“Venceréis, pero no convenceréis”: una historia de otro 12 de octubre

Por Luis Torrealba, Coordinador Nacional de EsLibertad Nicaragua.

Hay historias trascienden el tiempo, marcando un antes y un después en la conciencia social. Son relatos de hombres y mujeres comunes que, en momentos extraordinarios, realizan actos que inspiran a generaciones. En la convulsa España de 1936, un talante así se hizo patente en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, donde el rector Don Miguel de Unamuno protagonizó un acto de valentía que merece ser recordado en estos extraños y autoritarios días de la posverdad.

Unamuno, figura emblemática de la Generación del 98 y pilar del pensamiento español del siglo XX, encarnó la angustia existencial de su época. Su filosofía, aunque no sistematizada, resonó en las mentes de muchos, convirtiéndolo en un referente intelectual. Sin embargo, fue en su papel de rector donde demostró una valentía inquebrantable, enfrentándose a las fuerzas del totalitarismo que amenazaban con sumir a España en la barbarie.

Definir a Unamuno como de derechas o de izquierdas resulta complicado. Más bien, fue un viejo profesor que se resistió a ver corrompido el templo de la inteligencia. Su vida fue un constante acto de inconformismo, guiado por la filosofía de vivir según su propio criterio. Un individualista en acción y pensamiento, se opuso a la monarquía, se enfrentó a los Borbones y a los militares. Esta postura le costó el destierro a Fuerteventura durante la dictadura de Primo de Rivera.

Aunque fue considerado uno de los padres de la II República española, su desencanto con el régimen lo llevó a rebelarse contra ella cuando se acomodó en el poder. No pudo alinearse con la República debido a sus excesos, ni con los franquistas por su naturaleza totalitaria. Don Miguel nunca soportó vivir bajo un pensamiento único.

Su destitución como rector vitalicio de la Universidad de Salamanca por parte de los republicanos, quienes lo acusaron de “traidor y fascista” tras su apoyo inicial al golpe militar, es un claro ejemplo de su compleja relación con el poder. Aunque fue reinstalado brevemente, pronto fue destituido nuevamente, esta vez por ser considerado un “alborotador de conciencias” tras su famoso discurso en el paraninfo de la Universidad de Salamanca.

Hoy en día, aún no está claro lo que realmente dijo Unamuno desde el Paraninfo, así como la autenticidad de la famosa frase “Venceréis, pero no convenceréis”. Investigaciones recientes sugieren que el discurso del rector no siguió el mismo orden que el que popularmente se conoce. No obstante, lo que realmente importa no son las palabras exactas que pronunció en respuesta a las provocaciones del general Millán-Astray, sino el símbolo, el mito y la esencia de su mensaje, que, trágicamente, rara vez ha encontrado eco entre nosotros. En medio de todas sus contradicciones, el 12 de octubre de 1936, Don Miguel de Unamuno se destacó como un ejemplo de valentía poco frecuente entre nuestros intelectuales. Convirtiéndose un modelo a seguir en la lucha por la libertad.

Es fundamental recordar, hoy más que nunca, especialmente en nuestra América Hispánica, que ha sufrido tanto a manos de sus penosos gobernantes, la gallardía de aquel viejo rector. Unamuno nunca se mostró indiferente frente a las injusticias de lo que él mismo calificó como una guerra incivil.

El 12 de octubre de hace 88 años, durante la celebración de la Fiesta de la Hispanidad, tuvo lugar una gran ceremonia en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Estaban presentes el obispo de Salamanca, el gobernador civil, y doña Carmen Polo, esposa del general Franco. También se encontraba el general Millán-Astray, conocido como «el novio de la muerte». En la presidencia, Don Miguel de Unamuno, recientemente renovado en su cargo como rector.

Tras la bienvenida formal, el general Millán-Astray lanzó un ataque feroz en su discurso contra Cataluña y las provincias vascas, describiéndolas como “cánceres en el cuerpo de la nación”. Afirmó que “el fascismo, que es el sanador de España, sabrá cómo exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos”. Desde el fondo del paraninfo, alguien gritó el lema del general: “¡Viva la muerte!”. Algunos falangistas, con sus camisas azules, saludaron con el tradicional gesto fascista el retrato sepia de Franco que colgaba de la pared, justo sobre la silla presidencial.

Todos los ojos estaban fijos en Unamuno, pues los asistentes sabían que como buen vasco no podía permanecer callado. Se levantó lentamente y dijo: 

“Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por llamarlo de algún modo, del general Millán-Astray que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes”.

El Viejo rector plantaba cara por primera vez en la historia de la España Nacionalista. Continúo con su discurso:

“(…) Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito, “Viva la muerte”. Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor”.

Como es natural, la masa de fanáticos convertidos en bestias junto al aludido general Millán-Astray, comenzaron a gritar “¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!”.

A lo que Unamuno daría respuesta con una de las frases más importantes de la historia de la intelectualidad hispánica:

“(…) Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”.

Luego de esto, Don Miguel tuvo que ser escoltado a su salida por el catedrático de derecho canónico y la mujer de Franco quien, amparándolo con sus escoltas personales, lo condujeron hasta el coche que lo llevó a casa. El viejo rector se recluiría en su casa y moría con el corazón roto de pena el último día de 1936.

El Venceréis, pero no convenceréis quedaría grabado en la conciencia del pueblo Español y de la intelectualidad universal. El viejo Unamuno tal vez no pudo vencer aquel día en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca la insensatez demencial del totalitarismo, pero la valentía de esas frases convencería a las nuevas generaciones y marcaría el camino para la construcción de una nueva y mejor civilización. Una civilización de hombres formados por la cultura y la libertad, alejada de los dogmas de la política prefabricada de los cuaternarios gobernantes de siempre.  

Muchos años han pasado ya desde aquel día, y con el atlántico de por medio, aquí en la América también hispánica, donde el fascismo se presenta en una nueva forma como antifascismo, pero sigue siendo la misma bestia Roja, ya no nazi, sino social-comunista, que intentan imponernos su falta de ideas y su voluntad por decreto y a balazos. Hoy más que nunca recordamos al viejo rector y respondemos a quienes odian la libertad: “tal vez venceréis, pero jamás nos convenceréis de ser unas bestias como vosotros”.


REFERENCIAS:

  • Cortés, Gabriel (2005). La Guerra Civil Española – Unamuno y la heroica batalla del Paraninfo.
  • Delgado Cruz, Severiano (2018). Arqueología de un mito: el acto del 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Puede acceder a través de: https://www.academia.edu/36585529 (Consultado el 15 de octubre del 2024).

Diario de un escritor de la Venezuela Triste

A la memoria de mi abuelo Manuel Tomás Aquino González y de sus libros olvidados.

Por Lenin Aquino, librero y escritor venezolano.

Manuel Tomás saca de su blusa su libreta de notas que el mismo intitula “Memoria de la Revolución Libertadora”, del otro bolsillo extrae su inseparable pluma fuente, empieza a escribir al atardecer sentado en un muro frente a la plaza principal de Zaraza en el estado Guárico, ha cabalgado con su grado de coronel de las fuerzas militares liberales junto a sus hombres desde la mañana, suspira y traza: “hoy 2 de septiembre del año 1902 he llegado a Zaraza proveniente de Tucupido al mando de mi pequeña tropa de 600 hombres”.

En Zaraza las tropas liberales concentran sus fuerzas para marchar rumbo al centro del país a librar combate contra las fuerzas restauradoras de los generales Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez quienes con la llamada invasión de los andinos han tomado el poder desde el año 1899. Pasando por Chaguaramas se les muere el general Domingo Monagas, pese a ello, la expedición militar continua su tránsito en busca de la batalla. El coronel Manuel Tomás Aquino montado en una mula baya pasitrotera encabezando aquella tropa sudorosa cruzan los llanos guariqueños, arropados por el polvo de los caminos y aterrillados por el sol que seca la inmensa llanura perdida en la lejanía.

Manuel Tomás llega con el contingente liberal a Camatagua, están sedientos y hambrientos, escribe en su libreta “Hemos estado en Camatagua dos días, 26 y 27 del mes de septiembre del año 1902, en esta pequeña comarca he conocido al general José Manuel Peñaloza y al doctor Rafael Cabrera Malo, liberales como yo, con ellos he conversado hasta el amanecer”. Sigue escribiendo “En San Sebastián de los Reyes he conocido al general Francisco Barbella, en San Casimiro traté con el presbítero Machado y el Doctor Milita…En Villa de Cura conocí a Luis R. Morin”.

Las tropas liberales al mando del general Manuel Antonio Matos se enfrentan a las tropas de los generales Castro y Gómez en la ciudad de La Victoria en el mes de noviembre de 1902, los restauradores le propinan una descomunal derrota al bando liberal desde donde pelea Manuel Tomás, pese al fracaso y el descalabro él escribe en su diario “De La Victoria pasamos por San Mateo en retirada, estamos derrotados, regreso con 150 hombres heridos y desmoralizados en su mayoría, en esa población conocí a Pedro María Tirado”. A pesar de la tragedia de las tropas liberales, Manuel Tomás no pierde la moral ni deja de escribir. Para concluir su relato diario escribe “En toda la campaña de la Revolución Libertadora traté muy de cerca con un joven muy valiente llamado Pedro López proveniente de Güiria, ayudante del general Pedro Ducharne, ojalá haya sobrevivido a la guerra y nos veamos algún día de nuevo”. Concluye así la historia de su incursión en la llamada Revolución Libertadora, evento armado que estremeció a Venezuela entre los años 1901 y 1903.

En el año 1969, entonces era yo un niño, estaba sentado una mañana en la casa de Manuel Tomás Aquino, mi abuelo paterno, en Tucupido estado Guárico, él había fallecido el 22 de enero de 1950, no tuve la dicha de conocerlo, pero allí estaba yo en su enorme casa solariega que hacía esquina entre las calles Ricaurte con calle Salóm, leyendo mi primer libro en su extensa biblioteca que nos había dejado como herencia. De aquella casa techada con caña brava y tejas rojas tengo los mejores recuerdos de mi infancia, muebles de paleta, tinajero con piedra de filtrar el agua, grandes ventanales, puerta principal con aldabón, jardines hermosos y bien cuidados por mi tía Eva Aquino, un frondoso tamarindo que le daba sombra y aire puro a su existencia, muchas habitaciones amplias, frescas, todas con sobrepuertas protegidas con tela metálica para que no entrara la plaga, una concina amplísima con un enorme horno a la leña, un comedor con una mesa larga donde cabían hasta 30 comensales.

Leyendo mi primer libro de la infancia “Miguel Strogoff el correo del Zar” del escritor francés Julio Verne, se me despertó la curiosidad por una habitación de la casa que siempre permanecía cerrada con un enorme candado y a la cual no teníamos acceso los niños Aquino que frecuentábamos la casa de nuestro abuelo. La curiosidad por lo prohibido venció el temor a un regaño de los tíos Aquino, que eran todos muy cariñosos y atentos conmigo. Al cuarto le llamaban “el repuesto del tigre”, para mí el cuarto de los secretos de la familia. Un día tomé la llave, abrí el candado y entré al recinto que guardaba la historia del escritor del diario de la Venezuela triste. Allí había baúles con fusiles “Máuser”, un enorme revolver cañón largo, varios cuadernos de notas, un diario, ropa, calzados, espuelas, una silla de montar, un sable, machetes, una lanza corta y otros utensilios de guerra.

——¿Qué haces en este cuarto “Tiocón”? —–oí la voz de la tía Eva casi encima de mí.

——Estaba viendo que había en esta habitación—–le respondí apenado.

——Ese es el cuarto donde se guardan las cosas de tu abuelo Manuel Tomás—–

——¿Y por qué hay fusiles y armas en esos baúles? —–

——Porque tu abuelo que era un escritor, un poeta, un hombre de leyes y un agricultor tuvo que irse a apoyar la “Revolución Libertadora” en contra de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez—-me respondió.

—–¿Y qué logró mi abuelo en la guerra?

—–¡Nada! De allí volvió derrotado y se dedicó por completo a sus libros, a escribir, a ejercer el derecho, a la agricultura y la ganadería en su hato Chupadero—–

—–¿Y por qué no le quitaron estas armas si perdió la batalla? —-pregunté a mi querida tía.

