Anti-Antonella Marty, liberalismo, Argentina, Venezuela, política, contextos y sentido común: una respuesta a estupideces manifiestas

«La pobre Rand posiblemente se suicidaría si resucita y ve que esta es la calidad de seguidores que tiene en el presente (…)»

Autor

Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

Hace poco, la escritora argentina Antonella Marty, considerada por algunos como una “musa del liberalismo”[1], ha dado una entrevista lamentable donde arremete contra lo que considera alguna especie de dogma liberal, dándose el tupé de comparar a Javier Milei, el actual presidente de Argentina, con el genocida dictador que somete al pueblo venezolano, Nicolás Maduro, en un marco donde también se jacta de entender correctamente a Ludwig von Mises y Ayn Rand. En vista de ello, me veo en la obligación moral de matizar ciertas posturas y corregir otras, en aras de ser más responsables con lo que se dice, y no en un marco donde impera más el dar de qué hablar —marketing— para promoverse en las redes —he allí la gran diferencia entre quienes con autenticidad nos interesamos por aprehender la verdad y quienes solo difunden cosas para aparentar cierta intelectualidad—.

En este marco, he de decir que solo tocaré algunos puntos importantes, donde no hay debate, y pasaré por alto todo lo demás, por considerarlo cosas que tienen que seguir debatiéndose dentro del liberalismo —y no es el fin de este texto abordarlos con la rigurosidad que ameritan—. Sin más, comienzo:

Sobre el “ser liberal” y lo “insalvable” de la expresión

Desde hace mucho vengo escuchando cómo algunos autodenominados liberales —o, en el caso de Antonella Marty, que se autodenominaban— de cierta influencia sacan alguna especie de liberalometro para “establecer” si alguien es o no es “liberal”, como si de buenos o malos se tratara. Y hasta cierto punto esto es bueno, ayuda al debate de creencias, pero lo cierto es que la realidad no es tan simple y el problema llega cuando la etiqueta, por un lado, (i) no permite apreciar lo variopinto que puede ser algún espectro ideológico y, por el otro, (ii) se usa como sinónimo de cualquier cosa, tergiversando su significado y separándolo por completo de los principios que la enmarcan y le hacen ser lo que es para, curiosamente, decir “esto es ser liberal” con total desconexión de lo que significa realmente.

Antonella tiene cierto grado de razón, hoy se ha dado algo curioso con el “ser liberal”, a saber, que se intenta explicar lo que “verdaderamente significa” vaciando de significado —aunque con apariencia contraria— el concepto; hoy “ser liberal” es muchas cosas, llevando a una confusión que en muchos casos es mejor un escenario donde no signifique nada. De hecho, del mismo modo en que lo que es de todos termina siendo de nadie, un concepto interpretado a gusto de todos termina vaciando su significado. Hoy “ser liberal” es defender los “derechos” LGBTIQ+ o cualquier otra minoría[2], promover ciertas creencias especificas en lo que respecta al género y al sexo —a veces siendo sin sentidos totales—, pero también “ser liberal” es hacer todo lo contrario; hoy “ser liberal” es ser conservador, pero también es no serlo; hoy “ser liberal” es ir contra el Estado en su totalidad, pero también es defenderlo hasta cierto punto; hoy “ser liberal” es [inserta la definición que gustes, al parecer todo vale]. La cuestión, no obstante, es que este “problema” ha llegado de la mano por personas como la misma Antonella, José Benegas y Gloria Álvarez, por lo que ella criticarlo es darse un tiro en el pie. Quienes han pretendido sumar nuevas luchas al “liberalismo” son los mismos que ahora tachan al liberalismo originario —clásico— de “conservador” y quien sabe cuantas cosas más, no respetando la historia de las ideas, mientras la tergiversan en el camino.

Esto no necesariamente es malo, nuevamente, es el debate de ideas lo que permite matizar posturas, pero llegar a decir ahora que el “liberalismo” es “una secta” a la que no quiere ser vinculada, pues es un espacio donde “un grupo de viejos amigos deciden si entras o no”, es una irresponsabilidad total que no hace más que demostrar que Antonella nunca estuvo segura de donde estaba y no conoció a cabalidad aquello que decía defender —cosa que queda más en evidencia cuando salen expresiones como “y si eres mujer, peor”, “te tachan de loca si hablas de feminismo, migración, legalización de drogas, derechos y libertades LGBTQ+”… ¿Discrimina el “liberalismo” ideas buenas y malas en función del sexo que exprese las ideas? ¿En qué parte del mundo está el liberalismo en contra de la libertad, sea donde sea donde se manifieste, siempre con vista a que las personas se hagan responsables de las consecuencias positivas y/o negativas de sus acciones? Son preguntas que, evidentemente, no se hizo está mujer antes de decir lo que dijo, o, si se las hizo, no meditó en la respuesta con el criticismo que ameritaba… no sé qué es peor—.

Por otro lado, es un tanto gracioso que alguien que dice ser seguidora acérrima de Ayn Rand, quien dio una batalla incansable para recuperar el concepto de “egoísmo” y no dejarlo con la connotación negativa que desde hace mucho alimentaron los colectivistas, ahora quiera dar por “insalvable” el término “liberal/liberalismo”. La pobre Rand posiblemente se suicidaría si resucita y ve que esta es la calidad de seguidores que tiene en el presente —contados por algunos también como “sectarios”—.

El liberalismo y el feminismo

Antonella dice que todas las olas del feminismo son importantes porque todas tienen algo que decir. Para dar fuerza a esto, dice que “la mujer está siendo víctima todavía de un modelo heteropatriarcal que marca a estas nuevas derechas y que las hace, por ejemplo, ir contra el aborto”, pero yo pregunto: ¿Qué demonios significa eso de “modelo patriarcal”? ¿Es la mujer hoy sometida a todos los preceptos que dicen los hombres en la sociedad? ¿El hombre manda y la mujer calla? Este tipo de afirmaciones simplistas solo se apegan a retoricas de movimientos que no comprenden la complejidad característica de nuestra sociedad y, por tanto, es lamentable por irresponsable. Además, ¿Es el aborto un tema ya definido dentro del liberalismo? ¿El debate del aborto es tan simple como: “es o no es asesinato”, así sin más? Pretender encapsular a quienes estamos en contra del aborto en esas “nuevas derechas”, que a su juicio son conservadoras y nacionalistas, es un absurdo total en la medida en que no reconoce que este tema no está saldado del todo dentro del espectro liberal, y he allí la diferencia entre varias posturas. Ambas posturas tienen puntos válidos, unas más validas que otras, pero sensatas al fin. Visto lo anterior, ¿Quién es, entonces, quien quiere dogmatizar el “liberalismo”, al punto de que “quien no piense igual a Antonella no es liberal”? —aunque ahora, como no se dice a si misma liberal, imagino que ya no tendrá que decirlo—.

En adición, el liberalismo tiene bases fundamentales sobre las que pueden cambiarse ciertas estructuras para adaptarse al contexto, incluso extender esas bases para abarcar temas antes descuidados, pero, yo pregunto: ¿Pueden considerarse estos feminismos de última ola asuntos que tengan que hacer cambiar la estructura del liberalismo en general? A mi juicio, no. De hecho, en nuestra sociedad no hay mayor amenaza contra la verdadera libertad, esa que tiene límites, dadas las circunstancias, que estos movimientos feministas de última ola, esos movimientos que quieren dejar de lado la imposición de una religión —que es algo que también apoyan los liberales— para imponer autopercepciones de géneros, quitarle la custodia o encarcelar a los padres por “no aceptar” la autopercepción de sus hijos menores de edad —y, por tanto, con carencias de juicio suficientes como para aprehender todas lo que implican ciertas decisiones o posturas de vida—, que expulsa a profesores de colegios u obliga a médicos no hablar con cierto lenguaje para no herir susceptibilidades, y pare usted de contar. Es aquí donde pierde gracia el descaro, que alguien que dice comprender muy bien a Mises no entienda la diferencia entre una libertad sostenida en aquellos elementos que la conforman —circunstancias naturales, capacidad de acción del human, no coacción— y la libertad espuria sostenida a base desconexión de la realidad y de coacción.

Desde el momento cero, el liberalismo ha defendido que no se debe coactar a otros de forma ilegitima mientras trabajan por sus metas de vida, por eso no apoya el movimiento de derecha o de izquierda per sé, sino las posturas que se alineen con una sociedad libre, independientemente de quien las promulgue, pero hoy ese feminismo que defiende Marty, infantil en muchos casos, adolescentes en muchos otros, proveniente de un mundo donde los parámetros objetivos son inexistentes, tiene niveles de tolerancia cero y sus seguidores pretenden cambiar la historia que nos ha hecho ser lo que somos hoy, para bien o para mal, a fuerza estatal. ¿Para eso quiere el Estado Antonella? ¿Con qué moral va a decir que quienes hablan hoy de libertad son sus principales contendores, cuando ella es parte de aquello que critica? Sí, ella tiene razón en que nos encontramos en una sociedad con desorden ideológico —y no puede ser de otra manera, dado que, como ya se mencionó, es el mundo de lo subjetivo lo que parece imperar hoy, subjetividades que vienen de personas que, curiosamente, apoyan movimientos del estilo feminista de estos últimos tiempos—, pero Marty no se encuentra fuera de ese problema —evidentemente—.

