Por Roymer Rivas, coordinador local de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Al momento de proponer soluciones de mercado a varios de los problemas que surgen en la sociedad, o incluso como una opción para satisfacer la demanda de los actores que se piensan que solo pueden ser satisfechos por el Estado, los detractores se alarman, cual religioso cuando escucha nombrar al Diablo. La razón es que consideran que el mercado no puede satisfacer algunas cosas y que más bien agravaría el problema por llevar a todos a un supuesto estado de naturaleza donde los más fuertes se aprovechan de los más débiles, extrayendo unos beneficios a costa de otros. Empero, ¿Es realmente esto así? Yo creo, y con fundamentos, que no; de hecho, creo que no hay mejor escenario para aumentar las probabilidades de éxito en cuanto a dar solución a problemas en la sociedad, con mayor calidad y al mejor precio, que el libre mercado.
En libre mercado, la competencia lleva a que los oferentes de bienes y/o servicios no puedan abusar de su posición, pues es la buena reputación que tengan lo que se traducirá en más beneficios presentes y futuros al ser más atractivos a los consumidores de lo que ofrecen —demandantes—. La misma lógica aplica en todo lugar, independientemente del bien o servicio a ofrecer, lo cual incluye cosas como la seguridad y justicia. La competencia siempre impone un límite a —o representa un obstáculo para— aquellos que quieran abusar de su posición de poder en el mercado, ya que siempre se podrá adquirir los mismos bienes en otro lugar; ergo, por muy malas intenciones que tenga un oferente, si quiere mantenerse vivo en el juego, tiene que ofrecer calidad y mejores precios.
Con respecto al tema de seguridad y justicia, algunos dirán que se podría llegar a un monopolio que perjudique a todos por no tener como defenderse, pero a estos yo les pregunto: ¿No es acaso eso mismo lo que tenemos hoy a manos del Estado? Claramente sí, entonces, el problema no es el mercado. Puede que respondan: “No, pero es que el Estado está obligado a obedecer la ley”, pero, nuevamente, pregunto: ¿Va el Estado a obedecer una ley que él mismo crea? ¿Qué impide que la incumpla y brinde los servicios que debe ofrecer “por ley”? También, y más importante, ¿Acaso las empresas en el mercado actuarán fuera de la ley? (…) Estimo que aquellos que intentan defender temas como seguridad y justicia necesitan más argumentos —que no los hay con total sensatez— que aquellos que defienden la libre competencia en el mercado. Lamentablemente no podemos corroborar al 100% el cómo sería una sociedad así, porque no lo hay, pero ver cómo actúa el mercado para solucionar otros problemas da buenas luces al respecto —si el mercado demuestra ser mejor que el Estado en las cosas donde este le permite actuar, ¿Por qué tenía que ser diferente con la seguridad y la justicia?
A modo de ilustración, suponga que en una sociedad donde se elige libremente se encuentran dos empresas de seguridad: A y B. A se preocupa por la seguridad de sus clientes y hace todo lo posible por ayudarlos, valiéndose además de contratos voluntarios entre las partes, y cobra por ello. B, por su parte, ofrece el mismo servicio pero, a pesar de cobrar por ello, lo hace muy mal, no aporta valor alguno a sus clientes. En este escenario, las personas preferirán pagar por los servicios de A que por los de B, por lo que éste se vería de cara a la quiebra. Es más, si nos ponemos más creativos, incluso si B intenta someter a las personas para que adquieran de su servicio por la fuerza —algo contradictorio y que, de hecho, hace el Estado—, las personas recurrirían a A para protegerse de B.
En este ejemplo, en extremo simple, se pueden sumar otras cosas a analizar, pero dejo eso como trabajo al lector: cuando lo haga, si lo hace, se dará cuenta que no hay escenario posible donde salga mejor parado el Estado en comparación con el mercado en cuanto a temas de seguridad y justicia, así como en todo lo demás, se refiere; incluso en el peor de los casos que se pueden dar en el mercado, siguen siendo mejor que lo que ofrece el Estado.
Contrario a lo que piensan muchos, los humanos no queremos matarnos los unos a los otros, sino que tendemos a la cooperación voluntaria en busca de alcanzar objetivos individuales y compartidos, y las empresas, dirigida por personas, no buscan arruinar a la sociedad, sino que se benefician mientras mejor esté. La igualdad ante la ley, la cooperación y razón, en un escenario donde impera la no coacción ilegitima a otros —libertad—, dan paso a la competencia y, por extensión, a ese orden espontaneo que es caldo de cultivo para el progreso y la sana convivencia.
Por Roymer Rivas, investigador en temas de economía, banca y finanzas, coordinador local de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Si usted busca una definición de “dinero” en internet o le pregunta a un economista sobre lo mismo, de seguro se encontrará con algo parecido a que el dinero es un activo que cumple con las siguientes características: (i) unidad de cuenta, porque los precios en la economía se fijan con él; (ii) depósito de valor, porque las personas depositan su confianza en él para transportar consumo presente al futuro —ahorro—; y (iii) medio de intercambio, pues las transacciones en el mercado se realizan por medio de ella —o lo que es lo mismo, medio de intercambio indirecto, que es el opuesto al medio de intercambio directo, conocido como “trueque”—.
Empero, considero que esto es un error y no permite comprender bien la naturaleza del dinero, y para muestra un botón: a raíz de la crisis en Argentina, algunos se animaron a decir que el país suramericano no tenía moneda porque no cumplía con dos de las tres características que definen al dinero y solo cumplía con (iii) porque el peso es de curso forzoso. Este escenario es muy similar al venezolano, que durante años ha visto perder el poder adquisitivo del Bolívar (Bs.), lo que se ha traducido en que los actores sociales comiencen a valorar divisas extranjeras —sobre todo el dólar—; así, siguiendo la misma lógica, “Venezuela no tiene moneda”.
Digo que es un error considerar que la moneda debe cumplir con estas tres características o funciones porque simplemente es irreal, algo puede ser dinero sin ser unidad de cuenta ni depósito de valor, porque la definición y esencia del “dinero” es una sola: “medio de intercambio comúnmente aceptado”. Estos mismos ejemplos a los que los economistas aluden para sostener el hecho de que “el país no tiene moneda” son de hecho ejemplos de todo lo contrario y una refutación a la teoría aceptada sobre “el dinero”, pues, tanto en Argentina como en Venezuela el Peso y el Bolívar —correspondientemente— se siguen usando como medio de intercambio sin ser deposito de valor ni unidades de cuenta. Es así de simple. Que un buen dinero tienda a ser deposito de valor y unidad de cuenta, ya eso es otra historia, pero no es que ambas sean características epistemológicas necesarias para definir “dinero”.
En el caso Venezuela, la unidad de cuenta es el dólar, que luego por calculo simple con la Tasa de Cambio se traduce en bolívares; algunos podrían decir que por eso el bolívar sigue siendo una unidad de cuenta, pero suficiente con decir que cuando ese posible detractor saca sus cuentas, lo hace pensando en dólares y no bolívares. También, la misma divisa sirve como deposito de valor —aunque no es la única—, la gente ahorra en dólares. Ambas cosas no se cumplen con el bolívar, ni siquiera el más patriota-nacionalista. Empero, tanto el dólar como el bolívar siguen siendo medios de intercambio comúnmente aceptado —que el dólar tenga más demanda que el bolívar, ya es otra historia también—.
La misma lógica aplica a la inversa: muchos piensan que el Bitcoin llegará a ser dinero, y ese puede ser el caso, pero solo cuando sea algo “comúnmente aceptado”, que sea deposito de valor o unidad de cuenta —lo cual dudo mucho en éste último caso, por lo menos a escalas pequeñas— es irrelevante para definirlo como dinero, pero si lo será para describirlo como un “buen dinero”. No obstante, eso al final lo determina el mercado a través de sus mecanismos. Yo solo quería llegar a un punto, y creo que ha quedado bastante claro.
De hecho, a modo de conclusión e ilustración, gracias al desastre monetario auspiciado por el Estado, quien dirige el BCV, sumado a medidas que han sido implementadas para aumentar la demanda de la moneda nacional, el venezolano ha aprendido a usar el bolívar de forma inteligente: vaya a un supermercado donde le digan que aceptan el dólar a la TC oficial para que vea que preferirá vender los dólares para pagar en bolívares y ahorrarse algo de lo que consiguió con trabajo y esfuerzo —ergo, hay demanda de bolívar y sigue siendo medio de intercambio generalmente aceptado en nuestro país—. Hablo del aquí y ahora, y aquí y ahora así es como se presentan las cosas.
Los temas monetarios son los menos entendido en el mundo de la economía, y el economista debería tomarse la tarea de realmente entender el asunto —por lo general, el economista tiende a saber muy poco de temas monetarios, con una pretensión de creer que sí sabe; pero si se dedicara a estudiar de verdad el asunto, muy probablemente comenzara a recorrer un camino opuesto a muchas de las cosas que por convención se aceptan en la academia, porque lo que enseñan está mal—. Estudien monetaria, señores, lo digo con total respeto.
Por Carlos Infante, coordinador local de EsLibertad Venezuela.
Cuando se habla o menciona a un sistema totalitario accionado en algún pais especifico, es fácil presumir las altas y peligrosas limitantes a la libertad que suceden en dicha nación, es por eso que este sistema es reconocido histórica y mundialmente como un sistema de gobierno en donde se cercenan las libertades individuales de los ciudadanos, así como los derechos fundamentales del hombre.
Este sistema lucha incansablemente por obtener un poder total e inequívoco, no solo en las cuestiones del estado como un todo, sino también en los asuntos públicos y privados de los ciudadanos; no se trata solo un sistema creado para gobernar sin oposición, sino también de un sistema creado para controlar, desanimar, desmotivar y obligar a sus ciudadanos a depender inequívocamente de ellos, para así poder secuestrar el poder el mayor tiempo posible, porque, al final, la meta del totalitarismo, más allá de gobernar y coaccionar, es también, su permanencia en el tiempo.
El sistema totalitario no puede ser conocido por sus alternancias de poder, al contrario, para que un sistema pueda considerarse totalitario, uno de sus características debe ser la clara intención de la permanencia en el poder, esto sucede gracias a que el totalitarismo es la antítesis de la democracia, aunque un sistema totalitario pueda llegar a un una nación a través de los canales democráticos, no significa que no pueda establecerse en la nación y de esta manera eliminar hasta donde más pueda las bases democráticas del pais.
El sistema totalitario, es un mal, con un plan político-social estratégico, que pretende minimizar las libertades e independencia del ciudadano con la clara meta de poder obtener una nación sumisa ante las atrocidades que el sistema representa, es por esto que otra característica indispensable para el totalitarismo es lograr una transición de republica a estado comunal, ya que esto le permite al sistema inmiscuirse de manera directa en el corazón de las comunidades, haciendo que la misma existencia en comunidades se vuelva un acto político. De este modo, no solo logra infiltrarse en las vidas privadas de las familias, sino también que coacciona a estos a través de las amenazas, la persecución, el espionaje y la violencia, para poder lograr sus objetivos.
El estado comunal es la evolución final y la base fundamental de un sistema totalitario, ya que el peso que pretende ejercer en el individuo es parte de su plan de control social, es por esto que el totalitarismo, así como es la antítesis de la democracia, a su vez, también es la antítesis de la libertad, porque estos dos conceptos son incompatibles con las metas de alternancia indefinida del totalitarismo, así como también son contrarias a sus ideas de un colectivismo total donde el estado es el supremo líder, sin oposición, ni fuerza política pertinente que pueda hacerle frente.
Las libertades individuales de los ciudadanos son el enemigo número uno del totalitarismo, así como los derechos fundamentales de los mismos, porque el sistema no busca de ninguna manera, desarrollar y/o respetar los derechos de sus ciudadanos, al contrario, busca por todos los medios posibles cercenar esos derechos para justamente crear esa dependencia al estado que tanto necesitan para poder lograr su permanencia en el poder. Esto solo significa que, ante un sistema totalitario, tanto las libertades del individuo como los derechos del ser son desconocidos, hasta un punto donde el desconocimiento de dichas libertades y derechos, llegan a eliminar la propiedad y la dignidad del ciudadano, y aunque el sistema tratará de excusar estas acciones, la realidad es que al final todo es parte de su plan.
Los derechos políticos son de igual manera grandes enemigos del totalitarismo, esto se debe a que el sistema no puede sobrevivir con una oposición democráticamente elegida, es por esto que el totalitarismo siempre buscara tener el poder militar de su lado para poder mitigar cualquier causa política que pueda poner en peligro el desarrollo de su evolución a estado comunal y establecer su permanencia. El sistema actuara a través del estado para perseguir, coaccionar y amenazar a quienes se le opongan políticamente, con la única meta de poder lograr un mandato total, donde el sistema sea dueño de todos los poderes del estado para no tener que sentir miedo a una contrapartida política, valiéndose de la censura a todos los medios de comunicación que hablen, expliquen o informen sobre situaciones, acciones y/o mandatos emanados desde el sistema, desde una perspectiva poco favorable a su estancia en el poder.
El totalitarismo no puede sostenerse si tiene medios de comunicación nacionales que estén en su contra o que informen sobre los errores de su administración, ya que para la meta del sistema, no puede existir ningún tipo de oposición, el mismo, tratara de eliminar todo vestigio de libertad de expresión que pretenda ser una incomodidad para la finalidad del sistema, es por esto que el totalitarismo se basa principalmente en la eliminación total e inequívoca del individualismo humano, teniendo por preferencia un colectivismo generalizado que le permita al sistema un control más fácil y segmentado de la población total.
En conclusión, es imposible no llegar al pensamiento de que el totalitarismo es un sistema pensando única y exclusivamente para la permanencia indefinida en el poder de un sector político especifico de una nación, quienes pretenden lograr esta meta sacrificando la democracia y las libertades individuales del ser, ya que estas son opuestas a sus ideas totalitarias, y mas importantes, a sus metas. Este tipo de sistema tiene como estrategia buscar todas las maneras posibles de establecerse como un todo y que no exista ninguna contrapartida ni oposición en su contra, pero lo más peligroso del sistema totalitario, es que puede llegar a establecerse a través de los sistemas democráticos, aunque el totalitarista siempre deja ver sus fines macabros, la realidad es que lo hace desde una perspectiva política alegando su derecho democrático para acceder al poder, haciendo que sea atractivo para varias personas y logrando su objetivo de llegar al poder a través de los canales democráticos, para luego cercenarlos e iniciar el plan de transición de republica a estado comunal, que es justo lo que le permitirá lograr la mayoría de sus objetivos.
De aquí deviene la importancia de una ciudadanía políticamente preparada, que pueda reconocer los inicios de un sistema totalitario, pero también que pueda reconocer las intenciones del totalitarista disfrazado de demócrata que pretende llegar al poder a través de mentiras y falsedades, sacrificando no solo a su electorado, sino también al pais entero.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Las ideas socialistas, en mayor o menor grado, ha penetrado el pensamiento y el sentimiento de las masas sociales; este es el mayor éxito del Socialismo, haberse colado casi imperceptiblemente en los sentimientos, emociones, pensamientos y acciones de las personas sin ellas darse cuenta. Muchos de los que no se consideran a sí mismo socialistas piensan que el Socialismo solo se limita a la intervención económica y, en consecuencia, a menudo los escuchas pidiendo algún tipo de intervención estatal para regular o controlar el comportamiento de los individuos porque están convencidos que el proceso de coordinación social, dejando de lado la intervención económica —a pesar de ser contradictorio[1]—, se logra de forma más efectiva mediante la utilización sistemática de la coacción. Esta es la razón por la que el Socialismo, a veces mostrado con otro nombre que, incluso, se hace creer “anti-socialismo”, pero que, a fin de cuentas, se fundamenta en mayor o menor medida en las mismas ideas, muchas veces es defendido por científicos, políticos y filosóficos.
Sin embargo, la naturaleza del Socialismo es única y este sistema, en todas sus presentaciones, erra al pensar que puede ajustar o coordinar a la sociedad mediante la coacción sistemática institucionalizada. Esto es así porque el proceso social es altamente complejo; al ser cada individuo de la especie human único, inigualable e irrepetible y poseer por su naturaleza —como especie— una capacidad creativa, cada una de las acciones emprendida por los mismos poseen las mismas características —única e irrepetible, lo que hace que el modo en cómo se manifieste esa creatividad sea inevitablemente distinto en cada caso—; cada actor social posee peculiaridades que hacen distinguir a un individuo de otro, sus gustos y preferencias son singulares, en consecuencia, esto, a su vez, define los fines que desean alcanzar y el modo en que pretenderán alcanzarlos, por lo que cada uno ejecuta acciones impregnadas de creatividad de forma singular con el objetivo de alcanzar sus objetivos. Este es precisamente el proceso que Ludwig von Mises define como “acción humana”[2][3] y coincide, o se encuentra íntimamente relacionado, con la “función empresarial” desarrollada por distintos autores de la Escuela Austriaca de economía.
