Costa Rica pide a EE. UU. que pause los aranceles ante la preocupación de su sector exportador

El Gobierno de Costa Rica ha solicitado este sábado a la Administración del presidente estadounidense, Donald Trump, que ponga en pausa los aranceles anunciados este pasado jueves mientras continúan las conversaciones acerca de estos gravámenes, a fin de aliviar la preocupación de los exportadores costarricenses y de diseñar una estrategia que permita al país centroamericano hacer frente a este «reto».

«Costa Rica, al igual que otras 184 naciones del mundo, se ve afectada por la reciente decisión del Gobierno de EE. UU. de imponer aranceles a los bienes exportados a ese mercado. Si bien el arancel del 10% correspondiente a nuestras exportaciones es el mínimo, somos conscientes de las preocupaciones que le genera a nuestro sector exportador», ha expresado el ministro de Comercio Exterior del país, Manuel Tovar, en un comunicado en el que ha apelado a «la confianza y la serenidad» de sus «socios» norteamericanos «durante este espacio de diálogo positivo».

Así las cosas, desde Comercio Exterior han solicitado a las autoridades estadounidenses «una pausa en la implementación del incremento arancelario mientras continúan las negociaciones correspondientes», de tal forma que el equipo ministerial pueda trasladar a los representantes del sector productivo y exportador toda la información relativa al «alcance y origen de la medida adoptada por EE. UU.».

Entretanto, el Ejecutivo de Costa Rica ha asegurado que continuará trabajando en la defensa de los intereses del país, la mitigación de los efectos de esta decisión y la protección de la competitividad de las exportaciones nacionales.

En la misma línea, Tovar ha señalado que —en respuesta a una petición de Presidencia— su equipo está trabajando ya en el análisis del contenido y alcance de la resolución adoptada por Trump, así como en la coordinación de «una estrategia para atender este reto y procurar restablecer las condiciones de mercado previas» a la misma.

A este fin, Costa Rica ha emprendido hasta la fecha «acciones puntuales» como la creación de un equipo interinstitucional de alto nivel, la apertura de canales de diálogo con el sector exportador, la intensificación —«de manera muy constructiva»— de las conversaciones con EE. UU., o la diversificación de mercados «con el fin de promover una mayor inserción de nuestra economía en el mundo».

«Tal es el caso de los acuerdos con Ecuador, los Emiratos Árabes Unidos, las negociaciones en curso con Israel, así como las discusiones para sumarnos al acuerdo transpacífico CPTPP, por citar algunos», ha ejemplificado el ministro.

Cabe señalar que este reclamo llega después de que Donald Trump anunciase este jueves la imposición de nuevos aranceles a decenas de socios comerciales que incluyen un mínimo global del 10% y gravámenes a partir del 15% para aquellos países que tengan superávit comercial con el país norteamericano.

Así lo declaró en una orden ejecutiva que mantiene sin apenas cambios las tasas básicas para muchos de los socios comerciales.

El texto, difundido por la Casa Blanca, incluye una lista de casi 70 países, además de la Unión Europea, a los que se aplicarán aranceles específicos que oscilan entre el mínimo de 10% y el 41%, como es el caso de Siria.

Aquellos estados que no figuren en el listado tendrán un gravamen predeterminado del 10% y todos entrarán en vigor —salvo excepciones— el próximo 7 de agosto, según se lee en el decreto firmado por Trump pocas horas antes de la fecha límite original del 1 de agosto.

Trump sitúa entre el 20% y el 25% el nuevo arancel para India si no hay acuerdo comercial

El presidente de EE. UU., Donald Trump, ha afirmado este martes que pretende imponer un arancel de entre el 20% y el 25% a los productos importados desde India, a días para que expire la fecha límite y entren en vigor nuevos gravámenes en caso de falta de acuerdo comercial.

«Creo que sí», ha respondido al ser preguntado a bordo del avión presidencial por un arancel de esa horquilla para Nueva Delhi, en unas declaraciones en las que ha alegado que «India ha sido un buen amigo, pero ha aplicado básicamente más aranceles que casi cualquier otro país».

«Simplemente, no se puede hacer eso», ha agregado de regreso a EE. UU. al término de su visita a Escocia.

Cabe señalar que Trump ha pronunciado estas palabras antes de que este viernes, 01 de agosto, entren en vigor los denominados aranceles recíprocos para decenas de socios comerciales, un aumento que anunció a principios de abril, si bien posteriormente decidió suspenderlos.

