La Confederación General del Trabajo (CGT) de Argentina, que aglutina a los mayores sindicatos del país, convocó este jueves a una huelga general en contra del decreto y la ‘ley ómnibus’ que envió el Gobierno de Javier Milei al Congreso, según informó la agencia estatal Télam.
La medida de fuerza se llevará a cabo a partir de las 12:00 (hora local) del próximo 24 de enero, e incluirá una movilización al Parlamento.
Cabe señalar que la decisión fue confirmada por los dirigentes gremiales luego de participar de una reunión del Comité Central Confederal, que es el máximo órgano deliberativo y ejecutivo.
Además, el llamado a un paro se da un día después de la masiva protesta de organizaciones sindicales y sociales a los Tribunales de Buenos Aires, para exigir la anulación del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) firmado por el presidente la semana pasada.
En este escenario, cabe destacar que este trata del primer paro general contra la administración del libertario Javier Milei, que apenas lleva18 días en el poder. La última medida de este tenor la había tomado la CGT en mayo de 2019, y fue la quinta contra la gestión del expresidente Mauricio Macri.
En contraste, durante los cuatro años de gobierno de Alberto Fernández, la central obrera, históricamente alineada con el peronismo, no convocó a ninguna huelga, a pesar de que ha sido el peor gobierno del país y principal culpable de toda la crisis económica actual.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
La historia tradicional del Socialismo quizá responda a todo un conjunto de marañas de personas que no quieren que veamos la raíz del gran problema de la humanidad; o quizá responda a la simple falta de enfoque o ignorancia, que nos ha llevado a ver este perverso sistema como algo que surgió relativamente hace poco o que la institución del Estado es buena para la sociedad. Sin embargo, reflexionando un poco, viene a mi mente un dicho popular que dice que “la historia siempre la cuentan los vencedores”, y, haciendo retrospectiva, da la casualidad que quien ha vencido y prevalecido a lo largo de gran parte de la historia de la humanidad ha sido el Estado, el Socialismo, por lo que uno puede pensar que su historia ha sido minimizada convenientemente a unos 300 años —o no, pero el caso es que ha sido funcional para quienes defienden este sistema—. Esto no lo sé, tampoco quiero decir que la historia criminal tradicional del Socialismo este tergiversada, lo que sí sé y afirmo —y es lo intento aclarar— es que esa historia está incompleta, se queda corta, le falta un gran pedazo.
Para hacer esta afirmación no me valgo de datos estadísticos o “científicos”, estos los considero cuasi-irrelevantes —no en sentido completo— porque la historia no se puede interpretar científicamente —no todos los hechos históricos pueden sustentarse en datos objetivos—, sino en la observación, la razón y la capacidad de emitir juicios éticos. Con esto en mente, y sumado a las ideas expresada en textos anteriores[1], con el fin de completar genéricamente esa historia, podemos decir que la concepción que mostramos de lo que es realmente el Estado y/o el Socialismo, hace necesario ver su historia de una forma distinta; porque ya no tenemos un sistema que se origina en el siglo XVIII o XIX, en donde el Estado extiende sus tentáculos y regula muchos campos de la acción humana, sino que surge desde el momento en que el primer ser humano se levanta en contra de otros para conseguir fines propios a través de medios violentos, sometiendo la voluntad de otros en el camino. Si bien, esto puede tener un enfoque seglar y uno religioso, hoy daré un breve resumen del campo religioso o, para ser más exacto, en historia bíblica, y el seglar.
Gobierno de human sobre human en la Biblia
Si nos apegamos a la cronología Bíblica, entonces los sucesos que describe el Génesis en su capítulo 10 y 11, con respecto a Nemrod, suceden en algún tiempo entre el lapso de 2269 y 2030 antes de la era de Cristo[2]; por lo que fácilmente se puede decir que la historia del Socialismo, entendida esencialmente como: ilegitimo gobierno coactivo de humanos sobre humanos donde la voluntad individual queda a expensas de una amorfa colectividad[3] que se traduce en un ataque sistemático e institucionalizado a la acción humana, abarca más de 4000 años de historia; una historia decadente y llena de fracasos. Y no cabe mencionar que “la humanidad obtuvo grandes avances en muchos campos gracias a estas acciones cometidas por humanos sobre humanos y que la misma sirvió como resguardo o protección para la supervivencia humana”, sino que, en cambio, la humanidad avanzó a pesar de haber Estados en el mundo que rigieran su destino. Todos los Estados de la tierra, en mayor o menor medida, causaron malestares a la sociedad que sometían o fungieron —al igual que hoy— como limitantes para la resolución de dichos malestares o la consecución de un grado de satisfacción mayor para el ser humano. A lo sumo, de lo único que protegía el Estado a la Sociedad era de que viniera otro saqueador —otro Estado— a atacar o hacerse de los recursos del territorio y la sociedad que él mismo manejaba; pero, nuevamente, encontramos el mismo problema: El Estado. Esta seudo-protección no cambia el hecho de que la humanidad fue y sigue siendo esclava de las directrices de la clase gobernante, sin importar quien ejerza el poder.
Gobierno de human sobre human en la historia seglar
Ahora, viéndolo desde la historia seglar, el Estado primitivo —ese que no cuenta con instituciones tan estructuradas como en el presente ni estaban delimitados territorialmente— tiene su primera aparición en organizaciones como tribus o clanes que muchas veces tenían vasta extensión conseguida de las conquistas y explotación o extinción de las tribus conquistadas, pero su organización no era tan profunda como los modernos. Las primeras organizaciones de este tipo la podemos encontrar en la antigua Mesopotamia después del 3000 antes de la era de Cristo con la llegada de las ciudades sumerias, sin embargo, ya habían tribus esparcidas por todo el mundo que compartían las mismas características: conquistar y sobrevivir —como las formas de organización social de vikingos, quienes vivían de saquear a los demás, y de los demás pueblos nómadas que instituyeron la esclavitud[4]—; por lo que, con esta concepción del Estado y/o el Socialismo, se puede decir que su historia tiene entre 4000 y 6000 años de historia.
Gobierno de human sobre human en la actualidad
Dando un salto temporal hasta la época contemporánea, el Estado Nación o Moderno debe su origen a la delimitación del territorio en cual ejercerá su dominio; hecho que, a su vez, surge gracias al Tratado de Westfalia de 1648 firmado entre países europeos para evitar que las potencias —Estados fuertes— u otros países se impusieran a otros Estados[5]. Es en este contexto que, después de años de revoluciones en el que imperaba la monarquía autoritaria y/o la monarquía absoluta, maduran las instituciones políticas y el Estado comienza a mutar para amoldarse a un sistema que conseguiría darle la mayor legitimidad o aceptación intelectual, ese sistema que conocemos hoy día como Democracia Representativa.
Sea como sea, visto desde el foco histórico que guste más, la historia del Estado o Socialismo fue, es y siempre será la misma: un grupo de seres humanos aprovechándose de su poder para someter a otros; un grupo de humanos que se valen de medios políticos para conseguir sus fines por medio y a costa de otros; un grupo de humanos conquistadores que saquean y esclavizan a los conquistados. Nada ha cambiado ni cambiará en esencia dentro de un sistema social donde exista el Estado; en el pasado originaban guerras, saqueaban, explotaban o esclavizaban; hoy la cosa no ha cambiado, las guerras son de Estados —un grupo de humanos movidos por un ideal o por las ansias de más poder para dirigir coactivamente la vida de un pueblo; y esto aplica aún si no tienen un territorio delimitado aceptado por la comunidad internacional que, a su vez, la constituyen más Estados[6]—, saquean, explotan y esclavizan a través de medios sutiles como los impuestos legislados y no legislados o por otros no tanto como la creación de leyes que atentan contra la libertad. Si a través de instituciones fuertes que velen por la propiedad, libertad y vida de cada individuo por igual se eliminara la capacidad que tiene un humano o un grupo de humanos con poder de coaccionar a otros sistemáticamente, entonces el Estado y/o el Socialismo no existirían.
Algunas cosas más
Por lo pronto, como existió y sigue existiendo el Socialismo, queda de mi parte resaltar que el mismo siempre busca la forma de crecer; quienes gobiernan a la sociedad coactivamente siempre buscan y encuentran formas de ampliar su poder e influencia en la sociedad gobernada. El que hoy día tengamos Estados o Socialismos más sofisticados es una ilustración clara del hecho de que una pequeña dosis de Socialismo siempre llevará a que cada vez más dosis se inyecte en la sociedad o, dicho de otro modo, un Socialismo de menor grado siempre llevará a un Socialismo de mayor nivel o radical. En el pasado encontrábamos Estados sin límite territorial, con instituciones débiles; hoy encontramos Estados con instituciones sólidas, límites territoriales, dominio de armas más sofisticadas, una constitución que los legitima forzosamente por ley y con símbolos patrios o nacionales que le dan cierto grado de latría[7]. Ahora bien, el Socialismo en el planeta es más radical en uno que en otros lados, pero en aquellos lugares en donde es radical, es resultado de descoordinaciones o desajustes que han causado las intervenciones que le precedieron y se tratan de solucionar con más control; tal es el caso de, por ejemplo, Cuba, Corea del Norte y Venezuela.
[1] Revisar: (i) “Estado, gobierno, Dios y orden social”; (iii) “Socialismo, máxima expresión del colectivismo”; (iv) “El horror intelectual del Socialismo”; (v) “Economía y Socialismo, dos expresiones mutuamente excluyentes”; (vi) “El fracaso histórico del Socialismo: la URSS, Cuba y otras historias tradicionales del Socialismo”; (vii) “Socialismo definido: contra el concepto popular de “Socialismo””; todas publicadas en el portal de ContraPoder News y a las cuales puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/?s=Roymer (Consultado el 19 de diciembre de 2023).
[2] Atalaya del 1 de diciembre de 1975, publicada por los Testigos de Jehová, bajo el tema: Captando los sucesos bíblicos en orden. Pág. 734-735. También puede consultar el apartado “Desde la creación del hombre hasta el presente” de la sección “cronología” situada en “Perspicacia para Comprender las Escrituras”, volumen 1., págs. 584-604 (Brooklyn, New York. Editado por la Watch Tower Bible and Tract Society of New York, Inc. International Bible Students Association). Es relevante mencionar que absolutamente todos los gobiernos que le procedieron entran dentro de esta definición de Socialismo, así que no es necesario mencionarlas y/o describirlas, hacerlo sería redundar en una idea o creencia que ya es clara.
[3] Para efectos prácticos, Socialismo y Estado serán tratados en este texto como sinónimos. Entiendo que hay matices a tratar, pero en el fondo se discute el mismo asunto.
[4] Ver: Franz Oppenheumer. 2014. El Estado: su historia y evolución desde un punto de vista sociológico. Traducido por Juan Manuel Baquero Vázquez y publicado por Unión Editorial. Sección: “Pueblos anteriores al Estado: Pastores y Vikingos”.
[5] Este tratado, firmado después de 30 años de guerra, da luz o aceptación al término “soberanía territorial” y al nuevo orden internacional. Para conocer mejor los antecedentes y el impacto que tuvo la firma de este tratado, puede consultar el ensayo de Alejandro Galán Martin titulado: “La Paz de Westfalia (1648) y el Nuevo Orden Internacional”, al cual puede acceder a través de: https://dehesa.unex.es/bitstream/10662/3319/1/TFGUEX_2015_Galan_Martin.pdf (Consultado el 24 de diciembre de 2023).
[6] Qué curioso que quien tiene que determinar si un Estado es o no un Estado, sean los mismos Estados del mundo, basándose en leyes que, muchas veces, fabricaron ellos mismos.
[7] El grado de idolatría que se le guarda al Estado es supino e indignante, todo funciona cual religión que sirve a un dios con rituales varios; es la religión del Estado. A dios Estado debe rendírsele obediencia sin presentar objeción alguna, así no se entiendan sus acciones y sin importar si lo que pide es malvado, porque hacerlo es un acto de rebeldía y merece castigo; debe rendírsele adoración mediante la bandera de la nación y el canto del himno nacional, no hacerlo es una falta de respeto, un acto vil que merece castigo —dígale a un niño que no cante el himno en el colegio para que vea lo que pasa—; si hay algún problema en la sociedad, se le debe “orar” al Estado para que solucione dichos problemas, no hacerlo es considerado prescindir de este dios y, por tanto, una oposición que merece castigo —intente hacer algo que el Estado no regula, sin pedirle ayuda, para que vea cómo comienzan a surgir leyes e interpretaciones de leyes que terminaran por controlar su acción—. La sociedad actual es al Estado lo que los Israelitas eran a dioses falsos en su tiempo como pueblo escogido de Dios, y ellos, a igual que la sociedad del presente, pagaron las consecuencias de su mal proceder (revisar: Éxodo 20:4, 5; Deuteronomio 5:8, 9; 7:2-5; Josué 2:11-19; 3:7, 8). Y el adoctrinamiento inicia desde muy joven: desde primaria hasta la universidad se comienza a impartir el culto al Estado mediante el canto del himno y el homenaje a la bandera y en Ciencias Sociales te definen la institución y su supuesta importancia para la organización social, se tiene contacto con las delimitaciones territoriales del Estado y se refuerza el adoctrinamiento con historia, geografía, geografía económica (en Venezuela, hoy “geografía, historia y ciudadanía”), premilitar, economía, entre otros que, en mayor o menor grado, inyectan la creencia en dios Estado. Toda la rama de las ciencias sociales está impregnada de esta religión.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo filosófico.
El Socialismo prometía prosperidad económica inconmensurable; se vendía y sigue vendiendo como un sistema elevado, moralmente superior a cualquier otro, supuestamente fundamentado en la justicia, igualdad y libertad; como aquello que iba a permitir a las personas alcanzar la plenitud humana, ser verdaderamente felices[1]; y gran parte de sus postulados se basan, solo retóricamente, en esas promesas y premisas. Pero la realidad resultó ser todo lo contrario, esas promesas fueron clara y previsiblemente incumplidas por fundamentarse en creencias falaces, por pensar que puede hacer del ser humano algo “más humano” obligándolo a realizar acciones anti-humanas —contranaturales—.
En el pasado se ha desmitificado el Socialismo en otros textos[2]; así que, llegados a este punto debemos estar en la capacidad de comprender que el ser humano está dotado de una impresionante capacidad creativa y que por fuerza natural ejerce esa capacidad, el ejercicio de su empresarialidad —entrepreneurship— para solucionar problemas en su entorno; basándonos en ello, ahora estamos preparados para definir el sistema partiendo desde su hueco fundamento y recorriendo por cada una de las partes que conforman su estructura. Sin más preámbulo, pasamos a ello:
Socialismo: la definición
El Socialismo es, pues, el término que describe a todo sistema que se fundamente en el ataque sistemático o/e institucionalizado contra el libre ejercicio de la empresarialidad del ser humano; éste “ataque sistemático e institucionalizado” debe entenderse como agresión organizada, metódica y repetitiva[3] que impide que las personas actúen libremente en busca de alcanzar sus objetivos. Este régimen lleva al punto más elevado las ideas colectivistas[4], lo que lo vuelve un sistema en el que la propiedad privada se suprime hasta desaparecer completamente y el individuo es sometido al colectivo; a su vez, este sometimiento, que necesariamente tiene que llevarse a cabo de forma violenta o con la amenaza de su uso por ir en contra de la naturaleza del ser humano y requerir que éste modifique su conducta[5], restringe a los actores de realizar acciones libres. Todo esto fundamentado en la aberrante creencia de que se puede organizar y/o mejorar deliberadamente a la sociedad y alcanzar el desarrollo y logro de determinados fines a través de un órgano director que rija la vida de todos y cada uno de los actores sociales[6]. La coacción institucional lleva a que las personas se vean forzadas a actuar de una manera distinta a como hubieran actuado en caso de encontrarse en un ambiente libre, en estas circunstancias, las acciones llevadas a cabo por el actor se amoldan a lo que espera el órgano director —violento, coactivo— y no a la consecución de fines propios.
El Socialismo no es solo “socialización de medios de producción”
En este punto, es necesario enfatizar que el fundamento socialista lleva a que la estructura que forma al Socialismo no sea necesariamente la socialización de los medios de producción dirigida discrecionalmente por el Estado —órgano director— que, al mismo tiempo, es quien orquesta todas las acciones agresivas en contra de todo aquel que siquiera piense en oponerse al sistema, este es solo una matiz, un color, un modo de hacer las cosas, si bien la más conocida y aceptada conceptualmente, del Socialismo. Y es que, al final, el Socialismo es solo una cosa, y puede manifestarse de diferentes formas y grados, por lo que no puede encapsularse en un solo “modo”, ya que no importa si se socializan los medios de producción o no para alcanzar sus fines perversos disfrazados de prosperidad humana, porque, más allá de eso, el Socialismo es todo aquel sistema que de manera sistemática e institucionalizada, coaccione al individuo para modificar su comportamiento de manera tal que se apegue a la cosmovisión de quien intenta dirigir a la sociedad —sea por la idea de crear una Gran Nación, por la idea de crear un hombre nuevo, o por servir a Dios, o por cualquier otra—. En el fondo, es siempre lo mismo; de allí que la mera existencia del Estado signifique en sí mismo la existencia del Socialismo y una discusión de cuan grande o pequeño debe ser el Estado es en el fondo una discusión de cuanta dosis de Socialismo debe soportar la sociedad[7]. En adición, las inmorales y, en extremo, reprochables consecuencias de esta coacción institucionalizada ya las conocemos muy bien.
El Socialismo desde un punto de vista moral-cristiano
En la misma línea, pero visto con otros lentes, la definición dada se encuentra encerrada en la también definición del Socialismo desde un punto de vista moral-cristiano que se encuentra recogida en la frase inicial, a saber, que el Socialismo es la idealización del Diablo. Es así en la medida en que, primero, el sistema va en contra de la libertad dada por Jehová[8] y limita o restringe violentamente las acciones del ser humano y, segundo, porque, en líneas generales, va en contra del orden establecido por Dios desde un principio, un orden en el que las personas deciden libremente, en el que cada uno de los individuos de la especie humana está dotado de voluntad propia y posee capacidades mentales que le permiten sopesar y valorar las elecciones y e inclinarse por el que crea es de su conveniencia, y en el que todos deben hacerse cargo de las consecuencias de las acciones ejecutadas, fueran buenas o malas.
El Altísimo no creo una institución organizada y estructurada jerárquicamente para que cuidara, velara, dirigiera y/o coordinara la vida en sociedad, más bien dotó al ser humano del potencial de manifestar sus cualidades para que estos pudieran convivir en paz y el proceso de coordinación social surgiera espontáneamente, sin necesidad de que un actor pretendiera hacerlo ex profeso. El surgimiento de este tipo de instituciones fundadas en ideas malignas y de su posterior uso para arremeter contra los individuos, modificando su conducta para enmarcarlas en la forma de ver o entender el mundo de quienes se escudan detrás de ella, surge como una rebelión del humano en contra de Dios siguiendo una idea diabólica que tenía o tiene el fin de acabar con su obra[9]. Entonces, en resumen, tenemos que el Socialismo es la idealización del Maligno en la tierra y que estas ideas se materializan en un ataque sistemático e institucionalizado al libre ejercicio de la empresarialidad del ser humano, que en el fondo termina ciento coactar la expresión libérrima de la voluntad de cada individuo.
[2] Además de la nota anterior, revisar: (i) “Estado, gobierno, Dios y orden social”; (ii) “Socialismo, máxima expresión del colectivismo”; (iii) “El horror intelectual del Socialismo”; (iv) “Economía y Socialismo, dos expresiones mutuamente excluyentes”; (v) “El fracaso histórico del Socialismo: la URSS, Cuba y otras historias tradicionales del Socialismo”; todas publicadas en el portal de ContraPoder News y a las cuales puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/?s=Roymer (Consultado el 19 de diciembre de 2023).
[3] La agresión, del latín aggressio, etimológicamente significa “acto de dañar a alguien”; la RAE la define como un “acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño”; tenemos pues que, en esencia, la agresión es la acción llevada a cabo por un sujeto A contraria a los derechos de un sujeto B; cuando la agresión es institucionalizada y sistemática, es decir, se vale de los representantes de un cuerpo —organización política— y de las instituciones sociales para acometer contra el sujeto, éste, al encontrarse contra la espada y la pared —no hay más opciones—, se ve obligado a modificar su conducta y adaptarla a lo que pide quien ejerce la coacción para evitar un mal mayor contra su integridad física, mental, emocional y/o, en suma, existencial. Por otro lado, el Socialismo es agresivo en sí mismo, no solo por usar la violencia como medio para sus fines, sino por las consecuencias nefastas que terminan dañando a los actores sometidos al régimen.
[5] Si el hombre realiza acciones en busca de conseguir sus objetivos planteados y para ello emplea medios valorados subjetivamente de acuerdo a la información que tenga en ese momento y el contexto en el que se desenvuelva, el arremeter contra esas acciones constituyen, entonces, acciones inhumanas y contranaturales.
[8] El único mandato que Dios le dio al hombre fue “no comer del fruto del conocimiento de lo bueno y lo malo” que se encontraba en medio del jardín de Edén (Génesis 2:16, 17); fuera de eso, el ser humano fue creado a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26) lo que significa que el ser humano puede manifestar cualidades del Dios invisible, entre las que se encuentran el amor, la justicia, la bondad y la capacidad de crear cosas —que es la esencia misma de la empresarialidad del humano—; es decir, Dios dio al hombre cualidades empresariales que son un reflejo, si bien a una escala menor, de su mismo ser; entendiendo esto, entonces el Socialismo se encuentra en oposición a Dios por ir en contra de su creación. Además, hay que tener en cuenta que Dios es un ser libre y, por extensión, al ser su creación y tener la capacidad de manifestar sus cualidades, al igual que él, los seres humanos tenemos la capacidad de decidir, lo cual se extiende hasta elegir qué hacer con su vida y con los bienes que son de su propiedad; en efecto, esto queda manifiesto desde el mismo principio cuando Dios no limita coactivamente a Adán y Eva comer del fruto —ellos podían elegir, no eran robots o cualquier otro tipo de ser programado—; Jehová dice lo siguiente: “hoy pongo los cielos y la tierra como testigos contra ustedes de que les he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Y, para que ustedes y sus descendientes vivan, tienen que escoger la vida amando a Jehová su Dios” (Deuteronomio 30:19, 20; TNM) estas palabras las dirigió al pueblo de Israel en los tiempos de Moisés y aún siguen vigentes hoy en día, como vemos, si los seres humanos no tuviesen la capacidad de elegir, la invitación de Dios no tendría sentido, mucho menos si éste nos obligara coactivamente a hacer lo que él quisiera, de ser así, la invitación hasta seria cruel. Aún después de pecar, los mandatos que Dios da al pueblo de Israel no eran impuestos coactivamente; Dios no impone límites de forma coactiva al ser humano, más bien, le invita a hacer todo lo que le sea posible empleando todas sus fuerzas (Eclesiastés 9:12); el único límite a dicha libertad seria el no dañar al prójimo, puesto que debemos amarlo como a nosotros mismos (Mateo 22:29), además, el ejercicio de esta libertad encara la responsabilidad de cargar con las consecuencias de nuestras acciones, eso es algo que también transmite el mensaje de Deuteronomio 30:19. Entonces, pregunto: si Dios, siendo el creador de todas las cosas, no limita coactivamente a los seres humanos y, más bien, los doto con cualidades como la empresarialidad para que éste pudiera disfrutar de la vida y lograr el pleno desarrollo a través del tiempo ¿Por qué tiene que hacerlo un sistema? En este contexto, la única respuesta lógica y posible es que esta sea producto del Diablo, enemigo declarado de Dios y quien tiene el objetivo de acabar con todo lo que éste haya creado. —entiendo perfectamente que ya esto choca con algunas interpretaciones de la Biblia, pero eso para otro día—.
