Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y Teórico del Creativismo Filosófico.
Anoche, casi a las 8:30pm, después de seguir todos los acontecimientos del día, decidí desconectarme de las redes y dedicarme a leer hasta que me diera sueño. Ya sabía lo que iba a pasar, porque, aunque nadie es profeta, a veces el futuro como que se transparenta lo suficiente para algunos. Esta mañana me levanto solo para probar que, lamentablemente, tenía razón.
Hoy, 26 de marzo de 2024, una vez más, el chavismo se ríe mientras observa los saltos y marañas que intentó y sigue intentando hacer la “oposición”, que se ha presentado incompetente, cual barco de papel a la deriva en el océano y en medio de una tormenta dirigido por personas que no han demostrado estar a la altura de lo que requiere la situación y, en su condición, ruegan por milagros, creyendo a su vez que tienen las riendas del futuro, cuando en realidad han sido su propio verdugo, enemiga de sí misma. No podía esperarse menos, viniendo de la clase política que pretende gobernar el país.
2012: “Hay un camino; hay una esperanza”
En el año 2012, con Henrique Capriles a la cabeza, y sin reconocer la naturaleza del régimen, miles salieron a las calles a “recuperar el país” en vano, tras la aun dudosa derrota electoral del personaje en contra de la Mortadela Galáctica, que padecía cáncer en aquel entonces. Tras muchos días de confrontación, Capriles sale a pedir que bailen salsa y se encierren en sus casas, pues, “quería evitar más baño de sangre en su nombre” —como lo expresó el año pasado en un documental—. Yo no me atrevo a juzgar esto último, lo que sí juzgo, y con todo el peso, es el hecho de creer que tanto él, como toda la oposición y millones de venezolanos que le siguieron enceguecidos, tuvieron alguna oportunidad de llegar al poder por la vía electoral, después de años de atropellos a la ya frágil democracia del país.
La afirmación no es vacía, desde la derrota del referéndum del 2007, el chavismo buscó por todos los medios llevar a cabo todos los cambios que quería sin necesidad de apelar a la consulta popular, ejemplo de ello: el estado paralelo que representan las “ciudades comunales” hoy día. Dos años después, en 2009, tras dar rienda suelta a la reforma constitucional, logran conseguir que Chávez pueda ser reelegido indefinidamente, rompiendo con el principio de alternabilidad del poder que rige a todas las democracias del mundo[1]. A todo esto se suman los eventos del 2002, la censura de canales de televisión, la expulsión de trabajadores de las empresas estatales que no se alinearan con sus ideales, la desinformación transmitida desde el discurso político que solapaba los grandes casos de corrupción que con los años harían más ruido, la burocratización de todo proceso administrativo, la centralización del poder, entre otras cosas que no son más que elementos que solo agregaban una raya más al tigre que desde el año 1992 se presentó voraz contra la institucionalidad del país.
Es en este escenario que Capriles y seguidores creyeron que podían llegar al poder. Aún recuerdo aquellas vacaciones de 2012, montado en una bicicleta en las calles de Casanay, Sucre, donde vi a menos de tres metros pasar a Capriles montado en un camión, mientras las cornetas sonaban a todo volumen la música que muchos venezolanos recordarán: “Hay un camino; hay una esperanza”.
Tras regresar las vacaciones, y con el anuncio de la derrota de Capriles en octubre de 2012, ese camino se convirtió en protestas y represión gubernamental a muchos estudiantes y demás personas —fueron semanas en las que intenté ir al liceo en medio de todo ello—, para que al final salieran con “cacerolazos”, “bailar salsa”, y “vayan a sus casas”. La cosa siguió, en mayor o menor medida, en 2013 y 2014, con la única diferencia de que con Nicolás Maduro a la cabeza. Esta esperanza, terminó siendo la primera desilusión sentida a nivel nacional —hubo muchas en el pasado, pero está fue diferente, por lo que muchos pensaron que representaban; yo no me incluyo en ese paquete, pues jamás en mi vida he confiado en políticos—.