La empresarialidad del human
En otras palabras, todo individuo posee un componente creativo que lo convierte en un emprendedor o empresario[4] que le lleva constantemente a crear, buscar y/o descubrir nuevos objetivos y los medios para alcanzarlos; cabe destacar que estos objetivos y medios son valorados subjetivamente ya que su valor dependerá de la percepción y apreciación que tenga el actor sobre los mismos; a su vez, la actuación tiene como incentivo el beneficio propio —que constituye el mismo fin—; de este modo, el individuo, movido por su empresarialidad innata —capacidad de crear y/o modificar— trabaja o acciona para modificar su presente y lograr los fines establecidos por el mismo en el futuro. En todo este proceso, el actor, sin darse cuenta, a pesar de que emprende acciones con el objetivo de satisfacerse a sí mismo, beneficia a la sociedad en general en la medida en que las acciones realizadas crean o descubren una información nueva que será aprovechada por los demás actores para la consecución de sus metas siempre individualizadas.
Este proceso lleva a que los actores de la sociedad se coordinen espontáneamente, es decir, sin necesidad de que un tercero —no deliberadamente— indique que tenga que hacerse tal coordinación; la información nueva ajusta el comportamiento del human con el objetivo de corregir desajustes en la sociedad que ésta no sabía que existía o que sufría hasta que surgió la nueva información creada[5] y revelo su existencia; por lo que, se puede decir que el ejercicio de la empresarialidad del human —función empresarial—, un ser social por naturaleza, que le lleva a crear o descubrir nuevos fines, y medios para alcanzarlos, tiene como ineludible consecuencia un continuo avance o desarrollo de la sociedad, ya que continuamente se está creando nueva información que ajusta los desajustes sociales mediante la coordinación de los actores de la misma. Ahora bien, esta información nueva posee ciertas características que es necesario explicar para entender a cabalidad el por qué el Socialismo es un horror intelectual.
Empresarialidad, información y coordinación social
La información que surge como resultado del ejercicio de la empresarialidad del human es de tipo practico, limitado, disperso, tácito, inarticulable y de compleja transmisión, mayormente inconsciente, a través de procesos sociales también complejos. Es práctico porque el actor solo logra hacerse con la información a través del ensayo y el error, es decir, es probativo —en el sentido de como cuando alguien prueba un helado—, surge de la experiencia sensible o, lo que es lo mismo, del ejercicio de la “acción humana” en alineación con las circunstancias que rodean al individuo. Este tipo de conocimiento adquirido es, a su vez, subjetivo, puesto que es el actor da valor a la información de acuerdo a sus circunstancias particulares y a los fines que desea alcanzar, en otras palabras: la información que surge es valorada por cada sujeto de forma distinta y dichas valoraciones estarán en alineación con los fines que desean alcanzar, los medios que serán empleados para ello y el contexto en el que se desenvuelve.
También, la información es limitada porque es una información singular, es decir, solo el actor es dueño de ella y de la interpretación consciente de la misma en todas sus formas y matices, la información está limitada por el modo en como el sujeto ve y analiza su entorno —subjetividad—, lo que lleva a que dicha información sea irrepetible del todo en otro individuo. Este misma condición del conocimiento hace que la información se encuentre dispersa o repartida entre todos y cada uno de los actores de la sociedad, por lo que cada actor posee una diminuta parte, de la que solo él es dueño, de la información generada en el mercado o sociedad[6] —para mayor comprensión, invito a ver el ejemplo ilustrativo de la nota 6—.
Además, es tácito e inarticulable puesto que el actor no puede expresar formalmente la información que posee[7], ya que ésta es sobreentendida por el mismo, el sujeto sabe cómo realizar determinadas acciones, pero no conoce todos los elementos que se ven envueltos en dicha acción[8], a modo de ejemplo: un conductor no conoce todos los elementos y leyes físicas que convergen en su acción de manejar para dirigirse a un punto en concreto, pero eso no le impide manejar, es un tipo de conocimiento informal, inconsciente.
Por último, es de compleja transmisión puesto que los mecanismos sociales utilizados para este fin no son “deliberados”, el actor que crea o descubre la información no la transmite de forma voluntaria; cuando el individuo emprende la acción, parte del conocimiento que él descubre se genera en la mente de otro actor, a su vez, en la mente del otro actor —este puede estar viendo o no la acción realizada por el primer actor— se genera una nueva información que también le hace modificar su conducta para adaptarse al nuevo contexto y lograr alcanzar su fin —creando nueva información en el proceso—. Por otro lado, si el primer actor intenta transmitir la información percibida por él deliberadamente, entonces hace que nueva información se proyecte en la mente de los demás actores, lo que a su vez hace que surja, aún más, nueva información en el mercado que originalmente no tenía pensado transmitir. Este complejo proceso puede explicarse, de forma sencilla y vista solo como una ilustrativa aproximación, con el siguiente ejemplo: (…)[9]
El ejemplo del monigote (adaptado)
En la imagen se representan dos individuos, uno de nombre “A” y el segundo de nombre “B”, ambos poseen una información que el otro no posee y sus gustos y preferencias son diferentes, lo que les lleva a querer conseguir fines distintos —el individuo A persigue un fin “X” y el individuo B persigue un fin “Y”—[10]; en la imagen se observa como los actores A y B tienen una expresión triste o de desagrado, esto es porque ambos quieren alcanzar sus fines, pero no cuentan con los medios subjetivos para alcanzarlos.
Además, cada actor, de acuerdo a su percepción de las circunstancias en el que se desenvuelven, posee un conocimiento de tipo practico —tácito e inarticulable— que se encuentra en el plano de la acción —en la imagen, éste conocimiento está representado con las rayitas que forman una aureola encima de la cabeza del actor—. Ahora bien, imaginemos que A necesita de un medio “M”, del que no dispone y tampoco sabe dónde y/o como conseguirlo, para poder alcanzar su fin X, al mismo tiempo, el individuo B, que se encuentra en otro lugar lejano, quiere alcanzar un fin Y al que dedica tiempo y esfuerzo, y dispone de una gran cantidad del recurso “M”, que para él no es útil o no le sirve para alcanzar su fin Y, pero que casualmente es el mismo recurso que necesita el individuo A para lograr su anhelado fin X. Hasta ahora, los actores —la sociedad o, si se quiere, el mercado— se encuentran “desajustados” o están “descoordinados” sin que los actores tengan conciencia de ello, ya que ninguno puede alcanzar sus fines subjetivos por no contar con los medios que subjetivamente ellos valoran y necesitan —o creen hacerlo— para alcanzarlos. Sin embargo, veremos como la empresarialidad del human puesta en ejercicio supera estos comportamientos contradictorios y hace posible que la sociedad se coordine de forma no deliberada:
Imagine ahora que una tercera persona llamada “C”, como buen entrepreneurship[11], ejerciendo su empresarialidad innata, percibe ese desajuste o descoordinación existente en el mercado —en esta ocasión, entre A y B—, descubre la oportunidad de ganancia inherente en ello —en la imagen esta oportunidad de ganancia queda representada como una bombilla encendida arriba de la cabeza del actor C— y acciona en función de esa información adquirida. Así, el individuo C se acerca a B y le ofrece comprar su recurso M, que tiene en abundancia y no le da importancia por no ser de utilidad para sus fines, por una cantidad de tres (3) bolívares, B muy feliz acepta porque jamás se habría imaginado que podía obtener tanto por un recurso que él no le daba importancia. Luego, una vez terminada la transacción entre ambos actores, C contacta al actor A para venderle por nueve (9) bolívares el recurso M que necesita para poder alcanzar su tan anhelado fin, A muy feliz acepta porque hasta ese momento no sabía dónde ni como obtener el recurso “M” que necesitaba para el logro de sus objetivos, incluso puede que en su mente el recurso ni existiera, por lo que, hasta ese momento, él creía imposible la consecución de su fin; pero gracias a la empresarialidad ejercida por C, el actor A ahora puede lograr su meta[12].
Entra un socialista en la ecuación
Ahora bien, si una cuarta persona “D”, considerado socialista, revolucionario y —¿Por qué no?— profundamente chavista, antiimperialista y anticapitalista, con profundos valores “cristianos”, observa esto que acaba de suceder en el ejemplo anterior, lo primero que dirá es: “¡Cómo es posible esta atrocidad! El actor C es un burgués, usurero, apátrida, anti-venezolano, inmoral, pitiyanqui[13], imperialista, contra-revolucionario y golpista, ¡¡¡Es un capitalista!!! ¡Se está aprovechando de la necesidad del pueblo! ¿¡Cómo es posible que compre el recurso M a tres (3) bolívares y se lo venda a nueve (9) bolívares al actor A!? ¡¡¡Eso no puede permitirse!!!” Sin embargo, todas estas críticas, que parten del resentimiento y la envidia, las hace ignorando que, en realidad, el actor C es un benefactor social; gracias a que este actor pudo ejercer su empresarialidad libremente, se ha creado una nueva información que se ha transmitido en todo el mercado y logró que los actores implicados se ajustaran o coordinaran y comenzaran a ejercer acciones en función del otro.
En primer lugar, en la mente del actor C se creó nueva información al observar lo ocurrido en la primera imagen del ejemplo, esta información surgida de la nada le llevo a accionar en busca de sacar beneficios, lo que le llevo a contactar a los actores A y B y, como consecuencia de ello, también hizo que se creara nueva información en la mente de estos actores. El efecto de esto es: (i) en el caso de A, este se da cuenta que si existe el recurso que necesitaba para alcanzar su fin y que se encuentra disponible en otro lugar del mercado, así que puede emprender las acciones necesarias que no iniciaba por carecer de este recurso; (ii) en el caso del actor B, este nota que el recurso que poseía en abundancia es demandado —querido o deseado— por otros actores del mercado, por tanto, ahora puede vender ese recurso que antes no valoraba e incluso despreciaba, a un buen precio[14].
En consecuencia, los actores comenzaron a ejercer acciones en función del otro; B ya no desperdicia el recurso que tenía en abundancia, sino que, con tal de obtener un beneficio —interés propio—, lo guarda, conserva y cuida para después venderlo; por otro lado, A puede lograr su fin porque cuenta con el recurso M que necesitaba, además, sabe que el recurso que necesita tiene un precio y que debe pagarlo, lo que llevara a realizar acciones con tal de conseguir la cantidad de recurso que necesita —esto lo puede hacer, por decir tan solo dos ejemplos, pidiendo prestado cierta cantidad de bolívares o trabajando y ahorrando—. Ambos actores modificaron su conducta y se disciplinaron para obtener beneficios propios pero, inconscientemente, trabajando en función del otro actor. En otras palabras, A y B se coordinaron gracias a la empresarialidad ejercida por C, ¡Todos ganan! A podrá conseguir su fin, B ya no desperdicia su recurso y obtiene un beneficio por él —tres bolívares— y C gana seis (6) bolívares como resultado de su emprendimiento.
Empresarialidad y precios como transmisor de información
También, los precios utilizados en esas transacciones quedan guardados en la historia, lo cual será de gran valor para los demás actores del mercado que, por circunstancias cuales sean, necesiten de esa información y/o recursos para realizar algún calculo económico que les permita lograr sus propios fines[15]. Esto es, parte de la información que surgió en todo el proceso descrito en el ejemplo quedo comprimido en una serie de precios —algún actor (B) vendió el recurso M por tres bolívares y algún actor (A) lo compro por nueve bolívares—; el sistema de precios, para este ejemplo y en la vida real, funciona como un mecanismo de transmisión de la nueva información creada como resultado del ejercicio de la función empresarial llevada a cabo por C; es decir, ahora no solamente B no desperdiciará el recurso del que disponía en abundancia y no le daba valor hasta el momento que se enteró que podía obtener algún beneficio y A sabe que puede adquirir el recurso M necesario para conseguir su fin, sino que los precios de las transacciones transmiten la información a toda la sociedad de que el recurso M es demandado y, por tanto, debe guardarse y economizarse, y todos los que creían que dicho recurso no existía, o no sabían dónde ni cómo conseguirlo, y no emprendían acciones para conseguir sus fines ahora pueden hacerse del mismo y comenzar a actuar en pos de conseguir sus objetivos —o surgen nuevos fines gracias al conocimiento de esa información y actúan en consecuencia—.
Empresarialidad coordinadora y Socialismo: dos cosas mutuamente excluyentes
Hasta ahora, vemos como en todo este proceso, en el que se ejerce la empresarialidad, que, a su vez, crea nueva información de la nada de tipo práctico, tácito y que se dispersa en toda la sociedad, hace que los individuos aprendan a modificar y disciplinar su comportamiento adaptándolo a las necesidades de los demás —se benefician absolutamente todos los actores involucrados—. Así, la coordinación social ocurre de manera espontánea, no deliberada, y cualquier intento de “coordinación” o “ajuste” social que se valga de la coacción sistemática altera este proceso para mal. Este es precisamente el problema con el Socialismo: que deliberadamente intenta ajustar y/o coordinar a la sociedad basándose en la agresión sistemática, a veces institucionalizada, para modificar el comportamiento de los individuos con el objetivo de adaptarlos a su cosmovisión. Sin embargo, lo que de verdad hace el sistema es atacar la libre acción del human o, lo que es lo mismo, el libre ejercicio de la empresarialidad de los actores sociales; no permitiendo así, paradójicamente, el ajuste y/o coordinación social.
Cuando un órgano rector —Estado— intenta coordinar a la sociedad deliberadamente vía mandatos coactivos, lo que de verdad hace es colocar barreras al desarrollo social por corroer la fuente de ese desarrollo —a saber, el libre ejercicio de la empresarialidad—. Es imposible que un órgano rector pueda regir correctamente a la sociedad porque este no se puede tener en cuenta todos los gustos, preferencias y fines de cada uno de los actores de la sociedad que pretende regir, mucho menos se puede hacer de toda la información de se produce en la sociedad; y es así por dos motivos, primero, por las misma naturaleza y características de esa información —practica, tacita, inarticulable—; segundo, porque, aun si tuviera la imposible sabiduría o capacidad de poder procesar este tipo de información que ni siquiera los actores de la sociedad que pretenden regir puede expresar formalmente, tendría que tener “ojos” en todos y cada uno de los aspectos de la vida de todos los actores —cosa que intenta fallidamente—.
De lo anterior deriva que, al no poder hacerse con la información necesaria, el órgano rector, entonces, por mucho, no puede crear la buena información que necesita la sociedad para poder ajustarse o coordinarse y lograr el desarrollo.
Siguiendo con el ejemplo, si el individuo D, que habíamos dicho era un socialista, que de verdad no sabe qué es lo que desean A y B, no los conoce y, aun si los conociera, no puede hacerse de la información que solo les pertenece a ellos en su mente ni puede apreciar el contexto igual que ellos, pero, aun así, se cree con la sabiduría necesaria para decir que las acciones emprendidas por C son malas y que está dañando a la sociedad y que él tiene la capacidad de ajustar o coordinar a los actores A y B de una mejor manera y, en consecuencia, emprende acciones que pretenden evitar, en nombre de la “justicia”, que el actor C obtenga una ganancia de seis (6) bolívares —por considerarla excesiva— y, coercitivamente, impone que la ganancia máxima debe de ser, por ejemplo, de un 30% sobre la base —lo que haría que el precio bajara de nueve bolívares a 3,9 bolívares—, entonces lo único que logrará es que el actor C pierda el incentivo que le lleva a ejercer su empresarialidad, así que no accionará, teniendo como resultado que los actores A y B nunca se coordinen y la sociedad se estanque por no contar con la nueva información que pudo haberse creado en un ambiente libre en el que los actores ejercieran su función empresarial[16] —digo esto por solo mencionar uno de los tantos casos y no ir a los extremos y decir que el socialista, por creer poseer una sabiduría divina, expropia a todo aquel que produzca el recurso M para ser él quien lo administre (si es que acaso sabe lo que significa), u obligue a B a no ir tras su fin por pensar que este fin que pretende alcanzar no es acorde con el “bienestar social”, entre otras cosas—.
