Por Valentina Gómez, economista y coordinadora local de EsLibertad Venezuela.
Hay algo en común que tienen todos los libros de emprendimiento, a saber: todos los autores tienen experiencias de “fracaso” que les enseñaron para conseguir sus metas, todos necesitaron años para pulirse en lo que querían ser, necesitaron de una persona que los enseñara con su ejemplo, fueron inteligentes para aprender de los demás, pero sin la disposición, sin la disciplina y la constancia jamás lo hubiesen logrado.
El ser humano aprende por imitación.
Cuando nacemos no tenemos patrones de conducta previamente determinados, por esa razón necesitamos relacionarnos con los demás miembros de nuestra comunidad para configurarnos como persona, de otra forma no desarrollaríamos un comportamiento similar al de la especie humana. Esto implica que aprendemos observando la conducta de los demás; reproduciendo las conductas observadas, comenzamos a realizar actividades necesarias para nuestra supervivencia, como caminar o hablar, pero también hábitos, respuestas emocionales y comportamientos sociales. Así lo sustentó Albert Bandura con su Teoría del Aprendizaje Social (TAS).
Uno de los ejemplos más famosos de Bandura fue el Experimento del muñeco Bobo”, donde, para llevarlo a cabo, utilizó un muñeco hinchable y 3 grupos de niños de preescolar.
Al primer grupo, le mostraron a un adulto agrediendo físicamente e insultando al muñeco. El segundo, veía a un adulto jugando con él sin manifestar ninguna actitud agresiva en su contra. Y, por último, el tercer grupo no observó ningún tipo de interacción con este juguete.
Después, los niños, uno por uno, fueron pasando a la misma sala donde había diferentes juguetes, entre ellos el muñeco Bobo. Los que habían visto actos violentos por parte del adulto mostraron un comportamiento más agresivo contra el muñeco que los niños de los otros dos grupos.
En la vida te encontrarás con muchas personas que crecieron viendo a un adulto manifestar una actitud agresiva contra otro.
Una de estas actitudes agresivas es decir cosas como: “sin talento no puedes lograrlo”, «Si no tienes talento no es lo tuyo”, “Va en la sangre” no los culpes. Este tipo de personas aprendieron del ejemplo y creen que esta bien maltratar los sueños y el esfuerzo de alguien porque probablemente también se lo hicieron a ellos, y repiten la actitud. Ocurre mucho con la generación X —los nacidos entre 1965 y 1984—, quienes crecieron con un gran tabú hacía los psicólogos y los conocimientos relacionados, hoy algunos han buscado sanación de sus emociones, pero otros siguen repitiendo la actitud agresiva.
En este escenario, es necesario recordar que todos estamos en este mundo aprendiendo, somos seres emocionales y unas palabras nos pueden afectar toda la vida; pero no permitas que las palabras de otras personas te marquen, porque importa lo que te dices, no lo que te dicen.
Darius Foroux dijo en su libro «Hazlo hoy» —uno de mis libros favoritos del momento—: “puedes lograr cualquier cosa” (…) “La creencia es un instrumento que puede ayudarte a lograr cualquier cosa”. Así fue como él decidió vivir la vida que quería vivir, creyó en sí mismo tan fuertemente que nunca nadie pudo derrumbar esa creencia. Así debes ser tú.
Me escucharás decir que todo en la vida es decisión, luego disposición, disciplina y constancia. Tengo que decir que esto no fue algo inventado por mi, lo aprendí de los expertos, de consultores, de inversionistas, de psicólogos, mi mamá, mi papá… El mejor ejemplo se me ocurrió en una de mis conversaciones conmigo misma, filosofando en la pregunta sobre «¿Qué es más importante: el talento o las cuatro anteriores?» Casualmente vino a mi mente el cuento de la tortuga y la liebre:
En este cuento la liebre siempre se burlaba de la tortuga por ser lenta, hasta que un día la tortuga lo reta a una carrera diciéndole: “Si soy tan lenta, no te importará hacer una carrera conmigo, ¿verdad?” La liebre estaba muy segura de si misma, tenía el talento porque nació con esa rápidez superior a la de la tortuga, pero ¿Sabes qué pasa cuando una persona nace con talento? se confía. Al menos en la mayoría de los casos se confía y deja de estudiar, deja de prepararse y mejorar todos los días, simplemente porque siente que no es necesario. Cuando la liebre se confió y se durmió en plena carrera, la tortuga que había tomado la decisión de competir, que tenía la disposición de correr aún sabiendo que era más lenta, que tenía la disciplina de no rendirse y la constancia de ir paso a paso sin importar el resultado, ganó la carrera.
La tortuga no nació con el talento pero gano la carrera, y la moraleja de todo es que tú también puedes ganar la carrera. Es más que importante que seas de las personas que derrumbe el mito o que rompa la actitud agresiva para que seas un cambio en el trato que se le da a la siguiente generación. Parte de mi propósito de vida es recordarle a las personas que pueden lograr lo que quieran y ayudarlos. ¡Cree! Tú puedes lograr cualquier cosa.
Nicolas Maduro y su banda de hampones del PSUV en complicidad de la Mesa de la Unidad opositora, oficialista integrada por AD, Copei, Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo, llevaron a cabo el mayor fraude electoral de la historia latinoamericana, aunque los verdaderos autores materiales de la estafa electoral fueron los militares y policías venezolanos, 300 mil según el narcotraficante en jefe de Vladimir Padrino López, que custodiaron los centros de votación como parte del Plan República quienes fueron testigos que la abstención superó al 85%.
El cinismo del régimen llegó al punto de asegurar que para ejercer el derecho al voto solo se necesitaban 30 segundos y por eso no habían personas en los centros de votación, eso es absoluta y matemáticamente falso, desde el momento que llega el votante al centro primero tiene que averiguar en que mesa le toca votar para luego entregar su cedula de identidad al representante del CNE, una vez que este ha sido ubicada su mesa, procede a votar por el cuestionario de 5 preguntas, lógico que cada pregunta tiene que ser leída con cautela para dar su opinión, una vez respondidas las mismas, cierra el proceso en la computadora para volver a la mesa estampar su huella dactilar y firmar el libro para dejar constancia que ha votado, todo ese proceso es imposible realizarlo en 30 segundos —claro, el coeficiente intelectual de los chavistas por lo general es bastante bajo, por eso es tan fácil mentirle y ellos que crean las mentiras de sus jerarcas socialistas—.
En cualquier país con dependencia de poderes en la rama judicial a esta hora estuvieran presos todos los rectores del CNE bajo cargos de delitos electorales, conspiración, asociación para delinquir, etcétera, incluyendo al alto mando militar bajo delitos de complicidad por avalar la mega estafa electoral donde hubo votos, pero no votantes, así ha llegado la depravación electoral venezolana donde hasta la presidente del Tribunal Supremo de Justicia ha avalado este atentado en contra del sistema democrático destruido de Venezuela.
Tristemente, los lideres políticos opositores de los partidos del Cartel unitario guardan silencio y se hacen cómplices del fraude, para Ramos Allup esto no es nuevo, él y su AD roja han sido cómplices de todos los fraudes electorales del chavismo a partir del 2004, Ramos sabe como hacen la trampa, conoce las mañas de esos malandros simplemente porque él es otro malandro sin escrúpulos.
La sociedad civil tiene que tomar esta falta de respeto del chavismo, militares y partidos políticos de oposición como es, a saber: un delito gravísimo, y denunciarlo ante instancias internacionales ya que estos canallas se han burlado de los venezolanos de la forma mas cruel y descarada al asegurar que obtuvieron 10 millones —cuando a duras penas superaron un millón de escrutinios—.
Este vulgar delito chavista es el espejo de la inconciencia sin escrúpulos de los rectores del CNE que deben estar tras las rejas junto al jefe de la banda que es Nicolas Maduro, junto a sus secuaces Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez y el narcotraficante en jefe de Vladimir Padrino López.
Esa falta de pudor para delinquir de los chavistas es la misma con la que han actuado para juzgar y detener a personas inocentes como la jueza María Lourdes Afiuni Mora, a quienes estos delincuentes le destruyeron su vida en los personal y profesional, pero estos desarmados, así como se burlan de toda Venezuela al asegurar que 10 millones de venezolanos participaron en ese fraude, así mismo han instruidos expedientes en contra de miles de militares a quienes truncaron sus carreras profesionales y destruyeron sus familias mientras eran torturados para obligarlos a firmar declaraciones de auto-incriminación en delitos que nunca cometieron.
Con esa misma mente perversa han asesinado y encarcelado a civiles inocentes, simplemente porque los socialistas chavistas han resultados mas criminales y sanguinarios que las dictaduras chilena, boliviana, brasilera, argentina, nicaragüense y cubana, todas juntas.
La comunidad internacional tiene que entender que Venezuela esta secuestrada por unos delincuentes terroristas peores que Hamás y lo integran los chavistas y los principales partidos de oposición que se han beneficiado en esa orgia de corrupción orquestada por el gobierno cívico militar de Venezuela.
Ante lo ocurrido con ese mega fraude electoral en Venezuela solo están induciendo a los venezolanos a ir a una sanguinaria guerra civil, donde los chavistas van a ser colgados por las patas tipo Mussolini, por que a un pueblo le puedes mentir un tiempo, pero no todo el tiempo. Solo los militares pueden evitar que no ocurra una gran desgracia en los próximos 12 meses porque el chavismo de que se va, se va, lo que no sabemos es a que costo.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Las ideas socialistas, en mayor o menor grado, ha penetrado el pensamiento y el sentimiento de las masas sociales; este es el mayor éxito del Socialismo, haberse colado casi imperceptiblemente en los sentimientos, emociones, pensamientos y acciones de las personas sin ellas darse cuenta. Muchos de los que no se consideran a sí mismo socialistas piensan que el Socialismo solo se limita a la intervención económica y, en consecuencia, a menudo los escuchas pidiendo algún tipo de intervención estatal para regular o controlar el comportamiento de los individuos porque están convencidos que el proceso de coordinación social, dejando de lado la intervención económica —a pesar de ser contradictorio[1]—, se logra de forma más efectiva mediante la utilización sistemática de la coacción. Esta es la razón por la que el Socialismo, a veces mostrado con otro nombre que, incluso, se hace creer “anti-socialismo”, pero que, a fin de cuentas, se fundamenta en mayor o menor medida en las mismas ideas, muchas veces es defendido por científicos, políticos y filosóficos.
Sin embargo, la naturaleza del Socialismo es única y este sistema, en todas sus presentaciones, erra al pensar que puede ajustar o coordinar a la sociedad mediante la coacción sistemática institucionalizada. Esto es así porque el proceso social es altamente complejo; al ser cada individuo de la especie human único, inigualable e irrepetible y poseer por su naturaleza —como especie— una capacidad creativa, cada una de las acciones emprendida por los mismos poseen las mismas características —única e irrepetible, lo que hace que el modo en cómo se manifieste esa creatividad sea inevitablemente distinto en cada caso—; cada actor social posee peculiaridades que hacen distinguir a un individuo de otro, sus gustos y preferencias son singulares, en consecuencia, esto, a su vez, define los fines que desean alcanzar y el modo en que pretenderán alcanzarlos, por lo que cada uno ejecuta acciones impregnadas de creatividad de forma singular con el objetivo de alcanzar sus objetivos. Este es precisamente el proceso que Ludwig von Mises define como “acción humana”[2][3] y coincide, o se encuentra íntimamente relacionado, con la “función empresarial” desarrollada por distintos autores de la Escuela Austriaca de economía.
La empresarialidad del human
En otras palabras, todo individuo posee un componente creativo que lo convierte en un emprendedor o empresario[4] que le lleva constantemente a crear, buscar y/o descubrir nuevos objetivos y los medios para alcanzarlos; cabe destacar que estos objetivos y medios son valorados subjetivamente ya que su valor dependerá de la percepción y apreciación que tenga el actor sobre los mismos; a su vez, la actuación tiene como incentivo el beneficio propio —que constituye el mismo fin—; de este modo, el individuo, movido por su empresarialidad innata —capacidad de crear y/o modificar— trabaja o acciona para modificar su presente y lograr los fines establecidos por el mismo en el futuro. En todo este proceso, el actor, sin darse cuenta, a pesar de que emprende acciones con el objetivo de satisfacerse a sí mismo, beneficia a la sociedad en general en la medida en que las acciones realizadas crean o descubren una información nueva que será aprovechada por los demás actores para la consecución de sus metas siempre individualizadas.
Este proceso lleva a que los actores de la sociedad se coordinen espontáneamente, es decir, sin necesidad de que un tercero —no deliberadamente— indique que tenga que hacerse tal coordinación; la información nueva ajusta el comportamiento del human con el objetivo de corregir desajustes en la sociedad que ésta no sabía que existía o que sufría hasta que surgió la nueva información creada[5] y revelo su existencia; por lo que, se puede decir que el ejercicio de la empresarialidad del human —función empresarial—, un ser social por naturaleza, que le lleva a crear o descubrir nuevos fines, y medios para alcanzarlos, tiene como ineludible consecuencia un continuo avance o desarrollo de la sociedad, ya que continuamente se está creando nueva información que ajusta los desajustes sociales mediante la coordinación de los actores de la misma. Ahora bien, esta información nueva posee ciertas características que es necesario explicar para entender a cabalidad el por qué el Socialismo es un horror intelectual.
Empresarialidad, información y coordinación social
La información que surge como resultado del ejercicio de la empresarialidad del human es de tipo practico, limitado, disperso, tácito, inarticulable y de compleja transmisión, mayormente inconsciente, a través de procesos sociales también complejos. Es práctico porque el actor solo logra hacerse con la información a través del ensayo y el error, es decir, es probativo —en el sentido de como cuando alguien prueba un helado—, surge de la experiencia sensible o, lo que es lo mismo, del ejercicio de la “acción humana” en alineación con las circunstancias que rodean al individuo. Este tipo de conocimiento adquirido es, a su vez, subjetivo, puesto que es el actor da valor a la información de acuerdo a sus circunstancias particulares y a los fines que desea alcanzar, en otras palabras: la información que surge es valorada por cada sujeto de forma distinta y dichas valoraciones estarán en alineación con los fines que desean alcanzar, los medios que serán empleados para ello y el contexto en el que se desenvuelve.
También, la información es limitada porque es una información singular, es decir, solo el actor es dueño de ella y de la interpretación consciente de la misma en todas sus formas y matices, la información está limitada por el modo en como el sujeto ve y analiza su entorno —subjetividad—, lo que lleva a que dicha información sea irrepetible del todo en otro individuo. Este misma condición del conocimiento hace que la información se encuentre dispersa o repartida entre todos y cada uno de los actores de la sociedad, por lo que cada actor posee una diminuta parte, de la que solo él es dueño, de la información generada en el mercado o sociedad[6] —para mayor comprensión, invito a ver el ejemplo ilustrativo de la nota 6—.
Además, es tácito e inarticulable puesto que el actor no puede expresar formalmente la información que posee[7], ya que ésta es sobreentendida por el mismo, el sujeto sabe cómo realizar determinadas acciones, pero no conoce todos los elementos que se ven envueltos en dicha acción[8], a modo de ejemplo: un conductor no conoce todos los elementos y leyes físicas que convergen en su acción de manejar para dirigirse a un punto en concreto, pero eso no le impide manejar, es un tipo de conocimiento informal, inconsciente.
Por último, es de compleja transmisión puesto que los mecanismos sociales utilizados para este fin no son “deliberados”, el actor que crea o descubre la información no la transmite de forma voluntaria; cuando el individuo emprende la acción, parte del conocimiento que él descubre se genera en la mente de otro actor, a su vez, en la mente del otro actor —este puede estar viendo o no la acción realizada por el primer actor— se genera una nueva información que también le hace modificar su conducta para adaptarse al nuevo contexto y lograr alcanzar su fin —creando nueva información en el proceso—. Por otro lado, si el primer actor intenta transmitir la información percibida por él deliberadamente, entonces hace que nueva información se proyecte en la mente de los demás actores, lo que a su vez hace que surja, aún más, nueva información en el mercado que originalmente no tenía pensado transmitir. Este complejo proceso puede explicarse, de forma sencilla y vista solo como una ilustrativa aproximación, con el siguiente ejemplo: (…)[9]
El ejemplo del monigote (adaptado)
En la imagen se representan dos individuos, uno de nombre “A” y el segundo de nombre “B”, ambos poseen una información que el otro no posee y sus gustos y preferencias son diferentes, lo que les lleva a querer conseguir fines distintos —el individuo A persigue un fin “X” y el individuo B persigue un fin “Y”—[10]; en la imagen se observa como los actores A y B tienen una expresión triste o de desagrado, esto es porque ambos quieren alcanzar sus fines, pero no cuentan con los medios subjetivos para alcanzarlos.
Además, cada actor, de acuerdo a su percepción de las circunstancias en el que se desenvuelven, posee un conocimiento de tipo practico —tácito e inarticulable— que se encuentra en el plano de la acción —en la imagen, éste conocimiento está representado con las rayitas que forman una aureola encima de la cabeza del actor—. Ahora bien, imaginemos que A necesita de un medio “M”, del que no dispone y tampoco sabe dónde y/o como conseguirlo, para poder alcanzar su fin X, al mismo tiempo, el individuo B, que se encuentra en otro lugar lejano, quiere alcanzar un fin Y al que dedica tiempo y esfuerzo, y dispone de una gran cantidad del recurso “M”, que para él no es útil o no le sirve para alcanzar su fin Y, pero que casualmente es el mismo recurso que necesita el individuo A para lograr su anhelado fin X. Hasta ahora, los actores —la sociedad o, si se quiere, el mercado— se encuentran “desajustados” o están “descoordinados” sin que los actores tengan conciencia de ello, ya que ninguno puede alcanzar sus fines subjetivos por no contar con los medios que subjetivamente ellos valoran y necesitan —o creen hacerlo— para alcanzarlos. Sin embargo, veremos como la empresarialidad del human puesta en ejercicio supera estos comportamientos contradictorios y hace posible que la sociedad se coordine de forma no deliberada:
Imagine ahora que una tercera persona llamada “C”, como buen entrepreneurship[11], ejerciendo su empresarialidad innata, percibe ese desajuste o descoordinación existente en el mercado —en esta ocasión, entre A y B—, descubre la oportunidad de ganancia inherente en ello —en la imagen esta oportunidad de ganancia queda representada como una bombilla encendida arriba de la cabeza del actor C— y acciona en función de esa información adquirida. Así, el individuo C se acerca a B y le ofrece comprar su recurso M, que tiene en abundancia y no le da importancia por no ser de utilidad para sus fines, por una cantidad de tres (3) bolívares, B muy feliz acepta porque jamás se habría imaginado que podía obtener tanto por un recurso que él no le daba importancia. Luego, una vez terminada la transacción entre ambos actores, C contacta al actor A para venderle por nueve (9) bolívares el recurso M que necesita para poder alcanzar su tan anhelado fin, A muy feliz acepta porque hasta ese momento no sabía dónde ni como obtener el recurso “M” que necesitaba para el logro de sus objetivos, incluso puede que en su mente el recurso ni existiera, por lo que, hasta ese momento, él creía imposible la consecución de su fin; pero gracias a la empresarialidad ejercida por C, el actor A ahora puede lograr su meta[12].