[9] Esta idea no es otra que pensar que el ser humano puede gobernar a sus iguales, a sí mismo; que, de hecho, es la esencia del Estado en sí. Al respecto, ver óp. Cit. Estado, gobierno, Dios y orden social.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Si alguno tiene duda de la imposibilidad del Socialismo, tiene que repasar los sobrados datos históricos; no se necesita de una capacidad mental sobrenatural para ver que la evidencia empírica ilustra que este sistema es un fracaso superlativo. Muchos ignoran o hacen caso omiso a lo sucedido en todo tiempo y cada uno de los lugares en donde se implementó o intento imponer el Socialismo, a saber, cantidades incontables de crímenes. Siguen defendiéndolo y promoviéndolo con tal vehemencia como si su fracaso no ejerciera ninguna influencia en el modo de verlo y/o estudiarlo y no denotara las supinas tesis erróneas en donde se sostiene el sistema. Pero lo cierto es que, lo pinten como lo pinten, quieran aceptar lo sucedido o no, el Socialismo fue, es y será un modelo criminal de ordenamiento social totalmente fracasado movido por una ideología que en la práctica es esencialmente un régimen totalitario; esta es una verdad y, como tal, es inamovible e inmutable; y quienes lo niegan tienen que tener presente que en estas líneas no se está emitiendo una opinión, sino que se habla de hechos históricos —realidad—, por lo cual, les guste o no, esa negación no resta valor a la verdad, no indica que estos hechos no sean reales.
Las siguientes líneas las escribo a modo de ilustración y también para el sufrimiento de todos los socialistas, para recordar que al Socialismo lo hace la revolución, objetivo que parte inexorablemente de la teoría, y que las praxis revolucionarias se han cargado con la vida de más de cien (100) millones de personas en todo el mundo y, por si fuera poco, todo en menos de un siglo[1].
Unión Soviética (1917-1991)
Hay que tener en cuenta que la Unión Soviética no vino a existir como tal sino hasta finales de 1922, pero considero importante resaltar ciertos hechos históricos relevantes antes de esa fecha. En el año 1917 comenzaría, sin saberlo en aquel entonces, lo que para el pueblo ruso sería la mayor desgracia de toda su historia; en febrero[2] de ese año se llevó a cabo un proceso revolucionario que marcaría el inicio de la Revolución rusa de 1917, éste alzamiento causaría la caída del zar Nicolás II y, junto con ello, pondría fin a la monarquía rusa[3], dando paso a sucesivos gobiernos provisionales con una evidente escasa fortaleza que se pondría de manifiesto cuando “le hizo sombra otra institución, el soviet de Petrogrado, que en los meses siguientes permitiría que obreros, soldados e intelectuales radicales ejerciesen una poderosa influencia”[4], llevando a un proceso revolucionario que se extendería por toda la estructura en donde se adoptaba el soviet como ordenamiento social. Estos débiles e inestables gobiernos, que demostraron ser incapaces de poner fin a la guerra y, además, postergaban las elecciones de uno nuevo con carácter no provisional y que, a su vez, contaban con el apoyo de los mencheviques[5] y otros grupos socialistas que iban perdiendo prestigio y apoyo al pasar de los meses, sería más tarde derrocado por los partidos radicales que reflejaban voluntad de cambio y pregonaban los soviets en lo que se conoce como la Revolución de Octubre.
Es así como el partido bolchevique, con Lenin[6] a la cabeza y con creciente apoyo de las masas por representar el partido de la esperanza, ya que, a diferencia de los demás partidos que conformaban el gobierno provisional, contaba con metas claras y concretas, se hace con el poder el 25 de octubre de 1917 y crean el Consejo de Comisarios del Pueblo o Sovnarkom. Una vez dominado plenamente Petrogrado —el poder—, arrancaría el proyecto totalitario que estuvo gestándose en las sombras ante los acontecimientos de la época y que terminaría por establecerse en 1922, rigiendo o sometiendo al pueblo ruso por casi 70 años; dieciocho días después de tomar Petrogrado, el 12 de noviembre, se llevaron a cabo las tan esperadas elecciones para designar a los representantes en la asamblea constituyente. Al no haber obtenido la mayoría, cuando se reúne por primera y única vez la asamblea constituyente el 5 de enero de 1918, que “rechazó una resolución bolchevique en virtud de la cual se reconocía la autoridad del nuevo Gobierno (pues el Estado no era reconocido) y el vigor jurídico de las medidas adoptadas por este con anterioridad”[7], los resultados de la misma pasan a ser ignorados y la asamblea es disuelta por los soviets[8]. Seis días después, 12 de enero, el Estado es renombrado como la “República Soviética de Rusia” —aunque aún no era reconocido por los demás Estados del continente—.
Pasado mes y medio, en marzo se firma el tratado de Brest-Litovsk en donde se cedían territorios a Alemania a cambio de la paz en la Gran Guerra[9]. La firma del mismo, sumado a los abusos de poder, dio lugar a protestas de ciertos grupos políticos, lo que meses después —en junio— permitió al gobierno suscribir y acusar a los partidos políticos que se oponían a los bolcheviques —mencheviques y otros grupos de socialistas revolucionarios— de contrarrevolucionarios, por lo que se persiguió y ataco la prensa de esos partidos, viéndose ellos obligados a cambiar los nombres de sus periódicos continuamente para que pudieran aparecer al público. Ya para julio de ese año, en el marco de una guerra civil entre los opositores y el partido bolchevique, la Constitución Rusa renombra el Estado como “Republica Socialista Federativa Soviética de Rusia” (RSFSR), siendo reconocida más tarde solo por cinco (5) Estados[10]. Finalizada la etapa más oscura de la guerra civil (1920[11]), tras la victoria soviética —ejército rojo del partido bolchevique— sobre los ejércitos blancos —opositores—, comienza una oleada de crudas represiones a tal grado que en mayo de 1922 se ilegaliza definitivamente a los partidos opositores —habían sido legalizados en noviembre de 1918— mientras Lenin “reclamaba la extensión de la pena de muerte[12] a las actividades de unos y otros, e instaba a encontrar una formulación que vinculase esas actividades con las de la burguesía internacional”[13]; todo aquel que se oponía al régimen bolchevique era reprimido, incluso aquellos que se encontraban dentro de las filas del propio Partido Comunista no se salvaban de la represión si llegaban a manifestar sus desacuerdos. La comisión encargada de reprimir a los opositores era la Cheká[14].
Durante la guerra civil (1917-1923), caracterizada por represiones multiformes ejercidas tanto por el bando blanco como por el rojo —los bolcheviques no tenían el monopolio del terror durante esta guerra—, las atribuciones de la Cheká se ampliaron y comenzaron a organizar una compleja red de campos de concentración en donde se encerraban y torturaban a todos los opositores, mostrando de esta manera que la represión llevada a cabo por el bando rojo era más general, organizada, profunda, sangrienta y sistemática[15]. Por otro lado, el sistema económico estaba caracterizado por la estatización de toda la industria, muchas veces orientada a satisfacer las necesidades militares, mientras que el comercio privado estaba prohibido.
Sin embargo, las circunstancias del momento no permitían un efectivo control estatal de los procesos productivos, situación que se “corregiría” más tarde una vez instituido el régimen soviético. Ahora bien, aún con su deficiente control económico, este periodo se vio marcado por un Estado del terror que se valía de expropiaciones o el control sobre los sindicatos. Este contexto profundizo uno de los problemas que imperaba en la región desde años atrás, a saber, la hambruna, pues ésta no ceso después de la revolución; de hecho, “en los tres primeros años del proceso revolucionario Moscú y Petrogrado habían perdido, respectivamente, el 45% y el 57% de sus habitantes”[16] por huida de la población a causa del hambre. Esta hambruna que azotó a Rusia entre 1921-1922 era tal que, a pesar de la ayuda internacional, se registran, al menos, unos cinco (5) millones de muertos a causa de ella —5 millones de los treinta 30 afectados—[17]. Todo el sistema era mísero, “los sistemas de transporte y de distribución se hallaban visiblemente alterados, la comida y la gasolina eran escasas y el mercado negro y la especulación florecían. Técnicamente, la estatalización de las empresas realizada de manera precipitada a espalda de los trabajadores, parecía haber sido un fracaso”[18].
Para el año 1920 el Ejército Rojo se hace con el control de Armenia y Azerbaiyán mientras Georgia encarnaba una férrea resistencia que terminaría por ser aplastada sangrientamente a principios de 1921. Éste mismo año se revisa la política económica llevada hasta el momento y se implementa la Nóvoya Ekonomicheskaya Polítika (Nueva política Económica, NEP) que resultó ser menos interventor, en ciertas áreas, que la política llevada hasta el momento; pero el Estado aún mantenía el control sobre la industria pesada, el sistema bancario y el comercio exterior; de hecho, era “el principal agente industrial, como lo indica el hecho de que a mediados de la década de 1920 corriese a cargo de nada menos que un 90% de la producción correspondiente”[19]. A pesar de las nuevas medidas tomadas, el nivel de calidad de vida empeoró, los productos agrarios se encarecieron en un contexto en el que reinaba el desempleo, los salarios estaban prácticamente congelados, las condiciones de vivienda eran decadentes, las condiciones de salubridad eran deficientes y, por si fuera poco, las jornadas de trabajo eran de 12 horas, por lo que abundaban los accidentes laborales[20].
No satisfechos con la debacle lograda hasta el momento, el año 1922 llegó para terminar de consolidar a los bolcheviques en el poder. La mayoría de las políticas, junto con los sucesos que antecedieron a 1922, se asentaron en la violencia y, a su vez, era tan solo una sombra de lo que estaba por venir; en febrero de ese año la Cheká perdió su carácter supuestamente transitorio y se sustituyó por la Gosudárstvennoye Politícheskoye Upravléniye o GPU (Dirección Política Gubernamental o, si se quiere, Dirección política del Estado) que más tarde pasaría a llamarse OGPU —siendo la “O”, obiediniónnoye, y su traducción “unificada”—; en abril, un dirigente importante del Partido valorado por su lealtad, Lósif Stalin, es nombrado secretario general del mismo; pero es en diciembre de éste año que ocurre el evento transcendental, quizá el más importante de ese año y de todos los que habían realizado el Partido Comunista hasta entonces, pues la RSFSR pasa a formar parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas —nace la URSS—; Estado que para 1924 tendrá su primera constitución[21].
Ya conformada la URSS, la maquinaria socialista que tenía como fin formar el paraíso en la tierra toma impulso. Ese paraíso de demonios, el infierno, que Lenin dirigió hasta su muerte en 1924, sucedido por Stalin (1927-1953), Nikita Jrushchov (1953-1964), Leonid Brézhnev (1964-1982), Yuri Andrópov (1982-1984), Konstantin Chernenko (1984-1985) y Mijaíl Gorbachov (1985-1991)[22], se vería marcado por una concentración de poder en la cúpula, las políticas implementada por los bolcheviques hicieron aparecer y consolidar una nueva clase directora que actuaban en nombre de la sociedad, pero que en realidad solo ponían a su servicio todo el poder del Estado Soviético —que ellos mismos conformaban—. Las leyes no tenían otro fin que ocultar este hecho, en líneas generales, estas decían que “el pueblo tenía el poder”, “que los medios de producción eran suyos”, “que eran libres”, pero, en la práctica, ese pueblo era esclavo de aquellos que les gobernaban.
El mismo sistema centralizado, como no podía ser de otra manera, llevo a que el Estado se expandiera y asumiera más funciones; la clase dirigente fortaleció sus funciones y comenzó a conocerse con el nombre de burocracia. Las armas que usó la burocracia para llevar a cabo sus cometidos fueron, según Claudie Lefort, “la concentración de la autoridad en manos de una minoría dirigente, la exclusión del pueblo, la jerarquización de las funciones y la diferenciación de los salarios, y la división estricta de las competencias; en pocas palabras, una organización científica de la desigualdad que se convirtió en una nueva opresión. La destrucción del poder político y económico de los antiguos propietarios, el hecho de que el Estado se encargar de sectores vitales de producción y de que la industria hubiera alcanzado en algunas áreas un grado de concentración importante, el ejemplo de los grandes países industriales capitalistas, fueron todos factores que preparaban una dominación de un tipo nuevo. Pero esta dominación solo consiguió abrirse camino mediante la acción del Partido que, utilizando la ideología, el terror y los privilegios, fundió en un mismo molde todos los elementos arrancados a todas las clases de la vieja sociedad rusa”[23]. Dicho de otro modo, los bolcheviques solo cambiaron el esquema de poder, se lo arrebataron a otros para quedárselo ellos y hacer fiesta con él, mientras el pueblo al que decían representar, proteger y defender se sumergía cada vez más en la miseria.
Otras de las características fue hacer del Socialismo la doctrina oficial y destaca las feroces represiones a todo aquel que siquiera manifestase un poco de incomodidad con el régimen; estos, cuando no eran fusilados o torturados en el acto, eran enviados a uno de la amplia red de campos de trabajo o concentración que para 1938 ya albergaban entre cinco (5) y ocho (8) millones de personas; todo aquel que discrepara con los bolcheviques era considerado la peor de las escorias, un traidor. En adición, varias olas de hambrunas acaecieron a este sistema[24] y la misma jugó papeles importantes en guerras, sea directa o indirectamente, en los marcos de la Segunda Guerra Mundial[25] y de la guerra fría[26]. Todo el sistema se fue hundiendo poco a poco tras el telón durante años, pero su fracaso saldría a flote —a la vista de todos— el 9 de noviembre de 1989 cuando miles de personas salieron a derribar aquello que les privaba de libertad y un futuro mejor, a saber, el muro de Berlín.
Éste fue un acto simbólico que representa la batalla perdida del Socialismo en el siglo XX y ocurre en un marco en donde fácticamente se había disuelto la Unión Soviética, pues, desde finales de los 80 varias republicas reclamaban independencia y en ese mismo año Gorbachov declara que los países miembros del pacto de Varsovia podían resolver su futuro libremente; desde marzo de 1990 hasta su disolución oficial en diciembre de 1991, se independizaron quince (15) republicas que pertenecían al unión soviética. El colapso fue tal, que el presidente tuvo que aplicar varias reformas económicas conocida como perestroika, en donde se adoptaban ciertas medidas de apertura económica para salir de la crisis, y reformas que permitirían una reestructuración del poder político que disminuyó el poder central. Así, muere la unión soviética.
La historia de Cuba está marcada cual cicatriz en la piel por la lucha por la libertad por lo menos desde el siglo XIX. Habiendo ganado la guerra contra el decadente imperio español en 1898, pronto se dan cuenta que cambiaron de tirano, pues caen en las manos de su vecino Estados Unidos —quienes habían tenido un papel decisivo ayudando a Cuba en su guerra contra España—. Desde enero de 1898 hasta mayo de 1902 EE. UU. dirigió a Cuba bajo un régimen militar, pero ese año permitieron elecciones para supuestamente crear un gobierno cubano; sin embargo, el presidente electo, Tomás Estrada Palma, quien había vivido la mayor parte de su vida en Estados Unidos, era controlado por ellos. Mediante movimientos políticos se hicieron con el control de la isla; y esto lo demuestra el hecho de que en la constitución de 1901 quedara plasmada la Enmienda Platt[27] y los gobiernos que le siguen fueran manejados y/o influenciados directa o indirectamente por ellos. En todos los grandes problemas que se presentaron en Cuba —1905, 1909, los años 20, 30 y 40— se veía la mano de Estados Unidos, incluso apoyaron la cuasi-dictadura de Fulgencio Batista en 1934 y la dictadura plena dirigida por el mismo instalada en 1952 hasta poco antes de su caída en 1959.
Todos estos acontecimientos vividos en la isla caribeña fueron caldo de cultivo para que se levantara un carismático líder como Fidel Castro[28], con tendencias socialistas —aunque estratégicamente negara su grata aceptación o influencia de la ideología al principio de sus movimientos rebeldes—, y calara con gusto en el corazón y la mente de la mayoría de la población cubana.
La revolución socialista dirigida por el primer Comandante[29], que aún prevalece hoy, tiene sus inicios en 1953 cuando el 26 de julio ataca el Cuartel Moncada, de Santiago de Cuba, con casi ciento cincuenta (150) hombres —la mayoría procedentes del partido comunista o afines a las ideas socialistas—, por considerar que éste haría ensangrentar al régimen —sería un golpe simbólico— y causaría una insurrección popular; sin embargo, este ataque falló: por un lado, fue rechazado por las tropas del ejército de Batista y murieron la gran mayoría de los asaltantes en el ataque o en la posterior ejecución y, por el otro, el pueblo no se levantó contra la dictadura. Ahora bien, Fidel Castro no sufre el mismo destino que la mayoría de sus compañeros y es condenado a 15 años de prisión. Lo que tuvo como resultado que el asalto al cuartel fuera un fracaso en todos los sentidos menos uno, pues, este acto le dio una victoria política de peso, dado que se hizo de una fama que se acrecentaría en su juicio, en el que él mismo se defendió y expresó aquellas palabras que marcarían al pueblo cubano: “la historia me absorberá”.
Sin embargo, de aquellos 15 años de condena solo cumpliría 2, porque en 1955 le conceden un indulto que lo pone en libertad y toma la decisión de marcharse a México para preparar una nueva revolución. Allí conoce al Argentino Ernesto Guevara —mejor conocido como Che Guevara—, acérrimo comunista —más estudiado en ese campo y más radical que Fidel—, y logra agregar a sus filas a exiliados cubanos que se oponían al régimen de Batista. En su exilio, con discursos y mítines que manda a realizar con sus cartas comienza a influenciar en la sociedad cubana para que los mismos no apoyen ni participen en una posible salida de la dictadura por vía electoral. Habiendo fracasado, después de una guerra civil, el dialogo que hubo entre el gobierno y los abstencionistas[30], Castro y sus guerrilleros siguen su preparación para invadir Cuba y derrocar la Dictadura de Batista con las armas. Así, con altos y bajos, la noche del 24-25 de noviembre de 1956, 82 hombres emprenden su viaje en el Granma —a pesar de que era probable que murieran en la expedición, dado que el yate no estaba en condiciones de soportar el peso de los soldados y de las armas que llevaban[31]— saliendo desde Tuxpan, pasando por el golfo y desembarcando en la playa de Las Coloradas el 2 de diciembre[32], son recibidos por el ejército de Batista que logra dispersarlos y mermarlos —de 82 combatientes, quedaron menos de 30—. Con este gran fracaso Castro huye y se oculta en las montañas de la Sierra Maestra.
Sin embargo, desde las montañas, Fidel Castro comienza a practicar una guerra psicológica que llevaba todas las de ganar: a pesar de las batallas perdidas contra el ejército, Castro y los medios de comunicación muchas veces lo anunciaban como victorias rebeldes; esto, acompañado de la colosal fama que comenzó a ganar El Comandante en Cuba y en los países foráneos —incluyendo EE. UU.—, hizo que se le sumaran personas a su inicialmente diminuto ejército; sumado al hecho de que el ejército de Batista estuviera dividido y con divergencias políticas, más su fama que caía en picada. Pasado el tiempo, la presión social al gobierno de los Estados Unidos repercutió en la retirada de su apoyo a la dictadura Batista, por lo que, después de dos años de sangrienta lucha, éste huye a los Estados Unidos con todas sus pertenencias y Fidel Castro se hace con el poder el primero de enero de 1959. Con esto, se intensifican las llamas del infierno en Cuba, arrasando con todo lo que encuentra a su paso.
El gobierno de Fidel Castro inicia oficialmente con su llegada a la Habana el 8 de enero de 1959 —día en el que, curiosamente, el periódico Hoy publica, en noticias de Moscú (URSS), “que el éxito de la revolución significaba nuevo revés norteamericano en Latino América y presentaba el triunfo de Castro como una derrota de Estados Unidos”[33]—, con una ola de fusilamientos de altos mandos militares y a todo aquel que sea considerado un traidor —en menos de tres meses, la cifra oficial alcanza los 500 fusilados, pero fueron mucho más—, persecuciones y represalias contra todo aquel que se considerara que apoyó al gobierno de Batista y se opuso u oponía al Movimiento 26 de Julio —nombre que había adoptado la guerrilla de Fidel en honor a lo sucedido en el Cuartel Moncada—, encarcelamientos, desaparecimientos y/o muertes en condiciones extrañas de aquellos que estaban dentro del movimiento, pero que podían representar una fuerte oposición a Fidel en el futuro —como el caso de Camilo Cienfuegos y su amigo Huber Matos— y la expropiación y nacionalización de empresas y tierras privadas —la mayoría en manos de estadounidenses— que repercutiría en el futuro en el mayor desastre económico de toda la historia cubana. La tiranía y una ignominiosa miseria llegan a cada uno de los ámbitos sociales para quedarse, menos para los hermanos Castro y sus seguidores o amigos íntimos.
Durante el régimen de Castro, con las expectativas de un futuro mejor, el semblante del pueblo cubano cambio drásticamente para mal. A pesar de las fallas y situaciones sociales que si existieron en la época, Cuba venia de ser uno de los países con mayor desarrollo en todo el continente americano en la década de 1950; Carlos Alberto Montaner, basándose en el trabajo de Leví Marrero (1966), menciona que Cuba era el quinto país de América en donde mejor se alimentaba su población con un promedio de 2730 calorías diarias —cuando el mínimo adecuado es de 2500—; el segundo país de Latinoamérica en uso proporcional de su suelo agrícola con 30.5%; en cuanto al ingreso per-cápita, Cuba se comparaba a Italia y el ilusorio gigante Económico de la Unión Soviética; la calidad de vida era relativamente buena para la época: 1 de cada 40 personas tenían automóviles, 1 de cada 38 poseían teléfono, 1 de cada 6.5 tenían radio y 1 de cada 25 tenían un televisor en su hogar —posicionándolo de esta manera entre los 3 mejores países de América Latina—; el 24% de la fuerza de trabajo correspondía al sector industrial y Cuba no era un país mono-productor de azúcar; el consumo de energía eléctrica era de 11.8 megavatios/horas por año per-cápita —posicionándolo como el primer país en Latinoamérica en consumo de energía y el 25 a nivel mundial—; para 1958, 75% de las centrales azucareras eran de propiedad cubana, la inversión estadounidense representaba menos 14% del total de capitalización de Cuba, el resto era netamente cubano y el 61.1% contaba con depósitos privados en la banca nacional; no conforme con esto, había un comercio por cada 1000 habitantes que producían un promedio de ventas anual de 2500 millones de dólares; así, indicadores como el nivel de educación, crecimiento demográfico, desempleo, estado sanitario, entre otros, muestran que Cuba, a pesar de sus problemas, estaba en una posición favorable, vía desarrollo, en comparación con sus países vecinos[34]. Ahora bien, con Fidel Castro en el poder, y reconocido como el nuevo gobierno legítimo de Cuba por EE. UU., todo lo anterior se fue al traste; estatizó los medios de producción, confiscó y/o expolió toda propiedad privada, sometió a todo opositor y centralizó absolutamente todo el poder en su figura en el siguiente contexto: no hay congreso, solo un consejo de ministros que Fidel mismo dirige; el poder militar queda a sus pies; y las leyes son promulgadas por él.
La reforma agraria iniciada cuatro meses después de ascender al poder, mayo de 1959, junto a otras acciones, llevó al embargo estadounidense hacia Cuba, al colapso económico y a la pobreza al país entero. Situaciones que no llevaron a un colapso político del régimen cubano de no ser porque, una vez opuesto plenamente a EE. UU.[35], la Unión Soviética comienza a firmar convenios económicos y conceder préstamos al gobierno cubano; en el invierno de 1959, la URSS se compromete a comprar 425.000 toneladas de azúcar para 1960, un millón de toneladas anuales en los cuatro años siguientes y prestaría 100.000 de libras a Cuba durante doce años al 2.5%, además, se suministraría a Cuba “petróleo crudo y refinado y muchos otros productos, por ejemplo, trigo, barras de hierro, láminas de acero, aluminio, papel de periódico, azufre, sosa cáustica y abonos” y se “prestaría ayuda técnica para construir nuevas fábricas y desecar marismas. Cuba exportaría fruta, zumos, fibras y pieles a Rusia”[36]. De esta manera inicia Cuba a ser sustentada por el bloque soviético y, en un futuro muy cercano, convertirse en un estado satélite del mismo en plena guerra fría. Ya para abril de 1961, Fidel Castro afirmó, después de negarlo muchas veces ante el mundo y su pueblo, el carácter socialista de su gobierno.