2015: “Aquí las cosas cambiaron”
Empeñados en ese camino, en el año 2015 dieron “una derrota electoral” al régimen, al obtener la una mayoría en la putrefacta Asamblea Nacional de Venezuela. Muchos celebraron; aún recuerdo cuando millones de venezolanos salieron a guindar la bandera tricolor con 7 estrellas —u 8, según el gusto y/o la que se tuviera en el momento—, y las palabras de Ramos Allup, quien comenzaría a presidir la institución: “Aquí las cosas cambiaron”, a la cual habían precedido en horas anteriores el haber mandado a sacar las fotos de Chávez y la aberración de imagen “renovada” por el chavismo de Simón Bolívar, y a la cual le prosiguieron unas supuestas “clases de derecho” a los presentes diputados que representaban al PSUV —o afines—.
En un escenario donde no impere el autoritarismo, eso podría haberse considerado una victoria, pero este no fue el caso. No pasó mucho tiempo para que, con interpretaciones legales, el régimen desestimará la Asamblea del 2015 dominada por “la oposición”. Van y vienen argumentos de parte y parte, pero, tal como advierte la teoría e ilustra la practica desde hace mucho tiempo, al final es “El Estado” el que impone al “ley”; el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) chavista emite una sentencia de desacato de la AN2015, por lo cual quedan sin efecto cualquier cosa que emitiera la institución; además, para el año 2017 se crea la Asamblea Nacional Constituyente, que terminó por aprobar leyes a gusto del régimen para poder reprimir a todo el que se le opusiera.
Claramente las acciones del régimen son totalmente ilegales, incluso en la misma ley que ellos han creado, pero, sobre todo, son ilegitimas en lo que respecta a las leyes sensatas de la vida, la verdad y el respeto al prójimo. Sin embargo, no podía esperarse otra cosa, de los barbaros no puede esperarse más que un garrotazo, y es triste que muchos enserio creyeran que le podrían hacer contrapeso al régimen desde el poder legislativo. Para lo único que sirvieron esas elecciones del 2015 fue para dos cosas: (i) ¡Oh, sorpresa!, se le ve otra raya al tigre, ¡Vivimos en dictadura! (…); (ii) ver el show sin rumbo ni resultados —más que corrupción— por parte de la “oposición”.
En este escenario, después de toda la crisis de escasez del 2015 y el 2016 —la época del fororo y la yuca— llegan las protestas de 2017, donde el régimen muestra su peor versión. De estas fechas, recuerdo cuando, tras salir de la universidad, pasé en un transporte —que agarré después de caminar mucho, dadas las trancas por las protestas— en frente de la UNEXPO, en Puerto Ordaz, Bolívar, solo para ver cómo los aparatos de represión del régimen arremetían contra los estudiantes y las instalaciones de la universidad. Esto es algo muy representativo, la presencia de estos funcionarios del mal en las instalaciones de muchas universidades del país transmite un mensaje claro: “no nos importa quienes sean, su edad, sexo, religión, etc., vamos contra todo aquel que se revele” —años después comenzarían a disminuir el presupuesto de estas instituciones, más de lo que ya lo hacían; saque usted sus conclusiones—. Luego de esto, era llegar a la zona donde vivía, donde tenia que pasar caminando sí o sí, porque era zona de guerra cantada contra el régimen —en dos oportunidades casi me agarran a mi—. El final fue mucho peor para los venezolanos: estudiantes asesinados, otros fuera del país huyendo del régimen, e inicia la mayor ola de migración de la historia contemporánea.
2019: El corrupto gobierno interino, con Juan Guaidó a la cabeza
Después de la supuesta victoria del 2015 —y es supuesta en la medida en que no representó victoria alguna—, y la constituyente de 2017, en el 2018 se llaman a elecciones y toda la oposición, por considerar que “el régimen no sale con votos”, llama a abstenerse. En este escenario, ¡Oh, sorpresa! Maduro gana las elecciones, pero se juramenta ante el TSJ, dado que la AN2015 seguían “vigente” —solo en el papel—. Aprovechando el vacío, Juan Guaidó es juramentado “presidente interino” en una plaza de Caracas. El acto es apoyado por toda la “oposición” y por la comunidad internacional, con el entonces presidente de EE. UU., Donald Trump, como padrino. Nuevamente, “hay esperanza”.
Empero, lo único que logró el gobierno interino es llenarse de casos de corrupción y con Guaidó saliendo del país e instalándose en el estado de la Florida, EE. UU., sin dar explicación siquiera de cuales fueron las ONGs que se usaron como medio para administrar los fondos de la “ayuda humanitaria”. A todo esto, se suma que la Asamblea Nacional del 2015 pasó al exilio y, desde allí, ha extendido sus funciones —un sin sentido total—. En el camino, millones de venezolanos siguen yéndose al exilio.