Entra un socialista en la ecuación
Ahora bien, si una cuarta persona “D”, considerado socialista, revolucionario y —¿Por qué no?— profundamente chavista, antiimperialista y anticapitalista, con profundos valores “cristianos”, observa esto que acaba de suceder en el ejemplo anterior, lo primero que dirá es: “¡Cómo es posible esta atrocidad! El actor C es un burgués, usurero, apátrida, anti-venezolano, inmoral, pitiyanqui[13], imperialista, contra-revolucionario y golpista, ¡¡¡Es un capitalista!!! ¡Se está aprovechando de la necesidad del pueblo! ¿¡Cómo es posible que compre el recurso M a tres (3) bolívares y se lo venda a nueve (9) bolívares al actor A!? ¡¡¡Eso no puede permitirse!!!” Sin embargo, todas estas críticas, que parten del resentimiento y la envidia, las hace ignorando que, en realidad, el actor C es un benefactor social; gracias a que este actor pudo ejercer su empresarialidad libremente, se ha creado una nueva información que se ha transmitido en todo el mercado y logró que los actores implicados se ajustaran o coordinaran y comenzaran a ejercer acciones en función del otro.
En primer lugar, en la mente del actor C se creó nueva información al observar lo ocurrido en la primera imagen del ejemplo, esta información surgida de la nada le llevo a accionar en busca de sacar beneficios, lo que le llevo a contactar a los actores A y B y, como consecuencia de ello, también hizo que se creara nueva información en la mente de estos actores. El efecto de esto es: (i) en el caso de A, este se da cuenta que si existe el recurso que necesitaba para alcanzar su fin y que se encuentra disponible en otro lugar del mercado, así que puede emprender las acciones necesarias que no iniciaba por carecer de este recurso; (ii) en el caso del actor B, este nota que el recurso que poseía en abundancia es demandado —querido o deseado— por otros actores del mercado, por tanto, ahora puede vender ese recurso que antes no valoraba e incluso despreciaba, a un buen precio[14].
En consecuencia, los actores comenzaron a ejercer acciones en función del otro; B ya no desperdicia el recurso que tenía en abundancia, sino que, con tal de obtener un beneficio —interés propio—, lo guarda, conserva y cuida para después venderlo; por otro lado, A puede lograr su fin porque cuenta con el recurso M que necesitaba, además, sabe que el recurso que necesita tiene un precio y que debe pagarlo, lo que llevara a realizar acciones con tal de conseguir la cantidad de recurso que necesita —esto lo puede hacer, por decir tan solo dos ejemplos, pidiendo prestado cierta cantidad de bolívares o trabajando y ahorrando—. Ambos actores modificaron su conducta y se disciplinaron para obtener beneficios propios pero, inconscientemente, trabajando en función del otro actor. En otras palabras, A y B se coordinaron gracias a la empresarialidad ejercida por C, ¡Todos ganan! A podrá conseguir su fin, B ya no desperdicia su recurso y obtiene un beneficio por él —tres bolívares— y C gana seis (6) bolívares como resultado de su emprendimiento.
Empresarialidad y precios como transmisor de información
También, los precios utilizados en esas transacciones quedan guardados en la historia, lo cual será de gran valor para los demás actores del mercado que, por circunstancias cuales sean, necesiten de esa información y/o recursos para realizar algún calculo económico que les permita lograr sus propios fines[15]. Esto es, parte de la información que surgió en todo el proceso descrito en el ejemplo quedo comprimido en una serie de precios —algún actor (B) vendió el recurso M por tres bolívares y algún actor (A) lo compro por nueve bolívares—; el sistema de precios, para este ejemplo y en la vida real, funciona como un mecanismo de transmisión de la nueva información creada como resultado del ejercicio de la función empresarial llevada a cabo por C; es decir, ahora no solamente B no desperdiciará el recurso del que disponía en abundancia y no le daba valor hasta el momento que se enteró que podía obtener algún beneficio y A sabe que puede adquirir el recurso M necesario para conseguir su fin, sino que los precios de las transacciones transmiten la información a toda la sociedad de que el recurso M es demandado y, por tanto, debe guardarse y economizarse, y todos los que creían que dicho recurso no existía, o no sabían dónde ni cómo conseguirlo, y no emprendían acciones para conseguir sus fines ahora pueden hacerse del mismo y comenzar a actuar en pos de conseguir sus objetivos —o surgen nuevos fines gracias al conocimiento de esa información y actúan en consecuencia—.
Empresarialidad coordinadora y Socialismo: dos cosas mutuamente excluyentes
Hasta ahora, vemos como en todo este proceso, en el que se ejerce la empresarialidad, que, a su vez, crea nueva información de la nada de tipo práctico, tácito y que se dispersa en toda la sociedad, hace que los individuos aprendan a modificar y disciplinar su comportamiento adaptándolo a las necesidades de los demás —se benefician absolutamente todos los actores involucrados—. Así, la coordinación social ocurre de manera espontánea, no deliberada, y cualquier intento de “coordinación” o “ajuste” social que se valga de la coacción sistemática altera este proceso para mal. Este es precisamente el problema con el Socialismo: que deliberadamente intenta ajustar y/o coordinar a la sociedad basándose en la agresión sistemática, a veces institucionalizada, para modificar el comportamiento de los individuos con el objetivo de adaptarlos a su cosmovisión. Sin embargo, lo que de verdad hace el sistema es atacar la libre acción del human o, lo que es lo mismo, el libre ejercicio de la empresarialidad de los actores sociales; no permitiendo así, paradójicamente, el ajuste y/o coordinación social.
Cuando un órgano rector —Estado— intenta coordinar a la sociedad deliberadamente vía mandatos coactivos, lo que de verdad hace es colocar barreras al desarrollo social por corroer la fuente de ese desarrollo —a saber, el libre ejercicio de la empresarialidad—. Es imposible que un órgano rector pueda regir correctamente a la sociedad porque este no se puede tener en cuenta todos los gustos, preferencias y fines de cada uno de los actores de la sociedad que pretende regir, mucho menos se puede hacer de toda la información de se produce en la sociedad; y es así por dos motivos, primero, por las misma naturaleza y características de esa información —practica, tacita, inarticulable—; segundo, porque, aun si tuviera la imposible sabiduría o capacidad de poder procesar este tipo de información que ni siquiera los actores de la sociedad que pretenden regir puede expresar formalmente, tendría que tener “ojos” en todos y cada uno de los aspectos de la vida de todos los actores —cosa que intenta fallidamente—.
De lo anterior deriva que, al no poder hacerse con la información necesaria, el órgano rector, entonces, por mucho, no puede crear la buena información que necesita la sociedad para poder ajustarse o coordinarse y lograr el desarrollo.
Siguiendo con el ejemplo, si el individuo D, que habíamos dicho era un socialista, que de verdad no sabe qué es lo que desean A y B, no los conoce y, aun si los conociera, no puede hacerse de la información que solo les pertenece a ellos en su mente ni puede apreciar el contexto igual que ellos, pero, aun así, se cree con la sabiduría necesaria para decir que las acciones emprendidas por C son malas y que está dañando a la sociedad y que él tiene la capacidad de ajustar o coordinar a los actores A y B de una mejor manera y, en consecuencia, emprende acciones que pretenden evitar, en nombre de la “justicia”, que el actor C obtenga una ganancia de seis (6) bolívares —por considerarla excesiva— y, coercitivamente, impone que la ganancia máxima debe de ser, por ejemplo, de un 30% sobre la base —lo que haría que el precio bajara de nueve bolívares a 3,9 bolívares—, entonces lo único que logrará es que el actor C pierda el incentivo que le lleva a ejercer su empresarialidad, así que no accionará, teniendo como resultado que los actores A y B nunca se coordinen y la sociedad se estanque por no contar con la nueva información que pudo haberse creado en un ambiente libre en el que los actores ejercieran su función empresarial[16] —digo esto por solo mencionar uno de los tantos casos y no ir a los extremos y decir que el socialista, por creer poseer una sabiduría divina, expropia a todo aquel que produzca el recurso M para ser él quien lo administre (si es que acaso sabe lo que significa), u obligue a B a no ir tras su fin por pensar que este fin que pretende alcanzar no es acorde con el “bienestar social”, entre otras cosas—.
La conclusión, a priori, es siempre y en todo lugar la misma, una verdad irrefutable: el Socialismo es un horror intelectual porque (i) es imposible que un órgano rector pueda organizar a la sociedad mediante mandatos coactivos, ya que no cuenta con la información suficiente para hacerlo. Creer que este órgano puede hacerse con la información necesaria es desconocer la naturaleza y las características de esta información, a saber, que no está “dada”, sino que se va creando y distribuyendo a lo largo, ancho y profundo del mercado, es negar la realidad en sí misma, es caer en lo que Fiedrich Hayek denomino “la fatal arrogancia”; (ii) es imposible ir contra la naturaleza del human, e intentarlo es sumergir al mismo en las más absurdas de las miseria existencial; y (iii) es imposible controlar todo en todo lugar y en todo momento. Toda acción contraria al instinto humano y la ética del sentido común, intuitiva, de decencia elemental, solo constituye una arrogancia fatal en la medida en que causa el deterioro de la sociedad por atacar la fuente del desarrollo social. Este es y siempre será inexorablemente el resultado de la praxis del Socialismo.
[1] Entendemos por economía el estudio de la acción del human y, al ser éste una especie social, por extensión, es el estudio de todas las interacciones que ocurren en la sociedad. En base a este concepto, entonces, a priori, toda acción e interacción entre humans es económica; por lo que, es contradictorio pensar que se puede intervenir en las acciones sociales “dejando de lado la economía”, porque es imposible desvincular las acciones o los comportamientos de los individuos en sociedad de la economía, puesto que ésta existe gracias a dichas acciones. Por lo tanto, cualquier sistema que pretenda ordenar a la sociedad y se valga de la coacción para forzar al individuo a actuar de una forma distinta a como habría actuado en otras circunstancias, como, por excelencia, es el socialismo en todas sus presentaciones, atenta contra la acción del human y, por extensión, contra la economía.
[2] En la “La Acción Humana: tratado de economía”, Ludwig von Mises desarrolla la teoría de la subjetividad introducida por Menger a un nivel superior. En esta obra explica como la economía “es mucho más que una mera teoría del «aspecto económico» del esfuerzo humano por mejorar su bienestar material. Es la ciencia de toda forma de acción humana. La elección determina todas las decisiones del hombre. Cuando realiza su elección, el hombre elige no sólo entre diversos bienes y servicios materiales; cualquier valor humano, sea el que sea, entra en el campo de su opción. Todos los fines y todos los medios —las aspiraciones espirituales y las materiales, lo sublime y lo despreciable, lo noble y lo vil— se ofrecen al hombre a idéntico nivel para que elija, prefiriendo unos y repudiando otros. Nada de cuanto los hombres aprecian o rechazan queda fuera de esa única elección” (ver pág. 3; cursivas mías). En este sentido, concluye un poco más adelante que “la economía es una parte, si bien la más elaborada hasta ahora, de una ciencia más universal, la praxeología” —entendiendo esta como una ciencia que estudia la estructura lógica de toda forma de acción humana— (la versión consultada es la décima edición publicada por Unión Editorial). En este tratado el autor desarrolla el concepto de “empresarialidad” —entrepreneurship— que más tarde sería profundizado, entre otros, por Israel M. Kirzner en una trilogía —Competition and Entrepreneurship (1973); Perception, Opportunity and Profity Discovery (1979) and the Capitalist Process (1985)— tratándola como “función empresarial” —concepto que también desarrolla Jesús Huerta de Soto en su libro “Socialismo, Calculo Económico y Función Empresarial” (1992), especialmente en su capítulo 2—.
[3] Se puede entender la “acción humana” como todas las acciones que realiza el individuo en busca de alcanzar sus fines u objetivos. Al mismo tiempo, como el contexto influye sobre el individuo, se refiere a todas las acciones que realiza la persona en respuesta a los estímulos de este, para adaptarse a las circunstancias y lograr de la mejor manera sus fines propuestos. Todo esto se mueve en el campo de la subjetividad, puesto que los fines y medios para alcanzarlos son valorados por el sujeto en cuestión de forma subjetiva. Para entender cabalmente el concepto de “acción humana”, recomiendo leer los libros mencionados en la nota anterior.
[4] El significado original del término empresario es “descubrir, percibir, atrapar, agarrar”, todo esto lleva implícitamente la idea de “acción”; por lo que se puede concluir que, “empresa o empresario”, es sinónimo de acción. Esta concepción del término “empresario” es original de la Escuela Austriaca de Economía. Autores como, por ejemplo, Jesús Huerta de Soto, en la obra ya mencionada —“Socialismo, Calculo Económico y Función Empresarial” (2005)—, explica que este es “el original significado etimológico del termino empresa. En efecto, tanto la expresión castellana empresa como las expresiones francesa e inglesa entrepreneur proceden etimológicamente del verbo latino in prehendo-endi-ensum, que significa descubrir, ver, percibir, darse cuenta de, atrapar; y la expresión latina in prehensa claramente conlleva la idea de acción, significando tomar, agarrar, asir. En suma, empresa es sinónimo de acción y así en Francia el termino entrepreneur se utiliza ya desde muy antiguo, en la alta Edad Media, para designar a las personas encargadas de efectuar importantes acciones, generalmente relacionadas con la guerra, o de llevar a cabo los grandes proyectos de construcción de catedrales. En nuestra lengua castellana, uno de los significados del término empresa, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, es el de «acción ardua y dificultosa que valerosamente se comienza». […] Ahora bien, el sentido de empresa como acción esta necesaria e inexorablemente unido a una actitud emprendedora, que consiste en intentar continuamente buscar, descubrir, crear o darse cuenta de nuevos fines y medios” (pág. 42-43; la versión citada es la tercera edición publicada por Unión Editorial).
[5] Huerta de Soto sostiene que dicha creación de información es “ex nihilo”, es decir, de la nada (ver óp. Cit. Socialismo, Calculo económico y función empresarial., págs. 52, 61-63), pero considero eso un error. Entiendo que, a efectos del lenguaje, Huerta de Soto no se refiera a un “ex nihilo” materialista —algo que le critica a Santo Tomás—, sino que es uno que “se da siempre que el hombre percibe o se da cuenta de algo que antes ni siquiera había concebido” (ver nota 28, pág. 61), pero aún con la aclaración el término es incorrecto. No existe tal cosa como una “creación de la nada”, sino una creación producto de la manifestación de la creatividad del Human, que une información en su cerebro para producir nueva. De hecho, Huerta de Soto parece aceptar, a efectos dialecticos, que Dios tiene la capacidad de “crear ex nihilo”, pero también es un error; ni siquiera Dios puede crear de la nada, ni en sentido material ni en sentido metafísico, pues cuando creó las cosas en el principio del Genesis ya existía algo, a saber, Él y toda la información que manejaba. Así pues, el human crea, al igual que Dios, pero nada es ex nihilo, si bien, esto no repercute en nada en la conclusión final de “beneficios empresariales puros” ni en los demás análisis que se realizan en la obra al respecto —tan solo es una leve optimización, con la intención de usar un lenguaje más atinado—.
[6] Con una ilustración esto puede ser entendido más claramente; imagine una sociedad conformada por diez (10) individuos que llamaremos A, B, C, D, E, F, G, H, I y J, a su vez, la suma total de la información surgida de las interacciones de estos generan es -45- (para efectos prácticos, la representare con numeros), cada número, partiendo del cero (0) representa un pequeño fragmento del total de la información (sin distinción de cual número es mayor, cada número es un fragmento de mismo tamaño que será valorado subjetivamente por el poseedor de ella). Entonces tenemos lo siguiente:
Individuos: “Ind”
A
B
C
D
E
F
G
H
I
J
Información: “Inf”
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
Cada individuo, representado con letras, es poseedor de un pequeño fragmento del total de la información, entonces tenemos, por ejemplo, que el Ind-A es poseedor de la Inf-0 (Ind-A/Inf-0), el Ind-B es dueño de la Inf-1 (Ind-B/Inf-1) y así sucesivamente para cada actor. Este ejemplo muestra, de forma simple, como cada individuo es dueño de una partícula pequeña, única e irrepetible de forma idéntica, de toda la información que existe en el mercado. Ahora bien, hay que tener en cuenta que la información que puede ser generada en la sociedad es infinita, por lo que los números que representan esa información son infinitos, a su vez, existe la posibilidad de que cada uno de los actores posea un porcentaje, grande o pequeño, de la información que tiene el otro (o, por lo menos, crea poseerlo); también, a su vez, esta diminuta parte de conocimiento de la partícula de conocimiento que tiene otro individuo, al ser interpretada subjetivamente por otro actor, genera nueva información, generando así una espiral ascendente de creación/descubrimiento de nueva información que también será interpretada por los demás actores de forma distinta según sean sus fines, medios y contexto. Este proceso es extremadamente complejo y es trabajo de la ciencia económica el tratar de descifrarlo/entenderlo (si es que acaso es posible del todo). Por todo esto, al tipo de información o conocimiento al que hago referencia no es algo que se encuentre disponible para todo el mundo, no está dado, más bien es un tipo de información/conocimiento que se encuentra disperso en pequeñas partículas en la mente de cada uno de los actores de la sociedad.
