El límite del poder: ¿Cuándo la mano del Estado asfixia al mercado? Caso: Venezuela (Parte I)

Por Keidy Bolet, economista, miembro de Cedice Joven y Coordinadora Local de EsLibertad Venezuela.

En toda sociedad democrática, la influencia del Estado en la economía es una realidad ineludible y necesaria. Su participación se extiende a múltiples ámbitos cruciales, desde la política monetaria y cambiaria, hasta la regulación de precios y la configuración de estructuras de costos. Es el agente que establece las reglas de juego y sienta las bases de la convivencia económica. Sin embargo, en el corazón del debate sobre el modelo económico late una pregunta fundamental, de consecuencias históricas: ¿Cuál es el límite aceptable de la intervención estatal en una economía de mercado?

Este interrogante trasciende la teoría económica; es una línea crítica que, una vez cruzada, transforma los mecanismos de promoción económica en herramientas de control y asfixia. Para comprender la magnitud de este dilema, es esencial primero delimitar el papel legítimo del Estado y, luego, examinar cómo un caso emblemático, el de Venezuela, ilustra la erosión gradual y sistemática de ese límite, cuyo origen se remonta a mucho antes de la llegada de las políticas radicales del nuevo milenio.

El Estado interviene en la economía por diversas y cruciales razones. Su primera función es definir los derechos económicos de los ciudadanos, promover la competencia leal, resolver disputas y establecer el marco normativo imprescindible para la existencia misma de las transacciones. Esta función reguladora no es opcional; es fundamental para garantizar la eficiencia y la equidad en el mercado.

Si bien, para responder a la interrogante sobre la intervención, es esencial comprender el papel de los mecanismos de mercado como las reglas que rigen el libre intercambio en las economías. A pesar de su importancia cardinal, los mecanismos de mercado no son autónomos. Por el contrario, requieren indispensablemente de un marco legal establecido por el Estado. En otras palabras, la intervención estatal no es contraria a los principios del mercado, sino que es una condición necesaria para su correcto funcionamiento y supervivencia.

La justificación para una participación más profunda del Estado reside en la corrección de las fallas del mercado y la incesante búsqueda de mayor equidad. La regulación económica y la administración prestacional son los instrumentos estatales diseñados para corregir estas disfunciones —como externalidades negativas o el poder de los monopolios— y promover la justicia social.

Sin embargo, la teoría económica moderna establece una contención crucial: el principio de subsidiariedad. Este principio dicta que el Estado debe intervenir solo cuando la sociedad civil, con sus mecanismos de mercado y organizaciones, sea incapaz de satisfacer las necesidades colectivas. En consecuencia, la intervención estatal en la economía no debe, bajo ninguna circunstancia, desvirtuar el funcionamiento de la economía de mercado, sino complementarlo y fortalecerlo, respetando siempre la soberanía del consumidor y los mecanismos libres de precio.

Este es el ideal democrático: un Estado árbitro, no dueño. A continuación, analizaremos el quiebre dramático de este principio en la práctica venezolana.

Resultaría erróneo atribuir el inicio de la desestructuración de los mecanismos de mercado en Venezuela a un hecho puntual, como la implementación de controles en el año 2003. Este proceso, lento y corrosivo, fue mucho más gradual y se vio impulsado, fundamentalmente, por la creciente y asfixiante influencia del petróleo. El modelo rentista propició una expansión significativa de la intervención estatal en la economía. Con el Estado como el mayor propietario de capital y principal distribuidor de riqueza, la economía privada pasó a ser una mera extensión de la política fiscal.

Este proceso de erosión encontró un hito fundamental en la nacionalización de la industria petrolera. Al centralizar el motor económico del país y atarlo irremediablemente a la gestión pública, se socavó la percepción de la libertad económica como un derecho fundamental. Este derecho se redujo, en la práctica y en la retórica, a un conjunto de intereses moldeables a la discreción del Estado, según la coyuntura política. Esta interpretación fue respaldada, peligrosamente, tanto por la doctrina económica que justificaba el estatismo como por la jurisprudencia de la Corte de Justicia. El Estado se sintió legitimado para ser el actor dominante, no solo el regulador.

La marcada intervención estatal, financiada por la renta, contribuyó al inevitable deterioro del desempeño económico y a la intensificación de la crisis política y social a finales de la década de los ochenta. La dependencia de la renta, la corrupción estructural y la ineficiencia generaron un contexto de frustración masiva y declive institucional, creando el caldo de cultivo ideal para el ascenso al poder de Hugo Chávez en 1998, quien pudo capitalizar la desesperanza ciudadana. El nuevo gobierno heredó un Estado ya acostumbrado a la intromisión y un sistema debilitado por su dependencia crónica del petrodólar.

Tras la llegada de Chávez, y con particular énfasis durante su administración a partir del año 2003, se aceleró la aplicación de los controles centralizados, que pasarían a ser la marca distintiva del modelo económico. A partir de un riguroso arqueo bibliográfico se concluye que el auge, modificación y uso prolongado de estos controles puede atribuirse a una compleja interacción de factores:

  • El fortalecimiento del Poder Ejecutivo a costa de la debilitación sistemática de los otros poderes.
  • La adopción de una ideología de planificación económica centralizada vinculante.
  • La permanente dependencia del sector petrolero y la necesidad de proteger la economía de las fluctuaciones de dicho mercado.
  • La demanda social por acceso a bienes básicos.

El proceso constituyente de 1999 sentó las bases para la nueva era, al debilitar el Estado de derecho, concentrar el poder en la Presidencia y socavar la autonomía del Poder Judicial. Se estaba diseñando la arquitectura legal que permitiría el avance de los controles sin contrapeso.

Lo más dramático de la implementación de estos controles centralizados es que culminaron en un desconocimiento fáctico por parte del Estado de la economía de mercado, un sistema que estaba constitucionalmente reconocido en el artículo 299 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Esta situación implicó una contradicción fundamental en el corazón del ordenamiento jurídico: el Estado no podía, legítimamente, socavar los mecanismos que estaba obligado a proteger.

Estos mecanismos de mercado se vieron debilitados o destruidos cuando se vulneraron derechos económicos cruciales, pilares de cualquier economía libre y segura: la libertad de empresa, la propiedad privada y la libertad de contratación.