A causa de ejercer el crimen como modo de gobierno y de la crisis socioeconómica, en los primeros tres años de gobierno de Fidel emigraron unos 250.000 personas –el 3% de la población–, principalmente hacia Estados Unidos, pero otros destinos también fueron países de Latinoamérica, como Venezuela y Puerto Rico, y de Europa, como España[37]. Esto se trataba de uno de los mayores éxodos que se habían registrado hasta el momento. Además, para 1962 Cuba había recibido suficiente armamento soviético como para consolidar su revolución socialista en Cuba; esto llegaría a su cumbre cuando el 22 de Octubre de ese año el presidente Kennedy transmite un mensaje al mundo revelando que la URSS estaba instalando misiles nucleares teledirigidos en la isla de entre 1400 y 3200 kilómetros de alcance; un acontecimiento que pondría al planeta a las vísperas de un cataclismo nuclear y que se evitó gracias a la retirada de los misiles de Cuba con la promesa de EEUU de no invadir la isla y retirar sus misiles de Turquía. Esta retirada de armamento soviético encolerizó a Fidel Castro, quien soltó una maldición, pateo la pared y rompió un espejo al enterarse de la medida que había tomado su aliado[38]. Sin embargo, a pesar de todos los acontecimientos, esto sería un seguro al régimen castrista en Cuba de que no sería invadido por su país vecino.
Durante los años siguientes de la guerra fría, Cuba comenzó a racionalizar productos de básicos para la subsistencia humana —alimento, medicamento y otros—, lo que se tradujo en inmensas colas para poder adquirir lo propio; si bien el pueblo cubano no murió de hambre, no hay duda de que les hubiera gustado comer más de lo que comían y disfrutar de otros placeres de los que eran —y siguen siendo— limitados; en contraste, los dirigentes del régimen vivían —viven— una vida mejor que la del pueblo que someten. En adición, esos grandes logros en donde se muestra una Cuba con avances médicos y aumento de la población estudiantil son una cortina, tanto en el pasado como en el presente: en comparación a años previos de toma del poder, la preparación médica cubana disminuyó en calidad; y, en el campo educativo, los niños eran obligados a estudiar y obligados a trabajar desde los seis años de edad[39].
En la misma línea temporal, es necesario mencionar que Fidel Castro llevó a cabo un programa para apoyar todos los movimientos comunistas del mundo. De esta manera, desde 1960 ya intervenía de forma más o menos encubierta en África y Oriente próximo en las guerras o en conflictos civiles y locales, con la intención de entrenar y apoyar las insurrecciones socialistas, en países como Argelia, Marruecos, Sudán, Yemen del Sur, Guinea Bissau, Cabo Verde, Congo, Somalia, Etiopía, Mozambique, Siria o Angola. Hablando de estos dos últimos: en 1973 envía tanques a las Alturas de Golán en apoyo a Siria en su guerra contra Israel y Egipto; y en 1975 envía tropas cubanas hacia Angola —la verdad es que ya los apoyaba desde 1965 con tropas al mando del Che Guevara—, una participación en el conflicto que se extendería por 16 años. En resumen, la red de inteligencia cubana se extendió por buena parte del mundo, logrando penetrar a gobiernos e instituciones civiles y militares del mundo entero —incluyendo a EE. UU.—, y desarrollando actividades de promoción y participación en guerras fuera de la isla. Así, la inteligencia cubana “fomentó y facilitó apoyo logístico y financiero de acciones desestabilizadoras y subversivas que incluyeron actos de sabotaje, golpes de estado, atentados, secuestros, robos y asaltos, control y seguimiento de los exiliados cubanos, guerra mediática y desinformación sistemática” mediante “agencias y órganos de comunicación, espionaje tecnológico e industrial para el Campo Socialista, o el apoyo a dictaduras de izquierda (y alguna que otra de derechas) en los foros internacionales”[40].
En otras palabras, la dictadura cubana no se limitó a imponer terror a su pueblo, sino que lo exporto a otras partes del mundo. Pero todo este sostén artificial de Cuba se caería cuando en 1989 colapsa la URSS, quienes lo habían ayudado estratosféricamente durante todos sus años de convenios y alianzas; durante 1989 y 1994, la economía cubana, ya de por sí deplorable, cae entre un 35% y un 50%. Esto llevó a Castro a intentar realizar algunas reformas económicas, pero todas fracasaron, menos la que tenía que ver en el campo del turismo —que no fue un gran avance, pero le sirvió de sustento a la economía cubana—. Ahora bien, este estancamiento no le duraría mucho al régimen castrista, pues en 1999 toma el poder en Venezuela su aliado y títere Hugo Rafael Chávez Frías, quien comienza a hacerse cargo de las facturas de Cuba y regalaría —bajo eufemismos de cambios y acuerdos comerciales y estratégicos— el petróleo venezolano a un punto en donde Cuba comienza a exportar petróleo venezolano[41].
Pero, a pesar de toda la ayuda externa que durante casi toda la existencia recibió el régimen, hoy día el pueblo cubano sigue hundido en la miseria causada por el sistema que se implementa en su país, una miseria constante y que no vaciló en ningún momento a lo largo de todos los años transcurridos desde 1959 hasta el presente —diciembre de 2023–. Una vez más, queda ilustrado que no es quien aplique, el cómo se aplique o el cuándo se aplique el Socialismo lo que le hace fracasar, sino que el sistema en sí mismo está condenado, por un lado, solo a otorgar poder y gracia a la cúpula que lo implementa y, por el otro, al colosal fracaso social —que está asegurado desde antes del momento cero de su implementación—.
Otros fracasos y más fracasos
Decidí detallar los dos ejemplos anteriores por considerarlos los más relevantes para la historia universal en el continente europeo, asiático y americano en el siglo XX —extendiéndose hasta la actualidad en el caso de Cuba—, pero hay que estar conscientes de que ha habido otros regímenes socialistas en el mundo que, a pesar de implementarse en distintos lugares y épocas, siempre han tenido el mismo resultado, a saber: miseria para la sociedad. No hay excepción alguna de este hecho. Mongolia, Polonia, Vietnam, Rumanía, Bulgaria, Yugoslavia, Checoslovaquia, Hungría, China, entre muchos otros, vivieron las consecuencias de haber implementado el sistema socialista en su tiempo. Aun la China del s. XXI, que muestra crecimiento económico gracias a las reformas implementada en la década de los 70 y sostenida en las décadas siguientes, se mantiene en el poder gracias a su control de sus dirigentes hacia su pueblo —reprimiendo a todo aquel que vaya contra sus intereses—. En otras palabras, a pesar de los distintos matices que se puedan apreciar en los diferentes países y épocas en donde se implementó —y sigue implementando— el Socialismo, no hay duda de que la sociedad sufre mucho por ello; sea careciendo del sustento básico o necesario para la vida, como alimento, agua o abrigo; sea viendo afectada su libertad en los distintos campos de acción; sea con la vida misma; o todo esto junto.
Puede que, al leer estas líneas, alguno diga que “no se puede confundir el ideal socialista con las personas que lo llevaron a cabo” y que lo que acabo de describir es la figura y pensamiento de una persona y no el socialismo en sí mismo. Pero esto es un error. El fundamento de las acciones de una persona son sus creencias, nadie realiza acciones en el vacío, por lo que las acciones que llevaron a cabo diversos personajes con ideales socialistas a lo largo de la historia deben su origen en el ideal mismo; no es casualidad que la gran mayoría de los defensores del Socialismo —por no decir que todos— tengan una característica en común: la violencia; sea que la practiquen directamente o inciten a ella. Es por esta razón que, analizando la historia “tradicional”[42] del sistema socialista, la única conclusión lógica a la que se puede llegar es la siguiente: no importa el lugar y la época, en todo tiempo lo que precede la toma del poder del Socialismo es la violencia y lo que la ayuda a mantenerse es la violencia; bajo el sistema, son los dirigentes quienes concentran ese poder y dirigen a su pueblo por el camino que ellos creen conveniente sin importar si en el andar tengan que sufrir o morir miembros de ese pueblo que dicen defender y proteger.
En vista de lo anterior, es impresionante como hoy día muchas personas, haciendo como si no hubiera pasado nada, siguen promoviendo y defendiendo el sistema socialista con total vehemencia, cual toro que se dirige directo al degolladero. Hay personas que tienen la realidad de frente y aun así la niegan; otros, después de haberla visto, prefieren sacarse los ojos para no verla, como si eso alterara la realidad, prefiriendo ser esclavos e imbéciles por convicción, que añorar y luchar por su libertad.
[1] Fernando Diaz Villanueva, en su libro “Historia criminal del Comunismo”, sostiene que “la praxis revolucionaria se ha cobrado la vida de unos 100 millones de personas en todo el mundo y en menos de un siglo”, además, acota que esta “siendo conservador con los números, porque puede que sean muchos más” (Prologo ¿Es el comunismo una secta criminal?, párr. 8). Ese, junto a “El libro negro del comunismo” de S. Courtois., N. Werth., JL. Panné., A. Paczkowski., K. Bartosek y JL. Margolin., muestran claramente como la ideología comunista recurre sistemáticamente a crímenes individuales a fin de asentarse en el poder, constituyendo así del crimen en masa un verdadero sistema de gobierno. A lo largo de la historia, el Socialismo ha sido un fracaso en lo político, económico, social, cultural y hasta estéticamente por estar fundamentadas en horrores teóricos con respecto a la percepción de la realidad. En otras palabras, la teoría socialista está mal y su praxis ha resultado, evidentemente, un chasco.
[2] En realidad, fue en el mes de marzo según el calendario gregoriano. Antes de febrero de 1918 Rusia usaba el calendario Juliano, que tiene trece (13) días menos, y, por tanto, los acontecimientos antes de esa fecha se establecen según dicho calendario. En consecuencia, todos los acontecimientos que se relaten antes de febrero de 1918 tienen que sumárseles 13 días a la fecha correspondiente si se quiere conocer la fecha según nuestro calendario; por ejemplo, las revueltas en Rusia estallan el 23 de febrero según el calendario Juliano, al convertirlo al calendario gregoriano, sumándole trece días, tenemos que dichas revueltas se llevaron a cabo el 8 de marzo, coincidiendo curiosamente con el día internacional de la mujer.
[3] Estas líneas no tienen el fin de estudiar o analizar en profundidad los sucesos que antecedieron la Revolución rusa de 1917. Sin embargo, en groso modo, Carlos Tiabo, en su obra “Historia de la Unión Soviética (1917-1991)”, nos cuenta que a finales del siglo XIX e inicios del XX el imperio ruso contaba con amplia extensión territorial que llevo a que “de 63 millones de habitantes en 1857” pasaran a “92 en 1896 y a 122 en 1913, en vísperas de la Primera Guerra Mundial”; lo que llevo a una superpoblación en zonas campesinas y al hacinamiento del proletariado en las ciudades en desarrollo. Además, el ordenamiento social ruso se caracterizaba, a finales del siglo XIX, por la creciente actividad del Estado en el ámbito económico, quien tenía la tarea de impulsar el desarrollo. Al respecto, “desempeñaban notorios papeles la construcción de una importante red de ferrocarriles —singularmente uno de ellos, el Transsiberiano, iniciado en 1891—, la creación de un buen número de centros de enseñanza técnica, y la configuración de un activo sistema bancario. En consonancia con una vieja tradición rusa, el Estado era, además, el principal adquiriente de bienes industriales, y a tono con lo que luego sería un rasgo dominante en el sistema soviético, el grueso de la producción industrial lo configuraban bienes de equipo, y no mercancías destinadas al consumo popular” (Capítulo I, Las Revoluciones Rusas, párr. 4-5. Cursivas mías). Sin embargo, a pesar de los denodados esfuerzos por crear y sostener una buena economía que permitiese el progreso, en este entonces el descontento social por la decadente situación política y económica, la primera definida como una autocracia en la que el zar gozaba con un importante aparato militar, y la última marcada por escasez de alimentos y una fuerte inflación para el año 1917, era notoria. Esto venía arrastrándose desde muchos años atrás y podría decirse que el punto de inflexión fue el penoso papel que estaba jugando Rusia en la Gran Guerra, alimentando de esta manera toda la debacle interna en la que se encontraba el régimen —estaba al borde del colapso—. Es en este marco en el que se llevarían a cabo las revoluciones de 1917, dando paso a una nueva era soviética.
[4] Op. cit. Carlos Tiabo. La Historia de la Unión Soviética (1917-1991). Capítulo I, Las Revoluciones Rusas, sección “El derrocamiento del zarismo: la revolución de Febrero de 1917” (párr. 3).
[5] Los socialdemócratas estaban divididos en dos grupos, el menchevique y el bolchevique, ambos con visiones y proyectos distintos. El partido menchevique “mostraba una inequívoca confianza en la espontaneidad y se inclinada por formas organizativas abiertas, aun en detrimento del grado de dirección y control que sobre ellas pudiese ejercerse”, mientras que, por el contrario, el bolchevique recelaba la “acción espontanea” y “preconizaba una organización férrea y jerarquizada, con objetivos claramente establecidos y dirigida por un pequeño grupo de revolucionarios profesionales” (óp. cit. Historia de la Unión Soviética (1917-1991). Capítulo I, Las Revoluciones rusas, sección “La revolución de 1905 y sus consecuencias”, párr. 1). Un dato curioso es que bolchevique significa “mayoría”; puede que Lenin, fundador del partido, que a su vez contaba con poco apoyo en aquel entonces, se haya hecho del término para proyectar y transformar —o tergiversar— esta realidad con el uso de la palabra.
[6] Su verdadero nombre era Vladimir Ilich Ulianov, nacido en 1870, siendo el tercero de seis hijos. El alias “Lenin” es tomado del río Lena. Federico Jiménez Losantos escribe en su obra, “Memoria del comunismo. De Lenin a Podemos”, que se había criado en un “ambiente familiar culto, acogedor, educado y humanista: lecturas, música y teatro”, además de ser “excelente alumno de Primaria y Secundaria, se licenció en derecho en 1892”. También señala que “siempre fue un niño mimado de la casa, rodeado de mujeres, que lo tenían por un genio y lo mantuvieron económicamente toda su vida.Nunca trabajó” (Capitulo III, Lenin, párr. 1-3; cursivas mías).
[7] Óp. cit. Historia de la Unión Soviética (1917-1991). Capítulo II, La Ingeniería Social y sus Problemas, sección “las consecuencias políticas” (párr. 6).
[8] Los soviets se encontraban, ahora, al servicio —subordinación— de la maquinaria estatal. Por otro lado, a modo de dato curioso, ese día se proclamaría la “República Federativa Democrática de Rusia”, aunque su existencia fue muy breve debido a la disolución de la asamblea.
[9] En virtud de este tratado, en el que se satisfacían la mayoría de las exigencias alemanas en pos de la paz, “Polonia y las tres repúblicas bálticas quedaban bajo control germano; Georgia, Finlandia y Ucrania adquirían la independencia, pero claramente en la esfera de influencia de Alemania, y Rusia se veía obligada a entregar territorios a Finlandia, Turquía y Rumania. En conjunto, y según una estimación, Rusia renunciaba nada menos que a un 32% de la superficie cultivable, a un 33% de las instalaciones industriales, a un 73% de la riqueza minera y carbonífera, y a unos sesenta millones de habitantes” (óp. cit. Historia de la Unión soviética (1917-1991). Capítulo III, El Comunismo de Guerra y la Nueva Política Económica, párr. 5). Es entendible por qué se presentan las protestas opositoras una vez aceptado y firmado el tratado.
[10] Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia y el estado libre Irlandés (1920).
[11] La guerra civil rusa (1917-1923) tuvo lugar pocas semanas después de que el Partido tomara el poder en la Revolución de Octubre; los partidos opositores comenzaron a resistirse al gobierno bolchevique, lo que dio lugar a tensiones y enfrentamientos armados múltiples, con ayuda externa para el ejército blanco, siendo el periodo de 1918-1920 en donde se llevaron a cabo los enfrentamientos más intensos y sangrientos. Sin embargo, después de éstos, la tensión bajo y solo se presentaban ciertas resistencias en algunas zonas del territorio ruso, siendo el último enfrentamiento llevado a cabo en junio de 1923.
[12] La pena de muerte había sido abolida en octubre de 1917, pero fue restaurada en junio de 1918. Otro dato curioso es que ese mismo año la Cheká se encargó de crear el primer campo de concentración. Es decir, el gobierno bolchevique, socialista/comunista —sea válida la redundancia—, llego al poder de manera violenta y recrudeció tal violencia durante el ejercicio del mismo.
[13] Óp. cit. Historia de la Unión Soviética (1917-1991). Capítulo II, La Ingeniería Social y sus Problemas, sección “Las consecuencias políticas” (párr. 16)
[14] La Cheká, creada en diciembre de 1917 con carácter supuestamente transitorio, fue un grupo armado de la revolución bolchevique, un organismo represor a los pies de Lenin; como el Partido se había tornado extremadamente violento —algo previsible—, no solo recibía criticas externas, sino internas, lo que obligo a Lenin a encargar a “uno de sus lugartenientes, el aristócrata polaco Felix Dzerzhinski, que formase una milicia dedicada a vigilar de cerca y reprimir los conatos de disidencia que fuesen apareciendo mientras el Partido se acomodaba en Moscú”. Esto abrió paso para que Dzerzhinski creara un grupo que no tenía restricciones en el trato que podían dar a los “contrarrevolucionarios”; sin embargo, este grupo, en un principio llamado “Comité Militar Revolucionario de Petrogrado”, se quedó corto ante la gran cantidad de opositores/disidentes al gobierno bolchevique, por lo cual Lenin manda a llamar nuevamente a su lugarteniente “para encomendarle la creación de una -comisión especial- [en ruso, Chrezvychaynaya Komissiya, es decir, Che-Ká] que luchase -con mayor energía revolucionaria contra la huelga general de funcionarios y determinara los métodos para suprimir el sabotaje” (óp. cit. Historia Criminal del Comunismo. “La Cheka, el brazo armado de la Revolución” (párr. 3, 5). En otras palabras, la Cheká era una comisión que tenía la tarea de luchar contra todos los enemigos de la revolución hasta suprimirlos; la tortura sistemática medieval —empalamiento, lapidación, horca, desollamiento, entre muchas otras— era el fundamento de la Cheká; algunos de sus atroces actos se realizaban en público con la intención de infundir terror en la población. Por citar algunos actos, en la madrugada del 11 y 12 de abril de 1918, recién creado el grupo, mil agentes “irrumpieron en los domicilios de quinientos ciudadanos sospechosos de militar en organizaciones anarquistas”, los detuvieron y ejecutaron en público a algunas personas en la plaza Lubienka, junto al Kremlin; también se conocen casos en donde desnudaban a los presos y vertían agua sobre ellos en un ambiente a 30 grados bajo cero, por lo que éstos terminaban congelándose “rápidamente formando estatuas de hielo vivientes”, o ponían tubos en la boca para deslizar por él “para que ésta, azuzada por un tizón que el verdugo ponía en el otro extremo del tubo, desgarrase la garganta de los condenados hasta provocarles una espantosa muerte” (ibíd. párr. 10, 11). Al respecto, puede consultarse también la sección “El Brazo Armado de la Dictadura del Proletariado” perteneciente a la primera parte de la óp. cit. El Libro Negro del Comunismo. En la misma línea, sin duda alguna, dada las circunstancias, el fusilamiento era la más benévola de las sentencias que podían aspirar los presos. He de decir que esta policía del estado cambio de nombre varias veces, entre el año 1922 y 1923 paso a llamarse Gosudarstvennoe Politicheskoe Upravlenie (GPU, que se traduce: Dirección Política del Estado), entre este último año y 1934 cambio su nombre a Obyediniónnoye gosudárstvennoye politícheskoye upravléniye (OGPU, que significa: Dirección Política del Estado Unificada), desde 1934 hasta 1946 se llamó Naródniy komissariat vnútrennij del (NKVD, traducido como: Comité del Pueblo para Asuntos Internos) y, por último, recibió el nombre de Komitet Gosudarstrennoaja Bezopasnosty (KGB, que es: Comité de Seguridad del Estado) desde 1946 hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991.
[15] Quiero aclarar que, siguiendo la descripción dada en textos que precedieron a este tema, en mayor o menos medida, todos eran Socialistas, incluso los supuestos anarquistas de la época eran anarquistas colectivistas, por lo que es irrelevante que bando cometía las atrocidades. Lo importante a destacar es que es el sistema Socialista, en sus distintos colores, quien se cargó con todos los sufrimientos de todas las personas durante todo el periodo soviético (1917-1991). Al respecto, revisar: Roymer Rivas. 2023. Socialismo, máxima expresión del colectivismo. Publicado en el portal de ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/socialismo-maxima-expresion-del-colectivismo/ (Consultado el 18 de diciembre de 2023).
[16] Óp. cit. Historia de la Unión Soviética (1917-1991). Capitulo III, El Comunismo de Guerra y la Nueva política Económica, sección “El comunismo de guerra”, párr. 1. Agrego que, efectivamente, fue un fracaso económico y social, sin embargo, para los fines del Partido Comunista, fue todo un éxito, ya que ellos lograban mantenerse en el poder, con innegables éxitos militares, mientras ganaban ciegos adeptos.
[17] Óp. cit. El Libro Negro del Comunismo. pág. 130.
[18] Óp. cit. Historia de la Unión Soviética (1917-1991). Capitulo III, El Comunismo de Guerra y la Nueva política Económica, sección “El comunismo de guerra”, párr. 10.
[19] Ibíd. sección “La Nueva Política Económica (NEP)”, párr. 5. Cabe destacar que esta política surge como respuesta al descontento masivo que llevo a enfrentamientos entre los bolcheviques y los campesinos —guerras campesinas, tuvo su apogeo a inicios de 1921—. La situación se tornada explosiva y “ante la amenaza de un verdadero maremoto social que significaría el riesgo de hundimiento del régimen, los dirigentes bolcheviques se vieron obligados a dar marcha atrás y a tomar la única medida que podía de momento calmar el descontento más masivo, el más general y el más peligroso: el descontento campesino” (óp. cit. El Libro Negro del Comunismo. Primera parte, sección “De Tambov a la Hambruna”, párr. 1). Es en este contexto en el que se implementa la NEP.
[20] Óp. cit. Historia de la Unión Soviética (1917-1991). Capitulo III, El Comunismo de Guerra y la Nueva política Económica, sección “La Nueva Política Económica (NEP)”, párr. 6.
[22] Este escrito no tiene el fin de analizar cada gobierno de la Unión Soviética por separado y mucho menos destacar sus diferencias, sino que es un panorama general de los acontecimientos y/o características que marcaron, en mayor o menor medida, a todo el régimen desde su origen hasta su disolución oficial en 1991. La razón por la cual he sido más descriptivo con el origen del Estado Soviético —y seguirá siendo así con los siguientes regímenes a describir— es para resaltar el hecho de que la violencia y el crimen siempre son rasgos característicos del sistema socialista en sí, de quienes promueven y defienden el Socialismo; en efecto, no puede ser de otra manera, la naturaleza del Socialismo es el mal y, desde el inicio, la única manera de promoverlo, implementarlo y defenderlo es con la violencia.
[23] En op. cit. Carlos Tiabo. La Historia de la Unión Soviética (1917-1991). Capítulo 2, La ingeniería social y sus problemas, sección “La burocracia” (párr. 3).
