Por Carlos Infante, coordinador local de EsLibertad Venezuela.
La libertad es un concepto histórico que se puede conseguir inclusive en los libros religiosos mas antiguos que conocemos en la actualidad, esto es porque el sentir de libertad es el engranaje indiscutible que mueve el desarrollo de la sociedad. Desde la época de la esclavitud de los judíos en el antiguo Egipto, hasta la caída del muro del Berlín y, más actualmente, en las luchas de la independencia de varias naciones, la libertad se ha conjugado en las mentes e ideologías de las personas como el ideal que se espera obtener, como la forma de vida intrínseca que debemos tener para poder evolucionar y desarrollar nuestras vidas como seres humanos hechos y derechos de la sociedad.
Teniendo en cuenta el impacto mundial de la liberad y su impacto innegable en todo el planeta, era de esperarse que dicho ideal también sea representado en el arte, la música, la literatura y en el 7mo arte, en la historia tanto de la literatura como de la cinematografía, es realmente difícil conseguir algún material que no toque de manera directa o indirecta temas relacionados con la libertad, les reto a pensar sobre obras literarias y cinematográficas que se hayan desligado completamente sobre la definición de la libertad y no la mencionen ni directa ni indirectamente, quizá puedas conseguir algunos, no digo que no, pero definitivamente se te hará muy difícil.
El arte imita la vida y la vida a veces imita al arte, es por esto que aseguro que será muy difícil conseguir material literario o cinematográfico que no toque de alguna manera las aristas de la libertad, a tal punto que puedo mencionar algunos ejemplos que suenan descabellados, pero que definitivamente de alguna manera hablan sobre la libertad, e inclusive sobre las libertades individuales como, por ejemplo, la película de Tim Burton “Edward manos de tijeras”, o también de Tim Burton “El Grinch”, algo más moderno, podría ser toda la saga de Rápidos y Furiosos, incluso en series como “Las sombrías aventuras de Sabrina”, “Sucession”, “Alf”, entre otros, puedo hacer una lista enorme sobre todas las películas y series que mencionan de manera directa o indirecta algo sobre la libertad, y la lista puede ser aun mas grande si añado obras literarias.
Ahora bien, teniendo en cuenta que —creo— ya les convencí que la mayoría de obras literarias, de cine y tv suelen añadir en sus historias, algunas aristas de la libertad, quiero tocar ciertos puntos importantes, ya que, a través del tiempo, autores, productores, guionistas y directores, han trabajado en conjunto, quizá sin darse cuenta, para advertir al publico sobre los peligros del totalitarismo y el autoritarismo contra la libertad, y en este articulo vamos a conversar sobre los parecidos que hay entre: Harry Potter, Las crónicas de Narnia, Game of Thrones y la Granja de Orwell.
Lo primero que debemos destacar sobre estas obras maravillosas es que todas son libros que fueron adaptados, ya sea al cine o la televisión, eso da fe del tremendo impacto cultural que cada una de estas obras a tenido en la sociedad, tanto del siglo pasado como del presente, pero quizá lo que las personas no se han dado percatado es que hay similitudes interesantes entre estas obras, que de por sí son muy diferentes si comparamos el contendo base, pero si las analizamos podemos entender de donde salen estas similitudes. Vamos a ir enumerándolas y especificándolas para que se entienda mejor la importancia de analizar estas historias.
Primero: las 4 obras hablan sobre un personaje —principal o secundario— que por alguna razón han perdido algo —un familiar, una propiedad, un derecho—. De esto derivan normalmente acontecimientos que hacen que estos personajes se replanteen su modo de vida y decidan accionar de alguna manera. En el caso de la granja este personaje es el granjero que pierde la granja; en el caso de Harry Potter, es Harry que pierde a sus padres; en Game of Thrones, son los Strak cuando pierden a Ned; y en Narnia, son los hermanos Pevensie cuando deben mudarse y dejar atrás a sus padres por la guerra.
Segundo: luego de que nuestros protagonistas o personajes secundarios se dan cuenta de que han perdido algo y que los acontecimientos de esta perdida los han llevado a que sus vidas cambiaran para siempre, viene la parte donde los personajes deben emprender un viaje para descubrirse o buscar venganza. En este proceso, se dan cuenta de que su aventura será más difícil de lo esperado, y es aquí donde normalmente se nos presenta la problemática principal o el villano de la historia. En la Granja la problemática eran los cerdos que comandaban a los animales; en Harry Potter es Lord Voldemort; en Game of Thrones son los Lannister; y en Narnia es la bruja blanca.
Tercero: es en este momento, cuando la historia da a conocer el problema o al villano, que los personajes conocen el sistema al que tienen que enfrentarse, el totalitarismo o autoritarismo, sistemas que son manejados y liderados por sus respectivos villanos —en Game of Thrones el Rey era Robert Baratheon pero quienes tenían el mayor poder político eran los Lannister y, una vez Robert muere, son los Lannister que afianzan su reclamo al trono, desde donde inician un sistema totalitario, contrario al de Robert que era respetoso de las casas nobles de Westeros; en Harry Potter, el sistema fue construido desde adentro por los Mortifagos, seguidores de Voldemort, que obedecían sin chistar todo lo que su amo les decía y les pidiera, es así como logran imponer una nueva directiva en Hogwarts, para después lograr poner un Primer Ministro en el Ministerio de Magia que sea adepto a Voldemort y sus ideales; en La Granja, los cerdos manejaban un autoritarismo disfrazado de democracia, ya que manipulaban a los animales para que aceptaran hacer lo que el líder quiera sin necesidad de dar explicaciones; y, por ultimo, en Narnia la bruja blanca destrono el reinado de Aslan a través de la fuerza y se autoproclamo reina, iniciando un gobierno de terror que le permitía tener el control completo de Narnia y sus habitantes a través del miedo—.
Cuarto: Cuando los protagonistas se dan cuenta del nivel de peligro del sistema al que se están enfrentando, es aquí cuando se dan cuenta verdaderamente de que, si no hacen algo, sus vidas, sus libertades, derechos y las de sus amigos y seres queridos no podrán salvarse, y es aquí cuando inician una aventura para hacerle frente al sistema gobernado por su villano. Y en cada una de las historias vemos que se logra a través de las alianzas, de la diplomacia y del apoyo.
Una vez que los protagonistas definen el problema, es cuando buscan la solución, ¿Cómo? Buscando aliados que estén sufriendo lo mismo que ellos; es así como, de repente, todos se dan cuentan que sus vidas y libertades peligran y que deben hacer algo para cambiar el sistema. Por ello es que al finalizar la historia vemos como los protagonistas luchan para defender sus vidas, libertades y derechos de un sistema que se construyó para derrotarlos y esclavizarlos, y claro, al final, ganan la batalla y restauran la justicia, la libertad y los derechos para que todos los animales no pasen hambre, para que los muggles y los mestizos no sean asesinados y torturados, para que el reinado vuelva a la paz después de la guerra y para que se instaure la justicia en el reino.
Es así como de manera sutil los autores integran en sus obras las ideas de la libertad, sus principales enemigos y como la sociedad puede luchar para proteger sus derechos y libertades ante un sistema que fue impuesto y construido para destruir a la sociedad en busca de un poder absolutista que solo busca dar mas poder al tirano a costa de las libertades y derechos de los ciudadanos y la sociedad. Por esto, es importante analizar siempre lo que vemos y leemos, para que aparte del entretenimiento que nos brinda, también nos pueda dejar enseñanzas y moralejas importantes que nos pueden ser de gran ayuda en algún momento dado para defender nuestras libertades.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
En el pasado he hablado sobre los fundamentos colectivistas[1] e inmorales[2] del Socialismo; estos fundamentos definen las acciones que lleva a cabo el sistema con tal de amoldar a la sociedad a su concepción —diametralmente opuesta a realidad— de cómo debería ser el mundo. También, hemos visto que el socialismo, al arremeter contra las acciones individuales de los actores sociales con el objetivo de modificar su conducta y someterlo al colectivo, por extensión, controla y modifica la economía —lo cual va en contra de la creencia popular de que “el socialismo es la socialización de los medios de producción” para pasar a verlo como “un sistema que ataca la libertad y, por extensión, se controla la economía”. Es decir, no es que el socialismo se limite a la economía y luego esto repercuta en los demás ámbitos de la vida del individuo, es que, primero, intenta modificar toda acción individual en cada campo, acciones que son económicas. Dicho de otra manera, el resultado económico del socialismo es producto de las previas acciones ejercidas inmoralmente para disminuir la individualidad del ser humano, primero es el ataque sistemático al individuo, a su propiedad, para moldearlo, luego es el resultado económico—. Estas acciones lógicas del sistema, congruente con sus fundamentos, son en líneas generales: sujeción del individuo al colectivo, colectivo que a su vez responde al órgano director —entiéndase: Estado—; esto requiere necesariamente la destrucción de la propiedad y la veneración de la “propiedad colectiva”.
En socialismo, la economía en general está dirigida por el Estado; la propiedad es casi inexistente, pasa a manos de la propiedad colectiva que es dirigida por el Estado, quien decide qué es lo que se producirá, cómo, cuanto, cuando y también cómo distribuirlo entre los miembros de la sociedad; en otras palabras, cada individuo es restringido de usar libremente sus bienes. Ahora bien, el Estado puede hacerse cargo el directamente de los medios de producción o puede no hacerlo formalmente pero obligar a los actores a darle una parte, por lo general grande, de los beneficios de la producción en manos “privadas”; esto no hace que el socialismo tenga un menor grado, es lo mismo, se está limitando a los individuos a disponer de sus bienes; esta restricción también es un medio de socialización de la producción, puesto que lo recaudado —robo—, en el mejor de los casos será luego repartido entre el colectivo —en el peor de los casos, que es, casualmente, lo que más se asemeja a la realidad, los políticos se hacen de buena parte, sino toda, de lo sustraído de los beneficios de la producción. Esto es, corrupción—. Este sistema, en donde el Estado maneja la producción, distribución, los intercambios y el consumo[3], se conoce como planificación económica o intervencionismo, que no es más que una planificación centralizada que se lleva a cabo coactivamente en detrimento de las libertades de los actores sometidos a este régimen del mal.
A continuación, presento un cuadro donde resumo las características principales de una economía socialista[4]:
Estas acciones llevan al desastre económico y social en general, el resultado económico ineludible del socialismo es la miseria. En anteriores oportunidades también he explicado que la libre ejecución de la empresarialidad de los individuos crea nueva información que, a su vez, es transmitida eficazmente a través del sistema de precios —parte de ella—. Esto hace posible que los actores puedan realizar cálculos económicos que le permitan alcanzar con más probabilidades de éxito sus fines, lo que lleva a que la sociedad se coordine y pueda desarrollarse en el tiempo —avances de la civilización—; pues bien, a priori, si los actores sociales no pueden ejecutar su empresarialidad, entonces no hay información nueva, no hay sistema de precio eficaz, por lo menos no como transmisor de información y coordinador social, y, por tanto, el cálculo económico se dificulta y los actores se les hace extremadamente difícil alcanzar sus fines, mucho menos valorar su rentabilidad en comparación a otros proyectos. Entendemos precio como lo que es, una relación de cambio; cuando dos personas transan en el mercado intercambiando sus títulos de propiedad, esta operación queda registrada en la historia y servirá como guía a los siguientes actores que quieran realizar la misma operación o una parecida en el presente; ahora bien, para poder realizar intercambios, los actores deben ser los propietarios de lo que se está intercambiando, por lo que el precio está íntimamente relacionado con la propiedad privada.
Sin embargo, en una economía socialista, en donde los medios de producción están socializados, es imposible que pueda formarse precio alguno, por lo menos en lo que a bienes de capital respecta, porque, al no haber propiedad privada, se elimina la base de la formación de precio; explico con un ejemplo: si un grupo organizado lechero —colectivo lechero— entrega leche al grupo organizado de carne —colectivo de carne—, cabe decir que ambos colectivos están sujetos a las instrucciones del Estado y que los “intercambios” —que en realidad es traspaso— se realizan de acuerdo a las necesidades de los colectivos, no se forma precio alguno, no hay relación de cambio, y no lo hay simplemente porque no se está “vendiendo” nada, se está cediendo, regalando, entregando el bien de acuerdo a la necesidad del otro estipulada por el órgano director; para que se pueda “vender”, lo que implica necesariamente intercambio de título de propiedad, el colectivo lechero tendría que ser dueño de los medios de producción de leche y el colectivo de carne tendría que ser propietario de los medios de producción de carne; pero esto ya sería sindicalismo, no socialismo; en éste no sería posible que el colectivo lechero quisiera vender la leche puesto que ellos no son dueños de la leche, incluso podría ser castigado severamente si intenta hacerlo. Entonces, tenemos que la base de los precios es la propiedad y que el sistema de precios es un transmisor de información.
No conforme con esto, también se ha explicado en otros lugares que el horror intelectual del socialismo consiste en que carece de la capacidad de poder hacerse de toda la información que surge en el mercado por las características de dicha información[5]. Entonces, al no poder poseer la información necesaria para organizar de forma centralizada la economía —la sociedad en general— y al no poseer sistema de precios —por lo menos no a un nivel profundo que llegue hasta los medios de producción—, que curiosamente ayuda a transmitir información y conocimiento a través de montos o ratios de intercambios históricos de bienes, que a su vez es resultado de la cooperación voluntaria entre los individuos transando en el marco de la propiedad privada, es imposible realizar calculo económico eficaz[6] alguno en el sistema[7].
En otras palabras, en Socialismo es imposible realizar cálculo económico ya que:
No se puede “crear” información al mismo nivel que en libertad, información que tiene más probabilidades de ser útil al actor social, debido a la coacción que limita al individuo de ejercer su empresarialidad.
No se puede “captar” debidamente la información existente por dos razones; primero, los individuos están limitados a servir al colectivo, no a conseguir sus propios fines, por lo que no se ven en la necesidad de distribuir sus recursos escasos valorados subjetivamente para usarlos competitivamente en busca de alcanzar sus fines, no sienten la necesidad de “captar” una información que no necesitan; segundo, al no haber sistema de precios optimo, no hay mecanismos de “captación” de información eficaz, lo que está íntimamente relacionado con el siguiente punto…
No se puede “procesar” la información: es obvio, ¿Cómo procesar algo que no existe o no se puede percibir por no tener los mecanismos necesarios para hacerlo? Esto lleva a lo siguiente…
No se puede “transmitir” la información o conocimiento eficazmente en la sociedad, lo que tiene como resultado que esta no pueda coordinarse y desarrollarse en el tiempo.
No se puede “integrar” la información esparcida en la sociedad; es decir, los actores sociales no pueden incorporar a su, llamémoslo así, sistema de conocimiento la información del mercado, o parte del conocimiento disperso entre todos los demás actores que puede valorar y aprovechar para la consecución de sus propios fines.
Todo esto enmarcado en el ámbito de la acción es gracias a la propiedad; es en el marco de la propiedad privada que una buena economía, una economía libre, adquiere pleno sentido, en el que se determinan los precios que más tarde facilitan la toma de nuevas decisiones y acciones que terminaran, de forma no deliberada, por ajustar o coordinar a la sociedad.
A continuación, presento un cuadro en el que resumo las razones por las cuales este tipo de régimen económico solo tiene como resultado la decadencia social en todo el sentido de la palabra.
Visto todo esto, es entendible entonces la imposibilidad de lograr el progreso económico y social del Socialismo y de que su único resultado posible sea la involución social. La teoría lógica lo muestra y la evidencia histórica llegó para ilustrarlo.
[3] Al ser el Estado quien provee los productos/servicios, no hay variedad en el mercado, por lo que las personas no tienen muchas opciones para elegir. En pocas palabras, las personas solo pueden adquirir lo que el Estado provee, sin importar su calidad y precio.
[4] Note que, en esencia, esto no se diferencia en nada de las características mostradas del fascismo, nazismo o cualquier otra manifestación del colectivismo mostrado en óp. Cit. Socialismo, máxima expresión del colectivismo., sección: “El Fascismo y el Socialismo, dos hermanos de la misma madre: Colectivismo”.
[6] Mises dice que es imposible el calculo económico, pero a mi juicio se equivoca. Para ser más exacto, creo que lo mejor sería decir: “se imposibilita el calculo económico eficaz” o “se dificulta el calculo económico”, haciendo que las probabilidades de éxito disminuyan en el proceso de consecución de un fin. Empero, explicar los errores de Mises en busca de optimizar la teoría no es el fin de este texto (Ver nota 7).
[7] La teoría sobre la imposibilidad del Socialismo se la debemos a Ludwig von Mises que, con una clarividencia impresionante y el coraje intelectual que le caracterizaba, siempre en busca de la verdad, desarrollo y sostuvo desde el año 1922 con su obra “Die Gemeinwirtschaft: Untersuchungen über den Sozialismus” (este libro fue traducido al inglés de la segunda edición alemán revisada -1932- por J. Kahane y publicada en Londres por Jonathan Cape -1936- bajo el título “Socialism: An economic and Sociological Analysis”. La primera edición en castellano de “El Socialismo: Análisis económico y sociológico” estuvo a cargo del distinguido pensador mejicano Manuel Montes de Oca y se publicó en México agotándose rápidamente), que este sistema es inviable. Sobre el cálculo económico, revisar la segunda parte del libro titulada “La economía de la comunidad socialista” (pág. 99-278), específicamente los capítulos 1, 2 y 7 de la sección 1 —“naturaleza de la economía” (pág. 101-120), “las características de la producción socialista” (pág. 121-143) y “la impracticabilidad del Socialismo” (pág. 210-220) respectivamente—; el autor también ayuda a comprender mejor el proceso y los resultados de la economía socialista en la quinta parte titulada “El Destruccionismo” (pág. 470-535). Con respecto a este último término, el destruccionismo, así llama el autor al “intervencionismo” llevado a cabo por el órgano director, usa el término debido a los resultados negativos a los que siempre lleva esta práctica. Éstas citas corresponden a la tercera edición en español (1989), una traducción al español de Luis Montes de Oca.
Este domingo, el libertario Javier Milei asumió la presidencia de Argentina, en un breve acto en el Congreso donde el mandatario saliente, Alberto Fernández, le entregó la banda y el bastón, que son atributos de la primera magistratura.
La sesión arrancó pasadas las 11:00 de la mañana, hora local, con la apertura de la sesión de la Asamblea Legislativa, que tuvo como único punto en la agenda la sucesión presidencial.
Allí, la vicepresidenta saliente, Cristina Fernández de Kirchner (CFK), inició la sesión con el himno nacional y luego dio paso a la lectura de la resolución con la que se declara la asunción de Milei.
Cabe mencionar que, acto siguiente a las palabras de CFK y leído el primer artículo, estallaron los gritos de «Libertad, Libertad, Libertad», en el hemiciclo, en respaldo al libertario.
Además, destaca que Milei, que ha prometido un «cambio de época» en Argentina, comenzó con un giro al protocolo, ya que se abstuvo de pronunciarse ante el Congreso.
Si bien, luego se dirigió al Congreso y, a su llegada, Milei fue recibido por Fernández de Kirchner, que lo acompañó a la firma del libro de huéspedes honorables, donde el libertario escribió el lema de la campaña que lo llevó al poder: «Viva la libertad, carajo».
Posteriormente y ante la Biblia, Milei juró: «Defender por Dios y por la patria, sobre estos santos evangelios, desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de presidente de la Nación argentina y observar y hacer observar fielmente, en lo que en de mí depende, la Constitución de la Nación argentina. Sí, juro».
En este escenario, la vicepresidente electa, Victoria Villarruel, también hizo su juramento y después, tras unas breves palabras, dio por finalizado el acto de traspaso.