—–Porque el general Manuel Antonio Matos jefe de los liberales en armas hizo pacto posteriormente con el general Juan Vicente Gómez, una vez que este destrona a su compadre Cipriano Castro. Tu abuelo Manuel Tomás sin embargo se apartó para siempre de la lucha política y se dedicó a sus actividades particulares y a su familia.

Aquel episodio en el “repuesto del tigre” me llevó muchos años después a volver a investigar sobre la vida de Manuel Tomás, afortunadamente gracias al apoyo del historiador, mi profesor y entrañable amigo Oldman Botello que se abocó a ayudarme en la experticia, conservo una copia de su diario y un conjunto de libros editados hace años que contienen parte de su historia y hechos que guardan relación con su vida entre Tucupido, Zaraza, El Socorro y Valle de la Pascua.
Manuel Tomás Aquino González nació el 21 de diciembre de 1874, era hijo del general Manuel María Aquino, habitante del Sombrero en el estado Guárico, manumiso liberado que peleó en la guerra federal quien era hijo del hacendado Don Pedro Aquino y Ponte con una negra esclava, su madre fue Elena González Gutiérrez nacida en 1812 e hija del teniente de la guerra de la Independencia Manuel González.

Desde muy joven Manuel Tomás se dedica al periodismo, los libros, a escribir, al ejercicio del derecho, a la fotografía, a la agricultura y a la ganadería. Su vida la comparte entre su casa de Tucupido y su hato Chupadero, ambos recintos ubicados en las dos vías que llevaban al Oriente del país, su casa en la vía hacia Zaraza, su hacienda en la vía hacia El Socorro, Santa María y Pariaguán, tránsito obligado de los viajeros.

Su compañera Elvira Arbeláez, mi abuela, mujer nacionalista liberal, hija del general Basilicio Arbeláez, seguidora del partido de José Manuel Hernández (El Mocho), le dice con palabras premonitorias: —–Los andinos tomaron el poder para quedarse, el robo de las elecciones que ganó limpiamente el general José Manuel Hernández en el año de 1897 ha traído como consecuencia esta barbarie, Manuel Tomás tendremos una dictadura por muchos años—–

El escritor Manuel Tomás se atrinchera escribiendo y haciendo periodismo en el periódico de Unare de Zaraza, en Tucupido funda y dirige un periódico humorístico llamado “Satán” que se imprime con regularidad y participa en la revista Campánulas. Escribe cuentos, poesía y artículos sobre la historia de Venezuela.

En 1906 escribe el relato “Del acervo”, “Remembranzas”, “Semblanza”, “Símbolo”, “Un cotoperiz histórico”, “Vesperal”, realiza un ensayo histórico “Sobre la captura del general José Félix Ribas” publicado en la edición de gala del periódico guariqueño “La Selva” y en el diario El Universal de Caracas el 16 de enero de 1915 a los 100 años de la captura y decapitación del héroe de la independencia de Venezuela en el pueblo de Tucupido en el año de 1815. En 1908 escribe en el periódico El Unare: “Hoy sepultose al prócer comandante Pedro Zaraza de 98 años de edad, hijo y sobrino de los generales Lorenzo y Pedro Zaraza, ilustres próceres de nuestra independencia”.

Su biblioteca en Tucupido es la más surtida, completa y apreciada en todo el estado Guárico, allí acuden estudiantes, profesionales y curiosos en busca del conocimiento vedado por el atraso y el subdesarrollo en el que está hundido todo el país. Manuel Tomás se convierte en el eje de la rectoría intelectual en su tiempo, todo se le consulta en materia de leyes, juicios, actas procesales, derecho sucesoral. Su casa es un punto de encuentro por donde desfilan intelectuales, escritores, agricultores, poetas, empresarios, comerciantes y políticos venidos de diferentes puntos del país.

Allí pernotan en su camino hacia Oriente el joven Miguel Otero Silva quien muchos años después retrataría la tragedia venezolana con su novela Casas Muertas, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri, Rómulo Betancourt, Gustavo Machado y tantos otros intelectuales de su tiempo, con ellos mantendrá una relación epistolar de años, cartas que archiva en su biblioteca como testimonio de la angustia compartida con aquellos hombres que luchaban para sacar a Venezuela de la decadencia, de la tristeza y de la desesperanza.

Muy joven yo, encontré una carta en su biblioteca dirigida por Tomás Liscano a Manuel Tomás recomendándole a su hijo adoptivo Rafael Caldera, quien vino en persona con la misiva a Tucupido, recién graduado en derecho para que lo orientara en algunos juicios de interés al joven abogado que mucho tiempo después se convertiría en un prominente líder político de Venezuela. El historiador Pedro Díaz Seijas relata en su libro “Los intelectuales de provincia” haber visto a Manuel Tomás con un arreo de mulas transportando por los caminos del llano una respetable carga de libros editados en grueso calibre de la Historia Universal de Cesar Cantú.

En su diario Manuel Tomás nos retrata cada día una Venezuela famélica, incierta, triste, abandonada, un campo venezolano sumido en la miseria, una nación azotada por el paludismo, la tuberculosis, la sífilis, la lepra y otras enfermedades sin ninguna asistencia médica gubernamental. 25 de febrero: “Ayer domingo fui a visitar a Ramón Medina, traído de Altagracia de Orituco hace apenas seis días. Es un cadáver ya. Tiene ulceradas ambas piernas en los huesos mismos. Está hediendo, el pobre me dijo que sufría mucho y sentía agudísimos dolores. Está podrido…. Da lástima. No tardará en morir”.

Como agricultor y ganadero internado en lo profundo del llano venezolano Manuel Tomás sufre las angustias y las incertidumbres de un productor acorralado por las contingencias del clima:

—-“Estamos a 24 de abril ya y la sequía es horrorosa. Mis lagunas están secas, Fortuna y La Vieja ya parpadeando en barro y El Corozo igual. ¿Qué nos haremos? Dios proveerá a todos, hágase su voluntad. Nuestro problema vital en el llano es agua a todo trance. El molino, la bomba, el pozo, se imponen para poder sostener la vida. Esta región está seca.

Continúa escribiendo “El pasado invierno fue escaso. A propósito de la sequía fui a la hacienda vecina “Bejucal” a pedirles agua a mis vecinos para mi ribazo veranero, por haberse secado las mías. Me contestó Felipe que hablaría con Carlos. Ayer vino aquí Carlos, y con evasivas, me negó el agua, teniendo bastante suficiente para los días que faltaran por llover. Le contesté que mi exigencia era cuestión de momento, que tal vez llegaría mojado a su finca “Bejucal”. Apenas se fue, empezó a llover. Ahora digo yo, para mi experiencia, y los que estas notan lleguen a ver: ¡Los hombres me negaron el agua, pero el que dispone sus fuentes me la dio a poco en abundancia! ¡Loado sea Dios por cuya misericordia infinita vivimos sobre la tierra!”.

El día 8 de mayo de 1935 Manuel Tomás recibe la visita en su hato “Chupadero” del representante legal de una de las compañías petroleras norteamericanas que llegaron a Venezuela desde el año 1914 en busca del oro negro jugo abundante inoculado por la geología en la tierra venezolana, escribe “mayo 8: el medio día ya para las 2p.m estuvo aquí el señor Reinaldo A. Guerra, en representación de la Standard Oil Company of Venezuela a solicitud de permiso para la compañía explorar en esta propiedad. Se lo concedí por duplicado, firmándolo ambos… Veremos que resulta de esta cosa… Me quedó un ejemplar”.

Manuel Tomás era profundamente anti gomecista, fue derrotado junto a sus compañeros liberales en la Guerra Libertadora entre 1901-1903, se apartó de la política, pero siguió adversando en silencio la larga dictadura de Juan Vicente Gómez. Me contó Cayetano Cabezas vecino de Tucupido quien lo conoció y trató en vida, una historia de una supuesta conversación entre un jefe civil de Tucupido en audiencia con el general Juan Vicente Gómez en Maracay por allá en 1915.

——General vengo a informarle que Don Manuel Tomás Aquino conserva en su casa un parque de fusiles “Máuser” y otras armas que le quedaron de la Guerra Libertadora. ¿Qué hago? ¿Lo meto preso? ¿Le decomiso las armas? —–le planteó supuestamente la autoridad local de Tucupido al general Gómez.

——Miré coronel, quédese tranquilo, a Don Manuel Tomás no le gusta la guerra, es un hombre de leyes y de trabajo, en La Victoria peleó contra nosotros como un tigre encaramado, mejor déjelo quieto con sus libros y sus armas, al hombre pacífico no se le busca pelea, si fuera pendenciero yo mismo iría a hacerlo preso. Asunto concluido—–le habría respondido el general Gómez, conocedor innato de la sicología y el temperamento de los hombres, al jefe civil de Tucupido que guardó un silencio absoluto ante la orden del benemérito que regía a Venezuela con mano de hierro.

Lo cierto es que el gobierno del general Juan Vicente Gómez que gobernó a Venezuela durante 27 años nunca molestó a Manuel Tomás, a pesar de ser un reconocido adversario de la dictadura gomecista.

EL día 18 de diciembre de 1935 Manuel Tomás escribe en su diario: “Todo el mes ha habido una excitación por la gravedad y la muerte de Juan Vicente Gómez. Hoy a las 4p.m me avisan dos amigos del Socorro que a las 11 y 45 de la noche murió por fin el anciano dictador. ¡Alabado sea Dios! ¡Él lo puso y él lo quito! López Contreras lo ha sucedido, como se esperaba. Si este sucesor, afortunado, no abre el campo, no manda. La constitución vigente no es otra cosa que un instrumento de la dictadura y la tiranía de Juan Vicente Gómez, depurada y refinada. Fue hecha apresuradamente a su medida y voluntad. ¡Ojalá le siga al sepulcro de mortaja al viejo y decrepito dictador! ¿Será éste el último? No, porque aún queda en pie el Congreso, con la redoma para ungir a cualquier otro. A Asamblea Nacional debía llamarse al pueblo, para que resuelva de sus destinos públicos”.

En 1942, Manuel Tomás escribe en su diario atribulado por la sequía en los llanos venezolanos: “12 de abril, hay mucha sequía, en varias regiones cercanas hay una enorme mortandad de ganado. Todos los días clamo a Dios su misericordia para que mande la lluvia que riegue nuestros campos”. “29 y 30 de abril, Dios por fin ha escuchado mis suplicas, anoche y hoy ha llovido torrencialmente, ha amanecido la sabana alegre, los pájaros y los animalitos del monte abundan contentos”.

La asunción al poder del general Isaías Medina Angarita en el año 1941 trajo la apertura política en una Venezuela que pugnaba entre el fin de la era del gomecismo y el nacimiento de la democracia moderna en nuestro país. El presidente Medina a pesar de provenir de las filas del gomecismo vino con cambios que significaron la legalización de los partidos políticos, la total libertad de prensa, la liberación de todos los ciudadanos presos por motivos políticos, el retorno al país de todos aquellos venezolanos exiliados y el respeto de los derechos ciudadanos de los habitantes del país.

La casa de Manuel Tomás amplia y hospitalaria, sitió de descanso de viajeros desde finales del Siglo 19 y comienzos del Siglo 20, centro cultural, intelectual y rectoría de las leyes, se convierte ahora en auditórium para el encuentro político. Allí llegan en meses distintos Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Gustavo Machado y Rafael Caldera. Sus hijos, algunos ya mayores de edad se dividen políticamente, Porfirio, José de la Cruz, Santiago, Eva y su nieto Manuel Peñalver se incorporan a Acción Democrática, Antonio al partido COPEI, Daniel (mi padre) y Manuel María al Partido Comunista de Venezuela, Francisco a Unión Republicana Democrática.

——La política no va a dividir a la familia, los Aquino somos y seremos siempre una familia unida, independientemente del partido donde cada uno escoja activar políticamente—-le dijo un día a su prole acompañado de mi abuela Elvira Arbeláez.

En 24 de noviembre de 1948 el golpe de estado que derroca al presidente Rómulo Gallegos electo nueve meses atrás y la asunción a la presidencia de Venezuela de una junta militar presidida por el coronel Carlos Delgado Chalbaud golpean las esperanzas democráticas de Manuel Tomás. “Otra vez estamos en dictadura” le dice en voz baja a Elvira, mi abuela. Manuel Tomás muere el 22 de enero de 1950, unos meses después es asesinado el presidente de la junta militar coronel Carlos Delgado Chalbaud.

