Por Leroy Garrett.
La Roma republicana, por virtud a las relaciones económicas en pleno auge, definió sus clases sociales y las reglas que le rigen, de allí nace el derecho de gentes o civil, cuyos derivados se definen en quién poseía, no la propiedad; poder de tenencia, disfrute e inclusive destrucción.
La esclavitud era una subordinación aceptada y necesaria con muchos matices, no solo en lo doméstico, sino en el ámbito del entretenimiento (Gladiadores), artes y oficios variados.
Y aunque condenados a no ser recipientes de derechos, ni a intentar ser iguales, y estar de facto las prerrogativas nombradas totalmente prohibidas, se presume con plenitud implícita que esclavos y amos disfrutaban de relaciones, sean afectivas o recreacionales a través del sexo.
La ley condenaba dichas prácticas como inconcebibles entre un civis óptimo iure (Ciudadano de pleno derecho) y un esclavo, y la voz latina de uso a su condena era «contubernio».
Si la próxima estación a recorrer en esta añeja crisis política fijada para el próximo 28 de julio, el poder cambia de manos por la vía pacífica o no y, a pesar de por una u otra manera, es la fórmula que todos los venezolanos deseamos se imponga (Machado – Edmundo) en las tareas prioritarias a implementar, de este posible nobel gobierno, debe estar en la creación de una «Comisión de la Verdad».
Nombrada por un libérrimo parlamento, con integración de todas las expresiones de la vida nacional. Creada por ley especial o decreto-ley, con atribuciones jurisdiccionales de substanciación tendrá la finalidad de decodificar que nos llevó a la cuasi destrucción total como país y condenar a los culpables.
Los tópicos de la agenda es variopinta y todas las causas de primera importancia nos jugamos el no lograr la democracia de continuar vivir en impunidad.
Quien es responsable de las muertes ocurridas en las calles a partir del 11 de abril del 2001. ¿Han sido los muertos en la protesta (y en todas las propuestas) un baño de sangre irresponsable y criminal surgido de un acuerdo implícito o tácito de medir fuerzas entre torios y troyanos?
¿Quiénes son? ¿Quiénes, sabiendo la represión brutal en las olas de violencia habidas, conocían en el lado opositor el macabro resultado llevando a la gente de carne de cañón, siendo condenables ambas fracciones tanto por acción u omisión? ¿Por qué se permitió al chavismo robarse las elecciones las veces que le ha dado la gana? ¿Fue la liquidación de Citgo una acción concertada, como tantas otras?
Desenmascarar el contubernio entre el régimen y la “oposición perfecta” no solo es imperativo, sino inaplazable, crear esa comisión de la verdad con las mejores personalidades pertenecientes a todos, va los sectores del país es el vehículo redentor y de reconciliación.
Reconciliarse con un criminal en acto de reconciliación aparente es como curar un cáncer con colirin. Las heridas de nuestro cuerpo nacional se curan con la justicia, un “nunca más” como proclamaron los argentinos en el año 1985, debe ser el resultado de declarar una cruzada en contra de la impunidad.
Allende la verdad, si nuestra aspiración máxima es el restablecimiento de las garantías ciudadanas para inveterado disfrute de los venezolanos por venir, los culpables deben pagar.
¡Condenemos al Contubernio! ¡Nombremos la Comisión de la Verdad!