Los libertarios y la política institucional: ¿Una relación conciliable?

Por Roymer Rivas, coordinador local de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

Han sido muchas las discusiones sobre si es moral o no, y por tanto reprochable o no, que un libertario anarquista participe activamente en y desde la política institucional, habidas cuentas de existir en un mundo donde “eso es lo que hay” y puede ser “el medio para un fin”. En lo personal, ésta cuestión me inquieta, porque se encuentra vinculada con otra que me consume aún más, a saber: ¿Cómo dirigirnos hacia una sociedad verdaderamente libre? ¿Cuál es el camino —o cuáles son los caminos— a transitar que mejor se amolden a la ética para ver una sociedad libre? Sinceramente, no tengo una respuesta absoluta, definitiva, a esta pregunta; pero si puedo partir del escenario actual para analizar los argumentos de aquellos que sostienen que es, o no, incongruente ser anarquista y ejercer alguna función pública. Y eso haré hoy.

El lector encontrará que algunas cuestiones que aquí competen no son tan fáciles de responder, a mi entender más por cuestión de subjetividades, contexto y momento temporal que por otra cosa, mientras que otras pueden caer en argumentos de blanco y negro, está bien o mal, sin dar espacio a matices. No obstante, aunque defiendo ciertas posturas, no concibo ni pretendo que lo expresado sea o se convierta en una verdad absoluta, sino incentivar a la reflexión y al debate. Con este objetivo, primero repasaré brevemente la filosofía libertaria y luego presentaré algunos argumentos con sus respectivas reflexiones y replicas. Si alguno cree que estoy equivocado, le invito a replicarme, en aras de aprehender la verdad con actitud humilde necesaria para hacerlo.

Antes de iniciar aclaro que no pretendo discutir si las premisas filosóficas en las cuales se sustenta el libertarismo son correctas o no, sino que se juzgará las acciones de personas que dicen sostener una cosa y actuar de una manera, según las mismas creencias que dice defender. Sin más, comienzo: (…)

El libertarismo: extremo resumen

            A grandes rasgos, el libertarismo, más que una filosofía política, es una filosofía moral que pretende eliminar, o en el peor de los casos limitar, las acciones coactivas de humans sobre humans, partiendo de la creencia de que solo en libertad las personas pueden desarrollar plenamente sus capacidades en busca de un beneficio personal. De esto deriva el respeto a la vida, la libertad y la propiedad de cada persona, considerados “derechos naturales”, en condición de igualdad moral y/o ante la ley, puesto que, indisociables una de la otra, son los únicos que se amoldan a la “naturaleza del human”.

A esto responde que la agresión sea vista como cualquier ataque a la propiedad en contra de la voluntad del propietario, pues ataca también su libertad de disponer de lo que le pertenece y, por tanto, afecta su proyecto de vida. En este orden de ideas, el Estado es visto como el mayor enemigo de la humanidad, en la medida en que, en todo tiempo y lugar, debe su existencia a la coacción, a la apropiación indebida de un grupo de lo que no le pertenece. De allí que su ala más radical, los anarquistas, deseen eliminar por completo su existencia.

El libertarismo y la participación política institucional

            Con lo anterior, a simple vista cualquier persona observa algo parecido a: si A es malo y B es igual que A, entonces B es malo; esto se traduce en: si el Estado es malo, cualquier participación en este es inmoral. Ergo, se entiende que se critique a aquellos que dicen ser libertarios y buscan obtener, u obtiene, algún cargo público. No obstante, dentro del mismo libertarismo esto es un punto de discusión constante, porque toman en cuenta otros principios: como lo es la elección personal en función del proyecto de vida del individuo; u otras cuestiones del contexto dignas de analizar: como el saber que el Estado roba, por lo que lo que de a alguien es solo un retorno de lo mucho que le ha robado primero. Entonces, ¿Es moral o no? ¿Queda la moral sujeta a percepciones individuales y el contexto? Veamos los argumentos de aquellos que defienden la participación política institucional y al mismo tiempo dicen que no es reprochable:

Argumento 1: mundo ideal y contexto actual

  • “Si bien el ideal es la anarquía, la libertad en sentido pleno, ese ideal no se ha alcanzado. Habitamos en un mundo que, si bien no nos gusta, tenemos que sobrevivir.”

Este argumento presenta algunos inconvenientes, por ejemplo: ¿Para sobrevivir puedo romper mis principios e ir contra las ideas que digo defender? ¿Qué tan descriptivo es el término “sobrevivir”? ¿La moral se describe en función de las necesidades de las personas? ¿Qué es una necesidad, cuales son los parámetros que lo definen? La respuesta a estas preguntas, si bien pueden encontrar algunas variables objetivas, también puede variar de acuerdo a la subjetividad de cada individuo que responda.

Para dilucidar el asunto, imaginemos que una persona muere de hambre y el único medio que tiene para poder vivir es atentar contra la propiedad de otro, robando un pedazo de pan de una panadería. Aquí parece razonable no imputar el robo dadas las necesidades del individuo, pero: (i) ¿Qué significa “morir de hambre”? (ii) ¿Habiendo desayunado y almorzado, carecer de la cena es un justificativo suficiente para robar un pan y no ser imputado? (iii) ¿Carecer de las tres comidas en un día lo justifica? (iv) ¿Carecer del alimento por una semana o un mes lo justifica? (v) ¿Qué pasa si la persona realiza el acto todos los días? Por intuición, la mayoría entendería la acción del robo en el caso (iv), algunos pocos en el (iii) y difícilmente alguien esté de acuerdo con la (ii) —a pesar de que en el (ii) y en el (iii) hay más espacio para argumentos y contra-argumentos subjetivos—, pero lo cierto también es que, si partimos desde la concepción del ladrón, tanto (ii), (iii) y (iv) puede caber en el concepto “morir de hambre”. ¿Y qué decir de la (v)? ¿El escenario (ii) y (iii) justifican (v)? Difícilmente.

Si una persona se encuentra en el escenario (iv), se entiende su acción, pero no porque esté bien, sino como un mal menor en aras de que no pierda su vida, dadas sus circunstancias. En otras palabras, moralmente no queda justificado, hacer algo por necesidad no vuelve el acto correcto. En este ejemplo, la persona “muere de hambre”, su acción se justifica solo si satisface esa necesidad, pero no puede, por ejemplo, robar un auto, una casa o una cartera, porque esto no satisface su necesidad. Y si lo hace, puesto que puede vender estas cosas, ¿En qué proporción? ¿Un auto le da para comer un día, un mes o un año? ¿Justificaría que cada día, mes o año robe un auto? Reflexione.

En esta linea, hay que tener en cuenta que si un libertario decide participar en el Estado, sabe que los recursos que obtiene vienen del robo sistemático a toda la sociedad. Si este libertario muere de hambre, se entendería su acción, pero ¿Qué pasa si (v), es decir, trabaja todos los días durante un dilatado periodo de tiempo? Cuando una persona adquiere un cargo público, lo ejerce durante un tiempo determinado, tiempo por el cual estará siendo participe del robo sistemático. Por lo general, no existe tal cosa como un: “trabajaré hoy solo para no morir de hambre, pero mañana dejaré de trabajar”. Si este fuese el caso, se entendería, pero no es lo común y se puede juzgar en función de (v). Además, teniendo en cuenta que la acción está razonablemente justificada si y solo si satisface la necesidad especifica que le condiciona, ¿Qué es una necesidad? Puede que hoy sea el hambre, pero mañana otra cosa. En este punto, muchas cosas pueden servir de justificativo para el robo.

Puede que alguien diga: “no, pero él no está robando directamente a nadie. Además, está trabajando por ello, es su salario”. Pero esto sigue sin justificar la acción.

Imagine los siguientes escenarios: (1) A roba R y se lo regala a B, B lo acepta aun sabiendo que R es robado. Intuitivamente sabemos que B se convierte automáticamente en cómplice del robo y, en consecuencia, es sujeto de sanción de la ley. (2) A roba R y B, aunque sabe la procedencia de R, concluye que si le cocina todos los días el desayuno a A, éste usará los recursos robados para retribuir su trabajo. ¿Queda librado B de la sanción en este escenario? Si no es así, entonces no queda justificado el ejercicio de una función pública en el Estado. Aún si es para no “morir de hambre”, ¿Morirá de hambre todos los días? ¿Se justifica (v)?

En la práctica, sería imposible determinar este tipo de cuestiones; ¿En qué medida la necesidad —definida con ambigüedad— justifica al libertario que ejerce un cargo público? Hay mucho espacio a subjetividades que, en última instancia, no se amoldan a la moral libertaria. En otras palabras, aún en los casos concretos donde pudiese entenderse la acción, no quedan claro el concepto de “morir de hambre” y el tiempo que tiene que trabajar en el Estado para satisfacer la necesidad —desde (i) hasta (v)—. Aunque se puede entender razonablemente la ejecución de un cargo público por un libertario —o cualquier persona— que muere de hambre, solo sucede en el caso donde la ejercerse si y solo si soluciona su condición, pero no excediendo ese límite. La cuestión es, nuevamente: ¿Cómo determinar el límite? ¿Cómo saber cuándo “no muere de hambre”? ¿Qué parámetros lo definen? Difícil responder esto.

En esta misma línea, ahora imaginemos otro ejemplo: el Estado controla absolutamente toda la sociedad y, por ende, todos los medios de producción de riqueza, por lo que todas las personas quedan trabajando para el Estado. Esta sociedad está integrada con 40% de personas libertarias. En este escenario, no queda de otra que participar en el sistema, porque es el único medio de sobrevivencia, pero esto no significa que sea correcto, sino que es un mal necesario dado el contexto.

No obstante, en este ejemplo cambia un poco la cosa, porque cada sujeto se está asegurando su misma subsistencia a través de los mismos medios. Son la elite del estado quienes retribuyen a la persona el trabajo —o parte de él— realizado, aquí la persona que trabaja para el Estado no le está “robando” ni siendo cómplice del robo a los sometidos, sino que él mismo es un sometido. En circunstancias normales, si bien el Estado controla a la sociedad, no lo hace a este nivel y sus miembros tienen cierto margen de maniobra, por tanto, un libertario puede buscar otros caminos para salir de su condición sin apelar a “adquirir un cargo público”.

Argumento 2: interés individual e imposibilidad de cambio

  • “Cada persona tiene intereses individuales y puede estimar que un cargo público le sirve a sus intereses. Además, si el libertario rechaza un cargo público no estaría cambiando nada, puesto que otra persona tomaría el cargo, ergo, no están cambiando las cosas ni para bien ni para mal. Hay que tener presente que somos defensores del individuo, y si ese interés y cargo le beneficia, no hay por qué criticarlo.”

Este argumento no me parece solido en la medida en que la cuestión no es si los fines son individuales o no, sino si los fines individuales son éticos o no. Piense en lo siguiente: (i) A puede tener el interés individual de robar a B para satisfacer sus oscuros y retorcidos gustos, o bien para satisfacer una necesidad; (ii) si A rechaza robar a B para satisfacer sus gustos, no cambiará el hecho de que C, D, E…, o Z roben a B, por lo que es mejor que le robe A, porque así se beneficia él y no C, D, E…, Z. Para ambos casos, la acción no es moralmente correcta; lo correcto es que no roben A, C…, Z, pero si no puede cambiarse el hecho de que alguno robará, ninguno queda justificado para ejercer el robo, decir que sí es caer en un juego inmoral de probabilidades de quien se beneficia primero y quien no a costa de otro.

Los intereses y acciones individuales no quedan justificados moralmente por el mero hecho de ser individuales, sino por el daño que le causan a otros. Y un libertario que participa en el Estado sabe que el mismo perjudica a otros.

Argumento 3: pagarse a sí mismo, a través del Estado

  • “El Estado me quita dinero con los impuestos, así que trabajar para él constituye una devolución de lo que me pertenecía y me robó.”

Este argumento me parece razonable, lo cierto es que el Estado roba riqueza a todos los miembros de la sociedad que controla. No obstante, tengamos en cuenta lo siguiente: (i) A no puede recibir del Estado más de lo que le robó, porque el excedente no provendría de sí mismo —por medio del Estado—, sino de B, a quien el Estado también robó y no retribuirá porque B no es un funcionario público; (ii) para ello, A tendría que saber exactamente, o por lo menos contar con un estimado confiable, cuánto le robó el Estado, para que así pueda determinar en qué medida se paga a sí mismo y/o comienza a ser cómplice del robo a B.

Con el tema de los impuestos es relativamente fácil saber cuánto roba el Estado, así que si un libertario ejerce un cargo público sabiendo cuanto es el límite que tiene que aceptar para no ser partícipe de los daños del Estado, estaría razonablemente justificado. No obstante, tengamos en cuenta que el Estado siempre robará más de lo que pueda restituir, y más si se tienen en cuenta lo que no se dio por el hecho de su existencia, es decir, que el coste de que exista es Estado es menos beneficio para la sociedad X que domina y, si apelamos a la información del mercado como un todo, que se crea gracias a la libre acción humana, esa sociedad X sería menos productora de información que podría haber sido aprovechado por otras sociedades Y en el mundo que, a su vez, dado que comparten información, se traduciría en mayor calidad de vida para todos. En pocas palabras, Estado es igual a menos avance en la sociedad.

No obstante, esto último puede servir de justificativo para el libertario reciba casi cualquier suma de dinero que le dé o pueda dar el Estado. (i.i) ¿En este escenario, por ejemplo, está justificado que un libertario reciba 5000$ del gobierno que somete y sumergió en la pobreza al 90% de la población, ganando solo 5$ mensuales? (i.ii) ¿Retribuye el libertario a la “sociedad” parte de sus ingresos, partiendo del hecho de que la existencia del estado afecta a todos? (i.iii) ¿Qué parámetros sigue para re-distribuir esos ingresos? (i.iv) ¿Bajo qué condiciones el libertario pudo acceder al cargo público, haciéndose participe del Estado? (i.v) ¿Lo hace a través de sobornos, amiguismo o, en suma, corrupción? (i.vi)En este escenario ¿Seguiría estando justificado moralmente su cargo —en caso de que exista la posibilidad de que lo esté—? (i.vii) ¿Es moral que A tenga la oportunidad de aprovecharse de la corrupción para restituir sus ingresos y los demás no lo tengan? (i.viii) ¿Si aun así es moral, recibe más de lo que dio al estado? En el caso de esta última pregunta, caemos nuevamente en (i).

Cabe resaltar que, una vez en el poder, la tendencia es a encallecer la consciencia; puede que hoy el libertario funcionario reciba un caramelo para vivir, pero después puede ver normal recibir 2, o 3, o 100. Esto sin tener en cuenta que hasta el funcionario público de menor cargo tiene más poder sobre otros individuos que cualquier multimillonario, tal como dijo en una oportunidad Hayek.

Conclusión

La mayoría de los escenarios hacen ver la elección de un cargo público por un libertario —y cualquier otra persona— como un acto inmoral. De hecho, en aquellas donde se da espacio para que sí se participe, estas cuestiones hacen extremadamente difícil dilucidar los límites que demarcan dichas función pública. En este sentido, se necesitan más argumentos y cosas a tener en cuenta para justificar la elección de un cargo público que para no hacerlo.

Algunos podrían decir que trabajando como profesor de una universidad pública, obteniendo recursos del Estado, se puede influir en otros para que estos en el largo plazo puedan expandir las ideas y en 100 años —por decir un número— lograr eliminar el Estado. Si bien, esto es un argumento utilitarista —el beneficio a largo plazo supera los costos en el corto— puede ser llamativo y servir de justificación para algunos, no cambia el hecho de que ese profesor libertario se encuentra sumergido en todos los problemas morales que aquí se desarrollaron, sumado a estas dos preguntas: (i) ¿El fin justifica los medios? (ii) Si sí, ¿Qué justifica el fin?

Terminado con esto, quiero dejar espacio para criticar un argumento que se puede usar para justificar un cargo público por un libertario: “si tu trabajas en una mafia —Estado— pero no haces nada malo, entonces no es inmoral”. Esto me parece un argumento por demás carente de sustancia, que puede ser interpretado de muchas formas según el contexto y quien lo interprete también. Imagina: A no celebra cumpleaños, pero trabaja en una pastelería que se dedica a vender tortas específicamente para cumpleaños, ¿La acción de A es mala? En este dilema moral se encuentran muchos Testigos de Jehová, por ejemplo, y difícilmente pueda llegarse a una respuesta objetiva sin que acepte ninguna crítica. Pero ¿Qué pasa si agregamos que A puede buscar otra manera de sobrevivir, sin poner en juego sus principios? Reflexiona. Podemos preguntar también, volviendo al tema del Estado: ¿En caso de que sea posible algún beneficio social, el libertario beneficia a la sociedad con su acción más de lo que le perjudica por estar dentro del mecanismo estatal? ¿Cómo lo hace?