Educación y libertad: por una educación con sentido, es decir, sin Estado

Oriana Aranguren estudia Ciencias Fiscales, mención Aduanas y Comercio Exterior, y es cofundadora del capítulo Ladies of liberty Alliance (LOLA) Caracas, desde donde se promueve el liderazgo femenino en el movimiento libertario. También, es Coordinadora Nacional de EsLibertad Venezuela.

La educación, en lugar de ser un espacio para el descubrimiento y la expresión genuina, se ha convertido en un molde que hace uniforme el pensamiento, en muchos casos yendo por el camino del adoctrinamiento, consciente o inconscientemente, porque presenta una visión unilateral del mundo, evitando el debate abierto sobre temas controvertidos o imponiendo una ideología particular

Oriana Aranguren

Vivimos en una época marcada por la transformación tecnológica y mucha complejidad al momento de abordar problemas sociales. Sin embargo, a mi juicio, la educación se erige como uno de los principales que se debe abordar, ya que repercute directamente en el desarrollo humano en libertad. El debate sobre su propósito y metodología es más pertinente que nunca, porque muchas veces es aprovechado por los poderosos, no para “cultivar el alma”, esa concepción sobre “educare” que se tenía de la educación, sino para instrumentalizar y adoctrinar a las personas, con el objetivo de que sean más fáciles de gobernar.

En este contexto, es bueno preguntarse: ¿Debe la educación limitarse a ser un mero instrumento de capacitación para el mercado laboral, o debe aspirar a algo más profundo, al cultivo integral del ser, a la nutrición del alma? En este ensayo defenderé la tesis de que sólo la libertad puede servir como cimiento para una educación auténtica, una que fomente el pensamiento crítico, desate la creatividad innata y permita el florecimiento del espíritu, en contraposición a un sistema educativo que, con demasiada frecuencia, instrumentaliza, coarta la originalidad y, en última instancia, deriva en el adoctrinamiento —orquestado por el Estado para su beneficio, como es de esperarse—.

La crisis de la educación contemporánea

El panorama educativo actual, en muchos contextos, parece haber extraviado su brújula humanista. La presión por resultados medibles, la estandarización de los currículos, y la visión de la educación primordialmente como una herramienta para la empleabilidad, han conducido a una creciente instrumentalización del proceso de aprendizaje, en cuanto se prioriza la adquisición de habilidades técnicas y conocimientos específicos, a menudo en detrimento del desarrollo del pensamiento profundo, la capacidad de reflexión y la exploración autónoma del saber. Como bien se intuye en las críticas a los sistemas tradicionales que impulsaron los movimientos de una “pedagogía libertaria” en el siglo XIX y XX[1], el modelo de “ordeno y mando” y la enseñanza enfocada en la mera transmisión de información generan autómatas en lugar de individuos pensantes.

Asimismo, deriva en una limitación de la creatividad muy peligrosa, porque el énfasis se pone en la respuesta correcta, en la memorización de datos y en la conformidad con métodos preestablecidos, sofocando la curiosidad natural de las personas, sobre todo de los niños, y su capacidad para explorar soluciones novedosas. Así, surge el “miedo al error”, que es inherente a los sistemas evaluativos rígidos que inhiben la experimentación y la asunción de riesgos intelectuales, componentes esenciales del acto creativo.

De este modo, la educación, en lugar de ser un espacio para el descubrimiento y la expresión genuina, se ha convertido en un molde que hace uniforme el pensamiento, en muchos casos yendo por el camino del adoctrinamiento, consciente o inconscientemente, porque presenta una visión unilateral del mundo, evitando el debate abierto sobre temas controvertidos o imponiendo una ideología particular. De hecho, me atrevo a decir que, muy probablemente, muchos de los problemas de las democracias actuales se deban a la sumisión acrítica al orden establecido y a la masificación que anula la persona, que son resultados de una educación que no cultiva el pensamiento crítico.

Un faro de esperanza basado en la Libertad: una pedagogía libertaria

Frente a este panorama, la pedagogía libertaria, aunque a menudo malinterpretada y asociada con el desorden, ofrece una alternativa radical y profundamente humanista, ya que su núcleo reside en una confianza inquebrantable en la naturaleza intrínsecamente curiosa y creativa de las personas —principalmente niños— y en la convicción de que el aprendizaje más significativo florece en un ambiente de libertad.

Partiendo de las experiencias concretas de algunos educadores, la historia de la pedagogía libertaria es un testimonio del poder de la libertad en la formación —fungiendo como un precedente para los diversos modelos educativos en libertad que hay hoy en día, por cierto—. En este sentido, podemos mencionar a los “maestros-compañeros” de Hamburgo en los años veinte, quienes llevaron esta idea a la práctica al permitir que la actividad escolar fuera regida por la voluntad de los alumnos, sin coacción alguna para aprender. Al principio, aunque se condujo a un “caos necesario” del que emergería algo nuevo, su objetivo era vivir fraternalmente con los niños, reconociéndolos como personas completas cuya personalidad debía desarrollarse respetando al máximo su libertad. Para ellos, el único programa era el propio niño, con sus intereses y su visión del mundo.

Alexander Sutherland Neill, con su célebre escuela Summerhill, representa quizás un equilibrio dentro de esta corriente. Aunque Neill no se definía como anarquista, su escuela se fundamentaba en la libertad y en la creencia en la bondad infantil. Con este pensamiento, en Summerhill las lecciones eran optativas y los niños podían elegir no asistir durante años si así lo deseaban, porque no existía una vigilancia opresiva: los niños se vestían como querían y se les permitía vivir sin la constante interferencia adulta que, según Neill, solo produce “una generación de autómatas”[2]. La clave estaba en la autorregulación: la disciplina no era impuesta por los profesores, sino elaborada y gestionada por la propia comunidad de alumnos y maestros.

Más tarde, este espíritu encontraría eco en el movimiento de las “escuelas libres” en Estados Unidos, que experimentó un crecimiento notable a finales de los años sesenta y principios de los setenta. En estas escuelas, a menudo fundadas por padres, profesores y alumnos con planteamientos liberales o radicales, buscaban una reforma educativa radical, apartándose de la disciplina tradicional, los horarios rígidos, los exámenes constantes y los planes de estudio inflexibles, desembocando en que, en algunas de estas escuelas, el poder llegara a estar en manos de los estudiantes, quienes contrataban profesores y formulaban la filosofía del centro, demostrando una confianza absoluta en la capacidad y el deseo de aprender de los jóvenes.