La conclusión, a priori, es siempre y en todo lugar la misma, una verdad irrefutable: el Socialismo es un horror intelectual porque (i) es imposible que un órgano rector pueda organizar a la sociedad mediante mandatos coactivos, ya que no cuenta con la información suficiente para hacerlo. Creer que este órgano puede hacerse con la información necesaria es desconocer la naturaleza y las características de esta información, a saber, que no está “dada”, sino que se va creando y distribuyendo a lo largo, ancho y profundo del mercado, es negar la realidad en sí misma, es caer en lo que Fiedrich Hayek denomino “la fatal arrogancia”; (ii) es imposible ir contra la naturaleza del human, e intentarlo es sumergir al mismo en las más absurdas de las miseria existencial; y (iii) es imposible controlar todo en todo lugar y en todo momento. Toda acción contraria al instinto humano y la ética del sentido común, intuitiva, de decencia elemental, solo constituye una arrogancia fatal en la medida en que causa el deterioro de la sociedad por atacar la fuente del desarrollo social. Este es y siempre será inexorablemente el resultado de la praxis del Socialismo.
[1] Entendemos por economía el estudio de la acción del human y, al ser éste una especie social, por extensión, es el estudio de todas las interacciones que ocurren en la sociedad. En base a este concepto, entonces, a priori, toda acción e interacción entre humans es económica; por lo que, es contradictorio pensar que se puede intervenir en las acciones sociales “dejando de lado la economía”, porque es imposible desvincular las acciones o los comportamientos de los individuos en sociedad de la economía, puesto que ésta existe gracias a dichas acciones. Por lo tanto, cualquier sistema que pretenda ordenar a la sociedad y se valga de la coacción para forzar al individuo a actuar de una forma distinta a como habría actuado en otras circunstancias, como, por excelencia, es el socialismo en todas sus presentaciones, atenta contra la acción del human y, por extensión, contra la economía.
[2] En la “La Acción Humana: tratado de economía”, Ludwig von Mises desarrolla la teoría de la subjetividad introducida por Menger a un nivel superior. En esta obra explica como la economía “es mucho más que una mera teoría del «aspecto económico» del esfuerzo humano por mejorar su bienestar material. Es la ciencia de toda forma de acción humana. La elección determina todas las decisiones del hombre. Cuando realiza su elección, el hombre elige no sólo entre diversos bienes y servicios materiales; cualquier valor humano, sea el que sea, entra en el campo de su opción. Todos los fines y todos los medios —las aspiraciones espirituales y las materiales, lo sublime y lo despreciable, lo noble y lo vil— se ofrecen al hombre a idéntico nivel para que elija, prefiriendo unos y repudiando otros. Nada de cuanto los hombres aprecian o rechazan queda fuera de esa única elección” (ver pág. 3; cursivas mías). En este sentido, concluye un poco más adelante que “la economía es una parte, si bien la más elaborada hasta ahora, de una ciencia más universal, la praxeología” —entendiendo esta como una ciencia que estudia la estructura lógica de toda forma de acción humana— (la versión consultada es la décima edición publicada por Unión Editorial). En este tratado el autor desarrolla el concepto de “empresarialidad” —entrepreneurship— que más tarde sería profundizado, entre otros, por Israel M. Kirzner en una trilogía —Competition and Entrepreneurship (1973); Perception, Opportunity and Profity Discovery (1979) and the Capitalist Process (1985)— tratándola como “función empresarial” —concepto que también desarrolla Jesús Huerta de Soto en su libro “Socialismo, Calculo Económico y Función Empresarial” (1992), especialmente en su capítulo 2—.
[3] Se puede entender la “acción humana” como todas las acciones que realiza el individuo en busca de alcanzar sus fines u objetivos. Al mismo tiempo, como el contexto influye sobre el individuo, se refiere a todas las acciones que realiza la persona en respuesta a los estímulos de este, para adaptarse a las circunstancias y lograr de la mejor manera sus fines propuestos. Todo esto se mueve en el campo de la subjetividad, puesto que los fines y medios para alcanzarlos son valorados por el sujeto en cuestión de forma subjetiva. Para entender cabalmente el concepto de “acción humana”, recomiendo leer los libros mencionados en la nota anterior.
[4] El significado original del término empresario es “descubrir, percibir, atrapar, agarrar”, todo esto lleva implícitamente la idea de “acción”; por lo que se puede concluir que, “empresa o empresario”, es sinónimo de acción. Esta concepción del término “empresario” es original de la Escuela Austriaca de Economía. Autores como, por ejemplo, Jesús Huerta de Soto, en la obra ya mencionada —“Socialismo, Calculo Económico y Función Empresarial” (2005)—, explica que este es “el original significado etimológico del termino empresa. En efecto, tanto la expresión castellana empresa como las expresiones francesa e inglesa entrepreneur proceden etimológicamente del verbo latino in prehendo-endi-ensum, que significa descubrir, ver, percibir, darse cuenta de, atrapar; y la expresión latina in prehensa claramente conlleva la idea de acción, significando tomar, agarrar, asir. En suma, empresa es sinónimo de acción y así en Francia el termino entrepreneur se utiliza ya desde muy antiguo, en la alta Edad Media, para designar a las personas encargadas de efectuar importantes acciones, generalmente relacionadas con la guerra, o de llevar a cabo los grandes proyectos de construcción de catedrales. En nuestra lengua castellana, uno de los significados del término empresa, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, es el de «acción ardua y dificultosa que valerosamente se comienza». […] Ahora bien, el sentido de empresa como acción esta necesaria e inexorablemente unido a una actitud emprendedora, que consiste en intentar continuamente buscar, descubrir, crear o darse cuenta de nuevos fines y medios” (pág. 42-43; la versión citada es la tercera edición publicada por Unión Editorial).
[5] Huerta de Soto sostiene que dicha creación de información es “ex nihilo”, es decir, de la nada (ver óp. Cit. Socialismo, Calculo económico y función empresarial., págs. 52, 61-63), pero considero eso un error. Entiendo que, a efectos del lenguaje, Huerta de Soto no se refiera a un “ex nihilo” materialista —algo que le critica a Santo Tomás—, sino que es uno que “se da siempre que el hombre percibe o se da cuenta de algo que antes ni siquiera había concebido” (ver nota 28, pág. 61), pero aún con la aclaración el término es incorrecto. No existe tal cosa como una “creación de la nada”, sino una creación producto de la manifestación de la creatividad del Human, que une información en su cerebro para producir nueva. De hecho, Huerta de Soto parece aceptar, a efectos dialecticos, que Dios tiene la capacidad de “crear ex nihilo”, pero también es un error; ni siquiera Dios puede crear de la nada, ni en sentido material ni en sentido metafísico, pues cuando creó las cosas en el principio del Genesis ya existía algo, a saber, Él y toda la información que manejaba. Así pues, el human crea, al igual que Dios, pero nada es ex nihilo, si bien, esto no repercute en nada en la conclusión final de “beneficios empresariales puros” ni en los demás análisis que se realizan en la obra al respecto —tan solo es una leve optimización, con la intención de usar un lenguaje más atinado—.
[6] Con una ilustración esto puede ser entendido más claramente; imagine una sociedad conformada por diez (10) individuos que llamaremos A, B, C, D, E, F, G, H, I y J, a su vez, la suma total de la información surgida de las interacciones de estos generan es -45- (para efectos prácticos, la representare con numeros), cada número, partiendo del cero (0) representa un pequeño fragmento del total de la información (sin distinción de cual número es mayor, cada número es un fragmento de mismo tamaño que será valorado subjetivamente por el poseedor de ella). Entonces tenemos lo siguiente:
Individuos: “Ind”
A
B
C
D
E
F
G
H
I
J
Información: “Inf”
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
Cada individuo, representado con letras, es poseedor de un pequeño fragmento del total de la información, entonces tenemos, por ejemplo, que el Ind-A es poseedor de la Inf-0 (Ind-A/Inf-0), el Ind-B es dueño de la Inf-1 (Ind-B/Inf-1) y así sucesivamente para cada actor. Este ejemplo muestra, de forma simple, como cada individuo es dueño de una partícula pequeña, única e irrepetible de forma idéntica, de toda la información que existe en el mercado. Ahora bien, hay que tener en cuenta que la información que puede ser generada en la sociedad es infinita, por lo que los números que representan esa información son infinitos, a su vez, existe la posibilidad de que cada uno de los actores posea un porcentaje, grande o pequeño, de la información que tiene el otro (o, por lo menos, crea poseerlo); también, a su vez, esta diminuta parte de conocimiento de la partícula de conocimiento que tiene otro individuo, al ser interpretada subjetivamente por otro actor, genera nueva información, generando así una espiral ascendente de creación/descubrimiento de nueva información que también será interpretada por los demás actores de forma distinta según sean sus fines, medios y contexto. Este proceso es extremadamente complejo y es trabajo de la ciencia económica el tratar de descifrarlo/entenderlo (si es que acaso es posible del todo). Por todo esto, al tipo de información o conocimiento al que hago referencia no es algo que se encuentre disponible para todo el mundo, no está dado, más bien es un tipo de información/conocimiento que se encuentra disperso en pequeñas partículas en la mente de cada uno de los actores de la sociedad.
[7] Es imposible que el sujeto pueda expresar su información formalmente. Hasta la información más formal es siempre producto de la intuición del sujeto que la creó, por lo que, siguiendo la misma línea argumental de Huerta de Soto, esto no es más que una manifestación de la información tacita. También, estos conocimientos formales, que ayuda a organizar y/o reorganizar todo el contexto de información, haciéndolo más rico y, en consecuencia, más provechoso, al ser interpretado por los demás actores, hace que se cree nueva información a partir de allí, o por lo menos las posibilidades quedan abiertas para que nueva información sea creada a partir de allí. En otras palabras, al ser la información interpretada subjetivamente por un conjunto de esquemas mentales que posee y definen al individuo único —que es irrepetible—, esquemas que tampoco pueden ser articulados, el conocimiento extraído de allí posee las mismas características —tácito e inarticulable—. El actor que intente articular la información se valdrá de un proceso mental que es, en sí mismo, un conocimiento tácito e inarticulable.
[8] Así, por ejemplo “cuando una persona aprende a jugar golf, no está aprendiendo un conjunto de normas objetivas de tipo científico que le permitan efectuar los movimientos necesarios como resultado de la aplicación de una serie de fórmulas de la física matemática, sino que, más bien, el proceso de aprendizaje consiste en la adquisición de una serie de hábitos prácticos de conducta”. Este ejemplo es usado por Jesús Huerta de Soto en op. cit. Socialismo, cálculo económico y función empresarial (pág. 58). La misma premisa puede ser aplicada a cuando las personas aprenden cualquier deporte, estas no conocen, probablemente, todas las leyes físicas que se ven envueltas en la realización de sus acciones, pero, aun así, logran hacerlas de forma satisfactoria y destacable.
[9] El ejemplo que utilizare es el mismo desarrollado por Huerta de Soto en “Socialismo, calculo económico y función empresarial” (pág. 56, 57; 60-67). Para efectos prácticos, todos los individuos o actores del ejemplo son de nacionalidad venezolana.
[10] Esto es lo que sucede en la vida real, los fines de todos los actores de la sociedad son distintos e, incluso, al compararlos, resultan diametralmente opuestos o contradictorios. Todos los actores, además de desear fines singulares, poseen un conocimiento relativo —tácito e inarticulable— en cuando a ellos y a los medios de los que creen disponer para alcanzarlos. También, la motivación, esfuerzo o intensidad difieren entre sí por tratarse de actores que valoran sus fines, medios e información de manera subjetiva, lo que les lleva a actuar según su concepción particular de la realidad.
[12] Llegados a este punto, es bueno aclarar ciertas cosas que ayudaran a una mejor comprensión del ejemplo y del verdadero proceso social en sí. Primero, es cierto que hay fines que pueden lograrse sin necesidad de que haya relación o interacción entre los actores, en estos casos el actor que pretende conseguir su fin realizara una estimación subjetiva y comparará el valor del fin y el costo de consecución del mismo para luego tomar una decisión; sin embargo, este tipo de casos se presentan muy poco en la realidad y el tipo de acción que se realiza, mayormente, es muy simple, la gran mayoría de las veces las acciones que realizan los actores de la sociedad son complejas, como las ilustradas —no demostradas— con el ejemplo, requieren de varios actores que no necesariamente se conocen entre sí o se encuentran en el mismo lugar, además de que dichos actores persiguen fines distintos y muchas veces contradictorios. Segundo, es cierto que la empresarialidad coordinadora pudo ser ejercida por cualquiera de los actores —A y/o B— o ambos la pudieron ejercer al mismo tiempo, con igual o distinta intensidad, sin necesidad de la llegada de un tercero C, pero para efectos prácticos y que sea más entendible el ejemplo, se emplea al actor C como quien ejerce su empresarialidad que desembocó en la coordinación social. Cabe destacar también que este ejemplo sencillo constituye una simplificación del muy complejo proceso social y no pretende ser un modelo que muestre toda la realidad puesto que la misma complejidad imposibilita este hecho, sin embargo, sirve muy bien como ilustración y aproximación a la realidad. Tercero, tengo que optimizar el pensamiento de Mises, Kirzner y Huerta de Soto y decir que, en realidad, todos los actores ejercen su empresarialidad en la medida en que valoran fines y medios y accionan en consecuencia para alcanzar el fin, con el cálculo económico que esto implica; tanto A, B, C y el socialista D ejercieron su empresarialidad según sus objetivos, el punto sería definir cual de ellas es más o menos coordinadora en la sociedad.
[13] Con este término resumió el difunto Hugo Chávez a sus enemigos mientras fungía como presidente de Venezuela en el 2008. Al respecto del modismo, invito a ver ““Pitiyanquis”, la nueva palabra que resume los enemigos de Chávez”, publicado en el portal Ámbito (puede acceder a través de: https://www.ambito.com/mundo/pitiyanquis-la-nueva-palabra-que-resume-los-enemigos-chavez-n3515663). Aunque, en teoría, el término hace referencia a aquellos que imitan la vida estadounidense, en la retórica política chavista esto implicaba una condición humana inmoral, de pocos valores, alguien despreciable.
[14] La definición de “buen precio” es subjetiva para el actor. Antes no valoraba el recurso, ahora se da cuenta que puede obtener un beneficio si lo vende. No existe tal cosa como un “precio digno”, es un absurdo; en principio, porque el adjetivo de “digno” solo puede aplicar a la condición del human en tanto human.
[15] Como ya se mencionó, el cálculo económico siempre es subjetivo porque se realiza en función al valor que el actor da a los fines que desea alcanzar y a los medios que empleara para ello —contexto de acciones del actor—. La dinámica de la percepción es compleja, cada actor tiene estructuras de información en su mente distinta de otros; a su vez, la información toma forma en la mente de las personas subjetivamente porque son estos quienes la valoran en el marco del contexto en el que se desenvuelven. Esto hace que toda la información que se transmite en el mercado se mueva en el campo de la subjetividad y no de la objetividad; por ejemplo, un recuerdo toma forma en la mente del actor, pero este no puede verlo, no puede tocarlo, el recuerdo solo está allí, en forma de energía y toma forma según el actor, solo él puede percibirlo con todos sus matices y colores; otro ejemplo puede ser una “roca”, el modo en como el actor vea una roca en el camino dependerá del como él perciba, de la información que se crea en la mente del actor según su contexto mental y físico, así, un actor puede solo ver una roca que no se mueve como otro puede ver una potencial escultura —por decir un ejemplo en extremo simple—. A priori, se observa cómo entonces la información creada en el mercado no existe de forma física, solo está en la mente de los actores y, por tanto, no es objetiva; los actores no lo perciben del mismo modo. Esto puede demostrarse hasta científicamente: resulta que muchos científicos han decepcionado cerebros de humans —tejido cerebral— tanto en vivos como en muertos, se ha identificado, sin entenderlo del todo, las funciones del cerebro, lo que ha llevado a dividirlo en secciones, y, aun así, no se ha logrado observar la información que allí se registra y que poseía —o posee— el human. La información adquirida por el actor, además, tiene la potencialidad de hacer que este actué para darle forma, es decir, que realice acciones con tal de beneficiarse de esa información. Entendiendo esto, seguimos con el ejemplo que se ha venido desarrollando hasta ahora: el actor C adquirió una información, la valoro subjetivamente y actuó en pos de aprovecharla, una vez ejerce acción o, lo que es lo mismo, ejecuta su empresarialidad, comenzó una cadena de creación de información que brindo a los demás actores información necesaria, de la que antes no disponían, para intentar alcanzar, con más probabilidades de éxito, sus fines. Se puede decir entonces que los actores pueden realizar estimaciones o cálculos económicos gracias al ejercicio de la función empresarial de todos los actores del mercado, en mayor o menor grado. Si por alguna razón, el ejercicio de la empresarialidad de los actores del mercado se ve limitado, entonces se limita a la sociedad de nueva información necesaria y beneficiosa, lo que tiene como consecuencia un estancamiento social.