Trump afirma que la UE abrió todo su mercado al «libre comercio» con EE. UU.

El presidente de EE. UU., Donald Trump, comentó en una reciente entrevista con Breitbart News su reciente ‘victoria’ con la Unión Europea (UE), en lo que respecta al hecho de que el bloque comunitario haya aceptado todas las exigencias y firmando acuerdos comerciales.

En este sentido, Trump afirmó que desarrolló «una relación muy buena» con la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lo que llevó a un acuerdo que estipula compras por parte de la UE de los productos y energía estadounidenses «por miles y miles de millones de dólares».

El presidente subrayó que los productos estadounidenses exportados a la UE no están arancelados, mientras que los productos originados en el bloque europeo y vendidos en EE. UU. sí enfrentarán un gravamen del 15%.

«Van a gastar USD$ 600.000 millones en equipo militar nuestro, van a gastar cientos de miles de millones de dólares en otro tipo de equipo, y USD$ 750.000 millones en energía», recordó Trump.

Asimismo, aseveró que «es un gran acuerdo» para ambas partes. «Creo que Europa va a estar muy contenta con él. Parecen estar muy contentos y sus mercados están yendo bien», estimó.

En este contexto, evaluó su convenio comercial con Bruselas como «un acuerdo bueno para la paz». «Teníamos a todos estos países y si no hacíamos el acuerdo, habría como una resaca. No habría sido bueno. Pero es un gran acuerdo para EE. UU. y espero que también lo sea para ellos», concluyó.

Por su parte, Von der Leyen también lo calificó de «gran acuerdo», logrado después de «duras negociaciones». «Traerá previsibilidad. Eso es muy importante para nuestras empresas a ambos lados del Atlántico», enfatizó tras la firma del trato el pasado domingo en Escocia.

Trump anuncia un acuerdo comercial con Filipinas con la reducción de apenas 1% a sus aranceles

El presidente de EE. UU., Donald Trump, ha anunciado este martes un acuerdo comercial con su homólogo filipino, Ferdinand Marcos Jr., por el que el país del sudeste asiático «va a abrir su mercado a EE. UU.», mientras que sus productos estarán sujetos en el mercado norteamericano a un arancel del 19%.

«El presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos Jr. acaba de abandonar la Casa Blanca con todos sus representantes», ha anunciado el mandatario estadounidense en una publicación en la red Truth Social en la que ha asegurado que el Gobierno filipino «va a abrir el mercado con los EE. UU., y [con] cero aranceles».

Por su parte, Filipinas apenas verá reducida la tarifa arancelaria que le había impuesto Trump, con una bajada de un sólo punto con respecto al gravamen del 20% decretado por el presidente norteamericano hace menos de dos semanas. Con todo, los dos Estados «trabajarán juntos militarmente», ha señalado el mandatario estadounidense.

«Fue un gran honor estar con el presidente [Marcos]. Es muy respetado en su país, como debe ser. También es un negociador muy bueno y duro», ha asegurado Trump acerca del diálogo que ha desembocado en este acuerdo comercial.

Cabe señalar que Marcos ya se reunió el día anterior con el secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, y con el secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien hizo hincapié en la relación militar entre ambos países, particularmente a través del «tratado de defensa mutua».

El presidente filipino, a su vez, mostró su satisfacción con la alianza con Washington, especialmente «en términos de preservar la paz [y] en términos de preservar la estabilidad del mar de China Meridional (…), incluso me atrevería a decir que en toda la región indopacífico».

EE. UU. pacta con Indonesia un marco para su acuerdo comercial con una bajada arancelaria al 19%

EE. UU. e Indonesia han anunciado este martes un marco para la negociación de un acuerdo comercial entre ambos países por el cual Washington reducirá al 19% la tarifa arancelaria impuesta a las importaciones indonesias, mientras que Yakarta se ha comprometido a «eliminará aproximadamente el 99%» de sus barreras arancelarias para productos estadounidenses.

«EE. UU. e Indonesia han acordado un marco para negociar un acuerdo sobre comercio recíproco con el fin de fortalecer nuestra relación económica bilateral, lo que proporcionará a los exportadores de ambos países un acceso sin precedentes a los mercados de cada uno», reza el comunicado conjunto publicado en la web de la Casa Blanca, que explica que el acuerdo definitivo será completado «en las próximas semanas».