Figuras como Ellen Key llevaron la idea de la libertad infantil a sus consecuencias más extremas, llegando a afirmar que “el gran misterio de la educación consiste en no educar”. Más allá de si estamos o no de acuerdo con su postura —que puede parecer exagerada—, lo cierto es que subraya un profundo respeto por la autonomía del niño y su capacidad para auto-dirigir su desarrollo. En esta misma línea encontramos a Ferrer Guardia, en España, con su Escuela Moderna, quien intentó sustraer a los hijos del pueblo de una educación tradicional que generaba servidumbre, buscando la emancipación del niño a través del contacto con la naturaleza y el desarrollo espontáneo.

La Libertad como marco para cultivar el pensamiento crítico y la creatividad

Las experiencias de la pedagogía libertaria, con sus éxitos y con sus fracasos o desafíos, ilustran una verdad fundamental: no se trata de que libertad sea simplemente la ausencia de restricciones, sino en lo que esto se traduce, a saber, en la condición necesaria para el cultivo del alma. Cuando un niño se siente libre para explorar sus intereses, para cuestionar, para cometer errores sin temor al castigo, y para participar activamente en la construcción de su propio aprendizaje, se sientan las bases para un pensamiento verdaderamente profundo. No por nada, como ya mencioné antes, han surgido varios estilos de educación en distintas partes del mundo que han optado por este tipo de enseñanzas, aunque con metodología —fundamentada en la libertad, no limitándola—.

No es de extrañar que en un ambiente de libertad la curiosidad se convierta en el motor del aprendizaje, porque éstos no aprenden porque se les obliga, sino porque desean comprender el mundo que les rodea —son curiosos por fuerza natural, por eso viven preguntando cada momento: ¿Por qué?, ¿Y por qué?, ¿Y por qué?, y después le sigue otro ¿Por qué?—. Esta motivación intrínseca es mucho más poderosa y duradera que cualquier incentivo externo. Es decir, la libertad permite que el aprendizaje sea un acto de descubrimiento personal, donde el conocimiento se integra de manera significativa en la estructura cognitiva del individuo, en lugar de ser una colección de datos memorizados superficialmente —que luego se olvidan, porque no hay aprendizaje real, porque si lo hubiera, no se olvidara. En circunstancias normales, nadie aprende a manejar una bicicleta y luego lo olvida, por ejemplo.—. La creatividad, esa capacidad tan valorada pero tan a menudo reprimida, encuentra en la libertad su terreno más fértil.

Un niño que no está constreñido por la rigidez de un currículo único o por la expectativa de una única respuesta correcta, se atreve a imaginar, a experimentar con ideas divergentes, a combinar conceptos de formas novedosas. Si se elimina la presión de los exámenes estandarizados y las calificaciones constantes, se puede crear un espacio seguro para la exploración creativa, donde incluso el juego, la experimentación y la libre expresión artística y manual se conviertan en herramientas para el crecimiento.

Además, por si fuera poco, la educación en libertad fomenta la responsabilidad y la autonomía, ya que los niños participan en la toma de decisiones sobre su aprendizaje y la vida de su comunidad escolar, desarrollando un sentido de pertenencia y un compromiso activo. ¡Aprenden a gobernarse a sí mismos, a negociar, a resolver conflictos y a asumir las consecuencias de sus elecciones! Es más, esta es una preparación mucho más efectiva para una vida adulta plena y participativa que la sumisión pasiva a la autoridad.

Desafíos de una educación en libertad: quizá una utopía necesaria

Es innegable que la implementación de una pedagogía basada en la libertad presenta desafíos, pues requiere educadores profundamente comprometidos, con una gran confianza en los niños y una capacidad para guiar sin imponer; exige también un cambio de mentalidad en la sociedad y en los propios padres, muchos de los cuales han sido formados en sistemas autoritarios y pueden sentir desconfianza ante la ausencia de estructuras rígidas. Asimismo, las experiencias de Hamburgo, por ejemplo, enfrentaron dificultades económicas, falta de maestros competentes y errores pedagógicos, lo que sugiere que una revolución pedagógica quizás deba ir de la mano de una transformación social más amplia; y en la actualidad, recurrir a modelos educativos con metodologías requiere de un nivel de recursos que muchos no poseen.

Sin embargo, las dificultades no invalidan el ideal. Es posible que, si las personas se hacen conscientes de la necesidad de la libertad en el proceso educativo, en todos los niveles, pero principalmente en las primeras etapas de la vida humana, y se comience a exigir por ello, con el tiempo la libertad sea admitida en las aulas de clases —si es que siguen existiendo aulas—. Esa, sin duda, aunque pueda parecer lejana, es una meta necesaria si aspiramos a formar seres humanos completos, críticos y creativos, capaces de construir un futuro mejor, porque si no, la alternativa es perpetuar un sistema que lleva a la mutilación del espíritu del niño y a la formación de individuos sin pasión, sumisos, indiferentes y sin pensamiento crítico. El trabajo, entonces, no lo tiene el Estado, sino, principalmente, los padres, y los ciudadanos que nos interesamos por una sociedad mejor.


[1] Ver: Carlos Saura Garde. Una pedagogía libertaria. Puede acceder al texto en: https://www.academia.edu/37027300/UNA_PEDAGOG%C3%8DA_LIBERTARIA?sm=b (Consultado el 18 de mayo de 2025). Los ejemplos que se mencionan aquí, son brevemente recogidos en este texto.

[2] Ibidem.

Aung San Suu Kyi y María Corina Machado: el espejismo del poder en Myanmar y Venezuela

Por Leroy Garrett (@lerogarrett).

En el vasto tablero de la geopolítica latinoamericana y asiática, pocas figuras encarnan mejor la paradoja del contrapoder que Aung San Suu Kyi y María Corina Machado. 

Ambas mujeres, iconos de la resistencia no violenta contra regímenes autoritarios, han sido elevadas a laureadas del Nobel de la Paz: Suu Kyi en 1991 por su lucha contra la junta militar birmana, y Machado en 2025 por su desafío al chavismo en Venezuela. Ambas prometían ser faros de democracia, pero su ascenso al poder ha sido tan elusivo como un espejismo en el desierto. ¿Por qué, a pesar de victorias electorales abrumadoras y apoyo internacional, el mando real les ha sido negado? En el caso de Machado, esta elusión se entreteje con la presencia militar estadounidense en Venezuela —formalmente justificada por la “guerra contra las drogas”—, y con una percepción sutil, pero persistente en los círculos de poder de Washington, de que ella no está “preparada” para gobernar. Esta narrativa, tejida entre halagos y reservas, revela no solo las fragilidades de estas líderes, sino las dinámicas de un imperialismo que coquetea con la democracia solo cuando conviene.

