, sino un grito de dolor colectivo de la familia petrolera: ex empleados de la casa matriz, familias destrozadas, comunidades enteras que vivían del pulso del petróleo. Pero hoy, no vengo a lamentar, vengo a narrar, en palabras simples y directas, los pasos concretos que estamos dando en las trincheras legales para reclamar lo nuestro. Pasos que, como un río que no se detiene, nos llevan hacia la reparación.

Empecemos por el frente principal, la Corte del juez Leonard Stark en Delaware, donde el destino de Citgo se juega como una partida de ajedrez de alto voltaje. Aquí, el juez Stark —ese guardián implacable de la “eficiencia”— ha dictado lo que llamamos el “alter ego”: una decisión que une a PDVSA con el Estado venezolano, y sus entes en el exterior como si fueran uno solo, un velo corporativo rasgado que expone las deudas y los abusos. 

Ganador aprobado, dice el fallo del 1 de diciembre de 2025, que avala la puja de Amber Energy por 5.900 millones de dólares.  Pero no nos equivoquemos: este no es un triunfo para los buitres financieros solos. 

Nosotros, los ex empleados y víctimas directas, hemos intervenido con testimonios crudos, testimonios que sangran historias de despidos injustos, pensiones evaporadas y familias hundidas en la miseria por las políticas chavistas. Le ha tocado a este cronista la sublime misión de presentar las evidencias que susurran verdades incómodas, recordando que detrás de cada latrocinio perpetrado a PDVSA hay un derecho humano pisoteado. 

Stark ha despejado obstáculos, rechazado múltiples mociones para descalificarnos, y  el resultado ha sido que ahora el camino está pavimentado para que el dinero de la venta no se evapore en bolsillos equivocados, sino que fluya hacia quienes fuimos despojados primero. 

Ese alter ego no solo ata deudas, sino que nos posiciona como herederos legítimos: al declarar a PDVH –poseedora de las acciones de Citgo– como extensión del Estado depresor chavista y PDVSA casa matriz, nos hace, a nosotros los ex empleados, beneficiarios directos de esos derechos sucesorales, imprescriptibles y blindados contra el olvido.

Paralelamente, en la órbita de la juez Jennifer L. Hall —esa voz serena pero firme en los pasillos judiciales de Delaware—, avanzamos en frentes complementarios con una moción contundente para blindar el QSF, el Qualified Settlement Fund que será el corazón de nuestra reparación. Hall, federal en Delaware, ha validado reclamos previos y ahora revisa nuestra presentación que asegura que los fondos de la venta de Citgo no se diluyan en reclamos ajenos, priorizando a las víctimas reales como nosotros.

Aquí, nuestros esfuerzos se centran en bloquear reclamos colaterales que diluyan nuestro fondo, presentando evidencias de cómo el régimen y colaboracionistas  (Ad Hoc interinario) usó Citgo como rehén para financiar su maquinaria represiva, por un lado, y de control económico por el otro y de enriquecimiento ilícito, violando tratados internacionales de derechos laborales y humanos. Es un baile delicado: negociamos con OFAC, la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Tesoro de EE. UU., que ha extendido protecciones hasta marzo de 2026 para evitar que transacciones con bonos PDVSA enreden el proceso.

La OFAC, con su licencia general 5Q, nos da oxígeno: prohíbe ventas o transferencias de acciones de Citgo ligadas a esos bonos sin autorización específica, pero promete una “política de licenciamiento favorable” para acuerdos que prioricen a las víctimas reales, como nosotros. Nuestras peticiones a OFAC no son meras formalidades; son balas de acero que invocan sanciones por violaciones a derechos humanos, recordando cómo el chavismo nos dejó en la calle para enriquecer a sus aliados.

Y no nos quedamos en las costas americanas. Elevamos la voz a la Corte Suprema de Justicia de EE. UU., ese faro supremo donde apelaciones como la de Gold Reserve y Venezuela chocan contra el muro de la razón. 

En diciembre de 2025, mientras Stark aprueba la venta, las apelaciones ante el Tercer Circuito cuestionan el proceso entero, nosotros intervenimos con briefs que ligan el alter ego no solo a deudas financieras, sino a un tapiz de abusos: detenciones arbitrarias de sindicalistas petroleros, represión de protestas en refinerías, y el éxodo forzado de miles de trabajadores. 

La Corte Suprema (SCOTUS) ha rechazado revisiones previas, pero nuestro empuje —apoyado en precedentes de derechos humanos— mantiene viva la llama de la revisión, asegurando que ningún detalle se escape. No confundamos esto con el caso de la juez Failla en Nueva York: allí, en el frente de los bonistas PDVSA 2020, falla validó los bonos con su fallo del 18 de septiembre de 2025, pero nos botó arbitrariamente de su causa, con base en calumnias de colaboracionistas y traidores, un revés que no nos detiene, sino que nos redirige a Delaware donde Hall y Stark oyen nuestro clamor por el QSF. 