Por Roymer Rivas, coordinador local de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Al momento de proponer soluciones de mercado a varios de los problemas que surgen en la sociedad, o incluso como una opción para satisfacer la demanda de los actores que se piensan que solo pueden ser satisfechos por el Estado, los detractores se alarman, cual religioso cuando escucha nombrar al Diablo. La razón es que consideran que el mercado no puede satisfacer algunas cosas y que más bien agravaría el problema por llevar a todos a un supuesto estado de naturaleza donde los más fuertes se aprovechan de los más débiles, extrayendo unos beneficios a costa de otros. Empero, ¿Es realmente esto así? Yo creo, y con fundamentos, que no; de hecho, creo que no hay mejor escenario para aumentar las probabilidades de éxito en cuanto a dar solución a problemas en la sociedad, con mayor calidad y al mejor precio, que el libre mercado.
En libre mercado, la competencia lleva a que los oferentes de bienes y/o servicios no puedan abusar de su posición, pues es la buena reputación que tengan lo que se traducirá en más beneficios presentes y futuros al ser más atractivos a los consumidores de lo que ofrecen —demandantes—. La misma lógica aplica en todo lugar, independientemente del bien o servicio a ofrecer, lo cual incluye cosas como la seguridad y justicia. La competencia siempre impone un límite a —o representa un obstáculo para— aquellos que quieran abusar de su posición de poder en el mercado, ya que siempre se podrá adquirir los mismos bienes en otro lugar; ergo, por muy malas intenciones que tenga un oferente, si quiere mantenerse vivo en el juego, tiene que ofrecer calidad y mejores precios.
Con respecto al tema de seguridad y justicia, algunos dirán que se podría llegar a un monopolio que perjudique a todos por no tener como defenderse, pero a estos yo les pregunto: ¿No es acaso eso mismo lo que tenemos hoy a manos del Estado? Claramente sí, entonces, el problema no es el mercado. Puede que respondan: “No, pero es que el Estado está obligado a obedecer la ley”, pero, nuevamente, pregunto: ¿Va el Estado a obedecer una ley que él mismo crea? ¿Qué impide que la incumpla y brinde los servicios que debe ofrecer “por ley”? También, y más importante, ¿Acaso las empresas en el mercado actuarán fuera de la ley? (…) Estimo que aquellos que intentan defender temas como seguridad y justicia necesitan más argumentos —que no los hay con total sensatez— que aquellos que defienden la libre competencia en el mercado. Lamentablemente no podemos corroborar al 100% el cómo sería una sociedad así, porque no lo hay, pero ver cómo actúa el mercado para solucionar otros problemas da buenas luces al respecto —si el mercado demuestra ser mejor que el Estado en las cosas donde este le permite actuar, ¿Por qué tenía que ser diferente con la seguridad y la justicia?
A modo de ilustración, suponga que en una sociedad donde se elige libremente se encuentran dos empresas de seguridad: A y B. A se preocupa por la seguridad de sus clientes y hace todo lo posible por ayudarlos, valiéndose además de contratos voluntarios entre las partes, y cobra por ello. B, por su parte, ofrece el mismo servicio pero, a pesar de cobrar por ello, lo hace muy mal, no aporta valor alguno a sus clientes. En este escenario, las personas preferirán pagar por los servicios de A que por los de B, por lo que éste se vería de cara a la quiebra. Es más, si nos ponemos más creativos, incluso si B intenta someter a las personas para que adquieran de su servicio por la fuerza —algo contradictorio y que, de hecho, hace el Estado—, las personas recurrirían a A para protegerse de B.
En este ejemplo, en extremo simple, se pueden sumar otras cosas a analizar, pero dejo eso como trabajo al lector: cuando lo haga, si lo hace, se dará cuenta que no hay escenario posible donde salga mejor parado el Estado en comparación con el mercado en cuanto a temas de seguridad y justicia, así como en todo lo demás, se refiere; incluso en el peor de los casos que se pueden dar en el mercado, siguen siendo mejor que lo que ofrece el Estado.
Contrario a lo que piensan muchos, los humanos no queremos matarnos los unos a los otros, sino que tendemos a la cooperación voluntaria en busca de alcanzar objetivos individuales y compartidos, y las empresas, dirigida por personas, no buscan arruinar a la sociedad, sino que se benefician mientras mejor esté. La igualdad ante la ley, la cooperación y razón, en un escenario donde impera la no coacción ilegitima a otros —libertad—, dan paso a la competencia y, por extensión, a ese orden espontaneo que es caldo de cultivo para el progreso y la sana convivencia.
Por Carlos Infante, coordinador local de EsLibertad Venezuela.
Cuando se habla o menciona a un sistema totalitario accionado en algún pais especifico, es fácil presumir las altas y peligrosas limitantes a la libertad que suceden en dicha nación, es por eso que este sistema es reconocido histórica y mundialmente como un sistema de gobierno en donde se cercenan las libertades individuales de los ciudadanos, así como los derechos fundamentales del hombre.
Este sistema lucha incansablemente por obtener un poder total e inequívoco, no solo en las cuestiones del estado como un todo, sino también en los asuntos públicos y privados de los ciudadanos; no se trata solo un sistema creado para gobernar sin oposición, sino también de un sistema creado para controlar, desanimar, desmotivar y obligar a sus ciudadanos a depender inequívocamente de ellos, para así poder secuestrar el poder el mayor tiempo posible, porque, al final, la meta del totalitarismo, más allá de gobernar y coaccionar, es también, su permanencia en el tiempo.
El sistema totalitario no puede ser conocido por sus alternancias de poder, al contrario, para que un sistema pueda considerarse totalitario, uno de sus características debe ser la clara intención de la permanencia en el poder, esto sucede gracias a que el totalitarismo es la antítesis de la democracia, aunque un sistema totalitario pueda llegar a un una nación a través de los canales democráticos, no significa que no pueda establecerse en la nación y de esta manera eliminar hasta donde más pueda las bases democráticas del pais.
El sistema totalitario, es un mal, con un plan político-social estratégico, que pretende minimizar las libertades e independencia del ciudadano con la clara meta de poder obtener una nación sumisa ante las atrocidades que el sistema representa, es por esto que otra característica indispensable para el totalitarismo es lograr una transición de republica a estado comunal, ya que esto le permite al sistema inmiscuirse de manera directa en el corazón de las comunidades, haciendo que la misma existencia en comunidades se vuelva un acto político. De este modo, no solo logra infiltrarse en las vidas privadas de las familias, sino también que coacciona a estos a través de las amenazas, la persecución, el espionaje y la violencia, para poder lograr sus objetivos.
El estado comunal es la evolución final y la base fundamental de un sistema totalitario, ya que el peso que pretende ejercer en el individuo es parte de su plan de control social, es por esto que el totalitarismo, así como es la antítesis de la democracia, a su vez, también es la antítesis de la libertad, porque estos dos conceptos son incompatibles con las metas de alternancia indefinida del totalitarismo, así como también son contrarias a sus ideas de un colectivismo total donde el estado es el supremo líder, sin oposición, ni fuerza política pertinente que pueda hacerle frente.
Las libertades individuales de los ciudadanos son el enemigo número uno del totalitarismo, así como los derechos fundamentales de los mismos, porque el sistema no busca de ninguna manera, desarrollar y/o respetar los derechos de sus ciudadanos, al contrario, busca por todos los medios posibles cercenar esos derechos para justamente crear esa dependencia al estado que tanto necesitan para poder lograr su permanencia en el poder. Esto solo significa que, ante un sistema totalitario, tanto las libertades del individuo como los derechos del ser son desconocidos, hasta un punto donde el desconocimiento de dichas libertades y derechos, llegan a eliminar la propiedad y la dignidad del ciudadano, y aunque el sistema tratará de excusar estas acciones, la realidad es que al final todo es parte de su plan.
Los derechos políticos son de igual manera grandes enemigos del totalitarismo, esto se debe a que el sistema no puede sobrevivir con una oposición democráticamente elegida, es por esto que el totalitarismo siempre buscara tener el poder militar de su lado para poder mitigar cualquier causa política que pueda poner en peligro el desarrollo de su evolución a estado comunal y establecer su permanencia. El sistema actuara a través del estado para perseguir, coaccionar y amenazar a quienes se le opongan políticamente, con la única meta de poder lograr un mandato total, donde el sistema sea dueño de todos los poderes del estado para no tener que sentir miedo a una contrapartida política, valiéndose de la censura a todos los medios de comunicación que hablen, expliquen o informen sobre situaciones, acciones y/o mandatos emanados desde el sistema, desde una perspectiva poco favorable a su estancia en el poder.
El totalitarismo no puede sostenerse si tiene medios de comunicación nacionales que estén en su contra o que informen sobre los errores de su administración, ya que para la meta del sistema, no puede existir ningún tipo de oposición, el mismo, tratara de eliminar todo vestigio de libertad de expresión que pretenda ser una incomodidad para la finalidad del sistema, es por esto que el totalitarismo se basa principalmente en la eliminación total e inequívoca del individualismo humano, teniendo por preferencia un colectivismo generalizado que le permita al sistema un control más fácil y segmentado de la población total.
En conclusión, es imposible no llegar al pensamiento de que el totalitarismo es un sistema pensando única y exclusivamente para la permanencia indefinida en el poder de un sector político especifico de una nación, quienes pretenden lograr esta meta sacrificando la democracia y las libertades individuales del ser, ya que estas son opuestas a sus ideas totalitarias, y mas importantes, a sus metas. Este tipo de sistema tiene como estrategia buscar todas las maneras posibles de establecerse como un todo y que no exista ninguna contrapartida ni oposición en su contra, pero lo más peligroso del sistema totalitario, es que puede llegar a establecerse a través de los sistemas democráticos, aunque el totalitarista siempre deja ver sus fines macabros, la realidad es que lo hace desde una perspectiva política alegando su derecho democrático para acceder al poder, haciendo que sea atractivo para varias personas y logrando su objetivo de llegar al poder a través de los canales democráticos, para luego cercenarlos e iniciar el plan de transición de republica a estado comunal, que es justo lo que le permitirá lograr la mayoría de sus objetivos.
De aquí deviene la importancia de una ciudadanía políticamente preparada, que pueda reconocer los inicios de un sistema totalitario, pero también que pueda reconocer las intenciones del totalitarista disfrazado de demócrata que pretende llegar al poder a través de mentiras y falsedades, sacrificando no solo a su electorado, sino también al pais entero.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Las ideas socialistas, en mayor o menor grado, ha penetrado el pensamiento y el sentimiento de las masas sociales; este es el mayor éxito del Socialismo, haberse colado casi imperceptiblemente en los sentimientos, emociones, pensamientos y acciones de las personas sin ellas darse cuenta. Muchos de los que no se consideran a sí mismo socialistas piensan que el Socialismo solo se limita a la intervención económica y, en consecuencia, a menudo los escuchas pidiendo algún tipo de intervención estatal para regular o controlar el comportamiento de los individuos porque están convencidos que el proceso de coordinación social, dejando de lado la intervención económica —a pesar de ser contradictorio[1]—, se logra de forma más efectiva mediante la utilización sistemática de la coacción. Esta es la razón por la que el Socialismo, a veces mostrado con otro nombre que, incluso, se hace creer “anti-socialismo”, pero que, a fin de cuentas, se fundamenta en mayor o menor medida en las mismas ideas, muchas veces es defendido por científicos, políticos y filosóficos.
Sin embargo, la naturaleza del Socialismo es única y este sistema, en todas sus presentaciones, erra al pensar que puede ajustar o coordinar a la sociedad mediante la coacción sistemática institucionalizada. Esto es así porque el proceso social es altamente complejo; al ser cada individuo de la especie human único, inigualable e irrepetible y poseer por su naturaleza —como especie— una capacidad creativa, cada una de las acciones emprendida por los mismos poseen las mismas características —única e irrepetible, lo que hace que el modo en cómo se manifieste esa creatividad sea inevitablemente distinto en cada caso—; cada actor social posee peculiaridades que hacen distinguir a un individuo de otro, sus gustos y preferencias son singulares, en consecuencia, esto, a su vez, define los fines que desean alcanzar y el modo en que pretenderán alcanzarlos, por lo que cada uno ejecuta acciones impregnadas de creatividad de forma singular con el objetivo de alcanzar sus objetivos. Este es precisamente el proceso que Ludwig von Mises define como “acción humana”[2][3] y coincide, o se encuentra íntimamente relacionado, con la “función empresarial” desarrollada por distintos autores de la Escuela Austriaca de economía.
La empresarialidad del human
En otras palabras, todo individuo posee un componente creativo que lo convierte en un emprendedor o empresario[4] que le lleva constantemente a crear, buscar y/o descubrir nuevos objetivos y los medios para alcanzarlos; cabe destacar que estos objetivos y medios son valorados subjetivamente ya que su valor dependerá de la percepción y apreciación que tenga el actor sobre los mismos; a su vez, la actuación tiene como incentivo el beneficio propio —que constituye el mismo fin—; de este modo, el individuo, movido por su empresarialidad innata —capacidad de crear y/o modificar— trabaja o acciona para modificar su presente y lograr los fines establecidos por el mismo en el futuro. En todo este proceso, el actor, sin darse cuenta, a pesar de que emprende acciones con el objetivo de satisfacerse a sí mismo, beneficia a la sociedad en general en la medida en que las acciones realizadas crean o descubren una información nueva que será aprovechada por los demás actores para la consecución de sus metas siempre individualizadas.
Este proceso lleva a que los actores de la sociedad se coordinen espontáneamente, es decir, sin necesidad de que un tercero —no deliberadamente— indique que tenga que hacerse tal coordinación; la información nueva ajusta el comportamiento del human con el objetivo de corregir desajustes en la sociedad que ésta no sabía que existía o que sufría hasta que surgió la nueva información creada[5] y revelo su existencia; por lo que, se puede decir que el ejercicio de la empresarialidad del human —función empresarial—, un ser social por naturaleza, que le lleva a crear o descubrir nuevos fines, y medios para alcanzarlos, tiene como ineludible consecuencia un continuo avance o desarrollo de la sociedad, ya que continuamente se está creando nueva información que ajusta los desajustes sociales mediante la coordinación de los actores de la misma. Ahora bien, esta información nueva posee ciertas características que es necesario explicar para entender a cabalidad el por qué el Socialismo es un horror intelectual.
Empresarialidad, información y coordinación social
La información que surge como resultado del ejercicio de la empresarialidad del human es de tipo practico, limitado, disperso, tácito, inarticulable y de compleja transmisión, mayormente inconsciente, a través de procesos sociales también complejos. Es práctico porque el actor solo logra hacerse con la información a través del ensayo y el error, es decir, es probativo —en el sentido de como cuando alguien prueba un helado—, surge de la experiencia sensible o, lo que es lo mismo, del ejercicio de la “acción humana” en alineación con las circunstancias que rodean al individuo. Este tipo de conocimiento adquirido es, a su vez, subjetivo, puesto que es el actor da valor a la información de acuerdo a sus circunstancias particulares y a los fines que desea alcanzar, en otras palabras: la información que surge es valorada por cada sujeto de forma distinta y dichas valoraciones estarán en alineación con los fines que desean alcanzar, los medios que serán empleados para ello y el contexto en el que se desenvuelve.
También, la información es limitada porque es una información singular, es decir, solo el actor es dueño de ella y de la interpretación consciente de la misma en todas sus formas y matices, la información está limitada por el modo en como el sujeto ve y analiza su entorno —subjetividad—, lo que lleva a que dicha información sea irrepetible del todo en otro individuo. Este misma condición del conocimiento hace que la información se encuentre dispersa o repartida entre todos y cada uno de los actores de la sociedad, por lo que cada actor posee una diminuta parte, de la que solo él es dueño, de la información generada en el mercado o sociedad[6] —para mayor comprensión, invito a ver el ejemplo ilustrativo de la nota 6—.
Además, es tácito e inarticulable puesto que el actor no puede expresar formalmente la información que posee[7], ya que ésta es sobreentendida por el mismo, el sujeto sabe cómo realizar determinadas acciones, pero no conoce todos los elementos que se ven envueltos en dicha acción[8], a modo de ejemplo: un conductor no conoce todos los elementos y leyes físicas que convergen en su acción de manejar para dirigirse a un punto en concreto, pero eso no le impide manejar, es un tipo de conocimiento informal, inconsciente.
Por último, es de compleja transmisión puesto que los mecanismos sociales utilizados para este fin no son “deliberados”, el actor que crea o descubre la información no la transmite de forma voluntaria; cuando el individuo emprende la acción, parte del conocimiento que él descubre se genera en la mente de otro actor, a su vez, en la mente del otro actor —este puede estar viendo o no la acción realizada por el primer actor— se genera una nueva información que también le hace modificar su conducta para adaptarse al nuevo contexto y lograr alcanzar su fin —creando nueva información en el proceso—. Por otro lado, si el primer actor intenta transmitir la información percibida por él deliberadamente, entonces hace que nueva información se proyecte en la mente de los demás actores, lo que a su vez hace que surja, aún más, nueva información en el mercado que originalmente no tenía pensado transmitir. Este complejo proceso puede explicarse, de forma sencilla y vista solo como una ilustrativa aproximación, con el siguiente ejemplo: (…)[9]
El ejemplo del monigote (adaptado)
En la imagen se representan dos individuos, uno de nombre “A” y el segundo de nombre “B”, ambos poseen una información que el otro no posee y sus gustos y preferencias son diferentes, lo que les lleva a querer conseguir fines distintos —el individuo A persigue un fin “X” y el individuo B persigue un fin “Y”—[10]; en la imagen se observa como los actores A y B tienen una expresión triste o de desagrado, esto es porque ambos quieren alcanzar sus fines, pero no cuentan con los medios subjetivos para alcanzarlos.
Además, cada actor, de acuerdo a su percepción de las circunstancias en el que se desenvuelven, posee un conocimiento de tipo practico —tácito e inarticulable— que se encuentra en el plano de la acción —en la imagen, éste conocimiento está representado con las rayitas que forman una aureola encima de la cabeza del actor—. Ahora bien, imaginemos que A necesita de un medio “M”, del que no dispone y tampoco sabe dónde y/o como conseguirlo, para poder alcanzar su fin X, al mismo tiempo, el individuo B, que se encuentra en otro lugar lejano, quiere alcanzar un fin Y al que dedica tiempo y esfuerzo, y dispone de una gran cantidad del recurso “M”, que para él no es útil o no le sirve para alcanzar su fin Y, pero que casualmente es el mismo recurso que necesita el individuo A para lograr su anhelado fin X. Hasta ahora, los actores —la sociedad o, si se quiere, el mercado— se encuentran “desajustados” o están “descoordinados” sin que los actores tengan conciencia de ello, ya que ninguno puede alcanzar sus fines subjetivos por no contar con los medios que subjetivamente ellos valoran y necesitan —o creen hacerlo— para alcanzarlos. Sin embargo, veremos como la empresarialidad del human puesta en ejercicio supera estos comportamientos contradictorios y hace posible que la sociedad se coordine de forma no deliberada:
Imagine ahora que una tercera persona llamada “C”, como buen entrepreneurship[11], ejerciendo su empresarialidad innata, percibe ese desajuste o descoordinación existente en el mercado —en esta ocasión, entre A y B—, descubre la oportunidad de ganancia inherente en ello —en la imagen esta oportunidad de ganancia queda representada como una bombilla encendida arriba de la cabeza del actor C— y acciona en función de esa información adquirida. Así, el individuo C se acerca a B y le ofrece comprar su recurso M, que tiene en abundancia y no le da importancia por no ser de utilidad para sus fines, por una cantidad de tres (3) bolívares, B muy feliz acepta porque jamás se habría imaginado que podía obtener tanto por un recurso que él no le daba importancia. Luego, una vez terminada la transacción entre ambos actores, C contacta al actor A para venderle por nueve (9) bolívares el recurso M que necesita para poder alcanzar su tan anhelado fin, A muy feliz acepta porque hasta ese momento no sabía dónde ni como obtener el recurso “M” que necesitaba para el logro de sus objetivos, incluso puede que en su mente el recurso ni existiera, por lo que, hasta ese momento, él creía imposible la consecución de su fin; pero gracias a la empresarialidad ejercida por C, el actor A ahora puede lograr su meta[12].