Estas son preguntas que no quedan del todo claras. Al final, el punto es el mismo: se necesitan construir más argumentos para justificar el cargo público que para no hacerlo, y en caso de que los argumentos sean sólidos, se dan en casos concretos y parecieran no sostenerse en el largo plazo.

Si bien, quiero terminar que todo lo expuesto hasta el momento también sirve para aceptar trabajos que dañen a otras personas, y no necesariamente solo aplican al Estado. La confrontación moral se reduce a un simple hecho: ¿Dañas a otro? ¿Cómo y por qué lo haces? ¿Está justificado el daño? ¿En qué medida? ¿Puede medirse? (…) y así puedo seguir.[1]


[1] Quiero agradecer a mi amigo Ilxon Rojas, compañero de muchas conversaciones sobre temas intelectuales del liberalismo, por ayudarme en buena medida a transparentar este asunto. Algunos de los ejemplos dados partieron de sus ideas. Además de ello, dejo disponible este correo para cualquier debate al respecto: [email protected].

El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que oiga

Por Antonio Semprun, Coronel de la Guardia Nacional.

Un país arrasado por la avaricia, el resentimiento y la ruina moral tiene que afrontar la traición y el arrodillamiento de seudos políticos que se cuelgan el cartel de opositores.

La memoria corta de los venezolanos los ha convertido en víctimas de quienes les miente y los utilizan para satisfacer sus ambiciones partidistas y personales, que han hecho los personajes que hoy se brindan apoyo ante la difícil situación que atraviesa Venezuela, además de haber sido candidatos presidenciales, dos veces en el caso de Henrique Capriles.

El pasado 28 Agosto del año en curso, Manuel Rosales anunció con bombos y platillos su apoyo a Henrique Capriles. La decisión muestra las costuras, deja ver la ambición de poder, muestra a quien se trata de descarrilar, muestra los  mismos personajes a quienes el pueblo venezolano en el pasado reciente les entregó un mandato y les quedó grande o lo negociaron a su favor.

Ese ha sido el comportamiento errático de políticos de pacotilla, que en su afán por una cuota de poder no importa el tamaño, buscan hacerse merecedores de una palmadita del tirano en el hombro o el guiño por haber sido el Caballo de Troya elegido.

Esto constituye un acuerdo entre los representantes de la cobardía y la ambición de poder que podría ser la alianza en la que a los autores del acuerdo no les afecta el cambio de posición.

Henrique Capriles y Manuel Rosales cambiaron la palabra unidad por apoyo, para ir no contra de Maduro y su organización criminal, irán contra quien ha despertado un sentimiento de esperanza nacional que crece exponencialmente en las encuestas, a saber, María Corina Machado.

Manuel Rosales, el 3D del año 2006 presuroso acepta el triunfo de Chavéz, en el año 2008 viaja a Perú donde pide asilo político durante 6 años, regresa a Venezuela en el año 2015 y la tiranía genocida que ha ordenado a los jueces dicten sentencias de 30 años a quienes han levantado la voz en su contra, lo libera después de seis meses de prisión sin que hubiera terminado el juicio.

Sobre esto, corrió un rumor antes de las elecciones presidenciales del año 2006 que hubo una reunión a la que asistieron Manuel Rosales, Teodoro Peckof y Julio Borges, presidida por José Vicente Rangel, en la que se decidió quien sería el candidato que enfrentaría a Chávez y cuál sería su misión.

Henrique Capriles, candidato a la presidencia de Venezuela en 2012 con Hugo Chavez y en 2013 con Nicolas Maduro, en las que resultó ganador y se la robaron según reconoció él mismo y en defensa del mandato que le otorgó el pueblo venezolano, tomó la decisión del enviarlo a sus casas a bailar salsa, para según el, evitar una guerra civil en año 2013.

Una tiranía conformada por asesinos, ladrones, narcotráficantes está dispuesta a todo por conservar el poder, no lo entregará por las buenas. Esa verdad no implica dejar de luchar para crear las condiciones, que permitan desalojarla de el, una de esas condiciones es identificar el enemigo, hacer prevalecer los intereses de la República, unir todas las fuerzas para empujar en un mismo sentido.

Si el interés de estos políticos fuera genuino en  el rescate de la inopia a la que han llevado a Venezuela, la lógica les dictaría que se debe cerrar fila en favor de quien aglutina la preferencia del pueblo venezolano.

Después de más de dos décadas de tragedia, en las que los personajes que hoy se brindan apoyo político han sido protagonistas, a los venezolanos nos está prohibido olvidar y obligados a recordar lo que dice la Biblia “el que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que oiga”.

Sobre el gobierno en el exilio

Por Leroy Garrett

¿Es posible un gobierno en el exilio que lidere la liberación del territorio venezolano reo de una selección de los más perversos actores e intereses contemporáneos?

¿Que grado de éxito podría tener un cuerpo colegiado de dirección y autoridad no territorial para responder a las tareas inaplazables que necesita Venezuela para seguir subsistiendo?

Durante este año, por Facebook he venido haciendo una contribución para establecer una narrativa que provoque nuevos puntos de vista para resolver la crisis política más grave jamás sufrida por la república.

Hemos señalado qué es realmente “la oposición», recordado conceptos como el poder constituyente, y refrescado cómo el calendario electoral siempre es conveniente para escenificar un fraude y, por tanto, no nos conducirá a ninguna parte. No es un problema de quien gane o cobre, tales posibilidades en chavismo son imposibles.

Un gobierno en el exilio nace —justificadamente— cuando cada avenida de auto-composición interna, dirigida a cambiar el gobierno, sea por la vía pacífica o de fuerza, es inviable e impracticable. El gobierno en el exilio debe ser el producto de una membresia esclarecida, de alto contenido ético, moral, intelectual y patriótico; este último concepto es el padre de la entrega de un individuo por el bien de sus conciudadanos.

El escenario para un gobierno en el exilio en nuestro caso es duro, y es manifiesto el riesgo de no ser exitoso o no serlo desde el principio. La dictadura y el colaboracionismo no solo han llenado de sangre las calles de Venezuela sino han confundido, engañado y desacreditado a los venezolanos antes nuestros aliados naturales dentro de la comunidad internacional.

Esto hace del GOBIERNO EN EL EXILIO tal vez el único escenario disponible en pro de la liberación de Venezuela, un reto con oposición y obstáculos de toda índole sin precedentes.

Ustedes dirán que ya eso se ha intentado. Allí está el Tribunal Supremo en el exilio. Y bueno, sí, es un ente de cogobierno no territorial, pero no cumplió nunca con su misión aparte de una serie de actuaciones judiciales dirigidas a nadie.

También dirán: ¡Guaidó, fue reconocido como presidente por 146 países! Y sí, tambien es cierto, pero él hizo todo lo posible en garantizar que esos países volvieran a establecer sus embajadores para que Maduro fuera legitimado y él les concediera el placer.

En este escenario, cabe recordar el ejemplo moderno más exitoso de un gobierno en el exilio fue Francia Libre; liderado por el único alto funcionario francés opuesto al arreglo con los Nazis, hablo del General De Gaulle.

En una nota anterior hablamos como la resistencia francesa fue un evento espontáneo ante la traición de Vichy, que pudo mantener información, evitar la represión, incrementar la resistencia civil al invasor, sabotear su logística de ocupación y proteger inclusive las fuerzas productivas francesas de ser una clase esclava a favor de la maquinaria bélica Nazi.

De Gaulle se establece en Londres, se une a los aliados, unifica con su gobierno en el exilio todas las corrientes de la resistencia, impide a los nazis utilizar la armada y ejército Francés, llega a constituir una fuerza hombre en armas de 1.300.000 efectivos, participa en el día D y la liberación posterior de Francia. Al lograrse la liberación de Africa del Norte, el gobierno en el exilio se constituye en Algeria entonces territorio de Galo y luego Paris. El resto es historia.

Entonces, a modo de reflexión, termino con esta pregunta: ¿Podremos los venezolanos seguir esta ruta heroica?

Hiperinflación: un fenómeno incomprendido; respuesta al libro de Pascualina Cursio

Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

En el año 2018, Pasqualina Curcio, economista de la UCV, Msc. Políticas Públicas, Dra. Ciencias Políticas, profesora asociada a la Universidad Simón Bolívar y autora de varios artículos en distintos portales de noticias, publicó el libro: “Hiperinflación, Arma Imperial”. En esta obra, a groso modo, Curcio sostiene que la teoría económica convencional no da respuesta a cuál es la causa de la elevada inflación en Venezuela, lo que le lleva a crear y sostener la teoría de que todas las hiperinflaciones de la historia —casi nada—, especialmente las de “países que han intentado implementar el socialismo”[1], son culpa de algún imperio que, haciéndose “del instrumento de guerra no convencional y más dañino”, ataca a la moneda local[2]. Entiéndase esto como que la inflación es causada por factores externos a la oferta y demanda de moneda, o demás variables que espontáneamente allí convergen.

Fácilmente, puedo resumir todo el trabajo académico de Cursio —en cada una de sus facetas— de la siguiente manera: la economista se dedica a hablar sobre cómo “el imperio Norteamericano usa un arma no convencional para asediar a los pueblos”, un arma llamada “el ataque a la moneda” y las consecuencias que éste tiene sobre el salario real, la producción y demás ámbitos económicos[3]. La mayoría de sus textos tienen el fin de promover esta “versión de los hechos” y, en su defensa, intenta “desmontar mitos” sobre temas económicos relacionados a la moneda. A esto se suma la supuesta modificación arbitraria de la Tasa de Cambio de portales como Dólar Today y la supuesta avaricia desmesurada de los “capitalistas burgueses” del país [4].

Sin más que decir, en este texto me propongo desmontar las premisas principales que sostienen toda la pirámide invertida del discurso de Pascualina Cursio, así como de Tony Boza y Juan Valdez, directores de un programa de economía en el canal oficial del régimen VTV. Si bien, estos de una u otra manera han criticado ciertas políticas económicas de Nicolás Maduro, todos son socialistas. No obstante, aprovecharé este texto para vislumbrar ciertos conceptos que no se amoldan a la creencia popular en cuanto a temas monetarios respecta, por lo que serán aludidos economistas no tan afines al gobierno del PSUV, pero equivocados igual. Sin más que decir, comencemos.

El paralelo como causa de la crisis monetaria

La premisa que sostiene toda la conclusión del texto de Cursio es que en Venezuela primero sube el Tipo de Cambio (TC) y luego todos los precios de la economía suben, dado que estos son fijados según el valor de la TC. En concreto, expresa que en el caso Venezuela, “y de la mayoría de las economías que cuya producción nacional depende en un alto porcentaje de maquinarias, repuestos, tecnología, insumos y materia prima importados, los aumentos del tipo de cambio, es decir la depreciación de la moneda, implicará un incremento de los costos de importación y, por consiguiente, de los costes generales de la economía. En tal sentido, la depreciación del bolívar genera un shock de oferta, una contracción a la oferta agregada y una estanflación”[5], entendida esta última como el incremento general de los precios —mal llamada inflación— acompañado de una contracción económica —actualmente medido vagamente con la contracción del PIB—.

En esta línea, sostiene algo parecido cuando dice que los aumentos de precios no responden al aumento de salarios de las personas —lo cual aumenta los costos de producción—, sino que, por el contrario, son los aumentos de salarios los que responden a la hiperinflación originada por otras causas, y sin llegar a equipararla —esto se traduce en un aumento nominal, pero también en una disminución real del salario—. A su juicio, la inflación precede el aumento de salarios; apelando al Test de Granger para “demostrarlo” de forma econométrica y/o matemática. Además, aclara que el aumento de precios tampoco puede deberse al agotamiento del modelo rentista petrolero[6].

Descartado lo anterior, solo queda una explicación para Cursio: el aumento de precios de toda la economía venezolana se debe al aumento de la TC. Así, explica en escala logarítmica que desde el año 2006 la relación directa entre los precios y la TC oficial desaparece, la cual venía desde 1984-2005, para luego establecer con el mismo método una relación “directa y perfecta” entre el Índice de Precios al Consumidor (IPC) —con el que también vagamente se intenta medir la “inflación”— y la TC paralelo[7]. Esto se debe, a su juicio, a que desde el 2006 comienzan a publicarse el precio del dólar en el mercado negro —cuya relación venia de 1:1 hasta 2005— y, junto con ello, comienzan a distanciarse el TC oficial y paralelo “ilegal”, convirtiéndose este último en el referencial en buena parte de la economía venezolana. Para sostener esta tesis, y con la intención de refutar a quienes dicen que la depreciación del bolívar se debe a la expansión monetaria, apela nuevamente al Test de causalidad de Granger para determinar si primero ocurre la expansión monetaria o si, por el contrario, primero sube la TC paralelo[8]. En otras palabras, no solo es que hay correlación entre la TC paralelo y el IPC, sino que es el TC paralelo la causa del aumento del IPC y, a su vez, del aumento de M2. No conforme con esto, incluye un modelo matemático donde el IPC queda en función del “Tipo de Cambio Ilegal” (TCI) las exportaciones petroleras (ExP), y de M2 y de los salarios (S)[9], es decir: IPC = F (TCI, ExP, M2, S), para sostener lo mismo.

En este sentido, el orden final de toda la crisis venezolana Cursio lo expone de la siguiente manera: (i) manipulación del tipo de cambio; (ii) aumento de costos; (iii) shock de oferta y contracción de la oferta agregada; (iv) estanflación; (v) deterioro de los salarios reales y déficit fiscal; (vi) aumento de M2; (vii) aumento de salarios y subsidios.

Con esto en mente, paso ahora a exponer los horrores conceptuales y/o teóricos sobre temas monetarios y el caso venezolano que llevan a Cursio a sumergirse en todo un andamiaje teórico-matemático que solo puede tener sentido en alguien desconectado de la realidad, creando fantasmas para intentar dar sentido a su condición existencial, y que solo demuestran la ignorancia supina de aquellos que pretenden dar soluciones a un problema que no comprenden en lo absoluto.

El error de Pascualina Cursio y su concepción sobre la TC y la inflación

Todo el constructo teórico-matemático de Cursio se cae solo con decir las siguientes palabras: (i) la política monetaria actúa con rezagos, es decir, que las consecuencias de las acciones que se lleven a cabo hoy en este ámbito —como inyectar liquidez, por ejemplo— no llegan hoy, sino mañana o pasado un periodo dilatado de tiempo; (ii) la dinámica de la oferta y demanda de la moneda determina su precio, independientemente de si es en comparación con otro igual —apreciación/depreciación de la moneda—. Con este simple párrafo ya podemos dar por refutado todo el panfleto de más de 200 páginas de Cursio. Empero, es necesario explicarlo y también exponer otros argumentos, con el objeto de despejar dudas.

Para el primer caso, si se comprende que la política monetaria actúa con rezagos, queda invalidado por completo la econométrica relación causal de Granger que establece que primero es la TC paralelo y después suben todos los demás precios de la economía, porque se está tomando la misma temporalidad como punto de partida para ambos; es decir, en el día 10 sube la TC, pero M2 se mantiene igual, luego en el día 11 suben los precios, pero a su vez vuelve a subir la TC y también M2; el error estriba en que la subida de la TC del día 10 responde a un aumento de M2 en un día cualquiera antes de 10 —día 1, 2, 3… 8, 9—. Claramente si realizo el cálculo econométrico tomando el mismo punto de partida temporal para ambas variable, me va a arrojar eso, pero el punto es que la realización del cálculo está mal. Ahora bien, esto es solo una cara de la moneda, también hay que tener en cuenta una disminución de la demanda de M2, independientemente de si aumenta o no, no obstante, Pascualina no toma esta variable en su cálculo, simplemente para ella la demanda de M2 está dada, y eso es un absurdo total.