Argentina, Milei, Venezuela, el dictador Maduro y “la izquierda coherente”

Como si esto no fuese suficiente, Antonella llega a comparar a Javier Milei y Nicolás Maduro, diciendo que ambos hablan de lo mismo… ¿¡Es enserio!? ¿Milei habla de lo mismo que Nicolás Maduro? ¿Cómo comparar a alguien que llegó al poder de forma democrática, con instituciones más o menos funcionales, con alguien que se hizo del poder de forma dudosa en el 2013 y se mantiene en él a punta de pistola? ¿Por qué no viene a Venezuela y hace esas declaraciones que puede hacer libremente en otros países de Latam, incluyendo Argentina, a ver si corre con la misma suerte y todavía le quedan ganas de seguir haciendo comparaciones estúpidas? Y cabe señalar que esto es solo una pequeña parte de lo que vienen diciendo desde hace mucho Antonella y seguidores, comparando a Milei con Hugo Chávez, Perón, o con personajes fascistas; pareciese que no se han paseado por un libro de historia con la honestidad intelectual suficiente para comprender bien los fenómenos sociales en contexto y a sus personajes. Un absurdo total. Desafortunadamente, la tendencia en las redes sociales es siempre dar voz a los carentes de sensatez intelectual.

Es necesario recordar que en la embajada argentina se encuentran algunos disidentes venezolanos que la narcotiranía que somete al país ha perseguido injustamente y tampoco quiere brindar los salvoconductos para que puedan salir del país sin miedo a ser capturados. Sí, esa embajada argentina que encabeza un “Milei que dice lo mismo que Maduro” —esa expresión es un chiste pobre sin gracia—. Y, ojo, tengo mis reservas con Javier Milei, pero creo que se pueden transmitir mensajes e invitar a debates con la verdad, y no con afirmaciones estúpidas.

En este marco, Antonella expresa que “en Argentina, al menos, las corrientes más de izquierdas, socialistas, comunistas, son las que están hablando ahora mismo de las cosas más coherentes: hablan de Estado de Derecho, de república, de no dar poderes a un tipo desquiciado como Milei”. Sí, claro, hay que agradecer que la “izquierda” argentina, que sumergió al país nuevamente en una crisis, vota todo en contra a Milei porque se leyeron todos los artículos de las leyes propuestas y han analizado el contexto país con suficiente criterio científico y filosófico y han llegado conclusiones coherentes, cero partidistas, de que votar a Milei es un atentado contra la libertad y el Estado de Derecho. La izquierda argentina coherente seguro sí comprende bien los conceptos de libertad, acción humana, sociedad, orden extenso, empresarialidad, institucionalidad, amor y paz, después de haber leído y meditado profundamente en las obras del Che Guevara y Karl Marx, y hay que poner los pies en el camino cada vez que intenta avanzar Javier Milei, que no hace más que idolatrar a Adolf Hitler y atacar a Mises, Hayek, Bastiat, Voltier, Montesquieu, Rothbard, Huerta de Soto, Bruno Leoni, y todo pensador liberal —desde el más clásico hasta el más extremo—. En este escenario, no me extraña que diga que la socialdemocracia es una rama “salvable” —o sea, el liberalismo no es salvable, sí lo es la socialdemocracia—… silencio total.

Habiendo visto todo lo anterior, no me queda más que repetir expresiones del pasado: ““Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis”, dijo en una oportunidad el gran filósofo humanista Michel de Montaigne, y son palabras que, sin duda, se pueden aplicar para mal en Antonella Marty —y seguidores—. Es claro que todos podemos decir cosas que son poco inteligentes o acertadas, pero el problema real llega cuando se hace fuerte énfasis en el error, haciendo que la estupidez sea tan insistente —como es el caso de este personaje—, al punto de volverse un agravio o infamia para la verdad y sus defensores”. Fin.


[1] Antonella Marty, la nueva musa liberal. 2021. Publicado en el portal de El Español. Puede acceder a través de: https://www.elespanol.com/espana/politica/20210531/antonella-marty-liberal-podemos-no-vox-nefastos/585191842_0.html (Consultado el 21 de junio de 2024).

[2] Es curioso que Antonella critique que a muchos movimientos los financie “la derecha trumpista” —que puede ser criticable—, pero no diga nada sobre el financiamiento de George Soros, y otros personajes liberticidas, a este tipo de colectivos que ella defiende. Entonces, si acaso no es deshonesto, sí viene de alguien con doble moral.

Más allá de lo visible: las creencias, la reflexión filosófica y la sociedad presente

Estas palabras corresponden al discurso que disertó el autor en la entrega de certificados del Diplomado de Filosofía de CENFISS, Universidad de Carabobo (UC), el 15 de junio de 2024.


Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

Con frecuencia damos por sentado muchas cosas: las aceptamos tal y como son o, en cambio, pasamos por alto aquello que no aceptamos; de hecho, es necesario para la existencia human que sea así; no nos imaginamos tomando conciencia de todo lo que constituye nuestro entorno, sería agotador, ralentizaría nuestras acciones y esto, en situaciones de peligro, que requieren de acciones rápidas sin mucho o ningún razonamiento consciente, podría ser mortal. Es por este motivo que, a las personas, los pueblos y el mundo lo mueven las creencias, el “yo creo” o “estoy convencido” de esto o aquello, porque las creencias son el fundamento que sostiene las acciones del human, tanto aquellas que responden al consciente como las que responden directamente al inconsciente. Las creencias están en lo más profundo de nuestro ser, vivimos de ellas y, por la misma razón, no solemos pensar en ellas; solo pensamos, en mayor o menor medida, en lo que consideramos cuestión, lo demás lo damos por hecho.

Esta verdad se clarifica cuando entendemos que el human es un “actor”, un ser que actúa, ésta es la consecuencia lógica de su naturaleza. El human no tiene otro remedio que hacer algo en pos de conseguir un fin, sea este sostener su existencia, mejorar su condición actual, mejorar la condición de otros, ser feliz, o cualquier otro motivo que encuentre; el human siempre actúa y aun cuando aparentemente no lo hace, lo hace —el cerebro nunca deja de trabajar, siempre estamos en contacto con el entorno—. Esto responde a una verdad fundamental: la vida que nos es dada no nos es dada hecha, nosotros necesitamos hacérnosla por nuestra cuenta, cada actor según lo desee y/o permitan las circunstancias; de esto último se infiere que, si bien es cierto que el human se ve forzado a actuar, en su condición natural no se ve forzado a realizar estrictamente acciones determinadas cual robot; es decir, no somos programados por un tercero para realizar tareas específicas de manera irrestricta según las circunstancias, nosotros decidimos qué y cómo actuar después de valorar subjetivamente nuestro entorno.

Ahora bien, cuando el human analiza sus ideas —y, mientras lo hace, surgen más ideas—, algunas de ellas las desecha y otras las hace suyas, y es justo allí donde surge la creencia; es imposible que el human actúe si no posee convicciones sobre lo que son las cosas que le rodean; son las creencias las que hacen preferir ciertas acciones en lugar de otras y, consecuentemente, las que determinan qué acciones ejecutar y el cómo ejecutarlas. En suma, las creencias fundamentan la estructura de la vida de una persona, de un pueblo, de una época; los grandes cambios que han ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad se deben a mutaciones, fortificación o debilitamiento de creencias —lo que se traduce en variaciones de formas o modos de hacer las cosas—. El human posee una multiplicidad de creencias que coexisten en su vida, lo sostienen e impulsa su comportamiento, que a veces son incongruentes y/o contradictorios, no tienen articulación completamente lógica, pero aun así definen el rumbo de su existencia.

Al mismo tiempo, las creencias poseen estructura y la misma es imprescindible para la vida, tanto las creencias con articulaciones lógicas que forman una filosofía —estructura lógica— como aquellas que poseen estructura incongruente —es decir, que la forman un conjunto o repertorio de creencias a veces contradictorias, incongruentes e inconexas; por lo que no se puede expresar o articular de forma lógica—; de hecho, las creencias con articulaciones lógicas son un subconjunto de esta última. Esta estructura forma un sistema que, si bien no se pueden articular lógicamente, sí tiene una articulación tacita y vital —hay cosas que están en la cabeza y rigen nuestra existencia sin ser conscientes de ello—; las creencias que rigen la existencia human —individuo, pueblo, época— se apoyan, integran y/o combinan entre sí; cada creencia posee una arquitectura propia y, al mismo tiempo, es parte de una estructura de creencia que se organizan de forma jerárquica; dicho de otro modo, el hecho de que la estructura de creencias no se puedan articular de forma lógica, no quiere decir que carezcan de orden; en la vida del human hay creencias que fundamentan otras creencias o, si gusta más, creencias que derivan de otras creencias. En este marco, si las creencias, que son incontables en la medida en que cada human posee las suyas —y, a veces, estas se contradicen entre sí—, careciesen de estructura, sería imposible el conocimiento del human; la estructura de creencias permite entender el entorno sin importar el tiempo o lugar.

Es por este motivo que, para comprender los tiempos y las sazones de un pueblo o época, es importante comprender el conjunto de creencias que le sostienen. Del mismo modo en que es imposible para un doctor saber qué enfermedad padece un paciente sin hacer un diagnóstico, no se puede comprender la razón por la cual un pueblo atravesó o atraviesa ciertas circunstancias, con el objetivo de evitar cometer el mismo error o mejorar o potenciar las consecuencias buenas, sin estudiar las creencias en la que se fundamenta. El diagnóstico de una existencia human tiene que comenzar por el estudio del conjunto de creencias que la sostienen, porque son ellas las que determinan su estado en el presente y el futuro; en otras palabras, las convicciones rigen el camino del human.

Más que para diagnosticar la existencia human, es necesario para poder avanzar como persona o civilización. Dado que, si en el estudio o diagnostico se encuentra que ciertas creencias no son congruentes con la realidad y que las mismas, como no puede haber otra forma, son la base de los desatinos y sin sabores de un pueblo, entonces han de ser cambiadas; porque constituyen una enfermedad intelectual que hace que se realicen acciones que tendrán, en mayor o menor grado, consecuencias negativas.

Al final, todo converge en un punto: es la búsqueda incesante por la verdad, la reivindicación de la misma; las creencias acordes a la realidad son eso, una verdad inmutable, las que no lo son, no son otra cosa que una mentira. Y en esta búsqueda incesante puede que no se consiga tal cosa como una verdad absoluta, pero si nos podemos acercar cada día más a ella. Ahora bien, para definir el estado de una creencia, sin importar el tiempo o el lugar, hay que compararla con otras; es la comparación, el debate, en donde se descubre o desdeña cuan cerca de la verdad esta una determinada creencia, lo que hace relucir si una creencia está bien fundamentada o no; y mientras más puntos se comparen entre creencias, más certero será el juicio.