La persecución por motivos políticos durante el gobierno de facto instaurado por el coronel Marcos Pérez Jiménez, sucesor en el gobierno del asesinado coronel Carlos Delgado Chalbaud, en contra de los militantes de Acción Democrática y del Partido Comunista de Venezuela va a poner a prueba el legado de patriarca de una familia unida de Manuel Tomás Aquino González. Su nieto Manuel Peñalver militante de AD es hecho preso y encerrado en la Penitenciaría de San Juan de los Morros, sus hijos Daniel y Manuel María militantes del Partido Comunista son perseguidos, allanados y hechos presos en varias oportunidades.

Desde 1959 hasta 1979, ya instaurada la democracia de partidos en Venezuela, la política lleva a la descendencia de Manuel Tomás, hijos y nietos, a terrenos contrarios extremos. Durante los gobiernos de Acción Democrática, los presidentes Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Carlos Andrés Pérez y de COPEI Rafael Caldera y Luis Herrera Campins, el dirigente político Manuel Peñalver nieto de Manuel Tomás con un alto cargo nacional en el partido de gobierno, debe convivir cada día con la incertidumbre del destino de sus tíos Daniel y Manuel María activos militantes del Partido Comunista alzados en armas en contra del estado y con su primo José Encarnación Aquino alzado en armas contra el gobierno, en el Frente Guerrillero Antonio José de Sucre, brazo armado del Movimiento de Izquierda Revolucionario MIR.

En reivindicación del legado de familia unida propiciado por nuestro abuelo Manuel Tomás, doy fe de como toda la familia, más allá de las diferencias políticas se reunió en su casa de Tucupido en el medio del dolor, el llanto y la amargura en el acto velatorio en el mes de julio de 1979 del economista José Encarnación Aquino Carpio (nieto de Manuel Tomás) muerto en un combate guerrillero según el diario Ultimas Noticias en el Hato El Dividive en el estado Bolívar. Desde Ciudad Bolívar mi tío José de la Cruz, activo militante de Acción Democrática, ante la negativa de las empresas funerarias de transportar los restos del guerrillero a Tucupido estado Guárico su pueblo natal, trajo el cajón con su cuerpo en su propio automóvil. La familia Aquino unida: adecos, copeyanos, comunistas, socialistas, uerredecos e independientes, estuvo allí llorando al idealista que murió combatiendo por sus ideas.

Un hombre de regular estatura, corpulento, arropado con su cobija de pelo, acicalado con su sombrero de ala ancha, montado en su mula, cabalga la trocha desde Tucupido rumbo al hato Chupadero en la vía al Socorro por los llanos del Guárico. En el porsiacaso y la capotera en vez de comida y bastimento, lleva los libros para leer y su diario inseparable para escribir en las horas del descanso de la faena agrícola. Es Manuel Tomás, el escritor de la Venezuela triste.

El terror como arma para gobernar

Por Leroy Garrett (@lerogarrett).

El proceso revolucionario francés, de buenas intenciones, creo un infierno. Se pretendía con la caída de los Borbones crear un mundo nuevo, discursos y debates pululaban en los antiguos salones monárquicos, se combatía a las reacciones bélicas de las monarquías europeas, entre ella la Austria de los Habsburgos, quienes querían vengar a Maria Antonieta; la rivalidad de las facciones entre la Gironda y Jacobinos dentro de la asamblea nacional, instancia parlamentaria creada para gobernar la república; a los girondinos, a pesar de contar con la mayoría, fueron diezmados por el control jacobino, a través del Tribunal de Salvación Pública.

En ese periodo de 1793 y 1794, se instauró con Robespierre a la cabeza el llamado Reino del Terror, el símbolo de aquella matanza desatada patrocinada por el estado fue la guillotina, se ejecutó tanta gente, por los más inverosímiles motivos, que la guillotina tuvo que mudarse de su lugar cercano a la actual Plaza de la Concordia, porque fue tal la cantidad de sangre vertida que la misma amenazó con contaminar el suministro de agua potable del Paris de entonces.

El terror terminó con la ejecución de Robespierre el 10 Termidor del año III, el 28 de julio de 1794. Pero, ¿Qué aprendemos de esto?

El Terror es una arma, cuando se usa como herramienta de gobernar, por aquellos regímenes totalitarios, cuando la gente empieza a dejar de temerles, el Terror es un componente extremo para garantizar el orden público cuando otros menos severos mecanismos de represión fallan.

Cuando el terror impera, no hay garantías ciudadanas, ese ejercicio brutal del poder hacia el ciudadano común es una debilidad intrínseca de los represores y con una acertada estrategia y operación política puede completamente revertirse su violencia y miedo a sus ejecutores.

Con esto en mente, y enfocándonos en Venezuela, los últimos días de esta “campaña electoral” han sido de terror para los opositores, quien colabore con Maria Corina en la logística más insignificante, va preso o por lo pronto no aparece.

¿Cual es la estrategia? ¿Procurar un medio colectivo el cual si se abstiene y hace subir el porcentaje de abstención de donde algorítmicamente el chavismo busca rebanar votos ficticios conversos al fraude? Eso se sabe. Entonces, ¿Que contrapeso institucional puede evitar eso?

No creo ninguno, sea  peso o contrapeso, en un reino totalmente controlado por el chavismo, me cuesta creer que sus jefes, con prontuarios de búsqueda internacionales por crímenes flagrantes, negocien una salida en Paz. Pero los procesos históricos son sorpresivos y difíciles, eso habitualmente se confunde con esperanza, y definitivamente a eso nos aferramos una vez más este 28 de julio.

Sobre el Poder y la Imaginación

Por Leroy Garrett.

Las elecciones de 1940 en los Estados Unidos fueron dentro un tiempo no ordinario, según las describió la entonces primera dama Eleonor Roosevelt.

América, en lo interno curaba las heridas de la gran depresión, el mundo se había tornado peligroso —algo cotidiano para nosotros, pero inédito entonces—, Hitler controlaba las tres cuartas partes de Europa, Inglaterra asediada de milagro sobrevivía y clamaba por la ayuda norteamericana para no sucumbir ante los nazis.

A pesar de la corriente mayoritaria aislacionista entonces prevaleciente, la toma nazi de Europa y sus socios del eje, específicamente Japón, era una preocupación para la seguridad nacional de Estados Unidos.

El Presidente Roosevelt se mantuvo danzando el vals aislacionista, pero al unísono comenzó su ayuda al Reino Unido, para el mandatario era —y tuvo toda la razón— el garantizar la supervivencia de Inglaterra, vital para la continuidad de la civilización occidental que aún tenemos, ya el presidente veía como inminente la entrada de América al conflicto. Esa es la tarea del líder, ver más allá de quienes dirige.

Por aclamación, su partido (Demócrata) le postula para un tercer periodo sin precedentes, la economía y la nueva guerra en Europa eran los indicadores de popularidad.

El partido republicano, a quien le estalló la gran depresión estando en el poder, pasaba por uno de sus peores momentos, no supo o no pudo contribuir a remediar la depresión económica y un gran sector de aislacionistas controlaban el partido.

Sorpresivamente, emerge como contrincante a Roosevelt el abogado de Wall Street, Wendell Willkie, candidato republicano elegido al sexto conteo de la convención republicana de 1940, quien no hizo otra cosa en su campaña que repetir las mismas políticas propuestas por el presidente. Claro, Roosevelt fue electo de nuevo presidente por tercera vez, entonces, ¿Para qué necesitaban elegir una copia en vez de seguir apoyando el original?

Quien esto escribe desea desde lo profundo de mi ser que Edmundo González Urrutia sea electo presidente de Venezuela en julio próximo. ¡Es la hora de la expiación de los errores que nos trajeron a esta catástrofe y ponernos a reconstruir un país, punto! Sin embargo, no puedo dejar de, racionalmente, tener mis reservas, pues sigo creyendo que esta manga de hampones en el poder no salen con serpentinas y confetis. Pero eso es otra cosa.

Hace días escuché declarar a nuestro candidato de “mejorar el CLAP”, y aún siento náuseas al recordarlo, no me lo podía creer. El ejercicio de poder que reemplace esta pesadilla debe ser innovador, debe reconciliar a Venezuela con la economía mundial, debe proponerse a convertir a un universo elegido de mendigos que reciben una caja de comida en mal estado, a ser a una sociedad de consumidores.

Si Edmundo González dijo eso de las CLAP, es una afirmación suicida, ya que está diciendo que el chavismo sigue representando la visión de la Venezuela que queremos, entonces, si son tan buenos ¿Por qué los vamos a reemplazar? ¿Para qué elegir a Willkie si quiere hacer lo mismo que Roosevelt? 

No más comentarios por ahora.

Construir o reconstruir una Nación

Por Leroy Garrett.

Esta semana se conmemoran ochenta años del “D Day”, o como la conocemos en castellano: «la invasión aliada a Normandía», el día que marco el final del nazismo, y el principio del fin de la segunda guerra mundial, que definitivamente finalizaría con las descargas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

El delirio psicopático de Hitler cegaría la vida de sesenta millones de personas, casi la aniquilación de los judíos y la cuasi desaparición de cualquier indicio de infraestructura en Europa.

En la vía de celebrar un siglo de tan terribles hechos, y vista la lograda capacidad de total exterminio conseguida por medio de las armas nucleares, las guerras de los siguientes años hasta el presente siglo, son segmentadas, circunscritas a escenarios específicos, tengan o no, o se consigan o no, los objetivos esperados.

El mundo ha estado al borde de la guerra final en varias oportunidades, la más destacada es la crisis de los misiles de 1962, y ahora cuando los apetitos nacionalistas, racistas y los comunistas, no ya campeones de la igualdad, sino flagrantemente una asociación para delinquir ligados a los peores intereses del planeta.

La democracia peligra en el orbe cuando da su espalda a la gente su propósito de ser. Pero antes de que la guerra fría —o la primera de ellas— cayera en la década de los 90s, la reconstrucción europea devino a ser la prioridad de los victoriosos.

El fundamento de la economía esta en la recuperación de la gente, no los edificios, e infraestructuras, es el pueblo la prioridad. Y ese fue el destino de lo que vino después a ser conocido como el plan Marshall, ese momento altruista de la postguerra, donde se dio de comer a las víctimas sobrevivientes de la Europa devastada primeramente, y ellos ya restaurados, acometieron la tarea de reconstruir sus naciones.

Venezuela, en mes y medio tendrá elecciones, sigue el voto —a pesar de que las condiciones impuestas por los que mandan se mantienen sin cambios material alguno— siendo esa fuerza que promete el vehículo de la esperanza.

Sin embargo, con preocupación vemos que el posible gobierno emergente de Edmundo González, y quienes pretenden dirigirlo, nada explican que pasará con la gente, al contrario, los cambios son institucionales, genéricos, macros o sistemáticos y el individuo no es ni mencionado, ni estimado, ni destinatario de las políticas por venir.

Entonces, surge la pregunta: ¿No se mencionan reparos por sectores específicos detallados o individualizados? Hay muchas víctimas entre el chavismo, los maestros, los funcionarios de carrera administrativa, las víctimas del holocausto petrolero de inicios del 2000, todas estos perjudicados fueron privados de su manera de vivir, y de la esperanza de cuando sus fuerzas biológicas mermaran disfrutar de sus arreglos de retiro, el chavismo arrasó dicha esperanza y expectativa de vivir, entonces, ¿Por qué condenar a quienes buscan la justicia merecida antes las instancias que sean necesarias? ¿Por qué forzarlos a aguardar una decisión de recompensa remota e incierta?

Además, ¿Cuándo en Venezuela seremos una nación de verdad y no un grupo de gente afín por el gusto de la hallaca, el béisbol, la gaita o la vinotinto? Y aspiremos a ser el grupo humano compasivo y sensible a nuestros hermanos, donde la Solidaridad inmediata nos hace nación porque primero viene la gente, curar sus heridas, a través del reparo económico sanador, en un gobierno comprometido por y para la gente, que ofrezca en adelante la mayor suma de felicidad posible.

Es así que se construye o se reconstruyen las naciones, ¡No condenándolas a un después!

Venezuela, segundo productor mundial de café

Por Diego Mendoza, periodista, con textos publicados en La ventana rota, Diario La Nación del Táchira y director de La Ventana Rota Podcast.