[16] Esto sucederá sin que los actores se den cuenta de ello. En Socialismo se limita, corroe y destruye el libre ejercicio de la empresarialidad de los actores de la sociedad, por lo que nunca se crea nueva información. Esto explica cómo es que todas las sociedades sometidas a este sistema se estancan, no se desarrollan e, incluso, hasta retroceden en el tiempo —involución—. Pero los actores sometidos al sistema no son conscientes de la información de la que están siendo limitados y que no les permite desarrollarse; como dice un dicho popular, “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Para entender correctamente lo que significa o es en sí mismo, en esencia, el Socialismo, es necesario conocer a profundidad un concepto y lo que éste representa. Estoy hablando del colectivismo. La Real Academia Española[1] define el término como una “doctrina que tiende a suprimir la propiedad particular, transferirla a la colectividad y confiar al Estado la distribución de la riqueza”; ahora bien, esto es un destello del concepto del término, lo que significa en sentido completo. Para entender y comprender a profundidad el constructo del “colectivismo” como concepto, que luego llevara a entender mejor los resultados de su praxis, es necesario realizar un estudio semántico y/o etimológico del mismo.
Sobre el concepto de Colectivismo
En principio, éste sistema acentúa y glorifica el concepto de lo colectivo, un término que proviene del latín “collectivus”, que hace alusión a grupo, asamblea o reunión, y se deriva de ‘collectio‘/’collectionis‘, que se refiere a reunión y/o colección; hasta ahora, se puede decir que el colectivismo se opone al concepto de individual y enaltece el concepto de colectividad; es más importante el grupo, el conjunto, que el individuo. Ahora bien, lo presentado a continuación no es un asunto baladí, pues, en latín, el término “collectivus” también es el nombre de acción del verbo ‘colligere‘, que hace referencia a resumir, reunir, agrupar y, a su vez, está compuesto de ‘con-‘ —que alude a ‘conjunto’ o ‘conjuntamente’— y ‘legere‘ —que se refiere a ‘leer, elegir, recoger’—, cuya raíz o componentes léxicos evoca vocablos como legión, negligencia y sortilegio[2].
Es necesario conceptualizar estas evocaciones que hace el término en latín; para la Real Academia Española, legión es “cierto cuerpo de tropas”, en su segunda aceptación dice que es un “número indeterminado y copioso[3] de personas, de espíritus, y aun de ciertos animales” y su tercera aceptación dice que se refiere al “cuerpo de tropa romana compuesto de infantería y caballería, que varió mucho según los tiempos”[4]; además, define negligencia como “descuido, falta de cuidado” y sortilegio como “adivinación que se hace por suertes supersticiosas”; con respecto a esta última, etimológicamente, su significado también puede ser “hechizo o encantamiento”, que no es más que el acto de someter la voluntad de alguien mediante fórmulas mágicas o acciones de hechicería[5]. Estos vocablos a los que etimológicamente evoca el término “colectivo” ya muestran, desde su génesis, lo que representa el colectivismo en sí, a saber, no solo es un tipo de orden social en el que se concede gran valor a bienestar del grupo o el conjunto por encima del bien del individuo, sino que arremete en su contra; la esencia del colectivismo es la violencia, el sometimiento sistemático de la voluntad de los individuos mediante acciones iracundas del nivel de tropas sangrientas —como lo fueron los legionarios romanos— al grupo o conjunto; en suma, el sistema niega la identidad de los individuos y pasa a percibirlos a todos como una misma identidad, la del colectivo; niega los derechos individuales y somete a los actores sociales a derechos colectivos, niega la propiedad —que siempre es privada— frente a una “propiedad colectiva” que no existe, pues es un oxímoron y en realidad se traduce como “no propiedad”.
Ahora bien, este sistema es negligente en sentido pleno por descuidar las consecuencias ineludibles que surgen, más temprano que tarde, al aplicarlo; la praxis del colectivismo implica riesgo para todos los actores sometidos al sistema. El no comprender que la colectividad no es un ser personal a quien se le deba rendir adoración y/o dar tributo y que este no es algo más allá que la agrupación de varios individuos, una manifestación de dos o más individuos que, consientes o inconscientemente, cooperan entre sí[6], lleva a negar la identidad personal a cada uno de los individuos que componen el colectivo, reduciendo así su singularidad humana y, en consecuencia, despojándolo de todo su ser; es decir, se le concede a los actores, como un todo, una deforme y antinatural identidad “colectiva”, el individuo no tiene valor y solo tiene significado en tanto y en cuanto forme parte de la colectividad.
El resultado es previsible: el sistema, al arremeter contra los individuos, por extensión, arremete contra el grupo que dice defender, por lo que se ve envuelta en una paradoja ridícula; el fundamento inmoral donde se sostiene, a saber, odio, injusticia, contra-natural y liberticida[7], y el horror intelectual del sistema[8], puesto que desconoce la naturaleza del human, condena a la sociedad, en el mejor de los casos, a vivir en la miseria. Sin embargo, quienes apoyan el colectivismo —el sistema en sí mismo— omiten el cálculo de estas previsibles consecuencias producidas por todas las acciones llevadas a cabo con el fin de someter el individuo al colectivo.
Llegados a este punto, podemos retomar la definición que da la Real Academia Española al término “colectivo”[9] y entender el concepto a lo largo, ancho y profundo: se suprime la propiedad de los individuos y éste es sometido a la inexistente “propiedad colectiva”[10]; para ello se vale de una aberrante institución conocida como Estado, que no es más que la institucionalización de un ilegitimo gobierno coactivo de human sobre human, donde se ataca sistemáticamente su libertad[11], no solo para “redistribuir la riqueza” como indica la RAE, sino también para modificar los comportamientos de los individuos —sometiéndolo— con el fin de enmarcarlos en la identidad colectiva mediante el ejercicio de la violencia o amenaza de ella. Las acciones emprendidas en el sistema colectivista no se limitan a la repartición de la riqueza, sino que penetra en cada uno de los ámbitos de la vida de los actores sociales.
El Fascismo como manifestación del Colectivismo
Entre las manifestaciones del colectivismo encontramos el Fascismo[12]; este término a menudo es usado por los adeptos al sistema socialista para atacar y descalificar a todo aquel que no concuerde con su cosmovisión, se escucha decir que el origen de éste radica en la “derecha radical” y fue/es una respuesta del sistema capitalista burgués en contra de los movimientos socialistas revolucionarios; ahora bien, estas afirmaciones son falsas y quienes las promueven solo denotan una supina ignorancia de los hechos históricos que dieron origen al Fascismo y las características de esta doctrina o corriente de pensamiento; para empezar, el enmarcar al Fascismo en una dicotomía como “derecha o izquierda” limita a las personas el conocer a profundidad las cualidades que éste manifestó tanto en su discurso como en sus hechos, pues sus características hacen imposible clasificarlo en los espectros políticos de “izquierda o derecha”. Sin embargo, algo es claro, este fenómeno histórico que tuvo repercusiones en todo el globo terráqueo, que logro manifestarse con ligeras diferencias en matices, con otros nombres, rostros y colores en otras civilizaciones[13], es hermano ideológico del Socialismo, que, si bien son hermanos enfrentados, a fin de cuentas, siguen siendo hermanos. Es necesario hacer ciertas precisiones.
Fascismo nace de las ideas Socialistas
Para empezar, el creador del Fascismo, nacido oficialmente como sistema el 23 de marzo de 1919[14], Benito Mussolini, antes de crear la doctrina fascista como tal, admiraba a Karl Marx y formo parte del Partido Socialista Italiano[15]. No fue hasta el año 1914 cuando inicia la primera guerra mundial[16] que Mussolini es expulsado de las filas de los movimientos socialistas por su nacionalismo radical[17] que le llevaría a formar parte del grupo nacionalista de izquierdas llamado “Fascio Rivoluzionario d’Azione Interventista” (Liga Revolucionaria de Acción Intervencionista) que estaba conformado por intervencionistas de izquierda que habían abandonado las filas del socialismo; poco antes de su expulsión había iniciado un nuevo periódico titulado “Il Popolo d´Italia” en el que atacaba duramente la posición de los socialista y mostraba su favor en la participación de la guerra[18]; para diciembre de 1914 “se habían organizado los fascisti como grupo de presión para la intervención italiana en la guerra” en los que se enfilaba Mussolini[19]. Ya poseído completamente por un espíritu nacionalista extremista, en mayo de 1915 escribe lo siguiente: “Estoy más firmemente convencido que nunca de que para la salvación de Italia tenemos que disparar, y digo -disparar- por la espalda, a unas decenas de diputados, y condenar, por lo menos, a un par de exministros a cadena perpetua. Y no sólo eso; estoy más convencido de que el Parlamento de Italia constituye una peste bubónica[20] que envenena la sangre de la nación. Debemos extirparla”[21]; cuando Italia se suma a la guerra, los partidarios de la intervención se alistan inmediatamente, menos Mussolini, él es reclutado poco después.
En la guerra, el ejército italiano no hace un buen papel, por lo menos no como lo esperaba Mussolini, las tropas sufren una derrota en Caporetto —región occidental de Eslovenia— y éste no vacila en culpar al gobierno, los mandos militares y a los socialistas[22] de dicha derrota. Analizando todos los acontecimientos, Mussolini concluye que solo “una dictadura salvaría a Italia” y consideraba que “se debía suspender la publicación de periódicos independientes, pues lo que el país precisaba era disciplina”[23]; una vez terminada la guerra, feliz porque habían ganado y logrado anexar a Italia zonas de habla alemana y eslava que eran consideradas como dentro de las “fronteras naturales” del país, modifica el enfoque de su periódico para describir al marxismo como “un montón de ruinas de ideas obsoletas”[24]. Todo el pensamiento de este megalómano narcisista personaje giraba en torno a la creación de una Gran Nación, un imperio que se destacara por su expansión territorial, un imperio que a su vez seria dominado por “una mezcla de ideas del socialismo, del nacionalismo, del intervencionismo y del anticlericalismo”[25], de allí que su discurso se basara en un ataque sistemático hacia el socialismo y el capitalismo[26], cosa que le consiguió seguidores de todos los estratos sociales. Este fue el Mussolini que en marzo de 1919 crearía, junto con veteranos de guerra, sindicalistas e intelectuales, los “Fasci di Combattimento” (Hermandades de combate). El fascismo ya había nacido.
Esta reunión se llevó a cabo en Piazza San Sepolcro, Milán, en un salón del club “Alianza Industrial y Comercial”, en aquel entonces Mussolini habló en dos oportunidades, en el primero se limita a leer tres declaraciones escritas[27] y en el segundo no hace más que fustigar a los socialistas, prometer un gran imperio para Italia y mostrar amor por las armas[28]; dos meses después, el 6 de junio, publica el programa fascista impregnado de intervencionismo, anticapitalismo, sindicalismo y nacionalismo; entre los postulados se encontraba el establecimiento de un sueldo mínimo para los trabajadores, la entrega de la industrias nacionales a los sindicatos y trabajadores —sindicalización del Estado—, e impuesto progresivo sobre el capital y la incautación del 85% de las ganancias de guerra[29].
El Fascismo y el Socialismo, dos hermanos de la misma madre: Colectivismo
A poco más de tres años de la reunión en Piazza San Sepolcro, el partido o movimiento fascista llega al poder en Italia[30], una vez allí el régimen ataco con todas sus fuerzas a los movimientos o partidos socialistas por considerar que habían ido en contra de la nación, “prohibieron las huelgas, disolvieron los sindicatos independientes, redujeron el poder de compra de los asalariados y financiaron generosamente la industria de armamento”[31], también “confiscaron propiedades de adversarios políticos, extranjeros o judíos […] sustituyeron las fuerzas del mercado por la administración estatal”[32]; si bien esta última acción se realizó con la aprobación de la mayoría de los hombres de negocios en plena Gran Depresión, también es cierto que estos hombres de negocios solo podían existir —conservar su propiedad y generar riqueza— en tanto y en cuanto sirvieran al Estado, porque en el momento en que dejara de hacerse, pasarían a ser objeto de ataque del mismo[33]; también modifico las relaciones que existían entre individuo y colectivo de tal manera que “el individuo no tenía ningún derecho fuera de los intereses de la comunidad”[34]; lograron conseguir el control total de las instituciones del país y, por extensión, de la sociedad en general. Todo lo anterior con el fin de enmarcar a la sociedad italiana en la concepción que tenía el Duque Mussolini, y los fascistas en general, de la vida y la propia existencia de Italia, con el fin de hacer del país un imperio. En suma, el fin último no era la plenitud humana individual de los italianos, sino que valía más la grandeza de la nación; para ello, se valían de “legión/es” —tropas— que ejercían la violencia o amenazaban con usarla en caso de que algo no se alineara con el bienestar de la nación y del discurso lleno de matices de sortilegios para lograr que los individuos ejercieran las acciones que el régimen necesitara y/o deseara.
Tenemos entonces a un régimen que resulta ser hijo del colectivismo y hermano del socialismo, que, aunque en un principio se llevaron bien, los separaron las formas que tenían para llegar al poder en la Italia de entonces, por lo que terminaron odiándose y atacándose entre sí. El siguiente cuadro resume las características que hacen que el Fascismo no sea más que una de las expresiones del colectivismo:
Colectivismo
Fascismo
Arremete contra la propiedad, pues lo que importa es la propiedad colectiva
Ataca a la propiedad que no enriquecen a la nación (colectivo); reduciendo notoriamente lo que es intocablemente privado.
Es más importante la colectividad que el individuo
Es más importante la nación (colectividad) que el individuo.
Todo individuo que no se someta al colectivo es atacado
El individuo no tiene valor fuera de los intereses del colectivo
Se vale de la violencia, pues es el único medio con el que puede modificar los comportamientos naturales del hombre para adaptarlo a su concepción del mundo
Se vale de la violencia para disciplinar al individuo; esto es, modificar su comportamiento para enmarcarlo en la cosmovisión de quien rige a la sociedad.
Los intereses económicos son dirigidos por el grupo organizado que, a su vez, responde directamente al Estado
Los intereses económicos son dirigidos por un único sindicato que responde directamente al gobierno (Estado).
Se domina todos los ámbitos de la vida pública y privada mediante fuertes controles
Lo público y lo privado es diluido y controlado fuertemente por el órgano director
Elaboración propia.
Entonces, el discurso de que “el fascismo nació de la extrema derecha” y que es producto del “capitalismo burgués” no es más que una vil mentira promovida por los partidos socialistas del mundo entero; desde antes de que Mussolini se consolidara en el poder, el propio Marx, acostumbrado a ver la historia como una profunda lucha entre sistemas económicos, ya definía el fascismo como “el instrumento de la alta burguesía para combatir el proletariado cuando los medios legales disponibles del Estado resultasen insuficientes para someterlo”, el atacar al fascismo se convirtió en ortodoxia comunista durante medio siglo, desde la época de Stalin, se dedicaron a decir que “el fascismo es la dictadura terrorista y descarada de los elementos más reaccionarios, patrioteros e imperialistas del capital financiero”[36]; pero los hechos apuntan lo contrario, la realidad es que la ideología fascista tuvo como principal modelo el socialismo/comunismo promovido por Marx y Engels. Mussolini criticaba eran los medios que utilizaban sus excompañeros socialistas en ese entonces para hacerse con el poder, no el fin en sí mismo —aunque a este fin le sumaba su nacionalismo extremo, el colectivo era la nación, que llevaba a considerar a los demás como una raza inferior y, por tanto, ser objeto de odio y/o desprecio; aunque esto es comparable con el cómo consideran los socialistas a todos aquellos que no sean adeptos a sus ideas y, en lugar de servir al colectivo, tratan de perseguir fines individuales—. Además, muchas veces se llama al régimen fascista como “nacionalsindicalismo”, algo que no dista mucho de lo que es la “dictadura del proletariado” descrita por Marx y puesta en práctica por el movimiento bolchevique —leninista-comunista— caracterizado por la violencia[37]; si el término “fascista” es usado por los adeptos al socialismo como sinónimo de “violencia, dictadura, sanguinario, etc.”, entonces el socialismo habría que calificarlo como el sistema más fascista que existe.