El presidente de EE. UU., Donald Trump, ha accedido de esta manera a reducir al 19% los aranceles a las importaciones del país del sudeste asiático. Además, Washington «también podrá identificar determinados productos que no están disponibles de forma natural o no se producen en el país para una mayor reducción del tipo arancelario recíproco».

A cambio, ambos países abordarán «las barreras no arancelarias de Indonesia que afectan al comercio» con EE. UU., lo que incluye aceptar «vehículos fabricados según las normas federales de seguridad y de emisiones» estadounidenses, así como «los certificados de la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, en inglés)».

Asimismo, Yakarta se compromete a la eliminación de requisitos de etiquetado y «eximirá a los productos alimenticios y agrícolas estadounidenses de todos los regímenes de licencias de importación (…) y reconocerá la supervisión reglamentaria de los EE. UU., incluida la lista de todas las instalaciones cárnicas, avícolas y lácteas estadounidenses».

También en este sentido, «Indonesia eliminará las restricciones a las exportaciones a EE. UU. de productos industriales, incluidos los minerales críticos».

Cabe señalar que los parámetros pactados por ambos países incluyen una serie de acuerdos comerciales entre empresas estadounidenses e indonesias, entre los que se encuentra la «adquisición de aeronaves por un valor actual de USD$ 3.200 millones o de productos energéticos por USD$ 15.000 millones.

Trump anuncia un acuerdo comercial por el que rebaja al 15% los aranceles a Japón

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado en las últimas horas de este martes «un acuerdo enorme con Japón», que invertirá USD$ 550.000 millones y pagará un arancel del 15%, una reducción de diez puntos con respecto al gravamen del 25% anunciado dos semanas antes contra todas las importaciones provenientes del país nipón.

«Acabamos de cerrar un acuerdo enorme con Japón, quizás el mayor acuerdo jamás alcanzado. Japón invertirá, bajo mi dirección, USD$ 550.000 millones en EE. UU., que recibirá el 90% de los beneficios», ha afirmado el mandatario en una publicación en su red social, Truth Social, en la que ha asegurado que los dos países seguirán «manteniendo una excelente relación».

Trump ha destacado que el pacto llevará a creación de «cientos de miles de puestos de trabajo» en el país norteamericano, aunque ha precisado que «quizás lo más importante es que Japón abrirá su país al comercio, incluyendo automóviles y camiones, arroz y otros productos agrícolas, entre otras cosas. Japón pagará aranceles recíprocos a EE. UU. del 15%».

Momentos después, Trump ha declarado ante la prensa que «los aranceles están funcionando mejor de lo que nadie, excepto yo y algunas personas en esta sala, pensábamos que podría suceder», ha afirmado apuntando a los secretarios del Tesoro, Scott Bessent, y de Comercio, Howard Lutnick, a los que ha dado las gracias por ser «aliados increíbles».

EE. UU. anuncia una investigación sobre las prácticas comerciales de Brasil abriendo la puerta a más sanciones

Las autoridades de EE. UU. han anunciado este martes la apertura de una investigación sobre las prácticas comerciales de Brasil para determinar si éstas restringen injustamente las exportaciones estadounidenses al país sudamericano.

Cabe señalar que esto ocurre una semana después de que el presidente Donald Trump amenazase a Brasilia con imponer un arancel del 50% a sus productos, basándose, en parte, en el juicio al expresidente brasileño Jair Bolsonaro por intento de golpe de Estado.

«Siguiendo las instrucciones del presidente Trump, voy a iniciar una investigación en virtud del artículo 301 (de la Ley de Comercio de 1974) sobre los ataques de Brasil a las empresas estadounidenses de redes sociales, así como otras prácticas comerciales desleales que perjudican a las empresas, los trabajadores, los agricultores y los innovadores tecnológicos estadounidenses», ha afirmado el representante de Comercio de EE. UU., Jamieson Greer, en un comunicado de la oficina del representante comercial de Estados Unidos (USTR, en inglés).

De esta manera, Greer ha asegurado que, después de «consultar con otras agencias gubernamentales, asesores autorizados y el Congreso, (…) las barreras arancelarias y no arancelarias de Brasil merecen una investigación exhaustiva y, potencialmente, una respuesta adecuada».

