Por Valentina Gómez, economista y coordinadora local de EsLibertad Venezuela.
En el complejo escenario de la política fiscal, el debate en torno al aumento de impuestos a los ricos ha sido una constante a lo largo de los años. Aunque la intención puede ser la de promover la equidad y financiar programas sociales, la realidad muestra que los resultados de estas medidas no son tan positivos como se anticipa. De manera sorprendente, esta propuesta persiste en las agendas de numerosos presidentes y líderes gubernamentales, a pesar de las potenciales repercusiones negativas que puede tener sobre la economía y la inversión.
En teoría, aumentar los impuestos a los ricos puede parecer una medida justa y necesaria para reducir las desigualdades económicas. Sin embargo, en la práctica, actúa como un desincentivo para los empresarios. Ejemplos históricos como los altos impuestos en Estados Unidos en la década de 1950, Suecia en la década de 1990 y Francia en la década de 2010, muestran cómo tales medidas pueden frenar la iniciativa empresarial y la inversión, afectando el crecimiento económico y la movilidad social.
Es esencial recordar que este tipo de medidas son un intercambio basado en coerción, en los intercambios basados en coerción sólo se beneficia una de las partes que participa en la transacción o acuerdo debido a que se logran gracias a presiones externas o fuerzas de la parte con mayor ventaja, en lugar de ser una elección voluntaria y libre. Por esa razón actúa como desincentivo a nivel empresarial. Los empresarios no obtienen beneficios equitativos de los impuestos que pagan por lo cual es menos probable que estén dispuestos a invertir tiempo, recursos o esfuerzo en esa relación o acuerdo. Son los menos beneficiados de los programas sociales como: Cupones para comprar alimentos, asistencia económica, servicios de apoyo familiar, entre otros.
Un caso de estudio es el del empresario y director ejecutivo Louis B. Mayer en 1951, quien pudo eludir el pago de un 91% de impuestos y en su lugar pagar solo el 25%. Este hecho resalta una realidad: siempre hay formas de pagar menos impuestos. Sin embargo, esta práctica tiene consecuencias negativas, ya que el dinero que se ahorra podría estar circulando en la economía, generando empleo y promoviendo el crecimiento económico.
Los empresarios no evaden impuestos por simple egoísmo, sino que lo hacen para sobrevivir en un mercado competitivo. En entornos empresariales intensos, algunos reducen costos, incluidos los impuestos, para mantenerse a la par o superar a la competencia. Esta situación puede llevar a la evasión fiscal. Además, cuando perciben que la carga tributaria es excesiva y no reciben beneficios proporcionales de los servicios públicos, como lo comentamos anteriormente, lo que aumenta es el incentivo a evadir impuestos.
En conclusión, la relación entre los empresarios y el pago de impuestos es compleja y abarca motivaciones económicas, competencia en el mercado y percepciones sobre la equidad fiscal. La evasión de impuestos no solo busca beneficios personales, sino también garantizar la supervivencia empresarial. Aunque algunos empresarios encuentren formas legales de reducir sus impuestos, este comportamiento tiene implicaciones negativas para la sociedad en general, ya que afecta el financiamiento de servicios públicos esenciales y el bienestar social. En última instancia, encontrar un equilibrio entre la equidad fiscal y la sostenibilidad empresarial sigue siendo un desafío que requiere una cuidadosa consideración de las políticas fiscales y la transparencia en su aplicación.
El debate sobre el aumento de impuestos a los más ricos es un tema complejo que abarca tanto consideraciones económicas como sociales. Si bien puede haber motivaciones legítimas detrás de tales medidas, como la búsqueda de equidad fiscal y el financiamiento de programas sociales, la realidad muestra que su implementación puede tener consecuencias no deseadas. Desde una perspectiva empresarial, los altos impuestos pueden actuar como un desincentivo para la inversión y la iniciativa empresarial, llevando a estrategias de minimización de impuestos y evasión fiscal. Sin embargo, este comportamiento también tiene implicaciones negativas para la sociedad en general, ya que puede socavar el financiamiento de servicios públicos esenciales y el bienestar social.
Encontrar un equilibrio entre la equidad fiscal y la sostenibilidad empresarial es un desafío continuo que requiere una cuidadosa consideración de las políticas fiscales y la transparencia en su aplicación. Es esencial trabajar hacia un sistema que fomente un entorno empresarial saludable mientras garantiza que todos los ciudadanos contribuyan de manera justa al bienestar colectivo. En este sentido, la colaboración entre el sector público y privado, junto con un compromiso renovado con la integridad y la responsabilidad, puede allanar el camino hacia una sociedad más equitativa y próspera para todos.