El Nazismo como sinónimo de fascismo
Otra expresión del colectivismo fue/es el Nazismo, esta manifestación histórica no es más que un Fascismo, quizás más extremista, puesto en práctica en otra latitud —Alemania—; Hitler, quien estaba resentido por la pérdida de Alemania en la Gran Guerra al igual que la mayoría de los miembros de la sociedad alemana entera, quien, además, admiraba a Mussolini y estaba influenciado, al igual que éste, por pensamientos de Friedrich Nietzsche (1844-1900), se une al “Partido de los Trabajadores Alemanes” (DAP), fundado por Anton Drexler, en 1919 y no tarda “en convertirse en uno de los oradores más eficaces del movimiento y miembro del comité dirigente”[38]; este partido lo conformarían grupos nacionalistas con ideas socialistas; de hecho, ya para el febrero de 1920 “Hitler dio un nuevo nombre al movimiento -el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei, NSDAP”[39] (Partido Nacional Socialista Obrero Alemán) que luego sería conocido popularmente como “el partido nazi” y presenta, curiosamente al igual que hizo Mussolini, aunque un poco más específico, un programa que constituía una mezcla de antimarxismo, nacionalismo extremo y anticapitalismo. Quizás el extremo narcicismo alemán no les permitía calificarse a sí mismos como “fascistas”, por lo que prefirieron llamarse “nazistas”. Una vez en el poder (1933), once años después que el partido fascista italiano lo hace (1922), hasta su caída en el 1945 tras perder la segunda Guerra Mundial, el Nazismo se caracterizó por ser un régimen dictatorial que exaltaba a su nación por sobre las demás y reprimía de muchas formas[40] a todo aquel que no encajara en la concepción del mundo que tenía el líder supremo —Hitler—.
Puede verse con claridad como las características del Fascismo y Nazismo encajan perfectamente en la concepción del colectivismo descrito en los primeros párrafos; se puede concluir entonces que estas manifestaciones son tan solo animales de la misma especie con ciertos rasgos distintos. Ahora bien, estos regímenes no son la máxima expresión del colectivismo, quien ocupa este lugar es nada más y nada menos que el Socialismo. Muchos quizás se pregunten: “¿Y el comunismo?”, porque, hasta ahora, creen que comunismo y socialismo son dos regímenes distintos, pero no, es exactamente lo mismo; en la terminología usada por Karl Marx y Friedrich Engels socialismo y comunismo son sinónimos y no hacen distinción entre ellas, “en la práctica todos los grupos y sectas marxistas hasta 1917” hicieron lo mismo, “los partidos políticos marxistas, que consideraban el Manifiesto Comunista como el evangelio inalterable de su doctrina, se llamaron a sí mismos socialistas. El partido más numeroso e influyente de estos últimos, el partido alemán, adoptó el nombre de Partido Social Demócrata. En Italia, Francia y demás países donde los partidos marxistas desempeñaban ya un papel en la vida política, antes de 1917, el término socialista sustituyó igualmente al término comunista. Ningún marxista se aventuró nunca, antes de ese año, a establecer distinciones entre comunismo y socialismo”[41], las siglas URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), demuestran el hecho de que estos términos eran usados indistintamente en aquella época[42]. Las diferencias que vagamente intentan atribuir entre el comunismo y el socialismo hoy en día solo tienen el objetivo de desvincular al segundo del fracaso de la Unión Soviética –considerada comunista, pero que, curiosamente, sus principios son socialistas y el nombre “URSS” así lo indica– quedada al descubierto tras la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989; aun si insisten en enmarcar diferencias, en el mejor de los casos, solo lograran inteligentemente demostrar que ambos constituyen 2 etapas del mismo proceso, el socialismo tiene como fin el comunismo –Socialismo es la primera etapa–[43]. Tenemos entonces que socialismo y comunismo son sinónimos, por lo que no es necesario analizarlos por separado.
El Socialismo como máxima expresión del colectivismo
El socialismo tiene como fin que la “administración de la industria y de todas las ramas de producción en general deje de pertenecer a unos u otros individuos en competencia y pase a estar en manos de la sociedad”, esto es, “la propiedad privada debe ser suprimida y ocuparan su lugar el usufructo colectivo de todos los instrumentos de producción y el reparto de los productos de común acuerdo, lo que se llama la comunidad de los bienes”[44]; además, no teme en usar la violencia para implementar su sistema[45][46]. Para Marx, los comunistas “destacan y hacen valer, en las diversas luchas de los proletarios, los intereses comunes de todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra, en que, a lo largo de las diversas fases del desenvolvimiento por que atraviesa la lucha entre proletariado y la burguesía, defienden siempre los intereses del movimiento en su conjunto”[47]. En “Los Principios del Comunismo” Engels destaca que “las ramas de producción pasaran a toda la sociedad, es decir, serán administradas en beneficio de toda la sociedad, con arreglo general y con la participación de todos los miembros de la sociedad”[48], lo que no dice es que “toda la sociedad”, quien supuestamente pasa a ser dueño de los medios de producción, no es más que el órgano rector —el Estado—, puesto que es éste quien administra y realiza el arreglo general; es necesariamente así ya que, por lógica, puede que una asociación —colectivo— vaya en contra del interés de otra agrupación, por lo que el mismo sistema requiere de la existencia de un órgano director que establezca el interés general para que, luego, sean estas agrupaciones las que deban enmarcarse en las directrices dadas.
En resumen, el Socialismo es lo mismo que comunismo y tiene como fin la supresión de la propiedad y el sometimiento del individuo al colectivo, para ello, necesaria y obligatoriamente, porque las circunstancias así lo requieren al tratarse de un régimen que intenta modificar el comportamiento natural de los actores sociales, se vale de la violencia sistemática e institucionalizada dirigida por el Estado. Ahora bien, este sistema es más peligroso e incluso peor que el Fascismo, este último profesaba odio hacia la humanidad, era sincero, pero el Socialismo profesa amor a la humanidad, a la justicia social, a la libertad y a la solidaridad o generosidad, y en nombre de estos valores se ha ganado el corazón de muchos adeptos a pesar de ser un sistema que contempla el crimen como sistema de gobierno; este poder de ocultar su naturaleza le permite calar en el corazón de muchos, lo que le ha ayudado a mantenerse desde su génesis en la historia hasta nuestros días.
En conclusión, el Colectivismo, Fascismo, Nazismo, Comunismo y Socialismo forman una familia disfuncional, siendo los dos últimos en realidad un solo hijo con trastorno de personalidad —Socialismo/Comunismo—, en donde los hijos pelean entre ellos —Fascismo vs Socialismo— y niegan a la madre —Colectivismo—. Sin embargo, a pesar de ello, la madre exalta a su hijo con trastorno de personalidad por ser, más que el facsímile, quien la representa de forma superior[49]; también, estos sistemas de gobiernos son ejercidos por bestias salvajes que tienen como dios la violencia y como principios móviles el odio y la envidia, a pesar de que en palabras intenten mostrar lo contrario.
Entender esto a profundidad es fundamental, en términos matemáticos, es “extremadamente importante en valor absoluto”, no es un asunto baladí, todas las desgracias de la historia de la humanidad se deben a problemas de índole intelectual y moral, por abrazar ideas erradas, ideas como las colectivistas; por tanto, si la sociedad no cambia sus principios filosóficos errados y no logra identificar los principios inmorales vestidos de moralidad pura y deshacerse de ellos, si sigue comprando la idea de que el Socialismo es movido por principios elevados, en lugar de reconocer su naturaleza diabólica, entonces estamos condenados a caer en un abismo sin fondo, a vivir y morir en la más absurda de las miserias.
[1] Todas las citas que se hagan de la RAE en esta obra serán extraídas de la versión 23.4 en línea de la Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23.ª edición. Puede acceder a través de: https://dle.rae.es.
[2] El componente léxico “legere” también evoca leer, lectura, sacrilegio, elegir, leyenda, entre otros. Todo sin que reste valor a lo que se expondrá en el párrafo. Utilizando estos vocablos, se puede decir que el colectivismo “elige” al “grupo” por encima del individuo y pretende ser una “lectura” —estudio o análisis— del mismo; cabe resaltar, nuevamente, que esta lectura, estudio o análisis lo hace minimizando al individuo y contemplando al colectivo con cierta latría.
[4] Los legionarios romanos eran conocidos por su disciplina, orden y buen entrenamiento para la batalla; estas cualidades les permitieron enfrentarse a ejércitos mayores en números y mejor equipados que ellos y, aun así, salir victoriosos. Una legión estaba compuesta entre 4000 y 6000 soldados y el ejército romano contaba por lo menos con unas 25 legiones, estos eran la parte principal del ejército, uno independiente y completo en sí mismo —véase: Perspicacia para comprender las Escrituras. 1991. Volumen 1. Brooklyn, New York. Editado y publicado por la Watch Tower Bible and Tract Society of New York, Inc. International Bible Students Association. Sección “Ejercito”, con especial énfasis en “Ejercito romano”, págs. 780-784. Considero necesario destacar también que la Biblia relata una oportunidad en la que Jesucristo se encuentra con dos hombres endemoniados al desembarcar en la orilla oriental del mar de Galilea —región de los gerasenos—, estos hombres eran tan violentos que nadie se atrevía a pasar por el camino en el que se encontraban, al preguntar sus nombres, uno de ellos responde que se llama “legión” porque “eran muchos” (Mateo 8: 28-34; Marcos 5: 1-13; Lucas 8: 26-39). Entiéndase entonces que la palabra hace referencia a un conjunto de hombres actos para la guerra; además de ello, no creo sea coincidencia que un grupo de numerosos demonios —ángeles que se rebelaron contra Dios, constituyéndose enemigos directos del Creador— decidieran llamarse a sí mismos “legión” y que el hombre a quien poseían se mostrara, en extremo, violento.
[5] Estos actos también son condenados por la Biblia (Éxodo 22:18; Levítico 19:26; Deuteronomio 18:9-14). Por otro lado, este vocablo también le concede al concepto de colectivismo un componente intangible y vago, casi místico.
[6] Considero importante destacar lo que escribió Ludwig von Mises con respecto al “yo” —individuo— y el “nosotros” —colectivo—, en su obra titulada “La Acción Humana, Tratado de Economía” (el titulo original es “Human Action, A Treatise on Economics”, publicada esta primera edición en ingles en 1949, siendo su predecesora “Nationalökonomie: Theorie des Handelns und Wirtschaftens” —en Alemán—, publicada en 1940; esta es la más grande obra de Mises; la versión citada es una traducción de Joaquín Reig Albiol publicada por Unión Editorial, décima edición). En esta obra explica que “el ego es la unidad del ser actuante […] el nosotros es siempre fruto de una agrupación que une a dos o más egos. Si alguien dice Yo, no se precisa mayor ilustración para percibir el significado de la expresión. Lo mismo sucede con Tú y, siempre que se halle especialmente precisada la persona que se trate, también acontece lo mismo con el ÉL. Ahora bien, el decir Nosotros, es ineludible una mayor información para identificar qué Egos se hallan comprendidos en ese Nosotros. Siempre es un solo individuo quien dice Nosotros; aun cuando se trate de varios que se expresen al tiempo, siempre serán diversas manifestaciones individuales. El Nosotros actúa, indefectiblemente, según actúan los egos que lo integran” (pág. 53). Entiéndase que una agrupación —colectivo— está conformada por individuos y que no es un ser en sí mismo.
[8] Para profundizar sobre este tema, invito a revisar: Jesús Huerta de Soto. 2005. Socialismo, calculo económico y función empresarial. Madrid, España. Tercera edición. Publicado por Unión Editorial. Capítulo 3., donde el autor hace un buen resumen de todo el aporte de Ludwig von Mises en su análisis de la imposibilidad del sistema.
[9] Primer párrafo de este apartado, retomamos, colectivismo es una “doctrina que tiende a suprimir la propiedad particular, transferirla a la colectividad y confiar al Estado la distribución de la riqueza” o, si gusta más, hay varios actores copropietarios del bien. De allí que Hayek prefiera llamarlo “propiedad plural”. Ahora bien, a efectos de lenguaje, si quiere llamar “propiedad colectiva” a una cosa para aludir a esa “copropiedad”, es entendible, pero el punto es que quienes defienden sistemas colectivistas no aluden a ese tipo de concepto, sino que pretenden de alguna manera que todo sea de todos —nada de nadie—.
[10] Algunos pensarán que un bien puede ser propiedad de varios y aludir a ello como “propiedad colectiva”, sin embargo, en sentido estricto, sigue siendo una “propiedad privada” extensiva a varios actores,
[11] Para entender el por qué de esta definición, en apariencia poco relevante, pero con implicaciones filosóficas profundas, puede consultar: Roymer Rivas. 2023. Estado, Gobierno, Dios y Orden Social. Publicado en el portal de ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/estado-gobierno-dios-y-orden-social/ (Consultado el 24 de noviembre de 2023).
[12] Esta palabra proviene del italiano “fascio” —que significa haz, grupo—, del latín “fascis” —fasces en plural—, que significa manojo de varas o haz —aunque también puede significar grupo—. En la antigua roma los fasces hacían referencia a los haces de varas con un hacha encajada en medio; estos eran señal de autoridad y poder y solían portarlos los magistrados, procónsules, cónsules, dictadores, entre otros. Más tarde esto sería el símbolo del Fascismo como movimiento y/o sistema.
[13] El Fascismo como ideología transcendió fronteras, así podemos ver las Camisas Grises de Islandia, la Nueva Guardia de Nueva Gales del Sur (Australia), el Nazismo Alemán, El Franquismo Español, movimientos como Faisceau, Jeunesses Patriotes, los Camisas Verdes y la Fédération Nationale Catholique en Francia, Ferenc Szálasy en Hungría, Legión del Arcángel Miguel de Rumanía, el movimiento rexistade León Degrelle en Bulgaria, el Nationaal Socialistische Beweging en Holanda, Nasjonal Samling de Vidkun Quisling en Noruega, la unión de fascistas de sir Oswald Mosley en Gran Bretaña, entre muchos otros en otras latitudes. Estos movimientos fascistas los extraje de la original y magnífica obra literaria titulada “Anatomía del Fascismo” escrita por Robert O. Paxton (publicado por Capitán Swing Libros, S.L.Cap. 3 “El arraigo”, pág. 96-144); la citada es la traducción al español de José Manuel Álvarez Flórez (2019) de la publicación original en inglés titulada “The Anatomy of Fascism” (2006). Cambiando de enfoque, tengo que decir que no concuerdo con lo expuesto por el autor con respecto a la existencia de “capitalismo”, tal y como lo entendemos hoy día, en el régimen fascista —se alude a ello en los capítulos 1, 4 y 8 directamente, en otros es sobreentendido—; como concepto, el capitalismo, no es un tipo de orden social, sino como el resultado del respeto a la propiedad privada y del libre ejercicio de la empresarialidad innata de los actores sociales siempre en busca de la consecución de sus fines individuales que, no deliberadamente, repercute en beneficio para los demás actores, el capitalismo es, resultado de la libertad. En el régimen Fascista, la propiedad privada supuestamente capitalista existía en tanto beneficiara al Estado y al colectivo, —con respecto a esto, el autor expresa que “respetaban la propiedad privada de los productores nacionales, que debían formar la base social de la nación revitalizada. Cuando atacaban a la burguesía, lo hacían porque era demasiado débil e individualista para hacer fuerte a la nación, no por robar a los trabajadores el valor que estos añadían. Lo que ellos criticaban del capitalismo no era la explotación, sino su materialismo, su indiferencia hacia la nación, su incapacidad para conmover el espíritu” [las cursivas son mías] (pág. 19)—, las fábricas “capitalistas” en el régimen no hicieron más que beneficiar al Estado en lugar de a la sociedad, entonces, no tenemos a personas libres ejerciendo libremente su empresarialidad ni respeto pleno a la propiedad, sino a un grupo de actores sociales que fueron obligados a ser útil para la colectividad según la concepción del régimen y a un grupo de bandidos que se dieron cuenta que obtendrían grandes ganancias al servir al Estado —las industrias de armamentos, por ejemplo— en lugar que a la sociedad. Empero, tengo que aclarar que me refiero al “capitalismo como concepto” porque no soy partidario de usar el término “capitalismo” para defender el sistema basado en la propiedad y el respeto a las libertad, dado que el origen que tiene el mismo y lo que significa realmente —etimológica, históricamente— no es acorde al mensaje que se intenta transmitir cuando se usa, pero hablaré de ello otra oportunidad; mientras tanto, usare el termino tal y como lo concebimos aquí para una mejor comprensión del mensaje.