Según el documento, las autoridades estadounidenses buscarán averiguar si Brasil mantiene prácticas o políticas «irrazonables o discriminatorias que suponen una carga o restricción para el comercio estadounidense», concretamente en seis ámbitos: comercio digital, aranceles preferenciales injustos, aplicación de leyes anticorrupción, protección de la propiedad intelectual, compraventa de etanol y deforestación ilegal.

La USTR alega, entre otras cosas, que «Brasil puede socavar la competitividad de las empresas estadounidenses que operan en estos sectores, por ejemplo, tomando represalias contra ellas por no censurar el discurso político», en referencia a la resolución de finales de junio del Tribunal Supremo del país sudamericano, que responsabiliza a las plataformas de redes sociales por las publicaciones ilegales que realicen sus usuarios.

Hasta entonces, estas ‘grandes tecnológicas’ no respondían civilmente por los mensajes antidemocráticos, el discurso de odio ni los ataques personales difundidos por sus usuarios.

La oficina de Greer también aqueja sus hipótesis según las cuales Brasil «concede tipos arancelarios preferenciales más bajos a las exportaciones de determinados socios comerciales competitivos a nivel mundial» entre los que no estaría EE. UU., así como que el país sudamericano «ha renunciado a su voluntad de conceder un trato prácticamente libre de aranceles al etanol estadounidense».

Bruselas examina las exigencias de EE. UU. para un acuerdo antes del 9 de julio

La Comisión Europea ya examina la última oferta de EE. UU. para alcanzar un acuerdo antes del 9 de julio, cuando finaliza la tregua arancelaria, y ha expresado su voluntad de negociar un pacto con Washington, aunque reconoce que todos los escenarios están sobre la mesa.

En rueda de prensa tras la cumbre europea en Bruselas, la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha confirmado que Bruselas ha recibido este jueves el último documento de EE. UU. para negociar un acuerdo sobre el choque arancelario antes de la fecha límite.

«Nuestro mensaje hoy es claro. Estamos dispuestos a llegar a un acuerdo. Al mismo tiempo, nos estamos preparando para la posibilidad de que no se alcance un acuerdo satisfactorio», ha argumentado la presidente comunitaria.

En ese caso, Bruselas defenderá el interés europeo según sea necesario, ha incidido. «En resumen, todas las opciones siguen sobre la mesa», ha señalado Von der Leyen.

Tras la cumbre tanto Francia como Alemania se han mostrado pragmáticos para cerrar un acuerdo rápido que de certidumbre a Europa. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha defendido que está en el «interés propio» de la UE lograr una «clausura rápida» de un acuerdo con Washington, puesto que mientras no se cierre un pacto se aplicarán «aranceles exorbitantes» a los sectores europeos del acero, el aluminio o el automóvil.

«No es bueno para nosotros», ha incidido el mandatario francés, que apuesta por un acuerdo «pragmático» de «cero aranceles». «En ningún caso cambiaremos nuestra posición», ha remachado Macron.

«Prefiero un acuerdo rápido y sencillo a uno lento y muy complicado», ha afirmado, por su parte, el canciller alemán, Friedrich Merz, quien ha apremiado a la Comisión Europa a cerrar un acuerdo pronto y «no complicarlo demasiado», ya que quedan «menos de dos semanas» para que expire la tregua arancelaria pactada por Washington y Bruselas.

La competencia entre ciudades como motor de la libertad

Oriana Aranguren estudia Ciencias Fiscales, mención Aduanas y Comercio Exterior, y es cofundadora del capítulo Ladies of liberty Alliance (LOLA) Caracas, desde donde se promueve el liderazgo femenino en el movimiento libertario. También, es Coordinadora Nacional de EsLibertad Venezuela.

«(…) En un sistema descentralizado, las minorías ideológicas o de estilo de vida pueden encontrar refugio en jurisdicciones que se adapten a sus valores, yendo hacia ellas si así lo consideran mejor.«

Oriana Aranguren

La filosofía política se centra, en última instancia, en el modo en que se debe organizar la sociedad y, desde tiempos modernos, la tensión entre el individuo y el poder del Estado, donde la libertad ha sido, en esencia, la búsqueda de límites a la coacción arbitraria del poder. En este sentido, en nuestro tiempo este debate encuentra un nuevo paradigma que merece consideración en el debate público, a saber: la competencia entre jurisdicciones locales, que, básicamente, son confederaciones —aún más radical y local que las federaciones—. Y ésta merece considerarse precisamente por alejarse de la narrativa de la soberanía nacional y mostrarse como un escenario que expande la libertad individual, en la medida en que la idea ciudades y municipios que compiten entre sí por atraer residentes y capital mediante la reducción de impuestos, la desregulación y la provisión eficiente de servicios, actúan como un bastión contra la uniformidad impuesta por los gobiernos centralizados.

