Por Juan Figueroa.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, declaró este jueves en su discurso sobre el Estado de la Unión que «ahora nuestra economía es literalmente la envidia del mundo»
Como se esperaba, Biden hizo el discurso del Estado de la Unión más populista y demagógico de sus tres años de mandato, al asegurar que el país experimenta «la mayor recuperación económica de su historia» y que «ahora nuestra economía es literalmente la envidia del mundo», entre otras afirmaciones.
La aseveración no puede estar más lejos de la realidad económica que sufren los estadounidenses desde que Biden se instauró en el poder, pero muy a tono con un año electoral, y muy similar a las promesas inclumplidas que hizo en 2020.
El Presidente pareció estar más dentro de un guión teatral hollywoodense que hablándole al pueblo de EE. UU. Su presentación estuvo dirigida en todo momento a covencer a los votantes de su supuesto vigor físico y mental, y pasar un necesario examen público después de sus recientes y graves errores cognitivos, que saltaron todas las alarmas dentro y fuera de Washington.
En este marco, Biden evitó dar cifras de llegadas de inmigrantes, que ya superan los 9 millones, y mucho menos adentrarse en el escabroso tema de inmigración que puntea en todas las encuestas como la demanda más urgente de los estadounidenses. En cambio, lo que hizo fue desviar la atención hacia el expresidente Trump y hacia un proyecto de ley que aboga por el mismo desorden y descontrol en la frontera, de ahí el rechazo rotundo del presidente de la Cámara de Representante, Mike Johson, a discutir el plan.
«No demonizaré a los inmigrantes diciendo que están envenenando la sangre de nuestro país», señaló
También, instó a la Cámara de Representantes, controlada por los republicanos, a respaldar un proyecto de ley bipartidista destinado a «restringir» el flujo migratorio en la frontera con México, enfatizando la «aceleración» de las expulsiones y el «fortalecimiento» de los criterios para las entrevistas de asilo basadas en el miedo creíble. Esta postura subraya una vez más la reticencia de Biden a cerrar la frontera, a pesar de poseer la autoridad legal para hacerlo en aras de la seguridad nacional, y su tendencia a desviar la responsabilidad hacia los republicanos. Estos últimos defienden una inmigración ordenada y conforme a la ley y la Constitución, en contraste con la situación actual bajo la administración Biden, caracterizada por un desastre continuo en la frontera sur del país. Los costos directos e indirectos asociados a esta crisis ya han superado los 600.000 millones de dólares, impactando directamente en los bolsillos de los contribuyentes.
El discurso emitido desde el despacho oval no solo reflejó la encrucijada en la que se encuentra ante la marcada desaprobación hacia su gestión, la cual supera el 70% en encuestas que incluyen a votantes y jóvenes demócratas. Es evidente que Biden ahora buscará todos los recursos disponibles para intentar cambiar la opinión actualmente desfavorable entre los votantes.
Al afirmar: «Asumí el cargo decidido a ayudarnos a superar uno de los períodos más difíciles de la historia de nuestra nación», Biden intenta proyectar una imagen de liderazgo y resiliencia. Sin embargo, sus palabras chocan con la cruda realidad económica que enfrentan millones de estadounidenses, pues más del 64% de los consumidores luchan por llegar a fin de mes, con ingresos disminuidos en más del 30% debido a la peor inflación en casi cinco décadas. Estas cifras sumergen a los espectadores del discurso en un estupor ante las afirmaciones sobre una recuperación económica que parece distante y desconectada de sus realidades cotidianas.
Actualmente, los consumidores se enfrentan a precios que superan el doble de lo que pagaban durante los picos de la pandemia de COVID-19 en 2020, durante la administración del presidente Donald Trump, en un momento marcado por la recesión debido a la crisis sanitaria.
Desde su primer día en la Oficina Oval, el presidente Biden ha promulgado más de 74 órdenes ejecutivas en menos de dos semanas, desmantelando el progreso económico logrado durante el mandato de Donald Trump. Esta rápida acción ha sumergido a Estados Unidos en la peor inflación registrada en las últimas cinco décadas, alcanzando un alarmante 9.1%. Sin embargo, analistas independientes sugieren que esta cifra podría ser aún mayor, pintando un panorama económico sombrío para millones de estadounidenses.
Biden rompió todos los récords negativos
La administración de Joe Biden ha marcado un hito en los indicadores económicos de la nación, pero, lamentablemente, en una dirección negativa. A pesar de las bajas cifras de desempleo, atribuidas en gran medida a medidas implementadas durante la administración anterior y la respuesta a la pandemia de COVID-19, la economía estadounidense ha enfrentado una serie de desafíos significativos.
