De Libertatio
Por Jorge Jraissati
En los años recientes, he estado profundamente interesado en un tema en particular: la relación entre los Estados Unidos y Latinoamérica. A pesar de ser venezolano, he estado mucho tiempo de mi vida en los Estados Unidos. Constantemente me pregunto ¿Cómo los Estados Unidos perdio Latinoamerica?
Además de viajar con frecuencia a los Estados Unidos cuando era joven, me mudé a ese país a los 17 años de edad, justo después del bachillerato. Fui a Filadelfia, para mejorar mi inglés en un instituto de idiomas en la Universidad Saint Joseph.
Luego decidí asistir a la universidad en los Estados Unidos, en la sociedad de Honores de la Universidad Atlántica de Florida, la cual fue, quizás, la experiencia más transformadora de mi vida.
Después de todos estos años viviendo e interactuando con americanos, aprendí a amar los Estados Unidos, su cultura y su manera de hacer las cosas.
Similarmente, desde una perspectiva política, Estados Unidos es un país del cual tenemos que aprender bastante. A pesar de todos sus problemas, los Estados Unidos sigue siendo el país más libre del mundo en muchas áreas. Tiene un sector privado innovador, un creciente sector académico, y, sobre todo, es un país con oportunidades innumerables.
Por este motivo, me entristece que los Estados Unidos se esté dividiendo. Para nosotros en Latinoamérica, Estados Unidos debería ser un ejemplo a seguir, un país que copiar. Sin embargo, lo culpamos constantemente de nuestros fracasos.
Similarmente, para los Estados Unidos, América Latina debería ser su mejor aliado, su aliado natural. Tenemos los recursos que su economía necesita y una Latinoamérica más fuerte sería esencial para incrementar la propia seguridad de la nación norteamericana. Así que, desde un punto de vista económico, diplomático, y geopolítico, una alianza interamericana sería la mejor política exterior de EE. UU.
No obstante, esta nunca ha sido la visión común en Washington. Históricamente, los Estados Unidos ha subvalorado el potencial Latinoamericano, minimizando su estatus como un simple “patio.”
Por esto, Washington nunca se ha enfocado en fortalecer América Latina. De hecho, han gastado mucho de su tiempo en Europa y el Medio Oriente.
Aún peor, debido a la falta de una estrategia a largo plazo por parte de EE. UU en Latinoamérica, Washington nunca ha temido implementar políticas vergonzosas en América Latina, como apoyar dictadores o diezmar la soberanía de nuestras naciones.
De hecho, esto es lo que los Estados Unidos está haciendo actualmente con Venezuela.
En medio de la invasión rusa a Ucrania, Estados Unidos y gran parte del mundo democrático han estado buscando una alternativa como fuente energética.
De acuerdo a algunos reportes, estas fuentes incluyen a Venezuela, una nación que ha sido altamente sancionada desde agosto del 2017, y especialmente desde los inicios del 2019.
Durante la primera semana de marzo, Joe Biden envió a representantes de los Estados Unidos a Caracas para reunirse con Nicolás Maduro, el cabecilla del régimen venezolano.
A pesar que la reunión se hizo de manera oficial para discutir la liberación de directivos petroleros estadounidenses que se encuentran encarcelados en Venezuela, hay fuentes confirmando que la reunión estaba buscando el levantamiento de algunas de las sanciones impuestas por los Estados Unidos hacia Venezuela.
Se ha dicho que, presuntamente, estas conversaciones han sido impulsado por Chevron, la gigante petrolera estadounidense que ha operado en Venezuela y, actualmente, posee cuatro empresas conjuntas en ese país.
Si estos reportes son ciertos, entonces Estados Unidos estaría una vez más lidiando con Latinoamérica como siempre lo ha hecho.
En contraste, lo que los Estados Unidos debería estar haciendo es buscar maneras para utilizar sus sanciones en el avance de la democracia y del estado de derecho en Venezuela, siempre que sea posible. Debería estar trabajando en conjunto con democracias volátiles como Colombia, y evitar el alzamiento del radicalismo y extremismo en ese país. E igualmente, debería estar financiando iniciativas cívico sociales a lo largo de la región, desde financiar ONG en áreas pobres hasta ofrecer becas para estudiantes latinoamericanos para que estudien en Estados Unidos.
Todas estas tácticas deberían ser parte de una estrategia a largo plazo para un compromiso entre América Latina y los Estados Unidos. Una estrategia que no está basada desde una perspectiva de arriba hacia abajo, sino en comprometerse con la sociedad civil latinoamericana.
Si los Estados Unidos hace esto, entonces Washington tendría una oportunidad de ganar nuevamente la confianza y el amor de Latinoamérica. Y con ello, estaría ganando un socio clave en el mundo, desde un punto de vista geopolítico y económico.
Pero, si EE. UU continúa manejando a Latinoamérica como lo ha hecho por años, entonces la región seguirá girando hacia países como China e Irán que, de ninguna manera, beneficia a los Estados Unidos.