Posiblemente ella diría que la depreciación del bolívar no se debe al aumento de M2 y apela a las correlaciones entre ella y el IPC y todos los demás cálculos que realiza. Esto puede ser cierto, necesariamente un aumento de M2 no se traduce en aumento de precios, pero esto se debe a la otra variable que no toma en cuenta, a saber, la demanda de la moneda que se inyecta. No obstante, ella también puede replicar que la demanda del bolívar como moneda no está determinando los precios en ella, sino que es la TC manipulada arbitrariamente la que lo hace. Sin embargo, con este argumento ignora que la demanda de un bien la determinan los gustos y preferencias de cada actor en la sociedad, según el contexto en el que se desenvuelva, y no una supuesta manipulación arbitraria. Aún si fuese cierto que un agente externo tiene la fuerza suficiente para manipular los precios de la TC, y para hacerlo más interesante, supongamos que ningún actor sabe que tal manipulación existe, al final el precio de una moneda con respecto a otra la determina la demanda de los actores de la sociedad. Y lo muestro con un ejemplo sencillo:

Supongamos que existe una economía donde se relacionan un dos países: A y B, cada uno con sus respectivas monedas: Am, Bm. También, en estos países existen una cantidad indeterminada de actores que solo se relacionan entre sí a nivel interno, es decir, los habitantes de A no se relacionan, o se relacionan muy poco, con los habitantes de B. Sin embargo, los gobernantes de A son empedernidos ambiciosos capitalistas burgueses contrarrevolucionarios con intención de que la moneda del país B sea suprimida por completo, simplemente porque los gobernantes de B son bondadosos socialistas con valores cristianos y noble corazón a punto de ser llamados al cielo para sentarse a la derecha de Dios. Tengamos en cuenta además que la cantidad de moneda para ambos países son: 200Am y 100Bm, pero 100Am se encuentran en el país B, por lo que matemáticamente, a efectos prácticos, la paridad es de 1:1 en el país B —suponiendo una demanda del 100% para ambas monedas—. A todo esto se suma el hecho de que A no puede inyectar más unidades de Am al país B, mientras que éste tampoco puede inyectar más unidades de Bm a su economía, por tanto, la cantidad de moneda se mantiene constante en el tiempo: en otras palabras, la cantidad de moneda es invariable, siempre serán 100Am y 100Bm en la economía del país B. Un día A crea una página que estipula arbitrariamente que en realidad la paridad es de 1:2, es decir, 1Am ahora cuesta 2Bm; así, los 100Bm solo alcanzan para comprar 50Am, faltando dinero para comprar 50Am, que son ampliamente demandados. En este escenario, no pueden inyectarse otros 100Bm para que la sociedad de B pueda adquirir la totalidad de los Am de su economía, por lo que si la demanda de Am y Bm es del 100% cada uno, simplemente la economía tenderá a corregir la alteración arbitraria de los gobernantes de A sobre la paridad cambiaria. En otras palabras, la única manera en que puede convalidarse la teoría de Pascualina en este escenario es que el Banco Central de B inyecte 100Bm —nuevamente, suponiendo que la demanda se mantenga siempre en 100%, independientemente de la cantidad—. Como este no es el caso, la sociedad de B simplemente ignoraría las estipulaciones de A y seguiría su camino como si nada, con una paridad de 1:1, pues, nadie está dispuesto a pagar 2Bm por 1Bm.

En este ejemplo se ve fácilmente que, independientemente de las manipulaciones arbitrarias de un país extranjero, la paridad cambiaria —precio de una moneda con respecto a otra— es determinada por la demanda de los actores sociales, en función de la cantidad de moneda que hay en su economía. En este ejemplo se pueden ver implícito dos cosas: (i) si la demanda de una moneda varia, por circunstancias cuales sean, claramente la paridad cambiaria se verá alterada: (ii) primero no es la devaluación y luego la inflación, como intenta sostener Cursio, sino que es todo lo contrario, primero es la inflación y luego la devaluación —es necesario precisar que la TC es un precio más en la economía, solo que la divisa es un activo financiero y, por tanto, aumenta más rápido que otros bienes—. Pero ello lo explico a detalle más adelante, por ahora, suficiente con comprender que es la demanda la que determina el precio de una moneda.

En suma, Pascualina se equivoca. Si su tesis de que la devaluación es un arma política fuese cierta, en una economía donde la cantidad de moneda y la demanda de dichas monedas se mantengan constantes fuese posible que se dispararan todos los precios al alza seguido de la TC, pero eso es simplemente imposible. Además, para apelar a otro ejemplo, si su tesis fuese cierta, en una economía de trueque —es decir, no hay moneda— fuese posible que los precios se dispararan al alza por algún tipo de intervención externa que estipule precios de algunos bienes discrecionalmente como mejor le convenga, pero esto también es simplemente imposible[10].

Pascualina, la matemática y la economía

Todo el error de Cursio compete a un mal uso de la estadística y la matemática, que ya de por sí fallan cuando intentan explicar fenómenos de las ciencias sociales —y todos los desatinos de la ciencia económica se deben en buena medida a dichas concepción matemática del mismo[11]—, que a su vez parten de una mala comprensión del proceso social. Cuando bien se usa, si acaso sirve para ilustrar un hecho y servir como fugaz destello de algún fenómeno social, pero cuando se usan mal, que es lo común, crean monstruos que terminan perjudicando a la sociedad. En este sentido, a modo de mera ilustración exagerada, fácilmente se pueden tomar datos que indiquen cuantas veces los venezolanos matan mosquitos en sus hogares, hacer una correlación con la subida del IPC y, con variables inteligentes con el fin de demostrar la teoría, apelar al coeficiente de causalidad de Granger para “demostrar matemáticamente” que cada vez que las personas matan un mosquito en su casa suben los precios generales de la economía en Venezuela. El punto con las matemáticas sucede casi parecido a las preguntas que se hacen en las encuestas, donde se hacen las preguntas adecuadas para obtener una respuesta esperada, pero que si se pregunta de otra manera el resultado es totalmente distinto. Esto no va de matemáticas, va de hacerse las preguntas correctas que lleven a una respuesta satisfactoria, en la medida en que se apeguen a la realidad.

Más problemas con la concepción de Pascualina Cursio

Además de todo lo expuesto hasta el momento, cabe decir que la afirmación de Cursio parte de una premisa fundamentalmente falsa, a saber, que la inflación tiene otras causas además de los monetarios. Lo cierto es que, como ya se explicó anteriormente, la depreciación de una moneda no puede ser “inducida” por alguien más que quien maneja la política monetaria y, en Venezuela, éste es el BCV. Cuando la Banca Central inyecta liquidez a la economía y esta sobrepasa su demanda, entonces dicha moneda se deprecia, pierde su poder adquisitivo; esto se traduce en que, ahora, se necesitan más unidades monetarias para adquirir la misma cantidad de bienes. Otro escenario posible es que, por circunstancias cuales sean, los actores sociales comiencen a despreciar la moneda —caída de demanda—; sin embargo, la premisa sigue siendo válida, “exceso de dinero”, la oferta monetaria es mayor a su demanda. Este fenómeno, la inflación monetaria, tiene como consecuencia ineludible la subida general de los precios en la economía y una devaluación de la moneda con respecto a otra.

Pascualina diría que esto es “inflación de demanda” y que viene acompañado de “crecimiento de la economía”, por lo que la causa es la “inflación de costes”, ahora bien ¿Por qué suben los costes? Ella respondería que por el ataque a la moneda y la fijación arbitraria de un precio de la TC, no obstante, ya se explicó que esto es un absurdo, así que todavía sigue sin ser respondida la pregunta: ¿Por qué suben los costos?

Cursio no tiene en cuenta que, si bien un aumento de la liquidez monetaria puede traducirse en el corto plazo en aumento de la producción, esto es insostenible en el largo plazo. A priori, si solo bastara con inyectar moneda para hacer crecer la economía, estaríamos antes una fuente inagotable de riqueza, pero este no es el caso. Cursio no tiene idea alguna de cómo es el dinamismo del ciclo económico, a saber, aunque en el corto plazo ocurre un auge —desarrollo económico—, tarde o temprano llega la recesión para sanear las distorsiones entre ahorro e inversión, seguido de otras descoordinaciones sociales, que causó la inyección de liquidez en el pasado. En este escenario, si se sigue inyectando moneda a la economía, con la idea de que así puede llegar nuevamente el auge, lo único que logrará es que las personas comiencen a despreciar la moneda a un punto en el que, incluso si no se inyecta más moneda, los precios comienzan a dispararse en la moneda local a pesar de la recesión: ha llegado la estanflación. En este contexto, seguir inyectando moneda solo empeoraría la crisis, distorsionando los precios relativos, dificultando el cálculo económico, y en última instancia haciendo que la moneda local valga nada.

Se ha dicho anteriormente que “primero es la inflación y luego la devaluación”, esto se debe a que, sin importar si se inyecta moneda o no, en el momento en que cae la demanda ya existe en el mercado más cantidades de moneda de lo que se demanda, haciendo que suba la TC. Puede que a primera vista se vea que sube la TC y luego los demás precios, pero en el fondo lo que sucede es que hay más moneda de la que se demanda. Esto es precisamente la correcta definición de “inflación”, y no lo que dicen los manuales de economía, a saber “el aumento generalizado de los precios”, que oculta la pérdida del poder adquisitivo del dinero cuando su demanda cae. Empero, más adelante me concentraré en los conceptos de inflación e hiperinflación a detalle.

Si la demanda de la moneda local se mantiene constante y la demanda de la divisa extranjera aumenta, nos encontramos en un escenario donde la TC aumenta, pero no se traduce en “aumento general de precios”, pues, al mantenerse la demanda de la moneda local y no haber más inyección monetaria, los demás precios se ajustarían al alza o a la baja, es un ajuste de los precios relativos casi igual a como sucede en la economía de trueque, aunque con moneda de por medio.

Al respecto, hay que recordar a una de las mayores hiperinflaciones de la historia: la de la Alemania después de la primera guerra mundial. En esta, el gobierno acudió a su Banco Central para financiar todo el gasto de la guerra, cosa que no tuvo mayor impacto en su economía sino hasta después que terminara. Esto es, en el corto plazo no hubo muchos problemas, pero en el largo plazo la expansión monetaria terminó destruyendo la moneda. En Alemania, “el 1º de Agosto de 1914 el valor del dólar era de cuatro marcos y veinte pfennings. Nueve años y tres meses más tarde, en Noviembre de 1923, el valor del dólar era 4,2 trillones de marcos. En otras palabras, el marco no valía nada, nunca más tuvo algún valor.”[12] Nuevamente, la cuestión aquí es cuánto tiempo durará ese “corto plazo” en el que la inyección de moneda pase de fungir como aceite para los engranajes de la economía a convertirse en un martillo gigante que destruye todo lo que toca.

Con esto en mente, puede darse respuesta entonces a la pregunta: ¿Por qué aumentan los costos y todos los demás precios de la economía? En principio, como ya expliqué, un aumento de los costos —cualquiera— de un bien no tiene que traducirse necesariamente en un aumento de todos los precios de la economía, sobre todo importados, ya que el empresario puede compensar esto, por solo mencionar un ejemplo, reduciendo los costes —aunque en la cabeza de Pascualina eso sea imposible, dada la supuesta avaricia de todo empresario—, así que la respuesta es que en Venezuela hay una cantidad de bolívares que los venezolanos desprecian.

A modo de resumen simple, primero es la inflación monetaria y luego es la devaluación. Es mentira que un aumento del tipo de cambio —devaluación— es inflacionario, lo que realmente ocurre es que, después de la expansión monetaria o de la caída de la demanda de la moneda —o ambas—, la misma pierde poder adquisitivo y, como el dólar es un activo financiero, esto se traspasa a la tasa de cambio y luego —puede ser también antes, esto depende de la dinámica de la economía— a los demás precios. El punto es ver al dólar —u otra divisa— como un activo cuya demanda supera la oferta y al bolívar como un medio de pago cuya oferta supera su demanda.

Cabe destacar que, desde que Chavez tomó el poder en 1999, hasta enero de 2021, la liquidez monetaria (M2) en la economía venezolana aumentó 57 Billones por ciento —57.000.000.000.000%—. Que la TC y demás precios en Venezuela no hayan explotado antes se debe a la bonanza petrolera que disfruto el Estado que le permitió mantener artificialmente el tipo de cambio. Sin embargo, como evidentemente mostró la realidad, esta medida es insostenible a largo plazo, en cualquier momento explota la burbuja.

Además, algo curioso que contradice a Pasqualina es que, para mayo de 2021, que es cuando ella escribe un artículo donde dice que “cada vez que aumenta el tipo de cambio en el portal dólartoday varían, en tiempo real, los precios de los bienes”, la diferencia entre la tasa de cambio oficial dictada por el BCV y la tasa de cambio del mercado paralelo era del 0,89% —menos del 1%—. Es decir, que la tasa oficial, que, tal como dice el portal del BCV, “es el promedio ponderado resultante de las operaciones diarias de las mesas de cambio activas de las instituciones bancarias participantes”, va a la par con la tasa del mercado paralelo, entonces surgen las siguientes preguntas: ¿Acaso es el tipo de cambio oficial también alterado artificialmente por los “enemigos” de la revolución? Ciertamente no se puede decir esto de una institución que ha existido solo para servir al Estado.

Entonces, por lo expuesto hasta ahora, a priori, se concluye que es imposible que la tasa de cambio pueda manipularse arbitrariamente puesto que son las transacciones que realizan los actores dentro de la sociedad, que tienen fines y medios que valoran subjetivamente —demandan—, quienes determinan ese y los demás precios.

Pascualina, dólar implícito y tasa de cambio

Siguiendo con los errores, Cursio argumenta que la expansión monetaria no puede ser la causa del aumento de la TC porque el Tipo de Cambio Implícito, que se calcula bajo el supuesto de que se usen todos los bolívares de la economía para adquirir la totalidad de las Reservas Internacionales (RI), y que a su juicio es el valor máximo que puede tener una moneda con respecto a otra[13], es menor al precio de la TC paralelo. En otras palabras, en todos los escenarios, para Pascualina es ilógico que la TC supere el implícito. Y esto lo acompaña con el hecho de que la cantidad de liquidez en dólares supera la de los bolívares, por lo que, la totalidad de los bolívares que circulan no alcanzan para comprar todos los dólares de la economía venezolana que están circulando: en expresión matemática, para Pascualina hay 40$ en la economía circulando, mientras que hay 10Bs circulando, y la TC=2Bs/$, y como 40/2 = 20, el precio real debería ser más bien de 4$ por cada Bs. (40/10=4), o en su defecto inyectar más liquidez en bolívares para que la totalidad del mismo pueda adquirir la totalidad de los dólares —esto es, llevar M2 de 10Bs a 20Bs—.

Nuevamente, Pascualina no comprende que estos cálculos matemáticos no sirven de nada, pues es la relación de demanda entre ambas monedas la que determina sus precios con respecto a la otra, y no la cantidad de reservas que tenga la economía —a la hora de la verdad, esto es irrelevante—. Para explicarlo, apelaré a un ejemplo:

Nos encontramos en una economía donde solo hay tres bienes: moneda A y moneda B y bien cualquiera X. Así, hay 10 monedas de A y 20 monedas de B. Suponiendo una demanda del 100% para todo, puesto que las monedas son los bienes de intercambio indirecto, tendríamos que la unidad de A es igual a dos unidades de B (dado que 10A/20B = 0.5 A/B o 1.0 B/A). Si en este escenario, por razones cuales sean, la demanda de A cae a 20% y al mismo tiempo la demanda de B aumenta a 250%, esto es: la sociedad demanda solo 2 de las 10 unidades del total de A, mientras que demanda 50B, aun cuando solo hay 20B, nos encontraremos con que ahora la TC es igual a 6.25 A/B, es decir, ahora se necesitan 6.25 unidades de A para adquirir la unidad de B, sin importar la cantidad que existente de ambas que anda circulando en la economía —por ejemplo, ahora con el total de A solo se pueden adquirir 1.6B —que representa el 8% del total de B—[14]. Pascualina en este escenario diría que hay que inyectar más moneda A para poder adquirir el total de B, pero eso solo empeoraría las cosas.

Con esto ilustro fácilmente que es la demanda de los bienes lo que determina su precio. En concreto, un problema de la teoría monetaria que se enseñan en las universidades es precisamente que no han comprendido del todo que el precio de un bien o servicio —moneda, en este caso— será determinado por la demanda de los actores de dicho bien o servicio, que a su vez deriva de un cálculo subjetivo donde entra el total de la moneda que se emplea o que puedan emplearse según las expectativas del individuo. Por tanto, cuando se aumenta la cantidad de dinero en una economía, aumenta su oferta, se altera una componente que sostiene los precios del mercado y, en consecuencia, se ve perjudicado el cálculo económico de los actores sociales. Si bien, en esta misma línea, si yo entiendo que el precio de un bien recoge de alguna u otra manera las precepciones “generales” que se tiene sobre un bien en la economía, entonces puedo hacer juegos matemáticos entre distintos bienes para determinar los precios y las demandas entre esos bienes específicos —que de igual forma pueden servir como un fugaz destello de lo que pasa a nivel general, o no… hay que entender que la demanda no puede ser recogida en una expresión matemática, pero el juego igual es interesante. Dicho de otro modo, si el sistema de precios recoge la cantidad de moneda existente, o la que los actores creen que existe, y la demanda de ella, según los fines y medios subjetivos de cada individuo, a priori eso puede indicar que el precio de ese bien de una u otra manera es resultado de la recolección de la demanda del mercado que existe sobre la cantidad determinada de dicho bien en ese momento y/o contexto especifico; una recolección de información que claramente es imposible de saber, pero que aun así me da un dato: el precio. En esta línea, queda validada la formula mostrada en la nota 14—.