En este escenario, lo más sensato que puede hacer un human en su vida es revisar el estado de sus creencias y hacerse de aquellas que resulten ser congruentes con la realidad, sea que esto implique un fortalecimiento de la propia o un cambio de una creencia por otra. Por este motivo, creo que es momento de revisar las creencias que sostienen nuestra existencia —más si estamos sumergidos en una realidad llamada “Venezuela”, “Latinoamérica”, y si nos ponemos más macros, “el mundo entero”— y ver cuán certeras son en comparación con la realidad. Esto no se trata de una cuestión de “opinión o creencia personal” por encima de la “opinión o creencia de otros”, una opinión o creencia personal puede contrariar la de otro, incluso la de la sociedad —que es una opinión o creencia generalmente aceptada—, pero esto no le quita peso o valor a una o a otra, si lo hace la realidad. La realidad valida o invalida una creencia. Y entiéndase realidad como aquello “que es” y no se altera por la percepción subjetiva que pueda tener un individuo o sociedad de ella.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que cuando una creencia es social —sea ésta acorde o no a la realidad—, su existencia no depende de que un individuo la acepte o no, más bien, es ella la que impone su vigencia y obliga a los actores sociales a contar o vivir con ella. Con esto quiero decir que los efectos que la creencia social tenga sobre una persona no dependen de que él la acepte o crea o no en ella, pues, las acciones que realice la sociedad en base a su creencia afectarán directa o indirectamente al individuo. Por ello, es necesario que para que un pueblo cambie el rumbo negativo que demarcan sus creencias, no solo compare y cambie de creencia un individuo, sino muchos individuos; y que el cambio sea por una creencia bien fundamentada, no por otra absurda; de allí que quien crea haber encontrado la verdad —esa creencia acorde a la realidad, a “lo que es”— este obligado moralmente a compartir su descubrimiento con otros; porque esto es lo que hará que la misma se esparza cual virus en pos de un cambio positivo. En este camino, seguirán habiendo comparaciones entre creencias, y esto es bueno, porque ayuda a corregir los desatinos, pero al mismo tiempo obliga a una constante vigilancia, porque no es conveniente cambiar una verdad por una mentira.

De lo anterior se desprende que un cambio individual de creencia es el principio de un posible cambio social y que las probabilidades de éxito de dicho cambio aumentan en la medida en que más individuos se hagan de ella; caso contrario, no habrá cambio. Por tal motivo, mi intención última con lo que se ha expresado no es otra cosa que incitar a la duda y a la reflexión, a pensar en las creencias que fundamentan nuestra existencia, porque nosotros no “tenemos creencias”, sino que “las somos” —nosotros somos nuestras creencias—; un human o pueblo es su creencia y el conjunto de decisiones y acciones que ha realizado en el pasado y realiza en el presente en base a ella. Esta es la razón por la cual las grandes revoluciones de la historia no han ocurrido primero por movimientos populares, sino por un cambio de creencias en la élite intelectual de la época, que luego fueron calando en la masa suficiente para llevar a cabo las revoluciones, para bien o para mal.

Si entendemos esto, comprenderemos que tenemos una responsabilidad, primero con nosotros, porque, tal como pensaban los filósofos griegos, no hay mayor virtud que ir en búsqueda de la verdad y vivir de acuerdo a sus preceptos, ya aprehendidos por nosotros, y segundo, con la sociedad venezolana. Mucho me temo que, si nuestra sociedad continúa con su estado de creencias, estará condenada a siglos de horrores como los que ha atravesado en el pasado y vive en el presente, o aún peor. Pero yo tengo fe de que sí se podrán cambiar sus convicciones mal fundamentadas por aquellas más congruentes con la realidad, más sensatas, más humans y menos pretenciosas, pretensiones que vienen de personas con complejo de Dios que creen tener las facultades suficientes para controlar a la sociedad a su gusto y antojo.

Por último, para concluir, la otra responsabilidad que tenemos es con la verdad; nos encontramos en una sociedad que pasó del culto a la razón al culto de la imbecilidad, donde son las subjetividades de cada persona la que pretende fijar los parámetros de la verdad, paradójicamente destruyéndola en el camino. Algunas son grotescas, fáciles de identificar, otras son sutiles y, por tanto, más peligrosas, porque se presentan tan bien… que la mentira llega a pasar a los espacios de nuestra mente con máscaras de certeza, y he allí donde cobra mayor valor la “reflexión filosófica”. Preparémonos, reflexionemos, no todo está dado, no todo está inventado, no todo está descubierto, no todo está bien, apelemos a la reflexión filosófica, porque es la única herramienta con la que contamos para ir más allá de lo visible y poder navegar en las vastas aguas de nuestra mente y poder construir mejores personas y, por extensión, una mejor sociedad.

Muchas gracias.

Sobre el Poder y la Imaginación

Por Leroy Garrett.

Las elecciones de 1940 en los Estados Unidos fueron dentro un tiempo no ordinario, según las describió la entonces primera dama Eleonor Roosevelt.

América, en lo interno curaba las heridas de la gran depresión, el mundo se había tornado peligroso —algo cotidiano para nosotros, pero inédito entonces—, Hitler controlaba las tres cuartas partes de Europa, Inglaterra asediada de milagro sobrevivía y clamaba por la ayuda norteamericana para no sucumbir ante los nazis.

A pesar de la corriente mayoritaria aislacionista entonces prevaleciente, la toma nazi de Europa y sus socios del eje, específicamente Japón, era una preocupación para la seguridad nacional de Estados Unidos.

El Presidente Roosevelt se mantuvo danzando el vals aislacionista, pero al unísono comenzó su ayuda al Reino Unido, para el mandatario era —y tuvo toda la razón— el garantizar la supervivencia de Inglaterra, vital para la continuidad de la civilización occidental que aún tenemos, ya el presidente veía como inminente la entrada de América al conflicto. Esa es la tarea del líder, ver más allá de quienes dirige.

Por aclamación, su partido (Demócrata) le postula para un tercer periodo sin precedentes, la economía y la nueva guerra en Europa eran los indicadores de popularidad.

El partido republicano, a quien le estalló la gran depresión estando en el poder, pasaba por uno de sus peores momentos, no supo o no pudo contribuir a remediar la depresión económica y un gran sector de aislacionistas controlaban el partido.

Sorpresivamente, emerge como contrincante a Roosevelt el abogado de Wall Street, Wendell Willkie, candidato republicano elegido al sexto conteo de la convención republicana de 1940, quien no hizo otra cosa en su campaña que repetir las mismas políticas propuestas por el presidente. Claro, Roosevelt fue electo de nuevo presidente por tercera vez, entonces, ¿Para qué necesitaban elegir una copia en vez de seguir apoyando el original?

Quien esto escribe desea desde lo profundo de mi ser que Edmundo González Urrutia sea electo presidente de Venezuela en julio próximo. ¡Es la hora de la expiación de los errores que nos trajeron a esta catástrofe y ponernos a reconstruir un país, punto! Sin embargo, no puedo dejar de, racionalmente, tener mis reservas, pues sigo creyendo que esta manga de hampones en el poder no salen con serpentinas y confetis. Pero eso es otra cosa.

Hace días escuché declarar a nuestro candidato de “mejorar el CLAP”, y aún siento náuseas al recordarlo, no me lo podía creer. El ejercicio de poder que reemplace esta pesadilla debe ser innovador, debe reconciliar a Venezuela con la economía mundial, debe proponerse a convertir a un universo elegido de mendigos que reciben una caja de comida en mal estado, a ser a una sociedad de consumidores.

Si Edmundo González dijo eso de las CLAP, es una afirmación suicida, ya que está diciendo que el chavismo sigue representando la visión de la Venezuela que queremos, entonces, si son tan buenos ¿Por qué los vamos a reemplazar? ¿Para qué elegir a Willkie si quiere hacer lo mismo que Roosevelt? 

No más comentarios por ahora.

Construir o reconstruir una Nación

Por Leroy Garrett.

Esta semana se conmemoran ochenta años del “D Day”, o como la conocemos en castellano: «la invasión aliada a Normandía», el día que marco el final del nazismo, y el principio del fin de la segunda guerra mundial, que definitivamente finalizaría con las descargas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

El delirio psicopático de Hitler cegaría la vida de sesenta millones de personas, casi la aniquilación de los judíos y la cuasi desaparición de cualquier indicio de infraestructura en Europa.

En la vía de celebrar un siglo de tan terribles hechos, y vista la lograda capacidad de total exterminio conseguida por medio de las armas nucleares, las guerras de los siguientes años hasta el presente siglo, son segmentadas, circunscritas a escenarios específicos, tengan o no, o se consigan o no, los objetivos esperados.

El mundo ha estado al borde de la guerra final en varias oportunidades, la más destacada es la crisis de los misiles de 1962, y ahora cuando los apetitos nacionalistas, racistas y los comunistas, no ya campeones de la igualdad, sino flagrantemente una asociación para delinquir ligados a los peores intereses del planeta.

La democracia peligra en el orbe cuando da su espalda a la gente su propósito de ser. Pero antes de que la guerra fría —o la primera de ellas— cayera en la década de los 90s, la reconstrucción europea devino a ser la prioridad de los victoriosos.

El fundamento de la economía esta en la recuperación de la gente, no los edificios, e infraestructuras, es el pueblo la prioridad. Y ese fue el destino de lo que vino después a ser conocido como el plan Marshall, ese momento altruista de la postguerra, donde se dio de comer a las víctimas sobrevivientes de la Europa devastada primeramente, y ellos ya restaurados, acometieron la tarea de reconstruir sus naciones.