Lo cierto es que el régimen de confederaciones podría ser un mecanismo observable y robusto para fomentar el bienestar y la autodeterminación de las localidades, y es precisamente sobre ello que pretendo hablar en este texto, argumentando que el confederalismo, delineado por la competencia jurisdiccional, manifestaría políticas fiscales más atractivas, una desregulación inteligente y, de ameritarlo el caso, una provisión eficiente de los servicios públicos, fungiendo como mecanismo para disciplinar al Estado, llevándolo a la mínima expresión —o servir de camino para eliminarlo por completo, si gusta a los libertarios más radicales—, y fomentar la innovación, maximizando la libertad y, con ello, empoderando al ciudadano. Vamos a ello.

Breve paso por los fundamentos teóricos: el voto con los pies y la disciplina del mercado político

Para empezar, he de señalar que el andamiaje intelectual que sostiene este argumento fue articulado de manera seminal por el economista Charles Tiebout en su ensayo de 1956, “Una teoría pura de los gastos locales”, en la que el autor propone un modelo revolucionario en el que el ciudadano no es un mero sujeto pasivo de las decisiones gubernamentales, sino un “consumidor-votante”, es decir, alguien con “consume” en una localidad y puede incidir con sus elecciones en ella a través del “voto”. Partiendo de ello, sostiene que en un sistema con múltiples jurisdicciones locales, cada una ofreciendo una especie de “paquete” distinto de bienes públicos —seguridad, educación, parques— a un “precio” determinado —que serían los impuestos locales—, los individuos pueden “votar con los pies”, es decir, revelan sus preferencias y maximizan su utilidad eligiendo la comunidad que mejor se alinea con sus deseos.

En su momento, Tiebout observó una diferencia fundamental entre los bienes privados y los bienes públicos, encontrando que en el mercado los individuos revelan sus preferencias directamente a través de sus compras, por lo que, si prefieren un producto sobre otro, lo compran, enviando una señal clara a los productores —a través del sistema de precios, como indica la Escuela Austriaca de Economía—; sin embargo, con los bienes públicos proporcionados por un gobierno central —seguridad, justicia, política monetaria, salud, educación, entre otros— la revelación de preferencias es casi imposible, porque el ciudadano se ve obligado a aceptar el “paquete” completo de políticas, le guste o no.

Por otro lado, hemos de considerar a la escuela de la Elección Pública (Public Choice), que es una corriente que aplica el análisis económico a la política, desmitificando la noción del “interés público” y tratando a los políticos y burócratas como lo que son: actores racionales que, al igual que los individuos en el mercado, buscan maximizar sus propios intereses —poder, presupuesto, prestigio—, lo cual se integra perfectamente con el concepto de Tiebout y nos lleva a la conclusión de que, en un sistema centralizado y monolítico, estos actores enfrentan pocos incentivos para ser eficientes o responder a las necesidades ciudadanas, dado que el coste de la “salida” —emigrar del país— es extremadamente alto, si acaso no imposible, y la “voz” —el voto— es a menudo demasiado difusa para generar cambios significativos.

De lo abstracto a lo concreto: la lógica del mercado en la política

Con esto en mente, e integrando las ideas, podemos comprender por qué, entonces, el régimen de confederaciones es mejor para sus ciudadanos: porque se adapta más fácil a sus necesidades y está mediado por la competencia, el mercado. Así, si una ciudad impone una carga fiscal excesiva para los servicios que ofrece, o si sus regulaciones ahogan la iniciativa personal, sus residentes más móviles —y con ellos, su base impositiva— simplemente se mudarán a una jurisdicción vecina más atractiva, lo cual, siguiendo la lógica de “mercado” —mercado político institucional—, crearía un contrapeso o unos incentivos que llevarían a las jurisdicciones locales a mantener sus servicios y sus precios atractivos para los ciudadanos, incentivando, a su vez, la empresarialidad de cada uno.