Entra un socialista en la ecuación
Ahora bien, si una cuarta persona “D”, considerado socialista, revolucionario y —¿Por qué no?— profundamente chavista, antiimperialista y anticapitalista, con profundos valores “cristianos”, observa esto que acaba de suceder en el ejemplo anterior, lo primero que dirá es: “¡Cómo es posible esta atrocidad! El actor C es un burgués, usurero, apátrida, anti-venezolano, inmoral, pitiyanqui[13], imperialista, contra-revolucionario y golpista, ¡¡¡Es un capitalista!!! ¡Se está aprovechando de la necesidad del pueblo! ¿¡Cómo es posible que compre el recurso M a tres (3) bolívares y se lo venda a nueve (9) bolívares al actor A!? ¡¡¡Eso no puede permitirse!!!” Sin embargo, todas estas críticas, que parten del resentimiento y la envidia, las hace ignorando que, en realidad, el actor C es un benefactor social; gracias a que este actor pudo ejercer su empresarialidad libremente, se ha creado una nueva información que se ha transmitido en todo el mercado y logró que los actores implicados se ajustaran o coordinaran y comenzaran a ejercer acciones en función del otro.
En primer lugar, en la mente del actor C se creó nueva información al observar lo ocurrido en la primera imagen del ejemplo, esta información surgida de la nada le llevo a accionar en busca de sacar beneficios, lo que le llevo a contactar a los actores A y B y, como consecuencia de ello, también hizo que se creara nueva información en la mente de estos actores. El efecto de esto es: (i) en el caso de A, este se da cuenta que si existe el recurso que necesitaba para alcanzar su fin y que se encuentra disponible en otro lugar del mercado, así que puede emprender las acciones necesarias que no iniciaba por carecer de este recurso; (ii) en el caso del actor B, este nota que el recurso que poseía en abundancia es demandado —querido o deseado— por otros actores del mercado, por tanto, ahora puede vender ese recurso que antes no valoraba e incluso despreciaba, a un buen precio[14].
En consecuencia, los actores comenzaron a ejercer acciones en función del otro; B ya no desperdicia el recurso que tenía en abundancia, sino que, con tal de obtener un beneficio —interés propio—, lo guarda, conserva y cuida para después venderlo; por otro lado, A puede lograr su fin porque cuenta con el recurso M que necesitaba, además, sabe que el recurso que necesita tiene un precio y que debe pagarlo, lo que llevara a realizar acciones con tal de conseguir la cantidad de recurso que necesita —esto lo puede hacer, por decir tan solo dos ejemplos, pidiendo prestado cierta cantidad de bolívares o trabajando y ahorrando—. Ambos actores modificaron su conducta y se disciplinaron para obtener beneficios propios pero, inconscientemente, trabajando en función del otro actor. En otras palabras, A y B se coordinaron gracias a la empresarialidad ejercida por C, ¡Todos ganan! A podrá conseguir su fin, B ya no desperdicia su recurso y obtiene un beneficio por él —tres bolívares— y C gana seis (6) bolívares como resultado de su emprendimiento.
Empresarialidad y precios como transmisor de información
También, los precios utilizados en esas transacciones quedan guardados en la historia, lo cual será de gran valor para los demás actores del mercado que, por circunstancias cuales sean, necesiten de esa información y/o recursos para realizar algún calculo económico que les permita lograr sus propios fines[15]. Esto es, parte de la información que surgió en todo el proceso descrito en el ejemplo quedo comprimido en una serie de precios —algún actor (B) vendió el recurso M por tres bolívares y algún actor (A) lo compro por nueve bolívares—; el sistema de precios, para este ejemplo y en la vida real, funciona como un mecanismo de transmisión de la nueva información creada como resultado del ejercicio de la función empresarial llevada a cabo por C; es decir, ahora no solamente B no desperdiciará el recurso del que disponía en abundancia y no le daba valor hasta el momento que se enteró que podía obtener algún beneficio y A sabe que puede adquirir el recurso M necesario para conseguir su fin, sino que los precios de las transacciones transmiten la información a toda la sociedad de que el recurso M es demandado y, por tanto, debe guardarse y economizarse, y todos los que creían que dicho recurso no existía, o no sabían dónde ni cómo conseguirlo, y no emprendían acciones para conseguir sus fines ahora pueden hacerse del mismo y comenzar a actuar en pos de conseguir sus objetivos —o surgen nuevos fines gracias al conocimiento de esa información y actúan en consecuencia—.
Empresarialidad coordinadora y Socialismo: dos cosas mutuamente excluyentes
Hasta ahora, vemos como en todo este proceso, en el que se ejerce la empresarialidad, que, a su vez, crea nueva información de la nada de tipo práctico, tácito y que se dispersa en toda la sociedad, hace que los individuos aprendan a modificar y disciplinar su comportamiento adaptándolo a las necesidades de los demás —se benefician absolutamente todos los actores involucrados—. Así, la coordinación social ocurre de manera espontánea, no deliberada, y cualquier intento de “coordinación” o “ajuste” social que se valga de la coacción sistemática altera este proceso para mal. Este es precisamente el problema con el Socialismo: que deliberadamente intenta ajustar y/o coordinar a la sociedad basándose en la agresión sistemática, a veces institucionalizada, para modificar el comportamiento de los individuos con el objetivo de adaptarlos a su cosmovisión. Sin embargo, lo que de verdad hace el sistema es atacar la libre acción del human o, lo que es lo mismo, el libre ejercicio de la empresarialidad de los actores sociales; no permitiendo así, paradójicamente, el ajuste y/o coordinación social.
Cuando un órgano rector —Estado— intenta coordinar a la sociedad deliberadamente vía mandatos coactivos, lo que de verdad hace es colocar barreras al desarrollo social por corroer la fuente de ese desarrollo —a saber, el libre ejercicio de la empresarialidad—. Es imposible que un órgano rector pueda regir correctamente a la sociedad porque este no se puede tener en cuenta todos los gustos, preferencias y fines de cada uno de los actores de la sociedad que pretende regir, mucho menos se puede hacer de toda la información de se produce en la sociedad; y es así por dos motivos, primero, por las misma naturaleza y características de esa información —practica, tacita, inarticulable—; segundo, porque, aun si tuviera la imposible sabiduría o capacidad de poder procesar este tipo de información que ni siquiera los actores de la sociedad que pretenden regir puede expresar formalmente, tendría que tener “ojos” en todos y cada uno de los aspectos de la vida de todos los actores —cosa que intenta fallidamente—.
De lo anterior deriva que, al no poder hacerse con la información necesaria, el órgano rector, entonces, por mucho, no puede crear la buena información que necesita la sociedad para poder ajustarse o coordinarse y lograr el desarrollo.
Siguiendo con el ejemplo, si el individuo D, que habíamos dicho era un socialista, que de verdad no sabe qué es lo que desean A y B, no los conoce y, aun si los conociera, no puede hacerse de la información que solo les pertenece a ellos en su mente ni puede apreciar el contexto igual que ellos, pero, aun así, se cree con la sabiduría necesaria para decir que las acciones emprendidas por C son malas y que está dañando a la sociedad y que él tiene la capacidad de ajustar o coordinar a los actores A y B de una mejor manera y, en consecuencia, emprende acciones que pretenden evitar, en nombre de la “justicia”, que el actor C obtenga una ganancia de seis (6) bolívares —por considerarla excesiva— y, coercitivamente, impone que la ganancia máxima debe de ser, por ejemplo, de un 30% sobre la base —lo que haría que el precio bajara de nueve bolívares a 3,9 bolívares—, entonces lo único que logrará es que el actor C pierda el incentivo que le lleva a ejercer su empresarialidad, así que no accionará, teniendo como resultado que los actores A y B nunca se coordinen y la sociedad se estanque por no contar con la nueva información que pudo haberse creado en un ambiente libre en el que los actores ejercieran su función empresarial[16] —digo esto por solo mencionar uno de los tantos casos y no ir a los extremos y decir que el socialista, por creer poseer una sabiduría divina, expropia a todo aquel que produzca el recurso M para ser él quien lo administre (si es que acaso sabe lo que significa), u obligue a B a no ir tras su fin por pensar que este fin que pretende alcanzar no es acorde con el “bienestar social”, entre otras cosas—.
La conclusión, a priori, es siempre y en todo lugar la misma, una verdad irrefutable: el Socialismo es un horror intelectual porque (i) es imposible que un órgano rector pueda organizar a la sociedad mediante mandatos coactivos, ya que no cuenta con la información suficiente para hacerlo. Creer que este órgano puede hacerse con la información necesaria es desconocer la naturaleza y las características de esta información, a saber, que no está “dada”, sino que se va creando y distribuyendo a lo largo, ancho y profundo del mercado, es negar la realidad en sí misma, es caer en lo que Fiedrich Hayek denomino “la fatal arrogancia”; (ii) es imposible ir contra la naturaleza del human, e intentarlo es sumergir al mismo en las más absurdas de las miseria existencial; y (iii) es imposible controlar todo en todo lugar y en todo momento. Toda acción contraria al instinto humano y la ética del sentido común, intuitiva, de decencia elemental, solo constituye una arrogancia fatal en la medida en que causa el deterioro de la sociedad por atacar la fuente del desarrollo social. Este es y siempre será inexorablemente el resultado de la praxis del Socialismo.
[1] Entendemos por economía el estudio de la acción del human y, al ser éste una especie social, por extensión, es el estudio de todas las interacciones que ocurren en la sociedad. En base a este concepto, entonces, a priori, toda acción e interacción entre humans es económica; por lo que, es contradictorio pensar que se puede intervenir en las acciones sociales “dejando de lado la economía”, porque es imposible desvincular las acciones o los comportamientos de los individuos en sociedad de la economía, puesto que ésta existe gracias a dichas acciones. Por lo tanto, cualquier sistema que pretenda ordenar a la sociedad y se valga de la coacción para forzar al individuo a actuar de una forma distinta a como habría actuado en otras circunstancias, como, por excelencia, es el socialismo en todas sus presentaciones, atenta contra la acción del human y, por extensión, contra la economía.
[2] En la “La Acción Humana: tratado de economía”, Ludwig von Mises desarrolla la teoría de la subjetividad introducida por Menger a un nivel superior. En esta obra explica como la economía “es mucho más que una mera teoría del «aspecto económico» del esfuerzo humano por mejorar su bienestar material. Es la ciencia de toda forma de acción humana. La elección determina todas las decisiones del hombre. Cuando realiza su elección, el hombre elige no sólo entre diversos bienes y servicios materiales; cualquier valor humano, sea el que sea, entra en el campo de su opción. Todos los fines y todos los medios —las aspiraciones espirituales y las materiales, lo sublime y lo despreciable, lo noble y lo vil— se ofrecen al hombre a idéntico nivel para que elija, prefiriendo unos y repudiando otros. Nada de cuanto los hombres aprecian o rechazan queda fuera de esa única elección” (ver pág. 3; cursivas mías). En este sentido, concluye un poco más adelante que “la economía es una parte, si bien la más elaborada hasta ahora, de una ciencia más universal, la praxeología” —entendiendo esta como una ciencia que estudia la estructura lógica de toda forma de acción humana— (la versión consultada es la décima edición publicada por Unión Editorial). En este tratado el autor desarrolla el concepto de “empresarialidad” —entrepreneurship— que más tarde sería profundizado, entre otros, por Israel M. Kirzner en una trilogía —Competition and Entrepreneurship (1973); Perception, Opportunity and Profity Discovery (1979) and the Capitalist Process (1985)— tratándola como “función empresarial” —concepto que también desarrolla Jesús Huerta de Soto en su libro “Socialismo, Calculo Económico y Función Empresarial” (1992), especialmente en su capítulo 2—.
[3] Se puede entender la “acción humana” como todas las acciones que realiza el individuo en busca de alcanzar sus fines u objetivos. Al mismo tiempo, como el contexto influye sobre el individuo, se refiere a todas las acciones que realiza la persona en respuesta a los estímulos de este, para adaptarse a las circunstancias y lograr de la mejor manera sus fines propuestos. Todo esto se mueve en el campo de la subjetividad, puesto que los fines y medios para alcanzarlos son valorados por el sujeto en cuestión de forma subjetiva. Para entender cabalmente el concepto de “acción humana”, recomiendo leer los libros mencionados en la nota anterior.
[4] El significado original del término empresario es “descubrir, percibir, atrapar, agarrar”, todo esto lleva implícitamente la idea de “acción”; por lo que se puede concluir que, “empresa o empresario”, es sinónimo de acción. Esta concepción del término “empresario” es original de la Escuela Austriaca de Economía. Autores como, por ejemplo, Jesús Huerta de Soto, en la obra ya mencionada —“Socialismo, Calculo Económico y Función Empresarial” (2005)—, explica que este es “el original significado etimológico del termino empresa. En efecto, tanto la expresión castellana empresa como las expresiones francesa e inglesa entrepreneur proceden etimológicamente del verbo latino in prehendo-endi-ensum, que significa descubrir, ver, percibir, darse cuenta de, atrapar; y la expresión latina in prehensa claramente conlleva la idea de acción, significando tomar, agarrar, asir. En suma, empresa es sinónimo de acción y así en Francia el termino entrepreneur se utiliza ya desde muy antiguo, en la alta Edad Media, para designar a las personas encargadas de efectuar importantes acciones, generalmente relacionadas con la guerra, o de llevar a cabo los grandes proyectos de construcción de catedrales. En nuestra lengua castellana, uno de los significados del término empresa, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, es el de «acción ardua y dificultosa que valerosamente se comienza». […] Ahora bien, el sentido de empresa como acción esta necesaria e inexorablemente unido a una actitud emprendedora, que consiste en intentar continuamente buscar, descubrir, crear o darse cuenta de nuevos fines y medios” (pág. 42-43; la versión citada es la tercera edición publicada por Unión Editorial).
[5] Huerta de Soto sostiene que dicha creación de información es “ex nihilo”, es decir, de la nada (ver óp. Cit. Socialismo, Calculo económico y función empresarial., págs. 52, 61-63), pero considero eso un error. Entiendo que, a efectos del lenguaje, Huerta de Soto no se refiera a un “ex nihilo” materialista —algo que le critica a Santo Tomás—, sino que es uno que “se da siempre que el hombre percibe o se da cuenta de algo que antes ni siquiera había concebido” (ver nota 28, pág. 61), pero aún con la aclaración el término es incorrecto. No existe tal cosa como una “creación de la nada”, sino una creación producto de la manifestación de la creatividad del Human, que une información en su cerebro para producir nueva. De hecho, Huerta de Soto parece aceptar, a efectos dialecticos, que Dios tiene la capacidad de “crear ex nihilo”, pero también es un error; ni siquiera Dios puede crear de la nada, ni en sentido material ni en sentido metafísico, pues cuando creó las cosas en el principio del Genesis ya existía algo, a saber, Él y toda la información que manejaba. Así pues, el human crea, al igual que Dios, pero nada es ex nihilo, si bien, esto no repercute en nada en la conclusión final de “beneficios empresariales puros” ni en los demás análisis que se realizan en la obra al respecto —tan solo es una leve optimización, con la intención de usar un lenguaje más atinado—.
[6] Con una ilustración esto puede ser entendido más claramente; imagine una sociedad conformada por diez (10) individuos que llamaremos A, B, C, D, E, F, G, H, I y J, a su vez, la suma total de la información surgida de las interacciones de estos generan es -45- (para efectos prácticos, la representare con numeros), cada número, partiendo del cero (0) representa un pequeño fragmento del total de la información (sin distinción de cual número es mayor, cada número es un fragmento de mismo tamaño que será valorado subjetivamente por el poseedor de ella). Entonces tenemos lo siguiente:
Individuos: “Ind”
A
B
C
D
E
F
G
H
I
J
Información: “Inf”
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
Cada individuo, representado con letras, es poseedor de un pequeño fragmento del total de la información, entonces tenemos, por ejemplo, que el Ind-A es poseedor de la Inf-0 (Ind-A/Inf-0), el Ind-B es dueño de la Inf-1 (Ind-B/Inf-1) y así sucesivamente para cada actor. Este ejemplo muestra, de forma simple, como cada individuo es dueño de una partícula pequeña, única e irrepetible de forma idéntica, de toda la información que existe en el mercado. Ahora bien, hay que tener en cuenta que la información que puede ser generada en la sociedad es infinita, por lo que los números que representan esa información son infinitos, a su vez, existe la posibilidad de que cada uno de los actores posea un porcentaje, grande o pequeño, de la información que tiene el otro (o, por lo menos, crea poseerlo); también, a su vez, esta diminuta parte de conocimiento de la partícula de conocimiento que tiene otro individuo, al ser interpretada subjetivamente por otro actor, genera nueva información, generando así una espiral ascendente de creación/descubrimiento de nueva información que también será interpretada por los demás actores de forma distinta según sean sus fines, medios y contexto. Este proceso es extremadamente complejo y es trabajo de la ciencia económica el tratar de descifrarlo/entenderlo (si es que acaso es posible del todo). Por todo esto, al tipo de información o conocimiento al que hago referencia no es algo que se encuentre disponible para todo el mundo, no está dado, más bien es un tipo de información/conocimiento que se encuentra disperso en pequeñas partículas en la mente de cada uno de los actores de la sociedad.
[7] Es imposible que el sujeto pueda expresar su información formalmente. Hasta la información más formal es siempre producto de la intuición del sujeto que la creó, por lo que, siguiendo la misma línea argumental de Huerta de Soto, esto no es más que una manifestación de la información tacita. También, estos conocimientos formales, que ayuda a organizar y/o reorganizar todo el contexto de información, haciéndolo más rico y, en consecuencia, más provechoso, al ser interpretado por los demás actores, hace que se cree nueva información a partir de allí, o por lo menos las posibilidades quedan abiertas para que nueva información sea creada a partir de allí. En otras palabras, al ser la información interpretada subjetivamente por un conjunto de esquemas mentales que posee y definen al individuo único —que es irrepetible—, esquemas que tampoco pueden ser articulados, el conocimiento extraído de allí posee las mismas características —tácito e inarticulable—. El actor que intente articular la información se valdrá de un proceso mental que es, en sí mismo, un conocimiento tácito e inarticulable.
[8] Así, por ejemplo “cuando una persona aprende a jugar golf, no está aprendiendo un conjunto de normas objetivas de tipo científico que le permitan efectuar los movimientos necesarios como resultado de la aplicación de una serie de fórmulas de la física matemática, sino que, más bien, el proceso de aprendizaje consiste en la adquisición de una serie de hábitos prácticos de conducta”. Este ejemplo es usado por Jesús Huerta de Soto en op. cit. Socialismo, cálculo económico y función empresarial (pág. 58). La misma premisa puede ser aplicada a cuando las personas aprenden cualquier deporte, estas no conocen, probablemente, todas las leyes físicas que se ven envueltas en la realización de sus acciones, pero, aun así, logran hacerlas de forma satisfactoria y destacable.
[9] El ejemplo que utilizare es el mismo desarrollado por Huerta de Soto en “Socialismo, calculo económico y función empresarial” (pág. 56, 57; 60-67). Para efectos prácticos, todos los individuos o actores del ejemplo son de nacionalidad venezolana.
[10] Esto es lo que sucede en la vida real, los fines de todos los actores de la sociedad son distintos e, incluso, al compararlos, resultan diametralmente opuestos o contradictorios. Todos los actores, además de desear fines singulares, poseen un conocimiento relativo —tácito e inarticulable— en cuando a ellos y a los medios de los que creen disponer para alcanzarlos. También, la motivación, esfuerzo o intensidad difieren entre sí por tratarse de actores que valoran sus fines, medios e información de manera subjetiva, lo que les lleva a actuar según su concepción particular de la realidad.