[24] Para la década de 1930 azoto, nuevamente, una hambruna que los historiadores llaman “La Gran Hambre” (1932-1933). Ésta fue peor que las hambrunas pasadas, las victimas mortales ascendieron a más de seis (6) millones. Ahora bien, lo que diferenció a La Gran Hambre de las demás es que ésta “fue consecuencia directa del nuevo sistema de -explotación militar feudal- del campesinado […] puesto en funcionamiento durante la colectivización forzada, y una ilustración trágica de la formidable regresión social que acompaño al asalto contra los campos realizado por el poder soviético a finales de los años veinte” (óp. cit. El Libro Negro del Comunismo. Primera parte, sección “La Gran Hambre”, párr. 1). El aparato estatal cercó poblaciones enteras para que nadie pudiera salir, Ucrania es el que más destaca de todo este periodo. Sin más, esta tragedia constituye una de las mayores tragedias humanitarias del siglo XX y, como todas las demás atrocidades cometidas por el sistema socialista, se trató de ocultar al mundo y de la historia.
[25] La URSS mantenía la paz con Alemania hasta que es traicionada por esta en 1941. Después de esto, la Unión Soviética pasa a formar parte de las tropas aliadas, por lo que, al salir vencedor en la Segunda Guerra Mundial, se queda con la ocupación de ciertos territorios, entre los que resalta, por el simbolismo histórico que marcaría décadas después, la parte oriental de Alemania.
[26] Esta guerra fría, llamada así porque no hubo ataques directos entre los bandos, agrupa más de doce (12) conflictos armados en el marco del choque de dos ideologías superficialmente opuestas, la de EE. UU. y la de la URSS. Este tiempo se vería marcado por zonas de influencias conocidas como países satélites, que funcionaban como promotores de las ideas de los países a los que respaldaban, y por pequeños conflictos que surgían en distintas partes del mundo y en donde Estados Unidos y la Unión Soviética intervendrían constantemente a través de ayudas económicas, armamentistas, espionaje, entre otras acciones, para seguir influenciando en el contexto internacional. De estos destacan el posible conflicto bélico tras la construcción de un puente aéreo llevado a cabo por EE. UU. debido al bloqueo que auspició la URSS en las zonas occidentales, el conflicto entre árabes e israelíes, la guerra de Vietnam, la guerra de Corea —que terminaría por dividir al país en dos hasta el día de hoy—, la división de Alemania con el muro de Berlín y la crisis de los misiles cubanos que pudo haber servido de base para una guerra nuclear. Para mayor información, revise la obra de Ronald E. Powaski titulada “La Guerra Fría: Estados Unidos y la Unión Soviética. 1917-1991” —toda la obra merece ser leída cabalmente—; además, también puede revisar dos artículos, uno de Jon Kelly titulado “Seis sucesos claves que definieron la guerra fría” publicado por la BBC Londres (puede acceder a través de: https://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/04/140402_guerra_fria_revive_finde_ng) y otro de Daniel Delgado titulado “La guerra fría, medio siglo de enfrentamientos”, publicado por Muy Interesante (puede acceder a través de: https://www.muyinteresante.es/historia/31239.html)
[27] A cambio de que Estados Unidos retirara sus tropas —a excepción de las que quedarían en ciertos puertos— y emergiera un gobierno propiamente cubano, EE. UU. impone que Cuba debe aceptar constitucionalmente que ellos pueden intervenir cuando lo consideren necesario. Solo habiendo aceptado ésto es que se da paso al gobierno de Tomás Estrada Palma.
[28] Fidel Alejandro Castro Ruz nace el 13 de agosto de 1926 en Mayarí. Hijo del español Ángel Castro Argiz, rico, dueño de extensas tierras, y su cocineta Lina Ruz González. Ángel todavía estaba casado cuando Lina le dio a luz cinco hijos: Ramón, Fidel, Juana, Emma y Raúl. doctor en leyes y estatista con gran influencia política en el mundo. A modo de dato curioso, menciono que la relación de Fidel con su padre era distante, hasta el punto que, junto a sus hermanos, adoptan el apellido “Castro” en los años 30, cuando Ángel se casa con Lina como requisito para poder inscribir a Ramón y Fidel Castro en la escuela “La Salle”, de Santiago de Cuba; estos, junto a Raúl, más tarde terminarían en el colegio jesuita de la Habana. En 1945 llega a la universidad de la Habana para estudiar derecho y en 1950 obtiene un doctorado en la misma rama, en su vida universitaria destacaría su actividad política en lugar de la académica; la violencia revolucionaria lo caracterizaría, y lo ilustra su participación en la lucha entre bandas y un sinfín de participaciones violentas en la Habana que terminó con la muerte de varios de los miembros de los grupos a los que pertenecía entre 1945 y 1953, incluso participó en el fallido intento de conquistar Republica Dominicana en 1947, escapando del arresto y llegando sano a la granja de su padre. Para mayor detalle de la vida insurrecta y enérgica en la búsqueda del poder de Fidel Castro, consulte la obra de Hugh Tomas titulada “Cuba. La lucha por la libertad”, en su Libro VIII. La Lucha, 1952-1959. Sección 61, Fidel Castro: infancia y juventud. Y las secciones 62-63 para detalles del ataque a Moncada.
[29] Digo “primer Comandante” porque más tarde Hugo Rafael Chávez Frías, presidente de Venezuela (1999-2013), seria llamado del mismo modo por sus aliados y seguidores. La similitud entre estos dos personajes es supina.
[30] Para mayor detalle de este proceso, consulte la obra de Carlos Márquez Sterling titulada: “Historia de Cuba: desde Colón hasta Castro” (1963), en su Cuarta Parte: “Dictadura y Apotolicismo Revolucionario 1952-1959”, secciones: desde “Contra las Elecciones” hasta “Empieza la Guerra Civil”. Publicado por Editorial Las Américas.
[31] Según Carlos Márquez Sterling, “Llevaban a bordo dos cañones antitanques, treinta y cinco rifles con mira telescópica, cincuenta y cinco rifles Mendoza, tres ametralladoras Thompson ligeras y cuarenta pistolas ametralladoras ligeras”. En Ibíd. Sección: El Granma y la Sierra Maestra, párr. 3.
[32] El Granma era un yate que adquirió la guerrilla cubana de manera clandestina en México con el fin de usarlo como medio de transporte hacia Cuba. El viaje estaba planeado para cuatro (4) días, pero las dificultades hicieron que durara siete (7). Esto es importante a destacar ya que Fidel había anunciado su desembarco en Cuba para el 30 de noviembre, invitando a sus adeptos que lo esperaran y que tomaran las calles para la revolución; y fue así, efectivamente jóvenes se lanzan a las calles el esperado día, dirigidos por Frank País, pero Fidel nunca llegó. Actualmente el Granma es uno de los más celebrados monumentos de la revolución cubana y se exhibe en un museo. Para mayor información de la expedición, vea la óp. Cit. de Hugh Tomás, libro VIII, en la sección: “La Expedición del Granma” y la Óp. Cit. de Carlos Márquez Sterling, en la sección: “El Granma y la Sierra Maestra”.
[33] En óp. cit. Historia de Cuba: desde Colón hasta Castro. Parte “Decima Epocagangsterismo y Comunismo 1959-1963”, sección: El Caballo Desbocado, párr. 2. Esto es algo curioso, pues muestra que desde sus inicios la Unión Soviética veía con buenos ojos la revolución cubana liderada por Fidel Castro y, de hecho, la propaganda vendía este triunfo como una derrota directa de los Estados Unidos.
[34] Carlos Alberto Montaner. (1994). Vísperas del final: Fidel Castro y la Revolución Cubana. Publicado por Editorial Globus. Capítulo 1: “Vaya por delante lo siguiente”, sección: “Estado de la economía cubana antes de Castro”. Pág. 8-17.
[35] Si bien es cierto que Estados Unidos buscaba establecer acuerdos económicos con Cuba en el primer trimestre de 1960, ésta se mostró vacilante y expuso una serie de condiciones que, claramente, eran imposible que EE. UU. aceptara, por lo que, es muy posible que los movimientos del régimen cubano solo fueran para tantear hasta donde podía llegar su vecino, porque en realidad no querían establecer ningún acuerdo con ellos. Esto toma fuerza al ver la conversación que Castro tuvo con Rómulo Betancourt en enero de 1959, en donde le hizo saber que pensaba oponerse a EE. UU. y le pidió apoyo financiero —tenía los ojos puestos en el petróleo venezolano—. Puede consultar la óp. Cit. Cuba: la Lucha por la Libertad. Libro IX: Victoria: la ilusión lírica, 1959, sección 82: Las primeras sombras, párr. 27-29; y Libro XI: El Choque 1959-1952, sección 94: Se desenvaina una espada. Párr. 24-30
[36]Ibídem. Párr. 22. Es necesario destacar que, tan solo entre 1961 y 1962, la ayuda soviética a Cuba ascendía a 570 millones de dólares: dinero que se intentó usar para activar la economía cubana y llevar a cabo sus planes sociales; pero que terminó en un fracaso en todos los niveles. Además, en la campaña de alfabetización que se llevó a cabo —quizá el único logro de la revolución a costa de la miseria en todos los demás campos sociales— se despilfarró mucho dinero, incluso podría considerarse un despilfarro de mucho dinero en sí mismo este proyecto, puesto que no representaba beneficio inmediato para la sociedad cubana (consultar: Ibídem. Sección 100: Entre crisis, párr. 6).
[37] Navarro V., Armando. (2013). Cuba, el Socialismo y sus Éxodos. Publicado por Editorial PalibrioSpain. Sección: Los primeros éxodos.
[38] Óp. Cit. Cuba: La Lucha por la Libertad. Libro XI: El Choque. Sección 103: La Crisis de los Misiles III. Párr. 17, 18.
[39] Revise ibíd. en Epílogo, sección 104: Los Utopistas.
[40] Óp. Cit. Cuba, el Socialismo y sus Éxodos. Sección: “La exportación de la revolución”, párr. 3. Es bueno que consulte todo el tema y lo complemente con la sección: “El Internacionalismo proletario”, en la misma obra.
[42] He resaltado el adjetivo “tradicional” en este texto porque considero que el Socialismo, sea completo o en esencia, inicia desde el momento en que el primer human intentó someter a otro para que actuara acorde a su voluntad. Empero, esto es historia para otro día.
Por Carlos Infante, coordinador local de EsLibertad Venezuela.
La libertad es un concepto histórico que se puede conseguir inclusive en los libros religiosos mas antiguos que conocemos en la actualidad, esto es porque el sentir de libertad es el engranaje indiscutible que mueve el desarrollo de la sociedad. Desde la época de la esclavitud de los judíos en el antiguo Egipto, hasta la caída del muro del Berlín y, más actualmente, en las luchas de la independencia de varias naciones, la libertad se ha conjugado en las mentes e ideologías de las personas como el ideal que se espera obtener, como la forma de vida intrínseca que debemos tener para poder evolucionar y desarrollar nuestras vidas como seres humanos hechos y derechos de la sociedad.
Teniendo en cuenta el impacto mundial de la liberad y su impacto innegable en todo el planeta, era de esperarse que dicho ideal también sea representado en el arte, la música, la literatura y en el 7mo arte, en la historia tanto de la literatura como de la cinematografía, es realmente difícil conseguir algún material que no toque de manera directa o indirecta temas relacionados con la libertad, les reto a pensar sobre obras literarias y cinematográficas que se hayan desligado completamente sobre la definición de la libertad y no la mencionen ni directa ni indirectamente, quizá puedas conseguir algunos, no digo que no, pero definitivamente se te hará muy difícil.
El arte imita la vida y la vida a veces imita al arte, es por esto que aseguro que será muy difícil conseguir material literario o cinematográfico que no toque de alguna manera las aristas de la libertad, a tal punto que puedo mencionar algunos ejemplos que suenan descabellados, pero que definitivamente de alguna manera hablan sobre la libertad, e inclusive sobre las libertades individuales como, por ejemplo, la película de Tim Burton “Edward manos de tijeras”, o también de Tim Burton “El Grinch”, algo más moderno, podría ser toda la saga de Rápidos y Furiosos, incluso en series como “Las sombrías aventuras de Sabrina”, “Sucession”, “Alf”, entre otros, puedo hacer una lista enorme sobre todas las películas y series que mencionan de manera directa o indirecta algo sobre la libertad, y la lista puede ser aun mas grande si añado obras literarias.
Ahora bien, teniendo en cuenta que —creo— ya les convencí que la mayoría de obras literarias, de cine y tv suelen añadir en sus historias, algunas aristas de la libertad, quiero tocar ciertos puntos importantes, ya que, a través del tiempo, autores, productores, guionistas y directores, han trabajado en conjunto, quizá sin darse cuenta, para advertir al publico sobre los peligros del totalitarismo y el autoritarismo contra la libertad, y en este articulo vamos a conversar sobre los parecidos que hay entre: Harry Potter, Las crónicas de Narnia, Game of Thrones y la Granja de Orwell.
Lo primero que debemos destacar sobre estas obras maravillosas es que todas son libros que fueron adaptados, ya sea al cine o la televisión, eso da fe del tremendo impacto cultural que cada una de estas obras a tenido en la sociedad, tanto del siglo pasado como del presente, pero quizá lo que las personas no se han dado percatado es que hay similitudes interesantes entre estas obras, que de por sí son muy diferentes si comparamos el contendo base, pero si las analizamos podemos entender de donde salen estas similitudes. Vamos a ir enumerándolas y especificándolas para que se entienda mejor la importancia de analizar estas historias.
Primero: las 4 obras hablan sobre un personaje —principal o secundario— que por alguna razón han perdido algo —un familiar, una propiedad, un derecho—. De esto derivan normalmente acontecimientos que hacen que estos personajes se replanteen su modo de vida y decidan accionar de alguna manera. En el caso de la granja este personaje es el granjero que pierde la granja; en el caso de Harry Potter, es Harry que pierde a sus padres; en Game of Thrones, son los Strak cuando pierden a Ned; y en Narnia, son los hermanos Pevensie cuando deben mudarse y dejar atrás a sus padres por la guerra.
Segundo: luego de que nuestros protagonistas o personajes secundarios se dan cuenta de que han perdido algo y que los acontecimientos de esta perdida los han llevado a que sus vidas cambiaran para siempre, viene la parte donde los personajes deben emprender un viaje para descubrirse o buscar venganza. En este proceso, se dan cuenta de que su aventura será más difícil de lo esperado, y es aquí donde normalmente se nos presenta la problemática principal o el villano de la historia. En la Granja la problemática eran los cerdos que comandaban a los animales; en Harry Potter es Lord Voldemort; en Game of Thrones son los Lannister; y en Narnia es la bruja blanca.
Tercero: es en este momento, cuando la historia da a conocer el problema o al villano, que los personajes conocen el sistema al que tienen que enfrentarse, el totalitarismo o autoritarismo, sistemas que son manejados y liderados por sus respectivos villanos —en Game of Thrones el Rey era Robert Baratheon pero quienes tenían el mayor poder político eran los Lannister y, una vez Robert muere, son los Lannister que afianzan su reclamo al trono, desde donde inician un sistema totalitario, contrario al de Robert que era respetoso de las casas nobles de Westeros; en Harry Potter, el sistema fue construido desde adentro por los Mortifagos, seguidores de Voldemort, que obedecían sin chistar todo lo que su amo les decía y les pidiera, es así como logran imponer una nueva directiva en Hogwarts, para después lograr poner un Primer Ministro en el Ministerio de Magia que sea adepto a Voldemort y sus ideales; en La Granja, los cerdos manejaban un autoritarismo disfrazado de democracia, ya que manipulaban a los animales para que aceptaran hacer lo que el líder quiera sin necesidad de dar explicaciones; y, por ultimo, en Narnia la bruja blanca destrono el reinado de Aslan a través de la fuerza y se autoproclamo reina, iniciando un gobierno de terror que le permitía tener el control completo de Narnia y sus habitantes a través del miedo—.
Cuarto: Cuando los protagonistas se dan cuenta del nivel de peligro del sistema al que se están enfrentando, es aquí cuando se dan cuenta verdaderamente de que, si no hacen algo, sus vidas, sus libertades, derechos y las de sus amigos y seres queridos no podrán salvarse, y es aquí cuando inician una aventura para hacerle frente al sistema gobernado por su villano. Y en cada una de las historias vemos que se logra a través de las alianzas, de la diplomacia y del apoyo.
Una vez que los protagonistas definen el problema, es cuando buscan la solución, ¿Cómo? Buscando aliados que estén sufriendo lo mismo que ellos; es así como, de repente, todos se dan cuentan que sus vidas y libertades peligran y que deben hacer algo para cambiar el sistema. Por ello es que al finalizar la historia vemos como los protagonistas luchan para defender sus vidas, libertades y derechos de un sistema que se construyó para derrotarlos y esclavizarlos, y claro, al final, ganan la batalla y restauran la justicia, la libertad y los derechos para que todos los animales no pasen hambre, para que los muggles y los mestizos no sean asesinados y torturados, para que el reinado vuelva a la paz después de la guerra y para que se instaure la justicia en el reino.
Es así como de manera sutil los autores integran en sus obras las ideas de la libertad, sus principales enemigos y como la sociedad puede luchar para proteger sus derechos y libertades ante un sistema que fue impuesto y construido para destruir a la sociedad en busca de un poder absolutista que solo busca dar mas poder al tirano a costa de las libertades y derechos de los ciudadanos y la sociedad. Por esto, es importante analizar siempre lo que vemos y leemos, para que aparte del entretenimiento que nos brinda, también nos pueda dejar enseñanzas y moralejas importantes que nos pueden ser de gran ayuda en algún momento dado para defender nuestras libertades.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
En el pasado he hablado sobre los fundamentos colectivistas[1] e inmorales[2] del Socialismo; estos fundamentos definen las acciones que lleva a cabo el sistema con tal de amoldar a la sociedad a su concepción —diametralmente opuesta a realidad— de cómo debería ser el mundo. También, hemos visto que el socialismo, al arremeter contra las acciones individuales de los actores sociales con el objetivo de modificar su conducta y someterlo al colectivo, por extensión, controla y modifica la economía —lo cual va en contra de la creencia popular de que “el socialismo es la socialización de los medios de producción” para pasar a verlo como “un sistema que ataca la libertad y, por extensión, se controla la economía”. Es decir, no es que el socialismo se limite a la economía y luego esto repercuta en los demás ámbitos de la vida del individuo, es que, primero, intenta modificar toda acción individual en cada campo, acciones que son económicas. Dicho de otra manera, el resultado económico del socialismo es producto de las previas acciones ejercidas inmoralmente para disminuir la individualidad del ser humano, primero es el ataque sistemático al individuo, a su propiedad, para moldearlo, luego es el resultado económico—. Estas acciones lógicas del sistema, congruente con sus fundamentos, son en líneas generales: sujeción del individuo al colectivo, colectivo que a su vez responde al órgano director —entiéndase: Estado—; esto requiere necesariamente la destrucción de la propiedad y la veneración de la “propiedad colectiva”.
En socialismo, la economía en general está dirigida por el Estado; la propiedad es casi inexistente, pasa a manos de la propiedad colectiva que es dirigida por el Estado, quien decide qué es lo que se producirá, cómo, cuanto, cuando y también cómo distribuirlo entre los miembros de la sociedad; en otras palabras, cada individuo es restringido de usar libremente sus bienes. Ahora bien, el Estado puede hacerse cargo el directamente de los medios de producción o puede no hacerlo formalmente pero obligar a los actores a darle una parte, por lo general grande, de los beneficios de la producción en manos “privadas”; esto no hace que el socialismo tenga un menor grado, es lo mismo, se está limitando a los individuos a disponer de sus bienes; esta restricción también es un medio de socialización de la producción, puesto que lo recaudado —robo—, en el mejor de los casos será luego repartido entre el colectivo —en el peor de los casos, que es, casualmente, lo que más se asemeja a la realidad, los políticos se hacen de buena parte, sino toda, de lo sustraído de los beneficios de la producción. Esto es, corrupción—. Este sistema, en donde el Estado maneja la producción, distribución, los intercambios y el consumo[3], se conoce como planificación económica o intervencionismo, que no es más que una planificación centralizada que se lleva a cabo coactivamente en detrimento de las libertades de los actores sometidos a este régimen del mal.
A continuación, presento un cuadro donde resumo las características principales de una economía socialista[4]:
Estas acciones llevan al desastre económico y social en general, el resultado económico ineludible del socialismo es la miseria. En anteriores oportunidades también he explicado que la libre ejecución de la empresarialidad de los individuos crea nueva información que, a su vez, es transmitida eficazmente a través del sistema de precios —parte de ella—. Esto hace posible que los actores puedan realizar cálculos económicos que le permitan alcanzar con más probabilidades de éxito sus fines, lo que lleva a que la sociedad se coordine y pueda desarrollarse en el tiempo —avances de la civilización—; pues bien, a priori, si los actores sociales no pueden ejecutar su empresarialidad, entonces no hay información nueva, no hay sistema de precio eficaz, por lo menos no como transmisor de información y coordinador social, y, por tanto, el cálculo económico se dificulta y los actores se les hace extremadamente difícil alcanzar sus fines, mucho menos valorar su rentabilidad en comparación a otros proyectos. Entendemos precio como lo que es, una relación de cambio; cuando dos personas transan en el mercado intercambiando sus títulos de propiedad, esta operación queda registrada en la historia y servirá como guía a los siguientes actores que quieran realizar la misma operación o una parecida en el presente; ahora bien, para poder realizar intercambios, los actores deben ser los propietarios de lo que se está intercambiando, por lo que el precio está íntimamente relacionado con la propiedad privada.
Sin embargo, en una economía socialista, en donde los medios de producción están socializados, es imposible que pueda formarse precio alguno, por lo menos en lo que a bienes de capital respecta, porque, al no haber propiedad privada, se elimina la base de la formación de precio; explico con un ejemplo: si un grupo organizado lechero —colectivo lechero— entrega leche al grupo organizado de carne —colectivo de carne—, cabe decir que ambos colectivos están sujetos a las instrucciones del Estado y que los “intercambios” —que en realidad es traspaso— se realizan de acuerdo a las necesidades de los colectivos, no se forma precio alguno, no hay relación de cambio, y no lo hay simplemente porque no se está “vendiendo” nada, se está cediendo, regalando, entregando el bien de acuerdo a la necesidad del otro estipulada por el órgano director; para que se pueda “vender”, lo que implica necesariamente intercambio de título de propiedad, el colectivo lechero tendría que ser dueño de los medios de producción de leche y el colectivo de carne tendría que ser propietario de los medios de producción de carne; pero esto ya sería sindicalismo, no socialismo; en éste no sería posible que el colectivo lechero quisiera vender la leche puesto que ellos no son dueños de la leche, incluso podría ser castigado severamente si intenta hacerlo. Entonces, tenemos que la base de los precios es la propiedad y que el sistema de precios es un transmisor de información.
No conforme con esto, también se ha explicado en otros lugares que el horror intelectual del socialismo consiste en que carece de la capacidad de poder hacerse de toda la información que surge en el mercado por las características de dicha información[5]. Entonces, al no poder poseer la información necesaria para organizar de forma centralizada la economía —la sociedad en general— y al no poseer sistema de precios —por lo menos no a un nivel profundo que llegue hasta los medios de producción—, que curiosamente ayuda a transmitir información y conocimiento a través de montos o ratios de intercambios históricos de bienes, que a su vez es resultado de la cooperación voluntaria entre los individuos transando en el marco de la propiedad privada, es imposible realizar calculo económico eficaz[6] alguno en el sistema[7].
En otras palabras, en Socialismo es imposible realizar cálculo económico ya que:
No se puede “crear” información al mismo nivel que en libertad, información que tiene más probabilidades de ser útil al actor social, debido a la coacción que limita al individuo de ejercer su empresarialidad.
No se puede “captar” debidamente la información existente por dos razones; primero, los individuos están limitados a servir al colectivo, no a conseguir sus propios fines, por lo que no se ven en la necesidad de distribuir sus recursos escasos valorados subjetivamente para usarlos competitivamente en busca de alcanzar sus fines, no sienten la necesidad de “captar” una información que no necesitan; segundo, al no haber sistema de precios optimo, no hay mecanismos de “captación” de información eficaz, lo que está íntimamente relacionado con el siguiente punto…
No se puede “procesar” la información: es obvio, ¿Cómo procesar algo que no existe o no se puede percibir por no tener los mecanismos necesarios para hacerlo? Esto lleva a lo siguiente…
No se puede “transmitir” la información o conocimiento eficazmente en la sociedad, lo que tiene como resultado que esta no pueda coordinarse y desarrollarse en el tiempo.