De 1860 en adelante, la producción y exportación de este rubro en los estados andinos creció a tal punto que fue el motor de la creación de empresas, casas comerciales, caminos y vías férreas.

Si bien el café ya se producía para su comercialización en diferentes estados del país, sería después de la segunda mitad del siglo XIX cuando cobra una importante relevancia en la economía nacional, llegando a convertirse en el principal producto de exportación. 

Táchira, Mérida, Trujillo, y en una menor medida Lara, hicieron de la actividad cafetalera la impulsora del desarrollo de una región que junto al Zulia, funcionó como una especie de comunidad de estados, que florecían gracias a los lazos de la red comercial que incluso se extendió a los departamentos colombianos de Santander y Norte de Santander.

Ya para 1896, Venezuela se convirtió en el segundo productor mundial de café, sólo superado por Brasil. A su vez, era el primero entre los grandes productores mundiales de cafés suaves, como apunta el blog Minuta Agropecuaria.

Cuadro tomado de Jesús Mora Contreras en su ensayo La estructura económica venezolana que encontró la industria petrolera: una aproximación.

En este panorama de permanente flujo de mercancías, el Zulia jugó un papel importante, puesto que en Maracaibo se encontraba el puerto del cual zarpaban barcos cargados con fardos de café con destino a los mercados de Europa y Estados Unidos, hecho que puso en el mapa de muchas casas comerciales a estos estados al occidente de Venezuela que poca relación mantenían con los estados orientales y de la costa central, muchos de estos afectados por permanentes revueltas como la Guerra Federal (1859 – 1863).

La actividad cafetalera que logró prosperar en esta zona del país, condujo a que para 1921, existiera en Maracaibo, el Banco de Maracaibo, el Banco Comercial de Maracaibo, una agencia del Banco de Venezuela, una sucursal del Banco Mercantil Americano de Caracas, y de The Royal Bank of Canada, y una agencia de The National City Bank of New York, más las casas comerciales establecidas por alemanes e ingleses, según reseña Jesús Mora Contreras en su ensayo La estructura económica venezolana que encontró la industria petrolera: una aproximación.

A su vez, hizo que en el Táchira se iniciara la construcción y el mejoramiento de caminos a través del trabajo conjunto entre dueños de haciendas y casas comerciales con las Juntas Directivas de Fomento de carácter gubernamental, como apunta Elma Hernández Amaya en el ensayo Caminos, carreteras y comercio del Café en la Frontera colombo – venezolana en el Siglo XIX.

Así mismo, fue gracias al auge de este rubro que se fundó el pueblo de Rubio, en Táchira, y que Tovar en Mérida, desplegó una actividad comercial que supera por mucho a la de la capital merideña, como sugiere Jesús Mora Contreras en su mencionado trabajo.

Sumado a ello, hizo que capitales privados emprendieron la construcción del llamado Gran Ferrocarril del Táchira y del Ferrocarril de La Ceiba, aunque, tiempo después, el primero gozó de privilegios dados por el estado para fomentar su uso, y que terminan elevando los costes sobre el transporte, como reseña Elma Hernández Amaya.

Todo lo mencionado es lo que a su vez conduce a que en 1921 se realizara en el Táchira el primer Congreso de Agricultores, Ganaderos, Industriales y Comerciantes de Venezuela, como apunta Mora.

Es pues, el café, el motor de desarrollo que perdura más o menos hasta la segunda mitad del siglo XXI en Venezuela. Todo un proceso que condujo a que se creara de manera espontánea y descentralizada una red comercial que se extendía hasta suelo colombiano y que colocó a los estados andinos en boca de capitalistas de Europa y Norteamérica, a la vez que sus habitantes iban mejorando su calidad de vida.

Legitimidad, ilegitimidad y montesinos

Por Leroy Garrett [@lerogarrett].

Acabo de terminar un fascinante relato subdividido en varios capítulos, escrito por Mary Beard, a la sazón, la máxima autoridad viviente en lo que antigüedad romana se refiere y profesora de tales estudios en la Universidad de Oxford.

En “los 12 Césares”,  la profesora Beard nos invita a un viaje bien interesante para reconocer la veracidad o inverosimilitud, o ambas simultáneamente del rostro de los Césares, de los primeros doce, cuya fama e infamias son basamento de la conducta política de occidente tanto en sus facetas brillantes, claro oscuras, o bien tenebrosas.

Con asombro encontramos que la imagen de los emperadores romanos —salvo contadas excepciones muy bien documentadas— son una invención del Renacimiento, ese momento de vuelta hacia lo secular sin dejar de ser religioso.

Aunque el rostro de César es producto de una base común habida en la moneda emitida (Inventada) desde entonces, su cara fue adaptándose a realidades políticas y conveniencias sociales desde tiempos del mismo imperio y en lo sucesivo que por seguro desvirtuaron haciendo dudosos sus rasgos y apariencia.

Pero el bestseller de la Doctora Beard conlleva un mensaje a gritos; el de la legitimidad, hija del legado, y madre del poder. ¿Qué se buscaba con incorporar los Césares en la vida cotidiana renacentista o el orden greco romano en la arquitectura que sigue en boga en los edificios donde reposa el poder público?

Para las mentes artísticas renacentistas y sus patrones nobles, hacer regresar a los emperadores de Roma, les otorgaba un sentido incuestionable de ser los poderosos de entonces, los LEGITIMOS, los Medicis o Borgias, eran entonces los herederos de la grandeza pretérita y su justificación para detentar el poder.

Esto ha sido recurrente tanto en regímenes de derecha y escandalosamente de izquierda, el bolchevismo se negó enterrar a Lenin; santo ateo y perpetuo centinela de un régimen que cayó de bruces hace más de 3 décadas, así como debemos recordar por su caída, las estatuas con omnipresencia en cada rincón de la extinta más no desaparecida del todo unión soviética.

Sadam Hussein hizo lo propio, sus brazos que entrecruzaban espadas, daban la bienvenida a Bagdad y su retrato, en cualquier pose y ataviado inclusive a la moda de fiebre del sábado por la noche era presencia íntima entre beneficiarios y víctimas.

Sabemos que el difunto autócrata ha corrido la misma suerte, entre estatuas y hasta disfrazado de médico, aunque su legitimidad no cuaja, ni cuajará como la milenaria inmanencia de los Césares.

Con esto en mente, ¿Qué podemos decir del escenario en Venezuela?

Los últimos días han sido agónicos y repetitivos, para la señora Machado y su “candidata”, cantan como sinrenas en clave de réquiem, ya la dinámica política y la narrativa de los eventos no lo controlan, las abandonaron, la dictadura se salió con la suya y el destapado colaboracionista gobernador del Zulia es el ungido del gran elector quien lo más lejos que llega en su campaña flash es a Cabimas, y eso si por si “lo matan y se muere” y está comprometido en reconocer la victoria irreversible del candidato presidente inclusive antes de ir el mismo a votar

Hay que silenciar a María Corina, y ya se logró, aunque sus apariciones en las redes cada día son más lacónicas, exudan derrota, con ese acento y léxico de “Laura Pérez la sin par de Caurimare”  y protuberante tono depresivo, el régimen le quita de un “guamazo” el metraje de prensa agónico que le quedaba, sorpresivamente sacando a su enemigo público número uno —antes pilar revolucionario— “bajo arresto”.

¿Recuerdan a Montesinos, el arquitecto del aparato policial que capturó a Abimael Guzmán y que se convirtió en arma represiva para tratar de imponer a Fujimori para siempre, y que, por ese minestrone de nazis y estalinistas que sigue siendo el chavismo, se le dio protección hasta que Chávez quiso desviar los ataques de la opinión pública hacia la creación entonces de los círculos bolivarianos y otras medidas que ya asomaban los tiempos que vivimos?

Y después de rotundamente negar que daba posada al esbirro, un buen domingo de Julio del 2001 declaro “ atrapamos a Montesinos “.

Historia real del Socialismo: más de 4000 años de fracaso

«Me maravillo a menudo de que la historia resulte tan pesada, porque gran parte de ella debe ser pura invención»

Jane Austen

Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

La historia tradicional del Socialismo quizá responda a todo un conjunto de marañas de personas que no quieren que veamos la raíz del gran problema de la humanidad; o quizá responda a la simple falta de enfoque o ignorancia, que nos ha llevado a ver este perverso sistema como algo que surgió relativamente hace poco o que la institución del Estado es buena para la sociedad. Sin embargo, reflexionando un poco, viene a mi mente un dicho popular que dice que “la historia siempre la cuentan los vencedores”, y, haciendo retrospectiva, da la casualidad que quien ha vencido y prevalecido a lo largo de gran parte de la historia de la humanidad ha sido el Estado, el Socialismo, por lo que uno puede pensar que su historia ha sido minimizada convenientemente a unos 300 años —o no, pero el caso es que ha sido funcional para quienes defienden este sistema—. Esto no lo sé, tampoco quiero decir que la historia criminal tradicional del Socialismo este tergiversada, lo que sí sé y afirmo —y es lo intento aclarar— es que esa historia está incompleta, se queda corta, le falta un gran pedazo.

Para hacer esta afirmación no me valgo de datos estadísticos o “científicos”, estos los considero cuasi-irrelevantes —no en sentido completo— porque la historia no se puede interpretar científicamente —no todos los hechos históricos pueden sustentarse en datos objetivos—, sino en la observación, la razón y la capacidad de emitir juicios éticos. Con esto en mente, y sumado a las ideas expresada en textos anteriores[1], con el fin de completar genéricamente esa historia, podemos decir que la concepción que mostramos de lo que es realmente el Estado y/o el Socialismo, hace necesario ver su historia de una forma distinta; porque ya no tenemos un sistema que se origina en el siglo XVIII o XIX, en donde el Estado extiende sus tentáculos y regula muchos campos de la acción humana, sino que surge desde el momento en que el primer ser humano se levanta en contra de otros para conseguir fines propios a través de medios violentos, sometiendo la voluntad de otros en el camino. Si bien, esto puede tener un enfoque seglar y uno religioso, hoy daré un breve resumen del campo religioso o, para ser más exacto, en historia bíblica, y el seglar.

Gobierno de human sobre human en la Biblia

Si nos apegamos a la cronología Bíblica, entonces los sucesos que describe el Génesis en su capítulo 10 y 11, con respecto a Nemrod, suceden en algún tiempo entre el lapso de 2269 y 2030 antes de la era de Cristo[2]; por lo que fácilmente se puede decir que la historia del Socialismo, entendida esencialmente como: ilegitimo gobierno coactivo de humanos sobre humanos donde la voluntad individual queda a expensas de una amorfa colectividad[3] que se traduce en un ataque sistemático e institucionalizado a la acción humana, abarca más de 4000 años de historia; una historia decadente y llena de fracasos. Y no cabe mencionar que “la humanidad obtuvo grandes avances en muchos campos gracias a estas acciones cometidas por humanos sobre humanos y que la misma sirvió como resguardo o protección para la supervivencia humana”, sino que, en cambio, la humanidad avanzó a pesar de haber Estados en el mundo que rigieran su destino. Todos los Estados de la tierra, en mayor o menor medida, causaron malestares a la sociedad que sometían o fungieron —al igual que hoy— como limitantes para la resolución de dichos malestares o la consecución de un grado de satisfacción mayor para el ser humano. A lo sumo, de lo único que protegía el Estado a la Sociedad era de que viniera otro saqueador —otro Estado— a atacar o hacerse de los recursos del territorio y la sociedad que él mismo manejaba; pero, nuevamente, encontramos el mismo problema: El Estado. Esta seudo-protección no cambia el hecho de que la humanidad fue y sigue siendo esclava de las directrices de la clase gobernante, sin importar quien ejerza el poder.

Gobierno de human sobre human en la historia seglar

Ahora, viéndolo desde la historia seglar, el Estado primitivo —ese que no cuenta con instituciones tan estructuradas como en el presente ni estaban delimitados territorialmente— tiene su primera aparición en organizaciones como tribus o clanes que muchas veces tenían vasta extensión conseguida de las conquistas y explotación o extinción de las tribus conquistadas, pero su organización no era tan profunda como los modernos. Las primeras organizaciones de este tipo la podemos encontrar en la antigua Mesopotamia después del 3000 antes de la era de Cristo con la llegada de las ciudades sumerias, sin embargo, ya habían tribus esparcidas por todo el mundo que compartían las mismas características: conquistar y sobrevivir —como las formas de organización social de vikingos, quienes vivían de saquear a los demás, y de los demás pueblos nómadas que instituyeron la esclavitud[4]—; por lo que, con esta concepción del Estado y/o el Socialismo, se puede decir que su historia tiene entre 4000 y 6000 años de historia.