Venezuela, en mes y medio tendrá elecciones, sigue el voto —a pesar de que las condiciones impuestas por los que mandan se mantienen sin cambios material alguno— siendo esa fuerza que promete el vehículo de la esperanza.

Sin embargo, con preocupación vemos que el posible gobierno emergente de Edmundo González, y quienes pretenden dirigirlo, nada explican que pasará con la gente, al contrario, los cambios son institucionales, genéricos, macros o sistemáticos y el individuo no es ni mencionado, ni estimado, ni destinatario de las políticas por venir.

Entonces, surge la pregunta: ¿No se mencionan reparos por sectores específicos detallados o individualizados? Hay muchas víctimas entre el chavismo, los maestros, los funcionarios de carrera administrativa, las víctimas del holocausto petrolero de inicios del 2000, todas estos perjudicados fueron privados de su manera de vivir, y de la esperanza de cuando sus fuerzas biológicas mermaran disfrutar de sus arreglos de retiro, el chavismo arrasó dicha esperanza y expectativa de vivir, entonces, ¿Por qué condenar a quienes buscan la justicia merecida antes las instancias que sean necesarias? ¿Por qué forzarlos a aguardar una decisión de recompensa remota e incierta?

Además, ¿Cuándo en Venezuela seremos una nación de verdad y no un grupo de gente afín por el gusto de la hallaca, el béisbol, la gaita o la vinotinto? Y aspiremos a ser el grupo humano compasivo y sensible a nuestros hermanos, donde la Solidaridad inmediata nos hace nación porque primero viene la gente, curar sus heridas, a través del reparo económico sanador, en un gobierno comprometido por y para la gente, que ofrezca en adelante la mayor suma de felicidad posible.

Es así que se construye o se reconstruyen las naciones, ¡No condenándolas a un después!

Venezuela, segundo productor mundial de café

Por Diego Mendoza, periodista, con textos publicados en La ventana rota, Diario La Nación del Táchira y director de La Ventana Rota Podcast.

De 1860 en adelante, la producción y exportación de este rubro en los estados andinos creció a tal punto que fue el motor de la creación de empresas, casas comerciales, caminos y vías férreas.

Si bien el café ya se producía para su comercialización en diferentes estados del país, sería después de la segunda mitad del siglo XIX cuando cobra una importante relevancia en la economía nacional, llegando a convertirse en el principal producto de exportación. 

Táchira, Mérida, Trujillo, y en una menor medida Lara, hicieron de la actividad cafetalera la impulsora del desarrollo de una región que junto al Zulia, funcionó como una especie de comunidad de estados, que florecían gracias a los lazos de la red comercial que incluso se extendió a los departamentos colombianos de Santander y Norte de Santander.

Ya para 1896, Venezuela se convirtió en el segundo productor mundial de café, sólo superado por Brasil. A su vez, era el primero entre los grandes productores mundiales de cafés suaves, como apunta el blog Minuta Agropecuaria.

Cuadro tomado de Jesús Mora Contreras en su ensayo La estructura económica venezolana que encontró la industria petrolera: una aproximación.

En este panorama de permanente flujo de mercancías, el Zulia jugó un papel importante, puesto que en Maracaibo se encontraba el puerto del cual zarpaban barcos cargados con fardos de café con destino a los mercados de Europa y Estados Unidos, hecho que puso en el mapa de muchas casas comerciales a estos estados al occidente de Venezuela que poca relación mantenían con los estados orientales y de la costa central, muchos de estos afectados por permanentes revueltas como la Guerra Federal (1859 – 1863).

La actividad cafetalera que logró prosperar en esta zona del país, condujo a que para 1921, existiera en Maracaibo, el Banco de Maracaibo, el Banco Comercial de Maracaibo, una agencia del Banco de Venezuela, una sucursal del Banco Mercantil Americano de Caracas, y de The Royal Bank of Canada, y una agencia de The National City Bank of New York, más las casas comerciales establecidas por alemanes e ingleses, según reseña Jesús Mora Contreras en su ensayo La estructura económica venezolana que encontró la industria petrolera: una aproximación.

A su vez, hizo que en el Táchira se iniciara la construcción y el mejoramiento de caminos a través del trabajo conjunto entre dueños de haciendas y casas comerciales con las Juntas Directivas de Fomento de carácter gubernamental, como apunta Elma Hernández Amaya en el ensayo Caminos, carreteras y comercio del Café en la Frontera colombo – venezolana en el Siglo XIX.

Así mismo, fue gracias al auge de este rubro que se fundó el pueblo de Rubio, en Táchira, y que Tovar en Mérida, desplegó una actividad comercial que supera por mucho a la de la capital merideña, como sugiere Jesús Mora Contreras en su mencionado trabajo.

Sumado a ello, hizo que capitales privados emprendieron la construcción del llamado Gran Ferrocarril del Táchira y del Ferrocarril de La Ceiba, aunque, tiempo después, el primero gozó de privilegios dados por el estado para fomentar su uso, y que terminan elevando los costes sobre el transporte, como reseña Elma Hernández Amaya.

Todo lo mencionado es lo que a su vez conduce a que en 1921 se realizara en el Táchira el primer Congreso de Agricultores, Ganaderos, Industriales y Comerciantes de Venezuela, como apunta Mora.

Es pues, el café, el motor de desarrollo que perdura más o menos hasta la segunda mitad del siglo XXI en Venezuela. Todo un proceso que condujo a que se creara de manera espontánea y descentralizada una red comercial que se extendía hasta suelo colombiano y que colocó a los estados andinos en boca de capitalistas de Europa y Norteamérica, a la vez que sus habitantes iban mejorando su calidad de vida.

En la mira: hombre cobarde no baila con mujer bonita

Por Ricardo Guanipa d’Erizans.

El régimen desde ya esta promoviendo el desanimo entre los venezolanos para evitar que salgan a votar el próximo 28 de julio, una en la que la única forma en que gane Maduro es a través de un gran fraude electoral, algo común en la cleptocracia socialista chavista que ha vivido en 25 anos de dictadura de la trampa y el robo.

Sin embargo, el indolente del exrector del CNE, Vicente Diaz, aseguró el lunes que es imposible que el CNE pueda alterar los resultados el 28 de julio, a lo que solo queda pensar que ese caballero es un bandido o retardado mental. Además, se le vio la costura que fue cómplice del fraude electoral que le arrebató la presidencia a Henrique Capriles en el año 2013. Diaz debería estar preso por cometer crímenes electorales, y ahora le tiende la cama a Elvis Amoroso para que se robe las elecciones con la misma facilidad que se robó miles de millones de dólares mientras ocupó el cargo de Contralor General de la República Cleptómana Bolivariana.

Pero nunca faltan los Escarpándolas; si se los meten, gritan, o, si se lo sacan, lloran. El que entendió, entendió. Por ejemplo, Diosdado Cabello, quien pedía a gritos que les levantaran las sanciones —cosa que hizo parcialmente la Unión Europea hace una semana—, ahora resulta que no quieren que les levanten las sanciones y exigen que se las vuelvan aplicar con todo el rigor de la ley, claro, quieren tener excusas para evitar la invitación a los miembros de la UE asistan como observadores al gran fraude electoral del 28 de julio.

No obstante como si fuéramos pocos ahora pario la abuela, con esto me refiero a que hay un sector dentro de la oposición, legitima y genuina, que están anunciando que se esta generando una matriz de opinión de triunfalismo de Edmundo González buscando crear una falsa expectativa. Ante esto, tengo que decir que yo no lo creo así, pues una cosa es crear una criminal campana de falsa expectativa y otra muy distinta es transmitir optimismo, esperanza y fe; en esto último si creo yo y me trae a la mente una expresión que se usa entre jugadores de golf cuando se tira al hoyo pero el tiro te queda corto: “Hombre cobarde no baila con mujer bonita” —y eso es verdad, el pesimista no las invita a bailar porque piensa que le van a decir que no, el miedo los invade y les pone límites—.

Yo si creo que hay una buena posibilidad para derrotar al régimen el próximo 28 de julio si en cada mesa un representante de la oposición exige la acta de votación y se envía a un centro de totalización con la presencia de observadores internacional para dar fe y garantía a la transparencia del proceso, yo se que tenemos todo —absolutamente todo— en contra, llamase autoridades electorales, los militares y su plan República, observadores falsos pagados por Maduro y las maquinas tramposas del CNE, pero, aun así, los venezolanos no somos menos que otras nacionales que se sacudieron al yugo opresor como las dictaduras militares en Chile, Bolivia, Argentina, Panamá, entre otras, incluyendo a Haití. Y no se trata de crear falsas expectativas, se trata que para salir de están cleptocracia drogadicta y terrorista es responsabilidad de todos dentro y fuera del país, ya sea aportando recursos para los que están adentro del país, como desde afuera denunciando en todo nivel a los responsables del fraude del 28 de julio para que sean sancionados e incluso tratar de introducir en tribunales denuncias crimínales en contra de los responsables.

Pienso que destruir la esperanza de los venezolanos optimistas que han concentrado su fe para que ocurra un milagro el 28 de julio es un acto de bajeza, porque con amigos así para que necesitamos enemigos chavistas. El que calla no siempre otorga, el que calla a veces su silencio se convierte en un estruendoso grito de libertad. Amanecerá el 29 de julio y veremos. Esto es una guerra entre el bien y el mal y por eso siempre me verán bailando con la más bonita de la fiesta.


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El itinerario filosófico de Paul Ricoeur: hermenéutica y fenomenología

Por Ilxon R. Rojas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

El texto tiene como propósito mostrar las líneas generales y las ideas más preponderantes en el pensamiento filosófico de Paul Ricoeur, tomando como hilo conductor la continuidad entre las dos grandes etapas que marcan sus investigaciones, y sin que por ello, no queden resaltadas algunas matices relevantes que se ubican entre ambas; la primera etapa, a la convenimos en llamar “etapa fenomenológico-antropológica”, abordamos su trilogía denominada “Filosofía de la Voluntad”, donde mostramos su preocupación por el problema de lo voluntario y lo involuntario, el problema del mal y los tópicos del reconocimiento y la fiabilidad; en su segunda etapa, la etapa hermenéutica, se muestra principalmente la relación entre la temporalidad y la narración, aunque no exclusivamente, pues se considera que esta etapa comprende una variación muy grande entre unas obras y otras obras que también son muy importantes, como es el caso de los aportes presentes en “La Metáfora Viva”, en “Freud: Una interpretación de la cultura”, así como en “Si Mismo como Otro”.