[14] A pesar de que el término “fascio” fue usado en distintas ocasiones, como “los campesinos que se sublevaron contra los terratenientes en Sicilia en 1893-1894” que se “autodenominaron los Fasci Siciliani”, “los nacionalistas de izquierdas” que intentaron que Italia entrara en la primera guerra mundial en 1914 en el bando aliado —Francia, Rusia y Gran Bretaña— llamados “Fascio Rivoluzionario d´Azione Interventista” y el uso de la palabra “fascismo” que acuñó Mussolini a final de la guerra para “describir el talante del pequeño grupo de exsoldados nacionalistas y revolucionarios sindicalistas” [las cursivas son mías] pero, para ese entonces, no tenía el monopolio del uso de la palabra fascio ya que siguió “siendo de uso general entre grupos militantes de diversos matices políticos” (revisar: ibíd., pág. 12); como tal, antes de esa fecha (marzo de 1919) no existía ni un partido ni la doctrina fascista.
[15] Incluso, era “una personalidad destacada del ala revolucionaria del partido”, caracterizado por su posición radical, por lo que despreciaba al ala del partido que participaba en el parlamento de la época (ibíd., pág. 36, ver nota 7). Mussolini ya a la edad de 18 años mostraba su afinidad política por el Socialismo internacional, poco tiempo después, a los 19/20 años, comienza a escribir para el periódico socialista “L´Avvenire del Lavoratore” (El futuro de los trabajadores); para 1903 ya se autoproclamaba como un “comunista autoritario”; llegó a glorificar a Karl Marx calificándolo como “el más grande de todos los teóricos del Socialismo”; poco después, en 1904, ya pensaba que la moral Socialista debía hacerse de la violencia; también afirmo que “el movimiento socialista se había convertido en una necesidad básica para él”, que moriría si detuviese su avance en esa corriente ideológica; en marzo de 1908 dirigió “La Lima” (un seminario socialista); fue conocido por fomentar entre sus compañeros socialistas que no acudieran a las entidades legales de la época y que practicaran el lex talionis (ojo por ojo), una muestra de su desprecio por la ley; en 1909 emigra a Trentino (una provincia austriaca) para dirigir el periódico L´Avvenire del Lavoratore y allí se esperaba que Mussolini organizase a los socialistas de la región ad honorem; en 1910 comienza a dirigir una revista socialista llamada “Lotta di Classe” (Lucha de clases); entre otras cosas. En resumen, Mussolini estaba impregnado de Socialismo hasta el tuétano, pero no el Socialismo moderado que caracterizaba a ciertos socialistas de la época, sino que dedico su juventud a promover las ideas socialistas radicales, no solo a través de diversos periódicos y seminarios, sino también en manifestaciones políticas llenas de odio hacia el sistema democrático, el estado más o menos liberal de Italia, la iglesia y al ejercito por considerar que eran “una organización criminal concebida para proteger el capitalismo y a la sociedad burguesa”. —Estos datos los extraje del libro titulado “Mussolini y el Fascismo Italiano” escrito por Álvaro Lozano (2012. Publicado por Marcial Pons Historia. Págs. 61-100) en donde el autor relata la biografía de este personaje—.
[16] También conocida como “La Gran Guerra”, inicia en Julio de 1914 y termina oficialmente en noviembre de 1918 cuando Alemania se rinde y acepta las condiciones del armisticio.
[17] Es necesario aclarar que, si bien Mussolini se encontraba en las filas socialistas, el aporte filosófico de Karl Marx, a quien llego a glorificar (ver nota 15), no calo mucho en él; consideraba a los socialistas de la época como muy moderados y eso llevo a despreciarlos; más adelante llegaría a describir su experiencia del Socialismo (1903-1914) de la siguiente manera: “… no fue una experiencia doctrinal. Mi doctrina durante ese período fue la doctrina de la acción” (ver: ibíd., pág. 74). Estas denotan la importancia que tenía la acción para Mussolini, y cuanto más violenta mejor.
[18] Esta publicación fue financiada, en parte, por la Fiat y por industrias italianas que se beneficiarían si Italia participaba en la guerra. (ver: ibíd., pág. 82).
[20] Esto hace referencia a la “peste bubónica” —también conocido como “la peste negra”—. Ésta es una enfermedad infecciosa producida por la bacteria “Yersinia pestis” en la que predomina la inflamación del ganglio linfático y afecta los tejidos de los órganos sexuales, axilas y ojos. En efecto, para Mussolini y su movimiento todo el sistema italiano era una aberración y tenía que construirse una patria nueva; es curioso que haga referencia a la peste negra y que esta se caracterice por ser potencialmente mortal y hacer bulbos en los órganos reproductores de los infectados, puede que implícitamente estuviera diciendo que el parlamento de Italia lo que estaba haciendo era castrar a la nación de Italia y no la permitía “reproducirse” o crecer —según su concepción. Para mayor información sobre esta peste, consulte “La Muerte Negra” escrita por Leticia Martínez Campos (2019) para la sección de la Sociedad Española de Infectología Pediátrica (SEIP) titulado “Infectología en la historia” en: https://www.seipweb.es/wp-content/uploads/2019/01/La_Peste_Leticia_Martinez.pdf (Consultado 24 de noviembre de 2023).
[21] En op. cit. “Mussolini y el Fascismo Italiano”, Álvaro Lozano., pág. 83.
[26] Considero relevante destacar el “mínimo fascista” postulado por Ernst Nolte que Stanley G. Payne (2014) desarrolla en su libro titulado “El Fascismo” publicado por Alianza Editorial, allí expresa que el Fascismo “consiste en un conjunto de negativas, un aspecto central de organización, una doctrina del caudillaje y un objetivo estructural básico, expresados como sigue: antimarxismo, antiliberalismo, anticonservadurismo, el principio del caudillaje, un ejército del partido, el objeto del totalitarismo” (pág. 12) [cursivas mías].
[27] El primero es un saludo dirigido a niños, discapacitados y prisioneros que cumplieron con su deber; el segundo declara oponerse al imperialismo y aceptar el postulado supremo de la Sociedad de Naciones —antecesor de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)—; en el tercero compromete a los fascistas a sabotear por todos los medios las candidaturas de los adversarios en el campo político. Estas declaraciones son paráfrasis en español de lo expuesto por Renzo De Felice (1965) en su obra titulada “Mussolini il rivoluzionario, 1983-1920” —en italiano— (publicado por Fondazione Istituto Gramsci., pág. 550).
[29] El programa completo en ingles se encuentra en el libro titulado “A Primer of Italian Fascism” editado por Jeffrey T. Schnapp (2000) y publicado por University of Nebraska Press, Lincoln and London. Págs. 3-6.
[30] Hasta ahora, he dedicado palabras para describir el origen socialista del fascismo vinculándolo con las acciones de líder, Mussolini, y de los demás movimientos de izquierda —sindicatos, nacionalismo extremo—; sin embargo, el fascismo no se limitó a la personalidad de Mussolini, estudiar el fascismo de esa manera da la impresión de que se puede entender a plenitud solo analizando a su dirigente, pero no es así. El fascismo ocurrió porque las naciones, las instituciones —débiles— y los diferentes estratos sociales lo apoyaron, entre ellos conservadores y seudoliberales, por pensar que era preferible tener un gobierno de esta índole que un gobierno socialista/marxista, no reparando en que se trataba de un monstruo de la misma especie con apariencia distinta. El discurso de Mussolini sirvió para atraer a personas de todos los bandos, por un lado, atacaba fervientemente a los socialistas, por lo que se ganó el favor de conservadores y seudoliberales, por el otro, atacaba al capitalismo y la burguesía, por lo que contaba con el apoyo de los que tenían inclinaciones hacia la izquierda —sindicalistas, socialistas, comunistas—. De aquí en adelante, me limitare a explicar las características del fascismo ya en el poder para entender las ideas colectivistas que sostienen, o sostuvieron, al sistema.
[31] Óp. cit. “Anatomía del Fascismo”, Robert O. Paxton. Pág. 19. Con la industria de armamento se beneficiaron pocos individuos considerados como “capitalistas”, pero más que eso, eran un conjunto de malhechores que solo Vivian para servir al Estado oportunista creado por el régimen —comparar con nota 13—.
[33] Revisar nota 13 (letras cursivas). Además, es de destacar que el régimen fascista “rediseño las fronteras entre lo público y lo privado, reduciendo notoriamente lo que antes había sido intocablemente privado” (ibíd.).
[35] Dato curioso: “la doctrina del fascismo” revisada por Mussolini y publicada en 1925 definió al fascismo como un régimen “totalitario”. En op. cit. “Mussolini y el Fascismo Italiano” Cap. 5, “¿Un régimen totalitario?”., pág. 159.
[36] Op. cit. “Anatomía del Fascismo” Robert O. Paxton., págs. 16-17.
[37] Para Lenin, los proletarios debían imponerse sobre los burgueses y mantener el poder mediante la violencia; llego a escribir que todo aquel que intentara ofrecer resistencia a la revolución proletaria, serian suprimidos despiadadamente; privados de todos sus derechos; en palabras suyas, “más que eso, no les daremos ni un pan, porque en nuestra república proletaria los explotadores no tendrán derechos, serán privados del fuego y del agua, ya que somos socialistas en serio” (esto es una paráfrasis de lo escrito por Lenin en “The Soviet Constitution”, pág. 31). Estas palabras no hacen más que poner en evidencia el carácter violento de estos regímenes. La cita textual en ingles dice así: “and if you exploiters attempt to offer resistance to our proletarian revolution we shall ruthlessly suppress you; we shall deprive you of all rights; more than that, we shall not give you any bread, for in our proletarian republic the exploiters will have no rights, they will be deprived of fire and water, for we are socialists in real earnest” (puede acceder a traves de: https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1918/prrk/soviet_constitution.htm (Consultado el 24 de noviembre de 2023)
[40] Eran asesinados o enviados a los campos de concentración nazi dirigidos por “las Unidades de las Calaveras”. Estas unidades eran una ramificación de las “SS de Himmler” que comenzó como una minúscula fuerza de guardia personal de Hitler. El libro “El Nazismo”, escrito por J. Thorntin, en su capítulo 7 (1967. Publicado por alianza editorial. Pág. 86) detalla cómo era la vida en la Alemania nazi, el control que ejercía el Estado sobre la vida en sociedad es indiscutible, negarlo es como negar que las influencias que ejercen las leyes físicas en la vida en la tierra.
[41] Ludwig von Mises. (1922). Socialismo, Análisis Económico y Sociológico. Tercera edición. Publicada por Wister Book Foundation (WBF) bajo los auspicios del Centro de Estudios Sobre la Libertad Buenos Aires, Argentina. Esta obra es una traducción al español de Luis Montes de Oca; la publicación original se realizó en el año 1922 con el título “Die Gemeinwirtschaft: Untersuchungen über den Sozialismus”, la segunda edición (1932) fue traducida al inglés en 1936 por y publicada en Londres por Jonathan Cape.
[42] Lenin, comunista/socialista (se usaban los términos para calificarlo sin distinción alguna) fue el principal dirigente de la Revolución de Octubre de 1917 (revolución bolchevique) del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Más tarde sería el líder supremo de la URSS (1922).
[43] De hecho, esta es la tesis expuesta por Marx en “Critica del Programa de Gotha”, un escrito enviado a Bracke en el año 1875. La publicación consultada fue la editada por “elaleph.com” (2000). Considero importante resaltar lo que dijo Marx sobre el sistema que defendía, él dice que “en el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad común de los medios de producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta aquí, tampoco, como valor de estos productos como una cualidad material, poseída por ellos, pues aquí, por oposición a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante un rodeo, sino directamente” (pág. 15) [cursivas mías]; aquí se muestra abierta y claramente el carácter colectivista del sistema.
[44] Estas palabras las escribe Friedrich Engels en “Principios del Comunismo” en Paris (1847) en respuesta a la pregunta “¿Cómo debe ser ese nuevo orden social?”. Este escrito surge como un proyecto de la Liga de los Comunistas y constituye el antecesor del “Manifiesto Comunista” publicado junto a Karl Marx tiempo después.
[45] Engels dice en respuesta a la pregunta “¿Será posible suprimir por vía pacífica la propiedad privada?” que, si bien desean que sea así, si al pasar el tiempo no han logrado sus fines y, según su concepción, el proletariado sigue siendo oprimido por el sistema capitalista, entonces los comunistas defenderán su causa “con hechos, no menos de como ahora lo hacen de palabra” (Ibíd.). Claro ésta, esto es como decir que si el sol sale mañana, que con plena seguridad saldrá, entonces voy a arremeter contra todo aquel que no piense igual a mí; del mismo modo, al ser éste un sistema contranatural, que atenta contra la condición natural del hombre, que deriva en el derecho de la propiedad, y que, por tanto, necesita modificar el comportamiento para que el individuo se comporte antinaturalmente, con toda seguridad tiene que valerse de la violencia para poder lograr sus cometidos.
[46] El objetivo que tenía Marx era la transición del Capitalismo al Socialismo, el medio a utilizar era la “revolución”, violencia, para el establecimiento de la dictadura del proletariado. Con respecto a esto, Mises dice que éste quería llegar implementar el Socialismo “por medio de la revolución y la guerra civil. A los ojos de Marx y de los doctrinarios marxistas, el rasgo característico de su partido fue la condición de grupos revolucionarios que habían hecho profesión de la fe en la acción violenta. Su propósito era la rebelión para establecer la dictadura del proletariado y para exterminar sin piedad a los burgueses”, más adelante dice que “no tuvieron seguridad en el carácter inevitable del advenimiento del socialismo —puesto que Marx decía que el capitalismo se destruiría a sí mismo y esto daría paso al socialismo—, ni tampoco confiaron en el buen éxito de un levantamiento revolucionario. Entonces adoptaron los métodos de la acción parlamentaria, solicitaron votos del pueblo en las campañas electorales y enviaron sus delegados a los parlamentos” (ver: óp. cit. “Socialismo, Análisis Económico y Sociológico., págs. 557-558). Estas acciones perdurarían en el tiempo y mantendrían en una relativa pasividad al movimiento socialista que más tarde sería criticado por Mussolini y daría pie al desprecio de los regímenes Fascistas hacia los movimientos socialistas; pero el Socialismo tiene origen “revolucionario” violento y esto sería más tarde encarnado en el movimiento bolchevique de Lenin.
[47] Karl Marx y Friedrich Engels. (1848). Manifiesto del Partido Comunista. Subtema “Proletarios y Comunistas”., pág. 31).
[49] En el Diccionario Filosófico. 1965. México. Publicado por Ediciones Pueblos Unidos., se indica que “el comunismo representa la forma superior del colectivismo”. Pág. 71.
Por Carlos Infante, abogado y coordinador local de EsLibertad Venezuela.
La tecnología, omnipresente en nuestras vidas diarias, está destinada a convertirse en el pilar sobre el cual se erigirá la democracia del futuro. En los próximos 20 años, asistiremos a una transición marcada por el abrazo generalizado del voto online y la digitalización de la identidad. Este cambio no solo refleja una adaptación a la era digital, sino que también impulsa la participación ciudadana y la transparencia.
Un ejemplo de cómo la tecnología ha calado en la democracia es la implementación del voto online, que representa un hito crucial en la modernización democrática; la comodidad y accesibilidad inherentes a esta modalidad no solo eliminan barreras físicas, permitiendo a los ciudadanos ejercer su derecho desde la comodidad de sus hogares, sino que también reducen las posibilidades de fraude electoral.
Para asegurar la viabilidad y seguridad del voto, es importante la implementación de tecnología blockchain, que se erige como un pilar fundamental para garantizar la seguridad y la integridad en el proceso electoral de la democracia tecnológica. Esta innovación, que ha demostrado su robustez en diversas aplicaciones, presenta un potencial revolucionario al abordar los desafíos inherentes a la confiabilidad de las votaciones y la protección contra ataques cibernéticos.
Gracias a su naturaleza de descentralización inherente, la tecnología blockchain disminuye significativamente la vulnerabilidad a ataques cibernéticos. Dado que la información no reside en un solo servidor central, se vuelve exponencialmente más difícil para los actores maliciosos comprometer la integridad del proceso electoral.
Es importante también mencionar que la implementación de contratos inteligentes (smart contracts) en el proceso electoral agrega una dimensión de transparencia y automatización. Estos, ejecutados automáticamente cuando se cumplen ciertas condiciones predefinidas, garantizan el cumplimiento de las reglas electorales de manera eficiente y sin intervención humana, reduciendo no solo la posibilidad de errores, sino también la susceptibilidad a fraudes o manipulaciones.