Gobierno de human sobre human en la actualidad

Dando un salto temporal hasta la época contemporánea, el Estado Nación o Moderno debe su origen a la delimitación del territorio en cual ejercerá su dominio; hecho que, a su vez, surge gracias al Tratado de Westfalia de 1648 firmado entre países europeos para evitar que las potencias —Estados fuertes— u otros países se impusieran a otros Estados[5]. Es en este contexto que, después de años de revoluciones en el que imperaba la monarquía autoritaria y/o la monarquía absoluta, maduran las instituciones políticas y el Estado comienza a mutar para amoldarse a un sistema que conseguiría darle la mayor legitimidad o aceptación intelectual, ese sistema que conocemos hoy día como Democracia Representativa.

Sea como sea, visto desde el foco histórico que guste más, la historia del Estado o Socialismo fue, es y siempre será la misma: un grupo de seres humanos aprovechándose de su poder para someter a otros; un grupo de humanos que se valen de medios políticos para conseguir sus fines por medio y a costa de otros; un grupo de humanos conquistadores que saquean y esclavizan a los conquistados. Nada ha cambiado ni cambiará en esencia dentro de un sistema social donde exista el Estado; en el pasado originaban guerras, saqueaban, explotaban o esclavizaban; hoy la cosa no ha cambiado, las guerras son de Estados —un grupo de humanos movidos por un ideal o por las ansias de más poder para dirigir coactivamente la vida de un pueblo; y esto aplica aún si no tienen un territorio delimitado aceptado por la comunidad internacional que, a su vez, la constituyen más Estados[6]—, saquean, explotan y esclavizan a través de medios sutiles como los impuestos legislados y no legislados o por otros no tanto como la creación de leyes que atentan contra la libertad. Si a través de instituciones fuertes que velen por la propiedad, libertad y vida de cada individuo por igual se eliminara la capacidad que tiene un humano o un grupo de humanos con poder de coaccionar a otros sistemáticamente, entonces el Estado y/o el Socialismo no existirían.

Algunas cosas más

Por lo pronto, como existió y sigue existiendo el Socialismo, queda de mi parte resaltar que el mismo siempre busca la forma de crecer; quienes gobiernan a la sociedad coactivamente siempre buscan y encuentran formas de ampliar su poder e influencia en la sociedad gobernada. El que hoy día tengamos Estados o Socialismos más sofisticados es una ilustración clara del hecho de que una pequeña dosis de Socialismo siempre llevará a que cada vez más dosis se inyecte en la sociedad o, dicho de otro modo, un Socialismo de menor grado siempre llevará a un Socialismo de mayor nivel o radical. En el pasado encontrábamos Estados sin límite territorial, con instituciones débiles; hoy encontramos Estados con instituciones sólidas, límites territoriales, dominio de armas más sofisticadas, una constitución que los legitima forzosamente por ley y con símbolos patrios o nacionales que le dan cierto grado de latría[7]. Ahora bien, el Socialismo en el planeta es más radical en uno que en otros lados, pero en aquellos lugares en donde es radical, es resultado de descoordinaciones o desajustes que han causado las intervenciones que le precedieron y se tratan de solucionar con más control; tal es el caso de, por ejemplo, Cuba, Corea del Norte y Venezuela.


[1] Revisar: (i) “Estado, gobierno, Dios y orden social”; (iii) “Socialismo, máxima expresión del colectivismo”; (iv) “El horror intelectual del Socialismo”; (v) “Economía y Socialismo, dos expresiones mutuamente excluyentes”; (vi) “El fracaso histórico del Socialismo: la URSS, Cuba y otras historias tradicionales del Socialismo”; (vii) “Socialismo definido: contra el concepto popular de “Socialismo””; todas publicadas en el portal de ContraPoder News y a las cuales puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/?s=Roymer (Consultado el 19 de diciembre de 2023).

[2] Atalaya del 1 de diciembre de 1975, publicada por los Testigos de Jehová, bajo el tema: Captando los sucesos bíblicos en orden. Pág. 734-735. También puede consultar el apartado “Desde la creación del hombre hasta el presente” de la sección “cronología” situada en “Perspicacia para Comprender las Escrituras”, volumen 1., págs. 584-604 (Brooklyn, New York. Editado por la Watch Tower Bible and Tract Society of New York, Inc. International Bible Students Association). Es relevante mencionar que absolutamente todos los gobiernos que le procedieron entran dentro de esta definición de Socialismo, así que no es necesario mencionarlas y/o describirlas, hacerlo sería redundar en una idea o creencia que ya es clara.

[3] Para efectos prácticos, Socialismo y Estado serán tratados en este texto como sinónimos. Entiendo que hay matices a tratar, pero en el fondo se discute el mismo asunto.

[4] Ver: Franz Oppenheumer. 2014. El Estado: su historia y evolución desde un punto de vista sociológico. Traducido por Juan Manuel Baquero Vázquez y publicado por Unión Editorial. Sección: “Pueblos anteriores al Estado: Pastores y Vikingos”.

[5] Este tratado, firmado después de 30 años de guerra, da luz o aceptación al término “soberanía territorial” y al nuevo orden internacional. Para conocer mejor los antecedentes y el impacto que tuvo la firma de este tratado, puede consultar el ensayo de Alejandro Galán Martin titulado: “La Paz de Westfalia (1648) y el Nuevo Orden Internacional”, al cual puede acceder a través de: https://dehesa.unex.es/bitstream/10662/3319/1/TFGUEX_2015_Galan_Martin.pdf (Consultado el 24 de diciembre de 2023).

[6] Qué curioso que quien tiene que determinar si un Estado es o no un Estado, sean los mismos Estados del mundo, basándose en leyes que, muchas veces, fabricaron ellos mismos.

[7] El grado de idolatría que se le guarda al Estado es supino e indignante, todo funciona cual religión que sirve a un dios con rituales varios; es la religión del Estado. A dios Estado debe rendírsele obediencia sin presentar objeción alguna, así no se entiendan sus acciones y sin importar si lo que pide es malvado, porque hacerlo es un acto de rebeldía y merece castigo; debe rendírsele adoración mediante la bandera de la nación y el canto del himno nacional, no hacerlo es una falta de respeto, un acto vil que merece castigo —dígale a un niño que no cante el himno en el colegio para que vea lo que pasa—; si hay algún problema en la sociedad, se le debe “orar” al Estado para que solucione dichos problemas, no hacerlo es considerado prescindir de este dios y, por tanto, una oposición que merece castigo —intente hacer algo que el Estado no regula, sin pedirle ayuda, para que vea cómo comienzan a surgir leyes e interpretaciones de leyes que terminaran por controlar su acción—. La sociedad actual es al Estado lo que los Israelitas eran a dioses falsos en su tiempo como pueblo escogido de Dios, y ellos, a igual que la sociedad del presente, pagaron las consecuencias de su mal proceder (revisar: Éxodo 20:4, 5; Deuteronomio 5:8, 9; 7:2-5; Josué 2:11-19; 3:7, 8). Y el adoctrinamiento inicia desde muy joven: desde primaria hasta la universidad se comienza a impartir el culto al Estado mediante el canto del himno y el homenaje a la bandera y en Ciencias Sociales te definen la institución y su supuesta importancia para la organización social, se tiene contacto con las delimitaciones territoriales del Estado y se refuerza el adoctrinamiento con historia, geografía, geografía económica (en Venezuela, hoy “geografía, historia y ciudadanía”), premilitar, economía, entre otros que, en mayor o menor grado, inyectan la creencia en dios Estado. Toda la rama de las ciencias sociales está impregnada de esta religión.

Acerca de Napoleón, la película

Por Leroy Garrett.

Hoy me alejo de comentar el devenir Venezolano por un tema que considero punto de referencia para comprender los tiempos ambivalentes que vivimos.

Para un cinéfilo impenitente como este cronista, la película histórica más publicitada del año era un bocadillo difícil de esquivar.

La película fue un gran esfuerzo de producción y efectos especiales, sin embargo, en relación a la rigurosa realidad histórica y a las complejidades de un personaje que no solo cambió el mundo en el siglo XIX, sino que sigue influenciando nuestro mundo contemporáneo, el largometraje deja mucho que desear.

La narrativa se inicia en un personaje en el centro de los tumultuosos tiempos de la revolución francesa, específicamente la época conocida como el «Reino del Terror», durante la ejecución de María Antonieta.

Aunque la película con acierto describe los momentos previos a su degollina, como abucheada y vejada por el pueblo, ella murió con el pelo recogido y no alborotado como describe el film.

Además, Napoleón, entonces un capitán de artillería de la republica, no se encontraba presente tal como lo dice la trama, sino que en realidad estaba en Avignon combatiendo las tropas federales.

La personalidad de Napoleón, mostrada por el magnifico actor Joaquín Phoenix, en donde se comporta pasivo-compulsivo, no era tal; el Corso es recordado por sus contemporáneos y se deduce de sus acciones, en ser muy comunicativo —y debió serlo para llegar a alcanzar lo que fue y no un llorón subordinado a Josefina, cuyas tempranas infidelidades, según el film, le hizo abortar la invasión de Egipto; algo que también es falso, porque él fue forzado a retirarse como consecuencia de la derrota de la armada francesa que servía de apoyo a su campaña por parte de los ingleses en la batalla del Nilo—.

Las licencias tomadas por el film de Ridley Scott son escandalosas, Napoleón nunca se entrevistó con Wellington, ni murió loco, ni borracho en Santa Elena, al contrario, en el recién publicado libro de la catedrática de Oxford, Ruth Scurr “Napoleón: una vida entre jardines y sombras” narra con estricta veracidad histórica la afición del emperador de los franceses por la jardinería “, hobby aún verificable por los jardines que construyó en Malmasion y la misma Santa Elena.

Napoleón fue responsable directo de la muerte de tres millones de personas, pero no fue Hitler, sigue siendo a dos siglos de su muerte un personaje de claros oscuros, tirano, pero impulsador de la sociedad secular, anti republicano y al mismo tiempo creador de instituciones como el Louvre o patrocinador de Champollion, descubridor de la Piedra de Roseta, y con ello de la egiptologia. Para nosotros los abogados, el Corso será siempre una apreciada referencia por ser el creador del Codigo Civil, suprema ley cívica la cual, con pírricas variantes locales, sigue rigiendo en las tres cuartas partes del globo.

En fin, esta versión hecha por Riddley Scott —también director de: El Gladiador, Blade Runner, etc.— me resultó tan mediocre que como pasa con todas las películas donde me aburro, me quedé dormido.

Vale la pena esperar que la pasen gratis por las redes, pero no merece el precio del ticket, esta película es otra prueba de lo superficial y conformista de los tiempos que vivimos.

No, el Esequibo no es de Venezuela

Por Roymer Rivas, escritor y teórico del Creativismo Filosófico.

Últimamente he visto cómo muchos venezolanos se manifiestan a favor de “defender la soberanía de Venezuela” en lo que al territorio de la Guayana Esequiba —o el Esequibo— respecta. De hecho, ya desde que estamos en el colegio nos inculcan ese “sentimiento nacional”, “patriótico”, de que el Esequibo es una zona en reclamación que le pertenece legítimamente a Venezuela. Empero, considero que esto es un error y que toda esta disputa territorial constituye en sí misma una prueba de lo mal que se conciben o aplican los principios del Derecho —hoy en manos de los Estados del mundo— a la hora de solucionar conflictos —que a veces surgen por el mismo motivo—, y de lo mal que concebimos hoy el modo en cómo debe organizarse la sociedad en general. Todo mal.

Muchas veces nos enfrascamos en solucionar problemas desde la legalidad, sobre todo si la misma nos beneficia, y no reparamos en preguntar si dicha legalidad es legitima per sé o, para este tipo de casos, más aun en el contexto histórico en donde surge —que si bien puede ser legitimo o no, visto desde un foco moral abstracto, la visión carece de sentido al momento de analizar los hechos según como se desarrollaron en el tiempo e hizo configurar todo el orden que hoy nos rige—. Por ello, considero que es necesario ampliar el panorama, sin caer en victimismos y dicotomías absurdas del tipo “buenos o malos; colonizadores y conquistados; etc.”, o en falacias ad misericordiam que aludan a un irrelevante patriotismo o sentimiento nacional, para poder analizar las cosas con mayor objetividad.