En virtud de todo ese recorrido, se implementa un estilo de investigación que permitirá mostrar, sin mayores disquisiciones teóricas, los contenidos concretos de los temas principales. Razón por la cual nos apoyamos tanto en los propios textos del autor, como de una serie modesta de libros, revistas y artículos especializados en la materia, así como el apoyo de enciclopedias filosóficas.

De modo que, en ese contexto, el desarrollo a continuación tiene la cualidad de un texto investigativo y sintético más que uno de tipo argumentativo, aunque esto último, aparte de la reflexión exigida, haga algunas apariciones cruciales. Este es un estudio que por supuesto se sitúa muy lejos para figurar como un estudio completo, ya que para ello sería menester un trabajo muchísimo más sustancial y exhaustivo.

1.  Etapa fenomenológica-antropológica.

Esta etapa de Ricoeur está contenida en su primera trilogía titulada “Filosofía de la Voluntad”, que contempla tres volúmenes, el primero titulado “Lo Voluntario y lo Involuntario”, el segundo titulado “Finitud y Culpabilidad” y el tercero llamado “Simbólica del Mal”.

En el primer volumen, se propone la construcción de una fenomenología de la voluntad, en la que pretende superar aquella afirmación existencialista de que hay una antítesis radical entre la conciencia, (el ser para sí) y la materialidad (el ser en sí), diferencias que implican la relación compleja entre la facticidad y la trascendencia, y entre la libertad y la necesidad. A juicio de Ricoeur, las dimensiones voluntarias e involuntarias de la existencia humana son complementarias. Lo voluntario se define por tres estructuras: la decisión, la elección y el paso a la acción, al contrario de lo que plantea el existencialismo, al fondo del cual la decisión no implica ninguna de estas cosas, pues para esta filosofía, un individuo, por mucho que crea estar determinado por estructuras que le trascienden, siempre está eligiendo, decidiendo incluso en aquellas ocasiones en las que actúa de manera no deliberada o involuntaria.[1]

Pero para Ricoeur, hay una coimplicación entre estas tres dimensiones de lo voluntario y el carácter encarnado de nuestra existencia. El cuerpo para nuestro autor es el órgano de nuestra acción. No existe una armonía perfecta entre lo voluntario y lo involuntario, la libertad del ser humano es siempre finita y su existencia es una lucha constante, una tensión entre lo voluntario y lo involuntario. De tal forma que toda existencia, estriba también en ser capaz de asumir que hay un mundo que no tiene porqué coincidir con nuestros deseos.[2]

En el segundo volumen de la filosofía de la voluntad (Finitud y Culpabilidad), Ricoeur ya presenta un tema que iba a ser central en el último volumen: la posibilidad de usar nuestra libertad para hacer deliberadamente el mal. Un problema que por supuesto estaba planteado ya en el existencialismo.

En ese texto, se examina el actuar de la gente que hace el mal deliberadamente y se compara con la noción del mal en el pensamiento grupo. Para los filósofos socráticos, hacer el mal con deliberación es una cosa impensable, pues para ellos nadie hace el mal a sabiendas, es decir, el criminal actúa siempre conforme a un bien percibido o aparente; todos los actos malos siempre encuentran una justificación en su actor, y desde el punto de vista subjetivo, este actor actúa conforme a un bien por muy ilusorio que el bien en realidad sea. Sin embargo, para los tiempos de la segunda guerra mundial, se puso sobre la mesa el acto malvado de por sí, lo que en palabras de Hannah Arendt luego se llamaba “banalidad del mal”.

Para Ricoeur, la posibilidad del mal deriva de la desproporción básica que existe entre la naturaleza finita de la experiencia y las dimensiones infinitas de la percepción, la práctica y el sentimiento, y de ese contraste, de esa desproporción, surge la fiabilidad humana, que al mismo tiempo hace posible el error y el acierto, la bondad y el conocimiento. La falibilidad nos distingue a los unos de los otros, cada uno de nosotros tiene su ubicación espacial y perspectiva única, y gracias a esa diferencia podemos entrar en diálogo, en conexión trascendiendo nuestra perspectiva individual[3]. La falibilidad por lo tanto, nos permite actuar en el mundo, comunicarnos y ponernos en el lugar del otro. La unidad de la humanidad, que ha sido postulada por los humanistas que identifican a esta identidad con el bien supremo, es una unidad basada únicamente en la comunicación. Solamente porque podemos comunicarnos y establecer nuestras diferencias, podemos apuntar a ciertos elementos en común.

En el fondo esto no es una respuesta para el problema del mal, un problema que pretendía ser tratado a fondo en su tercera parte de su “Filosofía de la Voluntad”. Pero también, quizá se trata de un problema imposible de resolver. Ricoeur a lo máximo que aspiró en esta primera trilogía fallida, es a ofrecer, a nuestro juicio, unos rudimentos de su comprensión de su reconocimiento, de su historia y encarnación.

En cuanto a este reconocimiento, Ricoeur subraya que esa unidad comunicativa de la humanidad consiste en la búsqueda de estimación. Todos los seres humanos se caracterizan por su búsqueda de ser estimados y reconocidos. Esta búsqueda apunta por lo tanto a una suerte de reciprocidad mutua que expresa el aprecio que cada uno siente por su humanidad común y su singularidad individual. Sobre este tema va a regresar en sus últimos años en un libro titulado “Los Caminos del Reconocimiento”, en el que se refiere a la posibilidad de un reconocimiento recíproco que vaya más allá de puro intercambio o transacción comercial, esto es, un reconocimiento más allá de la comprensión del otro como un individuo que nos satisface dándonos ciertos bienes o servicios.[4]

Por otra parte, cabe hacer notar que además de estar ya tocada la noción del reconocimiento en la mentada primera trilogía, también está apuntada la relación entre narración e historia. Un tema sobre el cual se abocará luego en su segunda y última trilogía, una obra magna que a nuestro parecer, reúne las reflexiones más brillantes de todo su itinerario filosófico.

Los primeros acercamientos a dicha relación, presentan un Ricoeur que concibe la historia como algo que no está ni completamente abierto ni completamente cerrado, más bien hay un orden y una estructura en la historia que se transmite no tanto a través de los hechos sino a través de la narración. De esta forma Ricoeur, supera el historicismo de aquellos que creen que existe una necesidad histórica que obliga a que ciertos sucesos ocurran de determinadas formas y no de otras. Para nuestro autor, en realidad la sensación o apariencia de necesidad es fruto de la forma en la que narramos esa historia.[5] Por lo tanto, ella tiene un componente que la hace inteligible, es decir, la narración que hacemos de ella, pero a la vez está abierta a razón de que en el mismo momento en que ordenamos la historia conforme a la narración, nos preguntamos si es posible que determinados sucesos no hubieran sucedido o que hubieran sucedido de otra manera.[6]

Por otro lado, a la par con la problematización del reconocimiento y la historia, Ricoeur plantea desde ya, en esta primera trilogía, la cuestión de la encarnación natural y cultural. Donde aclara que no es posible la libertad sin una cierta necesidad natural-cultural; los seres humanos son libres, en la medida en que pueden intervenir en procesos naturales y culturales que no obstante tienen su propia eficacia causal: “lo que decimos y hacemos no tendría sentido sino encajase en patrones o estructuras antecedentes establecidas por procesos naturales o culturales”[7]. Nuestras palabras y nuestras acciones obtienen su significación por lo tanto, en respuestas a esos contextos que no son completa creación nuestra, pues lo que decimos y hacemos en esos contextos está determinado por patrones y estructuras por lo menos de manera parcial. Nuestro ejercicio de libertad siempre es finito, como se dijo antes, y tiene un valor y una eficacia limitada en la medida en que siempre vivimos, actuamos y pensamos de manera encarnada en ciertos entornos naturales y culturales que nos son dados.

Por último, otro de los temas que Ricoeur apunta en esta trilogía inicial y luego retoma, es la cuestión de la opacidad de cogito: nuestras intenciones y nuestros deseos no nos son completamente transparentes sino que en ocasiones nos engañamos acerca de lo que queremos o deseamos, de tal forma que la propia esencia del yo no debe buscarse tanto en la introspección como si en los signos depositados en la memoria y la imaginación, y especialmente en las grandes tradiciones literarias asumidas[8].

Creemos que en en este pasaje de la trilogía inicial de Ricoeur que se encuentra la semilla del posterior “giro lingüístico”, pues cuando está diciendo que la esencia del yo no estriba en el conocimiento transparente que uno tiene de sí mismo en la introspección sino en los signos concretados en la tradición literaria, artística y cultural, lo que está sugiriendo es que la mejor forma de comprendernos a nosotros mismos es plantear una metodología adecuada para apropiarnos y comprender esa tradición literaria y artística.

2.  Etapa hermenéutica.

Para comprender sus inicios hermenéuticos, hay que volver al problema de la existencia del mal, pues en su ensayo “Simbólica del Mal”, expone desde ya este problema desde una distancia que no es fenomenológica sino más bien hermenéutica, es decir, la da un tratamiento al mal no como un problema de la voluntad sino como un problema simbólico. Se pregunta ¿Cómo las diversas tradiciones artísticas, literarias y culturales han respondido a la existencia del mal? ¿Cómo las diversas culturas y sociedades han dotado de sentido aquello que aparentemente carece de tal cosa?