Paralelismos en la Trayectoria: Del Icono al Exilio Interno

Aung San Suu Kyi y María Corina Machado comparten un guion casi idéntico: hijas de elites educadas en Occidente (Suu Kyi en Oxford, Machado en Yale), regresan a sus países para fundar movimientos cívicos que escalan a plataformas políticas. Suu Kyi, hija del héroe independentista birmano Aung San, fundó la Liga Nacional por la Democracia (LND) en 1988, ganando elecciones en 1990 que la junta ignoró, confinándola a 15 años de arresto domiciliario. 

Machado, ingeniero industrial de 58 años, inició con Súmate en 2002 para defender el voto, fue elegida diputada en 2011 con récord de sufragios, y expulsada en 2014 por denunciar corrupción chavista. En 2023, arrasó en primarias opositoras con el 92% de los votos, pero fue inhabilitada para las presidenciales de 2024, optando por un sustituto, Edmundo González, cuya victoria alegada fue robada por Maduro.

Ambas han sido “Santas laicas” para Occidente: Suu Kyi, la “Mandela birmana”, simbolizó la no violencia hasta su caída por defender al ejército en el genocidio rohinyá (2017), que le valió el descrédito global y un golpe en 2021 que la encarceló nuevamente.  Machado, comparada explícitamente con ella en medios como The Times of India y The Christian Science Monitor, recibe elogios por su “coraje moral” contra la “oscuridad creciente” de Maduro, pero con una advertencia: “Ser comparada con Suu Kyi es un cumplido y una alerta” ante riesgos de “absolutismo” y “compromisos morales”. En X, usuarios como @Franchuterias destacan cómo el Nobel de Machado, como el de Suu Kyi, envía un “mensaje a los demócratas”, pero ignora si podrá asistir, al igual que su predecesora en 1991. 

El poder les ha sido elusivo por mecanismos similares: militares todopoderosos (la Tatmadaw en Myanmar, las Fuerzas Armadas en Venezuela) que vetan transiciones. Suu Kyi gobernó de facto desde 2015, pero la constitución birmana le prohibía la presidencia por sus hijos extranjeros, y el ejército retuvo el 25% de escaños. Machado, inhabilitada por “corrupción” (acusaciones que ella desmiente como distracciones de la crisis económica), vive oculta desde enero de 2025, tras un secuestro y golpiza que la dejó herida visiblemente. Ambas victorias electorales —la LND en 2015 para Suu Kyi, González-Machado en 2024— fueron anuladas, dejando a estas mujeres como “líderes sin corona”.

¿En qué consiste la presencia de USA en Venezuela?

Aquí radica la gran diferencia: mientras Suu Kyi luchó contra una junta aislada, Machado opera en un contexto donde la “armada americana” —como las llama— orbita Venezuela bajo el pretexto de la guerra contra las drogas. Desde agosto de 2025, EE. UU. ha desplegado siete buques de guerra, un submarino de propulsión nuclear y 6.500 tropas en el Caribe, hundiendo al menos cinco embarcaciones venezolanas con 27 muertos en strikes “antinarcos”. Trump justifica esto como “conflicto armado no internacional” con carteles como Tren de Aragua, designados “narco-terroristas”, y ha autorizado operaciones encubiertas de la CIA en suelo venezolano.;Maduro denuncia “fake news” y moviliza milicias; analistas ven un “pretexto” para derrocarlo, sin aprobación del congreso. 

Machado apoya esto abiertamente: en entrevistas con BBC y Christiane Amanpour, celebra el “despliegue internacional” para cortar “ingresos ilícitos” al régimen, y coordina con asesores de Trump planes para las “primeras 100 horas” post-Maduro. Dedica su Nobel “en parte a Trump”, quien la nominó vía Marco Rubio. Pero esta alianza no garantiza el poder: EE. UU. la respalda como “símbolo”, pero la presencia militar —con strikes ilegales según la ONU— escalada la tensión sin derrocar a Maduro, dejando a Machado en un limbo de “espera estratégica”.

Percepciones en Washington: ¿Una Líder “No Preparada”?

En círculos de poder estadounidenses —el Departamento de Estado, Think Tanks como Chatham House, y asesores trumpistas—, Machado es alabada por su “valentía increíble” (David Smilde, Tulane), pero con reservas sobre su preparación para gobernar. Críticos la ven como “extremista de derecha”, promotora de privatizaciones petroleras que enriquecerían a firmas yankis, y aliada en el fallido “gobierno interino” de Guaidó (2019-2023), que dilapidó activos venezolanos. Como Suu Kyi, cuya “falta de habilidades” para reconciliar etnias la hizo fallar en gobernar, Machado es vista como “símbolo, no estadista”: valiente en protestas, pero inexperta en coaliciones amplias o políticas sociales. En The Guardian, se cuestiona si su “amenaza creíble de fuerza internacional” (2019) la descalifica para la paz.  EE. UU. la usa como “proxy”, pero teme que su “absolutismo” genere caos post-Maduro, similar al backlash contra Suu Kyi por los rohinyá.

Conclusión: Contrapoder en Jaque

Suu Kyi y Machado ilustran cómo el contrapoder femenino en dictaduras es celebrado globalmente, pero saboteado local e internacionalmente. El Nobel las inmortaliza como mártires, pero no las empodera: Suu Kyi languidece presa; Machado, oculta, depende de un Trump volátil, cuya “guerra contra drogas” es eufemismo para la hegemonía estadounidense. En Washington, la percepción de Machado como “no preparada” —extrema, dependiente de intervenciones— refleja una dualidad preocupante para los venezolanos: se aplaude su lucha, pero se reserva el timón para proxys más “gobernables”.

En este escenario, cabe resaltar que para la secuestrada asiática su reclusión domiciliaria no parece tener fin, para la venezolana, junto a un escenario opositor turbio, no disciplinado y cuestionable, pareciera que la flota militar en el Caribe no basta para encender el cambio. Pero, al final, solo la historia lo dirá.

Nuestra lucha: una estrategia triangular por la Justicia

Por el Dr. Leroy Garrett.