Con esto en mente, en este texto explicaré por qué carece de sentido pelear por el territorio de la Guayana Esequiba y, en consecuencia, lo más sensato sería —a efectos formales— firmar un papel que elimine toda disputa sobre el tema y reconozca el territorio como de la República Cooperativa de Guyana o simplemente hacer como que la disputa no existe y dejar que Guyana siga ejerciendo soberanía en la zona —que es lo que ha ocurrido fácticamente en la mayor parte de tiempo de la disputa, vale destacar—. No obstante, para llegar a tales conjeturas es necesario comprender ciertas cosas que esbozaré en adelante. Pero antes de ello, quiero aclarar que entiendo perfectamente que estas afirmaciones podrían causar polémica, pues va en contra de lo comúnmente aceptado en Venezuela, pero que la mayoría crea que estoy equivocado no es argumento suficiente para invalidar lo que aquí expresaré; ergo, a todo aquel que piense distinto lo invito a argumentar con lógica, solidez y en un marco de respeto, el por qué considera que estoy equivocado —si bien, estimo que no la tendrá fácil en la medida en que ir contra los argumentos que desarrollaré constituiría aceptar una contradicción en la defensa del Esequibo como territorio venezolano—. Sin más, comencemos.

1. Fijación de fronteras de los territorios en la época de la Venezuela Española

Es necesario tener presente que todos los territorios medianamente delimitados desde la llegada de los europeos a América fueron ganados a punta de bayoneta. Si bien es cierto que algunos tratados establecieron y/o reconocieron las fronteras territoriales repartidas entre ingleses, españoles, portugueses, neerlandeses, entre otros, esto no elimina el hecho que dichas fronteras se ganaron por imposición y despojo a los nativos americanos. Los años siguientes a la llegada a las costas venezolanas en 1498, los españoles comienzan expediciones para conocer y establecerse en el territorio, pero, en paralelo, neerlandeses, ingleses, franceses y otros van haciendo lo propio en otros lares. Si bien, antes de hablar sobre el “derecho” de los límites fronterizos en la época, considero necesario relatar algunas cosas.

1.1. Las expediciones españolas —y otras— por el Orinoco

Varias de estas expediciones españolas fueron dirigidas hacia el Orinoco con el fin de hacerse con el terreno —llevado además por la idea del “Dorado”, el reino de oro—, pero la mayoría fracasaron en el intento; en 1531 llega Diego de Ordaz acompañado de mil hombres, 400 de ellos veteranos, con el objetivo de explorar estas tierras habitadas por distintas tribus nativas, la mayoría belicosas, pero la expedición salió mal por todos lados, dadas las dificultades de atravesar las tierras, la oposición de algunos nativos, las enfermedades, y lo único que logró fue la molestia —y la muerte— de quienes le acompañaban y los nativos que habitaban en la zona[1]. Tan mal le fue a Ordaz que las expediciones por el Orinoco quedaron muy desacreditadas, “retrayéndose la gente española de ir tan lejos a arrostrar peligros ciertos por muy dudosos beneficios”[2]. Luego de las expediciones de Ordaz, le siguieron otras entre 1533 y 1535, pero no corrieron con mejor suerte que Ordaz en cuanto a las dificultades que se les presentaron, aunque sí lograron llegar un poco más lejos a través del Orinoco.

En este escenario, habiendo fracasado en su búsqueda de riquezas minerales, pero encontrando magnifica esas tierras, entienden que no lograrán nada con las armas y optan por evangelizar. Así, para 1576 se establecen colonias de misioneros “en toda parte donde pudo abrirse un camino el valor y la constancia del apostolado religioso” en las zonas del Orinoco. Sin embargo, el resultado de todo esfuerzo también fue el fracaso, puesto que los holandeses de Esequibo y zonas aledañas invadieron y expulsaron a los jesuitas de Guayana para el año 1579, llevando a que los españoles desistieran en su misión y dejaran esas tierras[3]. Doce años después de estos hechos es que nuevamente algunos españoles se animan a recorrer el Orinoco, después de fundar San José de Aruña en Trinidad, y establecer una población al este de la embocadura del río Caroní.

No obstante, aunque estas expediciones dieron a conocer tierras y abrió pasó para establecer ciudades, todavía para 1595 —y los años que le siguieron— los españoles habían sufrido pérdidas y enfrentado a muchas calamidades en la búsqueda del Dorado por Guayana —una búsqueda codiciosa que fue compartida también por extranjeros de otras nacionalidades[4]—. Para el año 1603, españoles y británicos se encontraban en paz, pero ese estado no fue aprovechado por los españoles para adentrarse en las zonas de Guayana —incluyendo el Esequibo— y, según nos cuenta Baralt, siquiera “perfeccionaron gran cosa el establecimiento ya fundado”[5]. Los españoles tuvieron que esperar hasta 1687 cuando los evangelizadores deciden llevar nuevamente el mensaje a los nativos del Orinoco, pero, después de muchas dificultades, es en 1725 cuando logran establecerse firmemente[6].

Pasado el tiempo, en 1756 se crea una comisión encargada de fijar “los límites de las posesiones españolas de Guayana”[7] trayendo consigo, además, la ganadería a ese territorio. Empero, estos esfuerzos fueron para el interior de Guayana, no para la zona del Esequibo, donde no había asentamientos españoles —o por lo menos no importantes—.

1.2. Entra Gran Bretaña oficialmente en el conflicto por el Esequibo

Por otra parte, es necesario mencionar que para el año 1616 los holandeses se asientan en el Fuerte Kykoveral cerca del Río Esequibo, desde donde administraron la colonia Esequibo de la Guyana Neerlandesa entre 1616 y 1739[8]. Además, ya para 1648 España había cedido el margen de la derecha del río Esequibo a los Países Bajos —dado que reconoció la independencia de las Provincias Unidas de los Países Bajos[9]—, por lo que la Guyana Española pasa a ser la “Guyana Holandesa”. Empero, una vez se crea la Capitanía General de Venezuela y se establece el río Esequibo como la frontera oriental entre España y Holanda —Países Bajos—, resalta el hecho de que la posesión del Esequibo por parte de España sería solo de iure —es decir, de derecho, de reconocimiento jurídico, legalmente—, puesto que no se había colonizado el territorio totalmente —siquiera una buena parte de ella—; en contraste, Países Bajos poseería el territorio de facto —es decir, de hecho—, pues sí administraban buena parte del terreno.

Es por este motivo que en 1791, ante las pretensiones holandesas de quedar en la zona y adjudicársela como suya, España firma con ésta un tratado de extradición, que abarca el establecimiento de relaciones jurídicas y de intercambio de presos, “en el cual España reconoce “como holandesas” las colonias del Esequibo, Demerara, Berbice y Surinam”, que se encuentran al este del río Esequibo[10] —una estrategia que pretendió salvar la posesión de iure de la zona oeste, sin cambiar nada más—. No obstante, todos estos territorios pasarían a las manos de los británicos en 1814 cuando Países Bajos los vende, conformando un total de 20.000 km2, dándole a Gran Bretaña presencia legal —de iure— en la zona[11]; si bien, esta extensión territorial es mucho menor que la zona en conflicto actual, lo que muestra la expansión territorial que tuvieron los británicos —antes, durante y— después de este hecho. Es desde este momento que Gran Bretaña se hace participe oficial del conflicto por el Esequibo.

1.3 Avance de Gran Bretaña en el Esequibo

En este escenario, para el año 1796 España e Inglaterra entran en guerra, llevando a la pérdida fáctica de Trinidad en 1797 con la llegada de flotas inglesas a la isla y cediendo la misma al firmar en el tratado de Amiens que dio fin a la guerra en 1802[12]. Durante este tiempo, los británicos no hicieron más que fortalecerse mientras, en contraste, comenzaba a profundizarse la decadencia de España; y, en el tema que nos compete —el Esequibo—, la situación descrita anteriormente no había cambiado por el lado de España, mientras que los ingleses si habían avanzado un poco más. De hecho, la paz entre ingleses y españoles duró poco, dado que es interrumpida en 1804 —una época donde Gran Bretaña ya la había declarado la guerra a Francia en 1803, en un contexto de alta influencia napoleónica en Europa; de hecho, para 1806, Holanda pasa a ser un Estado satélite de Francia con Luis Napoleón, hermano de Napoleón Bonaparte, siendo nombrado Rey de la zona, viéndose los reyes holandeses en la necesidad de refugiarse en Gran Bretaña[13]—. En este contexto de guerra, Francisco de Miranda aprovecha para seguir solicitando ayuda a los ingleses con el fin de liberar América de España, pero solo logró recibir la garantía de que no permitirían que franceses y españoles se dirigieran a América para impedir su empresa[14]. Comienza así oficialmente las crónicas de la muerte del reino de España en nuestras tierras y una mayor injerencia de británica en zonas cercanas a —y más delante dentro de— Venezuela.

Ya pasado unos años, en 1822 —cumplido el trato entre británicos y holandeses de 1814—, Venezuela, que forma parte de la Gran Colombia y está enfocada en las guerras independentistas, de la cual saldría muy pobre, comienza a protestar por las continuas invasiones de colonos ingleses en territorio venezolano. Para 1823, José Rafael Revenga, en ese entonces Ministro de Colombia en Londres, por órdenes de Simón Bolívar denuncia que los británicos “tienen usurpada una gran porción de tierra que, según los últimos tratados entre España y Holanda, nos pertenece”, pidiendo que se retiraran de la zona[15]. Estos reclamos se extendieron por los años, mientras solo se obtenía como respuesta la omisión de los británicos.

Así, para 1831 se constituye la “Guayana Británica”, por orden del Rey Guillermo IV del Reino Unido, y se comienza a profundizar el avance y establecimiento de colonos británicos al oeste del río Esequibo, aventajándose por la despoblación y de la precaria situación de Venezuela, quien se acababa de separar de la Gran Colombia y comienza apenas a institucionalizarse como país independiente. Cabe destacar, además, que para entonces el Reino Unido ya se estaba consolidando como la potencia hegemónica mundial, por lo que prácticamente podía hacer lo que quisiera sin oposición alguna.

1.4 El conflicto por el Esequibo se intensifica y Venezuela tiene todas las de perder

En el año 1835, un explorador alemán, de nombre Robert Hermann Schomburgk, ofrece sus servicios al gobierno británico para fijar las fronteras de la colonia y, una vez inspeccionada, fija una extensión de 4290 km2, pero cuatro años más tarde, en 1839, el mismo personaje vuelve a trazar frontera, pero ahora con 141.930 km2. Si bien, mientras por un lado Venezuela protestaba, “Gran Bretaña reconoció el trabajo de Schomburk como una actividad preliminar y sujeta a futuras discusiones”[16]. En este sentido, el 28 de noviembre de 1840 Venezuela recibe una notificación del gobierno británico indicando que Schomburgk había recibido la tarea de delimitar las fronteras de la colonia en el Esequibo, a lo que Venezuela responde que “nada podía hacerse hasta que no se concluyera un tratado de límites”[17].

A pesar de ello, en 1841 Venezuela comienza a protestar por lo que considera es suyo, desembocando en 1843 con una respuesta, de bastante peso para cómo se desarrollaron los hechos en la época, del Secretario Principal de Estado y Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, Lord Aberdeen, quien alegó, entre otras cosas, “que Venezuela no tenía asentamientos en la región en disputa”[18]. Para julio 1844, Alejo Fortique, para entonces Ministro de Relaciones Exteriores venezolano, quien había elevado su voz protesta contra el avance británico, “propuso las bases para un arreglo en el cual estableció la “Línea Histórica” que determina el Río Esequibo como límite natural” —fundamentándose en los territorios de la Capitanía General y en el principio recogido en el uti possidetis iure o “posesión de y/o por derecho”—, pero la única respuesta y garantía que recibió era que a Venezuela “no le sería despojado la Boca del Río Orinoco”[19] —constituyendo así un presagio de lo que ocurriría en 1899—.