El mal y el sufrimiento en principio no parece tener explicación, no tiene un porqué, sin embargo los seres humanos a los largo de la historia le han dado un significado a través de símbolos y mitos que hablan del origen y el fin de la humanidad. Este lenguaje es simbólico en la medida en que transmite múltiples significados, pues lo definitorio del lenguaje simbólico es que está abierto a la interpretación; siempre pueden entenderse de diversas maneras.[9] Así es como Ricoeur, queriendo abordar el problema vislumbra el carácter abierto que tiene el lenguaje y la necesidad de que la filosofía aprenda del símbolo, de la forma en que se nos aparecen su fusiones.

Pero el hecho de que los símbolos estén abiertos a interpretación, hace que el símbolo de que pensar, por el hecho de que el pensamiento tenga su origen en la simbolización de la realidad. Ricoeur cree que si la filosofía toma en serio esta lección debe por lo tanto enfrentarse a lo que es el problema de la “plenitud del lenguaje”, un problema que consiste en que los usos del lenguaje se extienden más allá de las palabras y las oraciones utilizadas.[10]

Aunque muchas de las palabras que se pronuncian nunca han sido escuchadas nunca, se puede comprender porqué la capacidad de comprensión de un hablante competente es indefinida. Esto es lo característico y definitorio del lenguaje. Podemos decir que alguien conociendo un lenguaje es capaz de comprender significados de palabras y frases que hasta entonces nunca había llegado a escuchar. Pero ¿cómo abordar esa plenitud del lenguaje sin reducir a este a su plenitud proposicional? Pues mediante la construcción de una teoría de la interpretación, una teoría que tenga en cuenta que el discurso nunca es unívoco sino que siempre está abierto a diversos puntos de vista y a diversos significados atribuidos por distintos hablantes en distintos contextos.[11]

a.  La hermenéutica de la sospecha.

Ricoeur distingue entre dos tipos de hermenéutica: la hermenéutica de lo simbólico, que es la hermenéutica que pretende reconstruir los posibles significados de una oración o de un mito, y la hermenéutica que no busca reconstruir un significado primigenio sino que sospecha acerca del propio concepto de lo primigenio, del origen. Esta hermenéutica de la sospecha es la característica de los tres grandes pensadores del siglo XIX según nuestro autor: Marx, Nietzsche y Freud. Ellos son los “Maestros de la Sospecha”, expresión acuñada por Ricoeur en su libro sobre Freud.[12]

En este libro afirma que lo característico y lo definitorio de estos autores es que su hermenéutica de la sospecha subraya que nada significa lo que aparentemente significaba; que hay unos significados ocultos detrás de los mensajes, los lenguajes o acciones que debe ser descifrado o desenmascarado; el lenguaje es una máscara que debe levantarse, pero no para buscar un significado primigenio sino para cuestionar la propia idea de lo originario y de lo primigenio.[13]

En este mismo libro, parece que Ricoeur ya está tomando postura frente al estructuralismo. Para el estructuralismo el significado de los términos lingüísticos, no radica en la referencia que hacen a un mundo extralingüístico sino en las diversas contraposiciones o relaciones que mantienen entre sí esos signos. La mayor parte de los estructuralistas defienden una historia de la filosofía sintomática y problemática donde lo importante no es analizar lo que han dicho los autores sino lo que han dejado decir. Se trata por tanto, de ver que hay detrás de lo expresado o de lo no dicho en sus discursos.[14] Los estructuralistas están interesados en profundizar en las estructuras más allá de las apariencias superficiales sin desbordar la propia forma de la estructura abstracta descrita por ellos.

b.  Críticas de Ricoeur al estructuralismo.

El estructuralismo es interesante en la medida en que se puede emplear para analizar cuáles son las estructuras generativas de la realidad social, lingüística, psicosocial, etc. pero según Ricoeur, se yerra en su pretensión de convertirse en una suerte de kantismo pero sin subjetividad ni conciencia, es decir, una teoría de objetividad que no tiene sujeto, como vemos en el caso, por ejemplo, de que se conciba la muerte del hombre como sostiene Foucault; o la muerte del autor, en el caso de Barthes. Según Ricoeur, esta es la razón de por qué no se plantean la posibilidad de agencia o la libertad.[15]

Otro gran error de los estructuralistas, es no tener en cuenta el tiempo, descartar la posibilidad del cambio y creer que las estructuras analizadas por ellos son estructuras estáticas y atemporales, ahistóricas, cosa que les impide dar cuenta de cómo esas misma estructuras generan los fenómenos de la superficie.[16]

Estas críticas de Ricoeur al estructuralismo están principalmente compiladas en dos obras. En “El Conflicto de las Interpretaciones” y en “De la Interpretación”, donde critica el estructuralismo lingüístico de Saussure. También, en el libro sobre Freud, además de acuñar la expresión “Maestros de la sospecha”, tal como hemos explicado arriba, analiza como en Freud están presente todos los defectos del estructuralismo, en especial en su teoría de la cultura expresada en el “Malestar en la Cultura”, la cual, según nuestro autor, no es capaz de comprender la creatividad y la capacidad humana.[17]

La tesis estructuralista que enfrenta Ricoeur, si bien pretende comprender los discursos de la lingüística, la economía, la política, la psicología, etc., como unos sistemas cerrados expresados por signos, son signos que no hacen más que referirse unos con otros y a definirse diferencialmente por sus cualidades internas y que nunca refieren a la realidad extralingüística, desatendiendo así a las entidades que están por fuera de su propio sistema.

Frente a esa concepción estructuralista del lenguaje, Ricoeur se apoya teorías de lingüistas como Emil Benveniste y Roman Jakobson, para los cuales, los discursos son básicamente un sistema que permite a alguien decirle algo a alguien, pero que sin esa referencia extralingüística y pragmática del diálogo, que comprende la interacción comunicativa con un otro, no es posible la existencia del lenguaje, y con ella el significado, la intencionalidad, etc.[18]

En síntesis, el lenguaje por lo tanto no puede ser otra cosa que un sistema de signos que usa alguien para comunicarse con otro alguien, con arreglo a una serie de reglas fonéticas, sintácticas y léxicas, así como estilísticas que si bien son existentes también son maleables, pero que no son fijas, pues hay un componente de creatividad y de transformación del lenguaje que los estructuralistas no contemplaban.

Aquí podemos vislumbrar algo importante, si bien como dijimos: todo discurso está abierto a nuevas interpretaciones, también, toda buena lectura, para Ricoeur, obliga al intérprete a cuestionarse a sí mismo pues hay algo así como un “mundo del texto” que está frente a él y no detrás de él, y que debe ser explorado por la imaginación y la contrastación de las interpretaciones.[19][20] Para Ricoeur siempre hay una realidad (que no es mística ni teológica) fuera de los textos que es existente, y que aunque tengan interpretaciones que sean mudables, refieren siempre a una realidad objetiva.

c.  La metáfora viva.

Entramos aquí en pleno tratamiento que Ricoeur da al discurso simbólico. Una metáfora viva es un tipo de discurso que dice más de una cosa al mismo tiempo; es un discurso simbólico. Para Ricoeur es evidente que el significado del lenguaje como un todo trasciende siempre a sus partes, pues a diferencia de las proposiciones, que afirman o niegan, las metáforas vivas dicen y niegan al mismo tiempo, y a través de este tipo de lenguaje poético y metafórico se redescribe la realidad. Esto es así porque la verdad de estas metáforas vivas no consiste en la verdad por correspondencia sino en la verdad por manifestación.[21]

A partir de este esquema de comprensión de las metáforas vivas y de los símbolos, Ricoeur escribe su trilogía de los años ochenta sobre el tiempo y la narración, que abordaremos al final. Pero conviene adelantarnos a mostrar que es allí donde analiza los diversos discursos, narraciones o relatos entre los cuales podemos destacar tres tipos: el discurso narrativo, el discurso religioso y el discurso político.

El discurso narrativo. Este discurso es esencial en la construcción de la historia, en la medida en que solventa en términos prácticos el conflicto aparente entre los tipos de tiempo estudiados por Bergson, esto es, el tiempo objetivo, que es el tiempo cósmico o de los relojes, y el tiempo subjetivo, que es el tiempo de la vivencia. Pero es la narración en Ricoeur donde se logra la conciliación de esos dos tiempos, permitiendo la construcción de un tiempo humano-histórico.[22]

El discurso religioso. Este discurso, por su parte, se define por su pluralidad ya que no hay similitud entre las leyes, los himnos, las profecías, las parábolas y los salmos que se hallan contenidos en sus adentros. Debido a que lo característico de todos estos discursos es que los religiosos nombran a Dios cada uno a su manera y con una suerte de círculo hermenéutico. Para Ricoeur, el discurso religioso, es el que mejor ejemplifica esa circularidad hermenéutica porque tienen como objetivo primordial la manifestación de unos textos sagrados cuya sacralidad toma sentido en virtud de las propias interpretaciones que este ofrece, es decir, que son discursos autocontenidos.[23] Esto se puede ver con la siguiente fórmula: una cosa es cierta porque lo dice tal libro sagrado y porque lo dice tal libro sagrado es cierta. Es un círculo en el que las autoridades se justifican por las interpretaciones y las interpretaciones se justifican por las autoridades.

El discurso político. Lo característico de los discursos políticos es que es un tipo de discurso especialmente frágil, porque a la vez que la política constituye un campo específico de la sociedad, contiene y afecta a todos los demás campos. Así también, por el hecho de que es un discurso plagado de su carácter retórico, pues lo que pretende es lograr el convencimiento. Así, el objetivo no es alcanzar una verdad objetiva sino la persuasión. Aquí Ricoeur está reconociendo que en el campo político no hay resultados finales o soluciones definitivas, lo único que hay son modo de persuasión y de seducción para ciertos problemas y conflictos que aparecen y reaparecen una y otra vez.[24]

La política, dice Ricoeur, es una dialéctica entre la ideología y la utopía. La ideología es el tipo de discurso de aquellos que están en el poder y aquellos que quieren hacerse con el poder; es aquello que opera siempre buscando construir puentes entre lo dicho y lo hecho, entre lo que se afirma y lo que realmente sucede. Mientras que la utopía es un ejercicio de imaginación de un mundo más allá de toda ideología, un mundo en que las diferencia ideológicas se vuelven cada vez más evidentes hasta el punto de que obligan a la reconciliación de lo hecho con lo dicho.[25]

d.  Sí mismo como otro.