El grito de 23,000 almas

Nuestra lucha no es solo legal; es un clamor por la dignidad robada a 23,000 familias venezolanas, víctimas del Holocausto Petrolero. Entre 2002 y 2003, el régimen destruyó vidas, expropió sueños y desmanteló PDVSA, dejando a trabajadores y sus comunidades en la miseria. Como su abogado, he asumido el mandato de transformar este dolor en justicia. No luchamos solo por compensaciones, sino por un precedente que diga al mundo: en Venezuela, el pueblo no será silenciado. Esta batalla se libra en tres frentes —nuestra estrategia triangular—: las cortes internacionales, los organismos de derechos humanos y la presión financiera global, todas unidas para devolver lo que nos fue arrebatado.

La estrategia triangular: un cerco por la verdad

Mi estrategia triangular es un asedio jurídico contra la impunidad. En la Corte de Delaware, hemos desafiado la venta de Citgo, exigiendo que sus activos financien un fondo fiduciario para las víctimas, no solo para acreedores privilegiados. En el Tercer Circuito, apelamos decisiones que ignoran nuestro sufrimiento, documentando cada paso para futuras cortes, incluso el Supremo de EE. UU. Paralelamente, en la CIDH, nuestra petición (agosto 2025) busca medidas vinculantes que obliguen al régimen a rendir cuentas.

Finalmente, presionamos a la OFAC para desbloquear activos confiscados por el chavismo, asegurando que cada dólar recuperado sirva al pueblo. Esta tríada no solo protege nuestras demandas de ser desechadas por tecnicismos, sino que amplifica nuestra voz en un coro global por la justicia.

Acciones voncretas: de la retórica a los hechos

No basta con palabras; nuestra lucha se mide en acciones. En 2025, presenté mociones para intervenir en la venta de Citgo, proponiendo un Fondo de Compensación Calificado (QSF) que garantice pagos justos a las víctimas. Actualicé apelaciones en el Tercer Circuito para cuestionar la eficiencia judicial que prioriza a bonistas sobre personas. En la CIDH, nuestra audiencia marcó un hito: el mundo escuchó el testimonio de los despojados. Solicité una licencia a la OFAC (VENEZUELA-EO13850-2025-1395693-1) para perseguir activos del régimen, desde yates hasta cuentas offshore. Cada paso es un ladrillo en el muro de la justicia, construido con la resiliencia de quienes no se rinden.

El fondo fiduciario: un futuro digno

El corazón de nuestra lucha es el fondo fiduciario: un mecanismo para que los activos de Citgo y otros bienes robados por el chavismo reparen a las víctimas. Propongo un fondo que distribuya entre 30,000 y 50,000 dólares por familia, con la ambición de alcanzar 3.5 millones por víctima a través de cuotas anuales del sucesor de Citgo.

Este no es un sueño utópico, sino un plan basado en precedentes como Republic of Hungary v. Simon, donde se repararon daños históricos. No descansaré hasta que cada víctima reciba lo que le pertenece, no solo en dinero, sino en reconocimiento de su lucha. Juntos, convertiremos las ruinas del Holocausto Petrolero en un Venezuela donde florezcan las amapolas de la justicia.

Un llamado a la unidad

Esta no es mi lucha; es nuestra. A la diáspora, a los venezolanos que resisten dentro del país, a los aliados globales: únanse a nosotros. Compartan nuestra causa en redes, apoyen nuestras campañas en [enlace a plataforma], y exijan que los poderosos escuchen. La justicia no es un regalo; es una conquista. Con unidad, venceremos la impunidad y construiremos un futuro donde nadie sea expropiado.

#JusticiaParaVenezuela

Lecciones sobre Taylor y su reinado del terror en Liberia

Por Leroy Garrett (@lerogarrett).

Charles Taylor, quien asumió la presidencia de Liberia en 1997 tras una elección controvertida en medio de la posguerra de la Primera Guerra Civil Liberiana (1989-1996), transformó rápidamente un frágil proceso de paz en un ciclo vicioso de represión, corrupción y violencia. Su gobierno no solo perpetuó la inestabilidad, sino que la provocó activamente como herramienta de control.

Taylor, un exguerrillero respaldado inicialmente por Libia, gobernó con mano de hierro: purgó al ejército de opositores, orquestó masacres étnicas (como la de 1998 contra los krahn en Monrovia, que dejó cientos de muertos y desplazados) y financió su régimen con el saqueo de recursos naturales, como “diamantes de sangre” y madera, que también usó para apoyar a rebeldes en Sierra Leona, exacerbando conflictos regionales.

Aparece entonces la inefable anarquía endémica: facciones armadas proliferaron, la economía colapsó (con un PIB per cápita cayendo a niveles desesperados), y la población civil sufrió atrocidades sistemáticas, incluyendo el reclutamiento de niños y violaciones masivas. La insurrección no fue un accidente, sino una consecuencia directa de sus políticas dictatoriales. 

El colapso de Taylor en 2003 fue precipitado por una confluencia de presiones internas y externas. Rebeldes de LURD y MODEL sitiaron Monrovia en junio, causando caos humanitario que atrajo atención global. El detonante internacional fue el indictment del 4 de junio de 2003 por el Tribunal Especial para Sierra Leona, acusándolo de crímenes contra la humanidad. Bajo presión de Estados Unidos (que, aunque lo consideró, no desplegó tropas masivas) y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (ECOWAS), Taylor renunció el 11 de agosto y se exilió en Nigeria, cediendo el poder a su vicepresidente Moses Blah. Una semana después, se firmó el Acuerdo Integral de Paz de Accra, que allanó el camino para un gobierno transicional liderado por Gyude Bryant.

Aquí entra un inédito, pero sin precedentes, efectivo apoyo supranacional con rango cogobernante para la naciente democracia, que fue crucial para desarmar a la población y normalizar el país. La ONU autorizó la Misión de las Naciones Unidas en Liberia (UNMIL) el 19 de septiembre de 2003, desplegando inicialmente 3.500 cascos azules (¡Aumentados a 15.000!), con un mandato explícito para apoyar el alto al fuego, el desarme, la desmovilización y la reintegración (DDR) de combatientes.

EE. UU. contribuyó con apoyo logístico y tropas limitadas, mientras ECOWAS proporcionó la fuerza inicial (ECOMIL). El proceso de DDR comenzó en diciembre de 2003: se desarmaron unos 100.000 combatientes (incluyendo miles de niños soldados), destruyéndose más de 70.000 armas en bonfires simbólicas. Además, las sanciones de la ONU congelaron activos de Taylor y su red, cortando flujos de “diamantes de sangre” y armas.

