Por Roymer A. Rivas B.
Coordinador Local de Estudiantes por la Libertad Venezuela
El 16 de abril de 1967, la revista Tricontinental publica un mensaje que Ernesto Che Guevara, acérrimo socialista, quería hacer llegar al mundo, un mensaje que se resume en unas pocas palabras que él mismo dijo y que tienen gran trascendencia. Hablando sobre guerrillas, movimientos revolucionarios, enemigos y guerras, él dijo que el odio es el factor de lucha, que “el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar” es lo que tiene que mover a los soldados, que ellos “tienen que ser así” porque “un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal”.
Ahora bien, cabe preguntarse: ¿Quién es ese enemigo a quien se le debe tanto odio? O, si gusta más, ¿Contra quién es ese odio que mueve a los movimientos revolucionarios que intentan establecer un gobierno socialista en los territorios donde luchan?
Algunos adeptos a estas ideas responderán con ambigüedades como que la lucha es contra los burgueses capitalistas anti-revolucionarios opresores que someten, marginan y explotan a la clase pobre, no solo de la nación, sino del mundo entero; pero eso es solo un discurso fácil de vender a personas frívolas y seguidores de masas, sin capacidad crítica, superfluas en términos de Hanna Arendt, que demandan ideologías inescrupulosas y corrosivas para intentar ocultar sus fracasos y supino resentimiento, justificando su voraz violencia persiguiendo una utopía.
Lo cierto es que el enemigo de los socialistas, foco de su odio, es el mismo ser humano en su pura esencia, de naturaleza libre; persiguiendo la libertad –sabrá Dios la magnitud de la aberración de concepto que habita en sus pensamientos sobre el término– los socialistas se encaminan a cambiar el mundo desde la mirilla de un fusil, arremetiendo contra todo aquel que no se adapte o enmarque en su visión de “hombre nuevo” que supuestamente necesita la sociedad.
En todo tiempo y lugar, la violencia y el crimen movidos por el odio han sido la característica esencial que sostiene e identifica las acciones coactivas de un grupo hombres que someten a otros para conseguir sus fines, modificando la conducta de los sometidos y haciéndolos volver a sus más atávicos deseos a través de la limitación de la acción libre y voluntaria, para que actúen de formas que en otras circunstancias no actuarían.
Sin embargo, muchos siguen observando y glorificando al Socialismo por los fines que persigue, por los presuntos valores que profesan sus seguidores, y no por los diáfanos e insignes resultados negativos que, a su vez, son consecuencia ineludible de los inmorales valores que fundamentan sus creencias; mientras que, en contraste, le adjudican al mercado la tristeza y el sufrimiento, sin tener en cuenta que es gracias a la libre asociación y clara definición de la propiedad privada que la civilización ha avanzado, pese a las grandes o pequeñas limitaciones impuestas por el Estado a lo largo de la historia humana.
Como seres racionales, debemos juzgar los motivos y las acciones, no solo una cara de la moneda. El hombre más grande de todos los tiempos dijo alguna vez que a un árbol se le juzga por sus frutos (Lucas 6:43); si los frutos son malos, entonces el árbol no puede ser bueno y, por consiguiente, hay que arrancarlo de raíz. Ahora, si los valores expuestos por los mismos socialistas convergen en “odio” y sus frutos han sido, son y serán amargos, ¿qué estamos esperando para arrancar este árbol ideológico? Es inadmisible que en pleno siglo XXI, después de muchos años de historia socialista, todavía lo sigamos consumiendo como sociedad.
El Che Guevara es el arquetipo perfecto de todo socialista, un cruel asesino; y quienes sean socialistas y no se crean o sean materialmente asesinos, tienen que saber que lo son en potencia, o quizás no son tan socialistas como piensan; algo natural, porque se necesita más esfuerzo para ser socialista que para ser libertario; ser socialista es ir contra la corriente natural constitutiva del ser humano, ser libertario es fluir y aprovechar facultades como la razón para construir y trabajar en nuestro proyecto de vida y alcanzar la plenitud. El Socialismo es una ideología que pretende modificar el comportamiento humano coactivamente, en cambio, la naturaleza libre del hombre no parte de ninguna ideología, es fundamental, la base de su existencia humana.
Pero, ¿por qué digo que la naturaleza humana es ser libre? ¿Qué fundamento sostiene la premisa? Estas son preguntas interesantes cuya respuesta escapa del fin de este artículo serán respondidas en futuros textos. Por ahora, ten presente que el odio es la doctrina del Socialismo y el factor de lucha de todos los socialistas, en escala de colores, es solo negro, sin grises; a pesar de la fachada solidaria, el Socialismo mueve a sus adeptos a convertirse en predicadores del mal en cualquier contexto, porque siempre habrá alguien a quien odiar.