[12] Llegados a este punto, es bueno aclarar ciertas cosas que ayudaran a una mejor comprensión del ejemplo y del verdadero proceso social en sí. Primero, es cierto que hay fines que pueden lograrse sin necesidad de que haya relación o interacción entre los actores, en estos casos el actor que pretende conseguir su fin realizara una estimación subjetiva y comparará el valor del fin y el costo de consecución del mismo para luego tomar una decisión; sin embargo, este tipo de casos se presentan muy poco en la realidad y el tipo de acción que se realiza, mayormente, es muy simple, la gran mayoría de las veces las acciones que realizan los actores de la sociedad son complejas, como las ilustradas —no demostradas— con el ejemplo, requieren de varios actores que no necesariamente se conocen entre sí o se encuentran en el mismo lugar, además de que dichos actores persiguen fines distintos y muchas veces contradictorios. Segundo, es cierto que la empresarialidad coordinadora pudo ser ejercida por cualquiera de los actores —A y/o B— o ambos la pudieron ejercer al mismo tiempo, con igual o distinta intensidad, sin necesidad de la llegada de un tercero C, pero para efectos prácticos y que sea más entendible el ejemplo, se emplea al actor C como quien ejerce su empresarialidad que desembocó en la coordinación social. Cabe destacar también que este ejemplo sencillo constituye una simplificación del muy complejo proceso social y no pretende ser un modelo que muestre toda la realidad puesto que la misma complejidad imposibilita este hecho, sin embargo, sirve muy bien como ilustración y aproximación a la realidad. Tercero, tengo que optimizar el pensamiento de Mises, Kirzner y Huerta de Soto y decir que, en realidad, todos los actores ejercen su empresarialidad en la medida en que valoran fines y medios y accionan en consecuencia para alcanzar el fin, con el cálculo económico que esto implica; tanto A, B, C y el socialista D ejercieron su empresarialidad según sus objetivos, el punto sería definir cual de ellas es más o menos coordinadora en la sociedad.
[13] Con este término resumió el difunto Hugo Chávez a sus enemigos mientras fungía como presidente de Venezuela en el 2008. Al respecto del modismo, invito a ver ““Pitiyanquis”, la nueva palabra que resume los enemigos de Chávez”, publicado en el portal Ámbito (puede acceder a través de: https://www.ambito.com/mundo/pitiyanquis-la-nueva-palabra-que-resume-los-enemigos-chavez-n3515663). Aunque, en teoría, el término hace referencia a aquellos que imitan la vida estadounidense, en la retórica política chavista esto implicaba una condición humana inmoral, de pocos valores, alguien despreciable.
[14] La definición de “buen precio” es subjetiva para el actor. Antes no valoraba el recurso, ahora se da cuenta que puede obtener un beneficio si lo vende. No existe tal cosa como un “precio digno”, es un absurdo; en principio, porque el adjetivo de “digno” solo puede aplicar a la condición del human en tanto human.
[15] Como ya se mencionó, el cálculo económico siempre es subjetivo porque se realiza en función al valor que el actor da a los fines que desea alcanzar y a los medios que empleara para ello —contexto de acciones del actor—. La dinámica de la percepción es compleja, cada actor tiene estructuras de información en su mente distinta de otros; a su vez, la información toma forma en la mente de las personas subjetivamente porque son estos quienes la valoran en el marco del contexto en el que se desenvuelven. Esto hace que toda la información que se transmite en el mercado se mueva en el campo de la subjetividad y no de la objetividad; por ejemplo, un recuerdo toma forma en la mente del actor, pero este no puede verlo, no puede tocarlo, el recuerdo solo está allí, en forma de energía y toma forma según el actor, solo él puede percibirlo con todos sus matices y colores; otro ejemplo puede ser una “roca”, el modo en como el actor vea una roca en el camino dependerá del como él perciba, de la información que se crea en la mente del actor según su contexto mental y físico, así, un actor puede solo ver una roca que no se mueve como otro puede ver una potencial escultura —por decir un ejemplo en extremo simple—. A priori, se observa cómo entonces la información creada en el mercado no existe de forma física, solo está en la mente de los actores y, por tanto, no es objetiva; los actores no lo perciben del mismo modo. Esto puede demostrarse hasta científicamente: resulta que muchos científicos han decepcionado cerebros de humans —tejido cerebral— tanto en vivos como en muertos, se ha identificado, sin entenderlo del todo, las funciones del cerebro, lo que ha llevado a dividirlo en secciones, y, aun así, no se ha logrado observar la información que allí se registra y que poseía —o posee— el human. La información adquirida por el actor, además, tiene la potencialidad de hacer que este actué para darle forma, es decir, que realice acciones con tal de beneficiarse de esa información. Entendiendo esto, seguimos con el ejemplo que se ha venido desarrollando hasta ahora: el actor C adquirió una información, la valoro subjetivamente y actuó en pos de aprovecharla, una vez ejerce acción o, lo que es lo mismo, ejecuta su empresarialidad, comenzó una cadena de creación de información que brindo a los demás actores información necesaria, de la que antes no disponían, para intentar alcanzar, con más probabilidades de éxito, sus fines. Se puede decir entonces que los actores pueden realizar estimaciones o cálculos económicos gracias al ejercicio de la función empresarial de todos los actores del mercado, en mayor o menor grado. Si por alguna razón, el ejercicio de la empresarialidad de los actores del mercado se ve limitado, entonces se limita a la sociedad de nueva información necesaria y beneficiosa, lo que tiene como consecuencia un estancamiento social.
[16] Esto sucederá sin que los actores se den cuenta de ello. En Socialismo se limita, corroe y destruye el libre ejercicio de la empresarialidad de los actores de la sociedad, por lo que nunca se crea nueva información. Esto explica cómo es que todas las sociedades sometidas a este sistema se estancan, no se desarrollan e, incluso, hasta retroceden en el tiempo —involución—. Pero los actores sometidos al sistema no son conscientes de la información de la que están siendo limitados y que no les permite desarrollarse; como dice un dicho popular, “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Para entender correctamente lo que significa o es en sí mismo, en esencia, el Socialismo, es necesario conocer a profundidad un concepto y lo que éste representa. Estoy hablando del colectivismo. La Real Academia Española[1] define el término como una “doctrina que tiende a suprimir la propiedad particular, transferirla a la colectividad y confiar al Estado la distribución de la riqueza”; ahora bien, esto es un destello del concepto del término, lo que significa en sentido completo. Para entender y comprender a profundidad el constructo del “colectivismo” como concepto, que luego llevara a entender mejor los resultados de su praxis, es necesario realizar un estudio semántico y/o etimológico del mismo.
Sobre el concepto de Colectivismo
En principio, éste sistema acentúa y glorifica el concepto de lo colectivo, un término que proviene del latín “collectivus”, que hace alusión a grupo, asamblea o reunión, y se deriva de ‘collectio‘/’collectionis‘, que se refiere a reunión y/o colección; hasta ahora, se puede decir que el colectivismo se opone al concepto de individual y enaltece el concepto de colectividad; es más importante el grupo, el conjunto, que el individuo. Ahora bien, lo presentado a continuación no es un asunto baladí, pues, en latín, el término “collectivus” también es el nombre de acción del verbo ‘colligere‘, que hace referencia a resumir, reunir, agrupar y, a su vez, está compuesto de ‘con-‘ —que alude a ‘conjunto’ o ‘conjuntamente’— y ‘legere‘ —que se refiere a ‘leer, elegir, recoger’—, cuya raíz o componentes léxicos evoca vocablos como legión, negligencia y sortilegio[2].
Es necesario conceptualizar estas evocaciones que hace el término en latín; para la Real Academia Española, legión es “cierto cuerpo de tropas”, en su segunda aceptación dice que es un “número indeterminado y copioso[3] de personas, de espíritus, y aun de ciertos animales” y su tercera aceptación dice que se refiere al “cuerpo de tropa romana compuesto de infantería y caballería, que varió mucho según los tiempos”[4]; además, define negligencia como “descuido, falta de cuidado” y sortilegio como “adivinación que se hace por suertes supersticiosas”; con respecto a esta última, etimológicamente, su significado también puede ser “hechizo o encantamiento”, que no es más que el acto de someter la voluntad de alguien mediante fórmulas mágicas o acciones de hechicería[5]. Estos vocablos a los que etimológicamente evoca el término “colectivo” ya muestran, desde su génesis, lo que representa el colectivismo en sí, a saber, no solo es un tipo de orden social en el que se concede gran valor a bienestar del grupo o el conjunto por encima del bien del individuo, sino que arremete en su contra; la esencia del colectivismo es la violencia, el sometimiento sistemático de la voluntad de los individuos mediante acciones iracundas del nivel de tropas sangrientas —como lo fueron los legionarios romanos— al grupo o conjunto; en suma, el sistema niega la identidad de los individuos y pasa a percibirlos a todos como una misma identidad, la del colectivo; niega los derechos individuales y somete a los actores sociales a derechos colectivos, niega la propiedad —que siempre es privada— frente a una “propiedad colectiva” que no existe, pues es un oxímoron y en realidad se traduce como “no propiedad”.
Ahora bien, este sistema es negligente en sentido pleno por descuidar las consecuencias ineludibles que surgen, más temprano que tarde, al aplicarlo; la praxis del colectivismo implica riesgo para todos los actores sometidos al sistema. El no comprender que la colectividad no es un ser personal a quien se le deba rendir adoración y/o dar tributo y que este no es algo más allá que la agrupación de varios individuos, una manifestación de dos o más individuos que, consientes o inconscientemente, cooperan entre sí[6], lleva a negar la identidad personal a cada uno de los individuos que componen el colectivo, reduciendo así su singularidad humana y, en consecuencia, despojándolo de todo su ser; es decir, se le concede a los actores, como un todo, una deforme y antinatural identidad “colectiva”, el individuo no tiene valor y solo tiene significado en tanto y en cuanto forme parte de la colectividad.
El resultado es previsible: el sistema, al arremeter contra los individuos, por extensión, arremete contra el grupo que dice defender, por lo que se ve envuelta en una paradoja ridícula; el fundamento inmoral donde se sostiene, a saber, odio, injusticia, contra-natural y liberticida[7], y el horror intelectual del sistema[8], puesto que desconoce la naturaleza del human, condena a la sociedad, en el mejor de los casos, a vivir en la miseria. Sin embargo, quienes apoyan el colectivismo —el sistema en sí mismo— omiten el cálculo de estas previsibles consecuencias producidas por todas las acciones llevadas a cabo con el fin de someter el individuo al colectivo.
Llegados a este punto, podemos retomar la definición que da la Real Academia Española al término “colectivo”[9] y entender el concepto a lo largo, ancho y profundo: se suprime la propiedad de los individuos y éste es sometido a la inexistente “propiedad colectiva”[10]; para ello se vale de una aberrante institución conocida como Estado, que no es más que la institucionalización de un ilegitimo gobierno coactivo de human sobre human, donde se ataca sistemáticamente su libertad[11], no solo para “redistribuir la riqueza” como indica la RAE, sino también para modificar los comportamientos de los individuos —sometiéndolo— con el fin de enmarcarlos en la identidad colectiva mediante el ejercicio de la violencia o amenaza de ella. Las acciones emprendidas en el sistema colectivista no se limitan a la repartición de la riqueza, sino que penetra en cada uno de los ámbitos de la vida de los actores sociales.
El Fascismo como manifestación del Colectivismo
Entre las manifestaciones del colectivismo encontramos el Fascismo[12]; este término a menudo es usado por los adeptos al sistema socialista para atacar y descalificar a todo aquel que no concuerde con su cosmovisión, se escucha decir que el origen de éste radica en la “derecha radical” y fue/es una respuesta del sistema capitalista burgués en contra de los movimientos socialistas revolucionarios; ahora bien, estas afirmaciones son falsas y quienes las promueven solo denotan una supina ignorancia de los hechos históricos que dieron origen al Fascismo y las características de esta doctrina o corriente de pensamiento; para empezar, el enmarcar al Fascismo en una dicotomía como “derecha o izquierda” limita a las personas el conocer a profundidad las cualidades que éste manifestó tanto en su discurso como en sus hechos, pues sus características hacen imposible clasificarlo en los espectros políticos de “izquierda o derecha”. Sin embargo, algo es claro, este fenómeno histórico que tuvo repercusiones en todo el globo terráqueo, que logro manifestarse con ligeras diferencias en matices, con otros nombres, rostros y colores en otras civilizaciones[13], es hermano ideológico del Socialismo, que, si bien son hermanos enfrentados, a fin de cuentas, siguen siendo hermanos. Es necesario hacer ciertas precisiones.
Fascismo nace de las ideas Socialistas
Para empezar, el creador del Fascismo, nacido oficialmente como sistema el 23 de marzo de 1919[14], Benito Mussolini, antes de crear la doctrina fascista como tal, admiraba a Karl Marx y formo parte del Partido Socialista Italiano[15]. No fue hasta el año 1914 cuando inicia la primera guerra mundial[16] que Mussolini es expulsado de las filas de los movimientos socialistas por su nacionalismo radical[17] que le llevaría a formar parte del grupo nacionalista de izquierdas llamado “Fascio Rivoluzionario d’Azione Interventista” (Liga Revolucionaria de Acción Intervencionista) que estaba conformado por intervencionistas de izquierda que habían abandonado las filas del socialismo; poco antes de su expulsión había iniciado un nuevo periódico titulado “Il Popolo d´Italia” en el que atacaba duramente la posición de los socialista y mostraba su favor en la participación de la guerra[18]; para diciembre de 1914 “se habían organizado los fascisti como grupo de presión para la intervención italiana en la guerra” en los que se enfilaba Mussolini[19]. Ya poseído completamente por un espíritu nacionalista extremista, en mayo de 1915 escribe lo siguiente: “Estoy más firmemente convencido que nunca de que para la salvación de Italia tenemos que disparar, y digo -disparar- por la espalda, a unas decenas de diputados, y condenar, por lo menos, a un par de exministros a cadena perpetua. Y no sólo eso; estoy más convencido de que el Parlamento de Italia constituye una peste bubónica[20] que envenena la sangre de la nación. Debemos extirparla”[21]; cuando Italia se suma a la guerra, los partidarios de la intervención se alistan inmediatamente, menos Mussolini, él es reclutado poco después.
En la guerra, el ejército italiano no hace un buen papel, por lo menos no como lo esperaba Mussolini, las tropas sufren una derrota en Caporetto —región occidental de Eslovenia— y éste no vacila en culpar al gobierno, los mandos militares y a los socialistas[22] de dicha derrota. Analizando todos los acontecimientos, Mussolini concluye que solo “una dictadura salvaría a Italia” y consideraba que “se debía suspender la publicación de periódicos independientes, pues lo que el país precisaba era disciplina”[23]; una vez terminada la guerra, feliz porque habían ganado y logrado anexar a Italia zonas de habla alemana y eslava que eran consideradas como dentro de las “fronteras naturales” del país, modifica el enfoque de su periódico para describir al marxismo como “un montón de ruinas de ideas obsoletas”[24]. Todo el pensamiento de este megalómano narcisista personaje giraba en torno a la creación de una Gran Nación, un imperio que se destacara por su expansión territorial, un imperio que a su vez seria dominado por “una mezcla de ideas del socialismo, del nacionalismo, del intervencionismo y del anticlericalismo”[25], de allí que su discurso se basara en un ataque sistemático hacia el socialismo y el capitalismo[26], cosa que le consiguió seguidores de todos los estratos sociales. Este fue el Mussolini que en marzo de 1919 crearía, junto con veteranos de guerra, sindicalistas e intelectuales, los “Fasci di Combattimento” (Hermandades de combate). El fascismo ya había nacido.
Esta reunión se llevó a cabo en Piazza San Sepolcro, Milán, en un salón del club “Alianza Industrial y Comercial”, en aquel entonces Mussolini habló en dos oportunidades, en el primero se limita a leer tres declaraciones escritas[27] y en el segundo no hace más que fustigar a los socialistas, prometer un gran imperio para Italia y mostrar amor por las armas[28]; dos meses después, el 6 de junio, publica el programa fascista impregnado de intervencionismo, anticapitalismo, sindicalismo y nacionalismo; entre los postulados se encontraba el establecimiento de un sueldo mínimo para los trabajadores, la entrega de la industrias nacionales a los sindicatos y trabajadores —sindicalización del Estado—, e impuesto progresivo sobre el capital y la incautación del 85% de las ganancias de guerra[29].
El Fascismo y el Socialismo, dos hermanos de la misma madre: Colectivismo
A poco más de tres años de la reunión en Piazza San Sepolcro, el partido o movimiento fascista llega al poder en Italia[30], una vez allí el régimen ataco con todas sus fuerzas a los movimientos o partidos socialistas por considerar que habían ido en contra de la nación, “prohibieron las huelgas, disolvieron los sindicatos independientes, redujeron el poder de compra de los asalariados y financiaron generosamente la industria de armamento”[31], también “confiscaron propiedades de adversarios políticos, extranjeros o judíos […] sustituyeron las fuerzas del mercado por la administración estatal”[32]; si bien esta última acción se realizó con la aprobación de la mayoría de los hombres de negocios en plena Gran Depresión, también es cierto que estos hombres de negocios solo podían existir —conservar su propiedad y generar riqueza— en tanto y en cuanto sirvieran al Estado, porque en el momento en que dejara de hacerse, pasarían a ser objeto de ataque del mismo[33]; también modifico las relaciones que existían entre individuo y colectivo de tal manera que “el individuo no tenía ningún derecho fuera de los intereses de la comunidad”[34]; lograron conseguir el control total de las instituciones del país y, por extensión, de la sociedad en general. Todo lo anterior con el fin de enmarcar a la sociedad italiana en la concepción que tenía el Duque Mussolini, y los fascistas en general, de la vida y la propia existencia de Italia, con el fin de hacer del país un imperio. En suma, el fin último no era la plenitud humana individual de los italianos, sino que valía más la grandeza de la nación; para ello, se valían de “legión/es” —tropas— que ejercían la violencia o amenazaban con usarla en caso de que algo no se alineara con el bienestar de la nación y del discurso lleno de matices de sortilegios para lograr que los individuos ejercieran las acciones que el régimen necesitara y/o deseara.
Tenemos entonces a un régimen que resulta ser hijo del colectivismo y hermano del socialismo, que, aunque en un principio se llevaron bien, los separaron las formas que tenían para llegar al poder en la Italia de entonces, por lo que terminaron odiándose y atacándose entre sí. El siguiente cuadro resume las características que hacen que el Fascismo no sea más que una de las expresiones del colectivismo:
Colectivismo
Fascismo
Arremete contra la propiedad, pues lo que importa es la propiedad colectiva
Ataca a la propiedad que no enriquecen a la nación (colectivo); reduciendo notoriamente lo que es intocablemente privado.
Es más importante la colectividad que el individuo
Es más importante la nación (colectividad) que el individuo.
Todo individuo que no se someta al colectivo es atacado
El individuo no tiene valor fuera de los intereses del colectivo
Se vale de la violencia, pues es el único medio con el que puede modificar los comportamientos naturales del hombre para adaptarlo a su concepción del mundo
Se vale de la violencia para disciplinar al individuo; esto es, modificar su comportamiento para enmarcarlo en la cosmovisión de quien rige a la sociedad.
Los intereses económicos son dirigidos por el grupo organizado que, a su vez, responde directamente al Estado
Los intereses económicos son dirigidos por un único sindicato que responde directamente al gobierno (Estado).
Se domina todos los ámbitos de la vida pública y privada mediante fuertes controles
Lo público y lo privado es diluido y controlado fuertemente por el órgano director
Elaboración propia.