La normalización fue gradual pero transformadora. Bajo UNMIL, se estabilizó Monrovia, se facilitó el retorno de refugiados y se allanó el terreno para elecciones democráticas en 2005, que llevaron al poder an Ellen Johnson Sirleaf, la primera mujer presidenta de África.

¿Ven mis lectores los lugares comunes con la situación venezolana?

Hago un llamado a la Señora María Corina Machado; este humilde cronista admira cómo la mayoría su lucha en favor de los Venezolanos. Usted debería ser por méritos inequívocos la líder de nuestra transición democrática. Este compatriota ve con simpatía verla dirigiendo los destinos de la patria por venir.

Si bien, hago votos que la impunidad no sea la receta de su gobierno en ciernes, porque esta condena a muerte la democracia, hago votos igualmente para que su plan de gobierno contemple mecanismos supranacionales coadyuvantes a la gobernabilidad parecidos a la Liberia post Taylor, aunado a una indispensable creación de una Comisión de la verdad y un Trubunal Especialísimo que juzgue la tradición más pavorosa hecha al pueblo de Venezuela.

¡Gloria al Bravo Pueblo!

¡Con impunidad la Democracia no regresa!

Por Leroy Garrett (@LeroGarrett).

Edmundo González es ya una figura de curiosa tintura en la historia reciente venezolana. Su ascenso a la presidencia fue un empujón chavista que la aún legitima sucesora del poder (La Señora Machado) tuvo que consentir para realizar otra elección que no llevaría a una entrega pacífica del poder.

—Ojo, la acción militar americana en el Caribe es para detener el tonelaje de droga salida de Venezuela que mucho les afecta a ellos. Luchemos por una narrativa veraz.—

El Señor González debe explicar al país por qué, si la operación militar americana termina de ayudar al cambio político por décadas anhelado, no ha reclamado el poder bajo juramento o designado un gobierno en el exterior a lo De Gaulle preparado para asumir el control con la ayuda de las Armas de América -en un país subversivo en sí mismo- desde el día 1.

Eso pasa por la cuestión previa de explicarle a los venezolanos que firmó a los hermanitos (Siniestros) Rodríguez antes de instalarse en España. Vista las sombras ante el posible cambio aguijoneado por la flota del comando sur, es, de facto, la señora Machado y no este personaje —ambivalente de presencia espasmódica y gran incredulidad— el presidente en espera de Venezuela.

En días pasados, este señor González ha tenido las táparas —vocablo criollo— de declarar y darle el placer para que el dictador se vaya a disfrutar sus ganancias al “exterior”. El escape de los tiranos es previsible, pero en indulgencia inaceptable. Ellos no pueden ser aún encarcelados y juzgados en un territorio donde el poder judicial dejó de existir hace mucho tiempo.

Pero es deber indispensable buscarlos, capturarlos y llevarlos a la justicia donde se encuentran, donde pertenezcan. Si dañaron a la nación, ¡Deben pagar por sus crímenes!

Pero, si Venezuela en su nueva dirigencia no es capaz o no quiere sentar las bases para un escarmiento bajo juicios justos encabezados por la procura judicial de una Comisión de la Verdad que compile las causas procesadas por un tribunal especialísimo que se encargará de substanciar y sentenciar, entonces tenemos que estar preparados a retornar a una Nicaragua post Violeta Chamorro —mis lectores saben a ciencia cierta lo que digo—.

La soberanía, el Estado de derecho, el fortalecimiento de las instituciones, y la continuidad de un sistema judicial justo pasa por el compromiso político supremo de otorgar a la República Jueces naturales con absoluta independencia.

Ya debemos dejar de padecer la vergüenza de tener que administrar justicia en otros foros, ajenos a nosotros y tampoco nada amigables. Por ejemplo, este servidor, al tener que defender a la sufrida familia petrolera, ante la avaricia de extraños opositores y chavistas, entonces tenemos por ahora que conformarnos con el desdén que hacen por nosotros la jurisdicción americana o el arresto inglés del epítome engendrado del colaboracionismo (Chavismo; Betancourt López).

Luchemos por el restablecimiento provisional o enmendado de la Constitución Representativa, Responsable y Alternativa de 1961, la creación de una Comisión de la Verdad, con atributos de substanciación en instrucción, un Tribunal Especialísimo de Causas de Corrupción y Lesa Humanidad.

Querer vivir en democracia es aborrecer la impunidad ¡DIGAMOS «NO» A LA IMPUNIDAD!

¡Rechacemos la propuesta de Edmundo González¡

La sociedad que construimos: el poder de las creencias

Valentina Gómez es economista (UCAB), fundadora Impulsa Tu Economía, y coordinadora local senior de EsLibertad Venezuela. En todos sus espacios, aprovecha cada oportunidad para reflexionar sobre las ideas de la libertad y empoderar a quienes le rodean.

La educación formal nos da las herramientas para ser más racionales, críticos y competentes. Nos enseña a resolver problemas, analizar y entender lo que nos rodea. Sin embargo, no siempre nos enseña a desarrollar la empatía, la compasión o la solidaridad.

Oriana Aranguren

Hace poco leí una frase que me hizo reflexionar: “ La violencia no es algo aleatorio, es una respuesta desesperada a un sistema de desigualdades que ha fallado”. En este artículo analizaremos los motivos que han impulsado la violencia como recurso ante las diferencias, mi punto de vista y una posible solución. Resulta inquietante pensar en el futuro de una sociedad que continúe así.

Kirk era activista; realmente no importa su ideología. Lo que realmente importa es que su única arma era un micrófono y fue asesinado por miedo a su capacidad de influir. ¿A cuántos de nosotros nos gusta opinar? ¿Cuántos de nosotros ha tenido una opinión distinta a la de un grupo de personas? La opinión es un derecho, al perderse se pierde la libertad. Atacar la libertad de expresión es atacar la libertad de pensamiento, atentar contra la democracia y, poco a poco, eliminar rastro de oposición con el fin de adoctrinar a la población. De continuar de esta manera se normalizará esta opción para silenciar a los demás.

Al igual que Kirk, Miguel Uribe Turbay también fue silenciado. Ambos compartían la misma arma. Nadie debería ser atacado en un momento de exposición pública, es como disparar por la espalda, tu oponente no está alerta, mucho menos preparado o en igualdad de posición. Es desgarrador que esto ocurra y que hablar se convierta en un acto de rebeldía.