Finalmente, cruzamos océanos hacia la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (IACHR), ese bastión continental en Washington que escucha los ecos de la injusticia desde San José, Costa Rica. 

Aquí, no hablamos de dólares, sino de almas: hemos radicado denuncias colectivas por violaciones masivas a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, detallando cómo el régimen chavista y sus colaboradores usaron la expropiación de Citgo como arma para silenciar disidencias, dejando a ex empleados sin sustento en medio de una crisis humanitaria. 

La IACHR, con su mandato de monitorear y remitir casos a la Corte Interamericana, nos da un megáfono global: informes temáticos sobre derechos laborales en el sector extractivo, medidas cautelares para proteger a testigos amenazados, y la promesa de fallos vinculantes que obliguen a reparaciones. Nuestros pasos en la IACHR son el contrapeso moral, recordando que Citgo no es solo un activo, sino un símbolo de dignidad robada.

Y ahora, miremos al horizonte con ojos claros: marzo próximo, 2026, marca la fecha tope para obtener la aprobación del QSF, ese Fondo de Liquidación Calificado que actúa como un arca sagrada para las reparaciones. Como hemos conversado en otras ocasiones, este no es un capricho burocrático, sino el reloj inexorable que mide nuestra victoria. 

El QSF, establecido bajo la supervisión de Stark, recibirá los frutos de la venta de Citgo —esa ganga de USD$ 5.900 millones que, aunque parezca poco para un gigante valorado en USD$ 13.000 millones, es semilla de justicia—. Aunque nosotros, por las violaciones flagrantes a nuestros derechos humanos a manos del chavismo, tenemos un reclamo prioritario como ex empleados de la casa matriz, Citgo se erige como emblema de todas las pérdidas causadas por esos abusos y las alianzas traidoras con colaboracionistas. 

El alter ego decretado por Stark no solo válida nuestro cobro legítimo del dinero de la venta, sino que nos otorga derechos sucesorales imprescriptibles —derechos que no caducan, que trascienden dueños— sea ante Amber Energy o quienquiera que termine al mando de Citgo. El QSF, entonces, no es mero trámite: es la justicia encarnada para las víctimas, el bálsamo que sana heridas abiertas, y el escudo que entrega a los nuevos dueños un activo limpio, libre de gravámenes o reclamos de terceros que empañarían su posesión. Es el cierre de un ciclo de dolor, donde el petróleo fluye de nuevo hacia quienes lo hicieron grande.

¡Justicia a la familia petrolera! Que este grito resuene en las salas de Delaware, en los pasillos de la IACHR, y en cada hogar venezolano donde un padre o una madre aún sueña con el rugido de la justicia. No nos rendiremos; el río sigue su curso, y la reparación está a la vuelta de la esquina.

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El ex fiscal especial nombrado por Biden para perseguir a Trump será investigado

Jack Smith, fiscal especial del Departamento de Justicia, está siendo investigado por actuar con motivaciones políticas en el caso contra Donald Trump.

De Derecha Diario

La Oficina del Asesor Especial ha iniciado una investigación formal contra Jack Smith, ex fiscal especial del Departamento de Justicia de Estados Unidos, en lo que constituye la primera pesquisa legal oficial sobre su conducta.

La investigación surge a raíz de acusaciones de que Smith habría actuado con motivaciones políticas durante su tiempo al frente de dos investigaciones penales contra el presidente Donald Trump.

Smith, nombrado por el fiscal general Merrick Garland durante la administración Biden,lideró dos casos armados por el gobierno demócrata contra Trump: uno relacionado con el manejo indebido de documentos clasificados y otro sobre su presunto intento de revertir los resultados de las elecciones presidenciales de 2020, a raíz de los hechos del 6 de enero de 2021. Ambos casos finalmente fueron desestimados.

La investigación actual está siendo conducida por la unidad del Acta Hatch (Hatch Act Unit) dentro de la OSC, una ley federal que prohíbe a los empleados del gobierno participar en actividades políticas partidistas mientras ejercen sus funciones públicas. Según un correo electrónico firmado por el abogado principal de la OSC, Charles Baldis, la investigación está en curso.

La apertura de la investigación se produjo después de que el senador Tom Cotton (republicano por Arkansas), presidente del Comité de Inteligencia del Senado, enviara una carta a la OSC esta semana en la que acusaba a Smith de haber actuado con la intención de perjudicar la candidatura de Trump en las elecciones presidenciales de 2024.

En declaraciones a los medios, Cotton celebró el inicio de la investigación: »Agradezco que la Oficina del Asesor Especial esté tomando esto en serio. Nadie está por encima de la ley».

Cotton sostiene que Smith utilizó el sistema legal como una herramienta política para favorecer al expresidente demócrata Biden y a la ex vicepresidente Kamala Harris, señalando que muchas de sus decisiones como fiscal especial no tenían otra justificación que la de influir en el resultado electoral.