[7] Es imposible que el sujeto pueda expresar su información formalmente. Hasta la información más formal es siempre producto de la intuición del sujeto que la creó, por lo que, siguiendo la misma línea argumental de Huerta de Soto, esto no es más que una manifestación de la información tacita. También, estos conocimientos formales, que ayuda a organizar y/o reorganizar todo el contexto de información, haciéndolo más rico y, en consecuencia, más provechoso, al ser interpretado por los demás actores, hace que se cree nueva información a partir de allí, o por lo menos las posibilidades quedan abiertas para que nueva información sea creada a partir de allí. En otras palabras, al ser la información interpretada subjetivamente por un conjunto de esquemas mentales que posee y definen al individuo único —que es irrepetible—, esquemas que tampoco pueden ser articulados, el conocimiento extraído de allí posee las mismas características —tácito e inarticulable—. El actor que intente articular la información se valdrá de un proceso mental que es, en sí mismo, un conocimiento tácito e inarticulable.
[8] Así, por ejemplo “cuando una persona aprende a jugar golf, no está aprendiendo un conjunto de normas objetivas de tipo científico que le permitan efectuar los movimientos necesarios como resultado de la aplicación de una serie de fórmulas de la física matemática, sino que, más bien, el proceso de aprendizaje consiste en la adquisición de una serie de hábitos prácticos de conducta”. Este ejemplo es usado por Jesús Huerta de Soto en op. cit. Socialismo, cálculo económico y función empresarial (pág. 58). La misma premisa puede ser aplicada a cuando las personas aprenden cualquier deporte, estas no conocen, probablemente, todas las leyes físicas que se ven envueltas en la realización de sus acciones, pero, aun así, logran hacerlas de forma satisfactoria y destacable.
[9] El ejemplo que utilizare es el mismo desarrollado por Huerta de Soto en “Socialismo, calculo económico y función empresarial” (pág. 56, 57; 60-67). Para efectos prácticos, todos los individuos o actores del ejemplo son de nacionalidad venezolana.
[10] Esto es lo que sucede en la vida real, los fines de todos los actores de la sociedad son distintos e, incluso, al compararlos, resultan diametralmente opuestos o contradictorios. Todos los actores, además de desear fines singulares, poseen un conocimiento relativo —tácito e inarticulable— en cuando a ellos y a los medios de los que creen disponer para alcanzarlos. También, la motivación, esfuerzo o intensidad difieren entre sí por tratarse de actores que valoran sus fines, medios e información de manera subjetiva, lo que les lleva a actuar según su concepción particular de la realidad.
[12] Llegados a este punto, es bueno aclarar ciertas cosas que ayudaran a una mejor comprensión del ejemplo y del verdadero proceso social en sí. Primero, es cierto que hay fines que pueden lograrse sin necesidad de que haya relación o interacción entre los actores, en estos casos el actor que pretende conseguir su fin realizara una estimación subjetiva y comparará el valor del fin y el costo de consecución del mismo para luego tomar una decisión; sin embargo, este tipo de casos se presentan muy poco en la realidad y el tipo de acción que se realiza, mayormente, es muy simple, la gran mayoría de las veces las acciones que realizan los actores de la sociedad son complejas, como las ilustradas —no demostradas— con el ejemplo, requieren de varios actores que no necesariamente se conocen entre sí o se encuentran en el mismo lugar, además de que dichos actores persiguen fines distintos y muchas veces contradictorios. Segundo, es cierto que la empresarialidad coordinadora pudo ser ejercida por cualquiera de los actores —A y/o B— o ambos la pudieron ejercer al mismo tiempo, con igual o distinta intensidad, sin necesidad de la llegada de un tercero C, pero para efectos prácticos y que sea más entendible el ejemplo, se emplea al actor C como quien ejerce su empresarialidad que desembocó en la coordinación social. Cabe destacar también que este ejemplo sencillo constituye una simplificación del muy complejo proceso social y no pretende ser un modelo que muestre toda la realidad puesto que la misma complejidad imposibilita este hecho, sin embargo, sirve muy bien como ilustración y aproximación a la realidad. Tercero, tengo que optimizar el pensamiento de Mises, Kirzner y Huerta de Soto y decir que, en realidad, todos los actores ejercen su empresarialidad en la medida en que valoran fines y medios y accionan en consecuencia para alcanzar el fin, con el cálculo económico que esto implica; tanto A, B, C y el socialista D ejercieron su empresarialidad según sus objetivos, el punto sería definir cual de ellas es más o menos coordinadora en la sociedad.
[13] Con este término resumió el difunto Hugo Chávez a sus enemigos mientras fungía como presidente de Venezuela en el 2008. Al respecto del modismo, invito a ver ““Pitiyanquis”, la nueva palabra que resume los enemigos de Chávez”, publicado en el portal Ámbito (puede acceder a través de: https://www.ambito.com/mundo/pitiyanquis-la-nueva-palabra-que-resume-los-enemigos-chavez-n3515663). Aunque, en teoría, el término hace referencia a aquellos que imitan la vida estadounidense, en la retórica política chavista esto implicaba una condición humana inmoral, de pocos valores, alguien despreciable.
[14] La definición de “buen precio” es subjetiva para el actor. Antes no valoraba el recurso, ahora se da cuenta que puede obtener un beneficio si lo vende. No existe tal cosa como un “precio digno”, es un absurdo; en principio, porque el adjetivo de “digno” solo puede aplicar a la condición del human en tanto human.
[15] Como ya se mencionó, el cálculo económico siempre es subjetivo porque se realiza en función al valor que el actor da a los fines que desea alcanzar y a los medios que empleara para ello —contexto de acciones del actor—. La dinámica de la percepción es compleja, cada actor tiene estructuras de información en su mente distinta de otros; a su vez, la información toma forma en la mente de las personas subjetivamente porque son estos quienes la valoran en el marco del contexto en el que se desenvuelven. Esto hace que toda la información que se transmite en el mercado se mueva en el campo de la subjetividad y no de la objetividad; por ejemplo, un recuerdo toma forma en la mente del actor, pero este no puede verlo, no puede tocarlo, el recuerdo solo está allí, en forma de energía y toma forma según el actor, solo él puede percibirlo con todos sus matices y colores; otro ejemplo puede ser una “roca”, el modo en como el actor vea una roca en el camino dependerá del como él perciba, de la información que se crea en la mente del actor según su contexto mental y físico, así, un actor puede solo ver una roca que no se mueve como otro puede ver una potencial escultura —por decir un ejemplo en extremo simple—. A priori, se observa cómo entonces la información creada en el mercado no existe de forma física, solo está en la mente de los actores y, por tanto, no es objetiva; los actores no lo perciben del mismo modo. Esto puede demostrarse hasta científicamente: resulta que muchos científicos han decepcionado cerebros de humans —tejido cerebral— tanto en vivos como en muertos, se ha identificado, sin entenderlo del todo, las funciones del cerebro, lo que ha llevado a dividirlo en secciones, y, aun así, no se ha logrado observar la información que allí se registra y que poseía —o posee— el human. La información adquirida por el actor, además, tiene la potencialidad de hacer que este actué para darle forma, es decir, que realice acciones con tal de beneficiarse de esa información. Entendiendo esto, seguimos con el ejemplo que se ha venido desarrollando hasta ahora: el actor C adquirió una información, la valoro subjetivamente y actuó en pos de aprovecharla, una vez ejerce acción o, lo que es lo mismo, ejecuta su empresarialidad, comenzó una cadena de creación de información que brindo a los demás actores información necesaria, de la que antes no disponían, para intentar alcanzar, con más probabilidades de éxito, sus fines. Se puede decir entonces que los actores pueden realizar estimaciones o cálculos económicos gracias al ejercicio de la función empresarial de todos los actores del mercado, en mayor o menor grado. Si por alguna razón, el ejercicio de la empresarialidad de los actores del mercado se ve limitado, entonces se limita a la sociedad de nueva información necesaria y beneficiosa, lo que tiene como consecuencia un estancamiento social.
[16] Esto sucederá sin que los actores se den cuenta de ello. En Socialismo se limita, corroe y destruye el libre ejercicio de la empresarialidad de los actores de la sociedad, por lo que nunca se crea nueva información. Esto explica cómo es que todas las sociedades sometidas a este sistema se estancan, no se desarrollan e, incluso, hasta retroceden en el tiempo —involución—. Pero los actores sometidos al sistema no son conscientes de la información de la que están siendo limitados y que no les permite desarrollarse; como dice un dicho popular, “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Para entender correctamente lo que significa o es en sí mismo, en esencia, el Socialismo, es necesario conocer a profundidad un concepto y lo que éste representa. Estoy hablando del colectivismo. La Real Academia Española[1] define el término como una “doctrina que tiende a suprimir la propiedad particular, transferirla a la colectividad y confiar al Estado la distribución de la riqueza”; ahora bien, esto es un destello del concepto del término, lo que significa en sentido completo. Para entender y comprender a profundidad el constructo del “colectivismo” como concepto, que luego llevara a entender mejor los resultados de su praxis, es necesario realizar un estudio semántico y/o etimológico del mismo.
Sobre el concepto de Colectivismo
En principio, éste sistema acentúa y glorifica el concepto de lo colectivo, un término que proviene del latín “collectivus”, que hace alusión a grupo, asamblea o reunión, y se deriva de ‘collectio‘/’collectionis‘, que se refiere a reunión y/o colección; hasta ahora, se puede decir que el colectivismo se opone al concepto de individual y enaltece el concepto de colectividad; es más importante el grupo, el conjunto, que el individuo. Ahora bien, lo presentado a continuación no es un asunto baladí, pues, en latín, el término “collectivus” también es el nombre de acción del verbo ‘colligere‘, que hace referencia a resumir, reunir, agrupar y, a su vez, está compuesto de ‘con-‘ —que alude a ‘conjunto’ o ‘conjuntamente’— y ‘legere‘ —que se refiere a ‘leer, elegir, recoger’—, cuya raíz o componentes léxicos evoca vocablos como legión, negligencia y sortilegio[2].
Es necesario conceptualizar estas evocaciones que hace el término en latín; para la Real Academia Española, legión es “cierto cuerpo de tropas”, en su segunda aceptación dice que es un “número indeterminado y copioso[3] de personas, de espíritus, y aun de ciertos animales” y su tercera aceptación dice que se refiere al “cuerpo de tropa romana compuesto de infantería y caballería, que varió mucho según los tiempos”[4]; además, define negligencia como “descuido, falta de cuidado” y sortilegio como “adivinación que se hace por suertes supersticiosas”; con respecto a esta última, etimológicamente, su significado también puede ser “hechizo o encantamiento”, que no es más que el acto de someter la voluntad de alguien mediante fórmulas mágicas o acciones de hechicería[5]. Estos vocablos a los que etimológicamente evoca el término “colectivo” ya muestran, desde su génesis, lo que representa el colectivismo en sí, a saber, no solo es un tipo de orden social en el que se concede gran valor a bienestar del grupo o el conjunto por encima del bien del individuo, sino que arremete en su contra; la esencia del colectivismo es la violencia, el sometimiento sistemático de la voluntad de los individuos mediante acciones iracundas del nivel de tropas sangrientas —como lo fueron los legionarios romanos— al grupo o conjunto; en suma, el sistema niega la identidad de los individuos y pasa a percibirlos a todos como una misma identidad, la del colectivo; niega los derechos individuales y somete a los actores sociales a derechos colectivos, niega la propiedad —que siempre es privada— frente a una “propiedad colectiva” que no existe, pues es un oxímoron y en realidad se traduce como “no propiedad”.
Ahora bien, este sistema es negligente en sentido pleno por descuidar las consecuencias ineludibles que surgen, más temprano que tarde, al aplicarlo; la praxis del colectivismo implica riesgo para todos los actores sometidos al sistema. El no comprender que la colectividad no es un ser personal a quien se le deba rendir adoración y/o dar tributo y que este no es algo más allá que la agrupación de varios individuos, una manifestación de dos o más individuos que, consientes o inconscientemente, cooperan entre sí[6], lleva a negar la identidad personal a cada uno de los individuos que componen el colectivo, reduciendo así su singularidad humana y, en consecuencia, despojándolo de todo su ser; es decir, se le concede a los actores, como un todo, una deforme y antinatural identidad “colectiva”, el individuo no tiene valor y solo tiene significado en tanto y en cuanto forme parte de la colectividad.
El resultado es previsible: el sistema, al arremeter contra los individuos, por extensión, arremete contra el grupo que dice defender, por lo que se ve envuelta en una paradoja ridícula; el fundamento inmoral donde se sostiene, a saber, odio, injusticia, contra-natural y liberticida[7], y el horror intelectual del sistema[8], puesto que desconoce la naturaleza del human, condena a la sociedad, en el mejor de los casos, a vivir en la miseria. Sin embargo, quienes apoyan el colectivismo —el sistema en sí mismo— omiten el cálculo de estas previsibles consecuencias producidas por todas las acciones llevadas a cabo con el fin de someter el individuo al colectivo.
Llegados a este punto, podemos retomar la definición que da la Real Academia Española al término “colectivo”[9] y entender el concepto a lo largo, ancho y profundo: se suprime la propiedad de los individuos y éste es sometido a la inexistente “propiedad colectiva”[10]; para ello se vale de una aberrante institución conocida como Estado, que no es más que la institucionalización de un ilegitimo gobierno coactivo de human sobre human, donde se ataca sistemáticamente su libertad[11], no solo para “redistribuir la riqueza” como indica la RAE, sino también para modificar los comportamientos de los individuos —sometiéndolo— con el fin de enmarcarlos en la identidad colectiva mediante el ejercicio de la violencia o amenaza de ella. Las acciones emprendidas en el sistema colectivista no se limitan a la repartición de la riqueza, sino que penetra en cada uno de los ámbitos de la vida de los actores sociales.
El Fascismo como manifestación del Colectivismo
Entre las manifestaciones del colectivismo encontramos el Fascismo[12]; este término a menudo es usado por los adeptos al sistema socialista para atacar y descalificar a todo aquel que no concuerde con su cosmovisión, se escucha decir que el origen de éste radica en la “derecha radical” y fue/es una respuesta del sistema capitalista burgués en contra de los movimientos socialistas revolucionarios; ahora bien, estas afirmaciones son falsas y quienes las promueven solo denotan una supina ignorancia de los hechos históricos que dieron origen al Fascismo y las características de esta doctrina o corriente de pensamiento; para empezar, el enmarcar al Fascismo en una dicotomía como “derecha o izquierda” limita a las personas el conocer a profundidad las cualidades que éste manifestó tanto en su discurso como en sus hechos, pues sus características hacen imposible clasificarlo en los espectros políticos de “izquierda o derecha”. Sin embargo, algo es claro, este fenómeno histórico que tuvo repercusiones en todo el globo terráqueo, que logro manifestarse con ligeras diferencias en matices, con otros nombres, rostros y colores en otras civilizaciones[13], es hermano ideológico del Socialismo, que, si bien son hermanos enfrentados, a fin de cuentas, siguen siendo hermanos. Es necesario hacer ciertas precisiones.
Fascismo nace de las ideas Socialistas
Para empezar, el creador del Fascismo, nacido oficialmente como sistema el 23 de marzo de 1919[14], Benito Mussolini, antes de crear la doctrina fascista como tal, admiraba a Karl Marx y formo parte del Partido Socialista Italiano[15]. No fue hasta el año 1914 cuando inicia la primera guerra mundial[16] que Mussolini es expulsado de las filas de los movimientos socialistas por su nacionalismo radical[17] que le llevaría a formar parte del grupo nacionalista de izquierdas llamado “Fascio Rivoluzionario d’Azione Interventista” (Liga Revolucionaria de Acción Intervencionista) que estaba conformado por intervencionistas de izquierda que habían abandonado las filas del socialismo; poco antes de su expulsión había iniciado un nuevo periódico titulado “Il Popolo d´Italia” en el que atacaba duramente la posición de los socialista y mostraba su favor en la participación de la guerra[18]; para diciembre de 1914 “se habían organizado los fascisti como grupo de presión para la intervención italiana en la guerra” en los que se enfilaba Mussolini[19]. Ya poseído completamente por un espíritu nacionalista extremista, en mayo de 1915 escribe lo siguiente: “Estoy más firmemente convencido que nunca de que para la salvación de Italia tenemos que disparar, y digo -disparar- por la espalda, a unas decenas de diputados, y condenar, por lo menos, a un par de exministros a cadena perpetua. Y no sólo eso; estoy más convencido de que el Parlamento de Italia constituye una peste bubónica[20] que envenena la sangre de la nación. Debemos extirparla”[21]; cuando Italia se suma a la guerra, los partidarios de la intervención se alistan inmediatamente, menos Mussolini, él es reclutado poco después.
En la guerra, el ejército italiano no hace un buen papel, por lo menos no como lo esperaba Mussolini, las tropas sufren una derrota en Caporetto —región occidental de Eslovenia— y éste no vacila en culpar al gobierno, los mandos militares y a los socialistas[22] de dicha derrota. Analizando todos los acontecimientos, Mussolini concluye que solo “una dictadura salvaría a Italia” y consideraba que “se debía suspender la publicación de periódicos independientes, pues lo que el país precisaba era disciplina”[23]; una vez terminada la guerra, feliz porque habían ganado y logrado anexar a Italia zonas de habla alemana y eslava que eran consideradas como dentro de las “fronteras naturales” del país, modifica el enfoque de su periódico para describir al marxismo como “un montón de ruinas de ideas obsoletas”[24]. Todo el pensamiento de este megalómano narcisista personaje giraba en torno a la creación de una Gran Nación, un imperio que se destacara por su expansión territorial, un imperio que a su vez seria dominado por “una mezcla de ideas del socialismo, del nacionalismo, del intervencionismo y del anticlericalismo”[25], de allí que su discurso se basara en un ataque sistemático hacia el socialismo y el capitalismo[26], cosa que le consiguió seguidores de todos los estratos sociales. Este fue el Mussolini que en marzo de 1919 crearía, junto con veteranos de guerra, sindicalistas e intelectuales, los “Fasci di Combattimento” (Hermandades de combate). El fascismo ya había nacido.