Miguel Uribe, excandidato presidencial asesinado en Colombia

¿Qué que motiva a las personas al uso de la violencia?

Como dice Corey Robin en su libro: “El miedo: historia de una idea política, el miedo no es solo algo que existe en las personas, sino que es un instrumento para mantener el statu quo y perpetuar el dominio de las élites sobre el resto de la sociedad.

Amnistía Internacional y Human Rights Watch concuerdan en que el objetivo es evitar que se difundan ideas que promueven la justicia social, la defensa de los derechos humanos y la rendición de cuentas.

En resumen, uno de los motivos principales y más importante de estos actos es el miedo a las ideas del activista o político, se utiliza como control social. Suele ocurrir que estos actos son realizados por personas extremistas y manipuladas por una figura de autoridad o una creencia que les dice que violencia es la única respuesta. Una persona así está desvinculado a la creencia de que Dios existe, una persona que cree en el Dios católico, no mataría.

Ahora, hay un escritor que realizó uno de los mejores libros que he leído en mi vida, Yuval Noah Harari escribió: “Sapiens: De animales a dioses”. En este explica la creación de la creencia de que Dios existe, por qué es importante que creamos en un ser superior y cómo esta creencia nos ha formado como mejores seres humanos, alejándonos de nuestros instintos más primitivos.

Recordemos que los seres humanos somos animales. Lo que nos diferencia de otros animales es nuestra capacidad de razonar, discernir entre lo bueno y lo malo y poder tomar decisiones que nos den un mejor resultado en la vida. Creer en Dios es importante para temerle a algo más grande y poderoso que nosotros, por décadas nos ha salvado de conflictos y alejado de antiguas normas sociales.

Una de esas normas que se ha ido eliminando es la poligamia. Cuando un hombre tiene varias mujeres, su vida se vuelve caótica y genera conflictos en su entorno. Al tener una sola pareja, su atención puede enfocarse en cuidar a su familia, ser un mejor padre y un mejor ser humano. En pocas palabras, la creencia en Dios ha sido un factor crucial para ordenar la sociedad. Ha permitido que vivamos de una manera más organizada y menos primitiva.

Harari lo explica en su libro con algo como: «Dios no existe, pero no se lo digas a mi jardinero, porque me mataría». La frase del «jardinero» ilustra que, aunque una creencia sea una ficción, el miedo a las consecuencias de esa creencia es muy real. El jardinero no mataría a su jefe porque exista un dios, sino porque cree en las reglas, las leyes o los castigos que esa creencia impone. Es el miedo a la ira divina, o a la condena social, lo que lo mantiene obediente.

Aunque no creas en Dios, es necesario promover los valores que la religión ha inculcado en la sociedad, como el respeto, la tolerancia y la cooperación, ya que la educación por sí sola no es suficiente.

La educación formal nos da las herramientas para ser más racionales, críticos y competentes. Nos enseña a resolver problemas, analizar y entender lo que nos rodea. Sin embargo, no siempre nos enseña a desarrollar la empatía, la compasión o la solidaridad. Un asesino, por ejemplo, puede ser una persona muy educada, pero sus actos demuestran una total falta de valores morales. En cambio, la religión nos enseña a sentir, a ponernos en el lugar del otro y a actuar con empatía y compasión.

Hoy en día, cada vez más personas se identifican como no religiosas. Si bien es cierto que la idea de un solo camino a la verdad puede llevar a la intolerancia y a la violencia, la forma en que se interprete y se aplique esa creencia es crucial. Si aplicamos el entendimiento, podremos mejorar esta creencia y, con ella, a nuestra sociedad.

¿Estás de acuerdo? ¿Qué más podemos hacer para mejorar la sociedad?

La muerte de Charlie Kirk y el neo-anarquismo

Por Leroy Garrett.

El mundo se sacude con el Asesinato del activista republicano Charlie Kirk. El resultado de esta muerte a bala afecta, como cada incidente parecido, contra vidas inocentes, porque el hecho de estar a favor o encontrar de la segunda enmienda no te protege de las balas.

El problema va más allá del uso, abuso o porte de armas, detentarlas es la antesala al gatillo que dispara la desgracia, sus causas son complejas.

La muerte de Kirk sacude el mero centro de los valores de Norteamérica. Charlie y sus ideas eran su vida, el escogió debatirlas y estaba en su derecho hacerlo, y no conforme con ello, fue un individuo que vivió en un sistema que espera de todos sus habitantes ser parte del sistema político activamente participando en él. 

El activista republicano abrazo ese derecho y defendió sus ideas de cómo debía ser la nación que él quería, y si nos gustaba todo o parte de su prédica, principalmente debatidas en el centro genuino de las ideas e ideales: los centros universitarios, esa aceptación o rechazo es irrelevante y nadie tiene el derecho de adjudicarse haber apagado su vos.

En el espectro político he escuchado líderes de ambos bandos condenar y afirmar que América no es así. Eso es falso y solamente si sumamos las muertes recientes y remotas de personajes irrelevantes —o no—, todos inocentes de su desgracia sellada a balazos. La cuenta es espeluznante y repetitiva.

Dentro de las cosas que ya sabemos del capturado sospechoso asesino, allende de provenir de un núcleo familiar conservador y de preocupantes preferencias sexuales, son los mensajes encontrados en sus balas.

Especialmente la marcada “Bella Ciao”.  Tal parece probable que la inscripción “Bella Ciao” refleje una ideología anti-sistema inspirada en La Casa de Papel (Serie de Netflix) y su simbolismo partisano, ¿Qué podría haber motivado el odio de Robinson hacia Kirk? 

Kirk, como figura pro-Trump y conservadora, representaba para algunos el “sistema” opresivo: defendía valores como el control de armas, el nacionalismo y críticas al cambio climático, lo que lo hacía un objetivo para alguien con inclinaciones anti-fascistas o anti-establishment. 

Aunque el sospechoso proviene de un hogar republicano, su radicalización reciente (posiblemente vía online) lo llevó a ver a Kirk como un “fascista” simbólico, alineado con el tono rebelde de la serie. El gobernador Cox y analistas como Carlo Pestelli (experto en la canción) describen “Bella Ciao” como un “ovillo de hilos” cultural, que en contextos modernos como Netflix se usa para denunciar tiranías.