El orden del problema monetario en Venezuela, pues, no es el expuesto por Cursio, sostenido por Boza y Valdez, sino que es el siguiente: (i) el BCV inyecta moneda; (ii) existe moneda no demandada —demanda < oferta monetaria—; (iii) por un lado, suben los precios expresados en bolívares, mientras que por el otro cae la confianza en la moneda al punto que ya siquiera es necesario inyectar moneda para que caiga la demanda de la misma, pues los actores sociales comenzaron a buscar sustitutos más confiables como resguardo —dólar—; (iv) el bolívar deja de ser la unidad de cuenta referencial, pues es sustituida por el dólar; (v) descoordinaciones subsiguientes por todos lados, dificultando la planificación y, en suma, el cálculo económico; (iv) el BCV inyecta bolívares y retroalimenta para mal todo el proceso.

Con todo esto queda refutada por completo toda la concepción de Pascualina Cursio sobre el problema monetario en Venezuela. Empero, hasta el momento me he mantenido dentro de los límites conceptuales sobre la inflación y la hiperinflación que se enseñan y/o aprenden normalmente en las academias de economía. Llego el momento de cambiar el foco, para una mayor comprensión del asunto.  

Inflación: hacia una comprensión del fenómeno monetario

La inflación es comúnmente definida como el “aumento general de los precios” en una economía, si bien, como se mencionó antes, esta concepción lo que en realidad me está diciendo es que la moneda está perdiendo poder adquisitivo, traduciéndose en que cada vez se necesitan más unidades monetarias para adquirir un bien o servicio. Sin embargo, no siempre se tuvo esta concepción de lo que es la inflación. En el siglo XX muchos economistas definían la inflación como la expansión monetaria per se, pero en un punto se pasó a definir el fenómeno con las consecuencias de la misma, a saber, el aumento de precios. Como es casi imposible que ya se vuelva a una concepción de la inflación como en el pasado —cosa que facilitaría a muchos comprender el fenómeno—, a efectos prácticos y del lenguaje aquí se concebirán dos concepciones de inflación: (i) Inflación Monetaria, como lo que en principio es realmente la inflación, esto es, expansión monetaria, independientemente de por dónde ingrese; y (ii) Inflación de Precios, que es lo que todo el mundo conoce por “inflación”, a saber, el aumento general y sostenido de los precios en una economía durante un periodo de tiempo, pero que en realidad es la depreciación de la moneda que se traduce en aumento de precios, a su vez, esto sucede simplemente porque existe una cantidad de moneda que supera su demanda —oferta monetaria > demanda monetaria—. Parece tautología, pero no lo es.

Esta separación se hace necesaria porque de esta forma podemos identificar claramente la causa de la Inflación de Precios en la Inflación Monetaria. Ergo, se comprende que la expansión monetaria es la causante de la subida de los precios. Además, se ve mejor el efecto que tiene la Inflación Monetaria en la economía, pues ésta no siempre se traduce en un aumento general de los precios y, en consecuencia, se tiende a pensar que la inyección no causa problemas sociales e incluso que es necesaria. Al respecto, hay que decir que toda inyección monetaria implica necesariamente una depreciación de la misma, y sin embargo esta no se traduce necesariamente en una  “subida general de los precios”. Para explicarlo, vea el siguiente ejemplo: imagina que una empresa fábrica 1 litro de leche para venderse en 10 Bs, pero gracias a la modernización, ahora se puede fabricar el mismo litro de leche y venderlo en 8 Bs. Sin embargo, debido a la expansión monetaria los precios han aumentado en distintas magnitudes, por lo que, así como bajaron algunos costos de fabricación de leche, se mantuvieron y subieron otros, teniendo como resultado que la empresa seguirá vendiendo la misma leche a 10 Bs.

Partiendo de este ejemplo, puede que esto en el supuesto “cálculo de inflación” para un periodo se refleje como “inflación cero”, pues no hubo “aumento general de precios sostenido en el tiempo”, pero se está ignorando que, de no haber sido la Inflación Monetaria, en realidad se hubiera pagado menos por ese producto. Conclusión: la moneda si se depreció y/o perdió poder adquisitivo, solo que eso no se vio a simple vista porque no se reflejó en “aumento de precios”. Esto lleva necesariamente a buscar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cómo se mide la inflación?

Resulta que se mide con el “Índice de Precios al Consumidor” (IPC), el cual toma algunos productos de la economía para ver su evolución de precios en el tiempo. Sin embargo, ¿Nadie se ha puesto a pensar que, si la inflación es como dicen, repito “el aumento general de precios en una economía sostenido en el tiempo”, tal índice es absurdo en la medida en que no mide el “aumento general” de los precios, sino solo lo que estipulan ciertos “expertos” que se creen con la sabiduría necesaria para saber qué, cómo y cuándo quieren los consumidores ciertas cosas del mercado? De esta manera, si el IPC encierra productos básicos, como el huevo, la leche y el pan, y cada uno cuesta 10 hoy, y dentro de un año el huevo cuesta 11, la leche 11 y el pan 8, te dirán que “la inflación es del 0%”, pero no dicen que el agua aumentó de 8 a 10, que las vivienda aumentó de 100 a 150, y así con todos los demás vienes de la economía que no son tomados en cuenta para el cálculo del IPC. En otras palabras, te dicen que hay “inflación 0%”, pero la moneda se deprecio igual, por lo que necesitas más, de la misma para comprar otros productos que antes comprabas con menos unidades monetarias. Es decir, que la definición del IPC siquiera cumple su mismo cometido.

Esto sin contar dos cosas: (i) que no todos compran tajante y exactamente los bienes tomados en cuenta en el cálculo, dado que todos los actores sociales tienen necesidades distintas y, por tanto, la inflación de precios que experimenta cada persona es distinta; la inflación que experimenta una ama de casa que cría a 3 hijos y trabaja de enfermera en un hospital no es la misma inflación que sufre un hombre soltero, sin hijos, que trabaja como analista financiero en un banco; la inflación que experimenta una empresa dedicada a la fabricación de bienes de madera no es la misma inflación que experimenta una empresa encargada de desarrollar software; (ii) que no estoy hablando del hecho de que algunos hasta asignan ponderación según la importancia de cada bien en las mediciones del IPC, haciendo que los cálculos varíen, mostrando generalmente una “inflación” por debajo de un cálculo del IPC que no toma en cuenta ponderaciones; otra aberración de la que no hablaré porque el mensaje ya quedo claro.

De esto se desprende algo lógico, si la “inflación” no es la subida de precios, sino la depreciación de una moneda, y el IPC no mide la inflación real de una economía, entonces toda definición de inflación que parta de ellas son un constructo arbitrario no apegado a la realidad, y todo intento de solución fracasará porque parten de un mal entendimiento de la misma. Si bien este ensayo no es un análisis exhaustivo de los fenómenos monetarios a lo largo de la historia[15], tengo que resaltar lo que la misma Pascualina resalta en su obra —aunque discrepemos en cuanto a enfoque de análisis y conclusiones, lo que dice es cierto—: el propio Phillip Cagan, a quien por cierto se le atribuye la definición aceptada de “hiperinflación” como el aumento del 50% mensual de los precios, en 1956 reconoció que su modelo, el cual pretendía explicar que las variaciones de la cantidad de dinero causaron la hiperinflación en varios países, es limitado, refiriendo en sus conclusiones a teorías que indican que el fenómeno fue causado por factores externos[16]. Cursio se apega de esto para decir que esos factores son ataques imperialistas, yo me inclino más bien a que el Modelo de Cagan falla por no poder calcular la demanda de los actores de las monedas correspondientes a los países que estudió. El error esencial sigue siendo el mismo en el que incurre Cursio. En este sentido, cita el trabajo de Bresciani-Turroni[17] y Frank Graham[18], estudiosos del problema monetario en la República de Weimar que concluyeron que la hiperinflación en la Alemania de 1923 no fue causada por la cantidad de dinero, sino por la depreciación “inexplicable y desproporcionada del marco aléman”[19]. Empero, todos estas premisas caen por su propio peso, suficiente con revisar lo expuesto hasta el momento para comprender el error.

Hiperinflación: lo que realmente es

Llegados a este punto, podemos definir la hiperinflación. Como ya se mencionó, el concepto aceptado por convención es el que usó Phillip Cagan en 1956 cuando, después de un estudio, estableció que la hiperinflación es el aumento general de los precios en un 50% mensual. No obstante, es necesario expresar algunas consideraciones: (i) esto es una concepción totalmente arbitraria, que si bien intentó fundamentarse en análisis estadísticos y matemáticos, lo cierto es que esto no le resta arbitrariedad —esto dejando de lado que la mera construcción matemática ya de por sí es arbitraria—; (ii) el concepto se desarrolló analizando economías post-guerra, que se encontraban sumergidas, en mayor o menor medida, en procesos inflacionarios —es como decir que si todas las economías tienen inflación de 10% mensual, entonces una súper-inflación es cuando hay un incremento del 50% mensual—; (iii) dado lo anterior, aún si se tomara como valido la definición, aplicó para ese contexto, en comparación a la actualidad donde la mayoría de los países, en circunstancias normales, tienen las Inflaciones de Precios medidas por el IPC en un solo digito —si tenemos en cuenta esto, podemos decir fácilmente que una hiperinflación moderna es aquella que supere los tres dígitos anuales. Si bien, aunque es igual de valido, apelando a la logica de Cagan, así no es como concebimos nosotros la hiperinflación—; (iv) se está definiendo algo simplemente como un superlativo de “inflación”, que si bien podría ser válido a efectos lingüísticos, creo que a efectos económicos podría relacionarse mejor con un fenómeno que surge cuando la inflación es demasiado alta y comienza a distorsionar los precios relativos. Por ello, es necesaria una redefinición o, mejor dicho, una recuperación del concepto apegado a la realidad de la dinámica de la inflación.

Antes de pasar a la definición, hago recordar al lector un caso curioso que ocurrió en Venezuela en años pasados, que si bien sigue ocurriendo, hoy no es algo general en la economía. A partir del año 2015, sobretodo en la profundización de la crisis monetaria entre 2017 y 2019, que se dejó sentir igual en 2020 y disminuyó su influencia hasta que en 2021 casi nadie se quejaba de ello, los precios relativos de la economía estaban tan distorsionados que un mismo producto comenzó a tener distintos precios, según el modo de pago al que apelara el comprador. Así, a modo de ejemplo ilustrativo y no apelando a precios reales de la epoca, encontrábamos una Harina Pan que costaba 10Bs en efectivo, pero por debito costaba 14Bs, además, si pagaban en dólares, costaba 1$ pero al cambio eran 8Bs, o si la divisa presentaba algún defecto, costaba 1.3$ —10.4Bs al cambio—, o si se pagaba en euros, tenía el mismo valor que si se pagaba en dólares —paridad Euro/Dólar de 1:1, aun cuando oficialmente el Euro era más caro que el dólar—, y así puedo seguir. El punto es que un mismo bien tenía varios precios para distintos modos en que fuese a realizarse la transacción. A esto se suma la venta de efectivo, tan necesaria para las personas que usaban el transporte público.

En este escenario, escuchaba a las personas quejarse de que eso era consecuencia de la avaricia de los venezolanos, que “nos estamos comiendo unos con otros” y “por eso es que Venezuela está como está”. Sin embargo, el fenómeno no tenía nada que ver con ello, tan solo era una consecuencia de la distorsión de los precios relativos después de años de desgaste del bolívar. Este fenómeno, no es nuevo, se ha visto en los lugares donde la inflación es tan alta que, en un juego de oferta y demanda de bienes, comienzan a aparecer distintos precios para un mismo bien, independientemente de las variables matemáticas que algún economista quiera tener en cuenta.

Esto es precisamente la hiperinflación: multiplicidad de precios para un mismo bien o servicio, dependiendo la forma en que se vaya a pagar. Llega un punto en la economía en el que la distancia entre la oferta y la demanda de una moneda es tan amplia —oferta monetaria muy > demanda monetaria— que los demás bienes que fungen como sustitutos monetarios —perfectos o no— comienzan a presentarse como los verdaderos referentes a la hora de fijar precios, ocasionando en todo el proceso un desajuste —o ajuste— de los precios relativos en función del bien que se tenga, convirtiéndose por ejemplo los bolívares en efectivo en un bien relativamente diferente a los bolívares que se tienen en las cuentas bancarias, o costando más o menos en comparación con una divisa, llevando a establecer multiplicidad de precios. Se cruzan todas las ofertas y demandas de cada bien con el que se transan, soltando precios por todos lados. La hiperinflación no aparece, pues, cuando los dígitos de los índices arbitrarios indican un 50% mensual, o cualquier número que usted guste, sino cuando usted comienza a ver esta multiplicidad de precios en el mercado para un mismo bien, según su modo de pago —¿En qué digito aparece? Imposible saberlo a exactitud, dado que la dinámica de cada sociedad es distinta, si bien, indudablemente llega cuando es demasiado grande el desequilibrio, por decirlo de alguna manera, entre oferta y demanda de una moneda—.

Incremento de precios en dólares

En este punto se puede decir que lo expresado puede refutarse con los hechos, cuando se ve que los precios en dólares, la moneda altamente demandada, también están subiendo. No obstante, también es necesario acotar que dicho aumento de precios en dólares responde en realidad al rezago cambiario. Para esto, apelaré a un ejemplo:

Suponga que hoy una TC= 2Bs/$, y que va al mercado a comprar una papa que cuesta 10Bs. En este escenario, la papa cuesta 5$ (10/2 = 5). Ahora bien, suponga que el día de mañana usted va a comprar la misma papa y cuesta 25Bs, pero al mismo tiempo la TC subió a 3.5Bs/$. Esto es, la papa subió un 150%, mientras que la TC subió un 75%. Cuando usted va a desembolsar para pagar la papa, se da cuenta que ahora cuesta 7.1429$. El precio aumentó en dólares, fue simplemente porque la TC no subió en la misma proporción a cómo subieron los precios en bolívares.

Hace poco leí a la abogada Andrea Rondón, miembro de Cedice Libertad, decir que el aumento en dólares actualmente está respondiendo a la inyección de liquidez en dólares que ha implementado como política el BCV para contener el TC. Sin embargo, tengo que decir que considero dicha concepción equivocada. Si bien ya mencioné que toda inyección monetaria implica una depreciación de la moneda, en el caso venezolano la demanda del dólar está tan elevada que la inyección monetaria no causa que aumenten los precios en dólares, sino que más bien ha servido como un burdo tapón a los precios en dólares para que no aumenten tanto. En otras palabras, a modo de ilustración, si suponemos una demanda de los dólares de 200%, una inyección de dólares a la economía venezolana puede hacer que baje a 180%, o 150%, o incluso hacer que sea del 100% —es decir, se satisface el total de moneda en dólares que demanda la sociedad—, pero en el contexto venezolano, donde la contrapartida de esto es que la demanda de los bolívares cae, paradójicamente sirve para que los aumentos en dólares se contengan o no lleguen. Siguiendo con el ejemplo de la papa, es como si la inyección en dólares hiciese que el rezago del 75% disminuyese o desaparezca, por lo que la TC aumenta a 5Bs y, por tanto, la papa sigue costando 5$ (25/5 = 5).

Conclusiones

El dinero es una institución social, y como muchas otras instituciones de esta índole, es producto de un proceso espontaneo que evoluciona con el tiempo, no es deliberado. Dicha institución llegó para coordinar a los actores sociales y medianamente recoger una información que esta esparcida en la sociedad en algo que llamamos “precio”. Parte de esa información que recoge el precio es la cantidad de moneda existente y la demanda de ella según los fines y medios de cada individuo, por lo que siempre es subjetiva, sin importar que el precio sirva para cuantificar ciertas cosas en el presente de forma objetiva —los costos, por ejemplo—. Así, los precios varían de un lugar a otro según la información recopilada de los millones de actores sociales, por lo que contiene información tacita, no articulable. Por ello, de alterarse deliberadamente cada uno de los componentes que lo conforman, solo causaría una mutación que distorsionaría los precios y, con ello, complicaría el cálculo económico de cada actor social, costándole el éxito en la consecución de sus fines.

A pesar de ello, hoy habitamos en un sistema en el que algunas entidades, con excusas varias, que se creen con la sabiduría necesaria para saber cuál es la cantidad optima de moneda que necesita la sociedad, controlan y alteran, normalmente hacia el alza, la cantidad de moneda existente, y con esto no hacen más perturbar el orden social espontaneo en un periodo de tiempo indeterminado. En su pretendida sabiduría espuria, una arrogancia fatal, no comprenden que no existe tal cosa como “cantidad optima de dinero” según ciertos parámetros arbitrarios —matemáticos—, porque los parámetros son desconocidos por todos, pero están allí y regulan lo que el human no puede regular, por tanto, la cantidad optima de dinero es y siempre será lo que existe o existirá, sin que sufra alteraciones arbitrarias.