Llegado el 26 enero 1887, el ministro de Relaciones Exteriores, Diego Bautista Urbaneja, dirige una nota al ministro inglés, Saint John, señalando las infracciones cometidas por Gran Bretaña al usurpar territorio que consideraban “legítimamente venezolano”, agregando también que el presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco, había ordenado evacuar dicho territorio indebidamente ocupado desde las bocas del Orinoco hasta el Pomarón, amenazando con romper relaciones diplomáticas si no se daba el caso. Ante la omisión de Gran Bretaña, Antonio Guzmán Blanco cumple su palabra y rompe relaciones diplomáticas el 20 de febrero del mismo año, pero el gobierno británico ignora esto por completo y al año siguiente —1888— se expanden más e incluso se adjudican 203.310 km2 del territorio.

Dado todo el conflicto, y después de muchas protestas por parte de Venezuela, en 1897 se firma junto a Reino Unido el Tratado Arbitral de Washington D. C., por el cual las partes se comprometían a resolver el problema limítrofe mediante un arbitraje internacional, desembocando en Laudo Arbitral de Paris de 1899, el cual termino dictando un fallo a favor de Reino Unido; el mismo estaba conformado por 5 representantes: 2 de Reino Unido, 2 estadounidenses y 1 un ruso que fue elegido por los 4 que conformaron el arbitraje; si bien es cierto que Venezuela debía que estar representada por ciudadanos venezolanos, Reino Unido exigió que no fuera así, por lo que quedó en manos estadounidenses el destino del Esequibo, a Venezuela no le quedo de otra que aceptar, pues no tenía la fortaleza para oponerse al imperio Británico y temía perder incluso más terreno. Así, el 3 de octubre de 1899, despues de 6 dias de sesiones, a pesar de que se contaba con un plazo de 2 meses, por decisión unánime se falló a favor de Reino Unido.

Los días que siguieron al Laudo de Paris estuvieron acompañados de protestas por la decisión tomada, no obstante, Venezuela solo protesta por el resultado final del arbitraje sin denunciarlo oficialmente por los temores antes descritos[20]. Después del Laudo, se forma una comisión Mixta de Fronteras británico-venezolanas entre 1900 y 1905 para demarcar definitivamente de los límites entre Venezuela y la colonia de Guayana Británica, firmándose en el año 1907. Tras los hechos de 1964, en el año 1966 la ONU admite la demanda y se reconoce la contención venezolana a nivel internacional, lo que conllevó a la firma del Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero, en el que Reino Unido y Guyana reconocen las reclamaciones de Venezuela y establecen que deben mediar para fijar límites —sin reconocer explícitamente que “el Esequibo es de Venezuela”—.

1.5 Conclusiones parciales

En suma, el panorama es claro: los gobernadores de facto del Esequibo fueron durante mucho tiempo los holandeses e ingleses, siendo estos últimos quienes se adentrarían en el territorio casi por completo. Por su parte, los establecimientos españoles en la zona brillaban por su ausencia y, de hecho, ya se podían ver vestigios de la decadencia que le acaecería al Imperio Español en los años siguientes a 1800. En adición, Venezuela, aunque heredó sus territorios delineados por el Imperio Español, mucho menos se preocupó por ocupar lo que en principio le pertenecía, y una vez comenzaron a arrebatárselo no contaba con la fuerza suficiente para sostenerlo —en un siglo donde es la fuerza lo que cuenta; los territorios de absolutamente todos las colonias de América fueron ganados por la fuerza; si un nativo venezolano hubiese reclamado un territorio como suyo a España, en el mejor de los casos sería simplemente ignorado, en el peor caería muerto por la fuerza—.

De todo el breve relato contado hasta el momento, se infiera también que el derecho sobre territorio con más peso en la época era, en definitiva, el uti possidetis de facto, al que aludía Gran Bretaña, y no el uti possidetis iure, al que aludía Venezuela. Profundicemos un poco más en esto.

2. Iure versus Facto en contextos de invasiones: el Esequibo no es de Venezuela

Como mencioné antes, el uti possidetis iure hace referencia a aquello que se posee “de acuerdo al derecho”, un principio que sirvió para delimitar fronteras durante varios siglos, a través de tratados donde los Estados aceptaban los límites territoriales de otros. En el caso de América tras la separación de España, varios —entre ellos Simón Bolivar— apelaron a este principio para mantener los territorios que emergieron después de la llegada de los españoles. Sin embargo, otros Estados, como Brasil, delimitaron territorios bajo el principio uti possidetis de facto, que se basaba en la ocupación y efectivo control sobre el territorio que se adjudicaban como propio. Estas dos concepciones de establecer fronteras trajeron varios conflictos, pero si nos apegamos al contexto de la época, sobre todo hasta finales del siglo XIX, lo que tenía más peso era la posesión de facto y no por derecho.

De hecho, el siglo XIX es importante, porque hasta entonces los nuevos estados que surgieron y/o surgirían en América heredarían lo que España dejó y poseía efectivamente —teniendo o no títulos de derecho, lo cual incluía tratados internacionales de reconocimiento de territorios—, es decir, los territorios heredados efectivamente no eran aquellos que se poseyeran por derecho por descubrimiento o por firma de tratados, sino aquellos donde efectivamente ocupaban. De esto se infiere que, en la práctica, el papel no tenía mucho peso —no digo que no tenía ningún peso, digo que no era de mucho valor en comparación a la posesión efectiva del terreno—.

El Esequibo es una clara muestra de esto, de la primacía de la posesión de facto sobre el uti possidetis iure; suficiente con recordar la protesta de Alejo Fortique y la respuesta de Lord Aberdeen en el 1844 —ver sección anterior, párr. 1, 2—. El uti possidetis iure cobraría mayor relevancia durante el siglo XX, pero lamentablemente, nos guste o no, lo hizo demasiado tarde. Las mismas autoridades venezolanas aceptaron que no se podía hacer mucho en 1840, puesto que no se habían sentado a firmar tratados —uti possidetis iure—, y luego no hicieron más que apelar a una historia sacada de contexto para adjudicarse el Esequibo, aunque sin defenderlo efectivamente por miedo a la potencia del momento.

Además, si es el caso y el uti possidetis iure debe tener en ese contexto histórico mayor relevancia —que es de donde se apegan todos los que dicen que el Esequibo es “legítimamente de Venezuela”—, entonces debemos dividir todo el país en las difusas fronteras de las distintas tribus nativas que se encontraban en el territorio antes de la llegada de los españoles y, por tanto, Venezuela deja de existir tal y como la conocemos hoy; pero pedir eso es igual de absurdo que decir que el Esequibo es de Venezuela. Nos encontramos en una época de dominación y conquista, donde es la fuerza la que fija límites territoriales y, en algunos casos de respeto, son los tratados los que lo fijan —siempre y cuando sean respetados y el pueblo pueda defenderse de los invasores irrespetuosos, porque si no se da ese caso, de facto el terreno es de quien invade—; así se ganó el terreno España, luego lo heredó Venezuela y lo perdió por la misma razón.

3. Influencia, cultura y actualidad

A esto se suma el hecho de que, hoy por hoy, toda la población de la zona del Esequibo tiene muy pocos vínculos culturales con Venezuela —desde el idioma, que ya de por sí es mucho, hasta sus tradiciones y costumbres—, lo que da más fuerza al hecho de que España tuvo poca injerencia allí, mientras que los holandeses y los británicos sí. Carece de sentido adjudicarse un terreno como propio e ignorar a su vez a toda su población —aunque entiendo que a efectos geopolíticos y de recursos naturales, que es realmente por lo que se aviva el conflicto, eso importa poco—. Y para muestra, un botón: el 2 de enero del año 1969 se produce un movimiento separatista en Lethem, al sur de Guyana Esequiba, que controlado por las fuerzas de defensa de Guyana, en ese entonces, los rebeldes solicitaron ayuda al gobierno de Venezuela invocando su “nacionalidad venezolana”, pero Rafael Caldera, el entonces presidente, se abstuvo de apoyar el movimiento; lo único que hizo el gobierno venezolano fue dar la nacionalidad venezolana a quienes huyeron a territorio verdaderamente venezolano. Entonces, surgen las preguntas: (i) ¿Si el Esequibo es de Venezuela, por qué fácticamente se actúa como si no lo fuera? Y (ii) ¿Si el Esequibo es de Venezuela, por qué dar “nacionalidad venezolana” a personas que se supone “ya son venezolanos” por el mero hecho de que —supuestamente— el Esequibo es de Venezuela? Algunos podrían decir que era para evitar un conflicto bélico, lo cual es sensato, más teniendo en cuenta que Guyana acusó a Venezuela de alentar al movimiento separatista, pero lo cierto es que nunca hubo intención real en ejercer dominio sobre el territorio, ni por parte de España un por parte de Venezuela.

Por si fuera poco, el mismo Hugo Chávez, en su intento por ganarse el favor del continente, en el año 2004 flexibiliza la relación con Guyana y permite las operaciones de infraestructura y desarrollo del gobierno de Georgetown en el Esequibo, llegando incluso a afirmar que la reclamación de 1962, que lleva a la firma del Tratado de Ginebra en 1966, fue “orquestada desde Washington para presionar al gobierno izquierdista de Guyana”; en otras palabras, que el Esequibo nunca fue de Venezuela y, por tanto, nunca debió reclamar a la ONU por ello.

Lo que sucede realmente con la zona del Esequibo es que desde Venezuela se apela a sentimientos nacionales e históricos —totalmente descontextualizados— para decir “esto nos pertenece”, sin haberlo sido efectivamente y sin ser ahora realmente así, porque a nadie le gusta perder. Además de este sentimiento de perdedor, la lucha por un territorio que, de facto, históricamente y culturalmente nunca ha pertenecido al país, actualmente responde más a los hechos de que (i) se ha alimentado la idea —instrumentalizada políticamente— de que Venezuela ha sido víctima de ataques imperiales a lo largo de su existencia y (ii) que ahora se sabe que es rico en recursos naturales. Un absurdo total. Nos encontramos en un escenario de retórica política sin fundamento, apoyado o seguido por una masa que no se preocupa por comprender la historia tal y como se dio, independientemente de si comparten ideologías o no con el gobierno de turno, que no permite soltar y avanzar —que es lo que debe hacer Venezuela con el Esequibo—.

4. Algunas posibles objeciones a lo expresado

Quien haya llegado hasta aquí puede decir que estoy que por la fuerza se pueden ganar territorios, independientemente de su legitimidad, pero tomar tal postura es no comprender lo que desarrollo en el texto; no estoy diciendo que las acciones de Gran Bretaña en el Esequibo hayan sido legítimas y, por tanto, le pertenece —luego heredado a Guyana—, lo que estoy diciendo es que, en el contexto histórico donde se desarrollaron los hechos, Gran Bretaña tenía todas las de ganar, como fue el caso, no es legítimo, pero así fueron las cosas, tampoco fueron legitimas moralmente las acciones de España y aun así hoy se usan las fronteras heredadas del mismo para pelear por algo que Gran Bretaña se ganó de la misma manera. Esto no se trata de ver qué es legítimo o no, se trata de aceptar las cosas tal y como se dieron. He aquí precisamente la contradicción y doble moral de quienes defienden el Esequibo como de Venezuela: que se lucha por algo que otros ganaron de la misma manera en que España y Venezuela, tal y como se concibe en la actualidad, ganaron lo suyo.

También, otros puedes decir que con mi lógica podríamos defender lo que Rusia está haciendo con territorios de Ucrania, pero tal argumento no cabe en el debate; en principio, nos encontramos en diferentes momentos históricos y hoy si tiene más peso el uti possidetis iure que el de facto; en segundo lugar, si de legitimidad y moralidad hablamos, lo correcto sería que cada pueblo, sin importar lo grande o pequeño que sea, pueda establecer las normas por las que se regirá la comunidad o sociedad que en su territorio hacen vida, dando paso al derecho de secesión. Pero como ésta concepción moral no es la que hoy rige el mundo —eso es pedir mucho—, nos tenemos que aguantar con la espuria “legitimidad” de fronteras vinculadas al concepto de Estado-Nación, por lo que las acciones de Rusia son inmorales en la medida en que no respetó la soberanía de otra nación[21].

Otro argumento que pueden decir —aunque más que un argumento es una acusación— es que estoy siendo un apátrida y un traidor por no reconocer el Esequibo como de Venezuela; a estos les respondo: (i) mi patria es donde están mis pies y donde tengo vínculos culturales y emotivos, es de hecho ese el máximo significado del término “patria”, así que si a eso caemos, entonces es más apátrida aquel que quiere decir que es suya una cultura distinta y un terreno que muy probablemente jamás en su vida ha visitado, no conforme con eso, es también un ser con aires de conquistador que pretende criticar a otros conquistadores; y (ii) teniendo en cuenta el punto (i), entonces no solo no soy un traidor, sino que soy aún más nacionalista que aquellos que dicen serlo y pretenden luchar por algo que jamás fue de la nación.