Entonces, el discurso de que “el fascismo nació de la extrema derecha” y que es producto del “capitalismo burgués” no es más que una vil mentira promovida por los partidos socialistas del mundo entero; desde antes de que Mussolini se consolidara en el poder, el propio Marx, acostumbrado a ver la historia como una profunda lucha entre sistemas económicos, ya definía el fascismo como “el instrumento de la alta burguesía para combatir el proletariado cuando los medios legales disponibles del Estado resultasen insuficientes para someterlo”, el atacar al fascismo se convirtió en ortodoxia comunista durante medio siglo, desde la época de Stalin, se dedicaron a decir que “el fascismo es la dictadura terrorista y descarada de los elementos más reaccionarios, patrioteros e imperialistas del capital financiero”[36]; pero los hechos apuntan lo contrario, la realidad es que la ideología fascista tuvo como principal modelo el socialismo/comunismo promovido por Marx y Engels. Mussolini criticaba eran los medios que utilizaban sus excompañeros socialistas en ese entonces para hacerse con el poder, no el fin en sí mismo —aunque a este fin le sumaba su nacionalismo extremo, el colectivo era la nación, que llevaba a considerar a los demás como una raza inferior y, por tanto, ser objeto de odio y/o desprecio; aunque esto es comparable con el cómo consideran los socialistas a todos aquellos que no sean adeptos a sus ideas y, en lugar de servir al colectivo, tratan de perseguir fines individuales—. Además, muchas veces se llama al régimen fascista como “nacionalsindicalismo”, algo que no dista mucho de lo que es la “dictadura del proletariado” descrita por Marx y puesta en práctica por el movimiento bolchevique —leninista-comunista— caracterizado por la violencia[37]; si el término “fascista” es usado por los adeptos al socialismo como sinónimo de “violencia, dictadura, sanguinario, etc.”, entonces el socialismo habría que calificarlo como el sistema más fascista que existe.
El Nazismo como sinónimo de fascismo
Otra expresión del colectivismo fue/es el Nazismo, esta manifestación histórica no es más que un Fascismo, quizás más extremista, puesto en práctica en otra latitud —Alemania—; Hitler, quien estaba resentido por la pérdida de Alemania en la Gran Guerra al igual que la mayoría de los miembros de la sociedad alemana entera, quien, además, admiraba a Mussolini y estaba influenciado, al igual que éste, por pensamientos de Friedrich Nietzsche (1844-1900), se une al “Partido de los Trabajadores Alemanes” (DAP), fundado por Anton Drexler, en 1919 y no tarda “en convertirse en uno de los oradores más eficaces del movimiento y miembro del comité dirigente”[38]; este partido lo conformarían grupos nacionalistas con ideas socialistas; de hecho, ya para el febrero de 1920 “Hitler dio un nuevo nombre al movimiento -el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei, NSDAP”[39] (Partido Nacional Socialista Obrero Alemán) que luego sería conocido popularmente como “el partido nazi” y presenta, curiosamente al igual que hizo Mussolini, aunque un poco más específico, un programa que constituía una mezcla de antimarxismo, nacionalismo extremo y anticapitalismo. Quizás el extremo narcicismo alemán no les permitía calificarse a sí mismos como “fascistas”, por lo que prefirieron llamarse “nazistas”. Una vez en el poder (1933), once años después que el partido fascista italiano lo hace (1922), hasta su caída en el 1945 tras perder la segunda Guerra Mundial, el Nazismo se caracterizó por ser un régimen dictatorial que exaltaba a su nación por sobre las demás y reprimía de muchas formas[40] a todo aquel que no encajara en la concepción del mundo que tenía el líder supremo —Hitler—.
Puede verse con claridad como las características del Fascismo y Nazismo encajan perfectamente en la concepción del colectivismo descrito en los primeros párrafos; se puede concluir entonces que estas manifestaciones son tan solo animales de la misma especie con ciertos rasgos distintos. Ahora bien, estos regímenes no son la máxima expresión del colectivismo, quien ocupa este lugar es nada más y nada menos que el Socialismo. Muchos quizás se pregunten: “¿Y el comunismo?”, porque, hasta ahora, creen que comunismo y socialismo son dos regímenes distintos, pero no, es exactamente lo mismo; en la terminología usada por Karl Marx y Friedrich Engels socialismo y comunismo son sinónimos y no hacen distinción entre ellas, “en la práctica todos los grupos y sectas marxistas hasta 1917” hicieron lo mismo, “los partidos políticos marxistas, que consideraban el Manifiesto Comunista como el evangelio inalterable de su doctrina, se llamaron a sí mismos socialistas. El partido más numeroso e influyente de estos últimos, el partido alemán, adoptó el nombre de Partido Social Demócrata. En Italia, Francia y demás países donde los partidos marxistas desempeñaban ya un papel en la vida política, antes de 1917, el término socialista sustituyó igualmente al término comunista. Ningún marxista se aventuró nunca, antes de ese año, a establecer distinciones entre comunismo y socialismo”[41], las siglas URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), demuestran el hecho de que estos términos eran usados indistintamente en aquella época[42]. Las diferencias que vagamente intentan atribuir entre el comunismo y el socialismo hoy en día solo tienen el objetivo de desvincular al segundo del fracaso de la Unión Soviética –considerada comunista, pero que, curiosamente, sus principios son socialistas y el nombre “URSS” así lo indica– quedada al descubierto tras la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989; aun si insisten en enmarcar diferencias, en el mejor de los casos, solo lograran inteligentemente demostrar que ambos constituyen 2 etapas del mismo proceso, el socialismo tiene como fin el comunismo –Socialismo es la primera etapa–[43]. Tenemos entonces que socialismo y comunismo son sinónimos, por lo que no es necesario analizarlos por separado.
El Socialismo como máxima expresión del colectivismo
El socialismo tiene como fin que la “administración de la industria y de todas las ramas de producción en general deje de pertenecer a unos u otros individuos en competencia y pase a estar en manos de la sociedad”, esto es, “la propiedad privada debe ser suprimida y ocuparan su lugar el usufructo colectivo de todos los instrumentos de producción y el reparto de los productos de común acuerdo, lo que se llama la comunidad de los bienes”[44]; además, no teme en usar la violencia para implementar su sistema[45][46]. Para Marx, los comunistas “destacan y hacen valer, en las diversas luchas de los proletarios, los intereses comunes de todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra, en que, a lo largo de las diversas fases del desenvolvimiento por que atraviesa la lucha entre proletariado y la burguesía, defienden siempre los intereses del movimiento en su conjunto”[47]. En “Los Principios del Comunismo” Engels destaca que “las ramas de producción pasaran a toda la sociedad, es decir, serán administradas en beneficio de toda la sociedad, con arreglo general y con la participación de todos los miembros de la sociedad”[48], lo que no dice es que “toda la sociedad”, quien supuestamente pasa a ser dueño de los medios de producción, no es más que el órgano rector —el Estado—, puesto que es éste quien administra y realiza el arreglo general; es necesariamente así ya que, por lógica, puede que una asociación —colectivo— vaya en contra del interés de otra agrupación, por lo que el mismo sistema requiere de la existencia de un órgano director que establezca el interés general para que, luego, sean estas agrupaciones las que deban enmarcarse en las directrices dadas.
En resumen, el Socialismo es lo mismo que comunismo y tiene como fin la supresión de la propiedad y el sometimiento del individuo al colectivo, para ello, necesaria y obligatoriamente, porque las circunstancias así lo requieren al tratarse de un régimen que intenta modificar el comportamiento natural de los actores sociales, se vale de la violencia sistemática e institucionalizada dirigida por el Estado. Ahora bien, este sistema es más peligroso e incluso peor que el Fascismo, este último profesaba odio hacia la humanidad, era sincero, pero el Socialismo profesa amor a la humanidad, a la justicia social, a la libertad y a la solidaridad o generosidad, y en nombre de estos valores se ha ganado el corazón de muchos adeptos a pesar de ser un sistema que contempla el crimen como sistema de gobierno; este poder de ocultar su naturaleza le permite calar en el corazón de muchos, lo que le ha ayudado a mantenerse desde su génesis en la historia hasta nuestros días.
En conclusión, el Colectivismo, Fascismo, Nazismo, Comunismo y Socialismo forman una familia disfuncional, siendo los dos últimos en realidad un solo hijo con trastorno de personalidad —Socialismo/Comunismo—, en donde los hijos pelean entre ellos —Fascismo vs Socialismo— y niegan a la madre —Colectivismo—. Sin embargo, a pesar de ello, la madre exalta a su hijo con trastorno de personalidad por ser, más que el facsímile, quien la representa de forma superior[49]; también, estos sistemas de gobiernos son ejercidos por bestias salvajes que tienen como dios la violencia y como principios móviles el odio y la envidia, a pesar de que en palabras intenten mostrar lo contrario.
Entender esto a profundidad es fundamental, en términos matemáticos, es “extremadamente importante en valor absoluto”, no es un asunto baladí, todas las desgracias de la historia de la humanidad se deben a problemas de índole intelectual y moral, por abrazar ideas erradas, ideas como las colectivistas; por tanto, si la sociedad no cambia sus principios filosóficos errados y no logra identificar los principios inmorales vestidos de moralidad pura y deshacerse de ellos, si sigue comprando la idea de que el Socialismo es movido por principios elevados, en lugar de reconocer su naturaleza diabólica, entonces estamos condenados a caer en un abismo sin fondo, a vivir y morir en la más absurda de las miserias.
[1] Todas las citas que se hagan de la RAE en esta obra serán extraídas de la versión 23.4 en línea de la Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23.ª edición. Puede acceder a través de: https://dle.rae.es.
[2] El componente léxico “legere” también evoca leer, lectura, sacrilegio, elegir, leyenda, entre otros. Todo sin que reste valor a lo que se expondrá en el párrafo. Utilizando estos vocablos, se puede decir que el colectivismo “elige” al “grupo” por encima del individuo y pretende ser una “lectura” —estudio o análisis— del mismo; cabe resaltar, nuevamente, que esta lectura, estudio o análisis lo hace minimizando al individuo y contemplando al colectivo con cierta latría.
[4] Los legionarios romanos eran conocidos por su disciplina, orden y buen entrenamiento para la batalla; estas cualidades les permitieron enfrentarse a ejércitos mayores en números y mejor equipados que ellos y, aun así, salir victoriosos. Una legión estaba compuesta entre 4000 y 6000 soldados y el ejército romano contaba por lo menos con unas 25 legiones, estos eran la parte principal del ejército, uno independiente y completo en sí mismo —véase: Perspicacia para comprender las Escrituras. 1991. Volumen 1. Brooklyn, New York. Editado y publicado por la Watch Tower Bible and Tract Society of New York, Inc. International Bible Students Association. Sección “Ejercito”, con especial énfasis en “Ejercito romano”, págs. 780-784. Considero necesario destacar también que la Biblia relata una oportunidad en la que Jesucristo se encuentra con dos hombres endemoniados al desembarcar en la orilla oriental del mar de Galilea —región de los gerasenos—, estos hombres eran tan violentos que nadie se atrevía a pasar por el camino en el que se encontraban, al preguntar sus nombres, uno de ellos responde que se llama “legión” porque “eran muchos” (Mateo 8: 28-34; Marcos 5: 1-13; Lucas 8: 26-39). Entiéndase entonces que la palabra hace referencia a un conjunto de hombres actos para la guerra; además de ello, no creo sea coincidencia que un grupo de numerosos demonios —ángeles que se rebelaron contra Dios, constituyéndose enemigos directos del Creador— decidieran llamarse a sí mismos “legión” y que el hombre a quien poseían se mostrara, en extremo, violento.
[5] Estos actos también son condenados por la Biblia (Éxodo 22:18; Levítico 19:26; Deuteronomio 18:9-14). Por otro lado, este vocablo también le concede al concepto de colectivismo un componente intangible y vago, casi místico.
[6] Considero importante destacar lo que escribió Ludwig von Mises con respecto al “yo” —individuo— y el “nosotros” —colectivo—, en su obra titulada “La Acción Humana, Tratado de Economía” (el titulo original es “Human Action, A Treatise on Economics”, publicada esta primera edición en ingles en 1949, siendo su predecesora “Nationalökonomie: Theorie des Handelns und Wirtschaftens” —en Alemán—, publicada en 1940; esta es la más grande obra de Mises; la versión citada es una traducción de Joaquín Reig Albiol publicada por Unión Editorial, décima edición). En esta obra explica que “el ego es la unidad del ser actuante […] el nosotros es siempre fruto de una agrupación que une a dos o más egos. Si alguien dice Yo, no se precisa mayor ilustración para percibir el significado de la expresión. Lo mismo sucede con Tú y, siempre que se halle especialmente precisada la persona que se trate, también acontece lo mismo con el ÉL. Ahora bien, el decir Nosotros, es ineludible una mayor información para identificar qué Egos se hallan comprendidos en ese Nosotros. Siempre es un solo individuo quien dice Nosotros; aun cuando se trate de varios que se expresen al tiempo, siempre serán diversas manifestaciones individuales. El Nosotros actúa, indefectiblemente, según actúan los egos que lo integran” (pág. 53). Entiéndase que una agrupación —colectivo— está conformada por individuos y que no es un ser en sí mismo.
[8] Para profundizar sobre este tema, invito a revisar: Jesús Huerta de Soto. 2005. Socialismo, calculo económico y función empresarial. Madrid, España. Tercera edición. Publicado por Unión Editorial. Capítulo 3., donde el autor hace un buen resumen de todo el aporte de Ludwig von Mises en su análisis de la imposibilidad del sistema.
[9] Primer párrafo de este apartado, retomamos, colectivismo es una “doctrina que tiende a suprimir la propiedad particular, transferirla a la colectividad y confiar al Estado la distribución de la riqueza” o, si gusta más, hay varios actores copropietarios del bien. De allí que Hayek prefiera llamarlo “propiedad plural”. Ahora bien, a efectos de lenguaje, si quiere llamar “propiedad colectiva” a una cosa para aludir a esa “copropiedad”, es entendible, pero el punto es que quienes defienden sistemas colectivistas no aluden a ese tipo de concepto, sino que pretenden de alguna manera que todo sea de todos —nada de nadie—.
[10] Algunos pensarán que un bien puede ser propiedad de varios y aludir a ello como “propiedad colectiva”, sin embargo, en sentido estricto, sigue siendo una “propiedad privada” extensiva a varios actores,
[11] Para entender el por qué de esta definición, en apariencia poco relevante, pero con implicaciones filosóficas profundas, puede consultar: Roymer Rivas. 2023. Estado, Gobierno, Dios y Orden Social. Publicado en el portal de ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/estado-gobierno-dios-y-orden-social/ (Consultado el 24 de noviembre de 2023).
[12] Esta palabra proviene del italiano “fascio” —que significa haz, grupo—, del latín “fascis” —fasces en plural—, que significa manojo de varas o haz —aunque también puede significar grupo—. En la antigua roma los fasces hacían referencia a los haces de varas con un hacha encajada en medio; estos eran señal de autoridad y poder y solían portarlos los magistrados, procónsules, cónsules, dictadores, entre otros. Más tarde esto sería el símbolo del Fascismo como movimiento y/o sistema.
[13] El Fascismo como ideología transcendió fronteras, así podemos ver las Camisas Grises de Islandia, la Nueva Guardia de Nueva Gales del Sur (Australia), el Nazismo Alemán, El Franquismo Español, movimientos como Faisceau, Jeunesses Patriotes, los Camisas Verdes y la Fédération Nationale Catholique en Francia, Ferenc Szálasy en Hungría, Legión del Arcángel Miguel de Rumanía, el movimiento rexistade León Degrelle en Bulgaria, el Nationaal Socialistische Beweging en Holanda, Nasjonal Samling de Vidkun Quisling en Noruega, la unión de fascistas de sir Oswald Mosley en Gran Bretaña, entre muchos otros en otras latitudes. Estos movimientos fascistas los extraje de la original y magnífica obra literaria titulada “Anatomía del Fascismo” escrita por Robert O. Paxton (publicado por Capitán Swing Libros, S.L.Cap. 3 “El arraigo”, pág. 96-144); la citada es la traducción al español de José Manuel Álvarez Flórez (2019) de la publicación original en inglés titulada “The Anatomy of Fascism” (2006). Cambiando de enfoque, tengo que decir que no concuerdo con lo expuesto por el autor con respecto a la existencia de “capitalismo”, tal y como lo entendemos hoy día, en el régimen fascista —se alude a ello en los capítulos 1, 4 y 8 directamente, en otros es sobreentendido—; como concepto, el capitalismo, no es un tipo de orden social, sino como el resultado del respeto a la propiedad privada y del libre ejercicio de la empresarialidad innata de los actores sociales siempre en busca de la consecución de sus fines individuales que, no deliberadamente, repercute en beneficio para los demás actores, el capitalismo es, resultado de la libertad. En el régimen Fascista, la propiedad privada supuestamente capitalista existía en tanto beneficiara al Estado y al colectivo, —con respecto a esto, el autor expresa que “respetaban la propiedad privada de los productores nacionales, que debían formar la base social de la nación revitalizada. Cuando atacaban a la burguesía, lo hacían porque era demasiado débil e individualista para hacer fuerte a la nación, no por robar a los trabajadores el valor que estos añadían. Lo que ellos criticaban del capitalismo no era la explotación, sino su materialismo, su indiferencia hacia la nación, su incapacidad para conmover el espíritu” [las cursivas son mías] (pág. 19)—, las fábricas “capitalistas” en el régimen no hicieron más que beneficiar al Estado en lugar de a la sociedad, entonces, no tenemos a personas libres ejerciendo libremente su empresarialidad ni respeto pleno a la propiedad, sino a un grupo de actores sociales que fueron obligados a ser útil para la colectividad según la concepción del régimen y a un grupo de bandidos que se dieron cuenta que obtendrían grandes ganancias al servir al Estado —las industrias de armamentos, por ejemplo— en lugar que a la sociedad. Empero, tengo que aclarar que me refiero al “capitalismo como concepto” porque no soy partidario de usar el término “capitalismo” para defender el sistema basado en la propiedad y el respeto a las libertad, dado que el origen que tiene el mismo y lo que significa realmente —etimológica, históricamente— no es acorde al mensaje que se intenta transmitir cuando se usa, pero hablaré de ello otra oportunidad; mientras tanto, usare el termino tal y como lo concebimos aquí para una mejor comprensión del mensaje.
[14] A pesar de que el término “fascio” fue usado en distintas ocasiones, como “los campesinos que se sublevaron contra los terratenientes en Sicilia en 1893-1894” que se “autodenominaron los Fasci Siciliani”, “los nacionalistas de izquierdas” que intentaron que Italia entrara en la primera guerra mundial en 1914 en el bando aliado —Francia, Rusia y Gran Bretaña— llamados “Fascio Rivoluzionario d´Azione Interventista” y el uso de la palabra “fascismo” que acuñó Mussolini a final de la guerra para “describir el talante del pequeño grupo de exsoldados nacionalistas y revolucionarios sindicalistas” [las cursivas son mías] pero, para ese entonces, no tenía el monopolio del uso de la palabra fascio ya que siguió “siendo de uso general entre grupos militantes de diversos matices políticos” (revisar: ibíd., pág. 12); como tal, antes de esa fecha (marzo de 1919) no existía ni un partido ni la doctrina fascista.
[15] Incluso, era “una personalidad destacada del ala revolucionaria del partido”, caracterizado por su posición radical, por lo que despreciaba al ala del partido que participaba en el parlamento de la época (ibíd., pág. 36, ver nota 7). Mussolini ya a la edad de 18 años mostraba su afinidad política por el Socialismo internacional, poco tiempo después, a los 19/20 años, comienza a escribir para el periódico socialista “L´Avvenire del Lavoratore” (El futuro de los trabajadores); para 1903 ya se autoproclamaba como un “comunista autoritario”; llegó a glorificar a Karl Marx calificándolo como “el más grande de todos los teóricos del Socialismo”; poco después, en 1904, ya pensaba que la moral Socialista debía hacerse de la violencia; también afirmo que “el movimiento socialista se había convertido en una necesidad básica para él”, que moriría si detuviese su avance en esa corriente ideológica; en marzo de 1908 dirigió “La Lima” (un seminario socialista); fue conocido por fomentar entre sus compañeros socialistas que no acudieran a las entidades legales de la época y que practicaran el lex talionis (ojo por ojo), una muestra de su desprecio por la ley; en 1909 emigra a Trentino (una provincia austriaca) para dirigir el periódico L´Avvenire del Lavoratore y allí se esperaba que Mussolini organizase a los socialistas de la región ad honorem; en 1910 comienza a dirigir una revista socialista llamada “Lotta di Classe” (Lucha de clases); entre otras cosas. En resumen, Mussolini estaba impregnado de Socialismo hasta el tuétano, pero no el Socialismo moderado que caracterizaba a ciertos socialistas de la época, sino que dedico su juventud a promover las ideas socialistas radicales, no solo a través de diversos periódicos y seminarios, sino también en manifestaciones políticas llenas de odio hacia el sistema democrático, el estado más o menos liberal de Italia, la iglesia y al ejercito por considerar que eran “una organización criminal concebida para proteger el capitalismo y a la sociedad burguesa”. —Estos datos los extraje del libro titulado “Mussolini y el Fascismo Italiano” escrito por Álvaro Lozano (2012. Publicado por Marcial Pons Historia. Págs. 61-100) en donde el autor relata la biografía de este personaje—.
