Mucho se habla del mal gobierno, de la corrupción de los funcionarios públicos y de las deficiencias del sistema actual, pero qué hay de los grupos de oposición, aquellos personajes que se supone deben estar preparados para asumir el eventual reemplazo de los gobiernos oficiales.
La oposición política debe entenderse de esa manera, como un gobierno de relevo, y esta tendría que estar preparada para transitar del estatismo al liberalismo, de no ser así, lo que tendríamos es una mala oposición, lo que se traduce en la permanencia de la crisis. Hemos tenido muchos ejemplos en nuestro continente que evidencian lo grave que es no tener un gobierno de relevo –oposición– óptimo.
Tal es el caso de mi país, Venezuela, en donde carecemos de una oposición oficial que sea capaz de dirigir la transición de la tiranía socialista chavista, a un buen gobierno, con características esenciales como ser limitado, tanto en funciones como en recursos, así como también, que permita la apertura de los mercados y el respeto irrestricto a la propiedad privada.
¿En qué fallan estas pseudo-oposiciones?
Básicamente en todo, desde su constitución orgánica como partidos políticos, hasta las reacciones que manifiestan frente al oficialismo, y entiéndase bien, REACCIONES, con mayúscula, porque estas agrupaciones siempre son reaccionarias y nunca accionarias.
Orgánicamente, cuando logran organizarse en partidos políticos, tienden a ser caudillistas: concentran toda la atención –y poder– en un individuo. Igualmente, carecen de programas políticos serios, pues como solo se dedican a reaccionar, nunca proponen nada útil.
Así mismo, tienden a ser afectos al sistema actual, pues en su inmensa arrogancia, creen que el problema es un rostro, o conjunto de rostros, y que ellos sí podrán hacer las cosas bien, sin reformar profundamente al Estado.
¿Coaliciones políticas o ensaladas ideológicas?
Una característica adicional de estas agrupaciones que aparentan ser oposición, es que siempre andan buscando pactos y alianzas a toda costa, carecen de convicciones y de capacidad de convencimiento, bajo el argumento de «unidad», se excusan para conformar coaliciones políticas mediocres, que son más bien, ensaladas ideológicas.
Todos uniditos y bien revueltos, empiezan a pelearse por no ponerse de acuerdo, y luego, se fragmentan estruendosamente, lo que causa decepción en quienes confiaron en ellos y los percibieron como la salida del caos.
Eso es lo que abunda en nuestra región: gobiernos corruptos por sistemas estatistas, que pueden ser socialistas o mercantilistas, y oposiciones mediocres, que son incapaces de hacer lo necesario para transitar de lo malo a lo bueno.
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