5. Refutando algunas posturas comunes

Habiendo dicho lo anterior, quiero destacar algunos errores que cometen historiadores al momento de hablar sobre el tema en cuestión. Algunos afirman que la sentencia del Tribunal de Arbitraje reunido en París para definir la disputa sobre la frontera del Esequibo con Venezuela y Guayana está viciado de nulidad, y en efecto, visto tal y como se ven las cosas hoy, es así, pero ignora —me gustaría pensar que por emoción— que absolutamente todos los territorios de América se fijaron ilegítimamente, ergo, en última instancia, el territorio “legal” de la Capitanía General de Venezuela tiene el mismo grado de nulidad que el Laudo Arbitral de París.

Algunos, como Manuel Donís —doctor en Historia, profesor universitario e investigador del Instituto de Investigaciones Históricas P. Hermann González Oropeza, S. J. (IIH) de la UCAB—, llegan más allá y dicen que el Laudo de París es una “verdad procesal, pero no real”, dado que “Venezuela no ha aceptado de forma legítima y expresa, ni durante ni después, la ejecución del laudo”[22], pero tales afirmaciones no son del todo ciertas; es cierto que Venezuela protestó por el Laudo de París —de hecho, viene protestando desde 1822 por las continuas invasiones británicas—, pero también es cierto que, por un lado, esto es irrelevante para el contexto de la época y, por el otro, Venezuela nunca trascendió esas contadas protestas, nunca ejerció dominio en la zona y nunca se preocupó efectivamente por lo que sucedía en la zona.

Otros apuntan a que España siempre ejerció soberanía allí para despues sostener cómo el terreno es de Venezuela por herencia. En esta línea, el abogado Freddy Guriérrez Trejo publicó un artículo donde dice que, “antes de la guerra de independencia, España ejercía sus dominios sobre esos espacios que tiempo después estuvieron en controversia”, pasando a mencionar que “entre 1819, año de celebración del Congreso de Angostura, y la Constitución de 1821 en Villa de Rosario, que crea la Gran Colombia, se definió el espacio” del país fundamentado en la Capitanía General, algo que se sostiene en el uti possidetis iure que considera “incuestionable” y de “aceptación universal”[23], craso error. En primer lugar, ya vimos cómo hasta finales del siglo XIX el uti possidetis iure no era de aceptación universal y más bien quedaba solapado por el uti possidetis facto; en segundo lugar, si bien es cierto que en papel es incuestionable que el territorio se consideraba “de Venezuela”, es falso que España ejercía dominio efectivamente en la zona en reclamación del Esequibo y también es cuestionable que lo haya ocupado al mismo grado que lo hizo Gran Bretaña.

Pero, así como Venezuela ha establecido como suyo el Esequibo desde 1811, Gran Bretaña lo hizo —sea por omisión, o por ocupación de facto— en los años siguientes, especialmente desde 1831. Además, en la actualidad —y desde siempre con los holandeses y británicos— es Guyana, que desde 1980 establece la inclusión del territorio dentro de sus límites en la Constitución, quien administra como propio el Esequibo, sin importar los reclamos de Venezuela.

En este sentido, tengo que recordarle a estos historiadores y abogados que este tipo de conflictos históricos a veces no se resuelven solamente por lo que es considerado “legal” o “moral”, los mismos acontecimientos y la continua pelea por las dos concepciones del derecho para fijar fronteras oscurece el asunto. Empero, si ampliamos y vemos el panorama completo, se esclarece y pueden vislumbrarse caminos de solución del conflicto. Por todo lo expresado hasta ahora, indudablemente el Esequibo no puede ser considerado de Venezuela.

6. Conclusiones finales

En resumen, desde la llegada del Imperio Español a América, España se adjudicó el territorio del Esequibo sin que más tarde —jamás— se esforzara en explotar ni en establecer en el sitio, tal y como sí lo hizo con otras zonas de Venezuela; y esto en una época de imperios, dominio y conquista puede salir muy caro. Más adelante, cuando Venezuela se separa del imperio, las autoridades del país tampoco se preocuparon por establecerse en el lugar, pues se concentraron en librarse de España y, una vez constituida Venezuela como independiente en 1830, en institucionalizar la nueva nación; todo en una época donde el Imperio Británico crecía cada vez más y la posesión de facto importaba más que la de derecho. Si bien Venezuela protestó por lo que consideraba suyo, no pudo hacer mucho.

Además, dejando de lado el territorio como tal, hay que tener presente que el pueblo del Esequibo no comparte fuertes vínculos culturales con la población Venezolana, precisamente por la poca incidencia que tuvo España y luego la constituida Venezuela en el lugar, por tanto, adjudicarse el Esequibo como propio y pelear por él —si llega a darse el caso— atentaría contra la libre determinación de ese pueblo. La cosa sería distinta si se hiciera un referéndum en el que participaran absolutamente toda la población del Esequibo y se le preguntara si quieren formar parte de Venezuela o no —a lo que muy probablemente gane el “no”, porque a esa gente no le interesaría formar parte de un país sumergido en la peor crisis política, económica, social y, en suma, existencial de toda su historia, mucho menos bajo la dictadura de Nicolás Maduro—.

En este orden de ideas, destaca la idea de que la misma España y la misma Venezuela ganaron sus fronteras a punta de bayoneta, por lo que no se diferencian en nada a lo que hizo Gran Bretaña y, en última instancia, apegandonos a la ley de decencia elemental y, por tanto, la moralidad universal, todas las fronteras de hoy son “ilegitimas” por su origen de conquistas. Si hemos de juzgar el Esequibo como propio por que fue “arrebatado por los británicos”, también hemos de juzgar como “no propio” todas las fronteras de Venezuela que les fueron arrebatadas a los nativos. Pero como apelar a esto en el vacío es una estupidez —pues hay que desarrollar argumentos morales para fijar límites teritoriales partiendo del concepto de propiedad privada; que aquí no compete—, y dado que no se puede resarcir a los nativos fallecidos con el territorio que les fue arrebatado y que todos los protagonistas de los conflictos territoriales del siglo XIX están muertos, simplemente hemos de aceptar que Venezuela perdió el territorio, es lo más sensato.

Sin embargo, si alguien quiere realmente defender fronteras territoriales y estar en línea con su sentir nacionalista y/o patriótico, lo invito a que comience a exigir el derecho a secesión para que cada comunidad del país determine su futuro, en un contexto donde en “nuestro mismo territorio” un gobierno tiránico somete a toda una sociedad dentro de las fronteras que domina.

Venezuela no necesita el Esequibo, que desde hace mucho tiempo no le pertenece —nunca lo hizo de forma efectiva—, lo que necesita es salir de la crisis actual, re-institucionalizarse, y respetar la libertad de todos sus habitantes en busca del desarrollo; y eso no se logra en una pelea territorial sin sentido, sino enfocándonos en nuestras propias necesidades y ver como satisfacerlas, con trabajo, responsabilidad y respeto a todos los que nos rodean. Antes de pretender ejercer dominio sobre un territorio ajeno, Venezuela debería preocuparse por dominar bien el suyo.


[1] Esto lo menciona Rafael María Baralt en sus textos del siglo XIX. Al respecto, puede revisar: Rafael María Baralt. 2016. Resumen de la historia de Venezuela, Tomo I. publicado por Editorial UNERMB. Págs. 357-362. El autor relata cómo Diego de Ordaz se lo llevan preso a Santo Domingo después de su notable fracaso en la expedición y, aunque se libra, e incluso es incentivado a continuar, decide marcharse a España por su estado de Salud, muriendo envenenado en el camino.

[2] Ibídem., pág. 362.

[3] Ibídem., pág. 365.

[4] Ibídem., pág. 367, 368. Para estas fechas, la reina Isabel se encontraba en guerra con Felipe II, Francia y Países Bajos, pero no por ello desentendió las expediciones inglesas en la actual América. De hecho, la ciudad que habían fundado los españoles en Trinidad fue destruida por los británicos en 1595 y las expediciones británicas continuaron por el Orinoco, pero ya para 1603 Gran Bretaña se encontraba en relativa paz con España, por lo que incluso fueron ejecutados aquellos que atacaron colonias españolas para la fecha (ver Ibídem., pág. 370). Es necesario mencionar que para 1595 los neerlandeses son “expulsados” del área por los españoles, firmando un acuerdo donde se establece la frontera oriental en el Río Esequibo. Si bien, la cosa no cambia: los españoles se enfocaron más en su búsqueda del Dorado y no se establecieron en las zonas del Esequibo —seguir leyendo el texto—.

[5] Ibídem., pág. 371.

[6] Ibídem., pág. 374.

[7] Ibídem., pág. 375.

[8] Para el año 1666 los holandeses son expulsados por los ingleses, empero, la administración de la zona sigue estando a manos neerlandesas. No fue sino hasta 1814 cuando los territorios holandeses pasan oficialmente a las manos de Gran Bretaña, desembocando en que en el año 1831 se constituyera la Guyana Británica, como veremos más adelante.

[9] María A. González P. 2015. La Guyana Esequiba: la pérdida del Esequibo venezolano a propósito del arbitraje del Laudo de Paris de 1899. Bogotá, Colombia. Tesis para obtener la Maestría en Relaciones Internacionales por la Pontificia Universidad Javeriana. Pág. 17.

[10] Ibídem., pág. 18.

[11] Ibídem., págs. 11, 19.

[12] Rafael María Baralt. 2016. Resumen de la historia de Venezuela, Tomo II. publicado por Editorial UNERMB. Pág. 54. Cabe mencionar, como dato curioso, que fue precisamente la isla de Trinidad el lugar desde donde salió el arsenal para armar a los independentistas que terminaron por conseguir la separación de Venezuela del Imperio Español, orquestado en buena medida por Francisco de Miranda.

[13] Óp. Cit. La Guyana Esequiba: la pérdida del Esequibo venezolano a propósito del arbitraje del Laudo de Paris de 1899., pág. 17.

[14] Óp. Cit. Resumen de la historia de Venezuela, Tomo II, pág. 69.

[15] Óp. Cit. La Guyana Esequiba: la pérdida del Esequibo venezolano a propósito del arbitraje del Laudo de Paris de 1899., pág. 20.

[16] Ibídem., pág. 22.

[17] En Ibídem. Esto es importante, porque muestra cómo Venezuela misma pone en duda su “derecho” sobre el Esequibo, sea porque no administraba fácticamente la zona o porque temía a Gran Bretaña.

[18] Ibídem.

[19] Ibídem.

[20] No fue sino hasta mucho tiempo después, en 1962, cuando la denuncia de Venezuela se hace efectiva, dado que se descubrió en 1948 que los abogados estadounidenses que representaron a Venezuela en 1899 habían negociado en secreto con Gran Bretaña para despojar legalmente a Venezuela del Esequibo. Así, Marcos Falcón Briceño, canciller de Venezuela, acude a la ONU y denuncia ante el mundo que considera nula la decisión del Laudo Arbitral de París.

[21] Aquí habría que ver además si la población que habita en los territorios de ucrania anexados por Rusia quieren realmente formar parte de Rusia, porque si ese es el caso, se cae el discurso y argumento de legitimidad y moralidad de quienes sostienen que el territorio es de Ucrania, yendo en contra de la libre determinación de los pueblos que allí habitan. Pero eso es otra historia; solo menciono el caso a modo de ilustración del punto que he desarrollado.

[22] En Grace Lafontant. 2023. Historiador Manuel Donís: “El Esequibo es legítimamente venezolano”. Artículo publicado en El Ucabista. Puede acceder a través de: https://elucabista.com/2023/05/09/historiador-manuel-donis-el-esequibo-es-legitimamente-venezolano/ (Consultado el 11 de septiembre de 2023).

[23] Freddy Gutierrez Trejo. 2023. El Esequibo y el referéndum. Articulo publicado en el portal TalCual. Puede acceder a través de: https://talcualdigital.com/el-esequibo-y-el-referendum-por-freddy-gutierrez-trejo/ (Consultado el 12 de octubre de 2023).