Esta reunión se llevó a cabo en Piazza San Sepolcro, Milán, en un salón del club “Alianza Industrial y Comercial”, en aquel entonces Mussolini habló en dos oportunidades, en el primero se limita a leer tres declaraciones escritas[27] y en el segundo no hace más que fustigar a los socialistas, prometer un gran imperio para Italia y mostrar amor por las armas[28]; dos meses después, el 6 de junio, publica el programa fascista impregnado de intervencionismo, anticapitalismo, sindicalismo y nacionalismo; entre los postulados se encontraba el establecimiento de un sueldo mínimo para los trabajadores, la entrega de la industrias nacionales a los sindicatos y trabajadores —sindicalización del Estado—, e impuesto progresivo sobre el capital y la incautación del 85% de las ganancias de guerra[29].
El Fascismo y el Socialismo, dos hermanos de la misma madre: Colectivismo
A poco más de tres años de la reunión en Piazza San Sepolcro, el partido o movimiento fascista llega al poder en Italia[30], una vez allí el régimen ataco con todas sus fuerzas a los movimientos o partidos socialistas por considerar que habían ido en contra de la nación, “prohibieron las huelgas, disolvieron los sindicatos independientes, redujeron el poder de compra de los asalariados y financiaron generosamente la industria de armamento”[31], también “confiscaron propiedades de adversarios políticos, extranjeros o judíos […] sustituyeron las fuerzas del mercado por la administración estatal”[32]; si bien esta última acción se realizó con la aprobación de la mayoría de los hombres de negocios en plena Gran Depresión, también es cierto que estos hombres de negocios solo podían existir —conservar su propiedad y generar riqueza— en tanto y en cuanto sirvieran al Estado, porque en el momento en que dejara de hacerse, pasarían a ser objeto de ataque del mismo[33]; también modifico las relaciones que existían entre individuo y colectivo de tal manera que “el individuo no tenía ningún derecho fuera de los intereses de la comunidad”[34]; lograron conseguir el control total de las instituciones del país y, por extensión, de la sociedad en general. Todo lo anterior con el fin de enmarcar a la sociedad italiana en la concepción que tenía el Duque Mussolini, y los fascistas en general, de la vida y la propia existencia de Italia, con el fin de hacer del país un imperio. En suma, el fin último no era la plenitud humana individual de los italianos, sino que valía más la grandeza de la nación; para ello, se valían de “legión/es” —tropas— que ejercían la violencia o amenazaban con usarla en caso de que algo no se alineara con el bienestar de la nación y del discurso lleno de matices de sortilegios para lograr que los individuos ejercieran las acciones que el régimen necesitara y/o deseara.
Tenemos entonces a un régimen que resulta ser hijo del colectivismo y hermano del socialismo, que, aunque en un principio se llevaron bien, los separaron las formas que tenían para llegar al poder en la Italia de entonces, por lo que terminaron odiándose y atacándose entre sí. El siguiente cuadro resume las características que hacen que el Fascismo no sea más que una de las expresiones del colectivismo:
Colectivismo
Fascismo
Arremete contra la propiedad, pues lo que importa es la propiedad colectiva
Ataca a la propiedad que no enriquecen a la nación (colectivo); reduciendo notoriamente lo que es intocablemente privado.
Es más importante la colectividad que el individuo
Es más importante la nación (colectividad) que el individuo.
Todo individuo que no se someta al colectivo es atacado
El individuo no tiene valor fuera de los intereses del colectivo
Se vale de la violencia, pues es el único medio con el que puede modificar los comportamientos naturales del hombre para adaptarlo a su concepción del mundo
Se vale de la violencia para disciplinar al individuo; esto es, modificar su comportamiento para enmarcarlo en la cosmovisión de quien rige a la sociedad.
Los intereses económicos son dirigidos por el grupo organizado que, a su vez, responde directamente al Estado
Los intereses económicos son dirigidos por un único sindicato que responde directamente al gobierno (Estado).
Se domina todos los ámbitos de la vida pública y privada mediante fuertes controles
Lo público y lo privado es diluido y controlado fuertemente por el órgano director
Elaboración propia.
Entonces, el discurso de que “el fascismo nació de la extrema derecha” y que es producto del “capitalismo burgués” no es más que una vil mentira promovida por los partidos socialistas del mundo entero; desde antes de que Mussolini se consolidara en el poder, el propio Marx, acostumbrado a ver la historia como una profunda lucha entre sistemas económicos, ya definía el fascismo como “el instrumento de la alta burguesía para combatir el proletariado cuando los medios legales disponibles del Estado resultasen insuficientes para someterlo”, el atacar al fascismo se convirtió en ortodoxia comunista durante medio siglo, desde la época de Stalin, se dedicaron a decir que “el fascismo es la dictadura terrorista y descarada de los elementos más reaccionarios, patrioteros e imperialistas del capital financiero”[36]; pero los hechos apuntan lo contrario, la realidad es que la ideología fascista tuvo como principal modelo el socialismo/comunismo promovido por Marx y Engels. Mussolini criticaba eran los medios que utilizaban sus excompañeros socialistas en ese entonces para hacerse con el poder, no el fin en sí mismo —aunque a este fin le sumaba su nacionalismo extremo, el colectivo era la nación, que llevaba a considerar a los demás como una raza inferior y, por tanto, ser objeto de odio y/o desprecio; aunque esto es comparable con el cómo consideran los socialistas a todos aquellos que no sean adeptos a sus ideas y, en lugar de servir al colectivo, tratan de perseguir fines individuales—. Además, muchas veces se llama al régimen fascista como “nacionalsindicalismo”, algo que no dista mucho de lo que es la “dictadura del proletariado” descrita por Marx y puesta en práctica por el movimiento bolchevique —leninista-comunista— caracterizado por la violencia[37]; si el término “fascista” es usado por los adeptos al socialismo como sinónimo de “violencia, dictadura, sanguinario, etc.”, entonces el socialismo habría que calificarlo como el sistema más fascista que existe.
El Nazismo como sinónimo de fascismo
Otra expresión del colectivismo fue/es el Nazismo, esta manifestación histórica no es más que un Fascismo, quizás más extremista, puesto en práctica en otra latitud —Alemania—; Hitler, quien estaba resentido por la pérdida de Alemania en la Gran Guerra al igual que la mayoría de los miembros de la sociedad alemana entera, quien, además, admiraba a Mussolini y estaba influenciado, al igual que éste, por pensamientos de Friedrich Nietzsche (1844-1900), se une al “Partido de los Trabajadores Alemanes” (DAP), fundado por Anton Drexler, en 1919 y no tarda “en convertirse en uno de los oradores más eficaces del movimiento y miembro del comité dirigente”[38]; este partido lo conformarían grupos nacionalistas con ideas socialistas; de hecho, ya para el febrero de 1920 “Hitler dio un nuevo nombre al movimiento -el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei, NSDAP”[39] (Partido Nacional Socialista Obrero Alemán) que luego sería conocido popularmente como “el partido nazi” y presenta, curiosamente al igual que hizo Mussolini, aunque un poco más específico, un programa que constituía una mezcla de antimarxismo, nacionalismo extremo y anticapitalismo. Quizás el extremo narcicismo alemán no les permitía calificarse a sí mismos como “fascistas”, por lo que prefirieron llamarse “nazistas”. Una vez en el poder (1933), once años después que el partido fascista italiano lo hace (1922), hasta su caída en el 1945 tras perder la segunda Guerra Mundial, el Nazismo se caracterizó por ser un régimen dictatorial que exaltaba a su nación por sobre las demás y reprimía de muchas formas[40] a todo aquel que no encajara en la concepción del mundo que tenía el líder supremo —Hitler—.
Puede verse con claridad como las características del Fascismo y Nazismo encajan perfectamente en la concepción del colectivismo descrito en los primeros párrafos; se puede concluir entonces que estas manifestaciones son tan solo animales de la misma especie con ciertos rasgos distintos. Ahora bien, estos regímenes no son la máxima expresión del colectivismo, quien ocupa este lugar es nada más y nada menos que el Socialismo. Muchos quizás se pregunten: “¿Y el comunismo?”, porque, hasta ahora, creen que comunismo y socialismo son dos regímenes distintos, pero no, es exactamente lo mismo; en la terminología usada por Karl Marx y Friedrich Engels socialismo y comunismo son sinónimos y no hacen distinción entre ellas, “en la práctica todos los grupos y sectas marxistas hasta 1917” hicieron lo mismo, “los partidos políticos marxistas, que consideraban el Manifiesto Comunista como el evangelio inalterable de su doctrina, se llamaron a sí mismos socialistas. El partido más numeroso e influyente de estos últimos, el partido alemán, adoptó el nombre de Partido Social Demócrata. En Italia, Francia y demás países donde los partidos marxistas desempeñaban ya un papel en la vida política, antes de 1917, el término socialista sustituyó igualmente al término comunista. Ningún marxista se aventuró nunca, antes de ese año, a establecer distinciones entre comunismo y socialismo”[41], las siglas URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), demuestran el hecho de que estos términos eran usados indistintamente en aquella época[42]. Las diferencias que vagamente intentan atribuir entre el comunismo y el socialismo hoy en día solo tienen el objetivo de desvincular al segundo del fracaso de la Unión Soviética –considerada comunista, pero que, curiosamente, sus principios son socialistas y el nombre “URSS” así lo indica– quedada al descubierto tras la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989; aun si insisten en enmarcar diferencias, en el mejor de los casos, solo lograran inteligentemente demostrar que ambos constituyen 2 etapas del mismo proceso, el socialismo tiene como fin el comunismo –Socialismo es la primera etapa–[43]. Tenemos entonces que socialismo y comunismo son sinónimos, por lo que no es necesario analizarlos por separado.
El Socialismo como máxima expresión del colectivismo
El socialismo tiene como fin que la “administración de la industria y de todas las ramas de producción en general deje de pertenecer a unos u otros individuos en competencia y pase a estar en manos de la sociedad”, esto es, “la propiedad privada debe ser suprimida y ocuparan su lugar el usufructo colectivo de todos los instrumentos de producción y el reparto de los productos de común acuerdo, lo que se llama la comunidad de los bienes”[44]; además, no teme en usar la violencia para implementar su sistema[45][46]. Para Marx, los comunistas “destacan y hacen valer, en las diversas luchas de los proletarios, los intereses comunes de todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra, en que, a lo largo de las diversas fases del desenvolvimiento por que atraviesa la lucha entre proletariado y la burguesía, defienden siempre los intereses del movimiento en su conjunto”[47]. En “Los Principios del Comunismo” Engels destaca que “las ramas de producción pasaran a toda la sociedad, es decir, serán administradas en beneficio de toda la sociedad, con arreglo general y con la participación de todos los miembros de la sociedad”[48], lo que no dice es que “toda la sociedad”, quien supuestamente pasa a ser dueño de los medios de producción, no es más que el órgano rector —el Estado—, puesto que es éste quien administra y realiza el arreglo general; es necesariamente así ya que, por lógica, puede que una asociación —colectivo— vaya en contra del interés de otra agrupación, por lo que el mismo sistema requiere de la existencia de un órgano director que establezca el interés general para que, luego, sean estas agrupaciones las que deban enmarcarse en las directrices dadas.
En resumen, el Socialismo es lo mismo que comunismo y tiene como fin la supresión de la propiedad y el sometimiento del individuo al colectivo, para ello, necesaria y obligatoriamente, porque las circunstancias así lo requieren al tratarse de un régimen que intenta modificar el comportamiento natural de los actores sociales, se vale de la violencia sistemática e institucionalizada dirigida por el Estado. Ahora bien, este sistema es más peligroso e incluso peor que el Fascismo, este último profesaba odio hacia la humanidad, era sincero, pero el Socialismo profesa amor a la humanidad, a la justicia social, a la libertad y a la solidaridad o generosidad, y en nombre de estos valores se ha ganado el corazón de muchos adeptos a pesar de ser un sistema que contempla el crimen como sistema de gobierno; este poder de ocultar su naturaleza le permite calar en el corazón de muchos, lo que le ha ayudado a mantenerse desde su génesis en la historia hasta nuestros días.
En conclusión, el Colectivismo, Fascismo, Nazismo, Comunismo y Socialismo forman una familia disfuncional, siendo los dos últimos en realidad un solo hijo con trastorno de personalidad —Socialismo/Comunismo—, en donde los hijos pelean entre ellos —Fascismo vs Socialismo— y niegan a la madre —Colectivismo—. Sin embargo, a pesar de ello, la madre exalta a su hijo con trastorno de personalidad por ser, más que el facsímile, quien la representa de forma superior[49]; también, estos sistemas de gobiernos son ejercidos por bestias salvajes que tienen como dios la violencia y como principios móviles el odio y la envidia, a pesar de que en palabras intenten mostrar lo contrario.
Entender esto a profundidad es fundamental, en términos matemáticos, es “extremadamente importante en valor absoluto”, no es un asunto baladí, todas las desgracias de la historia de la humanidad se deben a problemas de índole intelectual y moral, por abrazar ideas erradas, ideas como las colectivistas; por tanto, si la sociedad no cambia sus principios filosóficos errados y no logra identificar los principios inmorales vestidos de moralidad pura y deshacerse de ellos, si sigue comprando la idea de que el Socialismo es movido por principios elevados, en lugar de reconocer su naturaleza diabólica, entonces estamos condenados a caer en un abismo sin fondo, a vivir y morir en la más absurda de las miserias.
[1] Todas las citas que se hagan de la RAE en esta obra serán extraídas de la versión 23.4 en línea de la Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23.ª edición. Puede acceder a través de: https://dle.rae.es.
[2] El componente léxico “legere” también evoca leer, lectura, sacrilegio, elegir, leyenda, entre otros. Todo sin que reste valor a lo que se expondrá en el párrafo. Utilizando estos vocablos, se puede decir que el colectivismo “elige” al “grupo” por encima del individuo y pretende ser una “lectura” —estudio o análisis— del mismo; cabe resaltar, nuevamente, que esta lectura, estudio o análisis lo hace minimizando al individuo y contemplando al colectivo con cierta latría.
[4] Los legionarios romanos eran conocidos por su disciplina, orden y buen entrenamiento para la batalla; estas cualidades les permitieron enfrentarse a ejércitos mayores en números y mejor equipados que ellos y, aun así, salir victoriosos. Una legión estaba compuesta entre 4000 y 6000 soldados y el ejército romano contaba por lo menos con unas 25 legiones, estos eran la parte principal del ejército, uno independiente y completo en sí mismo —véase: Perspicacia para comprender las Escrituras. 1991. Volumen 1. Brooklyn, New York. Editado y publicado por la Watch Tower Bible and Tract Society of New York, Inc. International Bible Students Association. Sección “Ejercito”, con especial énfasis en “Ejercito romano”, págs. 780-784. Considero necesario destacar también que la Biblia relata una oportunidad en la que Jesucristo se encuentra con dos hombres endemoniados al desembarcar en la orilla oriental del mar de Galilea —región de los gerasenos—, estos hombres eran tan violentos que nadie se atrevía a pasar por el camino en el que se encontraban, al preguntar sus nombres, uno de ellos responde que se llama “legión” porque “eran muchos” (Mateo 8: 28-34; Marcos 5: 1-13; Lucas 8: 26-39). Entiéndase entonces que la palabra hace referencia a un conjunto de hombres actos para la guerra; además de ello, no creo sea coincidencia que un grupo de numerosos demonios —ángeles que se rebelaron contra Dios, constituyéndose enemigos directos del Creador— decidieran llamarse a sí mismos “legión” y que el hombre a quien poseían se mostrara, en extremo, violento.
[5] Estos actos también son condenados por la Biblia (Éxodo 22:18; Levítico 19:26; Deuteronomio 18:9-14). Por otro lado, este vocablo también le concede al concepto de colectivismo un componente intangible y vago, casi místico.
[6] Considero importante destacar lo que escribió Ludwig von Mises con respecto al “yo” —individuo— y el “nosotros” —colectivo—, en su obra titulada “La Acción Humana, Tratado de Economía” (el titulo original es “Human Action, A Treatise on Economics”, publicada esta primera edición en ingles en 1949, siendo su predecesora “Nationalökonomie: Theorie des Handelns und Wirtschaftens” —en Alemán—, publicada en 1940; esta es la más grande obra de Mises; la versión citada es una traducción de Joaquín Reig Albiol publicada por Unión Editorial, décima edición). En esta obra explica que “el ego es la unidad del ser actuante […] el nosotros es siempre fruto de una agrupación que une a dos o más egos. Si alguien dice Yo, no se precisa mayor ilustración para percibir el significado de la expresión. Lo mismo sucede con Tú y, siempre que se halle especialmente precisada la persona que se trate, también acontece lo mismo con el ÉL. Ahora bien, el decir Nosotros, es ineludible una mayor información para identificar qué Egos se hallan comprendidos en ese Nosotros. Siempre es un solo individuo quien dice Nosotros; aun cuando se trate de varios que se expresen al tiempo, siempre serán diversas manifestaciones individuales. El Nosotros actúa, indefectiblemente, según actúan los egos que lo integran” (pág. 53). Entiéndase que una agrupación —colectivo— está conformada por individuos y que no es un ser en sí mismo.
[8] Para profundizar sobre este tema, invito a revisar: Jesús Huerta de Soto. 2005. Socialismo, calculo económico y función empresarial. Madrid, España. Tercera edición. Publicado por Unión Editorial. Capítulo 3., donde el autor hace un buen resumen de todo el aporte de Ludwig von Mises en su análisis de la imposibilidad del sistema.