2024: “Nadie nos saca de las elecciones”
Después de tanto, la clase política y millones de venezolanos aun tiene “esperanza” de que el gobierno salga con votos. Aun después de todos los quiebres a los distintos diálogos y acuerdos a través de los años —el más reciente: “el acuerdo de Barbados”— la Plataforma Unitaria, junto a María Corina Machado (MCM), trafican esperanza con una sola consigna: “vamos a elecciones libres”. Algunos se excusan diciendo “en Barinas se pudo”, “en el año 2015 se logró”, así que “solo hay que organizarnos, apelar a la organización ciudadana”, pero donde todos ven rayos de luz, yo solo veo a ciegos que no se dan cuenta de su condición y creen “ver” su entorno.
Aquel personaje que durante años dijo que vivíamos en un régimen criminal —que es verdad— y que “dictadura no sale con votos” —que también es verdad—, desde hace un tiempo para acá dio un giro radical al discurso, en lo que yo entiendo la única diferencia es que antes ella no estaba “liderando a la oposición”, y ahora parece ser que sí. MCM ha sido inhabilitada, el “el régimen tendrá que medirse conmigo y aceptar que solo tiene dos opciones, salir por las buenas o por las malas” —parafraseando—, quedó en solo palabras vacías, porque ni el régimen se medirá con ella y tampoco hay presión para que salga “por las malas” en el escenario actual. En un intento de driblar al régimen, la semana pasada MCM postula a la señora Corina Yoris como sustituta, pero una vez más el régimen impide esta inscripción, solamente porque puede hacerlo.
Ahora, mientras escribía estas líneas, el gobierno dio 12 horas de prorroga para que la MUD pueda postular un candidato, puesto que hasta las 11:59pm del 25 no pudieron, dadas las limitaciones del régimen. Al parecer, lo han hecho, luego de que MCM saliera en vivo diciendo que “nuestra candidata es Corina Yoris, no hay nadie más” —tendrá que tragarse sus palabras—. Todavía existe la posibilidad de que alguno de los candidatos ya inscritos sea cambiado, después de unas que otras acciones juguetonas de la “oposición”, por Corina Yoris —tienen hasta 10 días antes de las elecciones—, o habrá que ver si se mantiene el candidato que ha sido postulado por la MUD el día de hoy, pero esto es, a todas luces, irrelevante. Lo realmente digno de ver es cómo el régimen se divierte con ellos, cual gato que juega con un ratón que cree que puede escapar de sus garras.
El escenario en Venezuela que nadie quiere aceptar
Ninguna tiranía en la historia ha entregado el poder con una sonrisa y ninguna revolución se ha logrado con buenos modales. El camino de las elecciones es solo una cortesía del régimen, porque el resultado, sea cual sea, dado el contexto actual, será el mismo: el chavismo seguirá controlando los hilos del poder, adelante o detrás de la cortina. Solo diré lo siguiente, y con tal expresión queda en evidencia la ingenuidad de toda la ola que defiende “ir a elecciones”: aún si el régimen llega a perder unas elecciones, no van a entregar el poder. Es simple. Es más, aún si entregan la banda presidencial, quienes seguirán controlando todas las instituciones y el aparato delincuencial y/o criminal en el país, serán ellos. Ir a elecciones y creer que se gana, o ganar de verdad, es solo crear un espejismo de cambio en una sociedad que hace ver por qué la “esperanza” es mal vista en ciertas áreas de la mitología —por algo es lo último en salir de la caja de pandora, que contenía todos los males de la humanidad—.
Si bien, ha llegado el momento de decir por qué hasta el momento he dicho “oposición”, entre comillas, pues lo cierto es que nos encontramos en un país donde hay personas que se oponen al régimen de Nicolás Maduro, pero que, en esencia, no se oponen a muchos de sus ideales, que es lo que verdaderamente ha sumergido al país en el abismo donde se encuentra —Venezuela no es un país tercermundista ni “subdesarrollado”, sino uno abismomundista y sin desarrollo—. Esta “oposición” no se opone a nada en el fondo, y por ello constituyen el opuesto que el régimen necesita. Aquel que crea que hay gobernabilidad en este escenario, sea quien sea, y que las cosas van a cambiar para bien con estos personajes, no solo es un supino ingenuo, sino que no ha comprendido nada de lo que pasa en su entorno y, por tanto, aprendido algo de ello.