En este proceso, la sociedad se adapta a dicha existencia, determinando ella misma, en su orden medianamente conocido, pero no comprendido del todo siquiera esa medianía, cómo usará esa herramienta para autoorganizarse la mejor manera posible. Ergo, aumentar arbitrariamente la cantidad de moneda en cualquier economía se traducirá inexorablemente en distorsión de precios y descoordinación social, en el corto, mediano o largo plazo.

Sin embargo, el proceso social siempre tiende a adaptarse a ello, por lo que, de no haber más aumento, con el tiempo se “estabiliza” —si cabe decir la palabra, puesto que nada es del todo “estable” cuando se trata de procesos sociales—. Ahora bien, ¿Qué se puede esperar en un entorno donde la cantidad de moneda aumenta periódicamente en un lapso de tiempo corto, en comparación a la adaptación social? Simple: si muchas de las distorsiones causadas a veces no son vistas fácilmente, con ello solo alimentarán un monstruo que ellos mismo crearon y salda con la calidad de vida de muchas personas, afectando sobre todo a los más pobres.

Con esto, vale recordar que da la casualidad que quienes crean o auspician la creación del dinero, generalmente son los primeros en recibirla, así que acuden al mercado a comprar con los precios de hoy, mientras que el que va mañana se encontrará con que, después de un proceso de adaptación social espontaneo en base a la cantidad de moneda ahora existente —por encima de la que había ayer—, los precios subieron, o se mantuvieron, pero ahora le cuesta más esfuerzo conseguir el dinero con el que compra, por lo que igual se ve perjudicado, o simplemente compra menos cosas que ayer. Los políticos, banqueros y sus amigos son los únicos beneficiados de todo este sistema del mal que podría llamarse fácilmente como Socialismo Monetario, entendiendo Socialismo como todo control coactivo de human sobre human, o en su sentido moderno: todas las instituciones que sostienen este tipo de gobierno. Es decir, que son unas pocas personas controlando a la sociedad a través de la moneda. No es de extrañar que, en todos los procesos inflacionarios de la historia, los que más se han visto beneficiados son ellos, y algunos otros que corrieron con suerte.

Venezuela tiene años sumergido en una espiral ascendente de inflación, con freno o sin freno, y muchos, en su pretensión de conocimiento, o porque simplemente se quieren lavar las manos —en el caso de los verdaderos culpables de este desastre monetario—, han culpado a terceros. Porque siempre es más fácil creer que se sabe algo para no admitir la ignorancia total en la que nos encontramos en lo que respecta a todo lo que nos rodea; se culpa al imperio, al comerciante, a la viveza criolla, a una simple página web o usuario de una red social que comunica la Tasa de Cambio del día, se dice que “nos estamos matando unos contra otros”, pero no se ha comprendido aún la inflación solo responde a temas estrictamente monetarios —oferta y demanda— y que, por tanto, solo quienes tienen control sobre la moneda, o pretenden hacerlo, son los causantes de dicho desastre. Hay que decirlo, le guste o no escucharlo a algunos, quieran aceptarlo o no, porque la negación y/o aceptación de un hecho no altera la misma, la verdad es inmutable e inamovible, y seguirá siendo verdad en todos los escenarios: los únicos culpables del desastre monetario en Venezuela son el Banco Central de Venezuela y Estado venezolano, involucrando claramente a todos los que lo conforman, sin importan sus buenas o malas intenciones.

Empero, este problema no es solo venezolano; el mundo entero está sumergido en las garras de este control monetario desde hace mucho tiempo, solo que algunos países se han encargado de mantener el monstruo en pasividad, en mayor o menor medida, pero, al fin y al cabo, el monstruo sigue existiendo y sigue devorando nuestro esfuerzo, trabajo y calidad de vida. La inflación no es el aumento generalizado de los precios, y mucho menos se mide con un estúpido indicador que media entre bienes y servicios que eligió alguien arbitrariamente, la inflación es la existencia de una cantidad de dinero que la sociedad no demanda, así de simple, y dicho fenómeno se traduce en la pérdida del poder adquisitivo que, a su vez, resulta en subida de precios —o en que se mantenga igual, cuando en un contexto normal hubiese tendido a la baja—. No obstante, hay que señalar que el principal hacedor de que exista una cantidad de moneda que la gente no demanda es la entidad que se encarga de crear dicha moneda. Al aumentar la cantidad de moneda, ella se devalúa per sé, porque la sociedad ahora tiene que adaptarse a una nueva cantidad de moneda. Que esto no se traduzca en un aumento del IPC —mal llamado “inflación”— no quiere decir que la acción llevada a cabo no cause o vaya a causar malestares sociales, lo hará, hoy, mañana, en una semana, año o después, aquí, allá o en cualquier otro lugar, pero lo hará.

En este sentido, recordemos además que la inflación es sentida por cada persona de forma distinta, porque cada quien demanda cosas y las cantidades de esas cosas de forma distinta, según sus fines y circunstancias. De esto se infiere lo siguiente: si realmente se desea vivir en una sociedad sin inflación monetaria, y sin las distorsiones que causa —entre ellas, la subida general de precios—, tiene que dejarse de controlar aquello que no se puede controlar, por lo menos no para bien. Es necesario que el human comience a replicar esas condiciones que sirvieron de base para que el proceso social generará las instituciones que fundamentan la civilización con el paso del tiempo, a saber: libertad y respeto a la propiedad. La inflación es un instrumento usado por quienes ostentan el poder y aspiran a la dominación, y como toda dominación, es deliberada. En este sentido, constituye un delito, un crimen de lesa humanidad en la medida en que disminuye los medios por los cuales las personas pueden prosperar.

Si queremos una Venezuela con “estabilidad” monetaria y, en suma, económica, se debe comprender que la civilización no tiene arquitectos y, por su bien, tampoco debe admitirlos. Es necesario un sistema de banca libre, guiado por ciertos principios a respetar, para volver a ser una sociedad feraz, no temporalmente, sino sostenida en el tiempo. O, en el peor de los casos, por lo menos que el BCV no siga inyectando liquidez y quite las restricciones al libre intercambio o interacción monetaria en el país.


[1] Pascualina Curcio. 2018. Hiperinflación: arma imperial. Segunda edición (2020). Publicado por Editorial Nosotros Mismos. Pág. 11.

[2] Ibídem., págs. 12-14, 15, 17-25, etc. Lo cierto es que no sé ni para qué especifico páginas, si esto es lo que expresa desde la portada del libro hasta su contraportada. En resumen, Cursio sostiene que todas las hiperinflaciones de la historia, especialmente la de Venezuela, no ha sido un fenómeno espontaneo que responda a la interacción de variables económicas, sino un fenómeno inducido políticamente por agentes que intentan socavar el proceso revolucionario hacia el socialismo.

[3] Ibídem., págs. 4, 11, 15, 18, 34, 48, 65.

[4] Además de la obra citada, puede ver cualquier artículo de su autoría publicado en Aporrea o El Nacional. Absolutamente todos van en la misma línea discursiva.

[5] Óp. Cit. Hiperinflación: arma imperial., pág. 46. Negritas y cursivas mías. Esta tesis viene acompañada con una defensa de la idea de que las estanflaciones solo ocurren cuando hay “inflación de costos” —shock de oferta— y no cuando hay “inflación de demanda” —que a su juicio, y el del común de los economistas inflacionistas, viene acompañado de aumento de la producción—. Esto le lleva a intentar refutar a quienes sostienen que el aumento de precios se debe a una mayor demanda agregada, pues en Venezuela, si bien ha aumentado la liquidez monetaria (M2), desde el año 2012 no se demanda y consume más bienes y servicios, es decir, los incrementos de M2 no corresponden con un incremento de la demanda agregada, descartando la teoría cuantitativa del dinero en el proceso y concluyendo que, de hecho, en este contexto, “cualquier política orientada a disminuir la cantidad de dinero para detener la hiperinflación, no solo no surtirá efecto porque no es la causa de los aumentos de precios, sino que además puede resultar contraproducente en lo que a condiciones de vida de la población se refiere” (ver págs. 37-40).

[6] Ibídem., pág. 40-45.

[7] Cursio apela al coeficiente de Pearson entre la TC oficial y establece que entre 1984-2005 la relación es de 0,991 entre el oficial y el IPC, pero a partir de 2006 va perdiendo fuerza, obteniendo un coeficiente de 0,5685 entre 2006-2017 (ver pág. 47).

[8] Ibídem., pág. 51.

[9] Ibídem.

[10] En una economía de trueque, los precios son fijados en función de otros bienes. Así, por ejemplo, 4 Bananas equivalen a 1 Pera —que es lo mismo a decir que 1 Banana es igual a 1/4 de Pera—. En este sentido, si por ejemplo alguien estipula que 1 Pera equivale en realidad a 6 bananas, simplemente hay un ajuste de precios relativos, valiendo menos la banana con respecto a la Pera. Los precios aumentan en comparación con las Bananas, pero disminuyen en comparación con la Pera. Ergo, no hay “aumento general de precios”. Independientemente de cual se altere, el resultado es el mismo, los precios relativos de las frutas con las que se realicen las transacciones se ajustaran al alza o a la baja.

[11] Al respecto, puede ver toda la tradición de la Escuela Austriaca de Economía, su método de estudio y su crítica a la visión matemática de la ciencia económica. Menciono algunos de interés: Jesús Huerta de Soto. 2004. La teoría de la eficiencia dinámica. Publicado en Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política, volumen 1, número 1, págs. 11-71; Jesús Huerta de Soto. 1992. Socialismo, cálculo económico y función empresarial. Tercera edición (2005). Publicado por Unión Editorial.; Hans-Herman Hoppe. 1995. Economic Science and The Austrian Method. Reproducido en 2007 por el Ludwig von Mises Institute.

[12] Ludwig von Mises. 1959. Economic Policy Thoughts for Today and Tomorrow. Segunda edición en español, traducido por Alberto R. Sgueglia, y que constituye seis conferencias que Mises dictó en Buenos Aires, Argentina, ese mismo año. Sección: Inflación.

[13] Óp. Cit. Hiperinflación: arma imperial., pág. 48.

[14] La fórmula a aplicar es la siguiente: Tasa de Cambio Real (TCr) es igual a cantidad demandada de B (Db) por la unidad de A, entre Total de B en la economía (Tb), todo esto dividido a su vez entre la cantidad demandada de A (Da) que multiplica a la unidad de B, dividido entre el Total de A (Ta). Entonces TCr = ((Db x 1a) / Tb) / ((Da x 1b) / Ta). Esta expresión matemática es una construcción propia. Estoy consciente de que en economía la demanda y la oferta se definen de forma independiente entre sí, en función de precios y cantidades, no obstante, esto también es una construcción matemática arbitraria para poder graficarlas en un diagrama de ejes cartesiano. Si otro pudo arbitrariamente hacer una construcción matemática para concebir su fin, no hay lógica que me lo impida a mí, más allá de un simple “así no es cómo se ha enseñado”. En todo caso, mi intención no es determinar la demanda de una u otra moneda en sentido estricto o formal, sino simplemente ilustrar dos cosas: (i) que los precios de una moneda con respecto a otra puede variar —y de hecho lo hace— cuando varían las demandas de cada una; y (ii) que puedo usar la matemática a gusto para ilustrar —no “demostrar— fenómenos sociales —si es bueno o malo, dependerá de las premisas filosóficas de donde se parta la crítica—.

[15] En ello trabajo actualmente, aunque alejándome de los principios generalmente aceptados en la economía convencional.

[16] En óp. Cit. Hiperinflación: arma imperial. Pág. 21. Cabe decir que la consulta proviene de: Phillip Cagan, The moneary dynamics of hyperinflation, Milton Friedman. 1956. Studies in the quantity theory of money. Chicago, Estados Unidos. Publicado por University of Chicago Press.

[17] Constantino Berciani-Turroni. 1937. The economics of inflation. A study of currency depreciation in post war Germany (1931). Primera edición en inglés. Publicado por Universitá Bocconi.

[18] Frank Graham. 1930. Exchange, prices and production in hyper-inflation: Germany, 1920-1923. Princeton, Estados Unidos. Publicado por Princeton University.

[19] Óp. Cit. Hiperinflación: arma imperial. Pág. 22.

En la mira: los peligrosos cangrejos venezolanos

Por Ricardo Guanipa d’Erizans.

Voy a comenzar la columna de hoy con una metáfora, que podemos titular “El Pescador”. Se trata de un hombre que luego de varias horas caminando a la orilla del mar regresa a casa con su captura del día, una parte para abastecer su hogar con alimentos, mientras el remante tiene como destino la venta para satisfacer otras necesidades familiares con un poco de efectivo.

Un hombre de mayor edad observa a los lejos que a se aproxima el pescador con dos tobos plásticos, uno tapado y el otro sin tapa, llamando poderosamente su curiosidad y, sin vacilar ni un segundo, no dudo en preguntar al pescador que ya transitaba frente de su casa:

¿Disculpe la curiosidad señor, pero me pudiera decir cómo estuvo la pesca que lleva en los tobos? A los que el pescador responde “Bueno tuve un buen día, logreé capturar más de dos docenas de cangrejos” a los que el sabio octogenario pregunta ¿Pero veo que lleva un tobo tapado y el otro destapado? Y el pescador nuevamente responde “Así es, lo que pasa es que en un tobo llevo a cangrejos norteamericanos y en el otro a cangrejos venezolanos” a lo que el hombre vuelve a replicar al pescador ¿Cuál es la diferencia? Sencillo, el tobo de cangrejos norteamericanos lo debo tener tapado ya que si un cangrejo trata de huir el resto de los Cangrejos lo ayudan y así se escapan todos”. El Don, aun insatisfecho con la respuesta, vuelve con otra interrogante ¿Si, pero cual es la diferencia con los cangrejos venezolanos? Bueno los cangrejos venezolanos no representan ningún riesgo de fuga ya que cuando un cangrejo intenta huir y llega hasta al borde del tobo los otros cangrejos se encargan de halarlo por las patas hasta llevarlo nuevamente hasta el fondo del tobo”. Sáque usted mismo la moraleja del relato.

Así somos los venezolanos, depredadores sociales, quizás influya nuestro himno nacional que consagra el triunfo al egoísmo, quizás esa frase retumba inconscientemente en nuestras mentes “El vil egoísmo que otra vez triunfó”, simplemente porque gracias a nuestro himno los venezolanos somos egoístas, si queremos alcanzar algo y no lo logramos simplemente la conclusión es “Si no es para mí, no es para nadie” o “Si yo no soy feliz, nadie será feliz”.

Por esa razón no hemos podido desprendernos de ese cáncer político llamado socialismo del siglo 21 o chavismo, ese mal que ha hecho retroceder a Venezuela a más de cincuenta años en lo social, económico, tecnológico, moral, político, judicial, científico, militar, para convertir al pueblo en paria de los chavistas, socialistas, antiimperialistas, que son minorías, pero tienen el poder y las armas para marginar a la sociedad opositora que supera el 80% del país.

Sin embargo, varios de esos cangrejos venezolanos tienen nombre y apellidos, Henry Ramos Allup, Manuel Rosales, Julio Borges, Leopoldo Lopez, Eduardo Fernández, Felipe Mujica, Henrique Capriles, Félix Falcon, Adam Celis, Luis Vicente León y Gerardo Blyde  entre otros, pues, esos caníbales políticos se han devorado a muchos políticos ilustres; por ejemplo, Ramos Allud tiene entre sus entrañas los restos políticos de Carlos Andres Perez, Irene Sáez, Rafael Marín y Enrique Franceschi, por nombrar algunas de las víctimas de ese travesti político de Henry que es un servil al chavismo y a la internacional socialista liderada por el Foro de Sao Paulo.

Ahora nuevamente con hambre política, Ramos Allup ya controla Fedecámaras, la cual está utilizando como mediador entre Maduro y su camarada Joe Biden para levantar las sanciones de EE. UU. en contra del narcotraficante fugitivo Nicolás, para mantener su temido Cartel de Los Soles.

Pero los cangrejos de Henry Ramos y Rafael Rosales ahora tienen dos títeres como nuevos rectores del CNE elegidos por la cúpula chavista mas cruel e inescrupulosa dirigida por el pervertido psiquiatra Jorge Rodriguez y el ladrón de Elvis Amoroso que paso de ser mendigo a millonario para garantizar que Maria Corina Machado no pueda ser candidata presidencial en sustitución de cualquier hiena de la jauría opositora comprometida a legitimar a Maduro en la presidencia por otros 6 infernales años en Miraflores, ya que la Casona es el burdel del chavismo desde hace 24 años.

Los cangrejos cuentan con el apoyo de Maduro, Cabello, Jorge Rodriguez, Vladimir Padrino y su Cartel de los Soles y TSJ para tragarse a Maria Corina Machado quien goza del respaldo de más de tres cuartas partes de los venezolanos pero desgraciadamente sus aspiraciones serán truncadas por los cangrejos criollos.