[16] También conocida como “La Gran Guerra”, inicia en Julio de 1914 y termina oficialmente en noviembre de 1918 cuando Alemania se rinde y acepta las condiciones del armisticio.
[17] Es necesario aclarar que, si bien Mussolini se encontraba en las filas socialistas, el aporte filosófico de Karl Marx, a quien llego a glorificar (ver nota 15), no calo mucho en él; consideraba a los socialistas de la época como muy moderados y eso llevo a despreciarlos; más adelante llegaría a describir su experiencia del Socialismo (1903-1914) de la siguiente manera: “… no fue una experiencia doctrinal. Mi doctrina durante ese período fue la doctrina de la acción” (ver: ibíd., pág. 74). Estas denotan la importancia que tenía la acción para Mussolini, y cuanto más violenta mejor.
[18] Esta publicación fue financiada, en parte, por la Fiat y por industrias italianas que se beneficiarían si Italia participaba en la guerra. (ver: ibíd., pág. 82).
[20] Esto hace referencia a la “peste bubónica” —también conocido como “la peste negra”—. Ésta es una enfermedad infecciosa producida por la bacteria “Yersinia pestis” en la que predomina la inflamación del ganglio linfático y afecta los tejidos de los órganos sexuales, axilas y ojos. En efecto, para Mussolini y su movimiento todo el sistema italiano era una aberración y tenía que construirse una patria nueva; es curioso que haga referencia a la peste negra y que esta se caracterice por ser potencialmente mortal y hacer bulbos en los órganos reproductores de los infectados, puede que implícitamente estuviera diciendo que el parlamento de Italia lo que estaba haciendo era castrar a la nación de Italia y no la permitía “reproducirse” o crecer —según su concepción. Para mayor información sobre esta peste, consulte “La Muerte Negra” escrita por Leticia Martínez Campos (2019) para la sección de la Sociedad Española de Infectología Pediátrica (SEIP) titulado “Infectología en la historia” en: https://www.seipweb.es/wp-content/uploads/2019/01/La_Peste_Leticia_Martinez.pdf (Consultado 24 de noviembre de 2023).
[21] En op. cit. “Mussolini y el Fascismo Italiano”, Álvaro Lozano., pág. 83.
[26] Considero relevante destacar el “mínimo fascista” postulado por Ernst Nolte que Stanley G. Payne (2014) desarrolla en su libro titulado “El Fascismo” publicado por Alianza Editorial, allí expresa que el Fascismo “consiste en un conjunto de negativas, un aspecto central de organización, una doctrina del caudillaje y un objetivo estructural básico, expresados como sigue: antimarxismo, antiliberalismo, anticonservadurismo, el principio del caudillaje, un ejército del partido, el objeto del totalitarismo” (pág. 12) [cursivas mías].
[27] El primero es un saludo dirigido a niños, discapacitados y prisioneros que cumplieron con su deber; el segundo declara oponerse al imperialismo y aceptar el postulado supremo de la Sociedad de Naciones —antecesor de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)—; en el tercero compromete a los fascistas a sabotear por todos los medios las candidaturas de los adversarios en el campo político. Estas declaraciones son paráfrasis en español de lo expuesto por Renzo De Felice (1965) en su obra titulada “Mussolini il rivoluzionario, 1983-1920” —en italiano— (publicado por Fondazione Istituto Gramsci., pág. 550).
[29] El programa completo en ingles se encuentra en el libro titulado “A Primer of Italian Fascism” editado por Jeffrey T. Schnapp (2000) y publicado por University of Nebraska Press, Lincoln and London. Págs. 3-6.
[30] Hasta ahora, he dedicado palabras para describir el origen socialista del fascismo vinculándolo con las acciones de líder, Mussolini, y de los demás movimientos de izquierda —sindicatos, nacionalismo extremo—; sin embargo, el fascismo no se limitó a la personalidad de Mussolini, estudiar el fascismo de esa manera da la impresión de que se puede entender a plenitud solo analizando a su dirigente, pero no es así. El fascismo ocurrió porque las naciones, las instituciones —débiles— y los diferentes estratos sociales lo apoyaron, entre ellos conservadores y seudoliberales, por pensar que era preferible tener un gobierno de esta índole que un gobierno socialista/marxista, no reparando en que se trataba de un monstruo de la misma especie con apariencia distinta. El discurso de Mussolini sirvió para atraer a personas de todos los bandos, por un lado, atacaba fervientemente a los socialistas, por lo que se ganó el favor de conservadores y seudoliberales, por el otro, atacaba al capitalismo y la burguesía, por lo que contaba con el apoyo de los que tenían inclinaciones hacia la izquierda —sindicalistas, socialistas, comunistas—. De aquí en adelante, me limitare a explicar las características del fascismo ya en el poder para entender las ideas colectivistas que sostienen, o sostuvieron, al sistema.
[31] Óp. cit. “Anatomía del Fascismo”, Robert O. Paxton. Pág. 19. Con la industria de armamento se beneficiaron pocos individuos considerados como “capitalistas”, pero más que eso, eran un conjunto de malhechores que solo Vivian para servir al Estado oportunista creado por el régimen —comparar con nota 13—.
[33] Revisar nota 13 (letras cursivas). Además, es de destacar que el régimen fascista “rediseño las fronteras entre lo público y lo privado, reduciendo notoriamente lo que antes había sido intocablemente privado” (ibíd.).
[35] Dato curioso: “la doctrina del fascismo” revisada por Mussolini y publicada en 1925 definió al fascismo como un régimen “totalitario”. En op. cit. “Mussolini y el Fascismo Italiano” Cap. 5, “¿Un régimen totalitario?”., pág. 159.
[36] Op. cit. “Anatomía del Fascismo” Robert O. Paxton., págs. 16-17.
[37] Para Lenin, los proletarios debían imponerse sobre los burgueses y mantener el poder mediante la violencia; llego a escribir que todo aquel que intentara ofrecer resistencia a la revolución proletaria, serian suprimidos despiadadamente; privados de todos sus derechos; en palabras suyas, “más que eso, no les daremos ni un pan, porque en nuestra república proletaria los explotadores no tendrán derechos, serán privados del fuego y del agua, ya que somos socialistas en serio” (esto es una paráfrasis de lo escrito por Lenin en “The Soviet Constitution”, pág. 31). Estas palabras no hacen más que poner en evidencia el carácter violento de estos regímenes. La cita textual en ingles dice así: “and if you exploiters attempt to offer resistance to our proletarian revolution we shall ruthlessly suppress you; we shall deprive you of all rights; more than that, we shall not give you any bread, for in our proletarian republic the exploiters will have no rights, they will be deprived of fire and water, for we are socialists in real earnest” (puede acceder a traves de: https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1918/prrk/soviet_constitution.htm (Consultado el 24 de noviembre de 2023)
[40] Eran asesinados o enviados a los campos de concentración nazi dirigidos por “las Unidades de las Calaveras”. Estas unidades eran una ramificación de las “SS de Himmler” que comenzó como una minúscula fuerza de guardia personal de Hitler. El libro “El Nazismo”, escrito por J. Thorntin, en su capítulo 7 (1967. Publicado por alianza editorial. Pág. 86) detalla cómo era la vida en la Alemania nazi, el control que ejercía el Estado sobre la vida en sociedad es indiscutible, negarlo es como negar que las influencias que ejercen las leyes físicas en la vida en la tierra.
[41] Ludwig von Mises. (1922). Socialismo, Análisis Económico y Sociológico. Tercera edición. Publicada por Wister Book Foundation (WBF) bajo los auspicios del Centro de Estudios Sobre la Libertad Buenos Aires, Argentina. Esta obra es una traducción al español de Luis Montes de Oca; la publicación original se realizó en el año 1922 con el título “Die Gemeinwirtschaft: Untersuchungen über den Sozialismus”, la segunda edición (1932) fue traducida al inglés en 1936 por y publicada en Londres por Jonathan Cape.
[42] Lenin, comunista/socialista (se usaban los términos para calificarlo sin distinción alguna) fue el principal dirigente de la Revolución de Octubre de 1917 (revolución bolchevique) del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Más tarde sería el líder supremo de la URSS (1922).
[43] De hecho, esta es la tesis expuesta por Marx en “Critica del Programa de Gotha”, un escrito enviado a Bracke en el año 1875. La publicación consultada fue la editada por “elaleph.com” (2000). Considero importante resaltar lo que dijo Marx sobre el sistema que defendía, él dice que “en el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad común de los medios de producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta aquí, tampoco, como valor de estos productos como una cualidad material, poseída por ellos, pues aquí, por oposición a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante un rodeo, sino directamente” (pág. 15) [cursivas mías]; aquí se muestra abierta y claramente el carácter colectivista del sistema.
[44] Estas palabras las escribe Friedrich Engels en “Principios del Comunismo” en Paris (1847) en respuesta a la pregunta “¿Cómo debe ser ese nuevo orden social?”. Este escrito surge como un proyecto de la Liga de los Comunistas y constituye el antecesor del “Manifiesto Comunista” publicado junto a Karl Marx tiempo después.
[45] Engels dice en respuesta a la pregunta “¿Será posible suprimir por vía pacífica la propiedad privada?” que, si bien desean que sea así, si al pasar el tiempo no han logrado sus fines y, según su concepción, el proletariado sigue siendo oprimido por el sistema capitalista, entonces los comunistas defenderán su causa “con hechos, no menos de como ahora lo hacen de palabra” (Ibíd.). Claro ésta, esto es como decir que si el sol sale mañana, que con plena seguridad saldrá, entonces voy a arremeter contra todo aquel que no piense igual a mí; del mismo modo, al ser éste un sistema contranatural, que atenta contra la condición natural del hombre, que deriva en el derecho de la propiedad, y que, por tanto, necesita modificar el comportamiento para que el individuo se comporte antinaturalmente, con toda seguridad tiene que valerse de la violencia para poder lograr sus cometidos.
[46] El objetivo que tenía Marx era la transición del Capitalismo al Socialismo, el medio a utilizar era la “revolución”, violencia, para el establecimiento de la dictadura del proletariado. Con respecto a esto, Mises dice que éste quería llegar implementar el Socialismo “por medio de la revolución y la guerra civil. A los ojos de Marx y de los doctrinarios marxistas, el rasgo característico de su partido fue la condición de grupos revolucionarios que habían hecho profesión de la fe en la acción violenta. Su propósito era la rebelión para establecer la dictadura del proletariado y para exterminar sin piedad a los burgueses”, más adelante dice que “no tuvieron seguridad en el carácter inevitable del advenimiento del socialismo —puesto que Marx decía que el capitalismo se destruiría a sí mismo y esto daría paso al socialismo—, ni tampoco confiaron en el buen éxito de un levantamiento revolucionario. Entonces adoptaron los métodos de la acción parlamentaria, solicitaron votos del pueblo en las campañas electorales y enviaron sus delegados a los parlamentos” (ver: óp. cit. “Socialismo, Análisis Económico y Sociológico., págs. 557-558). Estas acciones perdurarían en el tiempo y mantendrían en una relativa pasividad al movimiento socialista que más tarde sería criticado por Mussolini y daría pie al desprecio de los regímenes Fascistas hacia los movimientos socialistas; pero el Socialismo tiene origen “revolucionario” violento y esto sería más tarde encarnado en el movimiento bolchevique de Lenin.
[47] Karl Marx y Friedrich Engels. (1848). Manifiesto del Partido Comunista. Subtema “Proletarios y Comunistas”., pág. 31).
[49] En el Diccionario Filosófico. 1965. México. Publicado por Ediciones Pueblos Unidos., se indica que “el comunismo representa la forma superior del colectivismo”. Pág. 71.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Hoy en día, aún son muchos los que conceptualizan al Socialismo como una determinada mundividencia moral. A menudo los defensores de esta ideología manifiestan que el Socialismo se sostiene en valores elevados; por lo que, al compararla con otros sistemas, principalmente el sistema capitalista, concluyen que su superioridad ética y moral es indudable. Estos apelan en palabras al amor, la honestidad, solidaridad, respeto y justicia como la base para construir una sociedad más “libre, justa e igualitaria” –supuestos valores fundamentales en lo que se sostiene el sistema–. Incluso hay toda una rama de pensamiento filosófico denominado “Socialismo Ético” fundamentada en la ética o filosofía moral kantiana que considera el Socialismo como un conjunto de principios y requisitos ético-morales, siendo la solidaridad la base en la que se construye el sistema; esta concepción del Socialismo deja de lado la idea de que ésta es “resultado del desarrollo socioeconómico lógico de la sociedad” para hacerse de la doctrina de que es “una concepción moral”[1].
Ahora bien, ¿Es realmente el Socialismo un sistema que se fundamente en valores morales elevados? Más allá de las palabras ¿Demuestra la praxis de este sistema que sus bases son éticas? Las respuestas a estas preguntas no son un asunto sin importancia, puesto que, como bien dijo Jesucristo, “no puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos”[2]; cambiando las palabras para adaptarlas al contexto, “no puede un sistema en el que su estructura se sostenga sobre bases inmorales ser de beneficio para quienes lo implementen” y, en contraste, “todo buen sistema, fundamentado en la ética y la moral, produce gracia en la sociedad que lo aplique”; por lo que observar los fundamentos morales del Socialismo permitirá definir qué es realmente.
La careta moral del Socialismo
En principio, esta ideología se vende como una necesidad ética y moral de la especie humana, pero la realidad es que se mantiene al margen de estas disciplinas filosóficas teniendo como resultado, no solo la destrucción del mismo, sino también la decadencia de la moral y la razón de todos aquellos que son sometidos por el sistema. Esto es así porque, para alcanzar la elevada conciencia y espíritu y la plena realización humana con “verdaderos valores de amor, honestidad, solidaridad y justicia”, inicia todo un proceso transformador de actitudes que tiene como fin la manifestación de un/os determinado/s comportamiento/s. El medio utilizado para tal fin es el abuso de poder; extendiendo sus tentáculos a lo largo, ancho y profundo del círculo social, emprende un proceso de educación que pretende la edificación de una nueva sociedad; pero, cabe aclarar, todo según su concepción de la realidad, del cómo deberían ser las cosas, no del cómo son realmente. A través de distintos mecanismos —destacando que estos siempre están fundamentados en “valores morales”— socaba la esencia humana hasta hacer de la persona un animal —irracional, no pensante— en la medida en que siempre se busca modificarlo hasta enmarcarlo en lo que, para el Socialismo, es la plenitud humana. Esto no hace más que despojar a la persona de su ser para convertirlo en una “bestia adiestrada”[3].
Este proceso de adiestramiento es justificado por todo el caudal de “valores” en los que dice sostenerse el sistema. En nombre de la solidaridad y la igualdad se realiza el “justo reparto de la riqueza” mediante sistemas de impuestos[4] desiguales que, en el mejor de los casos, quitan o roban parte de los ingresos de aquellos que, por generar más beneficios a la sociedad, obtuvieron una mayor ganancia, para repartirlo entre aquellos que, en muchas ocasiones, no generan ningún bien. Esta práctica tiene como consecuencia el “estado de bienestar”[5], un concepto que tiene el objetivo de “redistribuir” la riqueza para “mejorar el bienestar de la población en general y combatir la desigualdad repartiendo de forma más equitativa”. Sin embargo, en estas acciones hay errores de fondo de índole “ético-moral e intelectual” que surgen de un mal entendimiento del constructo de la sociedad en sí; primero, este sistema se sostiene en el robo sistemático, se le quita a la sociedad parte, sino todo —en casos extremos—, del fruto de su trabajo para financiar acciones que, en la gran mayoría de los casos, las personas no quieren financiar; segundo, se trata desigualmente ante la ley a las personas —¡no se roba a todos por igual!— en la medida en que se le quita más al verdadero benefactor social, que recibió sus beneficios por prestar/brindar un servicio o producto que el mercado[6] demandaba, “redistribuyendo” así aquello que ya el mercado distribuyó correctamente de acuerdo a los gustos y necesidades de las personas, cambiando la distribución que fue producto de acciones voluntarias por una redistribución producto de una imposición coercitiva; tercero, el concepto de “igualdad” es mal entendido, ¡Ninguna persona es igual! El Socialismo pretende alcanzar una utópica igualdad de hecho —física, económica y/o de condiciones— en una sociedad desigual y diferente[7], por no entender este hecho, en el proceso de búsqueda o construcción de la igualdad, se destruye la iniciativa individual y privada —la única fuente de riqueza y progreso en una sociedad—; cuarto, se usa la solidaridad sin comprender el verdadero significado del término y cómo surge ésta en las interacciones sociales.
Lo que es la verdadera solidaridad que ataca el Socialismo
La solidaridad, en sentido amplio, significa “cohesión a la causa” o “adhesión circunstancial sólida”, firme y/o completa, esto denota, por sí mismo, amor, apoyo, caridad, hermandad, fraternidad, protección, compasión y misericordia. Éste coctel de valores mueve a la persona “solidaria” a ser un apoyo para los más necesitados —la persona se entrega al otro por completo por considerar eso un valor mayor a su bienestar material—. No obstante, al igual que todos los valores humanos, este surge de manera natural en las personas; en circunstancias normales –sin Socialismo– difícilmente una persona vería a otro pasar necesidad sin extender una mano ayuda, parte de la naturaleza del human es condolerse del sufrimiento ajeno y tomar acciones necesarias, en la medida de sus posibilidades, para brindar apoyo; es una cooperación que surge de forma natural —voluntaria, no coercitivamente— entre los individuos que viven en sociedad. En efecto, el mercado es el sistema más solidario entre la especie human.
Sin embargo, esta ideología contranatural cambia el significado de “solidaridad” y la adapta como algún tipo de “deber” y “conducta social” que tiene como fin el “bien común”, es decir, las personas tienen la responsabilidad, más allá de la obligación moral que los mueve voluntariamente a ayudar al prójimo, “de facto o de hecho” de solucionar los problemas de las “personas sufrientes” que le rodean; anulando de esta forma la “voluntad” de ayudar de los individuos transformándola en algún tipo de “obligación” que requiere necesariamente de la coerción para intentar alcanzar el “bien social o común” que no existe —por lo menos no en la concepción espuria que se tiene sobre el termino[8]—, y, en consecuencia, es imposible de lograr[9] en la medida en que es imposible que todas las personas quieran lo mismo; las mismas diferencias —desigualdades— humanas hacen imposible el concepto del “bien común” porque no se logrará jamás satisfacer a todos por igual, aún si lo imposible se hace posible y todos en la sociedad desearan exactamente lo mismo, no quedarían satisfechos en el mismo grado, cada individuo apreciaría su deseo y el logro del mismo de forma distinta.