Al terminar esta nota, la investigación continúa la y aún falta para confirmar motivaciones. Algunos posts en X especulan que podría ser una “falsa bandera” o influencia de la “izquierda radical”, pero las evidencias apuntan a una radicalización individual, no afiliada a Antifa u otros grupos organizados.

En otra palabra un neo-anarquismo. En la serie La Casa de Papel, la primera serie mega global de Netflix en habla no inglesa, sus protagonistas eran considerados por ellos mismos delincuentes, pero además de la riqueza aspirada por ellos en el “atraco perfecto” había una ética entre todos compartida “anti-sistema” que le otorgaban al grupo una pseudo ética moral con rango heroico atractivo a la audiencia.

Si comparamos esta motivación de ellos, tanto el indiciado en la matanza de Kirk y asesinato aparentemente perpetrado por Luigi Mangione, el joven de 27 años acusado de matar a Brian Thompson, CEO de UnitedHealthcare, el 4 de diciembre de 2024 en Nueva York, ambos incidentes han sido calificados como “asesinatos políticos” o “asesinatos en frío” motivados por ideologías anti-sistema.

Por desgracia pareciera ser que por ahí van los tiros.

El factor Assad: una reflexión para Venezuela

Por Leroy Garrett (@lerogarrett).

A un año de las fallidas elecciones del 28 de julio del año pasado, el escenario geopolítico ha dado un vuelco. La designación del gobierno como organización terrorista, la condena a su negocio alterno al petrolero y la presencia de la flota de guerra norteamericana más grande y autosuficiente jamás movilizada en el Caribe dan cuenta de un punto de quiebre culminante, pero no necesariamente expedito.

La asociación del régimen a las causas más condenables de la humanidad le otorgan un peso militar específico, sus alianzas regionales (Cuba) y mundiales (Rusia y China) podrían convertir a nuestro territorio en la respuesta de la guerra proxy, un formato que prolongó la agonía de Assad en Siria.

El arribo de Chávez al poder produce las condiciones de una guerra civil hasta ahora contenida con el pacto secreto y descarado con el tinglado del colaboracionismo. Pero el evidente vacío de representación y liderazgo de la oposición podría generar espontáneamente una fuerza de insurrección hacia al chavismo comparable con el caso libio o, más atrás, la insurgencia española al reinado de Pepe Botella Bonaparte en el siglo XIV.

Ya la dictadura subversiva, en sí misma, tiene sus grupos en Armas entre criollos e importados, lo cual limita la decisión de las Armas de EE. UU. a atacar con todo el poder de sus capacidades. Por ahora. 

Es bien sencillo, no se quieren dar el lujo de hacer de Caracas una nueva Bagdad y no encontrar en la incursión al Saddam tropical.

Pero el escenario pavoroso para la población civil y el resto de la superviviente infraestructura nacional es un ataque teledirigido con misiles con objetivos quirúrgicos que liquidar, por ejemplo, laboratorios y centros de acopio. 

Ante una dirigencia que a la que poco importa la felicidad de los ciudadanos (Régimen y colaboradores) la subversión buscaría utilizar a la población civil como escudo, ¿Aleppo, Damasco o más cerca Gaza? 

Es necesario recordar que Siria comenzó como protestas en 2011 y escaló a un conflicto total con intervención extranjera, resultando en la deposición de Assad en 2024. Una década de hostilidades Sirias, incontables muertes, destruccion total, estoy convencido de que no es lo que busca la misión militar Norteamericana en el Caribe.

Pero eso ni impide, ni previene, que la liberación del territorio de Venezuela pueda ser un proceso agónico enmarcado en controlar el narcotrafico, asegurar sanciones y destruir lo ilícito. El otro problema que cabe señalar, y sin duda conocido por EE. UU., es ¿Quien eventualmente reemplazaría al chavismo? Ese es también un mayor problema.

Venezuela no paga traidores

Por Manuel de la Cruz, politólogo.

«¡Leopoldo traidor!» No fue un insulto improvisado, sino un grito que condensó años de frustración, engaños y heridas abiertas. Surgió en pleno vuelo, como si la altitud diera más fuerza a la verdad que tantos callaron. Esa voz, temblorosa por la rabia, pero firme en el mensaje, no pertenecía a un desconocido: era uno de los miembros fundadores de URVEX, y en pocas palabras resumió nuestra política de resistencia —rastrear, exponer y llevar ante la justicia a todos los criminales chavistas… y a sus cómplices.

Porque, si los tiranos narcotraficantes que encarcelan, torturan y asesinan a nuestro pueblo merecen las penas más severas, ¿Acaso no merecen igual condena quienes vendieron nuestra libertad? No hay diferencia entre el narco-chavismo y la narco-oposición. Durante 26 años de tiranía, las hordas chavistas golpeaban y asesinaban, mientras sus supuestos opositores delataban, negociaban y cobraban por tan ruin servicio.

La historia enseña que la traición es el peor de los males para los pueblos libres. Lo supo Roma en el año 139 a.C., cuando el caudillo militar Viriato se había constituido como el principal obstáculo que tenían los romanos para conquistar la península ibérica. Tres de sus más cercanos lugartenientes le asesinaron mientras dormía, para congraciarse con la república romana y cobrar una cuantiosa recompensa. Cuando fueron a dar cuenta de lo sucedido ante las autoridades romanas, el procónsul Cepión los condena con la famosa frase “Roma no paga traidores”.

Pues… Venezuela tampoco.

Conviene recordar que la traición siempre ha sido considerada como uno de los peores males en las sociedades preclaras. Precisamente porque la traición es la puerta de entrada a las mayores corrupciones morales.

Por eso, como miembro de URVEX, respaldo y celebro la denuncia valiente de nuestro compañero, y reivindico el escrache como método pacífico y legítimo de resistencia. Es hora de reproducirlo contra todos esos intocables que viven en lujosos barrios europeos a costa de la tragedia venezolana. El dinero que financia sus vidas de mantuanos decimonónicos está manchado con la sangre de miles de compatriotas que claman justicia.

¿Qué importan un par de gritos? El escándalo que reciban es poca cosa frente al juicio que merecen. La resistencia no es un acto aislado, es una voluntad diaria: en los aviones, en las tertulias, en los foros, en los cafés, en los tribunales y, por supuesto, en las calles. Porque mientras el chavismo siga enlutando hogares, robando futuros y exiliando familias, no nos quedaremos callados. Y que lo sepan: no habrá refugio ni cobijo para criminales ni traidores.