Tristemente la metáfora de Antonio Ledezma y su delirante deseo  de una conjura militar para que se haga cumplir la constitución y las leyes del país es un rol que les queda muy grande a los “Militares en Pantaletas” comandados por el Narcotraficante en Jefe de Nicolás, quien pronto tendrá como aliado al camarada Biden, quien en demostración de afecto a Maduro envió a casa hace unos meses a los dos narco sobrinos de Maduro condenados a 18 años de cárcel por conspiración para introducir 800 kilos de cocaína en Estados Unidos, una gracia de las criaturas, mientras persigue y humilla a un expresidente norteamericano para llevarlo a la cárcel.

Redes del autor: Twitter @ricardoguanipa | Instagram: @guanipar | Email: [email protected]

Dios de libertad: el creador del hombre naturalmente libre

Por Roymer Rivas, coordinador local senior de Eslibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

Cuando Jehová[1] crea al hombre, lo dota de una naturaleza singularmente distinta a las demás cosas de la creación; una que le permitiría manifestar en menor escala sus cualidades, ser lo que es: ser humano. Una vez hecho los animales, Dios pasa a crear al hombre “a su imagen y semejanza” (Génesis 1:24-27). Pero ¿Qué significa esto? ¿Es el hombre algún tipo de robot programado para ejecutar ciertas tareas o, quizá, una especie de esclavo que tiene que someterse a todos los caprichos de su creador? Las respuestas a estas preguntas no son un asunto sin importancia, pues, tratándose de la naturaleza humana, conocerlas ayuda a comprender la razón por la cual la humanidad ha sufrido tanto a lo largo de toda su historia.

En principio, como el hombre tiene la potencialidad de mostrar cualidades del Dios invisible, tenemos que conocer quién y cómo es para después entender la naturaleza humana. Jehová es el Todopoderoso, el creador de todas las cosas (Hechos 4:24; Apocalipsis 4:11), un ser de amor, perfecto y bueno que no tiene principio ni fin (1 Juan 4:16, 19; Marcos 10:18; Salmos 25:8; 90:2) y que en su inmensa bondad crea al hombre para hacerlo participe de su existencia. A priori, el poseer estos atributos, hacen gozar a Jehová de libertad absoluta; él habita en un clima ilimitado de acción libre en todo tiempo, es decir, puede obrar a voluntad sin restricción alguna dado que es un ser completo, independiente de cualquier cosa (Isaías 45:11, 12; Daniel 4:34, 35).

Entendiendo lo anterior, se puede decir que Jehová es Dios de libertad (2 Corintios 3:17). Y esto queda en evidencia cuando crea a criaturas inteligentes a su imagen y semejanza —es decir, con la potencialidad de manifestar su condición y cualidades, incluyendo la libertad, aunque todo en menor escala— y al proteger y defender dicha naturaleza en el tiempo. Por ello, el hombre tiene la facultad de recibir información de su entorno —percepción—, analizarla y valorarla gracias a su facultad de juicio, para luego tomar una decisión y actuar creativamente en base a ello; todo gracias a la razón y el libre albedrío con los que fue dotado en el principio.

Esta condición libre, sumada al componente creativo, es lo que permite al hombre ejercer su empresarialidad valiéndose de los medios a su alcance para alcanzar sus fines. Sin embargo, he dicho que el hombre puede manifestar la condición y cualidades de Dios en menor escala, y es así porque el ser humano no puede crear cosas al nivel de Dios y mucho menos goza de libertad absoluta; su libertad es relativa en la medida en que está limitada por su misma condición y el entorno. Por ejemplo: nadie tiene la libertad de volar al saltar de un edificio —la ley de la gravedad se lo impide—; o nadie tiene la libertad de violentar la libertad de un tercero, puesto que todos somos naturalmente iguales en cuanto a constitución humana y, por consiguiente, iguales en derecho; de hacerlo, la persona tendrá que afrontar las consecuencias negativas de su acción.

No obstante, las limitaciones humanas son necesarias para su existencia y no son coactivas —la coacción no es lo mismo a tener límites establecidos y solo puede ser de hombre sobre hombre—. Incluso el mismo Jehová por amor establece sus propios límites de su absoluta libertad para hacer lo que es correcto, se contiene de actuar de una u otra manera en diversas circunstancias a pesar de que nada fuera de él mismo se lo impide (Isaías 42:14); y una muestra de ello fue la conversación que tuvo con Abrahán cuando se disponía a eliminar Sodoma (Génesis 18:22-33). Los límites naturales a la libertad humana no lo cohíben de conseguir sus fines y ser feliz siempre y cuando no dañe a otro.

Esta misma condición es lo que permite que, en lugar de actuar contra otros, espontáneamente los individuos ejecuten acciones —muchas veces sin darse cuenta— en función de otros y la sociedad se coordine consiguiendo avanzar civilizadamente. Por tal motivo, en resumen, se puede decir que bíblicamente la libertad es la condición natural del hombre en el que puede obrar a voluntad sin ningún impedimento más que las impuestas por la misma naturaleza; para esto cuenta con facultades físicas y mentales que le permite percibir, analizar y valorar el entorno en el proceso de toma de decisiones que terminaran por materializarse en acciones.

Es por ello que limitar la libre acción humana coactivamente no puede tener otro resultado que daños sociales. Dios lo entiende así, por ello defendió la libertad de su pueblo escogido cuando fue esclavizado por Egipto y los libró de la mano de otros adversarios que querían someterlos (Deuteronomio 7:7, 8; Jueces 7:9-15, 20-22), además, la ley establecía que si un hebreo era vendido por otro o se vendía a sí mismo en esclavitud debido a su pobreza, tenía que ser libre al séptimo día de su servidumbre o en el año de jubileo[2] —lo que llegara primero— (Levítico 25:10, 39-41; Éxodo 21:2; Deuteronomio 15:12).

Por esta razón, cuando el hombre con poder comienza a abusar de su libertad y somete a sus semejantes con el fin de modificar sus comportamientos para amoldarlo a sus propios fines, atenta contra la condición original del ser humano y las personas sometidas ven limitadas contranaturalmente sus opciones y decisiones que les permitirán aprovechar de la mejor manera los medios a su alcance que, a su vez, les ayuda a aumentar las probabilidades de éxito en la consecución de sus fines. Por este motivo dice la Biblia que “el hombre ha gobernado al hombre para su propio mal” (Eclesiastés 8:9), porque el hombre no fue creado para ensalzarse o alzarse por encima de sus semejantes.

En este punto aclaro que el problema no es el hombre en sí mismo, mucho menos la libertad con el que fue creado —porque sin dicha libertad no seriamos humanos en la misma dirección y sentido en como entendemos «ser humano»—, más bien el problema es que un hombre o grupo de hombres se encuentren por encima de otros y al mismo tiempo tenga poder para violentar su libertad. A priori, un hombre puede estar por encima de otros por concesión, porque tiene autoridad moral y otros decidieron brindarle poder —lo que implica necesariamente que en cualquier momento puede perderlo si así lo decide la fuente de su poder—, pero la cosa cambia cuando alguien se encuentra por encima de otros por medio de la violencia, porque tiene la fuerza de someterlos; en este contexto la balanza se inclina a favor de unos en detrimento de otros.

Lo anterior queda ilustrado a lo largo y ancho de la historia humana: no es de extrañar que las grandes tragedias de la humanidad —dejando de lado los desastres netamente naturales, que escapan de su poder—, como guerras, hambre y muerte, se deben al abuso de poder que cometen ciertos hombres sobre otros; y que el avance de la civilización se deba al buen uso de la libertad que ejercen los actores sociales y que, a pesar de que siempre son en pos de satisfacer deseos propios, ayudan a quienes le rodean.

En palabras un poco poéticas: “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”, tal como dijo Lord Acton. Pero las ansias de poder, de sobresalir y estar por encima de los demás a toda costa, también es la causante de muchos males. Es bíblico. La tentación de abusar del poder para conseguir fines propios a costa de otros en la que se encuentran quienes gozan del mismo es suprema, resistirse a eso es difícil y sus consecuencias son nefastas.

Por tal motivo, es necesario velar por la libertad, porque es lo único que permitirá alcanzar pleno desarrollo y progreso para la sociedad. El ser una condición natural —instituida directamente por Dios— significa que no hay grises buenos cuando se trata de elegir qué camino tomar para alcanzar la felicidad individual y, por extensión, social —que los miembros de una sociedad puedan describirse «felices»—. La cuestión es: libertad o esclavitud. A modo de ilustración: el mundo tiene que elegir entre el blanco, el negro o los grises; el blanco es la libertad, es seguir el camino de Dios responsablemente afrontando las consecuencias negativas o positivas de nuestras acciones; el negro es la esclavitud absoluta y los grises son tipos de esclavitud con grados menores, es decir, estar sometido a las directrices de terceros en perjuicio de nosotros mismos.

Desde la rebelión de Adán y Eva (Genesis 3:1-7), en donde rechazaron la autoridad divina junto a las condiciones humanas naturalmente establecidas, en todo tiempo a la humanidad ha sido víctima de gobiernos coactivos de hombres sobre hombres de una u otra manera; esta es la causa del sufrimiento humano o la razón por la cual no se han encontrado soluciones a problemas que, en otras circunstancias —en libertad— ya hubieran encontrado solución; porque la humanidad se encuentra restringida por sí misma en cuanto a lo que puede potencialmente lograr. Pero si luchamos por “la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Romanos 8:21) las cosas pueden cambiar.

La verdadera libertad es el único camino a la felicidad, no hay otro. Jehová dice en su palabra que “el que mira con cuidado la ley perfecta, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino que hacedor la obra, éste será feliz en lo que haga” (Santiago 1:25); y da la casualidad que la ley es “amor” (Romanos 13:8-10; Corintios 13:13), y quien ama no daña a sus semejantes cuando trabaja para lograr sus metas, sino que respeta irrestrictamente el proyecto de vida ajeno —en tanto y en cuanto no vea atacada su propia libertad—. Por amor, Dios dio al ser humano una naturaleza singular que le permitiese disfrutar responsablemente de la vida a plenitud.

Es por este motivo que es inadmisible el silencio y/o la apatía cuando este derecho natural es atacado por terceros; la verdadera libertad debe ser defendida y protegida en todo tiempo y a toda costa, porque es una exigencia inseparable de la dignidad humana; y todos aquellos que la defienden pueden estar seguros de que tienen de su lado al Supremo Creador Jehová, el Dios de la Libertad.[*]


[1] La Biblia indica que el nombre de Dios es Jehová (Salmos 83:18; Isaías 42:8; 54:5; Miqueas 4:5), cuya abreviación poética es Jah (Salmos 68:4; Isaías 26:4).

[2] Se llamaba así el año que seguía a cada ciclo de siete periodos de siete años; es decir, pasado 49 años, el año siguiente –numero 50– era el año de jubileo. El cual tenía las mismas características que el año sabático según la ley (Levítico 25:8-12).

[*] Este ensayo fue publicado por primera vez en la Revista Nueva Libertad, número 10, publicada por Caminos de Libertad, y se puede encontrar en la Biblioteca Ricardo Salinas Pliego.

A los venezolanos en el exterior

Por Leroy Garrett.

El calendario del FRAUDE del 2024, asoma el comienzo de otra desgraciada tradición; avivar al venezolano en el exterior a que vote para luego ver el espectáculo de la quema de sus esperanzas cerca de Maiquetia como muestra la gráfica que acompaña mi nota de hoy.

La flamante candidata opositora ha sido una de las fervientes impulsoras del voto “a trocha y mocha” en este cuarto de siglo de barbaridades —recuerden a “SÚMATE”—. Aunque la señora Machado y aquellos que la han precedido o acompañan saben de sobra que votando pura y simplemente en la condición presente, con la hegemonía chavista, ¡No llegamos a nada!

El daño más artero y traidor hecho a los venezolanos en estos tiempos de retrocesos y abusos, lo hicieron los “cónsules” Leopoldo López y su marioneta Guaidó. Ellos y su pandilla, entre los que destacan Julio Borges y otros de trágico recuerdo, se encargaron de desacreditarnos en la comunidad internacional con laceraciones y descreditos que han causado la presente indiferencia foránea a la ya añeja tragedia venezolana.

Hoy, a los ojos de las naciones que nos apoyaban fervientemente hacia la salida democrática, todos los venezolanos o somos chavistas o los defendemos y abogamos para que les quiten las sanciones.

Por ello, vale hacerse dos preguntas: ¿Necesitamos los «venezolanos en el exterior» a Ledezma como el mensajero de la nueva mesías? La respuesta es un rotundo NO; ¿Necesitamos el exilio venezolano volver a participar de este circo que legitima a opositores y dictadores para que nada cambie en Venezuela? La respuesta también es ¡NO!

El chavismo no va a entregar el poder por la vía pacifica.

En mi reciente escrito afirme acerca de nuestra carencia de estatus como nación. Sin caer en preceptos filosóficos, un país donde se profanan sus héroes y se saquean los cementerios no es una «Nación».

En este sentido, ¿Que nos queda al frente a los venezolanos en el exterior? Muy simple: organicación; una ajena a los opositores colaboracionista por acción u omisión de la dictadura, identificados en las naciones que habitamos nombrando un «Gobierno en el exilio» cuya principal tarea es limpiar el legado de porquería hecho por los “próceres” arriba mencionados.

También, que se establezca un plan de salvación de la republica, articulandose una metodología para la gobernabilidad de 20 años, definido en líneas maestras y duración en el tiempo que deben ser aplicadas por cualquier grupo político en el poder luego de aplastada la tiranía.

Tengamos en cuenta que es un trabajo indispensable el que tenemos al frente, pero es el necesario, históricamente alineado y realmente gratificador. Orientemos nuestras intenciones en esa meta. Lo demás es ridículamente intrascendente.

Sofismas Económicos, Hombre-Masa y propaganda

Por: Omar E. Ramírez R. Coordinador Local Senior de Estudiantes por la Libertad Venezuela.

Hace un año, a finales de agosto en Venezuela se popularizó una campaña en redes sociales en la que muchas personas exigían cerrar una página de Instagram que funciona como monitor del precio del dólar en el país. Pues la responsabilizaba del aumento de precios y de la inflación, culpandola a su vez del aumento en el precio del dólar paralelo. Hablaré sobre los sofismas económicos que influyen en este pensamiento y, especialmente, sobre el hombre masificado por la propaganda y su respuesta a ella.

Sofismas Económicos

En el pasado ya expuse las razones por las cuales no es culpa del monitor y de por qué el verdadero culpable es el Banco Central de Venezuela (BCV). Refresquemoslas ideas generales en este apartado antes de pasar al punto de hombre masa.

El rechazo a esta página brota desde la adopción de sofismas por el desconocimiento sobre cómo funciona la economía. En esto no culpo a las personas, pues el sistema educativo venezolano es deficiente, especialmente en estos temas, y a eso se suma la promoción de sofismas por parte de los aparatos de propaganda del Estado venezolano. En este sentido, cabe destacar que un sofisma es una Razón o argumento falso con apariencia de verdad, que normalmente los políticos populistas y malos economistas utilizan con la intención de engañar. A la definición de argumento falso, se le suma la intención de engaño, y muchas veces implica estrechamente lo que Bastiat llamó Silogismo en su tratado Sofismas Económicos; y es enseñar verdades a medias. Por ello, un sofisma económico puede entenderse como un argumento falso o verdad a medias que se enseña con la intención de engañar.

Esta página solo funciona como indicador del precio del dólar en el mercado negro, es decir, muestra un promedio de los precios en los que distintas casas de cambio transan el dólar. Este precio, es EL precio de mercado o punto de equilibrio, el cual es producto de las interacciones entre la oferta y la demanda. Por lo tanto, La idea de que el precio del dólar lo establece una página de Instagram es un sofisma. La aparición de este mercado negro —del cual la página solo funciona como monitor— es consecuencia de las acciones del gobierno.

En contraste, el precio que establece el Banco Central de Venezuela no es resultado específicamente de la oferta y la demanda, sino es una imposición. Se trata de una intervención en el mercado cambiario que funciona como política de precios máximos. «Cuando un precio máximo se establece por debajo del precio de mercado —o del punto de equilibrio—, genera escasez del bien en cuestión y el surgimiento de un mercado negro. En este último, se da respuesta a esa escasez, vendiendo las cantidades del bien al precio real. Si al mercado se le cierran las puertas, entra por las ventanas y termina imponiéndose; y es preferible que entre por la puerta.

Hombre Masa y Propaganda

Habiendo refrescado las ideas puramente económicas en este tópico, y entendido que no es momento de desenmascarar sofismas, hoy, a un año de los sucesos mencionados al principio, es hora de resaltar hechos relevantes. Estos se refieren a la masificación de muchos venezolanos y a la amputación de su criterio propio por parte de la propaganda del régimen.