Gracias a los grandes avances, ahora es posible hablar sobre cómo la digitalización de la identidad emerge como un componente esencial en esta nueva era. La creación de identidades digitales seguras y verificables no solo simplifica los procesos electorales, sino que también establece un estándar para la autenticación en otras esferas de la vida cotidiana. La descentralización de la identidad, utilizando tecnologías como la cadena de bloques, promete salvaguardar la integridad de la información personal y garantizar la confianza en los sistemas digitales.
No obstante, esta transición hacia la democracia tecnológica no está exenta de desafíos. La brecha digital, la ciberseguridad y la resistencia al cambio son obstáculos que deben abordarse con seriedad. Además, es crucial garantizar que estos avances tecnológicos no excluyan a sectores de la sociedad, preservando así la equidad y representación democráticas.
En este contexto, la educación y la conciencia cívica desempeñan un papel fundamental. La alfabetización digital y la comprensión de los sistemas tecnológicos son imperativos para empoderar a los ciudadanos y asegurar una participación informada en esta nueva era.
Para finalizar, es importante aclarar que la modernización de la democracia no es simplemente un ajuste técnico; es un cambio paradigmático que redefine la relación entre ciudadanos y gobiernos. La convergencia entre ciencias políticas y tecnología promete no solo transformar la forma en que participamos en los procesos electorales, sino también establecer las bases para una sociedad más conectada, transparente y participativa.
A medida que nos adentramos en la segunda década del siglo XXI, la democracia tecnológica se presenta como una realidad inminente. Los desafíos son palpables, pero las oportunidades para construir una sociedad más justa y equitativa son igualmente significativas. En este viaje hacia la modernización democrática, la tecnología se convierte en la herramienta que permite transformar las promesas de la democracia en realidades tangibles para todos.
(Nota: todo el texto, junto a sus ideas expresadas, son y/o corren por responsabilidad netamente del autor y no necesariamente representa la posición de ContraPoder News)
Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.
Cuando hablamos de “Estado” las personas tienden a relacionarlo como un sinónimo de “Gobierno”, sin embargo, esto es un grave error, pues, estrictamente hablando, “Estado” no es más que una forma de “gobierno”. Es importante hacer la separación de los conceptos, porque normalmente cuando los anarquistas defienden una sociedad sin Estado, tienden a ser malinterpretados por sus oyentes, quienes se alarman y creen que se está hablando de una sociedad sin ningún tipo de control social[1].
En un texto anterior ya he explicado que cuando hablamos de ‘Estado‘ nos estamos refiriendo a una persona o grupo de personas “que tienen una posición de poder por encima de todos los demás”[2]. Además, aclaré que el Estado en sí mismo no es un ser con personalidad propia, por lo que no es un ser racional, sino que “es una entidad conformada por personas que están organizadas jerárquicamente y que tienen la condición de mandar a otros”[3]. También, que se sostiene gracias a la coacción, por lo que la definición más atinada de la entidad es que “es un tipo de gobierno de coacción ilegitima de humano sobre humano”[4] y que, en su etapa más avanzada, que es lo que estamos viviendo hoy, es un tipo de gobierno donde todas las instituciones permiten o avalan que un grupo de humanos someta a otros sistemática e institucionalmente[5].
Note que aquí estoy diciendo dos cosas extremadamente importantes y sustanciosas en una corta expresión: (i) tipo de gobierno (ii) de coacción ilegitima; de lo cual se infiere que puede haber otros tipos de gobierno donde la coacción sea legítima. Empero, para llegar a ello es necesario comenzar desde el desde el principio, definiendo correctamente el término “Gobierno”.
Sobre el Gobierno
En principio, ‘Gobierno‘ deriva del verbo en latín ‘gubernare’ —gobernar—, que en un inicio significaba “pilotar o dirigir el barco”, cosa que más tarde se extrapolaría para formar la idea de que “gobierno” es la acción y efecto de “dirigir el Estado”. Viéndolo así, que es como se ve comúnmente, dado que siempre se enseña —y es como aparece en los diccionarios— que el Estado surge de alguna forma como la conjunción de los conceptos de “Nación, territorio y gobierno”, se pensaría que no puede haber gobierno sin Estado, pero el punto es que tal concepción es un error, pues ese “dirigir el barco” también puede ser un “Gubernare Societat”, es decir, “dirigir o guiar la sociedad”, sin necesidad de un Estado de por medio. Para gobernar no se necesita del Estado, lo que se necesita es autoridad, y eso fácilmente pueden tenerla las instituciones sociales que surgen espontáneamente a través de un periodo evolutivo muy dilatado de tiempo y luego pueden ser —o no— administrada por seres humanos[6], o los mismos seres humanos que se ganan la autoridad para dirigir a otros.
Este punto es clave, porque se tiene que el gobierno es anterior al Estado y emana del mismo proceso social que tiende a la civilización, y si tenemos en cuenta que el Estado descansa por encima de las sociedades, a quienes dirige, necesitando además de la concentración territorial y de la capacidad para concentrar la administración de las diferentes acciones o funciones de la vida de y en las sociedades, ejerciendo poder cuasi-absoluto sobre ella, entonces, de hecho, la idea de Gobierno y la idea de Estado son mutuamente excluyentes. El Estado se encuentra por encima de la sociedad, el Gobierno emana de ella y se sostiene a través de mecanismos que el mismo proceso social establece, por lo que no está por encima, sino sumergida en ella; el Estado sigue sus propios mecanismos y establece sus propias reglas para mantenerse, el Gobierno sigue los mecanismos y reglas del proceso social.
Sobre el Estado, la Sociedad y los Gobiernos
Sin embargo, para no ser tan intenso y más o menos amoldarme a los conceptos de hoy sobre los términos, es suficiente con establecer que un orden social dirigido por un Estado es solo un tipo de gobierno, no el único[7]. Por ello, la discusión dejaría de ser si debe haber gobierno o no, para pasar a ser: (A) ¿Cuál es el mejor tipo de gobierno? Y (B) ¿Es legítimo ese gobierno? Como buen anarquista, defenderé que el mejor tipo de gobierno es aquel que surge de los mismos mecanismos que brinda el mercado, sostenido en acciones y acuerdos voluntarios, con dinámicas de poder fundamentadas en el respeto, y no uno que se basa en el saqueo y cuyo único sostén sea la violencia —como lo es el Estado—.
Ahora bien, esto no quiere decir que en una sociedad “anárquica” con gobierno no vaya a existir ningún tipo de coacción, pues el gobierno también significa administración de la ley, lo cual incluye sanciones para quien no se amolde a ella. Por ejemplo, salvo casos excepcionales, alguien que atente contra la propiedad ajena puede y debe ser coactado para evitar el delito o saldarlo. Con esto queda aclarado que sí hay, y debe haber, gobiernos donde se aplique coacción legitima. —Por cierto, la traducción literal de “an-arkhia” es “sin mandato; sin poder de los medios políticos, para usar la expresión de Franz Oppenheimer; digámoslo ya, significa sin poder del estatal; no “caos”.—
Ejemplos de gobierno sin Estado sobran: cuando el condominio elige a sus líderes; cuando se crean grupos de trabajo en los espacios académicos; cuando un grupo de amigos decide emprender un viaje y entre ellos se encuentra un líder a quien todos siguen por voluntad propia; cuando los padres guían a sus hijos; etc. En contraste, ejemplos de gobierno estatal solo encontraremos dos: el legal y el ilegal; el legal es el Estado-Nación que todos conocemos con sus seudo-instituciones; el ilegal son los grupos delincuenciales armados que someten a otros; aunque al final ambos funcionan como una mafia y son igual de ilegitimo[8][*].
[1] Tengo claro que sí hay anarquistas que de forma insensata hablan de una sociedad “sin gobierno” o “sin ningún tipo de control”, al estilo de una sociedad sin ley, pero estas concepciones son minoría y provienen de personas que no tienen ni la más mínima idea de lo que defienden, mucho menos del proceso social. Por tanto, la defensa que aquí haré del término “anarquía” es una con sentido, sensata, no utópica, en referencia a una sociedad sin Estado, pero sí con Gobierno.
[2] Roymer Rivas. 2023. Estado, gobierno, Dios y orden social. Publicado en el portal de ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/estado-gobierno-dios-y-orden-social/ (Consultado el 30 de octubre de 2023). Sección: “El Estado, lo que no es”, párr. 1, 2.
[4]Ibídem., sección: “El Estado definido”, párr. 4.
[5]Ibídem., párr. 6., y sección: “El Estado en el presente”.
[6] Roymer Rivas. 2023. El cáncer de la corrupción: una consecuencia de las restricciones a la libre acción humana. Publicado en ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://contrapodernews.com/el-cancer-de-la-corrupcion-una-consecuencia-de-las-restricciones-a-la-libre-accion-humana/ (Consultado 01 de noviembre de 2023). Me cito a mí mismo por considerar que trato el tema de forma sencilla y porque en dicho texto están las citas a los autores correspondientes de donde extraigo la idea.
[7] Por lo que ya expresé, siendo estrictos, Gobierno y Estado no pueden ir de la mano, pero comprender esto a cabalidad requiere de una explicación más exhaustiva que aquí no puedo permitirme. Me es suficiente con que el lector comprenda que la idea de “Gobierno” puede estar separado de la idea de “Estado”. Ahora, si desea profundizar en el tema, invito a leer la obra de Piotr Kropotkin titulada “El apoyo mutuo”, publicada por primera vez en 1902 —aunque advierto que debe leerse con pinzas—.
[8] En este punto caeríamos en una discusión de la legitimidad y su significado, pero eso para otro día. Invito al lector a leer las siguientes obras: “El problema de la autoridad política” (Michael Huemer); “La libertad y la ley” (Bruno Leoni); “Socialismo, calculo económico y función empresarial” (Jesús Huerta de Soto) y “Una teoría evolutiva de las instituciones” (Cesar Martínez Meseguer) —por solo mencionar algunos—; para que, por un lado, comprenda que no puede juzgarse como legitimo o no legitimo algo en función del actor que lleve a cabo la acción juzgada —Huemer— y, por el otro, que legitimidad va de la mano con el concepto de “Ley” y que éste último solo cobra valor y sentido en tanto y en cuanto surge de forma espontánea en sociedad y no porque alguien la ha creado deliberadamente —demás autores—.
[*] Este artículo fue publicado también en el portal de «La Ventana Rota». Puede acceder al mismo presionando aquí.
El diputado federal brasileño Eduardo Bolsonaro, hijo del exmandatario Jair Bolsonaro, fue cortado en una entrevista en vivo en Argentina por defender la tenencia de armas.
El hecho ocurrió este domingo cuando era entrevistado por el canal C5N, donde expresó que «poner adelante armas de fuego para los ciudadanos significa dar condiciones para que tengan la legítima defensa».
Tras esto, un rotundo «No» se escucha decir a una de las presentadoras, sorprendida por los dichos del político brasileño. Sin embargo, en ese momento es cortada la entrevista y Bolsonaro es sacado del aire.
«Demasiada generosa es la Argentina y somos los argentinos para recibir a este tipo de gente», dijo uno de los periodistas.
«Está hablando de la libertad y disponer de armas, directamente, con el argumento y con el justificativo de que la gente se pueda defender», añade una compañera en el set.
El primer periodista replica: «Por eso así le fue a su padre, que los brasileños, con lógica, lo sacaron del poder, por suerte».
Cabe destacar que E. Bolsonaro viajó al país suramericano para apoyar al candidato presidencial Javier Milei, del partido La Libertad Avanza, quien pasó a balotaje que se celebrará el 19 de noviembre junto al actual ministro de Economía, Sergio Massa.
Por Roymer Rivas[*], coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico
Si alguien le pregunta: “¿Qué es el Estado?”, ¿Qué respondería? (…)
Seguramente diría que es una institución necesaria para el avance de la sociedad, ya que presta sus servicios al público y vela por el bienestar de todos; después de todo, esto es lo que nos han “enseñado”; desde pequeños nos bombardean con misiles ideológicos al decir que el Estado “es necesario para mantener la paz en la sociedad”, nos lo pintan como una entidad “afable” que vela por el bienestar de todos, cuando en realidad es totalmente lo opuesto. Y esta afirmación no la hago desde el vacío, no es una opinión lo que estoy emitiendo, estoy hablando de hechos, y conocerlos es de superlativa importancia.
He conocido personas que se hacen del dicho “la ignorancia es una bendición”, y puede que tengan cierto grado de razón, dependiendo de las circunstancias en las que se aplique el pensamiento; pero cuando se trata del sistema que rige cada campo de acción de su vida, en mayor o menor grado, entonces la ignorancia de su mecanismo es una maldición, en la medida en que sufrirá, como lo sufre hoy, como lo sufrimos todos, las consecuencias de dejarse engañar y controlar por un sistema que le consume y es culpable de la mayoría —por no decir todos— de los problemas que acaecen a la sociedad en la que nos desenvolvemos. Hoy pretendo explicar por qué es un error ver el Estado tal y como se concibe hoy, y te invito a leerme con pensamiento crítico, poniendo en duda incluso este texto. Sin más que agregar, inicio.
El Estado, lo que no es
La palabra “estado” proviene del latín status, que se refiere a condición, prestigio, posición, rango, y, a su vez, éste deriva del verbo stare, que significa “estar de pie” o “estar parado”. Con esto en mente, piense en los dos siguientes puntos: cuando alguien está “de pie” se encuentra por encima de quienes están sentados; a su vez, como el termino indica rango o prestigio, puede que todos estén parados, pero él es quien está por arriba de todos ellos. Con esto quiero mostrar que El Estado está conformado por personas que tienen una posición de poder por encima de todos los demás. Y nótese que acabo de decir que “está conformado”, porque El Estado en sí mismo no es una persona, no es un ser racional, más bien, es una entidad conformada por personas que están organizadas jerárquicamente y que tienen la condición de mandar a otros.
De esto se infiere entonces que no todo el mundo es El Estado, porque no todos tenemos el rango como para estar por encima de otros y ejercer fuerza para que hagan lo que queremos; es mentira que “todos somos el Estado” o, para decirlo de forma más romántica, es mentira que “El Estado es el Pueblo”. Esta falacia, que confunde al Estado con la sociedad, queda al descubierto cuando hacemos el mismo razonamiento que hizo Murray Rothbard: parafraseándolo, si realmente todos fuéramos El Estado o el gobierno, entonces cualquier arbitrariedad que éste le haga a alguien no podría considerarse de injusto o tiránico, sino que también es “voluntario de parte del individuo involucrado”; si le debiéramos al estado, entonces “nos lo debemos a nosotros mismos”; si alguien es condenado a prisión por expresar ideas contrarias al gobierno, entonces no hay nada grave en ello, porque, en realidad, “se lo hizo a sí mismo”; si el Estado o gobierno asesina a alguien, entonces no fue un asesinato, sino un suicidio[1]; y así se pueden seguir con los ejemplos, pero creo que esto es suficiente para ilustrar el punto.
Ahora bien, la cosa no para allí: es necesario desdeñar y desmitificar toda buena creencia referente a esta entidad…
El Estado definido
Está bien, el Estado “no somos todos”, son solo unos pocos quienes lo conforman, pero ¿Está bien eso? ¿Es correcto que unos pocos gobiernen sobre otros? La respuesta a esta pregunta dependerá de otra ¿Cómo se forma y ejerce ese gobierno? Si el gobierno se forma mediante acciones voluntarias y, al mismo tiempo, es aceptado voluntariamente, entonces es legítimo, no cabría ningún tipo de problema; porque podríamos salir de él cuando quisiéramos. Sin embargo, éste no es el caso.
Desde su génesis, el Estado es resultado de la coacción, es violencia pura, y surge cuando cierto grupo de humanos se dan cuenta que tienen la suficiente fuerza de someter a otros para amoldarlos a lo que ellos quieran y como quieran, con el fin de conseguir lo que ellos quieran. Por este motivo, tanto en el pasado como en el presente —en donde se justifica la entidad con el “interés general” y no se concibe un mundo sin él—, el Estado es resultado del interés de la casta que tiene el poder y lo ejerce para someter a los demás.
No tengo la intención de hablar detalladamente sobre la historia del Estado para ilustrar la reflexión con hechos históricos, eso escapa de los fines del presente escrito y, además, para eso contamos con obras como las de Gaston Leval[2], Franz Oppenheimer[3] y Anthony de Jasay[4] –obras que recomiendo leer acérrimamente–, aquí solo me limitaré a exponer con argumentos lo que en esencia es la institución.
