En la mañana del lunes, un terrorista del Estado Islámico en la Gran Khorasan (ISIS-K) se detonó frente a la Embajada de Rusia en Kabul en un atentado que acabó con la vida de al menos ocho personas, incluidos dos funcionarios rusos, y dejó heridos a 11 personas.
Despues del ataque, esa misma noche el grupo radical islámico se adjudicó la responsabilidad del mismo mediante un comunicado en telegram.
Malavi Saber, jefe policial de la zona del atentado, dijo que “el suicida intentó atacar al jefe de seguridad de la Embajada rusa, cerca del área para visitantes, pero la carga que llevaba detonó en la calle después de que fuera descubierto por las autoridades y antes de que llegara a su objetivo”.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Afganistán condenó el acto y envió sus condolencias al gobierno ruso, al pueblo afgano y a las familias de las víctimas en un comunicado vía Twitter.
La acción descrita pone en duda la respuesta al pedido realizado por el gobierno talibán al resto de los países para que reabran sus sedes diplomáticas y consulares luego de que la mayoría de ellos decidiera cerrarlas tras la caída de Kabul en agosto del 2021.