En primer lugar, es interesante recordar como personas influyentes en redes sociales comenzaron a pedir el cierre de la página, creyendo que esto sería la solución al problema de la inflación, sin investigar las causas reales del problema. Esta actitud es comparable a un padre que arroja al piso un termómetro para curar la fiebre de su hijo. Y, sin ningún respeto por la teoría económica, comenzaron a hablar sobre inflación y precios, usando falacias y mentiras de todo tipo:

  • Falacia del Pensamiento circular, algo que fue común escuchar y leer en publicaciones que se dedicaron a cantinflear —hablar y hablar sin decir nada— fueron cosas como “el precio del dólar es culpa de los comerciantes y de la página que lo monitorea, pues el precio que ellos ponen, es el que usan los comerciantes,” y escribían largas cadenas de WhatsApp o posts sin explicar siquiera qué es un precio.
  • Una gran mentira, como expliqué arriba, y en el artículo que cité, el precio del dólar no lo determina una página de Instagram, sino que es un proceso de mercado.
  • Falacias Ad-Hominem, pues cuando intenté explicar el asunto, muchas veces me respondían a mí, con insultos o calificativos cómo “facho neoliberal explotador lamebotas de los viles comerciantes que roban al pueblo y son los culpables de todo”, aunque no fueran capaces de explicar satisfactoriamente por qué los comerciantes eran los culpables.

Así, Nunca podían dar una definición de conceptos como mercado u oferta y demanda, pero pretendían refutar a quienes con argumentos, ejemplos y evidencia querían explicar y hallar las causas reales de la inflación.

Peor fue ver como mucha gente les seguía. Da tristeza verlos escribir en sus redes “yo no soy oficialista, pero lo que dicen de la página es verdad”, luego de años de propaganda. Aun cuando sientan profundo odio hacia el gobierno, siguen creyendo en las mentiras que éste promueve. Como la idea de que la solución está en mayor intervención estatal, o que los problemas económicos son culpa de una clase burguesa que está en constante lucha con el pueblo —esto era lo que reflejaban frases cómo “es que los comerciantes abusan”—.

Sucede que uno de los principios de la propaganda termina siendo ese. En palabras de Joseph Goebbels, ministro de propaganda Nazi, “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. Con esta intención se promueven las peores falacias y sofismas posibles para concretar los otros principios de Simplificación y Enemigo Único, a saber, vender la falsa, pero simple idea de que la inflación es culpa de los comerciantes o quienes administran la página. El enemigo termina siendo de nuevo “la burguesía” —ahora encarnada en los comerciantes— y usando el principio de Transposición, o de trasladar, la responsabilidad por la inflación del BCV al monitor de Instagram.

La propaganda buscar masificar a los individuos, suprimiendo y criminalizando su criterio propio para insertarlos en una masa amorfa fácil de dirigir ; crear una nueva tribu en la que cada uno de sus miembros defendería a muerte cualquier consigna, cualquier falsa idea, cualquier “post-verdad”, o cualquier sofisma, siempre que sea la de su cacique o líder —al que muchas veces ni siquiera pueden identificar plenamente—.

Llegan incluso a cambiar de líder o mensajero divino, o a cambiar fácilmente el sofisma que defienden como si de ello dependiera su vida. Al punto que tan rápido como apareció el sofisma de que una página de Instagram era la culpable, desapareció del ideario colectivo.

Esto nos plantea un gran reto a los defensores de la libertad, y sobre todo, de la verdad. Querer buscar la verdad y usar el tan criminalizado criterio propio en medio de tanta conformidad supone, muchas veces, exponerse a insultos o ser condenado al ostracismo. Las voces críticas son a menudo despreciadas, a pesar de que el tiempo pueda darles la razón. Esto hace que muchos deseen profundamente haberse equivocado al advertir, por ejemplo, que la excesiva inyección de dinero para el pago de bonos al sector público traería consecuencias nefastas.

Al final, quienes desenmascaran sofismas y se esfuerzan en liberar a sus hermanos de la conformidad, advirtiendo incansablemente sobre el peligro que se avecina, son quienes más desean haberse equivocado. Lo hacen en medio de una situación comparable a un incendio, donde tanto combustible está junto y expuesto al calor suficiente para iniciar una mecha.

El cáncer de la corrupción: una consecuencia de las restricciones a la libre acción humana

Por Roymer Rivas, Coordinador Local de EsLibertad Venezuela y Teórico del Creativismo Filosófico.

Hoy día se escucha hablar mucho sobre la corrupción; dudo que una persona, más si se encuentra en Venezuela, sea ajena a este fenómeno. Esto es así porque la corrupción es un mal generalizado, un cáncer en metástasis. Pero ¿Por qué la corrupción es un cáncer? Para responder esta pregunta y encontrar las similitudes entre el fenómeno social y la mortal enfermedad, primero hay que saber qué es y/o significa corrupción, qué es el cáncer y cuáles son sus causas.

El término “corrupción” proviene de las palabras latinas corruptio y corrumpere; la primera hace alusión a la acción de alterar o destruir por putrefacción, por lo que, en palabras simples, es la acción de pervertir y/o dañar; mientras que la segunda significa arruinar, echar a perder, quebrar, hacer estallar; con esto en mente, se puede entender por qué el termino está relacionado con suciedad, inmoralidad, decadencia, ilegalidad y degeneración.

En este sentido, la corrupción es, pues, una alteración del orden establecido, un quiebre del proceso, una perversión de lo que debería ser; y esto puede ocurrir tanto en el ámbito privado como en el público, siendo esta última en donde más se presenta. Cuando un funcionario usa los medios, funciones o recursos públicos para beneficio propio, no está haciendo más que alterar el orden mediante la perversión de sus funciones y, en consecuencia, dañar a la sociedad.

La corrupción no es nueva, corre paralelo con la historia de la humanidad; apelando a la Biblia, por ejemplo, ya hace por lo menos unos tres mil quinientos años que la ley de Moisés condenó el soborno, que eran las dádivas con la que se conseguía que la autoridad hiciera algo en favor de una persona (Éxodo 23:8; Deuteronomio 10:17, 19). En ese entonces ya se tenía claro que los actos de corrupción socavan la estructura de la sociedad pues “cegaba los ojos de los sabios y torcía la palabra de los justos”. El Rey Salomón escribió al respecto que “con justicia, el rey le da estabilidad al país, pero el hombre que acepta sobornos la lleva a la ruina” (Proverbios 29:4); es decir, según la Biblia, mientras que la justicia afianza el país, la corrupción las destroza.

Por otra parte, el cáncer hace referencia a cantidad de enfermedades varias que se caracterizan por el desarrollo y división descontrolada de células anómalas. La enfermedad es causada por mutaciones en el código genético (ADN) de las células, es decir, por una alteración de las instrucciones que debería de cumplir cada gen individual que conforma el ADN. Estas alteraciones hacen que la unidad no ejerza su función normal y se convierta en una célula cancerosa.

Pero ¿Cuáles son las causas de las mutaciones genéticas? Por lo menos dos posibles, la primera, aunque se trate de un porcentaje de casos extremadamente pequeño, es que se herede de los padres una mutación genética —nacer con la mutación—, la segunda, que es lo que mayormente ocurre, es que la mutación genética sea ocasionada por diversos factores que no hacen más que alterar el orden establecido, tales como el tabaco, la radiación, algún virus o químico, obesidad, entre otros[1]. Por lo tanto, se puede decir entonces que la corrupción es un cáncer, no solo por la enfermedad en sí y sus consecuencias, sino también por las causas que la generan.

Del mismo modo en que toda célula es propensa a ser cancerosa, todas las personas son propensas a corromperse —sino Dios no hubiera tenido que condenar la corrupción—; este podría ser el componente “heredado”, un gen, por así decirlo, que todos llevamos dentro. Entendiendo esto, a priori, se concluye que cada individuo decide si realizar un acto corrupto, o no, en un momento determinado.

Ahora bien, también es cierto que las circunstancias que rodean a una persona hacen que sea más o menos propensa a corromperse. El cáncer de la corrupción es producto de una sucia modificación de las circunstancias, una alteración anómala o deterioro/perversión de las instituciones sociales que lleva a las personas a apelar a la viveza como una respuesta de supervivencia al contexto en el que se desenvuelve; es por ello que la causal del fenómeno se encuentra íntimamente relacionada con el concepto de acción, por los efectos que las acciones pueden tener sobre las personas y, por extensión, las instituciones.

Axel Capriles lo resume muy bien al decir que “el pícaro —el vivo— es, de hecho, una psicología de supervivencia”[2]; al ser el humano una especie adaptativa, éste desarrolla aspectos en su personalidad para enfrentarse al mundo que les rodea, aspectos que definirán las acciones a realizar en pos de alcanzar sus fines. Por lo que las instituciones, la cultura y, en suma, la estructura social, ejercen una fuerte influencia en las decisiones que toma una persona en su día a día.

Dicho de otro modo, la perversión de las instituciones que permiten la vida en sociedad constituye ese factor que altera el orden social, influyendo en las personas de tal manera que estas se ven obligadas, o por lo menos son más propensas, a realizar acciones que en otras circunstancias no hubieran realizado por no tener los incentivos para hacerlo. Una vez que las instituciones son socavadas, estas dan lugar a “ciertas conductas y estilos de comportamientos” que se transmiten de forma pasiva a la sociedad, a la vez que son “sumamente difíciles de detener” por su inercia y “sólo se apaciguan con el desgaste y el correr del tiempo o con el desarrollo de tendencias contrarias con fuerza suficiente para servir de contrapeso”[3].

La razón por la que las instituciones —jurídicas, mercado, dinero, entre otras—, que son “comportamientos pautados propios y ajenos”[4], modelos repetitivos o patrones de conducta que se llevan a cabo en la sociedad y que surgen de forma espontánea —no deliberada— como resultado de un proceso evolutivo en el que todos los actores sociales interactúan entre sí e intercambian información del tipo practica —tacita e inarticulable—[5], se pervierten, es por intentar organizar ex-profeso a la sociedad; lo que se traduce en restricciones a la libre acción de los individuos.

Para comprender esto es necesario entender que una realidad humana es que cada ser es singular y hace las cosas movido por sus propios deseos internos y no por motivos o deseos ajenos, incluso cuando parece que una persona realiza ciertas acciones motivadas por deseos de un tercero, la fuerza subyacente que empuja a realizar dichas acciones es en realidad su voluntad, sus anhelos. En pos de satisfacer sus deseos, el individuo, que posee un componente empresarial innato, busca, descubre y aprovecha la información que percibe del contexto en el que se desenvuelve para emprender una serie de acciones que terminaran por crear nueva información ex-nihilo que será aprovechada por los demás actores; en consecuencia, la sociedad se coordina y comienza a ajustarse en base a esa nueva información. Todo de forma espontánea.

Así pues, en este proceso, el individuo realiza un cálculo económico subjetivo que le permitirá tomar decisiones con respecto a cuál cree él es la mejor manera de usar los medios a su alcance para lograr sus fines.

Cuando se intenta controlar los campos de acción en los que los actores sociales se desenvuelven, en realidad lo que se está haciendo es tratar de controlar/limitar el libre ejercicio de su empresarialidad innata para valerse de los medios a su alcance que, a su vez, les permitirá alcanzar sus objetivos de la mejor manera posible; el efecto ineludible de este control —coacción— es el estancamiento social y, en casos extremos, la involución.

Como es imposible ir contra la naturaleza humana sin obtener funestas consecuencias, esto no hace más que activar el lado picaresco de las personas como una medida de supervivencia, ya que, dada las circunstancias, es lo único que les permitirá la consecución de sus fines con el menor costo en tiempo, información y/o hasta monetariamente; si bien no en todos los casos, el valor que le asigne cada individuo a los medios y fines dependerá de cada persona —subjetividad— de acuerdo a su contexto.

En efecto, de la misma manera en cómo la corrupción es inherente a la condición humana —un posible acto de corrupción siempre tendrá espacio en el previo cálculo económico subjetivo que realizan las personas para decidir qué acciones emprender con la finalidad de alcanzar sus objetivos—[6], también es cierto que esa condición, ese componente hereditario, no es un cáncer en sí mismo; es decir, la mutación genética heredada predispone a la persona al cáncer —la corrupción—, pero eso no implica con certeza que la persona, y, por extensión, la sociedad, padezca de cáncer. La mutación genética solo lo hace susceptible de padecer la enfermedad —incurrir en un acto de corrupción— si se ve expuesto a determinadas circunstancias —las condiciones del entorno, las instituciones— que, mezcladas, si provocan la mortal enfermedad.

Por tanto, la estructura institucional juega un papel importante a la hora de incentivar la corrupción o, por el contrario, servir de contrapeso a esa condición humana y desincentivar los actos corruptos en la sociedad.

Si una persona al realizar su cálculo económico se fija que el costo de obedecer las instituciones establecidas, el costo de acatar la norma, es superior a los beneficios obtenidos por acatarla, entonces tiene el incentivo para quebrar el orden establecido, saltar el proceso e incurrir en un acto de corrupción, no porque la persona en si misma este enferma y por ello realice un acto de corrupción, sino porque el contexto generó una serie de mutaciones en su ser que le hicieron despertar su viveza con tal de aprovechar de la mejor manera —en base a su cálculo subjetivo— los medios a su alcance para la consecución de sus fines. Por ello, si las personas deciden ejercer acciones al margen de la norma, si una sociedad en general —no casos aislados— es caracterizada por ser corrupta, entonces, a priori, las normas por las que se rigen son ineficientes porque el costo de acatarla es superior a sus beneficios. Todo se resume en ese cálculo económico —valoración de medios y fines— que permite a los actores tomar una decisión que mejor se adapte a sus deseos.

Con todo lo expresado hasta ahora se puede observar como las causas de la corrupción radican en la débil institucionalidad causada por las restricciones a lo único capaz de crear instituciones fuertes y, en consecuencia, una sociedad feraz sostenida en el tiempo, a saber, la libre interacción humana en el ámbito de la propiedad privada.

Esta teoría queda ilustrada con la evidencia empírica cuando se observa la correlación que existe entre libertad[7]  y corrupción; a mayor libertad, menor corrupción, y viceversa[8].

Ahora bien, como todo cáncer, las repercusiones que tiene el fenómeno de la corrupción en la sociedad son nefastas; de hecho, puede causar la muerte del pleno progreso social en caso de no hacer las correcciones que permitan crear las condiciones necesarias para el desarrollo de una sólida estructura institucional.

Para empezar, existen muchos tipos de corrupción y no todas tienen las mismas repercusiones negativas. Sí, la corrupción se presenta cuando quien está en una posición de poder abusa del mismo para beneficios particulares y siempre en perjuicio de la sociedad, pero no todos los actos vierten directamente en los mismos resultados; un soborno para que el parlamento decida aprobar una ley que limite la competencia en el mercado no tendrá las mismas repercusiones que un soborno para omitir una infracción de tránsito; la primera permitirá a cierto grupo de interés crear un monopolio u oligopolio que se traducirá, muy probablemente, en dar a la sociedad productos de baja calidad a un alto precio[9]; la segunda no trasciende de forma activa y material, pues solo queda como un gravamen a la persona que decidió pagar el soborno.

Sin embargo, ambos hechos son perjudiciales; en el primer caso, la sociedad debe conformarse a los malos bienes y/o servicios; en el segundo, si bien no perjudica a otros de forma directa —material—, junto al primero, transciende de forma pasiva, es decir, comienza a transmitirse la información de que con un soborno puedes evitar los altos costos de someterse a la ley —en este caso, derogar el monto que la misma exige; ahorrando de esta manera el tiempo y esfuerzo que requiere su cumplimiento—.

Por esta razón, el costo que paga la sociedad por la existencia de hechos de corrupción, más allá de la mala inversión, de la redistribución de la riqueza, de los efectos negativos en las finanzas públicas que se traduce en pérdida de confianza en el Estado y, a su vez, repercute en baja calidad de vida para quienes dependen de una u otra manera de él[10], o de la baja rentabilidad y eficiencia de las empresas en donde el fenómeno se presenta en altos niveles —mayormente en las empresas estatales—, entre otros problemas; más allá de eso, el costo de la estructura del sistema corrupto —y corruptor— es que perjudica a los más desfavorecidos y afianza la pobreza, ya que ciertos agentes son los más beneficiados por recibir ventajas comparativa sobre aquellos que no pueden incurrir en el mismo hecho por circunstancias cuales sean —o lo pueden hacer pero a un costo mucho mayor—. Al final, “la corrupción no es más que una forma de opresión”[11].