Así, la lógica del mercado se traslada al modo en cómo se organizan las jurisdicciones locales y que cada persona, en libertad, decide entre las opciones que tiene —más opciones—, siendo en sí mismo un acto de elección transforma la relación entre el ciudadano y el gobierno, porque éste deja de ser un monopolista ineludible para convertirse en un proveedor de servicios en un mercado competitivo —es aquí donde se introduce una disciplina de mercado en la esfera política porque transforma la relación entre el ciudadano y el gobierno local en algo más parecido a la relación entre un cliente y una empresa, siendo el gobierno local el que debe ganarse a sus ciudadanos cada día, y no al contrario, y mucho menos esperando la cantidad de tiempo que pretenden imponérseles en estos Estados modernos “democráticos”, donde se pretende alcanzar un cambio solo en época de elecciones—.

En este marco, si una administración municipal se vuelve ineficiente, corrupta o impone una carga fiscal desproporcionada en relación con los servicios que ofrece, arriesga un éxodo de sus “clientes” más valiosos: los contribuyentes y las empresas. Y todo ello es gracias a que las localidades se verían en la obligación de competir entre sí en el campo fiscal —alto o bajos impuestos, qué tipo de impuestos, por qué y para qué—, regulatorio —si son onerosas, si hay mucha burocracia, si son arbitrarias, entre otras cosas a considerar, y en la eficiencia para la provisión de servicios —en los que incluso se puede demandar que sean suministradas por empresas privadas, o que el sector público compita con el privado en un plano de “igualdad”—.

Para ilustrar el punto: imagine una persona que valora enormemente los parques y las bibliotecas, pero le importa menos el pago de impuestos, pues, él podría mudarse a una ciudad que tribute más a cambio de los excelentes servicios que le gustan; o piense en un joven emprendedor que prioriza mantener la mayor parte posible de sus ingresos para reinvertir en su negocio, éste podría elegir un municipio con impuestos mínimos, aceptando a cambio un nivel más básico de servicios públicos.

Si bien, para apreciar plenamente los beneficios de la competencia local, es útil contrastarla con el modelo de gobierno centralizado.

En contraposición al poder concentrado

Un Estado central, por su propia naturaleza, es monopólico, concentra todo el poder e impone una uniformidad a todo el territorio: mismas leyes, mismos impuestos, mismas regulaciones —o con más o menores cambios para ciertas localidades, pero para nada adaptativo, dinámico, a la rapidez en que sí lo haría el régimen de confederaciones— para poblaciones muy diversas, como si se intentara poner una misma talla de zapato a toda la población. Este hecho, ignora una de las ideas más profundas del pensamiento económico popularizada por Friedrich Hayek: el problema del conocimiento, es decir, el hecho de que ningún planificador central puede poseer en todo momento, en todo lugar, a cada instante, el conocimiento disperso y tácito sobre las necesidades, preferencias y condiciones específicas de cada comunidad local.

Asimismo, dicha uniformidad impuesta ahoga la experimentación, el aprendizaje por ensayo y error, y mata la capacidad de adaptación de la sociedad entera, puesto que, por ejemplo, si una nueva política resulta ser un fracaso, sus consecuencias negativas se extienden por toda la nación. En contraste, si contamos con un régimen de gobierno descentralizado, que funciona como una especie de red de “laboratorios de políticas” —por decirlo de alguna manera—, el mal solo se extendería a la localidad, y los mismos tendrían mecanismos para solucionarlo de forma rápida y efectiva. Así, aquellos experimentos exitosos pueden ser emulados por otras ciudades, mientras que los fracasos quedan contenidos localmente y sirven de lección para los demás —lo cual constituye un proceso evolutivo de ensayo y error que es fundamental para el progreso social y es, de hecho, lo que dio paso a la civilización y al progreso a lo largo de la historia del ser humano—. Todo ello es y sería imposible bajo un régimen centralizado

Se soluciona el problema de volumen de la Democracia

En adición, la consecuencia más profunda de este modelo competitivo es la expansión del ámbito de la libertad individual a través de la multiplicación de las opciones de vida, que se contrapone a la lógica de la sociedad uniforme, impuesta por un gobierno centralizado, que es inherentemente liberticida en cuanto asume que una única solución es adecuada para millones de personas con valores, preferencias y aspiraciones diversas.