Este es un tema interesante que Ricoeur plante al final de esta su última trilogía: el tópico de la identidad narrativa, en el que propone, entre otras cosas, que la identidad personal se define narrativamente; esto significa que cuando preguntamos por alguien, estamos preguntando por la narración que define la biografía de ese alguien.

Esto constituye una respuesta a las interpretaciones defectuosas del cogito cartesiano que ha hecho la filosofía contemporánea. Por lo que en la obra “Si mismo como otro”, sostiene que se ha interpretado al cogito cartesiano en términos demasiado fuertes o demasiado débiles. Donde una interpretación demasiado fuerte del cogito consiste en comprender a ese cogito como una cosa, como una sustancia ya dada, mientras que una interpretación demasiado débil tiene que ver con comprenderlo como sigue: o bien al estilo kantiano, que termina reduciéndolo a pura forma lógica; a un mero “yo pienso”; o bien al estilo estructuralista, que termina reduciéndolo hasta convertirlo en algo prácticamente inexistente.[26]

Frente a estas concepciones de lo que llama “cogito quebrado”, Ricoeur dice que el tipo de sujeto al cual nos encontramos en las narraciones, es un “cogito herido” que no obstante se desenvuelve temporal e históricamente. Dice que el cogito que nos encontramos en las narraciones es el de una persona que es capaz de atestiguar su propia existencia y responsabilizarse de sus acciones. Siendo así, en la única medida en que podemos hablar metafísicamente de este cogito es en los términos de acto y potencia y no en los términos de sustancia. Esto hace pensar entonces, que en la filosofía del lenguaje para estudiar el yo, ese cogito, debe acercarse a él desde el hecho de que se trata de una subjetividad y no una mera cosa.

En definitiva, el discurso que define al yo, al sujeto como individualidad característica del cogito, no es la fórmula “pienso, luego existo” sino que, en palabras de Ricoeur, debe ser un “creo en algo, luego existo” pues la certeza característica de la subjetividad es convicción vivida más que una certeza lógica o científica.[27]

Otra cosa que vale la pena destacar del libro, es la distinción que hace Ricoeur entre dos tipos de identidad: la identidad ídem y la identidad ipsem. La identidad ídem es la característica de los objetos que nunca cambian, y es una identidad proyectada desde afuera, es la “idemtidad” propia de los objetos inanimados. Por contraposición se halla la identidad ipsem o la “ipseidad”, que es aquella identidad que consiste en la igualdad de la consciencia de esa “idemtidad” a través del tiempo y del cambio. Para el caso de la identidad en los seres humanos, se habla de una especie de mezcla o conjugación entre estas dos identidades, es decir, entre una “idemtidad” dada por los demás desde fuera, y una “ipseidad” constituida por nuestras intenciones, responsabilidades y autocomprensiones.[28]

A partir de esta mezcla compleja entre “idemtidad” e “ipseidad”, Ricoeur construye lo que él denomina su “pequeña ética”. Una ética cuya propuesta fundamental es apuntar a una forma de buena vida en el contexto de instituciones justas. Aquí es importante resaltar que este estadio de su pensamiento, se verifica su preocupación por la ética, entendiendola en sentido teleológico para la búsqueda del bien; sobre la moralidad entendida como la práctica de construcción de reglas, o sea, una actividad normativa.

Es interesante ver como respecto a esto último, Ricoeur concibe la estructura ética de la acción humana de forma triple: por un lado se encuentra la norma ética, por otro, esa norma tiene que concretarse a través de intenciones, y en luego esas intenciones tienen que tener en cuenta la prudencia (frónesis aristotélica). Es aquí donde encontramos las bases de su “pequeña ética” en el que el ideal es la reciprocidad, en el que todas las partes involucradas en la acción se reconocen y se autoestiman como individuos con “idemtidad” e “ipseidad”.

Conclusión

Ricoeur es uno de los filósofos más complicados y también más malinterpretados del siglo XX, en el sentido de ser catalogado como parte de los sectores conservadores. Esta vinculación es quizá a razón de que durante el papado de Juan Pablo segundo, la hermenéutica y la fenomenología atravesada por la doctrina cristiana y las posturas trascendentalistas se convirtió en la ideología oficial de la iglesia católica. En parte esto va de la mano de una reinterpretación de Ricoeur bajo la influencia cristiana, como también es el caso de Lévinas o Marion, pero esto no debe servir para quienes denostan de la religiosidad, como una excusa para prejuiciar al pensador. Consideramos que ignorar a Ricoeur es ignorar una gran parte de toda la buena filosofía que se ha producido en el siglo XX y probablemente en toda la historia del pensamiento.

Esto no es una exageración, pues si bien Ricoeur es mucho más conocido por su teoría de la interpretación, al fondo de la cual, entendemos que coincidía con la concepción de Gadamer de que la interpretación es una herramienta necesaria para dar cuenta de nuestra existencia encarnada en discusión con los otros en un horizonte de prejuicios enmarcados en la tradición donde hay una serie de autoridades que pueden ser transformadas o reapropiadas, hay otras de sus ideas, tal vez igual o más interesantes que merecen mejor conocidas y popularizadas.

Una de estas ideas, que traemos a colación por no ser tratadas en el ensayo y también a modo de conclusión, es esa propuesta de Ricoeur acerca de la superación de aquella diferenciación dicotómica fijada por Dilthey entre las ciencias del espíritu y las ciencias naturales, es decir, la diferenciación entre la explicación y la comprensión; esta es una tarea pendiente que deja Ricoeur y que asumimos que tiene que realizarse, pues para él, toda explicación es parte de una comprensión. Si no explicamos la génesis de un texto no podemos comprenderlo, por eso su lema hermenéutico es como sigue: “Explicar más para comprender mejor”.


[1] Villaverde, Marcelino Agís. «Los caminos de la hermenéutica.» Ágora, 2006.

[2] Ricoeur, Paul. Lo voluntario y lo involuntario. Buenos Aires: Docencia, 1988.

[3] Begué, Marie-France. «La Simbólica del Mal de Paul Ricoeur comentada.» Teoliterária Vol. 2 – Nro. 3, 2012: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5363388.pdf

[4] Bonilla, Edwin Alonso Vargas. «Paul Ricoeur y la búsqueda del reconocimiento.» Disertaciones Nro. 9, 2020.

[5] Ricoeur, Paul. Finitud y culpabilidad, traducción de C. Sánchez Gil, introducción de J. L. L. Aranguren, Taurus, Madrid 1969.

[6] La narración histórica, por lo tanto, mientras genera una apariencia de necesidad, nos plantea la pregunta de si es posible la disculpa o el perdón acerca de lo sucedido en el pasado.

[7] Ibíd. p. 77

[8] Ibíd. p. 127

[9] Begué, Marie-France. Op. Cit. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5363388.pdf.

[10] Ricoeur, Paul. Finitud y culpabilidad, Op. Cit. p. 35

[11] Villaverde, Marcelino Agís. Op. Cit. p. 33.

[12] Vease Ricoeur, Paul. Freud: Una interpretación de la cultura, traducción de Armando Suárez, Siglo XXI, Madrid-Buenos Aires 1970. p. 33.

[13] Ibid. pp. 34-35

[14] Ricoeur, Paul. Teoría de la interpretación: discurso y excedente de sentido. Buenos Aires: Siglo XXI, 1995. p. 105.

[15] Higuero, Francisco Javier. «La refiguración del mundo del texto en la propuesta hermenéutica de Paul Ricoeur.» Departamento de Filosofía Teorética y Práctica. Facultad de Filosofía de Barcelona, 2004. p. 15.

[16] Ibíd. p. 16.

[17] Leyendo a Ricoeur es fácil notar como uno de sus objetivos es construir una antropología en la que el ser humano sea un ser capaz.

[18] Ricoeur, Paul. Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, traducción de Pablo Corona, F.C.E, Buenos Aires – Ciudad de México 2001.

[19] Vease Ricoeur, Paul. Teoría de la interpretación: discurso y excedente de sentido. Buenos Aires: Siglo XXI, 1995.

[20] Este es sin duda el punto realista que tiene Ricoeur, pues a diferencia de Gadamer, nunca adoptaría la máxima de “el ser que puede ser comprendido es lenguaje” o la afirmación de Derrida de que “nada hay fuera del texto”

[21] Ricoeur, Paul. La metáfora viva. Trotta, Madrid 1980.

[22] Zarauza, Begoña Rúa. «Paul Ricœur.» Enciclopedia filosófica on line, s.f.: URL: http://www.philosophica.info/archivo/2020/voces/ricoeur/Ricoeur.html.  

[23] Ricoeur, Paul. Freud: Una interpretación de la cultura. Op. Cit. p. 29.

[24] Aranzueque, Gabriel. «Hermenéutica del discurso político: reescritura y utopía en Paul Ricoeur.» Torrosa, 2013: https://www.torrossa.com/en/resources/an/2949628.

[25] Ricoeur, Paul. Sí mismo como otro. Traducción de Agustín Neira, Siglo XXI, México 1996. pp. 15-22.

[26] Ibíd. p. 23-24.

[27] Ibíd.

[28] Ibíd. p. 351

Para todo el mundo

Por Leroy Garret (@Lerogarrett).

Nos viene de mucho antes de la agresión de Caín a Abel, es parte de nuestra esencia fantasear ante los hechos, cubrir aquello que nos enorgullece con el manto de la leyenda, Aquiles es intrínsecamente ligero de pies porque tiene la casta de los Dioses. Nada más se discute.

¿No se podría esperar más de Superman? ¡Si viene de Crypton! 