En la misma línea, da la casualidad que quienes se encuentran en el primer escalón de la pirámide de poder, los políticos, son quienes aprovechan sus posiciones para seguir creando condiciones que les permitan obtener más ganancias, y el instrumento que usan para ello son las instituciones jurídicas. No es que la corrupción hace que el Estado cree leyes ineficientes, es que primero se crean las leyes ineficientes y, más tarde, están darán fuerza al lado picaresco de los actores sociales.

Una vez inicia ese proceso, comienza a “multiplicarse la mutación genética”, es decir, el cáncer comienza a extenderse —metástasis—; los políticos se dan cuenta que pueden sacar grandes beneficios de los actos de corrupción y, en consecuencia, comienzan a crear leyes que pretenden hiperregular cada una de las acciones de los individuos para que estos se vean obligados a incurrir en actos corruptos, o, por otro lado, bajo supina ignorancia de la realidad, comienzan a intentar atacar el fenómeno creando discrecionalmente más leyes para controlar a la sociedad pensando que esto ayudara a disminuir la corrupción cuando no hace más que auspiciarla; es como si se tratara de curar el cáncer de mama con más mutaciones genéticas en otras partes del cuerpo, esto es, crear más cáncer. En resumen, sea como sea, los resultados son los mismos.

Por otra parte, el fundamento que sostiene la estructura de la corrupción es aún peor; esto es, que el costo por excelencia que paga la sociedad es su desmoralización y degeneración. Un sistema corrupto inhibe el desarrollo social, erosiona los valores morales a tal punto que, si no se detiene a tiempo, pasa de ser un caso aislado que causa asombro a convertirse en algo normal y necesario para poder sobrevivir —poder desarrollar las actividades económicas—[12].

En ese escenario, los agentes coaccionados “descubren empresarialmente que tienen más posibilidades de lograr sus fines si, en vez de tratar de descubrir y coordinar los desajustes sociales aprovechando las correspondientes oportunidades de ganancia que los mismos generan, dedican su tiempo, actividad e ingenio humano a influir sobre los mecanismos de toma de decisiones del órgano director [Estado]. De manera que un volumen impresionante de ingenio humano —y mayor conforme más intenso sea el socialismo [intervencionismo].— se dedicará constantemente a idear nuevas y más efectivas formas de influir sobre el órgano director con la esperanza real o imaginaria de conseguir ventajas de tipo particular”[13]. En otras palabras, la corrupción llega, crece y se impone en el inconsciente colectivo, los actores sociales comienzan a desear alcanzar un cargo público para comenzar a sacar ventaja personal de ello. De esta manera, ya las personas no comienzan a disciplinar sus acciones en función de los demás, “sino que tratan de hacerse con el poder o capacidad de influir sobre el órgano director, con la finalidad de utilizar sus mandatos coactivos para imponer por la fuerza a los demás ventajas de tipo particular”[14]. La famosa frase de Germán Valdés (Tin-Tan) resume este fenómeno al decir: “yo siempre le pido a Dios que no me dé, sino que me ponga donde haya”.

En resumen, el sistema político tiene los incentivos necesarios para que las personas que se encuentran sumergidas en él se corrompan y comiencen a valerse de sus poderes y funciones para crear el marco institucional/social en el que ellos puedan recibir beneficios particulares. En esta etapa se pervierte la justicia y, en suma, en todas partes inicia un proceso de mutación de las instituciones que termina por hacerlas débiles y arruinarlas[15], la sociedad comienza a decaer.

Si es la libre acción humana, el ejercicio de la empresarialidad, la que permite en un periodo de tiempo crear y fortalecer las instituciones que, a su vez, terminarán por regir las acciones emprendidas por los mismos, que posteriormente dará paso al avance de la civilización, el limitar/restringir esas acciones lo único que hace es condenar a todos a una destructiva espiral descendente rumbo hacia la destrucción. Al desmoralizarse la sociedad, las acciones que los individuos emprendan no serán en función de otros, por lo que no se crea la información necesaria para coordinar a todos los actores sociales, decaen todas las instituciones, dirigiendo así a la misma por un camino rumbo a la más míseras condiciones que se puedan imaginar[16].

Por último, llegados a este punto, es necesario dar respuesta directa a una pregunta: ¿Cómo puede evitarse la corrupción?

Fundamentalmente, eliminando las condiciones que dan fuerza a la corrupción. La arquitectura política, económica, legislativa, cultural y, en definitiva, institucional, de la sociedad debe ser sólida; y, para lograr eso, es necesario respetar la libertad y la propiedad privada de todos los actores sociales.

Solo respetando el proyecto de vida de todos los actores que conforman la societatis, lo cual compromete a establecer límites claros entre la propiedad privada y la pública, se puede evitar la corrupción generalizada y convertir los actos corruptos en hechos anómalos, aislados. La institución legislativa toma fuerza en esta parte puesto que será la encargada de modificar las condiciones presentes que permitirá, al transcurrir un periodo considerable de tiempo, el desarrollo de tendencias contrarias que servirán de contrapeso, abriendo camino hacia la armonía social.

En este orden, el trabajo de la institución jurídica —el derecho— no debe ser crear normas por crearlas, dando paso a la hiperregulación, volviendo al ciclo y alimentando así la enfermedad, sino establecer conceptos claros, no sujetos a interpretación, sobre la propiedad privada que permitan el libre ejercicio de la función empresarial —empresarialidad— de los individuos; es decir, crear el marco en el cual los agentes realicen acciones racionales en base a sus cálculos económicos. Esto se traduce en leyes sencillas, eliminación de procedimientos innecesarios –burocracia—, en más libertad.

En base a esto, se puede inferir que el rol del Estado en la economía será nulo[17]; que el desarrollo social resultante de la libre acción de los individuos llevara a desincentivar la corrupción, tanto en el ámbito público como en el privado, por reconocer y aceptar tácitamente que los beneficios de acatar la norma sobrepasan los costos de acatarla; también, que la libre prensa será un contrapeso importante para este cáncer ya que ayudara a que los fenómenos —mutaciones— externos no se mezclen con la alteración interna —corrupción inherente a la condición humana— o influyan de tal manera que haga despertar al pícaro que todos llevamos dentro[18]; y que la mayoría de los procesos, sino todos, serán transparentes, ya que nadie podrá crear discrecionalmente leyes ni tendrá el poder monopólico de servicios como, por ejemplo, los permisos, subsidios, licencias, entre otros.

Con respecto a la transparencia, la misma legislación basada en propiedad privada sirve de guía a los actores sociales, sobre todo los que trabajan en el sector público, para que estos tengan que rendir cuentas de sus acciones y otros puedan ver/revisar lo que la persona está haciendo.

A modo de conclusión, un resumen:

Los seres humanos poseemos un componente empresarial innato que nos permite aprovechar creativamente los medios a nuestro alrededor para alcanzar los fines que subjetivamente valoramos. Las acciones que realizamos para lograr nuestros objetivos se basan en decisiones racionales que, a su vez, son resultado de un previo cálculo económico en el que se valoran los medios para inferir cuáles serán las acciones concretas a ejecutar que permitirán alcanzar los objetivos planteados.

En este proceso se coordina la sociedad y fortalecen las instituciones que servirán de contrapeso al lado picaresco innato de los actores sociales que les hace propensos a incurrir en actos de corrupción; lado que surge y/o cobra fuerza cuando la libre acción es restringida y, en consecuencia, se dificulta o hasta imposibilita alcanzar los fines bajo elevados principios morales.

En este orden de ideas, cuando se alteran las instrucciones de las instituciones surgidas por un proceso evolutivo en el que interactúan todos los individuos que dan pie a comportamientos pautados y repetitivos entre los miembros de la sociedad y éste comienza a ejercer acciones anómalas, entonces despierta la viveza de las personas como un mecanismo de supervivencia que permitirá alcanzar ciertos fines por medios amorales, es allí cuando mutan, tanto las instituciones como las personas individualmente, y surge el cáncer de la corrupción. Condenando así a la sociedad a una espiral descendente en donde se retroalimentan la pobre institucionalidad y las acciones corruptas en las que incurren los actores, haciendo que cada vez es más normal incurrir en actos de corrupción.

Las consecuencias son nefastas, pues las acciones que antes, en un ambiente libre, se ejercían en función de los demás, dando paso al desarrollo social pleno, ahora comienzan a perder sinergia; lo cual tiene como resultado ineludible la depauperación moral y descoordinación social.

Para evitar esto, entonces, es necesario que las instituciones sean fuertes; y lo único capaz de crear instituciones fuertes es la libre interacción entre las personas en el ámbito de la propiedad privada.

De tal manera que es imprescindible que el marco institucional delimite la propiedad privada, cree las condiciones para respetarla —para el libre ejercicio de la empresarialidad de los individuos—, y sirva de guía a los mismos para la ejecución de sus acciones. A modo de ilustración, las institución jurídica es como el armero que carga con las herramientas que necesita el guerrero en sus batallas, éste no lucha la batalla por él, sino que le sirve de apoyo y base para las decisiones que tome el guerrero en el campo; dicho de otro modo, es guía y apoyo, no conductor; el marco legislativo debe ayudar a los actores sociales a adquirir conocimiento mediante el aprendizaje y el esfuerzo, no regir cada uno de los campos de acción de los mismos.

Para finalizar, cito nuevamente las palabras que se encuentran en la portada del presente escrito: “si el vaso no está limpio, lo que derrames sobre él se corromperá”. Si se pervierte y ensucia la arquitectura social, es decir, la estructura institucional, entonces todas las acciones que en ese marco se realicen serán putrefactas, dañinas, corruptas, y el producto resultante será la pérdida progresiva de la armonía/sinergia de las acciones individuales de cada una de las personas y, junto con eso, el desarrollo social, sustituyéndola por el estancamiento o, en el peor de los casos, la involución social.[*]


[1] Las obras que me ayudaron a entender la mecánica del cáncer fueron las de Gerardo Castorena Rojí titulada “El Libro del Cáncer de Mama”, destaca especialmente el Capítulo I, y el libro de Joseph Márcola titulado “Contra el Cáncer” donde el autor presenta datos interesantes sobre el tema y cómo combatirlo, destacando la introducción y la primera parte del libro (capítulos I-V). A su vez, consulte los “síntomas y causas” en el área de información médica, sección “enfermedades y afecciones”, de la Mayo Clinic en su página oficial; puede ingresar a través de: https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/cancer/symptoms-causes/syc-20370588.

[2] Capriles, Axel. (2008). La picardía del venezolano o el triunfo del Tío conejo. Caracas, Venezuela. Editorial Alfa. Prefacio, pág. 23.

[3] Ibíd., pág. 79. Capítulo titulado “El significado de la picaresca para América”, subtitulo “El truhan como polizón” (párr. 1). Estas palabras ya vislumbran cuales son los medicamentos necesarios para atacar el cáncer de la corrupción, a saber, desarrollar el marco institucional lo suficientemente sólido como para generar una tendencia contraria a la que causó o dio fuerza a los actores sociales para que incurrieran en actos de corrupción.

[4] Huerta de Soto, Jesús. (2005). Socialismo, Calculo Económico y Función Empresarial. Madrid, España. Tercera edición. Publicado por Unión Editorial. Pág. 46.

[5] Ibíd., pág. 69.

[6] Recuerda, al igual que las mutaciones heredadas que pueden dar origen al cáncer, la corrupción es un componente genético hereditario.

[7] Libertad, libertad económica —empresarial, laboral, monetaria, comercial, etc.—, libertad de expresión y fuentes alternativas de información, libertad de prensa, entre otros.

[8] Por citar ejemplos, para el año 2019 el ranking del Índice de Libertad Económica mundial posicionó a Singapur, Nueva Zelanda y Australia entre los 5 países más libres, mientras que, al mismo tiempo, el Índice de Percepción de la Corrupción publicado por Transparencia Internacional los posicionó entre los países en donde se percibe menos actos corruptos; esto contrasta con Venezuela, República del Congo y Eritrea que se encuentran entre los 5 países con menos libertad económica y entre los países con más actos de corrupción en el mundo. Este ejercicio puede compararse con los demás índices de libertades (ver nota 7) en donde se encuentras resultados similares.

[9] Puede ocurrir también que la empresa sea extorsionada, lo que lleva a encarecer los productos/servicios que ella comercializa.

[10] Desvío de fondos que originalmente serían destinados a planes sociales.

[11] En Atalaya, edición de estudio (2000), ¿Por qué hay tanta corrupción? (pág. 3). Publicado por la WatchTower Bible and Tract Society. El articulo puede consultarse en línea: https://www.jw.org/es/biblioteca/revistas/w20000501/Por-qu%C3%A9-hay-tanta-corrupci%C3%B3n/

[12] Huerta de Soto, en op. cit., pág. 119. describe que, como consecuencia de la hiperregulación legislativa, del excesivo control que ejerce el Estado —herramientas que se encuentran entre las características de su concepto de Socialismo—, los seres humanos “pierden el hábito de comportarse moralmente (es decir, siguiendo principios o normas pautadas y repetitivas de acción), modificando paulatinamente su personalidad y forma de actuar que cada vez se muestra más amoral (es decir, menos sometida a principios) y agresiva”.

[13] Ibíd.

[14] Ibíd.

[15] Del mismo modo en cómo la alteración de las instrucciones del código genético de las células hace surgir el cáncer, las mutaciones en las instituciones hace que las “instrucciones” por las que surgió en un principio sean alteradas y no comience a funcionar como debería.

[16] Las consecuencias que derivan de esto son, por ejemplo, distorsiones en los mercados, el florecimiento de la delincuencia organizada —siendo, en muchos casos, los políticos parte de ella— y, debido a la poca confianza en las instituciones y el gobierno de la región, desaliento de inversión. En conclusión, es el mísero camino hacia la decadencia.

[17] En la medida en que cada acción que realizan los individuos se fundamenta en decisiones que, a su vez, fueron precedidas por cálculos económicos subjetivos sobre los medios a su alcance para lograr determinados fines, toda acción humana es económica. Por tanto, si el Estado no controlara la vida privada de cada actor social, sus acciones, entonces, en conclusión, el rol del mismo en la economía será nulo.

[18] En un ambiente libre, uno de los altos costos de incurrir en actos de corrupción seria la exposición pública.

[*] Con este ensayo, el autor participó y obtuvo el segundo lugar del concurso «El costo de la corrupción» llevado a cabo por Cedice Libertad, en alianza con otras organizaciones, en Venezuela en el año 2020.

Comunismo: una hiena manchada

Por Antonio Semprun, coronel de la Guardia Nacional en el exilio.

Tenga presente la siguiente frase: «la hiena manchada es un depredador que caza en grupo”

El comunismo es una hiena manchada, dónde se infiltra pone en práctica aquello de que quien parte y comparte, a saber, se queda con la mejor parte. Esto es precisamente lo que ha hecho en Venezuela el grupo de depredadores que ahora encabeza Nicolas Maduro.

El comunismo y sus cuatreros, después de más de dos décadas, no sólo se han quedado con la mejor parte, sino que han dejado a los venezolanos y al país con la peor parte: una agobiante situación de miseria, carencia y abandono.

Esto lo han hecho desde el poder que secuestraron después de un fallido golpe de estado; utilizan parte de la riqueza que han robado para comprar la complicidad y traición de algunos opositores que en realidad lo que son es mercenarios a dádivas. “Opositores”  que se doblan para no partirse y se conforman con el mendrugo que les arrojan, a cambio de apoyo solapado a cualquier show que monte la tiranía para lavarse la cara.

Venezuela es la mancha roja en el concierto de países latinoamericanos que utiliza sus cuantiosos recursos para extender el cáncer del comunismo a costa de la pobreza en la que han sumido a los venezolanos, y eso no lo ignora el mundo.

En este sentido, la organización criminal que secuestra a Venezuela pretende enviar un mensaje de tranquilidad, de respeto a las instituciones y a las leyes, celebrando unas elecciones falsas y amañadas que sólo esperan el día en que se celebren para anunciar el “irreversible” resultado previamente decidido y así mantener su statu quo.

En este escenario, hay que recordar que no existe precedente en el que una tiranía comunista haya entregado el poder de manera pacífica, razón por la cual se debe presionar en el ámbito nacional e internacional.

En el ámbito nacional, los venezolanos deben estar convencidos que la única manera con la se puede derrotar a la tiranía es con una presencia activa y constante en las calles que haga sentir a los depredadores que no tienen opción alguna  de permanecer en el poder.

En el ámbito internacional, el conjunto de naciones integrantes de los distintos organismos creados a los efectos deben, con acciones concretas, rechazar las imposiciones de los zurdos y no conformarse con la emisión de discursos y condenas verbales que no surten efecto alguno.

Una tiranía que tiene vínculos con narcotráfico y el crimen organizado, que comete delitos de lesa humanidad, que entregó la soberanía del país a cambio de protección, que saqueó el erario nacional, que se ha robado más de veinte elecciones, y pare usted de contar, es una metamorfosis criminal que debe expulsarse del poder con la ejecución de todo lo que implique “acciones inéditas”.