No se puede “integrar” la información esparcida en la sociedad; es decir, los actores sociales no pueden incorporar a su, llamémoslo así, sistema de conocimiento la información del mercado, o parte del conocimiento disperso entre todos los demás actores que puede valorar y aprovechar para la consecución de sus propios fines.
Todo esto enmarcado en el ámbito de la acción es gracias a la propiedad; es en el marco de la propiedad privada que una buena economía, una economía libre, adquiere pleno sentido, en el que se determinan los precios que más tarde facilitan la toma de nuevas decisiones y acciones que terminaran, de forma no deliberada, por ajustar o coordinar a la sociedad.
A continuación, presento un cuadro en el que resumo las razones por las cuales este tipo de régimen económico solo tiene como resultado la decadencia social en todo el sentido de la palabra.
Visto todo esto, es entendible entonces la imposibilidad de lograr el progreso económico y social del Socialismo y de que su único resultado posible sea la involución social. La teoría lógica lo muestra y la evidencia histórica llegó para ilustrarlo.
[3] Al ser el Estado quien provee los productos/servicios, no hay variedad en el mercado, por lo que las personas no tienen muchas opciones para elegir. En pocas palabras, las personas solo pueden adquirir lo que el Estado provee, sin importar su calidad y precio.
[4] Note que, en esencia, esto no se diferencia en nada de las características mostradas del fascismo, nazismo o cualquier otra manifestación del colectivismo mostrado en óp. Cit. Socialismo, máxima expresión del colectivismo., sección: “El Fascismo y el Socialismo, dos hermanos de la misma madre: Colectivismo”.
[6] Mises dice que es imposible el calculo económico, pero a mi juicio se equivoca. Para ser más exacto, creo que lo mejor sería decir: “se imposibilita el calculo económico eficaz” o “se dificulta el calculo económico”, haciendo que las probabilidades de éxito disminuyan en el proceso de consecución de un fin. Empero, explicar los errores de Mises en busca de optimizar la teoría no es el fin de este texto (Ver nota 7).
[7] La teoría sobre la imposibilidad del Socialismo se la debemos a Ludwig von Mises que, con una clarividencia impresionante y el coraje intelectual que le caracterizaba, siempre en busca de la verdad, desarrollo y sostuvo desde el año 1922 con su obra “Die Gemeinwirtschaft: Untersuchungen über den Sozialismus” (este libro fue traducido al inglés de la segunda edición alemán revisada -1932- por J. Kahane y publicada en Londres por Jonathan Cape -1936- bajo el título “Socialism: An economic and Sociological Analysis”. La primera edición en castellano de “El Socialismo: Análisis económico y sociológico” estuvo a cargo del distinguido pensador mejicano Manuel Montes de Oca y se publicó en México agotándose rápidamente), que este sistema es inviable. Sobre el cálculo económico, revisar la segunda parte del libro titulada “La economía de la comunidad socialista” (pág. 99-278), específicamente los capítulos 1, 2 y 7 de la sección 1 —“naturaleza de la economía” (pág. 101-120), “las características de la producción socialista” (pág. 121-143) y “la impracticabilidad del Socialismo” (pág. 210-220) respectivamente—; el autor también ayuda a comprender mejor el proceso y los resultados de la economía socialista en la quinta parte titulada “El Destruccionismo” (pág. 470-535). Con respecto a este último término, el destruccionismo, así llama el autor al “intervencionismo” llevado a cabo por el órgano director, usa el término debido a los resultados negativos a los que siempre lleva esta práctica. Éstas citas corresponden a la tercera edición en español (1989), una traducción al español de Luis Montes de Oca.
Por Roymer Rivas, coordinador local de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Al momento de proponer soluciones de mercado a varios de los problemas que surgen en la sociedad, o incluso como una opción para satisfacer la demanda de los actores que se piensan que solo pueden ser satisfechos por el Estado, los detractores se alarman, cual religioso cuando escucha nombrar al Diablo. La razón es que consideran que el mercado no puede satisfacer algunas cosas y que más bien agravaría el problema por llevar a todos a un supuesto estado de naturaleza donde los más fuertes se aprovechan de los más débiles, extrayendo unos beneficios a costa de otros. Empero, ¿Es realmente esto así? Yo creo, y con fundamentos, que no; de hecho, creo que no hay mejor escenario para aumentar las probabilidades de éxito en cuanto a dar solución a problemas en la sociedad, con mayor calidad y al mejor precio, que el libre mercado.
En libre mercado, la competencia lleva a que los oferentes de bienes y/o servicios no puedan abusar de su posición, pues es la buena reputación que tengan lo que se traducirá en más beneficios presentes y futuros al ser más atractivos a los consumidores de lo que ofrecen —demandantes—. La misma lógica aplica en todo lugar, independientemente del bien o servicio a ofrecer, lo cual incluye cosas como la seguridad y justicia. La competencia siempre impone un límite a —o representa un obstáculo para— aquellos que quieran abusar de su posición de poder en el mercado, ya que siempre se podrá adquirir los mismos bienes en otro lugar; ergo, por muy malas intenciones que tenga un oferente, si quiere mantenerse vivo en el juego, tiene que ofrecer calidad y mejores precios.
Con respecto al tema de seguridad y justicia, algunos dirán que se podría llegar a un monopolio que perjudique a todos por no tener como defenderse, pero a estos yo les pregunto: ¿No es acaso eso mismo lo que tenemos hoy a manos del Estado? Claramente sí, entonces, el problema no es el mercado. Puede que respondan: “No, pero es que el Estado está obligado a obedecer la ley”, pero, nuevamente, pregunto: ¿Va el Estado a obedecer una ley que él mismo crea? ¿Qué impide que la incumpla y brinde los servicios que debe ofrecer “por ley”? También, y más importante, ¿Acaso las empresas en el mercado actuarán fuera de la ley? (…) Estimo que aquellos que intentan defender temas como seguridad y justicia necesitan más argumentos —que no los hay con total sensatez— que aquellos que defienden la libre competencia en el mercado. Lamentablemente no podemos corroborar al 100% el cómo sería una sociedad así, porque no lo hay, pero ver cómo actúa el mercado para solucionar otros problemas da buenas luces al respecto —si el mercado demuestra ser mejor que el Estado en las cosas donde este le permite actuar, ¿Por qué tenía que ser diferente con la seguridad y la justicia?
A modo de ilustración, suponga que en una sociedad donde se elige libremente se encuentran dos empresas de seguridad: A y B. A se preocupa por la seguridad de sus clientes y hace todo lo posible por ayudarlos, valiéndose además de contratos voluntarios entre las partes, y cobra por ello. B, por su parte, ofrece el mismo servicio pero, a pesar de cobrar por ello, lo hace muy mal, no aporta valor alguno a sus clientes. En este escenario, las personas preferirán pagar por los servicios de A que por los de B, por lo que éste se vería de cara a la quiebra. Es más, si nos ponemos más creativos, incluso si B intenta someter a las personas para que adquieran de su servicio por la fuerza —algo contradictorio y que, de hecho, hace el Estado—, las personas recurrirían a A para protegerse de B.
En este ejemplo, en extremo simple, se pueden sumar otras cosas a analizar, pero dejo eso como trabajo al lector: cuando lo haga, si lo hace, se dará cuenta que no hay escenario posible donde salga mejor parado el Estado en comparación con el mercado en cuanto a temas de seguridad y justicia, así como en todo lo demás, se refiere; incluso en el peor de los casos que se pueden dar en el mercado, siguen siendo mejor que lo que ofrece el Estado.
Contrario a lo que piensan muchos, los humanos no queremos matarnos los unos a los otros, sino que tendemos a la cooperación voluntaria en busca de alcanzar objetivos individuales y compartidos, y las empresas, dirigida por personas, no buscan arruinar a la sociedad, sino que se benefician mientras mejor esté. La igualdad ante la ley, la cooperación y razón, en un escenario donde impera la no coacción ilegitima a otros —libertad—, dan paso a la competencia y, por extensión, a ese orden espontaneo que es caldo de cultivo para el progreso y la sana convivencia.
Por Carlos Infante, coordinador local de EsLibertad Venezuela.
Cuando se habla o menciona a un sistema totalitario accionado en algún pais especifico, es fácil presumir las altas y peligrosas limitantes a la libertad que suceden en dicha nación, es por eso que este sistema es reconocido histórica y mundialmente como un sistema de gobierno en donde se cercenan las libertades individuales de los ciudadanos, así como los derechos fundamentales del hombre.
Este sistema lucha incansablemente por obtener un poder total e inequívoco, no solo en las cuestiones del estado como un todo, sino también en los asuntos públicos y privados de los ciudadanos; no se trata solo un sistema creado para gobernar sin oposición, sino también de un sistema creado para controlar, desanimar, desmotivar y obligar a sus ciudadanos a depender inequívocamente de ellos, para así poder secuestrar el poder el mayor tiempo posible, porque, al final, la meta del totalitarismo, más allá de gobernar y coaccionar, es también, su permanencia en el tiempo.
El sistema totalitario no puede ser conocido por sus alternancias de poder, al contrario, para que un sistema pueda considerarse totalitario, uno de sus características debe ser la clara intención de la permanencia en el poder, esto sucede gracias a que el totalitarismo es la antítesis de la democracia, aunque un sistema totalitario pueda llegar a un una nación a través de los canales democráticos, no significa que no pueda establecerse en la nación y de esta manera eliminar hasta donde más pueda las bases democráticas del pais.
El sistema totalitario, es un mal, con un plan político-social estratégico, que pretende minimizar las libertades e independencia del ciudadano con la clara meta de poder obtener una nación sumisa ante las atrocidades que el sistema representa, es por esto que otra característica indispensable para el totalitarismo es lograr una transición de republica a estado comunal, ya que esto le permite al sistema inmiscuirse de manera directa en el corazón de las comunidades, haciendo que la misma existencia en comunidades se vuelva un acto político. De este modo, no solo logra infiltrarse en las vidas privadas de las familias, sino también que coacciona a estos a través de las amenazas, la persecución, el espionaje y la violencia, para poder lograr sus objetivos.
El estado comunal es la evolución final y la base fundamental de un sistema totalitario, ya que el peso que pretende ejercer en el individuo es parte de su plan de control social, es por esto que el totalitarismo, así como es la antítesis de la democracia, a su vez, también es la antítesis de la libertad, porque estos dos conceptos son incompatibles con las metas de alternancia indefinida del totalitarismo, así como también son contrarias a sus ideas de un colectivismo total donde el estado es el supremo líder, sin oposición, ni fuerza política pertinente que pueda hacerle frente.
Las libertades individuales de los ciudadanos son el enemigo número uno del totalitarismo, así como los derechos fundamentales de los mismos, porque el sistema no busca de ninguna manera, desarrollar y/o respetar los derechos de sus ciudadanos, al contrario, busca por todos los medios posibles cercenar esos derechos para justamente crear esa dependencia al estado que tanto necesitan para poder lograr su permanencia en el poder. Esto solo significa que, ante un sistema totalitario, tanto las libertades del individuo como los derechos del ser son desconocidos, hasta un punto donde el desconocimiento de dichas libertades y derechos, llegan a eliminar la propiedad y la dignidad del ciudadano, y aunque el sistema tratará de excusar estas acciones, la realidad es que al final todo es parte de su plan.
Los derechos políticos son de igual manera grandes enemigos del totalitarismo, esto se debe a que el sistema no puede sobrevivir con una oposición democráticamente elegida, es por esto que el totalitarismo siempre buscara tener el poder militar de su lado para poder mitigar cualquier causa política que pueda poner en peligro el desarrollo de su evolución a estado comunal y establecer su permanencia. El sistema actuara a través del estado para perseguir, coaccionar y amenazar a quienes se le opongan políticamente, con la única meta de poder lograr un mandato total, donde el sistema sea dueño de todos los poderes del estado para no tener que sentir miedo a una contrapartida política, valiéndose de la censura a todos los medios de comunicación que hablen, expliquen o informen sobre situaciones, acciones y/o mandatos emanados desde el sistema, desde una perspectiva poco favorable a su estancia en el poder.
El totalitarismo no puede sostenerse si tiene medios de comunicación nacionales que estén en su contra o que informen sobre los errores de su administración, ya que para la meta del sistema, no puede existir ningún tipo de oposición, el mismo, tratara de eliminar todo vestigio de libertad de expresión que pretenda ser una incomodidad para la finalidad del sistema, es por esto que el totalitarismo se basa principalmente en la eliminación total e inequívoca del individualismo humano, teniendo por preferencia un colectivismo generalizado que le permita al sistema un control más fácil y segmentado de la población total.
En conclusión, es imposible no llegar al pensamiento de que el totalitarismo es un sistema pensando única y exclusivamente para la permanencia indefinida en el poder de un sector político especifico de una nación, quienes pretenden lograr esta meta sacrificando la democracia y las libertades individuales del ser, ya que estas son opuestas a sus ideas totalitarias, y mas importantes, a sus metas. Este tipo de sistema tiene como estrategia buscar todas las maneras posibles de establecerse como un todo y que no exista ninguna contrapartida ni oposición en su contra, pero lo más peligroso del sistema totalitario, es que puede llegar a establecerse a través de los sistemas democráticos, aunque el totalitarista siempre deja ver sus fines macabros, la realidad es que lo hace desde una perspectiva política alegando su derecho democrático para acceder al poder, haciendo que sea atractivo para varias personas y logrando su objetivo de llegar al poder a través de los canales democráticos, para luego cercenarlos e iniciar el plan de transición de republica a estado comunal, que es justo lo que le permitirá lograr la mayoría de sus objetivos.
De aquí deviene la importancia de una ciudadanía políticamente preparada, que pueda reconocer los inicios de un sistema totalitario, pero también que pueda reconocer las intenciones del totalitarista disfrazado de demócrata que pretende llegar al poder a través de mentiras y falsedades, sacrificando no solo a su electorado, sino también al pais entero.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Las ideas socialistas, en mayor o menor grado, ha penetrado el pensamiento y el sentimiento de las masas sociales; este es el mayor éxito del Socialismo, haberse colado casi imperceptiblemente en los sentimientos, emociones, pensamientos y acciones de las personas sin ellas darse cuenta. Muchos de los que no se consideran a sí mismo socialistas piensan que el Socialismo solo se limita a la intervención económica y, en consecuencia, a menudo los escuchas pidiendo algún tipo de intervención estatal para regular o controlar el comportamiento de los individuos porque están convencidos que el proceso de coordinación social, dejando de lado la intervención económica —a pesar de ser contradictorio[1]—, se logra de forma más efectiva mediante la utilización sistemática de la coacción. Esta es la razón por la que el Socialismo, a veces mostrado con otro nombre que, incluso, se hace creer “anti-socialismo”, pero que, a fin de cuentas, se fundamenta en mayor o menor medida en las mismas ideas, muchas veces es defendido por científicos, políticos y filosóficos.
Sin embargo, la naturaleza del Socialismo es única y este sistema, en todas sus presentaciones, erra al pensar que puede ajustar o coordinar a la sociedad mediante la coacción sistemática institucionalizada. Esto es así porque el proceso social es altamente complejo; al ser cada individuo de la especie human único, inigualable e irrepetible y poseer por su naturaleza —como especie— una capacidad creativa, cada una de las acciones emprendida por los mismos poseen las mismas características —única e irrepetible, lo que hace que el modo en cómo se manifieste esa creatividad sea inevitablemente distinto en cada caso—; cada actor social posee peculiaridades que hacen distinguir a un individuo de otro, sus gustos y preferencias son singulares, en consecuencia, esto, a su vez, define los fines que desean alcanzar y el modo en que pretenderán alcanzarlos, por lo que cada uno ejecuta acciones impregnadas de creatividad de forma singular con el objetivo de alcanzar sus objetivos. Este es precisamente el proceso que Ludwig von Mises define como “acción humana”[2][3] y coincide, o se encuentra íntimamente relacionado, con la “función empresarial” desarrollada por distintos autores de la Escuela Austriaca de economía.
La empresarialidad del human
En otras palabras, todo individuo posee un componente creativo que lo convierte en un emprendedor o empresario[4] que le lleva constantemente a crear, buscar y/o descubrir nuevos objetivos y los medios para alcanzarlos; cabe destacar que estos objetivos y medios son valorados subjetivamente ya que su valor dependerá de la percepción y apreciación que tenga el actor sobre los mismos; a su vez, la actuación tiene como incentivo el beneficio propio —que constituye el mismo fin—; de este modo, el individuo, movido por su empresarialidad innata —capacidad de crear y/o modificar— trabaja o acciona para modificar su presente y lograr los fines establecidos por el mismo en el futuro. En todo este proceso, el actor, sin darse cuenta, a pesar de que emprende acciones con el objetivo de satisfacerse a sí mismo, beneficia a la sociedad en general en la medida en que las acciones realizadas crean o descubren una información nueva que será aprovechada por los demás actores para la consecución de sus metas siempre individualizadas.
Este proceso lleva a que los actores de la sociedad se coordinen espontáneamente, es decir, sin necesidad de que un tercero —no deliberadamente— indique que tenga que hacerse tal coordinación; la información nueva ajusta el comportamiento del human con el objetivo de corregir desajustes en la sociedad que ésta no sabía que existía o que sufría hasta que surgió la nueva información creada[5] y revelo su existencia; por lo que, se puede decir que el ejercicio de la empresarialidad del human —función empresarial—, un ser social por naturaleza, que le lleva a crear o descubrir nuevos fines, y medios para alcanzarlos, tiene como ineludible consecuencia un continuo avance o desarrollo de la sociedad, ya que continuamente se está creando nueva información que ajusta los desajustes sociales mediante la coordinación de los actores de la misma. Ahora bien, esta información nueva posee ciertas características que es necesario explicar para entender a cabalidad el por qué el Socialismo es un horror intelectual.
Empresarialidad, información y coordinación social
La información que surge como resultado del ejercicio de la empresarialidad del human es de tipo practico, limitado, disperso, tácito, inarticulable y de compleja transmisión, mayormente inconsciente, a través de procesos sociales también complejos. Es práctico porque el actor solo logra hacerse con la información a través del ensayo y el error, es decir, es probativo —en el sentido de como cuando alguien prueba un helado—, surge de la experiencia sensible o, lo que es lo mismo, del ejercicio de la “acción humana” en alineación con las circunstancias que rodean al individuo. Este tipo de conocimiento adquirido es, a su vez, subjetivo, puesto que es el actor da valor a la información de acuerdo a sus circunstancias particulares y a los fines que desea alcanzar, en otras palabras: la información que surge es valorada por cada sujeto de forma distinta y dichas valoraciones estarán en alineación con los fines que desean alcanzar, los medios que serán empleados para ello y el contexto en el que se desenvuelve.
También, la información es limitada porque es una información singular, es decir, solo el actor es dueño de ella y de la interpretación consciente de la misma en todas sus formas y matices, la información está limitada por el modo en como el sujeto ve y analiza su entorno —subjetividad—, lo que lleva a que dicha información sea irrepetible del todo en otro individuo. Este misma condición del conocimiento hace que la información se encuentre dispersa o repartida entre todos y cada uno de los actores de la sociedad, por lo que cada actor posee una diminuta parte, de la que solo él es dueño, de la información generada en el mercado o sociedad[6] —para mayor comprensión, invito a ver el ejemplo ilustrativo de la nota 6—.
Además, es tácito e inarticulable puesto que el actor no puede expresar formalmente la información que posee[7], ya que ésta es sobreentendida por el mismo, el sujeto sabe cómo realizar determinadas acciones, pero no conoce todos los elementos que se ven envueltos en dicha acción[8], a modo de ejemplo: un conductor no conoce todos los elementos y leyes físicas que convergen en su acción de manejar para dirigirse a un punto en concreto, pero eso no le impide manejar, es un tipo de conocimiento informal, inconsciente.
Por último, es de compleja transmisión puesto que los mecanismos sociales utilizados para este fin no son “deliberados”, el actor que crea o descubre la información no la transmite de forma voluntaria; cuando el individuo emprende la acción, parte del conocimiento que él descubre se genera en la mente de otro actor, a su vez, en la mente del otro actor —este puede estar viendo o no la acción realizada por el primer actor— se genera una nueva información que también le hace modificar su conducta para adaptarse al nuevo contexto y lograr alcanzar su fin —creando nueva información en el proceso—. Por otro lado, si el primer actor intenta transmitir la información percibida por él deliberadamente, entonces hace que nueva información se proyecte en la mente de los demás actores, lo que a su vez hace que surja, aún más, nueva información en el mercado que originalmente no tenía pensado transmitir. Este complejo proceso puede explicarse, de forma sencilla y vista solo como una ilustrativa aproximación, con el siguiente ejemplo: (…)[9]
El ejemplo del monigote (adaptado)
En la imagen se representan dos individuos, uno de nombre “A” y el segundo de nombre “B”, ambos poseen una información que el otro no posee y sus gustos y preferencias son diferentes, lo que les lleva a querer conseguir fines distintos —el individuo A persigue un fin “X” y el individuo B persigue un fin “Y”—[10]; en la imagen se observa como los actores A y B tienen una expresión triste o de desagrado, esto es porque ambos quieren alcanzar sus fines, pero no cuentan con los medios subjetivos para alcanzarlos.
Además, cada actor, de acuerdo a su percepción de las circunstancias en el que se desenvuelven, posee un conocimiento de tipo practico —tácito e inarticulable— que se encuentra en el plano de la acción —en la imagen, éste conocimiento está representado con las rayitas que forman una aureola encima de la cabeza del actor—. Ahora bien, imaginemos que A necesita de un medio “M”, del que no dispone y tampoco sabe dónde y/o como conseguirlo, para poder alcanzar su fin X, al mismo tiempo, el individuo B, que se encuentra en otro lugar lejano, quiere alcanzar un fin Y al que dedica tiempo y esfuerzo, y dispone de una gran cantidad del recurso “M”, que para él no es útil o no le sirve para alcanzar su fin Y, pero que casualmente es el mismo recurso que necesita el individuo A para lograr su anhelado fin X. Hasta ahora, los actores —la sociedad o, si se quiere, el mercado— se encuentran “desajustados” o están “descoordinados” sin que los actores tengan conciencia de ello, ya que ninguno puede alcanzar sus fines subjetivos por no contar con los medios que subjetivamente ellos valoran y necesitan —o creen hacerlo— para alcanzarlos. Sin embargo, veremos como la empresarialidad del human puesta en ejercicio supera estos comportamientos contradictorios y hace posible que la sociedad se coordine de forma no deliberada:
Imagine ahora que una tercera persona llamada “C”, como buen entrepreneurship[11], ejerciendo su empresarialidad innata, percibe ese desajuste o descoordinación existente en el mercado —en esta ocasión, entre A y B—, descubre la oportunidad de ganancia inherente en ello —en la imagen esta oportunidad de ganancia queda representada como una bombilla encendida arriba de la cabeza del actor C— y acciona en función de esa información adquirida. Así, el individuo C se acerca a B y le ofrece comprar su recurso M, que tiene en abundancia y no le da importancia por no ser de utilidad para sus fines, por una cantidad de tres (3) bolívares, B muy feliz acepta porque jamás se habría imaginado que podía obtener tanto por un recurso que él no le daba importancia. Luego, una vez terminada la transacción entre ambos actores, C contacta al actor A para venderle por nueve (9) bolívares el recurso M que necesita para poder alcanzar su tan anhelado fin, A muy feliz acepta porque hasta ese momento no sabía dónde ni como obtener el recurso “M” que necesitaba para el logro de sus objetivos, incluso puede que en su mente el recurso ni existiera, por lo que, hasta ese momento, él creía imposible la consecución de su fin; pero gracias a la empresarialidad ejercida por C, el actor A ahora puede lograr su meta[12].