[9] Primer párrafo de este apartado, retomamos, colectivismo es una “doctrina que tiende a suprimir la propiedad particular, transferirla a la colectividad y confiar al Estado la distribución de la riqueza” o, si gusta más, hay varios actores copropietarios del bien. De allí que Hayek prefiera llamarlo “propiedad plural”. Ahora bien, a efectos de lenguaje, si quiere llamar “propiedad colectiva” a una cosa para aludir a esa “copropiedad”, es entendible, pero el punto es que quienes defienden sistemas colectivistas no aluden a ese tipo de concepto, sino que pretenden de alguna manera que todo sea de todos —nada de nadie—.
[10] Algunos pensarán que un bien puede ser propiedad de varios y aludir a ello como “propiedad colectiva”, sin embargo, en sentido estricto, sigue siendo una “propiedad privada” extensiva a varios actores,
[11] Para entender el por qué de esta definición, en apariencia poco relevante, pero con implicaciones filosóficas profundas, puede consultar: Roymer Rivas. 2023. Estado, Gobierno, Dios y Orden Social. Publicado en el portal de ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/estado-gobierno-dios-y-orden-social/ (Consultado el 24 de noviembre de 2023).
[12] Esta palabra proviene del italiano “fascio” —que significa haz, grupo—, del latín “fascis” —fasces en plural—, que significa manojo de varas o haz —aunque también puede significar grupo—. En la antigua roma los fasces hacían referencia a los haces de varas con un hacha encajada en medio; estos eran señal de autoridad y poder y solían portarlos los magistrados, procónsules, cónsules, dictadores, entre otros. Más tarde esto sería el símbolo del Fascismo como movimiento y/o sistema.
[13] El Fascismo como ideología transcendió fronteras, así podemos ver las Camisas Grises de Islandia, la Nueva Guardia de Nueva Gales del Sur (Australia), el Nazismo Alemán, El Franquismo Español, movimientos como Faisceau, Jeunesses Patriotes, los Camisas Verdes y la Fédération Nationale Catholique en Francia, Ferenc Szálasy en Hungría, Legión del Arcángel Miguel de Rumanía, el movimiento rexistade León Degrelle en Bulgaria, el Nationaal Socialistische Beweging en Holanda, Nasjonal Samling de Vidkun Quisling en Noruega, la unión de fascistas de sir Oswald Mosley en Gran Bretaña, entre muchos otros en otras latitudes. Estos movimientos fascistas los extraje de la original y magnífica obra literaria titulada “Anatomía del Fascismo” escrita por Robert O. Paxton (publicado por Capitán Swing Libros, S.L.Cap. 3 “El arraigo”, pág. 96-144); la citada es la traducción al español de José Manuel Álvarez Flórez (2019) de la publicación original en inglés titulada “The Anatomy of Fascism” (2006). Cambiando de enfoque, tengo que decir que no concuerdo con lo expuesto por el autor con respecto a la existencia de “capitalismo”, tal y como lo entendemos hoy día, en el régimen fascista —se alude a ello en los capítulos 1, 4 y 8 directamente, en otros es sobreentendido—; como concepto, el capitalismo, no es un tipo de orden social, sino como el resultado del respeto a la propiedad privada y del libre ejercicio de la empresarialidad innata de los actores sociales siempre en busca de la consecución de sus fines individuales que, no deliberadamente, repercute en beneficio para los demás actores, el capitalismo es, resultado de la libertad. En el régimen Fascista, la propiedad privada supuestamente capitalista existía en tanto beneficiara al Estado y al colectivo, —con respecto a esto, el autor expresa que “respetaban la propiedad privada de los productores nacionales, que debían formar la base social de la nación revitalizada. Cuando atacaban a la burguesía, lo hacían porque era demasiado débil e individualista para hacer fuerte a la nación, no por robar a los trabajadores el valor que estos añadían. Lo que ellos criticaban del capitalismo no era la explotación, sino su materialismo, su indiferencia hacia la nación, su incapacidad para conmover el espíritu” [las cursivas son mías] (pág. 19)—, las fábricas “capitalistas” en el régimen no hicieron más que beneficiar al Estado en lugar de a la sociedad, entonces, no tenemos a personas libres ejerciendo libremente su empresarialidad ni respeto pleno a la propiedad, sino a un grupo de actores sociales que fueron obligados a ser útil para la colectividad según la concepción del régimen y a un grupo de bandidos que se dieron cuenta que obtendrían grandes ganancias al servir al Estado —las industrias de armamentos, por ejemplo— en lugar que a la sociedad. Empero, tengo que aclarar que me refiero al “capitalismo como concepto” porque no soy partidario de usar el término “capitalismo” para defender el sistema basado en la propiedad y el respeto a las libertad, dado que el origen que tiene el mismo y lo que significa realmente —etimológica, históricamente— no es acorde al mensaje que se intenta transmitir cuando se usa, pero hablaré de ello otra oportunidad; mientras tanto, usare el termino tal y como lo concebimos aquí para una mejor comprensión del mensaje.
[14] A pesar de que el término “fascio” fue usado en distintas ocasiones, como “los campesinos que se sublevaron contra los terratenientes en Sicilia en 1893-1894” que se “autodenominaron los Fasci Siciliani”, “los nacionalistas de izquierdas” que intentaron que Italia entrara en la primera guerra mundial en 1914 en el bando aliado —Francia, Rusia y Gran Bretaña— llamados “Fascio Rivoluzionario d´Azione Interventista” y el uso de la palabra “fascismo” que acuñó Mussolini a final de la guerra para “describir el talante del pequeño grupo de exsoldados nacionalistas y revolucionarios sindicalistas” [las cursivas son mías] pero, para ese entonces, no tenía el monopolio del uso de la palabra fascio ya que siguió “siendo de uso general entre grupos militantes de diversos matices políticos” (revisar: ibíd., pág. 12); como tal, antes de esa fecha (marzo de 1919) no existía ni un partido ni la doctrina fascista.
[15] Incluso, era “una personalidad destacada del ala revolucionaria del partido”, caracterizado por su posición radical, por lo que despreciaba al ala del partido que participaba en el parlamento de la época (ibíd., pág. 36, ver nota 7). Mussolini ya a la edad de 18 años mostraba su afinidad política por el Socialismo internacional, poco tiempo después, a los 19/20 años, comienza a escribir para el periódico socialista “L´Avvenire del Lavoratore” (El futuro de los trabajadores); para 1903 ya se autoproclamaba como un “comunista autoritario”; llegó a glorificar a Karl Marx calificándolo como “el más grande de todos los teóricos del Socialismo”; poco después, en 1904, ya pensaba que la moral Socialista debía hacerse de la violencia; también afirmo que “el movimiento socialista se había convertido en una necesidad básica para él”, que moriría si detuviese su avance en esa corriente ideológica; en marzo de 1908 dirigió “La Lima” (un seminario socialista); fue conocido por fomentar entre sus compañeros socialistas que no acudieran a las entidades legales de la época y que practicaran el lex talionis (ojo por ojo), una muestra de su desprecio por la ley; en 1909 emigra a Trentino (una provincia austriaca) para dirigir el periódico L´Avvenire del Lavoratore y allí se esperaba que Mussolini organizase a los socialistas de la región ad honorem; en 1910 comienza a dirigir una revista socialista llamada “Lotta di Classe” (Lucha de clases); entre otras cosas. En resumen, Mussolini estaba impregnado de Socialismo hasta el tuétano, pero no el Socialismo moderado que caracterizaba a ciertos socialistas de la época, sino que dedico su juventud a promover las ideas socialistas radicales, no solo a través de diversos periódicos y seminarios, sino también en manifestaciones políticas llenas de odio hacia el sistema democrático, el estado más o menos liberal de Italia, la iglesia y al ejercito por considerar que eran “una organización criminal concebida para proteger el capitalismo y a la sociedad burguesa”. —Estos datos los extraje del libro titulado “Mussolini y el Fascismo Italiano” escrito por Álvaro Lozano (2012. Publicado por Marcial Pons Historia. Págs. 61-100) en donde el autor relata la biografía de este personaje—.
[16] También conocida como “La Gran Guerra”, inicia en Julio de 1914 y termina oficialmente en noviembre de 1918 cuando Alemania se rinde y acepta las condiciones del armisticio.
[17] Es necesario aclarar que, si bien Mussolini se encontraba en las filas socialistas, el aporte filosófico de Karl Marx, a quien llego a glorificar (ver nota 15), no calo mucho en él; consideraba a los socialistas de la época como muy moderados y eso llevo a despreciarlos; más adelante llegaría a describir su experiencia del Socialismo (1903-1914) de la siguiente manera: “… no fue una experiencia doctrinal. Mi doctrina durante ese período fue la doctrina de la acción” (ver: ibíd., pág. 74). Estas denotan la importancia que tenía la acción para Mussolini, y cuanto más violenta mejor.
[18] Esta publicación fue financiada, en parte, por la Fiat y por industrias italianas que se beneficiarían si Italia participaba en la guerra. (ver: ibíd., pág. 82).
[20] Esto hace referencia a la “peste bubónica” —también conocido como “la peste negra”—. Ésta es una enfermedad infecciosa producida por la bacteria “Yersinia pestis” en la que predomina la inflamación del ganglio linfático y afecta los tejidos de los órganos sexuales, axilas y ojos. En efecto, para Mussolini y su movimiento todo el sistema italiano era una aberración y tenía que construirse una patria nueva; es curioso que haga referencia a la peste negra y que esta se caracterice por ser potencialmente mortal y hacer bulbos en los órganos reproductores de los infectados, puede que implícitamente estuviera diciendo que el parlamento de Italia lo que estaba haciendo era castrar a la nación de Italia y no la permitía “reproducirse” o crecer —según su concepción. Para mayor información sobre esta peste, consulte “La Muerte Negra” escrita por Leticia Martínez Campos (2019) para la sección de la Sociedad Española de Infectología Pediátrica (SEIP) titulado “Infectología en la historia” en: https://www.seipweb.es/wp-content/uploads/2019/01/La_Peste_Leticia_Martinez.pdf (Consultado 24 de noviembre de 2023).
[21] En op. cit. “Mussolini y el Fascismo Italiano”, Álvaro Lozano., pág. 83.
[26] Considero relevante destacar el “mínimo fascista” postulado por Ernst Nolte que Stanley G. Payne (2014) desarrolla en su libro titulado “El Fascismo” publicado por Alianza Editorial, allí expresa que el Fascismo “consiste en un conjunto de negativas, un aspecto central de organización, una doctrina del caudillaje y un objetivo estructural básico, expresados como sigue: antimarxismo, antiliberalismo, anticonservadurismo, el principio del caudillaje, un ejército del partido, el objeto del totalitarismo” (pág. 12) [cursivas mías].
[27] El primero es un saludo dirigido a niños, discapacitados y prisioneros que cumplieron con su deber; el segundo declara oponerse al imperialismo y aceptar el postulado supremo de la Sociedad de Naciones —antecesor de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)—; en el tercero compromete a los fascistas a sabotear por todos los medios las candidaturas de los adversarios en el campo político. Estas declaraciones son paráfrasis en español de lo expuesto por Renzo De Felice (1965) en su obra titulada “Mussolini il rivoluzionario, 1983-1920” —en italiano— (publicado por Fondazione Istituto Gramsci., pág. 550).
[29] El programa completo en ingles se encuentra en el libro titulado “A Primer of Italian Fascism” editado por Jeffrey T. Schnapp (2000) y publicado por University of Nebraska Press, Lincoln and London. Págs. 3-6.
[30] Hasta ahora, he dedicado palabras para describir el origen socialista del fascismo vinculándolo con las acciones de líder, Mussolini, y de los demás movimientos de izquierda —sindicatos, nacionalismo extremo—; sin embargo, el fascismo no se limitó a la personalidad de Mussolini, estudiar el fascismo de esa manera da la impresión de que se puede entender a plenitud solo analizando a su dirigente, pero no es así. El fascismo ocurrió porque las naciones, las instituciones —débiles— y los diferentes estratos sociales lo apoyaron, entre ellos conservadores y seudoliberales, por pensar que era preferible tener un gobierno de esta índole que un gobierno socialista/marxista, no reparando en que se trataba de un monstruo de la misma especie con apariencia distinta. El discurso de Mussolini sirvió para atraer a personas de todos los bandos, por un lado, atacaba fervientemente a los socialistas, por lo que se ganó el favor de conservadores y seudoliberales, por el otro, atacaba al capitalismo y la burguesía, por lo que contaba con el apoyo de los que tenían inclinaciones hacia la izquierda —sindicalistas, socialistas, comunistas—. De aquí en adelante, me limitare a explicar las características del fascismo ya en el poder para entender las ideas colectivistas que sostienen, o sostuvieron, al sistema.
[31] Óp. cit. “Anatomía del Fascismo”, Robert O. Paxton. Pág. 19. Con la industria de armamento se beneficiaron pocos individuos considerados como “capitalistas”, pero más que eso, eran un conjunto de malhechores que solo Vivian para servir al Estado oportunista creado por el régimen —comparar con nota 13—.
[33] Revisar nota 13 (letras cursivas). Además, es de destacar que el régimen fascista “rediseño las fronteras entre lo público y lo privado, reduciendo notoriamente lo que antes había sido intocablemente privado” (ibíd.).
[35] Dato curioso: “la doctrina del fascismo” revisada por Mussolini y publicada en 1925 definió al fascismo como un régimen “totalitario”. En op. cit. “Mussolini y el Fascismo Italiano” Cap. 5, “¿Un régimen totalitario?”., pág. 159.
[36] Op. cit. “Anatomía del Fascismo” Robert O. Paxton., págs. 16-17.
[37] Para Lenin, los proletarios debían imponerse sobre los burgueses y mantener el poder mediante la violencia; llego a escribir que todo aquel que intentara ofrecer resistencia a la revolución proletaria, serian suprimidos despiadadamente; privados de todos sus derechos; en palabras suyas, “más que eso, no les daremos ni un pan, porque en nuestra república proletaria los explotadores no tendrán derechos, serán privados del fuego y del agua, ya que somos socialistas en serio” (esto es una paráfrasis de lo escrito por Lenin en “The Soviet Constitution”, pág. 31). Estas palabras no hacen más que poner en evidencia el carácter violento de estos regímenes. La cita textual en ingles dice así: “and if you exploiters attempt to offer resistance to our proletarian revolution we shall ruthlessly suppress you; we shall deprive you of all rights; more than that, we shall not give you any bread, for in our proletarian republic the exploiters will have no rights, they will be deprived of fire and water, for we are socialists in real earnest” (puede acceder a traves de: https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1918/prrk/soviet_constitution.htm (Consultado el 24 de noviembre de 2023)
[40] Eran asesinados o enviados a los campos de concentración nazi dirigidos por “las Unidades de las Calaveras”. Estas unidades eran una ramificación de las “SS de Himmler” que comenzó como una minúscula fuerza de guardia personal de Hitler. El libro “El Nazismo”, escrito por J. Thorntin, en su capítulo 7 (1967. Publicado por alianza editorial. Pág. 86) detalla cómo era la vida en la Alemania nazi, el control que ejercía el Estado sobre la vida en sociedad es indiscutible, negarlo es como negar que las influencias que ejercen las leyes físicas en la vida en la tierra.
[41] Ludwig von Mises. (1922). Socialismo, Análisis Económico y Sociológico. Tercera edición. Publicada por Wister Book Foundation (WBF) bajo los auspicios del Centro de Estudios Sobre la Libertad Buenos Aires, Argentina. Esta obra es una traducción al español de Luis Montes de Oca; la publicación original se realizó en el año 1922 con el título “Die Gemeinwirtschaft: Untersuchungen über den Sozialismus”, la segunda edición (1932) fue traducida al inglés en 1936 por y publicada en Londres por Jonathan Cape.
[42] Lenin, comunista/socialista (se usaban los términos para calificarlo sin distinción alguna) fue el principal dirigente de la Revolución de Octubre de 1917 (revolución bolchevique) del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Más tarde sería el líder supremo de la URSS (1922).
[43] De hecho, esta es la tesis expuesta por Marx en “Critica del Programa de Gotha”, un escrito enviado a Bracke en el año 1875. La publicación consultada fue la editada por “elaleph.com” (2000). Considero importante resaltar lo que dijo Marx sobre el sistema que defendía, él dice que “en el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad común de los medios de producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta aquí, tampoco, como valor de estos productos como una cualidad material, poseída por ellos, pues aquí, por oposición a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante un rodeo, sino directamente” (pág. 15) [cursivas mías]; aquí se muestra abierta y claramente el carácter colectivista del sistema.
[44] Estas palabras las escribe Friedrich Engels en “Principios del Comunismo” en Paris (1847) en respuesta a la pregunta “¿Cómo debe ser ese nuevo orden social?”. Este escrito surge como un proyecto de la Liga de los Comunistas y constituye el antecesor del “Manifiesto Comunista” publicado junto a Karl Marx tiempo después.
[45] Engels dice en respuesta a la pregunta “¿Será posible suprimir por vía pacífica la propiedad privada?” que, si bien desean que sea así, si al pasar el tiempo no han logrado sus fines y, según su concepción, el proletariado sigue siendo oprimido por el sistema capitalista, entonces los comunistas defenderán su causa “con hechos, no menos de como ahora lo hacen de palabra” (Ibíd.). Claro ésta, esto es como decir que si el sol sale mañana, que con plena seguridad saldrá, entonces voy a arremeter contra todo aquel que no piense igual a mí; del mismo modo, al ser éste un sistema contranatural, que atenta contra la condición natural del hombre, que deriva en el derecho de la propiedad, y que, por tanto, necesita modificar el comportamiento para que el individuo se comporte antinaturalmente, con toda seguridad tiene que valerse de la violencia para poder lograr sus cometidos.