La escasez de mano de obra ha alcanzado proporciones alarmantes, con más de 11.9 millones de puestos de trabajo vacantes, lo que ha generado una crisis prolongada. Este fenómeno ha sido exacerbado por la disminución en las ventas de viviendas durante más de 14 meses consecutivos, así como por la persistente contracción en la actividad manufacturera y la crisis bancaria de 2023.
El déficit comercial ha alcanzado niveles récord, superando casi un billón de dólares en 2022, mientras que la deuda pública actual ha llegado a los 34 billones de dólares. La política antiindustria petrolera implementada por la administración Biden ha provocado aumentos significativos en los precios del combustible, lo que ha contribuido a una escalada generalizada en los precios y la inflación.
A pesar de que la pandemia estaba en declive al inicio de su mandato y la economía estaba en proceso de recuperación, las decisiones políticas de Biden han tenido un impacto negativo, generando los mayores gastos federales en la historia del país, con excepción del año 2020 debido a la pandemia. Este retroceso económico intencionado ha llevado a una preocupante situación financiera para Estados Unidos.
Trump al frente de las encuestas
Desde el inicio de su intervención, Biden mantuvo un enfoque constante en criticar al expresidente Trump, lo cual no sorprendió dada su baja popularidad entre los estadounidenses y los resultados desfavorables en las encuestas. En este momento, Biden se enfrenta a una situación en la que tiene mucho que perder y pocas victorias que destacar durante sus tres años en el cargo, a excepción de las cifras de desempleo.
El expresidente Trump, quien ha sido el centro de atención en las elecciones primarias y ha asegurado su nominación republicana en el Supermartes, lidera en todas las encuestas nacionales con una ventaja de 6 a 8 puntos sobre Joe Biden. Además, Biden se encuentra bajo un escrutinio masivo debido a preocupaciones sobre su salud mental y física, exacerbadas por un informe del fiscal especial Robert Hur.
La investigación sobre documentos clasificados hallados en propiedades de Biden reveló que no pudo recordar la fecha en que fue vicepresidente durante la administración de Barack Obama ni la fecha de fallecimiento de su hijo en 2015. Estos episodios se suman a una serie de confusiones notables, incluyendo errores al nombrar a líderes mundiales y confusiones sobre sus propios familiares, que evidencian problemas cognitivos persistentes.
En otro punto de su discurso, Biden criticó los llamados a una revancha electoral de su contrincante seguro en noviembre, Donald J. Trump, al hablar de un futuro basado en los valores fundamentales de Estados Unidos, como la honestidad, decencia, dignidad e igualdad. Sin embargo, sus propios desafíos personales y políticos plantean interrogantes sobre su capacidad para liderar el país hacia ese futuro deseado.
Sobre la libertad y la democracia
El presidente, en un intento por movilizar al electorado, ha repetido en varias ocasiones que «la libertad y la democracia están bajo ataque» debido a la posible nominación de Trump, reflejando una atmósfera de constante tensión política en el país.
Es necesario recordar que, durante los últimos tres años, los estadounidenses han sido testigos de una serie de ataques a la democracia, la estabilidad nacional y el uso partidista del sistema judicial. Las acusaciones que enfrentan Trump y sus seguidores más cercanos son solo algunos ejemplos del grave deterioro institucional que se ha vivido. El caos en la frontera sur refleja el incumplimiento de las leyes migratorias y constitucionales, así como los esfuerzos para eliminar a Trump de las boletas electorales en estados controlados por la izquierda extrema.
En cuanto a la situación en Ucrania, Biden ha instado al Congreso a aprobar un paquete de ayuda adicional de más de 60.000 millones de dólares para enfrentar la agresión rusa. Sin embargo, los intentos anteriores no han logrado detener el avance del ejército ruso ni los bombardeos en Ucrania, planteando dudas sobre la efectividad de más asistencia.
A pesar del apoyo armamentístico brindado a Ucrania, la guerra continúa sin dar señales de una eventual victoria ucraniana sobre Rusia. En un intento de mostrar firmeza, Biden declaró: «Yo no me inclinaré» frente al presidente Putin. Sin embargo, su postura respecto a Israel ha sido ambigua, defendiéndolo y criticándolo simultáneamente en un intento por complacer a todas las partes involucradas; tan solo en su discurso, Biden pidió un alto el fuego de seis semanas entre Israel y Hamás, pero también criticó a Tel Aviv por el uso de la ayuda a Gaza como moneda de cambio, evidenciando la complejidad y la delicadeza de las relaciones internacionales en la actualidad.