Entra un socialista en la ecuación
Ahora bien, si una cuarta persona “D”, considerado socialista, revolucionario y —¿Por qué no?— profundamente chavista, antiimperialista y anticapitalista, con profundos valores “cristianos”, observa esto que acaba de suceder en el ejemplo anterior, lo primero que dirá es: “¡Cómo es posible esta atrocidad! El actor C es un burgués, usurero, apátrida, anti-venezolano, inmoral, pitiyanqui[13], imperialista, contra-revolucionario y golpista, ¡¡¡Es un capitalista!!! ¡Se está aprovechando de la necesidad del pueblo! ¿¡Cómo es posible que compre el recurso M a tres (3) bolívares y se lo venda a nueve (9) bolívares al actor A!? ¡¡¡Eso no puede permitirse!!!” Sin embargo, todas estas críticas, que parten del resentimiento y la envidia, las hace ignorando que, en realidad, el actor C es un benefactor social; gracias a que este actor pudo ejercer su empresarialidad libremente, se ha creado una nueva información que se ha transmitido en todo el mercado y logró que los actores implicados se ajustaran o coordinaran y comenzaran a ejercer acciones en función del otro.
En primer lugar, en la mente del actor C se creó nueva información al observar lo ocurrido en la primera imagen del ejemplo, esta información surgida de la nada le llevo a accionar en busca de sacar beneficios, lo que le llevo a contactar a los actores A y B y, como consecuencia de ello, también hizo que se creara nueva información en la mente de estos actores. El efecto de esto es: (i) en el caso de A, este se da cuenta que si existe el recurso que necesitaba para alcanzar su fin y que se encuentra disponible en otro lugar del mercado, así que puede emprender las acciones necesarias que no iniciaba por carecer de este recurso; (ii) en el caso del actor B, este nota que el recurso que poseía en abundancia es demandado —querido o deseado— por otros actores del mercado, por tanto, ahora puede vender ese recurso que antes no valoraba e incluso despreciaba, a un buen precio[14].
En consecuencia, los actores comenzaron a ejercer acciones en función del otro; B ya no desperdicia el recurso que tenía en abundancia, sino que, con tal de obtener un beneficio —interés propio—, lo guarda, conserva y cuida para después venderlo; por otro lado, A puede lograr su fin porque cuenta con el recurso M que necesitaba, además, sabe que el recurso que necesita tiene un precio y que debe pagarlo, lo que llevara a realizar acciones con tal de conseguir la cantidad de recurso que necesita —esto lo puede hacer, por decir tan solo dos ejemplos, pidiendo prestado cierta cantidad de bolívares o trabajando y ahorrando—. Ambos actores modificaron su conducta y se disciplinaron para obtener beneficios propios pero, inconscientemente, trabajando en función del otro actor. En otras palabras, A y B se coordinaron gracias a la empresarialidad ejercida por C, ¡Todos ganan! A podrá conseguir su fin, B ya no desperdicia su recurso y obtiene un beneficio por él —tres bolívares— y C gana seis (6) bolívares como resultado de su emprendimiento.
Empresarialidad y precios como transmisor de información
También, los precios utilizados en esas transacciones quedan guardados en la historia, lo cual será de gran valor para los demás actores del mercado que, por circunstancias cuales sean, necesiten de esa información y/o recursos para realizar algún calculo económico que les permita lograr sus propios fines[15]. Esto es, parte de la información que surgió en todo el proceso descrito en el ejemplo quedo comprimido en una serie de precios —algún actor (B) vendió el recurso M por tres bolívares y algún actor (A) lo compro por nueve bolívares—; el sistema de precios, para este ejemplo y en la vida real, funciona como un mecanismo de transmisión de la nueva información creada como resultado del ejercicio de la función empresarial llevada a cabo por C; es decir, ahora no solamente B no desperdiciará el recurso del que disponía en abundancia y no le daba valor hasta el momento que se enteró que podía obtener algún beneficio y A sabe que puede adquirir el recurso M necesario para conseguir su fin, sino que los precios de las transacciones transmiten la información a toda la sociedad de que el recurso M es demandado y, por tanto, debe guardarse y economizarse, y todos los que creían que dicho recurso no existía, o no sabían dónde ni cómo conseguirlo, y no emprendían acciones para conseguir sus fines ahora pueden hacerse del mismo y comenzar a actuar en pos de conseguir sus objetivos —o surgen nuevos fines gracias al conocimiento de esa información y actúan en consecuencia—.
Empresarialidad coordinadora y Socialismo: dos cosas mutuamente excluyentes
Hasta ahora, vemos como en todo este proceso, en el que se ejerce la empresarialidad, que, a su vez, crea nueva información de la nada de tipo práctico, tácito y que se dispersa en toda la sociedad, hace que los individuos aprendan a modificar y disciplinar su comportamiento adaptándolo a las necesidades de los demás —se benefician absolutamente todos los actores involucrados—. Así, la coordinación social ocurre de manera espontánea, no deliberada, y cualquier intento de “coordinación” o “ajuste” social que se valga de la coacción sistemática altera este proceso para mal. Este es precisamente el problema con el Socialismo: que deliberadamente intenta ajustar y/o coordinar a la sociedad basándose en la agresión sistemática, a veces institucionalizada, para modificar el comportamiento de los individuos con el objetivo de adaptarlos a su cosmovisión. Sin embargo, lo que de verdad hace el sistema es atacar la libre acción del human o, lo que es lo mismo, el libre ejercicio de la empresarialidad de los actores sociales; no permitiendo así, paradójicamente, el ajuste y/o coordinación social.
Cuando un órgano rector —Estado— intenta coordinar a la sociedad deliberadamente vía mandatos coactivos, lo que de verdad hace es colocar barreras al desarrollo social por corroer la fuente de ese desarrollo —a saber, el libre ejercicio de la empresarialidad—. Es imposible que un órgano rector pueda regir correctamente a la sociedad porque este no se puede tener en cuenta todos los gustos, preferencias y fines de cada uno de los actores de la sociedad que pretende regir, mucho menos se puede hacer de toda la información de se produce en la sociedad; y es así por dos motivos, primero, por las misma naturaleza y características de esa información —practica, tacita, inarticulable—; segundo, porque, aun si tuviera la imposible sabiduría o capacidad de poder procesar este tipo de información que ni siquiera los actores de la sociedad que pretenden regir puede expresar formalmente, tendría que tener “ojos” en todos y cada uno de los aspectos de la vida de todos los actores —cosa que intenta fallidamente—.
De lo anterior deriva que, al no poder hacerse con la información necesaria, el órgano rector, entonces, por mucho, no puede crear la buena información que necesita la sociedad para poder ajustarse o coordinarse y lograr el desarrollo.
Siguiendo con el ejemplo, si el individuo D, que habíamos dicho era un socialista, que de verdad no sabe qué es lo que desean A y B, no los conoce y, aun si los conociera, no puede hacerse de la información que solo les pertenece a ellos en su mente ni puede apreciar el contexto igual que ellos, pero, aun así, se cree con la sabiduría necesaria para decir que las acciones emprendidas por C son malas y que está dañando a la sociedad y que él tiene la capacidad de ajustar o coordinar a los actores A y B de una mejor manera y, en consecuencia, emprende acciones que pretenden evitar, en nombre de la “justicia”, que el actor C obtenga una ganancia de seis (6) bolívares —por considerarla excesiva— y, coercitivamente, impone que la ganancia máxima debe de ser, por ejemplo, de un 30% sobre la base —lo que haría que el precio bajara de nueve bolívares a 3,9 bolívares—, entonces lo único que logrará es que el actor C pierda el incentivo que le lleva a ejercer su empresarialidad, así que no accionará, teniendo como resultado que los actores A y B nunca se coordinen y la sociedad se estanque por no contar con la nueva información que pudo haberse creado en un ambiente libre en el que los actores ejercieran su función empresarial[16] —digo esto por solo mencionar uno de los tantos casos y no ir a los extremos y decir que el socialista, por creer poseer una sabiduría divina, expropia a todo aquel que produzca el recurso M para ser él quien lo administre (si es que acaso sabe lo que significa), u obligue a B a no ir tras su fin por pensar que este fin que pretende alcanzar no es acorde con el “bienestar social”, entre otras cosas—.
La conclusión, a priori, es siempre y en todo lugar la misma, una verdad irrefutable: el Socialismo es un horror intelectual porque (i) es imposible que un órgano rector pueda organizar a la sociedad mediante mandatos coactivos, ya que no cuenta con la información suficiente para hacerlo. Creer que este órgano puede hacerse con la información necesaria es desconocer la naturaleza y las características de esta información, a saber, que no está “dada”, sino que se va creando y distribuyendo a lo largo, ancho y profundo del mercado, es negar la realidad en sí misma, es caer en lo que Fiedrich Hayek denomino “la fatal arrogancia”; (ii) es imposible ir contra la naturaleza del human, e intentarlo es sumergir al mismo en las más absurdas de las miseria existencial; y (iii) es imposible controlar todo en todo lugar y en todo momento. Toda acción contraria al instinto humano y la ética del sentido común, intuitiva, de decencia elemental, solo constituye una arrogancia fatal en la medida en que causa el deterioro de la sociedad por atacar la fuente del desarrollo social. Este es y siempre será inexorablemente el resultado de la praxis del Socialismo.
[1] Entendemos por economía el estudio de la acción del human y, al ser éste una especie social, por extensión, es el estudio de todas las interacciones que ocurren en la sociedad. En base a este concepto, entonces, a priori, toda acción e interacción entre humans es económica; por lo que, es contradictorio pensar que se puede intervenir en las acciones sociales “dejando de lado la economía”, porque es imposible desvincular las acciones o los comportamientos de los individuos en sociedad de la economía, puesto que ésta existe gracias a dichas acciones. Por lo tanto, cualquier sistema que pretenda ordenar a la sociedad y se valga de la coacción para forzar al individuo a actuar de una forma distinta a como habría actuado en otras circunstancias, como, por excelencia, es el socialismo en todas sus presentaciones, atenta contra la acción del human y, por extensión, contra la economía.
[2] En la “La Acción Humana: tratado de economía”, Ludwig von Mises desarrolla la teoría de la subjetividad introducida por Menger a un nivel superior. En esta obra explica como la economía “es mucho más que una mera teoría del «aspecto económico» del esfuerzo humano por mejorar su bienestar material. Es la ciencia de toda forma de acción humana. La elección determina todas las decisiones del hombre. Cuando realiza su elección, el hombre elige no sólo entre diversos bienes y servicios materiales; cualquier valor humano, sea el que sea, entra en el campo de su opción. Todos los fines y todos los medios —las aspiraciones espirituales y las materiales, lo sublime y lo despreciable, lo noble y lo vil— se ofrecen al hombre a idéntico nivel para que elija, prefiriendo unos y repudiando otros. Nada de cuanto los hombres aprecian o rechazan queda fuera de esa única elección” (ver pág. 3; cursivas mías). En este sentido, concluye un poco más adelante que “la economía es una parte, si bien la más elaborada hasta ahora, de una ciencia más universal, la praxeología” —entendiendo esta como una ciencia que estudia la estructura lógica de toda forma de acción humana— (la versión consultada es la décima edición publicada por Unión Editorial). En este tratado el autor desarrolla el concepto de “empresarialidad” —entrepreneurship— que más tarde sería profundizado, entre otros, por Israel M. Kirzner en una trilogía —Competition and Entrepreneurship (1973); Perception, Opportunity and Profity Discovery (1979) and the Capitalist Process (1985)— tratándola como “función empresarial” —concepto que también desarrolla Jesús Huerta de Soto en su libro “Socialismo, Calculo Económico y Función Empresarial” (1992), especialmente en su capítulo 2—.
[3] Se puede entender la “acción humana” como todas las acciones que realiza el individuo en busca de alcanzar sus fines u objetivos. Al mismo tiempo, como el contexto influye sobre el individuo, se refiere a todas las acciones que realiza la persona en respuesta a los estímulos de este, para adaptarse a las circunstancias y lograr de la mejor manera sus fines propuestos. Todo esto se mueve en el campo de la subjetividad, puesto que los fines y medios para alcanzarlos son valorados por el sujeto en cuestión de forma subjetiva. Para entender cabalmente el concepto de “acción humana”, recomiendo leer los libros mencionados en la nota anterior.
[4] El significado original del término empresario es “descubrir, percibir, atrapar, agarrar”, todo esto lleva implícitamente la idea de “acción”; por lo que se puede concluir que, “empresa o empresario”, es sinónimo de acción. Esta concepción del término “empresario” es original de la Escuela Austriaca de Economía. Autores como, por ejemplo, Jesús Huerta de Soto, en la obra ya mencionada —“Socialismo, Calculo Económico y Función Empresarial” (2005)—, explica que este es “el original significado etimológico del termino empresa. En efecto, tanto la expresión castellana empresa como las expresiones francesa e inglesa entrepreneur proceden etimológicamente del verbo latino in prehendo-endi-ensum, que significa descubrir, ver, percibir, darse cuenta de, atrapar; y la expresión latina in prehensa claramente conlleva la idea de acción, significando tomar, agarrar, asir. En suma, empresa es sinónimo de acción y así en Francia el termino entrepreneur se utiliza ya desde muy antiguo, en la alta Edad Media, para designar a las personas encargadas de efectuar importantes acciones, generalmente relacionadas con la guerra, o de llevar a cabo los grandes proyectos de construcción de catedrales. En nuestra lengua castellana, uno de los significados del término empresa, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, es el de «acción ardua y dificultosa que valerosamente se comienza». […] Ahora bien, el sentido de empresa como acción esta necesaria e inexorablemente unido a una actitud emprendedora, que consiste en intentar continuamente buscar, descubrir, crear o darse cuenta de nuevos fines y medios” (pág. 42-43; la versión citada es la tercera edición publicada por Unión Editorial).
[5] Huerta de Soto sostiene que dicha creación de información es “ex nihilo”, es decir, de la nada (ver óp. Cit. Socialismo, Calculo económico y función empresarial., págs. 52, 61-63), pero considero eso un error. Entiendo que, a efectos del lenguaje, Huerta de Soto no se refiera a un “ex nihilo” materialista —algo que le critica a Santo Tomás—, sino que es uno que “se da siempre que el hombre percibe o se da cuenta de algo que antes ni siquiera había concebido” (ver nota 28, pág. 61), pero aún con la aclaración el término es incorrecto. No existe tal cosa como una “creación de la nada”, sino una creación producto de la manifestación de la creatividad del Human, que une información en su cerebro para producir nueva. De hecho, Huerta de Soto parece aceptar, a efectos dialecticos, que Dios tiene la capacidad de “crear ex nihilo”, pero también es un error; ni siquiera Dios puede crear de la nada, ni en sentido material ni en sentido metafísico, pues cuando creó las cosas en el principio del Genesis ya existía algo, a saber, Él y toda la información que manejaba. Así pues, el human crea, al igual que Dios, pero nada es ex nihilo, si bien, esto no repercute en nada en la conclusión final de “beneficios empresariales puros” ni en los demás análisis que se realizan en la obra al respecto —tan solo es una leve optimización, con la intención de usar un lenguaje más atinado—.
[6] Con una ilustración esto puede ser entendido más claramente; imagine una sociedad conformada por diez (10) individuos que llamaremos A, B, C, D, E, F, G, H, I y J, a su vez, la suma total de la información surgida de las interacciones de estos generan es -45- (para efectos prácticos, la representare con numeros), cada número, partiendo del cero (0) representa un pequeño fragmento del total de la información (sin distinción de cual número es mayor, cada número es un fragmento de mismo tamaño que será valorado subjetivamente por el poseedor de ella). Entonces tenemos lo siguiente:
Individuos: “Ind”
A
B
C
D
E
F
G
H
I
J
Información: “Inf”
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
Cada individuo, representado con letras, es poseedor de un pequeño fragmento del total de la información, entonces tenemos, por ejemplo, que el Ind-A es poseedor de la Inf-0 (Ind-A/Inf-0), el Ind-B es dueño de la Inf-1 (Ind-B/Inf-1) y así sucesivamente para cada actor. Este ejemplo muestra, de forma simple, como cada individuo es dueño de una partícula pequeña, única e irrepetible de forma idéntica, de toda la información que existe en el mercado. Ahora bien, hay que tener en cuenta que la información que puede ser generada en la sociedad es infinita, por lo que los números que representan esa información son infinitos, a su vez, existe la posibilidad de que cada uno de los actores posea un porcentaje, grande o pequeño, de la información que tiene el otro (o, por lo menos, crea poseerlo); también, a su vez, esta diminuta parte de conocimiento de la partícula de conocimiento que tiene otro individuo, al ser interpretada subjetivamente por otro actor, genera nueva información, generando así una espiral ascendente de creación/descubrimiento de nueva información que también será interpretada por los demás actores de forma distinta según sean sus fines, medios y contexto. Este proceso es extremadamente complejo y es trabajo de la ciencia económica el tratar de descifrarlo/entenderlo (si es que acaso es posible del todo). Por todo esto, al tipo de información o conocimiento al que hago referencia no es algo que se encuentre disponible para todo el mundo, no está dado, más bien es un tipo de información/conocimiento que se encuentra disperso en pequeñas partículas en la mente de cada uno de los actores de la sociedad.
[7] Es imposible que el sujeto pueda expresar su información formalmente. Hasta la información más formal es siempre producto de la intuición del sujeto que la creó, por lo que, siguiendo la misma línea argumental de Huerta de Soto, esto no es más que una manifestación de la información tacita. También, estos conocimientos formales, que ayuda a organizar y/o reorganizar todo el contexto de información, haciéndolo más rico y, en consecuencia, más provechoso, al ser interpretado por los demás actores, hace que se cree nueva información a partir de allí, o por lo menos las posibilidades quedan abiertas para que nueva información sea creada a partir de allí. En otras palabras, al ser la información interpretada subjetivamente por un conjunto de esquemas mentales que posee y definen al individuo único —que es irrepetible—, esquemas que tampoco pueden ser articulados, el conocimiento extraído de allí posee las mismas características —tácito e inarticulable—. El actor que intente articular la información se valdrá de un proceso mental que es, en sí mismo, un conocimiento tácito e inarticulable.
[8] Así, por ejemplo “cuando una persona aprende a jugar golf, no está aprendiendo un conjunto de normas objetivas de tipo científico que le permitan efectuar los movimientos necesarios como resultado de la aplicación de una serie de fórmulas de la física matemática, sino que, más bien, el proceso de aprendizaje consiste en la adquisición de una serie de hábitos prácticos de conducta”. Este ejemplo es usado por Jesús Huerta de Soto en op. cit. Socialismo, cálculo económico y función empresarial (pág. 58). La misma premisa puede ser aplicada a cuando las personas aprenden cualquier deporte, estas no conocen, probablemente, todas las leyes físicas que se ven envueltas en la realización de sus acciones, pero, aun así, logran hacerlas de forma satisfactoria y destacable.
[9] El ejemplo que utilizare es el mismo desarrollado por Huerta de Soto en “Socialismo, calculo económico y función empresarial” (pág. 56, 57; 60-67). Para efectos prácticos, todos los individuos o actores del ejemplo son de nacionalidad venezolana.
[10] Esto es lo que sucede en la vida real, los fines de todos los actores de la sociedad son distintos e, incluso, al compararlos, resultan diametralmente opuestos o contradictorios. Todos los actores, además de desear fines singulares, poseen un conocimiento relativo —tácito e inarticulable— en cuando a ellos y a los medios de los que creen disponer para alcanzarlos. También, la motivación, esfuerzo o intensidad difieren entre sí por tratarse de actores que valoran sus fines, medios e información de manera subjetiva, lo que les lleva a actuar según su concepción particular de la realidad.
[12] Llegados a este punto, es bueno aclarar ciertas cosas que ayudaran a una mejor comprensión del ejemplo y del verdadero proceso social en sí. Primero, es cierto que hay fines que pueden lograrse sin necesidad de que haya relación o interacción entre los actores, en estos casos el actor que pretende conseguir su fin realizara una estimación subjetiva y comparará el valor del fin y el costo de consecución del mismo para luego tomar una decisión; sin embargo, este tipo de casos se presentan muy poco en la realidad y el tipo de acción que se realiza, mayormente, es muy simple, la gran mayoría de las veces las acciones que realizan los actores de la sociedad son complejas, como las ilustradas —no demostradas— con el ejemplo, requieren de varios actores que no necesariamente se conocen entre sí o se encuentran en el mismo lugar, además de que dichos actores persiguen fines distintos y muchas veces contradictorios. Segundo, es cierto que la empresarialidad coordinadora pudo ser ejercida por cualquiera de los actores —A y/o B— o ambos la pudieron ejercer al mismo tiempo, con igual o distinta intensidad, sin necesidad de la llegada de un tercero C, pero para efectos prácticos y que sea más entendible el ejemplo, se emplea al actor C como quien ejerce su empresarialidad que desembocó en la coordinación social. Cabe destacar también que este ejemplo sencillo constituye una simplificación del muy complejo proceso social y no pretende ser un modelo que muestre toda la realidad puesto que la misma complejidad imposibilita este hecho, sin embargo, sirve muy bien como ilustración y aproximación a la realidad. Tercero, tengo que optimizar el pensamiento de Mises, Kirzner y Huerta de Soto y decir que, en realidad, todos los actores ejercen su empresarialidad en la medida en que valoran fines y medios y accionan en consecuencia para alcanzar el fin, con el cálculo económico que esto implica; tanto A, B, C y el socialista D ejercieron su empresarialidad según sus objetivos, el punto sería definir cual de ellas es más o menos coordinadora en la sociedad.
[13] Con este término resumió el difunto Hugo Chávez a sus enemigos mientras fungía como presidente de Venezuela en el 2008. Al respecto del modismo, invito a ver ““Pitiyanquis”, la nueva palabra que resume los enemigos de Chávez”, publicado en el portal Ámbito (puede acceder a través de: https://www.ambito.com/mundo/pitiyanquis-la-nueva-palabra-que-resume-los-enemigos-chavez-n3515663). Aunque, en teoría, el término hace referencia a aquellos que imitan la vida estadounidense, en la retórica política chavista esto implicaba una condición humana inmoral, de pocos valores, alguien despreciable.
[14] La definición de “buen precio” es subjetiva para el actor. Antes no valoraba el recurso, ahora se da cuenta que puede obtener un beneficio si lo vende. No existe tal cosa como un “precio digno”, es un absurdo; en principio, porque el adjetivo de “digno” solo puede aplicar a la condición del human en tanto human.
[15] Como ya se mencionó, el cálculo económico siempre es subjetivo porque se realiza en función al valor que el actor da a los fines que desea alcanzar y a los medios que empleara para ello —contexto de acciones del actor—. La dinámica de la percepción es compleja, cada actor tiene estructuras de información en su mente distinta de otros; a su vez, la información toma forma en la mente de las personas subjetivamente porque son estos quienes la valoran en el marco del contexto en el que se desenvuelven. Esto hace que toda la información que se transmite en el mercado se mueva en el campo de la subjetividad y no de la objetividad; por ejemplo, un recuerdo toma forma en la mente del actor, pero este no puede verlo, no puede tocarlo, el recuerdo solo está allí, en forma de energía y toma forma según el actor, solo él puede percibirlo con todos sus matices y colores; otro ejemplo puede ser una “roca”, el modo en como el actor vea una roca en el camino dependerá del como él perciba, de la información que se crea en la mente del actor según su contexto mental y físico, así, un actor puede solo ver una roca que no se mueve como otro puede ver una potencial escultura —por decir un ejemplo en extremo simple—. A priori, se observa cómo entonces la información creada en el mercado no existe de forma física, solo está en la mente de los actores y, por tanto, no es objetiva; los actores no lo perciben del mismo modo. Esto puede demostrarse hasta científicamente: resulta que muchos científicos han decepcionado cerebros de humans —tejido cerebral— tanto en vivos como en muertos, se ha identificado, sin entenderlo del todo, las funciones del cerebro, lo que ha llevado a dividirlo en secciones, y, aun así, no se ha logrado observar la información que allí se registra y que poseía —o posee— el human. La información adquirida por el actor, además, tiene la potencialidad de hacer que este actué para darle forma, es decir, que realice acciones con tal de beneficiarse de esa información. Entendiendo esto, seguimos con el ejemplo que se ha venido desarrollando hasta ahora: el actor C adquirió una información, la valoro subjetivamente y actuó en pos de aprovecharla, una vez ejerce acción o, lo que es lo mismo, ejecuta su empresarialidad, comenzó una cadena de creación de información que brindo a los demás actores información necesaria, de la que antes no disponían, para intentar alcanzar, con más probabilidades de éxito, sus fines. Se puede decir entonces que los actores pueden realizar estimaciones o cálculos económicos gracias al ejercicio de la función empresarial de todos los actores del mercado, en mayor o menor grado. Si por alguna razón, el ejercicio de la empresarialidad de los actores del mercado se ve limitado, entonces se limita a la sociedad de nueva información necesaria y beneficiosa, lo que tiene como consecuencia un estancamiento social.