Nuestra mente fábrica mitos, y ellos son hijos mayoritariamente de las desgracias.

Queremos elegir, añoramos participar, cambiar el país, es intrínseco en nosotros hacerlo, somos una etnia democrática. Pero una cosa es hacerlo y otra es si la manera impuesta respetará nuestra voluntad de elegir expresada en quien saque más votos.

Todo fue turbio antes del alumbramiento del Dr. González como candidato de la unidad, aún no sabemos quien lo propuso, quien motorizó y convenció en lograr el consenso, sabemos que le encanta a Rosales, y ya eso para este cronista, como para cientos de miles de Venezolanos más, es en si misma una tragedia.

La “pobrecita” Maria Corina, por quien se llora por lo que le hicieron al inhabilitarla, y quien a lo largo de la dictadura, a puños, piedras, templones de pelo, mentadas de madre y lidiar con la variopinta estructura y función trófica de las comunidades de organismos que habitan en la oposición, ha aprendido a operar y moverse, ella declina insistir en ser candidata por el bien inestimable de la unión. Se reserva para cuando desaparezca el gran elector, aplaza el final y evita ser otra Capriles; ¡Bravo!

Pero la pregunta de las sesenta mil lochas es: ¿Este señor González podría ser electo? Veamos las condiciones prevalecientes:

1- El registro electoral nada han mejorado desde SMARMATIC cometió en nombre de Chávez el pecado corruptor original.

2- Las Fuerzas Armadas, titulares del plan república, son el brazo político del partido hegemónico y totalitario de gobierno. Salvo individualidades en el exilio, sin poder de comando, o reposando bajo tierra, o en las ergastulas del tirano, el resto le obedecen ciegamente. 

3- El monopolio de la fuerza que ejercen los uniformados no es tal y es compartido por grupos en armas que oscilan entre el delito y la represión política.

4- Una de las tantas contribuciones maléficas de Chávez, en su afán de destruir la democracia venezolana, fue asegurarse de la muerte de la magistratura civil a la que los militares no obedecen, a menos que sea como Maduro, el Comissar postulado por la nomenclatura cubana, y heredero del caído dictador.

Hay otras consideraciones que tomar en cuenta, como el preocupante estado físico del sorpresivo contrincante del chavismo quien estaría encargado de presidir un gobierno de reconstrucción nacional, el cual demandaría todo el vigor posible, la evidencia de su fragilidad lo hace el contrincante ideal de cara al continuismo.

La otra puñalada que le dio Chávez a la democracia venezolana es cómo el fraude, una vez consumado, es la etapa donde guabinosos  y alacranes esperan con ansia, donde se pasan papelitos, llamaditas y textos con el poder, para que al final, en un lugar determinado y confidencial, se sientan con el mandamás para repartirse los “espacios”, léase gobernaciones, alcaldías, etc.

¿Será por eso que Edmundo es para todo el mundo?

En la mira: la dictadura Putanesca en Venezuela

Por Ricardo Guanipa d’Erizans.

La salsa italiana Putanesca es conocida en el mundo por su sabor tan especial y es precisamente por  su variedad de ingredientes de tomates, anchoas, aceitunas, alcaparras, ajo, perejil, orégano, pimienta, sal y aceite de oliva, esa mezcla de sabores, sin dejar por fuera al queso parmesano, es el resultado de la exquisita salsa Putanesca, según versiones no oficiales, el plato fue elaborado por aquellas personas que trabajaban hasta alta horas de la noche en Italia y lo más rápido y fácil para calmar el hambre era preparar una pasta y aprovechando los sobraditos de alimentos guardados en la nevera, zúas, nace la salsa Putanesca que se fue perfeccionando con los años para hoy convertirse en una refinada y buen elaborada pasta en los mejores restaurantes italianos del mundo.

Sin embargo, salgo de la bueno para entrar en lo malo, pues hay que hablar de la Dictadura Putanesca en Venezuela, me refiero ahora a la variedad de ingredientes políticos utilizados por la mal llamada revolución comunista Bolivariana del cleptómano Hugo Chávez y heredada por el indocumentado Nicolás Maduro, hoy un vulgar narcotraficante fugitivo de la DEA quien ofrece 15 millones de dólares de recompensa por su captura. Pero volvamos al plato político chavista, para alcanzar la Dictadura Putanesca en Venezuela lo primero que tuvieron que hacer fue la eliminación de la libertad de expresión con la confiscación (robo) de medios de comunicación de radio, TV y prensa escrita para sustituirla por un aparato perverso de propaganda al régimen basados en calumnias, sicariato periodístico, confusionismo y difusión de información falsa un ingrediente fundamental para la elaboración de la Dictadura Putanesca.

Claro, antes de eso se había desmoralizado a las fuerzas armadas asesinando la meritocracia, ahora un teniente le daba ordenes a un capitán, un mayor a un general, un soldado a un subteniente, implosionando la línea mando como primer paso donde solo y completamente solo ascendería de rango quienes juraran lealtad a los jerarcas de la Dictadura Putanesca sin importar si tenían méritos o no para subir de rango, pues la lealtad al estado forajido es la única alternativa.

Ya con estos dos ingredientes aplicado a la Dictadura Putanesca se agregó el trafico de drogas para crear el cartel de los Soles con la ayuda de narcotraficantes chef de los carteles colombianos y mexicanos para ello era fundamental un toque de crimen organizado ruso para fortalecer la Dictadura Putanesca.

O todo esto se le dio un chin de mafia China para crear una inmensa estructura de falsificación de dinero, arte, pensamiento, valores, etcétera, no obstante, algo faltaba aun, una fuerte estructura de represión y tortura que le fue asignada a los asesinos de Fidel y Raúl Castro que montaron el más cruel y sanguinaria aparato de dolor en Venezuela operado por asesinos cubanos sin moral ni escrúpulos.

Aun la mesa le faltaba una pata para lograr exportar desde Venezuela celular criminales para atentar en contra de democracias en el hemisferio y era el terrorismo por eso Chávez hace una alianza de terror con Irán y comienza recibir en Venezuela a terroristas musulmanes de distintas organizaciones como Hamas, Hezbollah, Al Qaeda, para instalar una base del terrorismo internacional en el país que pudiera atacar EE. UU. a mediano plazo pero Chávez muerto Maduro siguió los planes de la escuela terrorista que tenia como objetivo ensenar español a la perfección a terroristas iraníes para infiltrarlos en territorio norteamericanos  a través de la frontera sur como inmigrantes venezolanos aprovechando el parecido físico entre los árabes y los hispanos, y así construir células durmientes que pudieran atacar Estados Unidos si no se detienen los planes de la Dictadura Putanesca venezolana.


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Entre guerra y atrasos

Por Leroy Garrett (@lerogarrett).

En modo de alarma, la prensa norteamericana denuncia el plan del dictador ruso Putin —aliado de los criminales que secuestran a Venezuela— de acabar con la guerra de Ucrania usando su arsenal nuclear para destruir los satélites civiles y militares en órbita.

Parte del arsenal militar que occidente ha suministrado a Ucrania es basado en control satelital, entre ellos el arma de mano que diezmó la fuerza área rusa; el lanza misiles javelin.

El resultado de la guerra era inevitable. Putin ha prometido retomar la extensión territorial del antiguo imperio zarista. 

Esto ha forzado a las antiguas naciones bajo la cortina de hierro a solicitar entrar en la OTAN, como mecanismo de defensa ante el oso invasor ruso.

Sin duda una nueva modalidad de armagedon, este escenario de conflagracion sería, de ser posible, quizá la peor pesadilla enfrentada recientemente por la humanidad, con consecuencias impredecibles.

El hecho es que los satélites son responsables de un porcentaje determinante del presente estándar de vida en el planeta, los satélites controlan las comunicaciones, la transportación, buena parte de las aplicaciones de sistemas, en logística y transportación de bienes, servicios, incluyendo el sistema de aviación civil global, en oficinas de gobierno, en corporaciones oficiales, escuelas, hospitales y pare de contar.

La liquidación del sistema satelital tal y como le conocemos sería, en un mundo ya nomas cableado, un pase brutal a una edad de tinieblas, con consecuencias impredecibles pero sin duda apocalípticas.

Sería la primera guerra espacial de la humanidad. Esta amenaza aunque tangible proferida por el carnicero de Moscú, forma parte de la narrativa de seguridad y defensa en occidente, en general, y de los Estados Unidos en particular desde los ochentas.

Ante una Rusia anárquica, post soviética, que pudiera liberar su arsenal nuclear de misiles, amenazando una hetacombe global, el presidente Ronald Reagan propuso el plan de escudo espacial llamado “Guerra de las Galaxias”, aunque tuvo oposición de la mayoría del congreso entonces demócrata, finalmente la agencia fue creada, comenzando desde entonces la investigación y producción del armamento adecuado para esta posible eventualidad bélica. Recientemente, la administración Trump creo la fuerza militar espacial (US Space Force) un establecimiento que ya cuenta con ocho mil efectivos  y que posee la misma misión militar en el mismo escenario de guerra (Espacio).

Importante demostrar que estos domos o escudos antimisiles son parte de la plataforma de defensa Israelí, el cual hace apenas unos días, un mundo bajo asombro, presencio como se repeló un reciente ataque misilistico iraní.

Mientras tanto, Venezuela sigue a espaldas del mundo, esto no es reciente ni una creación chavista, es un inveterado síntoma, hoy, sus habitantes mueren en tierras ajenas o suplican por su vida, hambre, insalubridad, ausencia de servicios públicos, de escolaridad, de libertad de expresión, sin prensa escrita, sus tiranos conspirando entre si pero no peleando campalmente por todos temer a la justicia internacional; el crimen los une, el poder les protege.

El país ha retrocedido setenta años bajo el chavismo, la gente sueña con un cambio político sin condiciones electorales mínimas que dejaron de existir en 1999.

¿Estaremos condenados al atraso eterno?