El Socialismo y la Justicia
Otro problema ético que paradójicamente fundamenta al socialismo tiene que ver con la “justicia”. Al ser un sistema que se extiende en cada una de las instituciones sociales en busca de modificar conductas individuales que se reflejen en la sociedad como un todo, que recurre sistemáticamente a la imposición de acciones —usando la fuerza—, cambia o sustituye el concepto tradicional de ley y justicia entendido como un conjunto de leyes materiales, generales y abstractas de carácter consuetudinario[10] por un “derecho” espurio. En otras palabras, el socialismo recurre sistemáticamente, a través de un cúmulo de reglamentos, órdenes y mandados coactivos emanados por un órgano director, a la agresión institucionalizada para modificar la conducta humana —lo que constituye un ataque directo contra la naturaleza humana—; bajo este sistema, la ley pasa a ser instrumento de control y bloqueo, se transforma en un mecanismo al servicio del órgano planificador. En consecuencia, aquellos sometidos al régimen inconscientemente modifican su personalidad y comienzan a respetar cada vez menos las normas tradicionales de conducta; las leyes materiales que antes regían a las personas dejan de ser referencia para las acciones de los mismos y estos pierden paulatinamente las costumbres que les permitían adaptarse a las normas espontaneas surgidas de la sociedad en la que se desenvuelve. Estos mandatos corrompen el concepto de “derecho” y “ley” y lo único que logran es que los ciudadanos pierdan todo respeto por ella. No conforme con esto, la esperada y entendida desobediencia o elusión del mandato por parte de la sociedad como una manifestación de supervivencia es usada como excusa para crear e imponer más reglamentos —sumergiendo así, nuevamente, a los individuos en una espiral ascendente de deterioramiento moral[11]—; las consecuencias de esta acción socialista son nefastas para la sociedad.
Este mal concepto sobre el derecho que presenta el socialismo le lleva a una mala aplicación de la justicia[12]. En este sistema, se deja de juzgar el comportamiento del human para comenzar a juzgar el resultado de los mismos en la medida en que quienes se escudan en el aparato del Estado, fundamentados en su miope percepción del proceso social, se valen de sus arbitrarias estimaciones de los resultados que surgen de las interacciones sociales que ellos creen percibir para recurrir al único medio que tienen para tratar de organizar a la sociedad desde arriba, a saber, la coacción. En otras palabras, el no conocer, y mucho menos entender, la configuración social —que se ordena espontáneamente—, lleva al órgano director a establecer, según su percepción y/o estimaciones, lo que está bien y lo que está mal de acuerdo a los resultados que se alcancen en todo el proceso social a lo largo del tiempo y no a cuál haya sido el comportamiento individual de cada actor. Esto se ilustra muy bien cuando, como resultado de un arduo esfuerzo mental y/o físico y, quizás, un poco de suerte, una persona, movida por su empresarialidad, crea un producto/servicio que beneficia a la sociedad y, en consecuencia, obtiene buenas ganancias por ello —por ser un producto/servicio altamente demandado— y el órgano director le roba parte de sus ganancias —o toda en casos extremos— en nombre de la solidaridad y la “justicia social” para, en el mejor de los casos, suponiendo que la manos porosas de quienes constituyen el órgano director no se haga de parte de esos ingresos, darlo al “más necesitado”. Sin embargo, aquí surgen varias cuestiones ¿Quiénes son los más necesitados? ¿Qué pasa con todo el comportamiento a lo largo del tiempo que precedieron los resultados del individuo que creó el bien?
La respuesta a estas preguntas desnuda el concepto de justicia del socialismo; “los más necesitados” son escogidos a dedo por el órgano director, es éste quien, subjetiva y emotivamente, fija quien es el más necesitado y quien no, este constituye un concepto abstracto que se aleja de la realidad en la medida en que se basa solo en el resultado[13] y no en las acciones que realizó aquel que le llevaron a crear un bien que, en realidad, beneficio a la sociedad en general, incluyendo los “más necesitados” que tanto dice defender el sistema, y, por consiguiente, obtuvo ganancias por eso —es un todos ganan—; las consecuencias de esta coacción sistemática lleva a la eliminación de la iniciativa de los individuos para resolver los problemas que cree percibir en la sociedad, la desmotivación invade al individuo y su empresarialidad queda reducida a cero por prever que, cuando consiga los beneficios esperados —o no—, el órgano director le quitara sus beneficios; por lo que, en el mediano/largo plazo, la riqueza de la sociedad en general decrece y, paradójicamente, ahora todos los actores encajan en el concepto de “más necesitados” —exceptuando a unos pocos que forman parte de la estructura socialista—. Ahora bien, he dicho que el socialismo realiza todas estas acciones en nombre de la “justicia social”, pero ¿Qué es la “justicia social”? ¿Es buena o mala?
La “Justicia social” como injusticia auspiciada por el Socialismo
La justicia social es el verdadero concepto y sentido de justicia del Socialismo, esto es, una justicia espuria. El término “social”, que complementa la “justicia” aplicada por el sistema, es un calificativo que se utiliza para engañar semánticamente a las personas; cuando a una palabra se le agrega el término “social” se vacía y modifica por completo el sentido de ésta, convirtiéndola en un sentido que es totalmente el contrario del que realmente tenía; a este tipo de términos se les denomina “términos comadreja” o “palabras comadreja” en alusión a la capacidad que tiene el animal de sacar el contenido de un huevo sin estropear el cascaron. En general, las personas apelan a estas palabras en sus discursos para decir cosas que no quieren decir directamente, de esta manera crean la impresión de que han dicho algo significativo cuando la verdad es que se realiza una afirmación y/o envía un mensaje vago o hasta irreal —inexistente—[14]. La justicia social es una construcción que tergiversa el valor “justicia” y, en consecuencia, es lo más injusto que existe. Al valerse de este concepto vacío, el socialismo incauta a los individuos sometidos al sistema haciéndoles ver que se toman decisiones en nombre de la “justicia” que tiene como fin el “bien social”, pero, en realidad, es el órgano rector quien, a través de distintos mecanismos, crea la ley —más bien, mandatos u ordenamientos—, la interpreta y juzga a las personas según sus impresiones subjetivas; cabe destacar que todos estos mandatos —con vestimenta de “ley”— tienen el fin de beneficiar al juzgador, este es el mismo órgano rector que pretende ordenar a la sociedad. Es decir, la institución pasa al servicio del poder central, al igual que la gran mayoría de las demás instituciones. El resultado de todo esto es la descomposición, decadencia y desaparición, ordenado en diferentes etapas, del sentido de “justicia” real o tradicional y la perdida cuasi absoluta de toda seguridad jurídica.
El Socialismo como asesino de la Libertad
Por último, todos estos mecanismos tienen como fin el logro de la “libertad” —sabrá Dios qué aberración de concepto de libertad tiene y/o busca el Socialismo—. Un sistema que pretende modificar el comportamiento individual para adaptarlo a su percepción de la realidad, anulando la razón y destruyendo la esencia humana yendo en contra de la lógica y del orden natural, que corroe la verdadera libertad en sentido puro, como lo es la condición de poder actuar conforme a la elección de qué hacer con nuestro ser y nuestros bienes, teniendo como único límite el no perjudicar a otros en el proceso de la realización de nuestra plenitud personal, no puede llamarse un “sistema que pretende alcanzar la libertad”.
Para el Socialismo, la libertad significa el sometimiento a todos los mandatos u ordenamientos caprichosos que emanan del órgano director que tiene como resultado el debilitamiento, e incluso la desaparición, de la moral y razón humana. Es contradictorio, hasta paradójico, que para alcanzar una sociedad más “libre, justa e igualitaria”, el sistema vaya en contra de todo tipo de libertad individual valiéndose de la injusticia. La única libertad que alcanza el socialismo es la “libertad de no ser”, es decir, un individuo libre de todo lo que lo hace human, a saber, su capacidad de pensar y raciocinio, sus gustos y preferencias que le llevan a sopesar y elegir entre una cosa u otra según sus estimaciones personales, su creatividad, el estar vivo en sí mismo; esto es, un individuo libre de todo lo que lo hace persona, una sociedad libre de todo lo que le hace sociedad. El concepto de libertad que denota el sistema socialista no se asemeja siquiera a la percepción de libertad que podemos imaginar que tiene un animal dentro de sus limitadas capacidades, es aún peor —los animales están mejor que los humans oprimidos por el Socialismo— dado que este concepto solo es alcanzado en el gehena[15]; que, a fin de cuentas, es el fin real del régimen socialista.
Conclusiones: el socialismo como el sistema más inmoral que existe
En resumen, el Socialismo repudia por completo la moral establecida por una sociedad verdaderamente libre, que es construida por procesos espontáneos. En el sentido más estricto, tiene como su peor enemigo la moral, por lo que lucha en su contra. Este sistema repudia la verdadera libertad y, al no comprender la estructura y los procesos sociales, pervierte el sentido de valores humanos como la solidaridad y de instituciones como el “derecho” y la “justicia” para enmarcarlas en su propia concepción de la realidad con el fin de modificar el comportamiento human. La consecuencia de esto es la desaparición o eliminación de los principios morales que permitían al human adaptarse a su ambiente y que hicieron posible el avance de la civilización en general, reduciéndolo a sus más arcaicas y primitivas pasiones; incluso, en casos extremos, hasta hace que el human se encuentre en la misma categoría que el resto de los animales —razón limitada, no pensante—[16].
El sistema no ve al human como un fin y mucho menos al mismo como el medio para alcanzarlo; su meta es externa a la persona en si, por lo que es irreal; trata de lograr un fin sin preguntar a los actores involucrados —quienes serán afectados por esos fines— si están de acuerdo o no con el mismo, el órgano director que pretende “ordenar” a la sociedad cree tener la sabiduría suficiente para saber qué es lo más beneficioso para todo el mundo, trabaja en busca de ello y, cuando las personas comienzan a manifestar que no es de su agrado el sistema, en lugar de corregir, cree que los individuos tienen algún tipo de defecto que no les permite ser capaces de conocer qué es lo mejor para ellos y, en consecuencia, refuerza aún más los mecanismos basados en la coacción institucionalizada que envuelve a la sociedad en una espiral descendente hacia la decadencia. Por lo tanto, el Socialismo, en todas sus expresiones o manifestaciones, es un sistema totalmente contranatural, in-human y profundamente inmoral. Los valores del Socialismo son, pues, el odio, la envidia, el resentimiento, la esclavitud, la igualdad contranatural, la injusticia, la guerra, la mentira y, en suma, todos los antivalores que puedan existir; este sistema es la máxima expresión del mal, para apelar a conceptos religiosos, la idealización del mismo Diablo en la tierra y, por lo tanto, es un sistema que se opone en contra de Dios y del orden original –natural– que él mismo creo.
[1] Tanto el Diccionario Filosófico (1965; pág. 430-431), tercera versión del diccionario de Rosental e Iudin que se ajusta a la filosofía resultante del XXII Congreso del PCUS (Moscú, 1961) y es traducido directamente del ruso por Augusto Vidal Roget, como el Diccionario de Filosofía -soviético- (1984; pág. 401), traducido del ruso por O. Razinkov, destacan que los creadores/promotores de esta doctrina (Cohen, Paul Natorp, Rudolf Stammler, Karl Voränder, entre otros) rechazaron la filosofía marxista y, basándose en la filosofía moral de Kant, conjugaron “el socialismo científico con la filosofía moral kantiana” pretendiendo una “transformación socialista de la sociedad mediante la teoría kantiana” abandonando la “lucha de clases”, “revolución social”, “la dictadura del proletariado”, entre otros conceptos del marxismo, por “la idea del perfeccionamiento moral paulatino de la humanidad”. Estas ideas pasarían al primer plano, lo que llevaría a que, en la práctica, las tesis del Socialismo ético equivaldrían “a la renuncia de la lucha por el socialismo”; esta concepción del Socialismo es puramente moral.
[2] Mateo 7:18 -Traducción Reina-Valera (1960)-. En otras palabras, un árbol bueno da frutos excelentes, pero un árbol podrido da malos frutos; todo árbol se conoce por sus frutos, un cactus es distinguible de un manzano, el primero produce espinas, el segundo manzanas; si alguien le dice que “una cactácea puede producir manzanas” lo más probable es que usted le adjudique algún tipo de problema mental; del mismo modo, si el fundamento de un sistema que pretende ordenar a la sociedad es deplorable, es de esperar que su práctica sea un desastre –y lo mismo ocurre en caso contrario–.
[3] Es como cuando un entrenador de perros, o cualquier otro animal, lo adiestra para que cumpla determinados comportamientos. Cuando se le está educando, el animal es producto de maltratos físicos hasta que logra accionar de manera automática a las voces que se le dirigen. Este es el fin del Socialismo, para esta ideología el human es un animal, una bestia no pensante llevada por sus impulsos egoístas totalmente negativos inclinada hacia el mal, que necesita ser “adiestrado”, sin importar si en el proceso este reciba maltratos de todo tipo.
[4] La teoría generalmente aceptada indica que los impuestos son la cantidad de dinero que se le paga (adeuda) al sector público (Estado). Este concepto hasta hace ver los impuestos como una “deuda”, cuando en realidad es todo menos deuda; lo que está pasando es que el Estado le quita, de forma coercitiva, a las personas parte del fruto de su trabajo, es el gobierno el que “ordena” que se pague, por lo que, en el campo ético-moral, la esencia de los impuestos es quitar a otro, constituye un “robo”. Ahora bien, piense en esto, si de por si los impuestos están mal y, a pesar de ello, la sociedad tiene que soportarlos, imagine que estos tengan que ser desiguales, es decir, que no se aplique la misma ley de carga impositiva a todas las personas por igual (castigando a unos más que a otros). Es más inmoral todavía. Si desea profundizar en el origen de los impuestos y sus consecuencias sociales, consulte los libros de Charles Adams titulados “Fight, Flight, Fraud: The Story of Taxation” (Lucha, Escape, Frauda: La Historia de los Impuestos) -1982- y “For Good and Evil: The Impact of Taxes on the Course of Civilization” (Por Bien y Por Mal: El Impacto de los Impuestos en el Curso de la Civilización) -1992-; si bien el segundo es más completo, recomiendo también la primera publicación por ser una joya informativa y una excelente referencia bibliográfica.
[5] Más que “estado de bienestar” esto es un “estado de malestar, tristeza y pobreza”, expresión más coherente con la naturaleza del mismo y la realidad.
[6] El mercado somos todos, es una realidad social, es el producto de las millones y millones de interacciones humanas. Este no es un actor, no acciona, como si lo es y hace el Estado, en la vida en sociedad, es más bien el espacio en donde las personas interactúan e intercambian aquello que les pertenece. En suma, el mercado es la máxima expresión de una sociedad libre en donde sus integrantes intercambian voluntariamente los títulos de propiedad según sus gustos y necesidades. Como tal, no tiene fallas, como algunos tienden a decir, sino que más bien es el escenario donde se permite aprehender de alguna manera la descoordinación entre actores sociales y junto con ello dando paso a la posibilidad de corregir dicha descoordinación.
[7] El ver la igualdad como un “hecho” ha causado males extraordinarios a la humanidad. La igualdad social pretendida por el Socialismo es diametralmente opuesta a la realidad. Esta desatinada comprensión de la sociedad socava la verdadera igualdad de la que disfruta el human desde su nacimiento, a saber, la igualdad en tanto condición humana y, en una realidad social, por extensión, una igualdad de derechos, una igualdad que es inalienable e imprescriptible —verdadera igualdad que, por cierto, el Socialismo se encarga de atacar sistemáticamente—. Fuera de eso, todos somos inevitablemente diferentes, la variedad que se monta encima de la naturaleza humana es ilimitada, somos desiguales y, por tanto, las decisiones y las acciones realizadas por un individuo serán potencialmente distintas y manifestarán potencialmente resultados distintos, dependiendo de quién las realice y cuando las realice, porque, de hecho, también influyen las circunstancias o el contexto.
[8] Tengo mis reservas y creo que puede haber “una visión libertaria sobre el bien común”, pero eso para otro día. Por ahora, suficiente con decir que hay apreciaciones intersubjetivas sobre cosas o acciones que llevan a que más o menos las personas amolden su conducta en ello —de allí las instituciones sociales—.
[9] No es de extrañar entonces el débil estado en el que descalza la “solidaridad” y, en suma, todos los valores de las sociedades que viven en Socialismo. Gracias al ataque sistemático por parte del sistema, que busca modificar la conducta de los individuos para adaptarlos a sus preceptos, la moral humana se ve pervertida. Al ser el Estado quien dicta órdenes, reglamentos y mandatos coactivos que definen cuál ha de ser el contenido concreto del comportamiento de cada individuo, modificando de esta manera la personalidad, mientras la aleja de su esencia en tanto human, estos pierden costumbres y respetan cada vez menos las normas tradicionales de conducta. Es decir, se pierden los valores humanos. En consecuencia, el conjunto de valores —amor, solidaridad, respeto, entre muchos otros—, que por naturaleza las personas manifestaban, desaparecen. Convirtiéndose esto en una excusa para que el Socialismo se siga extendiendo y desarrollando, por lo que se entra en una espiral descendente de decadencia de la moral y el “ser” human y una ascendente del poder centralizado director de la vida del human, ahora más cercano a un animal —que en buen grado entra en el concepto de “irracional, no pensante”—.
[10] El derecho —real— es una institución evolutiva que surge de las interacciones humanas; es decir, gracias a la información que surge de manera espontánea de la misma convivencia social, que está constituida por un número elevado de autores que, a su vez, son dueños de una información que es tacita e inarticulable, surgen leyes —no creadas por alguien en específico— que crean hábitos de conducta en los individuos. Estas leyes materiales son generales puesto que se aplican a toda la sociedad por igual y son abstractas porque no supone resultados concretos del proceso social —acciones del individuo en sociedad e información que esto genera—, sino que sólo establece un marco de actuación para el individuo. En otras palabras, la ley/norma no es arbitraria, sino una disposición consubstancial a las acciones que realizan los individuos; esto es, que la condición natural, necesaria, de la inmanencia de la ley/norma son las relaciones entre las personas; estas vienen contenidas en la misma acción humana y crean hábitos de conducta. Todo de forma espontánea. Si desea profundizar en el origen y concepto del derecho, consulte “Derecho, Legislación y Libertad” (2006) de Friedrich Hayek, allí el autor marca la diferencia entre las normas consuetudinarias y las normas elaboradas e impuestas por el legislador de turno al decir que las primeras “derivan de las condiciones de un orden espontáneo que nadie ha creado, mientras que las segundas se proponen deliberadamente la creación de una organización orientada a alcanzar determinados objetivos” (pág. 153-154); los reglamentos que tienen origen en una legislación (“orden construido”) que pretenden ordenar la sociedad constituye una perversión de la idea de derecho. También, en “La teoría evolutiva de las instituciones”, César Martínez Meseguer hace un recorrido por la historia, partiendo desde Grecia, pasando por China, la edad media, el empirismo inglés, entre otras etapas temporales, en donde muestra cómo concurridamente se comenzó a pervertir el “orden espontaneo” por un conjunto de órdenes de pensadores que desconocían el constructo y/o proceso social. En la parte II de la obra (La Metodología de la Escuela Austriaca), el autor analiza el papel que juega en la sociedad las relaciones de intercambio; a saber, que cuando los individuos toman conciencia de que pueden lograr sus objetivos si intercambian medios, movidos por su empresarialidad innata que les lleva a que, por lo menos, uno tome la iniciativa, entonces surge el intercambio. Esta es la base de las instituciones sociales, entre las que se encuentra el derecho.
[11] De aquí es que surge la corrupción como problema social, por cierto. Al respecto, ver: Roymer Rivas. 2023. El cáncer de la corrupción: una consecuencia de las restricciones a la libre acción humana. Publicado en ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/el-cancer-de-la-corrupcion-una-consecuencia-de-las-restricciones-a-la-libre-accion-humana/ (Consultado 23 de noviembre de 2023). Me cito a mí mismo por considerar que trato el tema de forma sencilla y porque en dicho texto están las citas a los autores correspondientes de donde extraigo la idea.