Senador Tom Cotton

En particular, acusa a Smith de acelerar procesos judiciales para hacer coincidir fechas clave con eventos electorales importantes, como las primarias en Iowa, lo cual según Cotton, demuestra una intención clara de interferir políticamente.

»Estas acciones no fueron estándar, ni necesarias ni justificadas», afirmó Cotton. »Fueron las acciones de un actor político disfrazado de funcionario público».

La investigación de la OSC se centra en determinar si Smith violó la Ley Hatch al participar, directa o indirectamente, en actividades políticas mientras ejercía su función pública. Una infracción de esta ley podría tener consecuencias administrativas o legales, aunque todavía no se ha especificado el posible alcance de las sanciones.

Por su parte, Smith no ha respondido públicamente a las acusaciones de Cotton ni a la investigación iniciada. Durante su tiempo como fiscal especial, insistió en que sus investigaciones se llevaron a cabo de manera independiente y siguiendo estrictamente los procedimientos legales, sin injerencias políticas.

Smith renunció a su cargo en enero de 2025, tras la toma de posesión de Donald Trump como presidente. Desde entonces, las críticas republicanas a su desempeño se han intensificado, especialmente entre quienes consideran que sus investigaciones fueron un intento de »politizar» el sistema judicial y debilitar la candidatura republicana.

La expareja de Epstein pide inmunidad a cambio de su comparecencia ante el Congreso de EE. UU.

La defensa de Ghislaine Maxwell, expareja del delincuente sexual convicto Jeffrey Epstein, ha solicitado este martes inmunidad para su cliente, condenada a 20 años de cárcel por tráfico de menores, como condición para que testifique ante un Comité del Congreso de EE. UU.

«Los informes públicos, incluidas sus propias declaraciones, indican que el Comité pretende interrogar a la señora Maxwell en prisión y sin inmunidad. Eso es imposible. La señora Maxwell no puede arriesgarse a una mayor exposición criminal en un entorno políticamente cargado, sin inmunidad formal», ha declarado su abogado, David Markus, al presidente del Comité de Supervisión, James Comer, en una carta recogida por ‘The Hill’.

El abogado ha alegado asimismo que esta comparecencia «podría perjudicar sus reclamaciones legales y contaminar la composición del jurado en el futuro» mientras intenta que la Justicia estadounidense revoque su condena de 2021 por tráfico sexual de menores.

En su misiva, Markus ha solicitado además recibir las preguntas del Comité con antelación «para prepararnos adecuadamente para cualquier declaración ante el Congreso, y garantizar su precisión e imparcialidad».

Si bien, la portavoz del Comité, Jessica Collins, ha descartado la concesión de inmunidad a Maxwell. «El Comité responderá pronto al abogado de la señora Maxwell, pero no considerará otorgar inmunidad en el Congreso para su testimonio», ha señalado en un comunicado.

Según el documento publicado en la web del Comité de Supervisión, Maxwell deberá comparecer «en la Institución Correccional Federal de Tallahassee el 11 de agosto de 2025», un proceso en el que «el Departamento de Justicia está cooperando y facilitará la declaración en la prisión».

Cabe señalar que el Comité ha solicitado el testimonio Maxwell «para fundamentar la consideración de posibles soluciones legislativas que mejoren los esfuerzos federales para combatir la trata de personas y reformar el uso de acuerdos de no enjuiciamiento y/o acuerdos de culpabilidad en las investigaciones de delitos sexuales».

El estado de Washington abole la pena de muerte y la esterilización como castigos

El gobernador demócrata de Washington, Jay Inslee, ha firmado el proyecto de ley que elimina la pena de muerte en el estado, así como la esterilización como castigo, después de que ambas cámaras aprobaran la medida a principios de mes

Durante la firma, el gobernador Inslee ha recordado que desde 2014 el estado ha impuesto una moratoria contra la pena de muerte, un castigo, ha denunciado, que se ha ido aplicando «de manera desigual y racialmente insensible», y que ya en 2018 el Tribunal Supremo del estado de dictaminó que era inconstitucional.

La medida ha sido bien recibida por los defensores de las libertades civiles y los activas a favor de la abolición de este castigo, pues al igual que el gobernador demócrata, sostienen que es «arbitrario» y «discriminatorio», ya que los prejuicio raciales juegan un papel determinante en cómo se aplica, recoge CNN.

Sin embargo, para republicanos, como el congresista del estado de Washington Jim Walshhan, la medida no es más que «otro triste ejemplo de que los intereses de los delincuentes se anteponen a los de las víctimas y sus familias», dijo en Facebook.

Cabe destacar wud desde que el Tribunal Supremo de Estados Unidos restableciera la pena de muerte en 1976, el estado de Washington ha aplicado este castigo cinco veces, y que está pena es legal en 27 estados del país.

No obstante, a 1 de abril de 2022, todavía hay 2.414 personas en el corredor de la muerte en Estados Unidos, según cifras oficiales.