[16] Esto sucederá sin que los actores se den cuenta de ello. En Socialismo se limita, corroe y destruye el libre ejercicio de la empresarialidad de los actores de la sociedad, por lo que nunca se crea nueva información. Esto explica cómo es que todas las sociedades sometidas a este sistema se estancan, no se desarrollan e, incluso, hasta retroceden en el tiempo —involución—. Pero los actores sometidos al sistema no son conscientes de la información de la que están siendo limitados y que no les permite desarrollarse; como dice un dicho popular, “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Para entender correctamente lo que significa o es en sí mismo, en esencia, el Socialismo, es necesario conocer a profundidad un concepto y lo que éste representa. Estoy hablando del colectivismo. La Real Academia Española[1] define el término como una “doctrina que tiende a suprimir la propiedad particular, transferirla a la colectividad y confiar al Estado la distribución de la riqueza”; ahora bien, esto es un destello del concepto del término, lo que significa en sentido completo. Para entender y comprender a profundidad el constructo del “colectivismo” como concepto, que luego llevara a entender mejor los resultados de su praxis, es necesario realizar un estudio semántico y/o etimológico del mismo.
Sobre el concepto de Colectivismo
En principio, éste sistema acentúa y glorifica el concepto de lo colectivo, un término que proviene del latín “collectivus”, que hace alusión a grupo, asamblea o reunión, y se deriva de ‘collectio‘/’collectionis‘, que se refiere a reunión y/o colección; hasta ahora, se puede decir que el colectivismo se opone al concepto de individual y enaltece el concepto de colectividad; es más importante el grupo, el conjunto, que el individuo. Ahora bien, lo presentado a continuación no es un asunto baladí, pues, en latín, el término “collectivus” también es el nombre de acción del verbo ‘colligere‘, que hace referencia a resumir, reunir, agrupar y, a su vez, está compuesto de ‘con-‘ —que alude a ‘conjunto’ o ‘conjuntamente’— y ‘legere‘ —que se refiere a ‘leer, elegir, recoger’—, cuya raíz o componentes léxicos evoca vocablos como legión, negligencia y sortilegio[2].
Es necesario conceptualizar estas evocaciones que hace el término en latín; para la Real Academia Española, legión es “cierto cuerpo de tropas”, en su segunda aceptación dice que es un “número indeterminado y copioso[3] de personas, de espíritus, y aun de ciertos animales” y su tercera aceptación dice que se refiere al “cuerpo de tropa romana compuesto de infantería y caballería, que varió mucho según los tiempos”[4]; además, define negligencia como “descuido, falta de cuidado” y sortilegio como “adivinación que se hace por suertes supersticiosas”; con respecto a esta última, etimológicamente, su significado también puede ser “hechizo o encantamiento”, que no es más que el acto de someter la voluntad de alguien mediante fórmulas mágicas o acciones de hechicería[5]. Estos vocablos a los que etimológicamente evoca el término “colectivo” ya muestran, desde su génesis, lo que representa el colectivismo en sí, a saber, no solo es un tipo de orden social en el que se concede gran valor a bienestar del grupo o el conjunto por encima del bien del individuo, sino que arremete en su contra; la esencia del colectivismo es la violencia, el sometimiento sistemático de la voluntad de los individuos mediante acciones iracundas del nivel de tropas sangrientas —como lo fueron los legionarios romanos— al grupo o conjunto; en suma, el sistema niega la identidad de los individuos y pasa a percibirlos a todos como una misma identidad, la del colectivo; niega los derechos individuales y somete a los actores sociales a derechos colectivos, niega la propiedad —que siempre es privada— frente a una “propiedad colectiva” que no existe, pues es un oxímoron y en realidad se traduce como “no propiedad”.
Ahora bien, este sistema es negligente en sentido pleno por descuidar las consecuencias ineludibles que surgen, más temprano que tarde, al aplicarlo; la praxis del colectivismo implica riesgo para todos los actores sometidos al sistema. El no comprender que la colectividad no es un ser personal a quien se le deba rendir adoración y/o dar tributo y que este no es algo más allá que la agrupación de varios individuos, una manifestación de dos o más individuos que, consientes o inconscientemente, cooperan entre sí[6], lleva a negar la identidad personal a cada uno de los individuos que componen el colectivo, reduciendo así su singularidad humana y, en consecuencia, despojándolo de todo su ser; es decir, se le concede a los actores, como un todo, una deforme y antinatural identidad “colectiva”, el individuo no tiene valor y solo tiene significado en tanto y en cuanto forme parte de la colectividad.
El resultado es previsible: el sistema, al arremeter contra los individuos, por extensión, arremete contra el grupo que dice defender, por lo que se ve envuelta en una paradoja ridícula; el fundamento inmoral donde se sostiene, a saber, odio, injusticia, contra-natural y liberticida[7], y el horror intelectual del sistema[8], puesto que desconoce la naturaleza del human, condena a la sociedad, en el mejor de los casos, a vivir en la miseria. Sin embargo, quienes apoyan el colectivismo —el sistema en sí mismo— omiten el cálculo de estas previsibles consecuencias producidas por todas las acciones llevadas a cabo con el fin de someter el individuo al colectivo.
Llegados a este punto, podemos retomar la definición que da la Real Academia Española al término “colectivo”[9] y entender el concepto a lo largo, ancho y profundo: se suprime la propiedad de los individuos y éste es sometido a la inexistente “propiedad colectiva”[10]; para ello se vale de una aberrante institución conocida como Estado, que no es más que la institucionalización de un ilegitimo gobierno coactivo de human sobre human, donde se ataca sistemáticamente su libertad[11], no solo para “redistribuir la riqueza” como indica la RAE, sino también para modificar los comportamientos de los individuos —sometiéndolo— con el fin de enmarcarlos en la identidad colectiva mediante el ejercicio de la violencia o amenaza de ella. Las acciones emprendidas en el sistema colectivista no se limitan a la repartición de la riqueza, sino que penetra en cada uno de los ámbitos de la vida de los actores sociales.
El Fascismo como manifestación del Colectivismo
Entre las manifestaciones del colectivismo encontramos el Fascismo[12]; este término a menudo es usado por los adeptos al sistema socialista para atacar y descalificar a todo aquel que no concuerde con su cosmovisión, se escucha decir que el origen de éste radica en la “derecha radical” y fue/es una respuesta del sistema capitalista burgués en contra de los movimientos socialistas revolucionarios; ahora bien, estas afirmaciones son falsas y quienes las promueven solo denotan una supina ignorancia de los hechos históricos que dieron origen al Fascismo y las características de esta doctrina o corriente de pensamiento; para empezar, el enmarcar al Fascismo en una dicotomía como “derecha o izquierda” limita a las personas el conocer a profundidad las cualidades que éste manifestó tanto en su discurso como en sus hechos, pues sus características hacen imposible clasificarlo en los espectros políticos de “izquierda o derecha”. Sin embargo, algo es claro, este fenómeno histórico que tuvo repercusiones en todo el globo terráqueo, que logro manifestarse con ligeras diferencias en matices, con otros nombres, rostros y colores en otras civilizaciones[13], es hermano ideológico del Socialismo, que, si bien son hermanos enfrentados, a fin de cuentas, siguen siendo hermanos. Es necesario hacer ciertas precisiones.
Fascismo nace de las ideas Socialistas
Para empezar, el creador del Fascismo, nacido oficialmente como sistema el 23 de marzo de 1919[14], Benito Mussolini, antes de crear la doctrina fascista como tal, admiraba a Karl Marx y formo parte del Partido Socialista Italiano[15]. No fue hasta el año 1914 cuando inicia la primera guerra mundial[16] que Mussolini es expulsado de las filas de los movimientos socialistas por su nacionalismo radical[17] que le llevaría a formar parte del grupo nacionalista de izquierdas llamado “Fascio Rivoluzionario d’Azione Interventista” (Liga Revolucionaria de Acción Intervencionista) que estaba conformado por intervencionistas de izquierda que habían abandonado las filas del socialismo; poco antes de su expulsión había iniciado un nuevo periódico titulado “Il Popolo d´Italia” en el que atacaba duramente la posición de los socialista y mostraba su favor en la participación de la guerra[18]; para diciembre de 1914 “se habían organizado los fascisti como grupo de presión para la intervención italiana en la guerra” en los que se enfilaba Mussolini[19]. Ya poseído completamente por un espíritu nacionalista extremista, en mayo de 1915 escribe lo siguiente: “Estoy más firmemente convencido que nunca de que para la salvación de Italia tenemos que disparar, y digo -disparar- por la espalda, a unas decenas de diputados, y condenar, por lo menos, a un par de exministros a cadena perpetua. Y no sólo eso; estoy más convencido de que el Parlamento de Italia constituye una peste bubónica[20] que envenena la sangre de la nación. Debemos extirparla”[21]; cuando Italia se suma a la guerra, los partidarios de la intervención se alistan inmediatamente, menos Mussolini, él es reclutado poco después.
En la guerra, el ejército italiano no hace un buen papel, por lo menos no como lo esperaba Mussolini, las tropas sufren una derrota en Caporetto —región occidental de Eslovenia— y éste no vacila en culpar al gobierno, los mandos militares y a los socialistas[22] de dicha derrota. Analizando todos los acontecimientos, Mussolini concluye que solo “una dictadura salvaría a Italia” y consideraba que “se debía suspender la publicación de periódicos independientes, pues lo que el país precisaba era disciplina”[23]; una vez terminada la guerra, feliz porque habían ganado y logrado anexar a Italia zonas de habla alemana y eslava que eran consideradas como dentro de las “fronteras naturales” del país, modifica el enfoque de su periódico para describir al marxismo como “un montón de ruinas de ideas obsoletas”[24]. Todo el pensamiento de este megalómano narcisista personaje giraba en torno a la creación de una Gran Nación, un imperio que se destacara por su expansión territorial, un imperio que a su vez seria dominado por “una mezcla de ideas del socialismo, del nacionalismo, del intervencionismo y del anticlericalismo”[25], de allí que su discurso se basara en un ataque sistemático hacia el socialismo y el capitalismo[26], cosa que le consiguió seguidores de todos los estratos sociales. Este fue el Mussolini que en marzo de 1919 crearía, junto con veteranos de guerra, sindicalistas e intelectuales, los “Fasci di Combattimento” (Hermandades de combate). El fascismo ya había nacido.
Esta reunión se llevó a cabo en Piazza San Sepolcro, Milán, en un salón del club “Alianza Industrial y Comercial”, en aquel entonces Mussolini habló en dos oportunidades, en el primero se limita a leer tres declaraciones escritas[27] y en el segundo no hace más que fustigar a los socialistas, prometer un gran imperio para Italia y mostrar amor por las armas[28]; dos meses después, el 6 de junio, publica el programa fascista impregnado de intervencionismo, anticapitalismo, sindicalismo y nacionalismo; entre los postulados se encontraba el establecimiento de un sueldo mínimo para los trabajadores, la entrega de la industrias nacionales a los sindicatos y trabajadores —sindicalización del Estado—, e impuesto progresivo sobre el capital y la incautación del 85% de las ganancias de guerra[29].
El Fascismo y el Socialismo, dos hermanos de la misma madre: Colectivismo
A poco más de tres años de la reunión en Piazza San Sepolcro, el partido o movimiento fascista llega al poder en Italia[30], una vez allí el régimen ataco con todas sus fuerzas a los movimientos o partidos socialistas por considerar que habían ido en contra de la nación, “prohibieron las huelgas, disolvieron los sindicatos independientes, redujeron el poder de compra de los asalariados y financiaron generosamente la industria de armamento”[31], también “confiscaron propiedades de adversarios políticos, extranjeros o judíos […] sustituyeron las fuerzas del mercado por la administración estatal”[32]; si bien esta última acción se realizó con la aprobación de la mayoría de los hombres de negocios en plena Gran Depresión, también es cierto que estos hombres de negocios solo podían existir —conservar su propiedad y generar riqueza— en tanto y en cuanto sirvieran al Estado, porque en el momento en que dejara de hacerse, pasarían a ser objeto de ataque del mismo[33]; también modifico las relaciones que existían entre individuo y colectivo de tal manera que “el individuo no tenía ningún derecho fuera de los intereses de la comunidad”[34]; lograron conseguir el control total de las instituciones del país y, por extensión, de la sociedad en general. Todo lo anterior con el fin de enmarcar a la sociedad italiana en la concepción que tenía el Duque Mussolini, y los fascistas en general, de la vida y la propia existencia de Italia, con el fin de hacer del país un imperio. En suma, el fin último no era la plenitud humana individual de los italianos, sino que valía más la grandeza de la nación; para ello, se valían de “legión/es” —tropas— que ejercían la violencia o amenazaban con usarla en caso de que algo no se alineara con el bienestar de la nación y del discurso lleno de matices de sortilegios para lograr que los individuos ejercieran las acciones que el régimen necesitara y/o deseara.
Tenemos entonces a un régimen que resulta ser hijo del colectivismo y hermano del socialismo, que, aunque en un principio se llevaron bien, los separaron las formas que tenían para llegar al poder en la Italia de entonces, por lo que terminaron odiándose y atacándose entre sí. El siguiente cuadro resume las características que hacen que el Fascismo no sea más que una de las expresiones del colectivismo:
Colectivismo
Fascismo
Arremete contra la propiedad, pues lo que importa es la propiedad colectiva
Ataca a la propiedad que no enriquecen a la nación (colectivo); reduciendo notoriamente lo que es intocablemente privado.
Es más importante la colectividad que el individuo
Es más importante la nación (colectividad) que el individuo.
Todo individuo que no se someta al colectivo es atacado
El individuo no tiene valor fuera de los intereses del colectivo
Se vale de la violencia, pues es el único medio con el que puede modificar los comportamientos naturales del hombre para adaptarlo a su concepción del mundo
Se vale de la violencia para disciplinar al individuo; esto es, modificar su comportamiento para enmarcarlo en la cosmovisión de quien rige a la sociedad.
Los intereses económicos son dirigidos por el grupo organizado que, a su vez, responde directamente al Estado
Los intereses económicos son dirigidos por un único sindicato que responde directamente al gobierno (Estado).
Se domina todos los ámbitos de la vida pública y privada mediante fuertes controles
Lo público y lo privado es diluido y controlado fuertemente por el órgano director
Elaboración propia.
Entonces, el discurso de que “el fascismo nació de la extrema derecha” y que es producto del “capitalismo burgués” no es más que una vil mentira promovida por los partidos socialistas del mundo entero; desde antes de que Mussolini se consolidara en el poder, el propio Marx, acostumbrado a ver la historia como una profunda lucha entre sistemas económicos, ya definía el fascismo como “el instrumento de la alta burguesía para combatir el proletariado cuando los medios legales disponibles del Estado resultasen insuficientes para someterlo”, el atacar al fascismo se convirtió en ortodoxia comunista durante medio siglo, desde la época de Stalin, se dedicaron a decir que “el fascismo es la dictadura terrorista y descarada de los elementos más reaccionarios, patrioteros e imperialistas del capital financiero”[36]; pero los hechos apuntan lo contrario, la realidad es que la ideología fascista tuvo como principal modelo el socialismo/comunismo promovido por Marx y Engels. Mussolini criticaba eran los medios que utilizaban sus excompañeros socialistas en ese entonces para hacerse con el poder, no el fin en sí mismo —aunque a este fin le sumaba su nacionalismo extremo, el colectivo era la nación, que llevaba a considerar a los demás como una raza inferior y, por tanto, ser objeto de odio y/o desprecio; aunque esto es comparable con el cómo consideran los socialistas a todos aquellos que no sean adeptos a sus ideas y, en lugar de servir al colectivo, tratan de perseguir fines individuales—. Además, muchas veces se llama al régimen fascista como “nacionalsindicalismo”, algo que no dista mucho de lo que es la “dictadura del proletariado” descrita por Marx y puesta en práctica por el movimiento bolchevique —leninista-comunista— caracterizado por la violencia[37]; si el término “fascista” es usado por los adeptos al socialismo como sinónimo de “violencia, dictadura, sanguinario, etc.”, entonces el socialismo habría que calificarlo como el sistema más fascista que existe.
El Nazismo como sinónimo de fascismo
Otra expresión del colectivismo fue/es el Nazismo, esta manifestación histórica no es más que un Fascismo, quizás más extremista, puesto en práctica en otra latitud —Alemania—; Hitler, quien estaba resentido por la pérdida de Alemania en la Gran Guerra al igual que la mayoría de los miembros de la sociedad alemana entera, quien, además, admiraba a Mussolini y estaba influenciado, al igual que éste, por pensamientos de Friedrich Nietzsche (1844-1900), se une al “Partido de los Trabajadores Alemanes” (DAP), fundado por Anton Drexler, en 1919 y no tarda “en convertirse en uno de los oradores más eficaces del movimiento y miembro del comité dirigente”[38]; este partido lo conformarían grupos nacionalistas con ideas socialistas; de hecho, ya para el febrero de 1920 “Hitler dio un nuevo nombre al movimiento -el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei, NSDAP”[39] (Partido Nacional Socialista Obrero Alemán) que luego sería conocido popularmente como “el partido nazi” y presenta, curiosamente al igual que hizo Mussolini, aunque un poco más específico, un programa que constituía una mezcla de antimarxismo, nacionalismo extremo y anticapitalismo. Quizás el extremo narcicismo alemán no les permitía calificarse a sí mismos como “fascistas”, por lo que prefirieron llamarse “nazistas”. Una vez en el poder (1933), once años después que el partido fascista italiano lo hace (1922), hasta su caída en el 1945 tras perder la segunda Guerra Mundial, el Nazismo se caracterizó por ser un régimen dictatorial que exaltaba a su nación por sobre las demás y reprimía de muchas formas[40] a todo aquel que no encajara en la concepción del mundo que tenía el líder supremo —Hitler—.
Puede verse con claridad como las características del Fascismo y Nazismo encajan perfectamente en la concepción del colectivismo descrito en los primeros párrafos; se puede concluir entonces que estas manifestaciones son tan solo animales de la misma especie con ciertos rasgos distintos. Ahora bien, estos regímenes no son la máxima expresión del colectivismo, quien ocupa este lugar es nada más y nada menos que el Socialismo. Muchos quizás se pregunten: “¿Y el comunismo?”, porque, hasta ahora, creen que comunismo y socialismo son dos regímenes distintos, pero no, es exactamente lo mismo; en la terminología usada por Karl Marx y Friedrich Engels socialismo y comunismo son sinónimos y no hacen distinción entre ellas, “en la práctica todos los grupos y sectas marxistas hasta 1917” hicieron lo mismo, “los partidos políticos marxistas, que consideraban el Manifiesto Comunista como el evangelio inalterable de su doctrina, se llamaron a sí mismos socialistas. El partido más numeroso e influyente de estos últimos, el partido alemán, adoptó el nombre de Partido Social Demócrata. En Italia, Francia y demás países donde los partidos marxistas desempeñaban ya un papel en la vida política, antes de 1917, el término socialista sustituyó igualmente al término comunista. Ningún marxista se aventuró nunca, antes de ese año, a establecer distinciones entre comunismo y socialismo”[41], las siglas URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), demuestran el hecho de que estos términos eran usados indistintamente en aquella época[42]. Las diferencias que vagamente intentan atribuir entre el comunismo y el socialismo hoy en día solo tienen el objetivo de desvincular al segundo del fracaso de la Unión Soviética –considerada comunista, pero que, curiosamente, sus principios son socialistas y el nombre “URSS” así lo indica– quedada al descubierto tras la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989; aun si insisten en enmarcar diferencias, en el mejor de los casos, solo lograran inteligentemente demostrar que ambos constituyen 2 etapas del mismo proceso, el socialismo tiene como fin el comunismo –Socialismo es la primera etapa–[43]. Tenemos entonces que socialismo y comunismo son sinónimos, por lo que no es necesario analizarlos por separado.
El Socialismo como máxima expresión del colectivismo
El socialismo tiene como fin que la “administración de la industria y de todas las ramas de producción en general deje de pertenecer a unos u otros individuos en competencia y pase a estar en manos de la sociedad”, esto es, “la propiedad privada debe ser suprimida y ocuparan su lugar el usufructo colectivo de todos los instrumentos de producción y el reparto de los productos de común acuerdo, lo que se llama la comunidad de los bienes”[44]; además, no teme en usar la violencia para implementar su sistema[45][46]. Para Marx, los comunistas “destacan y hacen valer, en las diversas luchas de los proletarios, los intereses comunes de todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra, en que, a lo largo de las diversas fases del desenvolvimiento por que atraviesa la lucha entre proletariado y la burguesía, defienden siempre los intereses del movimiento en su conjunto”[47]. En “Los Principios del Comunismo” Engels destaca que “las ramas de producción pasaran a toda la sociedad, es decir, serán administradas en beneficio de toda la sociedad, con arreglo general y con la participación de todos los miembros de la sociedad”[48], lo que no dice es que “toda la sociedad”, quien supuestamente pasa a ser dueño de los medios de producción, no es más que el órgano rector —el Estado—, puesto que es éste quien administra y realiza el arreglo general; es necesariamente así ya que, por lógica, puede que una asociación —colectivo— vaya en contra del interés de otra agrupación, por lo que el mismo sistema requiere de la existencia de un órgano director que establezca el interés general para que, luego, sean estas agrupaciones las que deban enmarcarse en las directrices dadas.
En resumen, el Socialismo es lo mismo que comunismo y tiene como fin la supresión de la propiedad y el sometimiento del individuo al colectivo, para ello, necesaria y obligatoriamente, porque las circunstancias así lo requieren al tratarse de un régimen que intenta modificar el comportamiento natural de los actores sociales, se vale de la violencia sistemática e institucionalizada dirigida por el Estado. Ahora bien, este sistema es más peligroso e incluso peor que el Fascismo, este último profesaba odio hacia la humanidad, era sincero, pero el Socialismo profesa amor a la humanidad, a la justicia social, a la libertad y a la solidaridad o generosidad, y en nombre de estos valores se ha ganado el corazón de muchos adeptos a pesar de ser un sistema que contempla el crimen como sistema de gobierno; este poder de ocultar su naturaleza le permite calar en el corazón de muchos, lo que le ha ayudado a mantenerse desde su génesis en la historia hasta nuestros días.
En conclusión, el Colectivismo, Fascismo, Nazismo, Comunismo y Socialismo forman una familia disfuncional, siendo los dos últimos en realidad un solo hijo con trastorno de personalidad —Socialismo/Comunismo—, en donde los hijos pelean entre ellos —Fascismo vs Socialismo— y niegan a la madre —Colectivismo—. Sin embargo, a pesar de ello, la madre exalta a su hijo con trastorno de personalidad por ser, más que el facsímile, quien la representa de forma superior[49]; también, estos sistemas de gobiernos son ejercidos por bestias salvajes que tienen como dios la violencia y como principios móviles el odio y la envidia, a pesar de que en palabras intenten mostrar lo contrario.