[12] Si las normas y/o leyes son materiales, generales y abstractas, entonces la justicia es la aplicación por igual de estas normas; este, y no otro, es el verdadero concepto de “justicia”. En la misma línea, retomando la idea principal de la nota anterior (7), a modo de énfasis considero destacable las palabras de Axel Capriles en su libro titulado “La picardía del venezolano o el triunfo del Tío Conejo” en donde escribe, basándose en Michel Foucault, que “la norma no es algo exterior ni independiente de su contenido, es una acción que se desarrolla desde el interior mismo de las cosas. Las disciplinas crean la sociedad, pero la sociedad disciplinaria no doblega a sus sujetos por medio de un código de leyes, sino que exterioriza un dominio de subjetividad inclinado a la acción normalizada. La norma es, así, el soporte de un lenguaje común, un principio de comparación, el piso de una medida colectiva indispensable para la referencia del grupo a sí mismo. Define las experiencias posibles. Su discurso es prescriptivo. Antes de prohibirnos o castigarnos, nos hace desear lo que debemos hacer. Es la internalización de la sociedad en nosotros mismos” (subtitulo “El Caudillo Sagaz”, capitulo VIII titulado “el pícaro en Venezuela: el individualismo anárquico”, párr. 5). Esto es el verdadero derecho, la ley/norma inherente a la acción humana surgida de, por y para las actuaciones de las personas. Ahora bien, como el Socialismo tiene una visión positiva del derecho, vacía el contenido del mismo, por lo que, entonces, es de esperar que la justicia aplicada en el sistema sea una aberración.
[13] Se fijan solo en el hecho de “tal persona acumula mucha riqueza y esta otra no”. Esta miope estimación deja de lado el cómo la persona obtuvo la riqueza que acumula y por qué el otro no obtiene tal riqueza; cuales son las diferentes acciones que están realizando estas personas que llevan a que obtengan resultados distintos; si en todo este proceso el primero beneficia o no a la sociedad con el medio por el cual obtuvo y mantiene su riqueza y si el segundo es de los beneficiados por este medio de creación y mantención de riqueza del primero; además, si todas las acciones que llevaron a que el primero tenga tal riqueza y el segundo no fueron realizadas de manera voluntaria —voluntariedad que surge del hecho de que el primero hace algo que beneficia al segundo, por lo que, en realidad, todos salen ganando—.
[14] Muchos atribuyen que la expresión “termino comadreja” deriva de versos de conocidas obras “Henry V” y “As You Like It” de Williams Shakespeare. En “As you like it” (Acto II, Escena V, 11, en The Riverside Shakespeare, Houghton Mifflin, Boston 1974, p. 379) el verso dice “I can suck melancholy out of a song, as a weasel sucks eggs”. Pero la expresión aparece por primera vez en una publicación de The Century Magazine del año 1900 que mostraba el cuento de Stewart Chaplin titulado “Stained Glass Political Platform”. En esta publicación se dice que estas palabras “absorben toda la vida de las palabras a su lado, así como una comadreja chupa un huevo y deja la cáscara. Si después pesas el huevo, es tan ligero como una pluma, y no te llena mucho cuando tienes hambre, pero una canasta de ellos sería un gran espectáculo y engañaría a los desprevenidos…” (pág. 235); Theodore Roosevelt, quien popularizo el termino, le atribuyo la expresión a Dave, el hermano mayor de su amigo William Sewall, pero Herbert M. Lloyd, en una carta dirigida a New York Times, explica que el verdadero origen del término popularizado por el Coronel Roosevelt es del cuento publicado por la revista Century ya mencionada. Se puede leer el texto original (carta de M. Lloyd) en los archivos de The New York Times con fecha de 3 de junio de 1916 (pág. 12). Ahora bien, el origen más remoto de la etimología la encontramos en el poema “Metamorfosis” del poeta romano Publio Ovidio Nasón; en esta obra se describe como Galanthis, sirvienta de Alcmene, al fijarse que Lucina, la diosa del parto, que está afuera de la habitación intentando prevenir el nacimiento de Hércules, sale a decir que el nacimiento ha sido un éxito; al escuchar esto, con mucho temor, viéndose fracasada, cede en su intento por prevenir el parto, lo que permite que nazca el bebe; Galanthis procede a burlarse de Lucena y, sintiéndose engañada su divinidad, ésta la arrastra por los cabellos y la convierte en una comadreja. En la traducción al español de Ana Peréz Vega, Ovidio escribe “puesto que con mentirosa boca ayudó a una parturienta, por la boca pare y nuestras casas, como también antes, frecuenta” (pág. 151). Todo indica que los términos comadreja denotan engaño. Entre las palabras comadreja usadas por los socialistas tenemos: popular, orgánica, neoliberalismo y social. Ahora bien, si desea profundizar sobre este tema, invito a consultar el Capítulo VII titulado “Nuestro envenenado lenguaje” del libro de Friedrich Hayek “La fatal arrogancia” (pág. 173); este es el título del último libro escrito por Hayek y fue publicado originalmente en Estados Unidos en ingles en el año 1988 bajo el título “The Fatal Conceit: The Errors of Socialism”. Actualmente se puede encontrar la obra en español en Unión Editorial.
[15] Gehena es la forma griega del hebreo “Gueh Hin-nóm” (Valle de Hinón). El Valle de Hinóm está situado al Sur/Sur-Oeste de Jerusalén y actualmente recibe el nombre de “Wadi er-Rabadi”. Fue en esta tierra que los reyes de Judá, Acaz y Manasés, practicaron idolatría, que muchas veces incluía sacrificios humanos (2 Crónicas 28:1, 3; 33:1, 6; Jeremías 7:31, 32; 32: 35). Este valle fue contaminado por el Rey Josías para evitar que estas actividades, que constituían un insulto directo para Dios, ocurrieran nuevamente. En consecuencia, con el tiempo el valle quedo reducido a un lugar en donde se depositaban los desechos y los cadáveres de personas que no tenían el favor de Dios; esta basura y los cadáveres eran consumidos por el fuego que, quizás, se avivaba con azufre para que no se apagara. Además, lo que el fuego no consumía, seria consumido por los gusanos o cresas que allí se criaran. Puede consultar el significado y simbolismo del término en el libro editado por la Watch Tower Bible And Tract Society of New York titulado “Perspicacia para comprender las escrituras las escrituras” (v.1., pág. 999). En efecto, esto es lo que significa “una sociedad más libre, justa e igualitaria” para el Socialismo; libre de ser human, la justicia es como el fuego y los gusanos que consumen todo a su paso y la igualdad de hecho es mostrada en su máxima expresión: todos muertos, sin existencia alguna y sin esperanza de existir en el futuro.
[16] Consulte la obra ya citada de Friedrich Hayek, “La Fatal Arrogancia”, en su Capitulo I.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Este 19 de noviembre Javier Milei ganó el balotaje que lo llevará a la presidencia de Argentina el próximo 10 de diciembre de 2023, marcando un hito en distintos puntos, tanto en la forma como llegó a introducirse en la vida política del país, como en el modo en que se hizo con el apoyo popular. Milei es el primer autodenominado “libertario” que ha alcanzado la presidencia de un país y en su marco filosófico promovió ideas que todavía en América Latina para algunos parece ser tabú y crea un rechazo cuasi-místico de forma similar a cuando nombran al Maligno a un fanático religioso.
En este escenario, dado el espectro ideológico de Javier Milei, se dan tres apreciaciones: (i) algunos lo critican desde un aparente purismo que, desde mi percepción, son peores que aquello que dicen criticar —sin fundamento, vale decir—; (ii) algunos lo critican con fundamento, y eso es bueno; empero, (iii) son muchos los que se emocionan por su triunfo, pues se presenta como todo lo opuesto al camino que durante años recorrió Argentina y, por tanto, la esperanza de un cambio para bien. Pero —¡Jay!— vaya que hay que tener cuidado con esto último, porque las probabilidades de desilusión son igual de altas que de celebración —o por lo menos así se me presentan las cosas—.
Este es el caso porque siento que están tendiendo a creer que Javier Milei alcanzó la presidencia porque “las ideas de la libertad” han calado en una buena parte de la población, y nada más alejado de la realidad; es mayor el descontento a “la casta política” que el amor a “la libertad”, y los resultados de tales convicciones no necesariamente son lo mismo. Es un arma de doble filo.
En definitiva, tal y como se vienen dando las cosas, aparentemente América Latina está cambiando para escenarios menos malos. Suficiente con ver los cambios históricos, donde se han reemplazado dictaduras militares por gobiernos civiles, donde el pragmatismo democrático ha marcado la mayoría de las decisiones políticas, donde se han dejado de lado las revoluciones. No obstante, como bien resalta Mario Vargas Llosa en su presentación a la obra “Manual del perfecto idiota latinoamericano”, esto ha sucedido “a tropezones y porrazos”, “como a regañadientes”, lo que significa “sin convicción”, porque ésa “es la moda y no hay otro remedio”[1].
Esto es precisamente lo que creo que pasa en Argentina y en Latinoamérica entera, vislumbrando cambios de gobiernos tendientes más a la “derecha” que a la “izquierda”. No están ganando “las ideas de la libertad”, esta ganando un personaje que dice defender esas ideas y, como tal, puede hacerlo o no. Pero, además, está ganando un personaje que, independientemente de sus ideas, funge como deposito del hastío de una sociedad en contra de sus gobernantes. Por ello, invito a todos los liberales a tener cuidado con las palabras que usan para referirse a la nueva administración argentina, porque en el futuro puede jugarle en contra.
Incluso si Javier Milei logra llevar a cabo medidas liberales —que es donde podemos decir con reservas que “ha ganado la libertad”—, unas reformas que no se sostienen en convicciones de los miembros de la sociedad a quien se dirige —algunos rezongando incluso entre dientes contra ellas—, pueden estar condenadas al fracaso y no dar los frutos esperados.
Está bien, nosotros defendemos el libre mercado, el respeto al proyecto de vida ajeno, en suma, la libertad, la vida y la propiedad —hay que ver qué significa eso para cada quien también—, y todo lo que se enmarque allí es bienvenido y celebrado, pero si en una sociedad no hay ideas claras, unas convicciones que den vida a las reformas necesarias para apuntalar a la misma, lamentablemente, y contra nuestras preferencias, eso terminará en fracaso. Con esto en mente, hay que comprender que Milei no la tiene fácil y es muy pronto para celebrar.
Una de las grandes paradojas de las sociedades actuales es que, cuando comienzan a haber cambios y reformas gubernamentales en busca de la libertad y la prosperidad que le acompaña, la vida intelectual —remarco, esas convicciones que dirigen a la masa, muchas veces anónima, amorfa y moldeable—, “sigue en gran parte estancada, ciega y sorda a los grandes cambios que ha experimentado la historia del mundo, inmutable en su rutina, sus mitos, y sus convenciones”[2], desembocando en retornos a la barbarie. Y lo que es peor, achacando la culpa de ese retorno al cambio.
Antes dije que una vez se lleven a cabo las políticas que respeten más la propiedad y libertad de cada persona es cuando podemos decir “con reservas” que “ha ganado la libertad”, la razón es que la verdadera victoria de la libertad está definida por una sociedad convencida de lo que pide, dispuesta a afrontar todas las vicisitudes que eso representa —porque una sociedad libre no es una utopía libre de conflictos, como algunos liberales parecen pregonar—, que sirva de sostén y marco para lo que se vaya a construir desde los gobiernos, todo lo que se quede en el camino es una victoria a medias —si acaso puede considerarse eso una victoria—.
La reflexión para los ciudadanos es tácita: hay que saber qué diablos es lo que se pide o se defiende y ver el panorama completo para un análisis más certero de los acontecimientos; y a los liberales, que no se deje llevar por la emoción, que después de tantos fracasos en la política y promoción de las ideas no vaya a ser que cualquier cosa se le presente como un triunfo e ignore por completo las probabilidades de fracaso; los buenos liberales no somos seguidores de masas, somos mejor que eso; más sensato es quedarse a la expectativa de lo que suceda de aquí en adelante en Argentina, la emoción tiende a no ser el mejor concejero y guía cuando se piensa y actúa.
[1] Plinio A. Mendoza, et al. 1997. Manual del perfecto idiota latinoamericano. Publicado por Editorial Plaza and James. Sección: presentación de Mario Vargas Llosa, párr. 12, 13.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Cuando hablamos de “Estado” las personas tienden a relacionarlo como un sinónimo de “Gobierno”, sin embargo, esto es un grave error, pues, estrictamente hablando, “Estado” no es más que una forma de “gobierno”. Es importante hacer la separación de los conceptos, porque normalmente cuando los anarquistas defienden una sociedad sin Estado, tienden a ser malinterpretados por sus oyentes, quienes se alarman y creen que se está hablando de una sociedad sin ningún tipo de control social[1].
En un texto anterior ya he explicado que cuando hablamos de ‘Estado‘ nos estamos refiriendo a una persona o grupo de personas “que tienen una posición de poder por encima de todos los demás”[2]. Además, aclaré que el Estado en sí mismo no es un ser con personalidad propia, por lo que no es un ser racional, sino que “es una entidad conformada por personas que están organizadas jerárquicamente y que tienen la condición de mandar a otros”[3]. También, que se sostiene gracias a la coacción, por lo que la definición más atinada de la entidad es que “es un tipo de gobierno de coacción ilegitima de humano sobre humano”[4] y que, en su etapa más avanzada, que es lo que estamos viviendo hoy, es un tipo de gobierno donde todas las instituciones permiten o avalan que un grupo de humanos someta a otros sistemática e institucionalmente[5].
Note que aquí estoy diciendo dos cosas extremadamente importantes y sustanciosas en una corta expresión: (i) tipo de gobierno (ii) de coacción ilegitima; de lo cual se infiere que puede haber otros tipos de gobierno donde la coacción sea legítima. Empero, para llegar a ello es necesario comenzar desde el desde el principio, definiendo correctamente el término “Gobierno”.
Sobre el Gobierno
En principio, ‘Gobierno‘ deriva del verbo en latín ‘gubernare’ —gobernar—, que en un inicio significaba “pilotar o dirigir el barco”, cosa que más tarde se extrapolaría para formar la idea de que “gobierno” es la acción y efecto de “dirigir el Estado”. Viéndolo así, que es como se ve comúnmente, dado que siempre se enseña —y es como aparece en los diccionarios— que el Estado surge de alguna forma como la conjunción de los conceptos de “Nación, territorio y gobierno”, se pensaría que no puede haber gobierno sin Estado, pero el punto es que tal concepción es un error, pues ese “dirigir el barco” también puede ser un “Gubernare Societat”, es decir, “dirigir o guiar la sociedad”, sin necesidad de un Estado de por medio. Para gobernar no se necesita del Estado, lo que se necesita es autoridad, y eso fácilmente pueden tenerla las instituciones sociales que surgen espontáneamente a través de un periodo evolutivo muy dilatado de tiempo y luego pueden ser —o no— administrada por seres humanos[6], o los mismos seres humanos que se ganan la autoridad para dirigir a otros.
Este punto es clave, porque se tiene que el gobierno es anterior al Estado y emana del mismo proceso social que tiende a la civilización, y si tenemos en cuenta que el Estado descansa por encima de las sociedades, a quienes dirige, necesitando además de la concentración territorial y de la capacidad para concentrar la administración de las diferentes acciones o funciones de la vida de y en las sociedades, ejerciendo poder cuasi-absoluto sobre ella, entonces, de hecho, la idea de Gobierno y la idea de Estado son mutuamente excluyentes. El Estado se encuentra por encima de la sociedad, el Gobierno emana de ella y se sostiene a través de mecanismos que el mismo proceso social establece, por lo que no está por encima, sino sumergida en ella; el Estado sigue sus propios mecanismos y establece sus propias reglas para mantenerse, el Gobierno sigue los mecanismos y reglas del proceso social.
Sobre el Estado, la Sociedad y los Gobiernos
Sin embargo, para no ser tan intenso y más o menos amoldarme a los conceptos de hoy sobre los términos, es suficiente con establecer que un orden social dirigido por un Estado es solo un tipo de gobierno, no el único[7]. Por ello, la discusión dejaría de ser si debe haber gobierno o no, para pasar a ser: (A) ¿Cuál es el mejor tipo de gobierno? Y (B) ¿Es legítimo ese gobierno? Como buen anarquista, defenderé que el mejor tipo de gobierno es aquel que surge de los mismos mecanismos que brinda el mercado, sostenido en acciones y acuerdos voluntarios, con dinámicas de poder fundamentadas en el respeto, y no uno que se basa en el saqueo y cuyo único sostén sea la violencia —como lo es el Estado—.
Ahora bien, esto no quiere decir que en una sociedad “anárquica” con gobierno no vaya a existir ningún tipo de coacción, pues el gobierno también significa administración de la ley, lo cual incluye sanciones para quien no se amolde a ella. Por ejemplo, salvo casos excepcionales, alguien que atente contra la propiedad ajena puede y debe ser coactado para evitar el delito o saldarlo. Con esto queda aclarado que sí hay, y debe haber, gobiernos donde se aplique coacción legitima. —Por cierto, la traducción literal de “an-arkhia” es “sin mandato; sin poder de los medios políticos, para usar la expresión de Franz Oppenheimer; digámoslo ya, significa sin poder del estatal; no “caos”.—
Ejemplos de gobierno sin Estado sobran: cuando el condominio elige a sus líderes; cuando se crean grupos de trabajo en los espacios académicos; cuando un grupo de amigos decide emprender un viaje y entre ellos se encuentra un líder a quien todos siguen por voluntad propia; cuando los padres guían a sus hijos; etc. En contraste, ejemplos de gobierno estatal solo encontraremos dos: el legal y el ilegal; el legal es el Estado-Nación que todos conocemos con sus seudo-instituciones; el ilegal son los grupos delincuenciales armados que someten a otros; aunque al final ambos funcionan como una mafia y son igual de ilegitimo[8][*].
[1] Tengo claro que sí hay anarquistas que de forma insensata hablan de una sociedad “sin gobierno” o “sin ningún tipo de control”, al estilo de una sociedad sin ley, pero estas concepciones son minoría y provienen de personas que no tienen ni la más mínima idea de lo que defienden, mucho menos del proceso social. Por tanto, la defensa que aquí haré del término “anarquía” es una con sentido, sensata, no utópica, en referencia a una sociedad sin Estado, pero sí con Gobierno.
[2] Roymer Rivas. 2023. Estado, gobierno, Dios y orden social. Publicado en el portal de ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/estado-gobierno-dios-y-orden-social/ (Consultado el 30 de octubre de 2023). Sección: “El Estado, lo que no es”, párr. 1, 2.
[4]Ibídem., sección: “El Estado definido”, párr. 4.
[5]Ibídem., párr. 6., y sección: “El Estado en el presente”.
[6] Roymer Rivas. 2023. El cáncer de la corrupción: una consecuencia de las restricciones a la libre acción humana. Publicado en ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/el-cancer-de-la-corrupcion-una-consecuencia-de-las-restricciones-a-la-libre-accion-humana/ (Consultado 01 de noviembre de 2023). Me cito a mí mismo por considerar que trato el tema de forma sencilla y porque en dicho texto están las citas a los autores correspondientes de donde extraigo la idea.
[7] Por lo que ya expresé, siendo estrictos, Gobierno y Estado no pueden ir de la mano, pero comprender esto a cabalidad requiere de una explicación más exhaustiva que aquí no puedo permitirme. Me es suficiente con que el lector comprenda que la idea de “Gobierno” puede estar separado de la idea de “Estado”. Ahora, si desea profundizar en el tema, invito a leer la obra de Piotr Kropotkin titulada “El apoyo mutuo”, publicada por primera vez en 1902 —aunque advierto que debe leerse con pinzas—.
[8] En este punto caeríamos en una discusión de la legitimidad y su significado, pero eso para otro día. Invito al lector a leer las siguientes obras: “El problema de la autoridad política” (Michael Huemer); “La libertad y la ley” (Bruno Leoni); “Socialismo, calculo económico y función empresarial” (Jesús Huerta de Soto) y “Una teoría evolutiva de las instituciones” (Cesar Martínez Meseguer) —por solo mencionar algunos—; para que, por un lado, comprenda que no puede juzgarse como legitimo o no legitimo algo en función del actor que lleve a cabo la acción juzgada —Huemer— y, por el otro, que legitimidad va de la mano con el concepto de “Ley” y que éste último solo cobra valor y sentido en tanto y en cuanto surge de forma espontánea en sociedad y no porque alguien la ha creado deliberadamente —demás autores—.
[*] Este artículo fue publicado también en el portal de «La Ventana Rota». Puede acceder al mismo presionando aquí.
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