Muchos, con la excusa de hacer algo, no ven que a veces no se trata solo de “hacer”, sino de “qué es lo que se hace”. Estos años solo se han parecido a un atleta que corre en una caminadora sin parar, sin tomar agua ni alimentarse, donde no se llega a ningún lado, más que a la fatiga y las fallas musculares. Este país tendrá una verdadera esperanza de cambio cuando se apelen a las ideas correctas y vengan acompañadas de las acciones correctas y con las herramientas correctas. Esta posiblemente implique unas elecciones —o no—, pero solo como corolario de un gran mecanismo de transición, no una mera improvisación que responde a la supervivencia, sin ninguna garantía de éxito. Es la realidad, y decirlo no es “darse por vencido”.
“Y tú, ¿Qué propones?”
Algunos se ofenden, y en su desesperación comienzan a atacar a quienes no nos dejamos llevar por las masas y seguimos a personajes porque “ese es el hombre” o “esa es la mujer”, y la pregunta con la que creen ganar todo debate es: “Y tú, ¿Qué propones?”. Estos no entienden que el meollo del asunto no es “proponer cosas nuevas”, sino dejar de apelar a aquellas que se han demostrado ineficaces hasta el momento. En principio, podríamos comenzar por dejar de seguir a las masas y comenzar a tener criterio propio, dejando de defender a los políticos como si fuesen mesías y fueses a solucionar nuestros problemas, y mucho más cuando estos son corruptos y han hecho igual daño al país que aquellos que tienen el monopolio de las armas. Empero, aun en un escenario donde no se tengan respuestas a todas las preguntas, la apelación a la ignorancia no es un argumento para invalidad la crítica al superlativo fracaso que ha obtenido la población venezolana en todos estos años.
Aquellos que se fundamentan en las supuestas luces del pasado, a saber, «se ganaron algunas elecciones», no entienden que la misma naturaleza de aquello que somete a Venezuela no repara en «elecciones». Lo que algunos ven como un «ejemplo» y una «prueba» de que se puede derrotar a la tiranía con elecciones, yo solo veo un ejemplo de que, independientemente de ellas, éstos siempre se impondrán por la fuerza. Entonces, ¿Quién de nosotros se acerca más a la realidad? La fe, contrario a lo que piensan muchos, no es ciega, es una «expectativa segura» de lo que vendrá, tiene un fundamento real, lo contrario es solo un absurdo deseo.
También, hay otros que salen diciendo que aquellos que criticamos no somos agentes de cambio en la sociedad y que no hacemos más que burlarnos de “todos los venezolanos”, cuantas falacias en tan cortas expresiones. La burla real es vender unas expectativas que no pueden cumplir, quienes se burlan de verdad son aquellos incapaces de ver más allá de sus narices, a saber, ustedes. Esto no va de cuentas ganas queremos que las cosas cambien, sino de apelar a las acciones correctas, y las elecciones por si solas no lo son. Y es que, no solo es que la clase política no ha estado a la altura de lo que se necesita, sino que la sociedad venezolana misma no lo ha estado. Si bien, esto último no es un reproche, es una mera descripción de los hechos.
No tengo nada más que agregar, voy a sentarme a ver cómo continua el circo armado hasta el 28 de julio del presente año, vislumbrando una nueva ola de migración masiva tras la victoria, de aure o de facto, del régimen que somete a Venezuela… “Venezuela”, un término que ya no significa más que dolor, el recuerdo de que somos seres sin patria, aun dentro del territorio.
[1] Quiero dejar en claro que yo no soy “demócrata”, pues el sistema democrático está lejos de ser el mejor de los sistemas posibles y, de hecho, se le pueden achacar todos los males del país sin ningún tipo de reparo. Para entender mi postura, leer: “Monarquía, democracia y orden natural”, que es la edición nueva de “Democracia, el dios que fracasó”, escrita por Hans-Hermann Hoppe. Si bien, también aclaro que no comparto al 100% la postura de Hoppe, solo resalto la critica que hace a la democracia. En definitiva, tal sistema solo puede llevar al socialismo, cada vez más radical, por más que muchos intenten defender una postura contraria.