[46] El objetivo que tenía Marx era la transición del Capitalismo al Socialismo, el medio a utilizar era la “revolución”, violencia, para el establecimiento de la dictadura del proletariado. Con respecto a esto, Mises dice que éste quería llegar implementar el Socialismo “por medio de la revolución y la guerra civil. A los ojos de Marx y de los doctrinarios marxistas, el rasgo característico de su partido fue la condición de grupos revolucionarios que habían hecho profesión de la fe en la acción violenta. Su propósito era la rebelión para establecer la dictadura del proletariado y para exterminar sin piedad a los burgueses”, más adelante dice que “no tuvieron seguridad en el carácter inevitable del advenimiento del socialismo —puesto que Marx decía que el capitalismo se destruiría a sí mismo y esto daría paso al socialismo—, ni tampoco confiaron en el buen éxito de un levantamiento revolucionario. Entonces adoptaron los métodos de la acción parlamentaria, solicitaron votos del pueblo en las campañas electorales y enviaron sus delegados a los parlamentos” (ver: óp. cit. “Socialismo, Análisis Económico y Sociológico., págs. 557-558). Estas acciones perdurarían en el tiempo y mantendrían en una relativa pasividad al movimiento socialista que más tarde sería criticado por Mussolini y daría pie al desprecio de los regímenes Fascistas hacia los movimientos socialistas; pero el Socialismo tiene origen “revolucionario” violento y esto sería más tarde encarnado en el movimiento bolchevique de Lenin.
[47] Karl Marx y Friedrich Engels. (1848). Manifiesto del Partido Comunista. Subtema “Proletarios y Comunistas”., pág. 31).
[49] En el Diccionario Filosófico. 1965. México. Publicado por Ediciones Pueblos Unidos., se indica que “el comunismo representa la forma superior del colectivismo”. Pág. 71.
Por Carlos Infante, abogado y coordinador local de EsLibertad Venezuela.
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No obstante, esta transición hacia la democracia tecnológica no está exenta de desafíos. La brecha digital, la ciberseguridad y la resistencia al cambio son obstáculos que deben abordarse con seriedad. Además, es crucial garantizar que estos avances tecnológicos no excluyan a sectores de la sociedad, preservando así la equidad y representación democráticas.
En este contexto, la educación y la conciencia cívica desempeñan un papel fundamental. La alfabetización digital y la comprensión de los sistemas tecnológicos son imperativos para empoderar a los ciudadanos y asegurar una participación informada en esta nueva era.
Para finalizar, es importante aclarar que la modernización de la democracia no es simplemente un ajuste técnico; es un cambio paradigmático que redefine la relación entre ciudadanos y gobiernos. La convergencia entre ciencias políticas y tecnología promete no solo transformar la forma en que participamos en los procesos electorales, sino también establecer las bases para una sociedad más conectada, transparente y participativa.
A medida que nos adentramos en la segunda década del siglo XXI, la democracia tecnológica se presenta como una realidad inminente. Los desafíos son palpables, pero las oportunidades para construir una sociedad más justa y equitativa son igualmente significativas. En este viaje hacia la modernización democrática, la tecnología se convierte en la herramienta que permite transformar las promesas de la democracia en realidades tangibles para todos.
(Nota: todo el texto, junto a sus ideas expresadas, son y/o corren por responsabilidad netamente del autor y no necesariamente representa la posición de ContraPoder News)
A los que no recuerdan esta palabra, seguro han escuchado la canción que esta intitula, Edelweiss pertenece a los compositores de música teatral Rodgers y Hammerstein, como parte del repertorio de “The Sound of Music” (La novicia rebelde según los traductores hispanos de Hollywood, nunca pude entender la lógica de los traductores de títulos para películas mexicanos de los 60s a los 80s, pero ese es otro tópico).
En la versión hollywoodense, el difunto actor Christopher Plummer, interpretando al Capitán Von Trapp, inmortaliza la composición para las audiencias globales.
“El Sonido de la Música” es la alegre y poco probable historia de amor al final lograda en un triste momento histórico. Describe como una familia es sacudida hasta sus cimientos, cuando Hitler decide invadir Austria; Edelweiss, es también el tema de la reciente serie de Amazon Prime (The man on the High Tower), donde el drama se plantea un distopico futuro, bajo la hipotética derrota aliada durante la segunda guerra mundial; quedando el territorio de los Estados Unidos dividido en dos, al este bajo el control nazi, y el oeste tiranizado por la dictadura militar imperial japonesa.
Desde que Chávez llega al poder ha sido recurrente para este cronista su preocupación por la tangible posibilidad de perder, no solo el Esequibo, sino la totalidad restante de las tierras que nos dejo Emparan, el 19 de Abril de 1810.
El innovativo método de traicionar la patria, y convertir a Venezuela en un satélite de una dictadura fallida como la Cubana (perpetrado por Chavez y su pandilla), la entrega a dedo de nuestras riquezas estratégicas, el saqueo de nuestras reservas de oro, la deforestación de nuestros santuarios naturales al sur del país, el tiro de gracia al Lago de Maracaibo y la destrucción total de cuanta practica administrativa, abandono de infraestructura o servicios que dieron fundamento funcional al Estado (ni hablar de la escala de las aberraciones hechas o consentidas por la oposición colaboracionista) nos ponen ante la real posibilidad de la desaparición de Venezuela tal y como una vez existió.
Algunos pensaran que como producto de mis propias frustraciones exagero, pero los invito a ver ejemplos recientes, específicamente producidos por la caída de la Cortina de Hierro, la cual derivó en una ola de países pulverizados, en primer lugar, la Unión Soviética, quien desde 1917 se las arreglo en mantener el territorio zarista, e inclusive repeler a los Nazis, cayo escandalosamente, y antes de ella la Yugoslavia invento hecho por el tratado de Versalles, convergencia no amistosa más forzada de etnias en los Balcanes, las cuales, al verificarse el vacío de poder soviético, no solo se dividió a limites pre primera guerra, sino inicio una escalada de guerra entre naciones que sacudió la última década del siglo, e hizo posible la aplicación material de justicia internacional a través del tribunal de la Haya, lugar en la que muchos venezolanos aspiran obtener también justicia sin violencia algún día.
¿Se dividiría Venezuela? ¿La unidad como país solo se mantiene porque el usufructo de los países vecinos es tal, que a quien conviene invadir a un país de desnutridos y problemas? Brasil es nuestro vecino con mayor apetito territorial por tradición, la diplomacia americana y venezolana por añadidura saben desde siempre que Itamaraty ha apuntado a estirar su frontera más allá del Orinoco. Colombia? Vista sus repetidas victorias territoriales en el tardío siglo XIX y XX, nos da la licencia de no redundar en el asunto por manifiesto.
La unidad venezolana se respeta por la orgiástica fiesta de corrupción encabezada por quien la tiranizan. Hasta donde podemos mantener nuestros limites, asumo que el tiempo se acaba, uno de las tareas delicadas para un emergente gobierno en posesión efectiva de las riendas del país, por virtud del derrocamiento del cartel gobernante, junto a su asociado Cubano, es precisamente mantener la paz con nuestros vecinos que pueden reaccionar agresivamente ante un nuevo gobierno que como axioma tendrá, eliminar los privilegios e implantar la ley, allí el apetito territorial empezaría.
El peligro está ahí latente, Cuba que usufructúa nuestra tierra no tiene en absoluta la capacidad militar de enfrentar ante una invasión ni brasileña ni colombiana. Una vez independientes el país estará tan débil como lo estuvo dentro del caligulismo del siglo veinte, el retroceso es total, en el pasado, como resultado de nuestra endémica situación de país en beligerancia casi perpetua, los Estados Unidos, por virtud de la Doctrina Monroe, asumían nuestra representación ante las potencias de entonces, hasta que el petróleo nos permitió encargarnos de nuestras relaciones internacionales.
Hoy, en un mundo multipolar, donde hay intereses económicos superiores a la protección territorial hemisférica en si misma, Estados Unidos estaría indiferente a si desaparecimos o no, solamente recuerden que ha pasado en los últimos años con sus políticas hacia nosotros.
Desaparecer es posible si seguimos en este juego diabólico de elecciones fraudulentas y no asumimos el real compromiso patriótico que las circunstancias demandan. La desaparición es posible.
El militar venezolano es el hazme reír del planeta; los ciudadanos de otras nacionalidades buscan una explicación a la degradación de los uniformados que Maduro los ha sacado a las calles como unos verdaderos payasos con globitos de colores para decir que el Esequibo es venezolano.
Cuando los peruanos equivocadamente fueron a la guerra con Ecuador en los años noventa para reclamar un territorio en disputa, Alberto Fujimori no hizo un estúpido referéndum, fue a la guerra y punto; y aunque salió con el rabo entre las piernas, la estrategia era despertar un nacionalismo a sangre fuego, sacrificando vidas de inocentes soldados peruanos que fueron abatidos por el ejercito ecuatoriano saboteando a Fujimori su espectáculo contra su vecino que tenía como objetivo aumentar su popularidad en una desquiciada idea del narcodictador Vladimiro Montesinos.
La junta de gobierno militar de Argentina hizo exactamente los mismo, sin referéndum ni consultas, los militares argentinos le declararon la guerra a Inglaterra para la reconquista de las islas Malvinas, dolorosamente hubo bajas argentinas en una guerra que desde un comienzo estaba perdida para los suramericanos por su inferioridad de fuego ante un poderoso ejército británico que venía de luchar con las fuerzas invasoras de Adolfo Hitler.
Pero la dictadura militar argentina les importaba un bledo la sangre de los jóvenes soldados de su país, el objetivo era ganar popularidad despertando un nacionalismo, pero la locura bélica fue un bumerán para los militares argentinos que solo sirvió para acelerar la caída de la dictadura ante contundente derrota.
Ahora los militares en pantaletas de Venezuela, como buenos cobardes, hacen un referéndum para ver si el pueblo apoya ir a una guerra con Guyana, pero recuerden que perro que ladra no muerde, es vergonzoso e humillante ver para que quedaron los mamarrachos militares venezolanos, para llevar prostitutas a los cuarteles, acosar al personal femenino civil contratados en las instalaciones militares, tomar alcohol y emborracharse para hacer un trencito al ritmo de una gaita maracucha, y, lo peor, traficar drogas.
Nunca olviden que a los militares no les importan los venezolanos, la soberanía y muchos menos Venezuela, los cubanos, iranies, chinos, rusos y la guerrilla colombiana les patean a diario el trasero y no respetan sus rangos porque saben que son militares en pantaletas, son unos cobardes y están prostituidos por dinero y no son capaces ni de defender a sus propias familias.
Les recuerdo que los militares venezolanos en pantaletas son avalentonados contra mujeres y niños que salen a protestar en contra de Maduro y sus banda de delincuentes; tan solo en la ultima ola de protestas los militares en pantaletas asesinaron a sangre fría a mas de 40 venezolanos desarmados, otros fueron torturados en instalaciones militares donde fueron golpeados con tablas de madera y bates de beisbol, sin olvidar a los que fueron esposados a los postes de luz en los patios y mojados con agua para luego activar bombas lacrimógenas para que se asfixiaran, puras salvajadas.
Pero lo que es peor, se violaron a niñas entre 15 a 20 años, hacían filas para asaltarlas sexualmente a las pequeñas hasta producirles hemorragias o desgarros, ahora esos cobardes en pantaletas pretenden que el pueblo se olvide de sus crímenes y les den el respeto que no se merecen.
Veremos cuantos empantaletados salen a votar el tres de diciembre, yo estaré atendo con mi celular tomando fotos a la pantalla del televisor para publicarlas en mi cuenta de X para que conozcan los rostros de los cabrones que apoyan ese falso positivo de los militares en pantaletas[*].
Hoy me alejo de comentar el devenir Venezolano por un tema que considero punto de referencia para comprender los tiempos ambivalentes que vivimos.
Para un cinéfilo impenitente como este cronista, la película histórica más publicitada del año era un bocadillo difícil de esquivar.
La película fue un gran esfuerzo de producción y efectos especiales, sin embargo, en relación a la rigurosa realidad histórica y a las complejidades de un personaje que no solo cambió el mundo en el siglo XIX, sino que sigue influenciando nuestro mundo contemporáneo, el largometraje deja mucho que desear.
La narrativa se inicia en un personaje en el centro de los tumultuosos tiempos de la revolución francesa, específicamente la época conocida como el «Reino del Terror», durante la ejecución de María Antonieta.
Aunque la película con acierto describe los momentos previos a su degollina, como abucheada y vejada por el pueblo, ella murió con el pelo recogido y no alborotado como describe el film.
Además, Napoleón, entonces un capitán de artillería de la republica, no se encontraba presente tal como lo dice la trama, sino que en realidad estaba en Avignon combatiendo las tropas federales.
La personalidad de Napoleón, mostrada por el magnifico actor Joaquín Phoenix, en donde se comporta pasivo-compulsivo, no era tal; el Corso es recordado por sus contemporáneos y se deduce de sus acciones, en ser muy comunicativo —y debió serlo para llegar a alcanzar lo que fue y no un llorón subordinado a Josefina, cuyas tempranas infidelidades, según el film, le hizo abortar la invasión de Egipto; algo que también es falso, porque él fue forzado a retirarse como consecuencia de la derrota de la armada francesa que servía de apoyo a su campaña por parte de los ingleses en la batalla del Nilo—.
Las licencias tomadas por el film de Ridley Scott son escandalosas, Napoleón nunca se entrevistó con Wellington, ni murió loco, ni borracho en Santa Elena, al contrario, en el recién publicado libro de la catedrática de Oxford, Ruth Scurr “Napoleón: una vida entre jardines y sombras” narra con estricta veracidad histórica la afición del emperador de los franceses por la jardinería “, hobby aún verificable por los jardines que construyó en Malmasion y la misma Santa Elena.
Napoleón fue responsable directo de la muerte de tres millones de personas, pero no fue Hitler, sigue siendo a dos siglos de su muerte un personaje de claros oscuros, tirano, pero impulsador de la sociedad secular, anti republicano y al mismo tiempo creador de instituciones como el Louvre o patrocinador de Champollion, descubridor de la Piedra de Roseta, y con ello de la egiptologia. Para nosotros los abogados, el Corso será siempre una apreciada referencia por ser el creador del Codigo Civil, suprema ley cívica la cual, con pírricas variantes locales, sigue rigiendo en las tres cuartas partes del globo.
En fin, esta versión hecha por Riddley Scott —también director de: El Gladiador, Blade Runner, etc.— me resultó tan mediocre que como pasa con todas las películas donde me aburro, me quedé dormido.
Vale la pena esperar que la pasen gratis por las redes, pero no merece el precio del ticket, esta película es otra prueba de lo superficial y conformista de los tiempos que vivimos.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Hoy en día, aún son muchos los que conceptualizan al Socialismo como una determinada mundividencia moral. A menudo los defensores de esta ideología manifiestan que el Socialismo se sostiene en valores elevados; por lo que, al compararla con otros sistemas, principalmente el sistema capitalista, concluyen que su superioridad ética y moral es indudable. Estos apelan en palabras al amor, la honestidad, solidaridad, respeto y justicia como la base para construir una sociedad más “libre, justa e igualitaria” –supuestos valores fundamentales en lo que se sostiene el sistema–. Incluso hay toda una rama de pensamiento filosófico denominado “Socialismo Ético” fundamentada en la ética o filosofía moral kantiana que considera el Socialismo como un conjunto de principios y requisitos ético-morales, siendo la solidaridad la base en la que se construye el sistema; esta concepción del Socialismo deja de lado la idea de que ésta es “resultado del desarrollo socioeconómico lógico de la sociedad” para hacerse de la doctrina de que es “una concepción moral”[1].
Ahora bien, ¿Es realmente el Socialismo un sistema que se fundamente en valores morales elevados? Más allá de las palabras ¿Demuestra la praxis de este sistema que sus bases son éticas? Las respuestas a estas preguntas no son un asunto sin importancia, puesto que, como bien dijo Jesucristo, “no puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos”[2]; cambiando las palabras para adaptarlas al contexto, “no puede un sistema en el que su estructura se sostenga sobre bases inmorales ser de beneficio para quienes lo implementen” y, en contraste, “todo buen sistema, fundamentado en la ética y la moral, produce gracia en la sociedad que lo aplique”; por lo que observar los fundamentos morales del Socialismo permitirá definir qué es realmente.
La careta moral del Socialismo
En principio, esta ideología se vende como una necesidad ética y moral de la especie humana, pero la realidad es que se mantiene al margen de estas disciplinas filosóficas teniendo como resultado, no solo la destrucción del mismo, sino también la decadencia de la moral y la razón de todos aquellos que son sometidos por el sistema. Esto es así porque, para alcanzar la elevada conciencia y espíritu y la plena realización humana con “verdaderos valores de amor, honestidad, solidaridad y justicia”, inicia todo un proceso transformador de actitudes que tiene como fin la manifestación de un/os determinado/s comportamiento/s. El medio utilizado para tal fin es el abuso de poder; extendiendo sus tentáculos a lo largo, ancho y profundo del círculo social, emprende un proceso de educación que pretende la edificación de una nueva sociedad; pero, cabe aclarar, todo según su concepción de la realidad, del cómo deberían ser las cosas, no del cómo son realmente. A través de distintos mecanismos —destacando que estos siempre están fundamentados en “valores morales”— socaba la esencia humana hasta hacer de la persona un animal —irracional, no pensante— en la medida en que siempre se busca modificarlo hasta enmarcarlo en lo que, para el Socialismo, es la plenitud humana. Esto no hace más que despojar a la persona de su ser para convertirlo en una “bestia adiestrada”[3].