Entender esto a profundidad es fundamental, en términos matemáticos, es “extremadamente importante en valor absoluto”, no es un asunto baladí, todas las desgracias de la historia de la humanidad se deben a problemas de índole intelectual y moral, por abrazar ideas erradas, ideas como las colectivistas; por tanto, si la sociedad no cambia sus principios filosóficos errados y no logra identificar los principios inmorales vestidos de moralidad pura y deshacerse de ellos, si sigue comprando la idea de que el Socialismo es movido por principios elevados, en lugar de reconocer su naturaleza diabólica, entonces estamos condenados a caer en un abismo sin fondo, a vivir y morir en la más absurda de las miserias.
[1] Todas las citas que se hagan de la RAE en esta obra serán extraídas de la versión 23.4 en línea de la Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23.ª edición. Puede acceder a través de: https://dle.rae.es.
[2] El componente léxico “legere” también evoca leer, lectura, sacrilegio, elegir, leyenda, entre otros. Todo sin que reste valor a lo que se expondrá en el párrafo. Utilizando estos vocablos, se puede decir que el colectivismo “elige” al “grupo” por encima del individuo y pretende ser una “lectura” —estudio o análisis— del mismo; cabe resaltar, nuevamente, que esta lectura, estudio o análisis lo hace minimizando al individuo y contemplando al colectivo con cierta latría.
[4] Los legionarios romanos eran conocidos por su disciplina, orden y buen entrenamiento para la batalla; estas cualidades les permitieron enfrentarse a ejércitos mayores en números y mejor equipados que ellos y, aun así, salir victoriosos. Una legión estaba compuesta entre 4000 y 6000 soldados y el ejército romano contaba por lo menos con unas 25 legiones, estos eran la parte principal del ejército, uno independiente y completo en sí mismo —véase: Perspicacia para comprender las Escrituras. 1991. Volumen 1. Brooklyn, New York. Editado y publicado por la Watch Tower Bible and Tract Society of New York, Inc. International Bible Students Association. Sección “Ejercito”, con especial énfasis en “Ejercito romano”, págs. 780-784. Considero necesario destacar también que la Biblia relata una oportunidad en la que Jesucristo se encuentra con dos hombres endemoniados al desembarcar en la orilla oriental del mar de Galilea —región de los gerasenos—, estos hombres eran tan violentos que nadie se atrevía a pasar por el camino en el que se encontraban, al preguntar sus nombres, uno de ellos responde que se llama “legión” porque “eran muchos” (Mateo 8: 28-34; Marcos 5: 1-13; Lucas 8: 26-39). Entiéndase entonces que la palabra hace referencia a un conjunto de hombres actos para la guerra; además de ello, no creo sea coincidencia que un grupo de numerosos demonios —ángeles que se rebelaron contra Dios, constituyéndose enemigos directos del Creador— decidieran llamarse a sí mismos “legión” y que el hombre a quien poseían se mostrara, en extremo, violento.
[5] Estos actos también son condenados por la Biblia (Éxodo 22:18; Levítico 19:26; Deuteronomio 18:9-14). Por otro lado, este vocablo también le concede al concepto de colectivismo un componente intangible y vago, casi místico.
[6] Considero importante destacar lo que escribió Ludwig von Mises con respecto al “yo” —individuo— y el “nosotros” —colectivo—, en su obra titulada “La Acción Humana, Tratado de Economía” (el titulo original es “Human Action, A Treatise on Economics”, publicada esta primera edición en ingles en 1949, siendo su predecesora “Nationalökonomie: Theorie des Handelns und Wirtschaftens” —en Alemán—, publicada en 1940; esta es la más grande obra de Mises; la versión citada es una traducción de Joaquín Reig Albiol publicada por Unión Editorial, décima edición). En esta obra explica que “el ego es la unidad del ser actuante […] el nosotros es siempre fruto de una agrupación que une a dos o más egos. Si alguien dice Yo, no se precisa mayor ilustración para percibir el significado de la expresión. Lo mismo sucede con Tú y, siempre que se halle especialmente precisada la persona que se trate, también acontece lo mismo con el ÉL. Ahora bien, el decir Nosotros, es ineludible una mayor información para identificar qué Egos se hallan comprendidos en ese Nosotros. Siempre es un solo individuo quien dice Nosotros; aun cuando se trate de varios que se expresen al tiempo, siempre serán diversas manifestaciones individuales. El Nosotros actúa, indefectiblemente, según actúan los egos que lo integran” (pág. 53). Entiéndase que una agrupación —colectivo— está conformada por individuos y que no es un ser en sí mismo.
[8] Para profundizar sobre este tema, invito a revisar: Jesús Huerta de Soto. 2005. Socialismo, calculo económico y función empresarial. Madrid, España. Tercera edición. Publicado por Unión Editorial. Capítulo 3., donde el autor hace un buen resumen de todo el aporte de Ludwig von Mises en su análisis de la imposibilidad del sistema.
[9] Primer párrafo de este apartado, retomamos, colectivismo es una “doctrina que tiende a suprimir la propiedad particular, transferirla a la colectividad y confiar al Estado la distribución de la riqueza” o, si gusta más, hay varios actores copropietarios del bien. De allí que Hayek prefiera llamarlo “propiedad plural”. Ahora bien, a efectos de lenguaje, si quiere llamar “propiedad colectiva” a una cosa para aludir a esa “copropiedad”, es entendible, pero el punto es que quienes defienden sistemas colectivistas no aluden a ese tipo de concepto, sino que pretenden de alguna manera que todo sea de todos —nada de nadie—.
[10] Algunos pensarán que un bien puede ser propiedad de varios y aludir a ello como “propiedad colectiva”, sin embargo, en sentido estricto, sigue siendo una “propiedad privada” extensiva a varios actores,
[11] Para entender el por qué de esta definición, en apariencia poco relevante, pero con implicaciones filosóficas profundas, puede consultar: Roymer Rivas. 2023. Estado, Gobierno, Dios y Orden Social. Publicado en el portal de ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/estado-gobierno-dios-y-orden-social/ (Consultado el 24 de noviembre de 2023).
[12] Esta palabra proviene del italiano “fascio” —que significa haz, grupo—, del latín “fascis” —fasces en plural—, que significa manojo de varas o haz —aunque también puede significar grupo—. En la antigua roma los fasces hacían referencia a los haces de varas con un hacha encajada en medio; estos eran señal de autoridad y poder y solían portarlos los magistrados, procónsules, cónsules, dictadores, entre otros. Más tarde esto sería el símbolo del Fascismo como movimiento y/o sistema.
[13] El Fascismo como ideología transcendió fronteras, así podemos ver las Camisas Grises de Islandia, la Nueva Guardia de Nueva Gales del Sur (Australia), el Nazismo Alemán, El Franquismo Español, movimientos como Faisceau, Jeunesses Patriotes, los Camisas Verdes y la Fédération Nationale Catholique en Francia, Ferenc Szálasy en Hungría, Legión del Arcángel Miguel de Rumanía, el movimiento rexistade León Degrelle en Bulgaria, el Nationaal Socialistische Beweging en Holanda, Nasjonal Samling de Vidkun Quisling en Noruega, la unión de fascistas de sir Oswald Mosley en Gran Bretaña, entre muchos otros en otras latitudes. Estos movimientos fascistas los extraje de la original y magnífica obra literaria titulada “Anatomía del Fascismo” escrita por Robert O. Paxton (publicado por Capitán Swing Libros, S.L.Cap. 3 “El arraigo”, pág. 96-144); la citada es la traducción al español de José Manuel Álvarez Flórez (2019) de la publicación original en inglés titulada “The Anatomy of Fascism” (2006). Cambiando de enfoque, tengo que decir que no concuerdo con lo expuesto por el autor con respecto a la existencia de “capitalismo”, tal y como lo entendemos hoy día, en el régimen fascista —se alude a ello en los capítulos 1, 4 y 8 directamente, en otros es sobreentendido—; como concepto, el capitalismo, no es un tipo de orden social, sino como el resultado del respeto a la propiedad privada y del libre ejercicio de la empresarialidad innata de los actores sociales siempre en busca de la consecución de sus fines individuales que, no deliberadamente, repercute en beneficio para los demás actores, el capitalismo es, resultado de la libertad. En el régimen Fascista, la propiedad privada supuestamente capitalista existía en tanto beneficiara al Estado y al colectivo, —con respecto a esto, el autor expresa que “respetaban la propiedad privada de los productores nacionales, que debían formar la base social de la nación revitalizada. Cuando atacaban a la burguesía, lo hacían porque era demasiado débil e individualista para hacer fuerte a la nación, no por robar a los trabajadores el valor que estos añadían. Lo que ellos criticaban del capitalismo no era la explotación, sino su materialismo, su indiferencia hacia la nación, su incapacidad para conmover el espíritu” [las cursivas son mías] (pág. 19)—, las fábricas “capitalistas” en el régimen no hicieron más que beneficiar al Estado en lugar de a la sociedad, entonces, no tenemos a personas libres ejerciendo libremente su empresarialidad ni respeto pleno a la propiedad, sino a un grupo de actores sociales que fueron obligados a ser útil para la colectividad según la concepción del régimen y a un grupo de bandidos que se dieron cuenta que obtendrían grandes ganancias al servir al Estado —las industrias de armamentos, por ejemplo— en lugar que a la sociedad. Empero, tengo que aclarar que me refiero al “capitalismo como concepto” porque no soy partidario de usar el término “capitalismo” para defender el sistema basado en la propiedad y el respeto a las libertad, dado que el origen que tiene el mismo y lo que significa realmente —etimológica, históricamente— no es acorde al mensaje que se intenta transmitir cuando se usa, pero hablaré de ello otra oportunidad; mientras tanto, usare el termino tal y como lo concebimos aquí para una mejor comprensión del mensaje.
[14] A pesar de que el término “fascio” fue usado en distintas ocasiones, como “los campesinos que se sublevaron contra los terratenientes en Sicilia en 1893-1894” que se “autodenominaron los Fasci Siciliani”, “los nacionalistas de izquierdas” que intentaron que Italia entrara en la primera guerra mundial en 1914 en el bando aliado —Francia, Rusia y Gran Bretaña— llamados “Fascio Rivoluzionario d´Azione Interventista” y el uso de la palabra “fascismo” que acuñó Mussolini a final de la guerra para “describir el talante del pequeño grupo de exsoldados nacionalistas y revolucionarios sindicalistas” [las cursivas son mías] pero, para ese entonces, no tenía el monopolio del uso de la palabra fascio ya que siguió “siendo de uso general entre grupos militantes de diversos matices políticos” (revisar: ibíd., pág. 12); como tal, antes de esa fecha (marzo de 1919) no existía ni un partido ni la doctrina fascista.
[15] Incluso, era “una personalidad destacada del ala revolucionaria del partido”, caracterizado por su posición radical, por lo que despreciaba al ala del partido que participaba en el parlamento de la época (ibíd., pág. 36, ver nota 7). Mussolini ya a la edad de 18 años mostraba su afinidad política por el Socialismo internacional, poco tiempo después, a los 19/20 años, comienza a escribir para el periódico socialista “L´Avvenire del Lavoratore” (El futuro de los trabajadores); para 1903 ya se autoproclamaba como un “comunista autoritario”; llegó a glorificar a Karl Marx calificándolo como “el más grande de todos los teóricos del Socialismo”; poco después, en 1904, ya pensaba que la moral Socialista debía hacerse de la violencia; también afirmo que “el movimiento socialista se había convertido en una necesidad básica para él”, que moriría si detuviese su avance en esa corriente ideológica; en marzo de 1908 dirigió “La Lima” (un seminario socialista); fue conocido por fomentar entre sus compañeros socialistas que no acudieran a las entidades legales de la época y que practicaran el lex talionis (ojo por ojo), una muestra de su desprecio por la ley; en 1909 emigra a Trentino (una provincia austriaca) para dirigir el periódico L´Avvenire del Lavoratore y allí se esperaba que Mussolini organizase a los socialistas de la región ad honorem; en 1910 comienza a dirigir una revista socialista llamada “Lotta di Classe” (Lucha de clases); entre otras cosas. En resumen, Mussolini estaba impregnado de Socialismo hasta el tuétano, pero no el Socialismo moderado que caracterizaba a ciertos socialistas de la época, sino que dedico su juventud a promover las ideas socialistas radicales, no solo a través de diversos periódicos y seminarios, sino también en manifestaciones políticas llenas de odio hacia el sistema democrático, el estado más o menos liberal de Italia, la iglesia y al ejercito por considerar que eran “una organización criminal concebida para proteger el capitalismo y a la sociedad burguesa”. —Estos datos los extraje del libro titulado “Mussolini y el Fascismo Italiano” escrito por Álvaro Lozano (2012. Publicado por Marcial Pons Historia. Págs. 61-100) en donde el autor relata la biografía de este personaje—.
[16] También conocida como “La Gran Guerra”, inicia en Julio de 1914 y termina oficialmente en noviembre de 1918 cuando Alemania se rinde y acepta las condiciones del armisticio.
[17] Es necesario aclarar que, si bien Mussolini se encontraba en las filas socialistas, el aporte filosófico de Karl Marx, a quien llego a glorificar (ver nota 15), no calo mucho en él; consideraba a los socialistas de la época como muy moderados y eso llevo a despreciarlos; más adelante llegaría a describir su experiencia del Socialismo (1903-1914) de la siguiente manera: “… no fue una experiencia doctrinal. Mi doctrina durante ese período fue la doctrina de la acción” (ver: ibíd., pág. 74). Estas denotan la importancia que tenía la acción para Mussolini, y cuanto más violenta mejor.
[18] Esta publicación fue financiada, en parte, por la Fiat y por industrias italianas que se beneficiarían si Italia participaba en la guerra. (ver: ibíd., pág. 82).
[20] Esto hace referencia a la “peste bubónica” —también conocido como “la peste negra”—. Ésta es una enfermedad infecciosa producida por la bacteria “Yersinia pestis” en la que predomina la inflamación del ganglio linfático y afecta los tejidos de los órganos sexuales, axilas y ojos. En efecto, para Mussolini y su movimiento todo el sistema italiano era una aberración y tenía que construirse una patria nueva; es curioso que haga referencia a la peste negra y que esta se caracterice por ser potencialmente mortal y hacer bulbos en los órganos reproductores de los infectados, puede que implícitamente estuviera diciendo que el parlamento de Italia lo que estaba haciendo era castrar a la nación de Italia y no la permitía “reproducirse” o crecer —según su concepción. Para mayor información sobre esta peste, consulte “La Muerte Negra” escrita por Leticia Martínez Campos (2019) para la sección de la Sociedad Española de Infectología Pediátrica (SEIP) titulado “Infectología en la historia” en: https://www.seipweb.es/wp-content/uploads/2019/01/La_Peste_Leticia_Martinez.pdf (Consultado 24 de noviembre de 2023).
[21] En op. cit. “Mussolini y el Fascismo Italiano”, Álvaro Lozano., pág. 83.
[26] Considero relevante destacar el “mínimo fascista” postulado por Ernst Nolte que Stanley G. Payne (2014) desarrolla en su libro titulado “El Fascismo” publicado por Alianza Editorial, allí expresa que el Fascismo “consiste en un conjunto de negativas, un aspecto central de organización, una doctrina del caudillaje y un objetivo estructural básico, expresados como sigue: antimarxismo, antiliberalismo, anticonservadurismo, el principio del caudillaje, un ejército del partido, el objeto del totalitarismo” (pág. 12) [cursivas mías].
[27] El primero es un saludo dirigido a niños, discapacitados y prisioneros que cumplieron con su deber; el segundo declara oponerse al imperialismo y aceptar el postulado supremo de la Sociedad de Naciones —antecesor de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)—; en el tercero compromete a los fascistas a sabotear por todos los medios las candidaturas de los adversarios en el campo político. Estas declaraciones son paráfrasis en español de lo expuesto por Renzo De Felice (1965) en su obra titulada “Mussolini il rivoluzionario, 1983-1920” —en italiano— (publicado por Fondazione Istituto Gramsci., pág. 550).
[29] El programa completo en ingles se encuentra en el libro titulado “A Primer of Italian Fascism” editado por Jeffrey T. Schnapp (2000) y publicado por University of Nebraska Press, Lincoln and London. Págs. 3-6.
[30] Hasta ahora, he dedicado palabras para describir el origen socialista del fascismo vinculándolo con las acciones de líder, Mussolini, y de los demás movimientos de izquierda —sindicatos, nacionalismo extremo—; sin embargo, el fascismo no se limitó a la personalidad de Mussolini, estudiar el fascismo de esa manera da la impresión de que se puede entender a plenitud solo analizando a su dirigente, pero no es así. El fascismo ocurrió porque las naciones, las instituciones —débiles— y los diferentes estratos sociales lo apoyaron, entre ellos conservadores y seudoliberales, por pensar que era preferible tener un gobierno de esta índole que un gobierno socialista/marxista, no reparando en que se trataba de un monstruo de la misma especie con apariencia distinta. El discurso de Mussolini sirvió para atraer a personas de todos los bandos, por un lado, atacaba fervientemente a los socialistas, por lo que se ganó el favor de conservadores y seudoliberales, por el otro, atacaba al capitalismo y la burguesía, por lo que contaba con el apoyo de los que tenían inclinaciones hacia la izquierda —sindicalistas, socialistas, comunistas—. De aquí en adelante, me limitare a explicar las características del fascismo ya en el poder para entender las ideas colectivistas que sostienen, o sostuvieron, al sistema.
[31] Óp. cit. “Anatomía del Fascismo”, Robert O. Paxton. Pág. 19. Con la industria de armamento se beneficiaron pocos individuos considerados como “capitalistas”, pero más que eso, eran un conjunto de malhechores que solo Vivian para servir al Estado oportunista creado por el régimen —comparar con nota 13—.
[33] Revisar nota 13 (letras cursivas). Además, es de destacar que el régimen fascista “rediseño las fronteras entre lo público y lo privado, reduciendo notoriamente lo que antes había sido intocablemente privado” (ibíd.).
[35] Dato curioso: “la doctrina del fascismo” revisada por Mussolini y publicada en 1925 definió al fascismo como un régimen “totalitario”. En op. cit. “Mussolini y el Fascismo Italiano” Cap. 5, “¿Un régimen totalitario?”., pág. 159.
[36] Op. cit. “Anatomía del Fascismo” Robert O. Paxton., págs. 16-17.
[37] Para Lenin, los proletarios debían imponerse sobre los burgueses y mantener el poder mediante la violencia; llego a escribir que todo aquel que intentara ofrecer resistencia a la revolución proletaria, serian suprimidos despiadadamente; privados de todos sus derechos; en palabras suyas, “más que eso, no les daremos ni un pan, porque en nuestra república proletaria los explotadores no tendrán derechos, serán privados del fuego y del agua, ya que somos socialistas en serio” (esto es una paráfrasis de lo escrito por Lenin en “The Soviet Constitution”, pág. 31). Estas palabras no hacen más que poner en evidencia el carácter violento de estos regímenes. La cita textual en ingles dice así: “and if you exploiters attempt to offer resistance to our proletarian revolution we shall ruthlessly suppress you; we shall deprive you of all rights; more than that, we shall not give you any bread, for in our proletarian republic the exploiters will have no rights, they will be deprived of fire and water, for we are socialists in real earnest” (puede acceder a traves de: https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1918/prrk/soviet_constitution.htm (Consultado el 24 de noviembre de 2023)
[40] Eran asesinados o enviados a los campos de concentración nazi dirigidos por “las Unidades de las Calaveras”. Estas unidades eran una ramificación de las “SS de Himmler” que comenzó como una minúscula fuerza de guardia personal de Hitler. El libro “El Nazismo”, escrito por J. Thorntin, en su capítulo 7 (1967. Publicado por alianza editorial. Pág. 86) detalla cómo era la vida en la Alemania nazi, el control que ejercía el Estado sobre la vida en sociedad es indiscutible, negarlo es como negar que las influencias que ejercen las leyes físicas en la vida en la tierra.
[41] Ludwig von Mises. (1922). Socialismo, Análisis Económico y Sociológico. Tercera edición. Publicada por Wister Book Foundation (WBF) bajo los auspicios del Centro de Estudios Sobre la Libertad Buenos Aires, Argentina. Esta obra es una traducción al español de Luis Montes de Oca; la publicación original se realizó en el año 1922 con el título “Die Gemeinwirtschaft: Untersuchungen über den Sozialismus”, la segunda edición (1932) fue traducida al inglés en 1936 por y publicada en Londres por Jonathan Cape.
[42] Lenin, comunista/socialista (se usaban los términos para calificarlo sin distinción alguna) fue el principal dirigente de la Revolución de Octubre de 1917 (revolución bolchevique) del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Más tarde sería el líder supremo de la URSS (1922).
[43] De hecho, esta es la tesis expuesta por Marx en “Critica del Programa de Gotha”, un escrito enviado a Bracke en el año 1875. La publicación consultada fue la editada por “elaleph.com” (2000). Considero importante resaltar lo que dijo Marx sobre el sistema que defendía, él dice que “en el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad común de los medios de producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta aquí, tampoco, como valor de estos productos como una cualidad material, poseída por ellos, pues aquí, por oposición a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante un rodeo, sino directamente” (pág. 15) [cursivas mías]; aquí se muestra abierta y claramente el carácter colectivista del sistema.
[44] Estas palabras las escribe Friedrich Engels en “Principios del Comunismo” en Paris (1847) en respuesta a la pregunta “¿Cómo debe ser ese nuevo orden social?”. Este escrito surge como un proyecto de la Liga de los Comunistas y constituye el antecesor del “Manifiesto Comunista” publicado junto a Karl Marx tiempo después.
[45] Engels dice en respuesta a la pregunta “¿Será posible suprimir por vía pacífica la propiedad privada?” que, si bien desean que sea así, si al pasar el tiempo no han logrado sus fines y, según su concepción, el proletariado sigue siendo oprimido por el sistema capitalista, entonces los comunistas defenderán su causa “con hechos, no menos de como ahora lo hacen de palabra” (Ibíd.). Claro ésta, esto es como decir que si el sol sale mañana, que con plena seguridad saldrá, entonces voy a arremeter contra todo aquel que no piense igual a mí; del mismo modo, al ser éste un sistema contranatural, que atenta contra la condición natural del hombre, que deriva en el derecho de la propiedad, y que, por tanto, necesita modificar el comportamiento para que el individuo se comporte antinaturalmente, con toda seguridad tiene que valerse de la violencia para poder lograr sus cometidos.
[46] El objetivo que tenía Marx era la transición del Capitalismo al Socialismo, el medio a utilizar era la “revolución”, violencia, para el establecimiento de la dictadura del proletariado. Con respecto a esto, Mises dice que éste quería llegar implementar el Socialismo “por medio de la revolución y la guerra civil. A los ojos de Marx y de los doctrinarios marxistas, el rasgo característico de su partido fue la condición de grupos revolucionarios que habían hecho profesión de la fe en la acción violenta. Su propósito era la rebelión para establecer la dictadura del proletariado y para exterminar sin piedad a los burgueses”, más adelante dice que “no tuvieron seguridad en el carácter inevitable del advenimiento del socialismo —puesto que Marx decía que el capitalismo se destruiría a sí mismo y esto daría paso al socialismo—, ni tampoco confiaron en el buen éxito de un levantamiento revolucionario. Entonces adoptaron los métodos de la acción parlamentaria, solicitaron votos del pueblo en las campañas electorales y enviaron sus delegados a los parlamentos” (ver: óp. cit. “Socialismo, Análisis Económico y Sociológico., págs. 557-558). Estas acciones perdurarían en el tiempo y mantendrían en una relativa pasividad al movimiento socialista que más tarde sería criticado por Mussolini y daría pie al desprecio de los regímenes Fascistas hacia los movimientos socialistas; pero el Socialismo tiene origen “revolucionario” violento y esto sería más tarde encarnado en el movimiento bolchevique de Lenin.
[47] Karl Marx y Friedrich Engels. (1848). Manifiesto del Partido Comunista. Subtema “Proletarios y Comunistas”., pág. 31).
[49] En el Diccionario Filosófico. 1965. México. Publicado por Ediciones Pueblos Unidos., se indica que “el comunismo representa la forma superior del colectivismo”. Pág. 71.
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