En primer lugar, la confederación protege contra la “tiranía de la mayoría”: en una democracia nacional, una mayoría del 50% más 1 puede imponer sus preferencias culturales, morales y económicas a todo el país. En un sistema descentralizado, las minorías ideológicas o de estilo de vida pueden encontrar refugio en jurisdicciones que se adapten a sus valores, yendo hacia ellas si así lo consideran mejor; pero en un sistema centralizado, se disminuyen esas opciones y, si cabe la observación, costaría más a las personas alinearse con aquellas que considere mejor. En definitiva, un sistema de comunidades que compiten entre sí hace que se pueda apreciar un mosaico de comunidades, en donde, por lógica, cada una sentiría más sentido de pertenencia por lo suyo, llevando, incluso, a proteger mejor su entorno.

Además, las comunidades, al ser más pequeñas y estar próximas a sus problemas, podrían elegir mejor a sus lideres para solucionarlos, organizarse y afrontarlo juntos, autodeterminándose como localidad, y sin esperar que alguien sentado en el palacio de gobierno, a quienes probablemente ni conocen, ni conocerán en persona, decida por su futuro. En este sentido, las políticas públicas serían más manejables, responderían a casos concretos, según la necesidad local, por lo cual nos encontraríamos con algo paradójico: no habría nada más democrático que el régimen de confederaciones.

Respondiendo a posibles objeciones que rozan lo absurdo

Ahora bien, en este punto alguno podría decir que el modelo no está exento de críticas, aludiendo a, por ejemplo, la idea de que la competencia fiscal obligaría a las ciudades a recortar drásticamente el gasto social, las protecciones medioambientales y los servicios esenciales para atraer capital, perjudicando a los más vulnerables. Sin embargo, aun suponiendo que tal riesgo exista, se estaría subestimando la complejidad de las preferencias de los ciudadanos y del mismo proceso social para dar solución a ello, en la medida en que se ignoraría que las empresas de alto valor y los trabajadores cualificados no se sienten atraídos por páramos contaminados con servicios públicos inexistentes, altas tasas de criminalidad y baja calidad en el talento humano; al contrario, buscan calidad de vida, seguridad, un buen ambiente, ocio y buenos talentos —la competencia, por tanto, no es simplemente por ser el más barato, sino por ofrecer el paquete de valor más atractivo—. Además, parecen olvidar que cuando hay lazos fuertes en la comunidad, la misma tiende a ser generosa para con sus miembros, por lo cual, aun si se elimina por completo los planes sociales, queda en entredicho que sean cosas que solo pueda suministrar el sector público.

Una segunda crítica que se podría recibir es que existe el potencial de agravar la desigualdad y la segregación, argumentando que los ricos se concentrarán en enclaves exclusivos con servicios de primera calidad y bajos impuestos, mientras que los pobres quedarán atrapados en municipios con una base fiscal erosionada e incapaces de proveer servicios básicos. No obstante, nuevamente, se ignora la complejidad del proceso social. En principio, ¿La solución debería pasar por eliminar la competencia? ¿Acaso no tenemos muchos de esos problemas bajo el régimen actual, pero vistos en muchos más campos? Quien haga esa critica debería criticar el mismo sistema centralizado que pretende defender. Si bien, reparando un poco en la posible objeción, se podría establecer un marco adecuado para que ciertas funciones locales, como una red de seguridad social básica o la garantía de ciertos derechos fundamentales, que pueden seguir enmarcadas por la competencia y no necesitarían de un nivel superior de gobierno —estatal o federal— para llevarlas a cabo.

El objetivo de la confederación no es la atomización total, sino un sistema robusto donde cada nivel de gobierno se especializa en lo que hace mejor, retroalimentándose y compitiendo entre sí. A la larga, todos esos problemas tenderían a desaparecer, o a tratarse de una mejor forma, tal y como la misma historia humana ha mostrado en cómo el proceso de mercado da solución, más temprano que tarde, e dichos problemas. De hecho, para los menos radicales —que no es mi caso—, se podría considerar que la competencia local coexista con mecanismos de redistribución fiscal a un nivel superior que pretendan garantizar un suelo mínimo de servicios para todas las comunidades, sin anular los incentivos para la buena gestión local —aunque, dejando que me gane mi radicalización, eso mismo podría coexistir con mecanismos de aportes voluntarios a nivel nacional en el que el sector privado se encargue de administrarlo para ayudar a la mayor cantidad de personas posibles; podría, incluso, haber competencia entre esas administraciones privadas. Todo ello solo necesitaría de un marco legal respetuoso con la libertad, de sentido común, para regular sus actividades, buscando siempre que todas las partes salgan beneficiadas.—.