Este proceso de adiestramiento es justificado por todo el caudal de “valores” en los que dice sostenerse el sistema. En nombre de la solidaridad y la igualdad se realiza el “justo reparto de la riqueza” mediante sistemas de impuestos[4] desiguales que, en el mejor de los casos, quitan o roban parte de los ingresos de aquellos que, por generar más beneficios a la sociedad, obtuvieron una mayor ganancia, para repartirlo entre aquellos que, en muchas ocasiones, no generan ningún bien. Esta práctica tiene como consecuencia el “estado de bienestar”[5], un concepto que tiene el objetivo de “redistribuir” la riqueza para “mejorar el bienestar de la población en general y combatir la desigualdad repartiendo de forma más equitativa”. Sin embargo, en estas acciones hay errores de fondo de índole “ético-moral e intelectual” que surgen de un mal entendimiento del constructo de la sociedad en sí; primero, este sistema se sostiene en el robo sistemático, se le quita a la sociedad parte, sino todo —en casos extremos—, del fruto de su trabajo para financiar acciones que, en la gran mayoría de los casos, las personas no quieren financiar; segundo, se trata desigualmente ante la ley a las personas —¡no se roba a todos por igual!— en la medida en que se le quita más al verdadero benefactor social, que recibió sus beneficios por prestar/brindar un servicio o producto que el mercado[6] demandaba, “redistribuyendo” así aquello que ya el mercado distribuyó correctamente de acuerdo a los gustos y necesidades de las personas, cambiando la distribución que fue producto de acciones voluntarias por una redistribución producto de una imposición coercitiva; tercero, el concepto de “igualdad” es mal entendido, ¡Ninguna persona es igual! El Socialismo pretende alcanzar una utópica igualdad de hecho —física, económica y/o de condiciones— en una sociedad desigual y diferente[7], por no entender este hecho, en el proceso de búsqueda o construcción de la igualdad, se destruye la iniciativa individual y privada —la única fuente de riqueza y progreso en una sociedad—; cuarto, se usa la solidaridad sin comprender el verdadero significado del término y cómo surge ésta en las interacciones sociales.
Lo que es la verdadera solidaridad que ataca el Socialismo
La solidaridad, en sentido amplio, significa “cohesión a la causa” o “adhesión circunstancial sólida”, firme y/o completa, esto denota, por sí mismo, amor, apoyo, caridad, hermandad, fraternidad, protección, compasión y misericordia. Éste coctel de valores mueve a la persona “solidaria” a ser un apoyo para los más necesitados —la persona se entrega al otro por completo por considerar eso un valor mayor a su bienestar material—. No obstante, al igual que todos los valores humanos, este surge de manera natural en las personas; en circunstancias normales –sin Socialismo– difícilmente una persona vería a otro pasar necesidad sin extender una mano ayuda, parte de la naturaleza del human es condolerse del sufrimiento ajeno y tomar acciones necesarias, en la medida de sus posibilidades, para brindar apoyo; es una cooperación que surge de forma natural —voluntaria, no coercitivamente— entre los individuos que viven en sociedad. En efecto, el mercado es el sistema más solidario entre la especie human.
Sin embargo, esta ideología contranatural cambia el significado de “solidaridad” y la adapta como algún tipo de “deber” y “conducta social” que tiene como fin el “bien común”, es decir, las personas tienen la responsabilidad, más allá de la obligación moral que los mueve voluntariamente a ayudar al prójimo, “de facto o de hecho” de solucionar los problemas de las “personas sufrientes” que le rodean; anulando de esta forma la “voluntad” de ayudar de los individuos transformándola en algún tipo de “obligación” que requiere necesariamente de la coerción para intentar alcanzar el “bien social o común” que no existe —por lo menos no en la concepción espuria que se tiene sobre el termino[8]—, y, en consecuencia, es imposible de lograr[9] en la medida en que es imposible que todas las personas quieran lo mismo; las mismas diferencias —desigualdades— humanas hacen imposible el concepto del “bien común” porque no se logrará jamás satisfacer a todos por igual, aún si lo imposible se hace posible y todos en la sociedad desearan exactamente lo mismo, no quedarían satisfechos en el mismo grado, cada individuo apreciaría su deseo y el logro del mismo de forma distinta.
El Socialismo y la Justicia
Otro problema ético que paradójicamente fundamenta al socialismo tiene que ver con la “justicia”. Al ser un sistema que se extiende en cada una de las instituciones sociales en busca de modificar conductas individuales que se reflejen en la sociedad como un todo, que recurre sistemáticamente a la imposición de acciones —usando la fuerza—, cambia o sustituye el concepto tradicional de ley y justicia entendido como un conjunto de leyes materiales, generales y abstractas de carácter consuetudinario[10] por un “derecho” espurio. En otras palabras, el socialismo recurre sistemáticamente, a través de un cúmulo de reglamentos, órdenes y mandados coactivos emanados por un órgano director, a la agresión institucionalizada para modificar la conducta humana —lo que constituye un ataque directo contra la naturaleza humana—; bajo este sistema, la ley pasa a ser instrumento de control y bloqueo, se transforma en un mecanismo al servicio del órgano planificador. En consecuencia, aquellos sometidos al régimen inconscientemente modifican su personalidad y comienzan a respetar cada vez menos las normas tradicionales de conducta; las leyes materiales que antes regían a las personas dejan de ser referencia para las acciones de los mismos y estos pierden paulatinamente las costumbres que les permitían adaptarse a las normas espontaneas surgidas de la sociedad en la que se desenvuelve. Estos mandatos corrompen el concepto de “derecho” y “ley” y lo único que logran es que los ciudadanos pierdan todo respeto por ella. No conforme con esto, la esperada y entendida desobediencia o elusión del mandato por parte de la sociedad como una manifestación de supervivencia es usada como excusa para crear e imponer más reglamentos —sumergiendo así, nuevamente, a los individuos en una espiral ascendente de deterioramiento moral[11]—; las consecuencias de esta acción socialista son nefastas para la sociedad.
Este mal concepto sobre el derecho que presenta el socialismo le lleva a una mala aplicación de la justicia[12]. En este sistema, se deja de juzgar el comportamiento del human para comenzar a juzgar el resultado de los mismos en la medida en que quienes se escudan en el aparato del Estado, fundamentados en su miope percepción del proceso social, se valen de sus arbitrarias estimaciones de los resultados que surgen de las interacciones sociales que ellos creen percibir para recurrir al único medio que tienen para tratar de organizar a la sociedad desde arriba, a saber, la coacción. En otras palabras, el no conocer, y mucho menos entender, la configuración social —que se ordena espontáneamente—, lleva al órgano director a establecer, según su percepción y/o estimaciones, lo que está bien y lo que está mal de acuerdo a los resultados que se alcancen en todo el proceso social a lo largo del tiempo y no a cuál haya sido el comportamiento individual de cada actor. Esto se ilustra muy bien cuando, como resultado de un arduo esfuerzo mental y/o físico y, quizás, un poco de suerte, una persona, movida por su empresarialidad, crea un producto/servicio que beneficia a la sociedad y, en consecuencia, obtiene buenas ganancias por ello —por ser un producto/servicio altamente demandado— y el órgano director le roba parte de sus ganancias —o toda en casos extremos— en nombre de la solidaridad y la “justicia social” para, en el mejor de los casos, suponiendo que la manos porosas de quienes constituyen el órgano director no se haga de parte de esos ingresos, darlo al “más necesitado”. Sin embargo, aquí surgen varias cuestiones ¿Quiénes son los más necesitados? ¿Qué pasa con todo el comportamiento a lo largo del tiempo que precedieron los resultados del individuo que creó el bien?
La respuesta a estas preguntas desnuda el concepto de justicia del socialismo; “los más necesitados” son escogidos a dedo por el órgano director, es éste quien, subjetiva y emotivamente, fija quien es el más necesitado y quien no, este constituye un concepto abstracto que se aleja de la realidad en la medida en que se basa solo en el resultado[13] y no en las acciones que realizó aquel que le llevaron a crear un bien que, en realidad, beneficio a la sociedad en general, incluyendo los “más necesitados” que tanto dice defender el sistema, y, por consiguiente, obtuvo ganancias por eso —es un todos ganan—; las consecuencias de esta coacción sistemática lleva a la eliminación de la iniciativa de los individuos para resolver los problemas que cree percibir en la sociedad, la desmotivación invade al individuo y su empresarialidad queda reducida a cero por prever que, cuando consiga los beneficios esperados —o no—, el órgano director le quitara sus beneficios; por lo que, en el mediano/largo plazo, la riqueza de la sociedad en general decrece y, paradójicamente, ahora todos los actores encajan en el concepto de “más necesitados” —exceptuando a unos pocos que forman parte de la estructura socialista—. Ahora bien, he dicho que el socialismo realiza todas estas acciones en nombre de la “justicia social”, pero ¿Qué es la “justicia social”? ¿Es buena o mala?
La “Justicia social” como injusticia auspiciada por el Socialismo
La justicia social es el verdadero concepto y sentido de justicia del Socialismo, esto es, una justicia espuria. El término “social”, que complementa la “justicia” aplicada por el sistema, es un calificativo que se utiliza para engañar semánticamente a las personas; cuando a una palabra se le agrega el término “social” se vacía y modifica por completo el sentido de ésta, convirtiéndola en un sentido que es totalmente el contrario del que realmente tenía; a este tipo de términos se les denomina “términos comadreja” o “palabras comadreja” en alusión a la capacidad que tiene el animal de sacar el contenido de un huevo sin estropear el cascaron. En general, las personas apelan a estas palabras en sus discursos para decir cosas que no quieren decir directamente, de esta manera crean la impresión de que han dicho algo significativo cuando la verdad es que se realiza una afirmación y/o envía un mensaje vago o hasta irreal —inexistente—[14]. La justicia social es una construcción que tergiversa el valor “justicia” y, en consecuencia, es lo más injusto que existe. Al valerse de este concepto vacío, el socialismo incauta a los individuos sometidos al sistema haciéndoles ver que se toman decisiones en nombre de la “justicia” que tiene como fin el “bien social”, pero, en realidad, es el órgano rector quien, a través de distintos mecanismos, crea la ley —más bien, mandatos u ordenamientos—, la interpreta y juzga a las personas según sus impresiones subjetivas; cabe destacar que todos estos mandatos —con vestimenta de “ley”— tienen el fin de beneficiar al juzgador, este es el mismo órgano rector que pretende ordenar a la sociedad. Es decir, la institución pasa al servicio del poder central, al igual que la gran mayoría de las demás instituciones. El resultado de todo esto es la descomposición, decadencia y desaparición, ordenado en diferentes etapas, del sentido de “justicia” real o tradicional y la perdida cuasi absoluta de toda seguridad jurídica.
El Socialismo como asesino de la Libertad
Por último, todos estos mecanismos tienen como fin el logro de la “libertad” —sabrá Dios qué aberración de concepto de libertad tiene y/o busca el Socialismo—. Un sistema que pretende modificar el comportamiento individual para adaptarlo a su percepción de la realidad, anulando la razón y destruyendo la esencia humana yendo en contra de la lógica y del orden natural, que corroe la verdadera libertad en sentido puro, como lo es la condición de poder actuar conforme a la elección de qué hacer con nuestro ser y nuestros bienes, teniendo como único límite el no perjudicar a otros en el proceso de la realización de nuestra plenitud personal, no puede llamarse un “sistema que pretende alcanzar la libertad”.
Para el Socialismo, la libertad significa el sometimiento a todos los mandatos u ordenamientos caprichosos que emanan del órgano director que tiene como resultado el debilitamiento, e incluso la desaparición, de la moral y razón humana. Es contradictorio, hasta paradójico, que para alcanzar una sociedad más “libre, justa e igualitaria”, el sistema vaya en contra de todo tipo de libertad individual valiéndose de la injusticia. La única libertad que alcanza el socialismo es la “libertad de no ser”, es decir, un individuo libre de todo lo que lo hace human, a saber, su capacidad de pensar y raciocinio, sus gustos y preferencias que le llevan a sopesar y elegir entre una cosa u otra según sus estimaciones personales, su creatividad, el estar vivo en sí mismo; esto es, un individuo libre de todo lo que lo hace persona, una sociedad libre de todo lo que le hace sociedad. El concepto de libertad que denota el sistema socialista no se asemeja siquiera a la percepción de libertad que podemos imaginar que tiene un animal dentro de sus limitadas capacidades, es aún peor —los animales están mejor que los humans oprimidos por el Socialismo— dado que este concepto solo es alcanzado en el gehena[15]; que, a fin de cuentas, es el fin real del régimen socialista.
Conclusiones: el socialismo como el sistema más inmoral que existe
En resumen, el Socialismo repudia por completo la moral establecida por una sociedad verdaderamente libre, que es construida por procesos espontáneos. En el sentido más estricto, tiene como su peor enemigo la moral, por lo que lucha en su contra. Este sistema repudia la verdadera libertad y, al no comprender la estructura y los procesos sociales, pervierte el sentido de valores humanos como la solidaridad y de instituciones como el “derecho” y la “justicia” para enmarcarlas en su propia concepción de la realidad con el fin de modificar el comportamiento human. La consecuencia de esto es la desaparición o eliminación de los principios morales que permitían al human adaptarse a su ambiente y que hicieron posible el avance de la civilización en general, reduciéndolo a sus más arcaicas y primitivas pasiones; incluso, en casos extremos, hasta hace que el human se encuentre en la misma categoría que el resto de los animales —razón limitada, no pensante—[16].
El sistema no ve al human como un fin y mucho menos al mismo como el medio para alcanzarlo; su meta es externa a la persona en si, por lo que es irreal; trata de lograr un fin sin preguntar a los actores involucrados —quienes serán afectados por esos fines— si están de acuerdo o no con el mismo, el órgano director que pretende “ordenar” a la sociedad cree tener la sabiduría suficiente para saber qué es lo más beneficioso para todo el mundo, trabaja en busca de ello y, cuando las personas comienzan a manifestar que no es de su agrado el sistema, en lugar de corregir, cree que los individuos tienen algún tipo de defecto que no les permite ser capaces de conocer qué es lo mejor para ellos y, en consecuencia, refuerza aún más los mecanismos basados en la coacción institucionalizada que envuelve a la sociedad en una espiral descendente hacia la decadencia. Por lo tanto, el Socialismo, en todas sus expresiones o manifestaciones, es un sistema totalmente contranatural, in-human y profundamente inmoral. Los valores del Socialismo son, pues, el odio, la envidia, el resentimiento, la esclavitud, la igualdad contranatural, la injusticia, la guerra, la mentira y, en suma, todos los antivalores que puedan existir; este sistema es la máxima expresión del mal, para apelar a conceptos religiosos, la idealización del mismo Diablo en la tierra y, por lo tanto, es un sistema que se opone en contra de Dios y del orden original –natural– que él mismo creo.
[1] Tanto el Diccionario Filosófico (1965; pág. 430-431), tercera versión del diccionario de Rosental e Iudin que se ajusta a la filosofía resultante del XXII Congreso del PCUS (Moscú, 1961) y es traducido directamente del ruso por Augusto Vidal Roget, como el Diccionario de Filosofía -soviético- (1984; pág. 401), traducido del ruso por O. Razinkov, destacan que los creadores/promotores de esta doctrina (Cohen, Paul Natorp, Rudolf Stammler, Karl Voränder, entre otros) rechazaron la filosofía marxista y, basándose en la filosofía moral de Kant, conjugaron “el socialismo científico con la filosofía moral kantiana” pretendiendo una “transformación socialista de la sociedad mediante la teoría kantiana” abandonando la “lucha de clases”, “revolución social”, “la dictadura del proletariado”, entre otros conceptos del marxismo, por “la idea del perfeccionamiento moral paulatino de la humanidad”. Estas ideas pasarían al primer plano, lo que llevaría a que, en la práctica, las tesis del Socialismo ético equivaldrían “a la renuncia de la lucha por el socialismo”; esta concepción del Socialismo es puramente moral.
[2] Mateo 7:18 -Traducción Reina-Valera (1960)-. En otras palabras, un árbol bueno da frutos excelentes, pero un árbol podrido da malos frutos; todo árbol se conoce por sus frutos, un cactus es distinguible de un manzano, el primero produce espinas, el segundo manzanas; si alguien le dice que “una cactácea puede producir manzanas” lo más probable es que usted le adjudique algún tipo de problema mental; del mismo modo, si el fundamento de un sistema que pretende ordenar a la sociedad es deplorable, es de esperar que su práctica sea un desastre –y lo mismo ocurre en caso contrario–.
[3] Es como cuando un entrenador de perros, o cualquier otro animal, lo adiestra para que cumpla determinados comportamientos. Cuando se le está educando, el animal es producto de maltratos físicos hasta que logra accionar de manera automática a las voces que se le dirigen. Este es el fin del Socialismo, para esta ideología el human es un animal, una bestia no pensante llevada por sus impulsos egoístas totalmente negativos inclinada hacia el mal, que necesita ser “adiestrado”, sin importar si en el proceso este reciba maltratos de todo tipo.
[4] La teoría generalmente aceptada indica que los impuestos son la cantidad de dinero que se le paga (adeuda) al sector público (Estado). Este concepto hasta hace ver los impuestos como una “deuda”, cuando en realidad es todo menos deuda; lo que está pasando es que el Estado le quita, de forma coercitiva, a las personas parte del fruto de su trabajo, es el gobierno el que “ordena” que se pague, por lo que, en el campo ético-moral, la esencia de los impuestos es quitar a otro, constituye un “robo”. Ahora bien, piense en esto, si de por si los impuestos están mal y, a pesar de ello, la sociedad tiene que soportarlos, imagine que estos tengan que ser desiguales, es decir, que no se aplique la misma ley de carga impositiva a todas las personas por igual (castigando a unos más que a otros). Es más inmoral todavía. Si desea profundizar en el origen de los impuestos y sus consecuencias sociales, consulte los libros de Charles Adams titulados “Fight, Flight, Fraud: The Story of Taxation” (Lucha, Escape, Frauda: La Historia de los Impuestos) -1982- y “For Good and Evil: The Impact of Taxes on the Course of Civilization” (Por Bien y Por Mal: El Impacto de los Impuestos en el Curso de la Civilización) -1992-; si bien el segundo es más completo, recomiendo también la primera publicación por ser una joya informativa y una excelente referencia bibliográfica.
[5] Más que “estado de bienestar” esto es un “estado de malestar, tristeza y pobreza”, expresión más coherente con la naturaleza del mismo y la realidad.