Conclusiones: la libertad y el régimen de confederaciones

Si bien es cierto que la competencia entre ciudades podría no ser la panacea para la libertad que algunos persiguen —¿Qué lo es?—, también es cierto, sin duda alguna, que sí es un mecanismo extraordinariamente eficaz y a menudo subestimado para promover la libertad individual y el bienestar de la colectividad, pues transforma al ciudadano de un súbdito pasivo en un consumidor-votante con la capacidad real de elegir el entorno político y social que mejor le convenga, en asociación con su comunidad, por lo cual se invierte la dinámica de poder tradicional. Asimismo, el gobierno se ve forzado a servir al individuo, y no al revés, porque la presión de la competencia fiscal limita el afán recaudatorio del Estado, la competencia regulatoria libera la energía creativa del emprendimiento y la competencia en servicios fomenta una administración pública eficiente e innovadora.

En contraste con esa uniformidad asfixiante y la ineficiencia inherente de los gobiernos centrales, en donde prima la corrupción y se tiende a tratar a los ciudadanos como piezas intercambiables en un gran plan nacional, la multiplicidad de jurisdicciones que compitan entre sí ofrece un camino hacia una sociedad más libre, diversa y próspera, permitiendo la coexistan de múltiples visiones sobre la vida, y empoderando a los individuos para que elijan la suya.

De hecho, el fortalecer la autonomía local y fomentar la competencia entre nuestras ciudades se vuelve un imperativo moral para cualquiera que valore la libertad humana, puesto que estamos en una sociedad en donde la intervención estatal parece haber fatigado la democracia y la misma participación ciudadana, y eliminando junto con ello el sentido de pertenencia de los miembros de la sociedad, que esperan que sea el ente regulador quien venga a solucionar sus problemas, en lugar de convertirse en sujetos proactivos comunitarios para hacer lo propio[1]. Por ello, la reinvención del concepto de organización social, partiendo de la lógica de mercado —mercado comunidades—, donde prima la diversidad en cada aspecto de la vida en sociedad, es, en última instancia, una de las manifestaciones más tangibles de la soberanía del individuo en el siglo XXI.


[1] Al respecto, ver: Oriana Aranguren. 2025. La fatiga de la democracia: ¿Estamos perdiendo el interés en la participación cívica por exceso de Estado?. Publicado en ContraPoder News. En: https://contrapodernews.com/la-fatiga-de-la-democracia-estamos-perdiendo-el-interes-en-la-participacion-civica-por-exceso-de-estado/ (Consultado el 26 de junio de 2025).

Los precios del petróleo se disparan tras el ataque de EE. UU. contra Irán

Los precios del petróleo comenzaron a mostrar un aumento después del ataque de EE. UU. a las instalaciones nucleares de Irán en la noche del 21 de junio. 

Los futuros del crudo Brent subían 1.13% a 77.88 por barril, esta mañana, mientras el crudo estadounidense West Texas Intermediate (WTI) se incrementó un 1.10%, a 74.65 dólares.

Ambas marcas subieron más de un 3% a principios de la sesión a 81.40 y 78.40 dólares, respectivamente, tocando máximos de 5 meses antes de ceder algo de terreno.

Cabe recordar que Irán es uno de los mayores productores de petróleo y gas de la región y también controla el estrecho de Ormuz, a través del cual pasa más de una cuarta parte de los volúmenes mundiales de combustible diariamente.

Con esto en mente, y en el escenario del conflicto, anteriormente, Teherán no descartó la posibilidad de bloquear dicho corredor marítimo, por lo cual no se extraña que suba el precio del petróleo.

«La escalada geopolítica actual proporciona el catalizador fundamental para que los precios suban y potencialmente se desplacen en espiral hacia los 100 dólares, y los 120 dólares por barril parecen cada vez más plausibles», opina Sugandha Sachdeva, fundadora de la firma de investigación SS WealthStreet, citada por Reuters.

Goldman Sachs manifestó el pasado domingo que el Brent podría alcanzar brevemente los 110 dólares por barril si los flujos de petróleo a través de la importante vía marítima se redujeran a la mitad durante un mes, y se mantuvieran bajos un 10% durante los siguientes 11 meses. 

Es necesario recordar que el Brent ha subido un 13% desde que comenzó el conflicto el 13 de junio, mientras que el WTI se ha incrementado alrededor de un 10%.