[6] El mercado somos todos, es una realidad social, es el producto de las millones y millones de interacciones humanas. Este no es un actor, no acciona, como si lo es y hace el Estado, en la vida en sociedad, es más bien el espacio en donde las personas interactúan e intercambian aquello que les pertenece. En suma, el mercado es la máxima expresión de una sociedad libre en donde sus integrantes intercambian voluntariamente los títulos de propiedad según sus gustos y necesidades. Como tal, no tiene fallas, como algunos tienden a decir, sino que más bien es el escenario donde se permite aprehender de alguna manera la descoordinación entre actores sociales y junto con ello dando paso a la posibilidad de corregir dicha descoordinación.
[7] El ver la igualdad como un “hecho” ha causado males extraordinarios a la humanidad. La igualdad social pretendida por el Socialismo es diametralmente opuesta a la realidad. Esta desatinada comprensión de la sociedad socava la verdadera igualdad de la que disfruta el human desde su nacimiento, a saber, la igualdad en tanto condición humana y, en una realidad social, por extensión, una igualdad de derechos, una igualdad que es inalienable e imprescriptible —verdadera igualdad que, por cierto, el Socialismo se encarga de atacar sistemáticamente—. Fuera de eso, todos somos inevitablemente diferentes, la variedad que se monta encima de la naturaleza humana es ilimitada, somos desiguales y, por tanto, las decisiones y las acciones realizadas por un individuo serán potencialmente distintas y manifestarán potencialmente resultados distintos, dependiendo de quién las realice y cuando las realice, porque, de hecho, también influyen las circunstancias o el contexto.
[8] Tengo mis reservas y creo que puede haber “una visión libertaria sobre el bien común”, pero eso para otro día. Por ahora, suficiente con decir que hay apreciaciones intersubjetivas sobre cosas o acciones que llevan a que más o menos las personas amolden su conducta en ello —de allí las instituciones sociales—.
[9] No es de extrañar entonces el débil estado en el que descalza la “solidaridad” y, en suma, todos los valores de las sociedades que viven en Socialismo. Gracias al ataque sistemático por parte del sistema, que busca modificar la conducta de los individuos para adaptarlos a sus preceptos, la moral humana se ve pervertida. Al ser el Estado quien dicta órdenes, reglamentos y mandatos coactivos que definen cuál ha de ser el contenido concreto del comportamiento de cada individuo, modificando de esta manera la personalidad, mientras la aleja de su esencia en tanto human, estos pierden costumbres y respetan cada vez menos las normas tradicionales de conducta. Es decir, se pierden los valores humanos. En consecuencia, el conjunto de valores —amor, solidaridad, respeto, entre muchos otros—, que por naturaleza las personas manifestaban, desaparecen. Convirtiéndose esto en una excusa para que el Socialismo se siga extendiendo y desarrollando, por lo que se entra en una espiral descendente de decadencia de la moral y el “ser” human y una ascendente del poder centralizado director de la vida del human, ahora más cercano a un animal —que en buen grado entra en el concepto de “irracional, no pensante”—.
[10] El derecho —real— es una institución evolutiva que surge de las interacciones humanas; es decir, gracias a la información que surge de manera espontánea de la misma convivencia social, que está constituida por un número elevado de autores que, a su vez, son dueños de una información que es tacita e inarticulable, surgen leyes —no creadas por alguien en específico— que crean hábitos de conducta en los individuos. Estas leyes materiales son generales puesto que se aplican a toda la sociedad por igual y son abstractas porque no supone resultados concretos del proceso social —acciones del individuo en sociedad e información que esto genera—, sino que sólo establece un marco de actuación para el individuo. En otras palabras, la ley/norma no es arbitraria, sino una disposición consubstancial a las acciones que realizan los individuos; esto es, que la condición natural, necesaria, de la inmanencia de la ley/norma son las relaciones entre las personas; estas vienen contenidas en la misma acción humana y crean hábitos de conducta. Todo de forma espontánea. Si desea profundizar en el origen y concepto del derecho, consulte “Derecho, Legislación y Libertad” (2006) de Friedrich Hayek, allí el autor marca la diferencia entre las normas consuetudinarias y las normas elaboradas e impuestas por el legislador de turno al decir que las primeras “derivan de las condiciones de un orden espontáneo que nadie ha creado, mientras que las segundas se proponen deliberadamente la creación de una organización orientada a alcanzar determinados objetivos” (pág. 153-154); los reglamentos que tienen origen en una legislación (“orden construido”) que pretenden ordenar la sociedad constituye una perversión de la idea de derecho. También, en “La teoría evolutiva de las instituciones”, César Martínez Meseguer hace un recorrido por la historia, partiendo desde Grecia, pasando por China, la edad media, el empirismo inglés, entre otras etapas temporales, en donde muestra cómo concurridamente se comenzó a pervertir el “orden espontaneo” por un conjunto de órdenes de pensadores que desconocían el constructo y/o proceso social. En la parte II de la obra (La Metodología de la Escuela Austriaca), el autor analiza el papel que juega en la sociedad las relaciones de intercambio; a saber, que cuando los individuos toman conciencia de que pueden lograr sus objetivos si intercambian medios, movidos por su empresarialidad innata que les lleva a que, por lo menos, uno tome la iniciativa, entonces surge el intercambio. Esta es la base de las instituciones sociales, entre las que se encuentra el derecho.
[11] De aquí es que surge la corrupción como problema social, por cierto. Al respecto, ver: Roymer Rivas. 2023. El cáncer de la corrupción: una consecuencia de las restricciones a la libre acción humana. Publicado en ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/el-cancer-de-la-corrupcion-una-consecuencia-de-las-restricciones-a-la-libre-accion-humana/ (Consultado 23 de noviembre de 2023). Me cito a mí mismo por considerar que trato el tema de forma sencilla y porque en dicho texto están las citas a los autores correspondientes de donde extraigo la idea.
[12] Si las normas y/o leyes son materiales, generales y abstractas, entonces la justicia es la aplicación por igual de estas normas; este, y no otro, es el verdadero concepto de “justicia”. En la misma línea, retomando la idea principal de la nota anterior (7), a modo de énfasis considero destacable las palabras de Axel Capriles en su libro titulado “La picardía del venezolano o el triunfo del Tío Conejo” en donde escribe, basándose en Michel Foucault, que “la norma no es algo exterior ni independiente de su contenido, es una acción que se desarrolla desde el interior mismo de las cosas. Las disciplinas crean la sociedad, pero la sociedad disciplinaria no doblega a sus sujetos por medio de un código de leyes, sino que exterioriza un dominio de subjetividad inclinado a la acción normalizada. La norma es, así, el soporte de un lenguaje común, un principio de comparación, el piso de una medida colectiva indispensable para la referencia del grupo a sí mismo. Define las experiencias posibles. Su discurso es prescriptivo. Antes de prohibirnos o castigarnos, nos hace desear lo que debemos hacer. Es la internalización de la sociedad en nosotros mismos” (subtitulo “El Caudillo Sagaz”, capitulo VIII titulado “el pícaro en Venezuela: el individualismo anárquico”, párr. 5). Esto es el verdadero derecho, la ley/norma inherente a la acción humana surgida de, por y para las actuaciones de las personas. Ahora bien, como el Socialismo tiene una visión positiva del derecho, vacía el contenido del mismo, por lo que, entonces, es de esperar que la justicia aplicada en el sistema sea una aberración.
[13] Se fijan solo en el hecho de “tal persona acumula mucha riqueza y esta otra no”. Esta miope estimación deja de lado el cómo la persona obtuvo la riqueza que acumula y por qué el otro no obtiene tal riqueza; cuales son las diferentes acciones que están realizando estas personas que llevan a que obtengan resultados distintos; si en todo este proceso el primero beneficia o no a la sociedad con el medio por el cual obtuvo y mantiene su riqueza y si el segundo es de los beneficiados por este medio de creación y mantención de riqueza del primero; además, si todas las acciones que llevaron a que el primero tenga tal riqueza y el segundo no fueron realizadas de manera voluntaria —voluntariedad que surge del hecho de que el primero hace algo que beneficia al segundo, por lo que, en realidad, todos salen ganando—.
[14] Muchos atribuyen que la expresión “termino comadreja” deriva de versos de conocidas obras “Henry V” y “As You Like It” de Williams Shakespeare. En “As you like it” (Acto II, Escena V, 11, en The Riverside Shakespeare, Houghton Mifflin, Boston 1974, p. 379) el verso dice “I can suck melancholy out of a song, as a weasel sucks eggs”. Pero la expresión aparece por primera vez en una publicación de The Century Magazine del año 1900 que mostraba el cuento de Stewart Chaplin titulado “Stained Glass Political Platform”. En esta publicación se dice que estas palabras “absorben toda la vida de las palabras a su lado, así como una comadreja chupa un huevo y deja la cáscara. Si después pesas el huevo, es tan ligero como una pluma, y no te llena mucho cuando tienes hambre, pero una canasta de ellos sería un gran espectáculo y engañaría a los desprevenidos…” (pág. 235); Theodore Roosevelt, quien popularizo el termino, le atribuyo la expresión a Dave, el hermano mayor de su amigo William Sewall, pero Herbert M. Lloyd, en una carta dirigida a New York Times, explica que el verdadero origen del término popularizado por el Coronel Roosevelt es del cuento publicado por la revista Century ya mencionada. Se puede leer el texto original (carta de M. Lloyd) en los archivos de The New York Times con fecha de 3 de junio de 1916 (pág. 12). Ahora bien, el origen más remoto de la etimología la encontramos en el poema “Metamorfosis” del poeta romano Publio Ovidio Nasón; en esta obra se describe como Galanthis, sirvienta de Alcmene, al fijarse que Lucina, la diosa del parto, que está afuera de la habitación intentando prevenir el nacimiento de Hércules, sale a decir que el nacimiento ha sido un éxito; al escuchar esto, con mucho temor, viéndose fracasada, cede en su intento por prevenir el parto, lo que permite que nazca el bebe; Galanthis procede a burlarse de Lucena y, sintiéndose engañada su divinidad, ésta la arrastra por los cabellos y la convierte en una comadreja. En la traducción al español de Ana Peréz Vega, Ovidio escribe “puesto que con mentirosa boca ayudó a una parturienta, por la boca pare y nuestras casas, como también antes, frecuenta” (pág. 151). Todo indica que los términos comadreja denotan engaño. Entre las palabras comadreja usadas por los socialistas tenemos: popular, orgánica, neoliberalismo y social. Ahora bien, si desea profundizar sobre este tema, invito a consultar el Capítulo VII titulado “Nuestro envenenado lenguaje” del libro de Friedrich Hayek “La fatal arrogancia” (pág. 173); este es el título del último libro escrito por Hayek y fue publicado originalmente en Estados Unidos en ingles en el año 1988 bajo el título “The Fatal Conceit: The Errors of Socialism”. Actualmente se puede encontrar la obra en español en Unión Editorial.
[15] Gehena es la forma griega del hebreo “Gueh Hin-nóm” (Valle de Hinón). El Valle de Hinóm está situado al Sur/Sur-Oeste de Jerusalén y actualmente recibe el nombre de “Wadi er-Rabadi”. Fue en esta tierra que los reyes de Judá, Acaz y Manasés, practicaron idolatría, que muchas veces incluía sacrificios humanos (2 Crónicas 28:1, 3; 33:1, 6; Jeremías 7:31, 32; 32: 35). Este valle fue contaminado por el Rey Josías para evitar que estas actividades, que constituían un insulto directo para Dios, ocurrieran nuevamente. En consecuencia, con el tiempo el valle quedo reducido a un lugar en donde se depositaban los desechos y los cadáveres de personas que no tenían el favor de Dios; esta basura y los cadáveres eran consumidos por el fuego que, quizás, se avivaba con azufre para que no se apagara. Además, lo que el fuego no consumía, seria consumido por los gusanos o cresas que allí se criaran. Puede consultar el significado y simbolismo del término en el libro editado por la Watch Tower Bible And Tract Society of New York titulado “Perspicacia para comprender las escrituras las escrituras” (v.1., pág. 999). En efecto, esto es lo que significa “una sociedad más libre, justa e igualitaria” para el Socialismo; libre de ser human, la justicia es como el fuego y los gusanos que consumen todo a su paso y la igualdad de hecho es mostrada en su máxima expresión: todos muertos, sin existencia alguna y sin esperanza de existir en el futuro.
[16] Consulte la obra ya citada de Friedrich Hayek, “La Fatal Arrogancia”, en su Capitulo I.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Este 19 de noviembre Javier Milei ganó el balotaje que lo llevará a la presidencia de Argentina el próximo 10 de diciembre de 2023, marcando un hito en distintos puntos, tanto en la forma como llegó a introducirse en la vida política del país, como en el modo en que se hizo con el apoyo popular. Milei es el primer autodenominado “libertario” que ha alcanzado la presidencia de un país y en su marco filosófico promovió ideas que todavía en América Latina para algunos parece ser tabú y crea un rechazo cuasi-místico de forma similar a cuando nombran al Maligno a un fanático religioso.
En este escenario, dado el espectro ideológico de Javier Milei, se dan tres apreciaciones: (i) algunos lo critican desde un aparente purismo que, desde mi percepción, son peores que aquello que dicen criticar —sin fundamento, vale decir—; (ii) algunos lo critican con fundamento, y eso es bueno; empero, (iii) son muchos los que se emocionan por su triunfo, pues se presenta como todo lo opuesto al camino que durante años recorrió Argentina y, por tanto, la esperanza de un cambio para bien. Pero —¡Jay!— vaya que hay que tener cuidado con esto último, porque las probabilidades de desilusión son igual de altas que de celebración —o por lo menos así se me presentan las cosas—.
Este es el caso porque siento que están tendiendo a creer que Javier Milei alcanzó la presidencia porque “las ideas de la libertad” han calado en una buena parte de la población, y nada más alejado de la realidad; es mayor el descontento a “la casta política” que el amor a “la libertad”, y los resultados de tales convicciones no necesariamente son lo mismo. Es un arma de doble filo.
En definitiva, tal y como se vienen dando las cosas, aparentemente América Latina está cambiando para escenarios menos malos. Suficiente con ver los cambios históricos, donde se han reemplazado dictaduras militares por gobiernos civiles, donde el pragmatismo democrático ha marcado la mayoría de las decisiones políticas, donde se han dejado de lado las revoluciones. No obstante, como bien resalta Mario Vargas Llosa en su presentación a la obra “Manual del perfecto idiota latinoamericano”, esto ha sucedido “a tropezones y porrazos”, “como a regañadientes”, lo que significa “sin convicción”, porque ésa “es la moda y no hay otro remedio”[1].
Esto es precisamente lo que creo que pasa en Argentina y en Latinoamérica entera, vislumbrando cambios de gobiernos tendientes más a la “derecha” que a la “izquierda”. No están ganando “las ideas de la libertad”, esta ganando un personaje que dice defender esas ideas y, como tal, puede hacerlo o no. Pero, además, está ganando un personaje que, independientemente de sus ideas, funge como deposito del hastío de una sociedad en contra de sus gobernantes. Por ello, invito a todos los liberales a tener cuidado con las palabras que usan para referirse a la nueva administración argentina, porque en el futuro puede jugarle en contra.
Incluso si Javier Milei logra llevar a cabo medidas liberales —que es donde podemos decir con reservas que “ha ganado la libertad”—, unas reformas que no se sostienen en convicciones de los miembros de la sociedad a quien se dirige —algunos rezongando incluso entre dientes contra ellas—, pueden estar condenadas al fracaso y no dar los frutos esperados.
Está bien, nosotros defendemos el libre mercado, el respeto al proyecto de vida ajeno, en suma, la libertad, la vida y la propiedad —hay que ver qué significa eso para cada quien también—, y todo lo que se enmarque allí es bienvenido y celebrado, pero si en una sociedad no hay ideas claras, unas convicciones que den vida a las reformas necesarias para apuntalar a la misma, lamentablemente, y contra nuestras preferencias, eso terminará en fracaso. Con esto en mente, hay que comprender que Milei no la tiene fácil y es muy pronto para celebrar.
Una de las grandes paradojas de las sociedades actuales es que, cuando comienzan a haber cambios y reformas gubernamentales en busca de la libertad y la prosperidad que le acompaña, la vida intelectual —remarco, esas convicciones que dirigen a la masa, muchas veces anónima, amorfa y moldeable—, “sigue en gran parte estancada, ciega y sorda a los grandes cambios que ha experimentado la historia del mundo, inmutable en su rutina, sus mitos, y sus convenciones”[2], desembocando en retornos a la barbarie. Y lo que es peor, achacando la culpa de ese retorno al cambio.
Antes dije que una vez se lleven a cabo las políticas que respeten más la propiedad y libertad de cada persona es cuando podemos decir “con reservas” que “ha ganado la libertad”, la razón es que la verdadera victoria de la libertad está definida por una sociedad convencida de lo que pide, dispuesta a afrontar todas las vicisitudes que eso representa —porque una sociedad libre no es una utopía libre de conflictos, como algunos liberales parecen pregonar—, que sirva de sostén y marco para lo que se vaya a construir desde los gobiernos, todo lo que se quede en el camino es una victoria a medias —si acaso puede considerarse eso una victoria—.
La reflexión para los ciudadanos es tácita: hay que saber qué diablos es lo que se pide o se defiende y ver el panorama completo para un análisis más certero de los acontecimientos; y a los liberales, que no se deje llevar por la emoción, que después de tantos fracasos en la política y promoción de las ideas no vaya a ser que cualquier cosa se le presente como un triunfo e ignore por completo las probabilidades de fracaso; los buenos liberales no somos seguidores de masas, somos mejor que eso; más sensato es quedarse a la expectativa de lo que suceda de aquí en adelante en Argentina, la emoción tiende a no ser el mejor concejero y guía cuando se piensa y actúa.
[1] Plinio A. Mendoza, et al. 1997. Manual del perfecto idiota latinoamericano. Publicado por Editorial Plaza and James. Sección: presentación de Mario Vargas Llosa, párr. 12, 13.
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