En esta línea, si estudiamos toda la historia humana, con todo lo anterior presente, tenemos que el Estado puede resumirse entonces en las siguientes palabras: gobierno de coacción ilegitima de humano sobre humano. A esta coacción, en donde unos pocos modifican el comportamiento de otros a través de la violencia para alcanzar sus fines a costa de otros, Oppenheimer la llamó “medios políticos”; y contrasta con los “medios económicos” del que el ser humano se ha valido y ha desarrollado gracias a la aplicación de sus facultades mentales, que le permiten valerse de los medios a su alcance para conseguir fines propios a través del trabajo y el esfuerzo, lo que a su vez les permite valerse de sí mismo mientras ayuda a otros en el camino, aún sin darse cuenta de ello o quererlo deliberadamente.
Hoy todavía existen personas que piensa que puede salir algo bueno de esto, engañados esperan que El Estado venga a solucionar sus problemas, pero no se dan cuenta que el mismo posee una dinámica propia, totalmente apartada de la sociedad —a pesar de que los regímenes democráticos traten sin éxito de ocultar este hecho—, y que esa dinámica no es otra que utilizar todos los medios violentos a su alcance para hacer valer su palabra cuando quiera, como quiera y donde quiera, siempre en detrimento de la libertad individual de las personas. Entender cómo se constituye, mantiene y lo que es naturalmente el Estado —coacción continua, hoy violencia sistemática e institucionalizada— da paso a la plena comprensión del siguiente hecho: la mera existencia del Estado es igual a la existencia del Socialismo; y, por consiguiente, una discusión del tamaño del Estado es en realidad una discusión de cuanta dosis de Socialismo debe soportar la sociedad.
El hombre en la búsqueda o construcción del poder siempre dio origen al Estado. Esa acción siempre le llevó a ponerse por arriba de otros, sometiéndolos a su voluntad con la amenaza de emplear la fuerza contra aquellos que no ajustasen a sus directrices. Surge de esta manera, después de evolucionar durante un periodo muy dilatado de tiempo, las instituciones políticas tal y como las conocemos hoy, que son medios más sofisticados de arremeter contra los actores sociales sin que ellos se den cuenta de ello en algunas ocasiones.
El Estado en el presente
En la actualidad nos encontramos con una entidad abstracta que se divide en un conjunto de instituciones o poderes —tradicionalmente: ejecutivo, judicial y legislativo; pero también se le suman, en el caso de Venezuela, el Ciudadano y el Electoral—, que terminan subdividiéndose en conjuntos y subconjuntos de poderes más pequeños repartidos en todo el territorio de la nación —regiones, estados federales, municipios, parroquias—, y que debe velar por el bienestar social. ¡Qué contradicción tan grande!
En principio, todo esta maraña estructural esconde el fundamento del Estado, solo funge como una cortina que oculta todo un complot detrás de ella: El Estado no son instituciones, ellas no piensan por sí mismas, El Estado es un ente abstracto conformado por personas que, como ya mencioné, se organizan jerárquicamente con el objetivo de ejercer poder sobre la sociedad —claro, siempre diciendo que por el famoso “bienestar general” o “bien común”—. Ya lo dijo Frederic Bastiat: “El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza en vivir a expensas de todo el mundo”[5], es la gran realidad en donde un grupo se aprovecha del trabajo de otro.
Ahora, si bien todo esto consigue establecerse gracias a la violencia —sin violencia, no hay Estado—, consigue ser aceptado mediante el culto y la imaginación; si le pide a alguien que le explique detalladamente qué es el Estado, no le sabrá responder concretamente, a lo sumo, esa persona apelara a cómo está constituida su nación, a las líneas de un mapa o a los símbolos patrios para dar respuesta. Pero esa persona sabrá fácilmente que, en el fondo, la institución no es más que un gobierno de coacción ilegitima de humano sobre humano que se mantiene gracias a dicha coacción.
Es por esta razón que se puede afirmar que buena parte de los males de la humanidad se deben a una única cosa: El Estado; el humano o un grupo de humanos valiéndose de su fuerza para coaccionar a otro hombre o grupo de hombres; el hombre ambicionando poder, pero no por el simple hecho de ambicionarlo, sino para usarlo para sus propios fines en detrimento de otros. Si bien puede que no sea la causa de todos los problemas, sí constituye un limitante en la resolución de los mismos.
Dios, la biblia y el Estado
Todo lo anterior tiene incluso sustento bíblico o teológico: la palabra de Dios indica que “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”[6], para dañar la misma existencia humana. Fuera de los desastres naturales, las grandes atrocidades que han ocurrido en toda la historia de la humanidad, y siguen ocurriendo, como guerras o hambre, tienen el mismo nexo causal o limitante para resolverlos: El Estado —tal y como lo hemos definido aquí—.
No es de extrañar que —para quienes creen en un Dios creador— el primer Estado que menciona la Biblia, dirigido por Nemrod, quien es fundador de ciudades y de sistemas políticos de gobiernos, intenta establecerse como una oposición directa a Dios y sus propósitos[7]; incluso, muchos después de que el mundo se alejara de Dios, su pueblo escogido —Israel— carecía de este tipo de gobierno coactivo, pues, era dirigido directamente por él a través de portavoces como, por ejemplo, Moisés[8].
Otro hecho es que, después de años, como estaba previsto, Jesucristo llega a la tierra y se tiene que enfrentar a Satanás, donde en una oportunidad éste lo tienta ofreciéndole “todos los reinos del mundo” si le rendía un acto de adoración[9], pero Jesús lo rechaza; lo que hace pensar lo siguiente ¿El Diablo podía ofrecer algo que no le pertenecía? Claramente no, si ese fuera el caso, entonces no hubiera constituido una tentación para Jesús, puesto que era imposible que el Diablo le diera algo que no era suyo; por tanto, para que Satanás le ofrezca “todos los reinos de la tierra”, tenían que ser suyos; por lo que llegamos a una conclusión lógica: si el Socialismo es la idea o creencia del Diablo, entonces el Estado es la personificación del mismo.
Todo el sistema político mundial yace bajo el poder del inicuo, es Satanás quien está a cargo de los Estados del mundo[10]; de tal modo que se puede decir que los políticos, esos que conforman el Estado y que viven a costa de los demás, por muy buenas intenciones que tengan, son los representantes visibles del Diablo en la tierra. En adición, es necesario destacar que Jesucristo en otra oportunidad huyó hacia las montañas cuando vio que el pueblo quería hacerlo Rey[11] y que el fin de todos los gobiernos humanos –de los Estados del mundo– es la destrucción[12]. El resumen Bíblico es claro[13], el Estado es una entidad del mal, así que no se puede esperar buenos resultados cuando se apela al mismo para satisfacer las necesidades humanas.
Resumen de lo que es el Estado
En conclusión, El Estado es un ente parasitario, invasivo y muchas veces asfixiante, un ente que tiene una dinámica propia y se vale de los medios políticos para conseguir sus fines —que son los de las personas que lo conforman—; por tanto, no importa quien se haga con el poder, porque el sistema tiene los mecanismos y el incentivo suficiente para corromper a esa persona o, en caso de no corromperla, no dejarle hacer nada que vaya en contra de la naturaleza de la misma institución. Por tal motivo, la política institucional que conocemos hoy —políticos, sistema de partidos, Democracia, o cualquier otra cosa que se le parezca— no es el medio para solucionar los grandes problemas de la humanidad[14]; es, más bien, el único causante de los mismos.
Habiendo explicado lo anterior, se puede afirmar entonces que El Estado es el gran enemigo de la humanidad —y de Dios—. Además, la misma dinámica propia del Estado hace que todo aquel que piense que puede controlarlo, modificarlo o usarlo para el bien social sin causar más males que los bienes que intenta crear, tiene altas probabilidades de pecar de iluso; es más utópico el controlar o limitar el Estado, que vivir en sociedad sin él. En última instancia, el Estado, valiéndose de la violencia sistemática e institucionalizada, modifica el comportamiento humano en contra de su voluntad y limita al hombre de una satisfacción mayor en su búsqueda de la felicidad.
Las grandes guerras del pasado y del presente, y demás problemas de las sociedades pasadas y presentes, surgen o no encuentran solución por los Estados del mundo. La monarquía, minarquía, socialdemocracia, el conservadurismo, corporativismo y las demás grandes corrientes o variantes del Socialismo, como el socialismo de mercado, autogestionario, soviético, científico, cristiano, el sindicalismo y todo lo que la mente pueda imaginar, tienen un punto en común: el ser humano dominando por coacción ilegitima a otros humanos; por tanto, todas esas concepciones son Socialismo. Puede que cambien en intensidad, matices y/o colores, pero son esencialmente lo mismo. Cualquier concepción de alguna institución que se valga de la coacción para modificar el comportamiento de otros, de los medios políticos y no de los económicos, en pos de conseguir fines propios, es una aberración que atenta contra la propiedad y la libertad y, por tanto, es Socialismo. Sin más, termino esta sección repitiendo las siguientes palabras: la mera existencia del Estado es Socialismo; y, por consiguiente, una discusión del tamaño del Estado, cuán grande o pequeño debe ser, es en realidad una discusión de cuanta dosis de Socialismo debe soportar la sociedad.
Algunas aclaraciones finales
Quiero terminar acotando que he sido especifico al momento de definir lo que es el Estado, he dicho “gobierno de coacción ilegitima de humano sobre humano”, por lo que se puede inferir que pueden haber gobiernos de coacción legitima de humano sobre humano para poder mantener el orden social —que es lo que en particular defiendo, de hecho—. Muchas personas tienden a confundir el concepto de “Estado” con el concepto de “Gobierno”, y esto es un grave error; en principio, la existencia del Estado es solo un modo de gobierno, no el único. Algunos libertarios bisoños tienden a caer equivocadamente en (i) la aversión a todo tipo de gobierno y a (ii) todo tipo de coacción, sin darse cuenta con esa postura solo alimenta —y con razón— la creencia de que todo sería un caos si no existiera el Estado.
La discusión sensata no es si debe haber gobierno o no, sino en cuál es el mejor modo de gobierno —fuera del régimen estatal, que claramente no lo es— para que la sociedad se organice en paz y armonía. Empero, tocaré el tema de las diferencias entre los conceptos de Estado y Gobierno en otro ensayo, donde me adentraré además en ese tipo de orden social sin Estado, pero con gobierno.
[1] Murray, Rothbard. 1974. El Igualitarismo como Rebelión Contra la Naturaleza y Otros Ensayos. Auburn, Alabama. Segunda edición publicada en el 2000 por el Ludwig von Mises Institute. Cap. 3: Anatomía del Estado, pág. 49.
[2] Leval, Gaston. 1978. El Estado en la Historia. Publicado por Editorial Zero.
[3] Oppenheimer, Franz. 2014. El Estado, su historia y evolución desde un punto de vista sociológico. Traducido por Juan Manuel Baquero Vázquez y publicado por Unión Editorial. (La versión original fue publicada en Alemania en el año 1908 bajo el título: Der Staat).
[4] De Jasay, Anthony. 1985. The State. Publicado por Indianápolis, IN: Liberty Fund, Inc. Existe una versión en español traducida por Rafael Caparrós Valderrama y publicada en 1993 por Alianza Editorial bajo el título: El Estado: la lógica del poder político.
[5] Bastiat, Frédéric. (1848). El Estado. Publicado en el Diario de Debates. La versión consultada es la que se encuentra en “Frédéric Bastiat: Obras Escogidas” (2009), segunda edición publicada por Unión Editorial.
[7] Génesis 10:8-12; 11:1-5. Según la costumbre de la antigua Babilonia y Asiria, el término “cazar”, no solo se aplicaba a animales salvajes, sino también a campañas militares emprendidas contra personas como presa; por lo que hay derramamiento de sangre humana de por medio —violencia—. Esta acción se realizaba por puro placer.
[8] Todo esto lo podemos observar cuando estudiamos la Biblia desde Adán y Eva hasta la época de vejez del profeta Samuel —libros desde Génesis hasta 1 Samuel cap. 8—. Es necesario destacar que la época de Reyes que inicia en Israel después de su solicitud —que había causado enfado en Dios y les dijo que sufrirían las consecuencias de tener un gobierno humano (1 Samuel 8:9-22; 10:17-25)—, dado que habían rechazado su autoridad. Dios sabía que era imposible que surgiera algo bueno para la humanidad de este tipo de gobierno de humanos sobre humano, sin embargo, al principio inicia bajo la tutela de Dios; es decir, los reyes no menoscababan la soberanía de Dios, sino que éste permitía que se sentaran en su trono (1Cronicas 29:23) y los reyes se tenían que apegar a los estatutos que Dios establecía: y cuando no lo hacían, todo el pueblo sufría las consecuencias (Deuteronomio 17:16-20; 1 Samuel 12:13-15, 20-25) —algo que, en mayor o menor grado, iban a sufrir sí o sí, no podía ser de otra manera; toda la historia bíblica de los Reyes lo ilustra; pero mientras más alejado de los estatutos de Dios y, por tanto, más cerca de los estatutos humanos estuvieran, peor—.
[10] 1 Corintios 4:4 dice claramente que el Diablo es “el dios de este sistema de cosas” o “de este mundo”. Un sistema que surge desde el principio como rebelión del ser humano en contra de Dios.
[11] Esto lo podemos ver en Juan 6:15. Ahora, piense en lo siguiente: si el hombre más grande de todos los tiempos, un ser perfecto, el hijo de Dios, rechaza ser Rey –aunque fuera una proclamación popular–, entonces es porque sabe que no podrá hacer un bien plenamente bajo este sistema de gobierno, porque no importa quién sea el que gobierne, es el sistema el que no funciona. Él se opuso a que lo introdujeran en la escena política porque sabía claramente que su gobierno “no era parte de este mundo” (Juan 18:36).
[13] Para quienes no creen en lo que dice la Biblia, el escenario no cambia; aplica tanto si el ser humano evoluciono durante miles de años como si fue creado por un Dios inteligente. Las obras citadas que hablan sobre la evolución y mecanismos del Estado no toman en cuenta a Dios para nada.
[14] Estimo que por lo menos no el medio primario. Con esto quiero decir que puede que sea necesario en un momento apelar a estos medios —puesto que es la realidad en la que estamos sumergidos en el presente— para convalidar las demandas de una sociedad que pide “Libertad”. Pero este escenario requiere un análisis profundo que escapa del fin de este texto.
[*] Redes sociales del autor; instagram: @roymer_rivas / Twitter: @RoymerRivas
Javier Milei, de La Libertad Avanza; Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio; Sergio Massa, de Unión por la Patria; Juan Schiaretti, de Hacemos por Nuestro País; y Myriam Bregman, del Frente de Izquierda Unidad, estuvieron cara a cara en el primer debate presidencial de Argentina este 1 de octubre de 2023.
En el mismo, Javier Milei sorprendió con una oratoria sin muletillas, concisa, directa al grano y sustanciosa, que por lo menos no había mostrado en el pasado a ese nivel, y menos en un formato tan normativo.
En el debate, Javier Milei, quien viene de ganar las primarias con amplio margen, fue el foco en el que se concentrarón atacar casi todos los candidatos. Así, recibió ataques de Bullrich, Massa y Bregman. En todo el evento, Milei fue replicado en 3 oportunidades por Bregman, 3 por Bullrich y 1 por Massa, siendo 7 en total, aunque fue aludido indirectamente en más oportunidades.
Empero, Milei respondió todas los ataques con serenidad, enfocándose estrategicamente en Massa y Bullrich, quienes son sus principales contendores en la elección presidencial.
En este sentido, recordó a Bregman que el Socialismo es un sistema genocida que «se ha cargado con la vida de más de 150 millones de personas»; a Massa le dijo que se enfocará en solucionar el problema de la inflación que hasta el momento no ha solucionado siendo Ministro de Economía; y a Bullrich la dejó en ridículo luego de que dejara en evidencia de que no tiene ninguna propuesta clara para sacar al país de la crisis y resaltara su desconocimiento acerca de las Leliqs.
Por su parte, Massa se mantuvo con un discurso politiquero totalmente alejado de la realidad argentina; Bregman no presentó ninguna propuesta y solo se enfocó en atacar a entidades privadas y organismos internacionales que representan «el perverso capitalismo»; y Bullrich, sin explicar ninguna acción concreta y manejando un discurso a base de eslóganes, solo resaltó que Massa representa un aumento de impuestos, aunque, contrario a su mensaje, su partido hace poco votó para no bajar los impuestos en Argentina.
Por su parte, Schiaretti mantuvo un discurso provinciano y sereno y claramente fue el segundo mejor, después de Milei. Además, dejó abiertas las puertas para apoyarlo en su gestión si considera que representa un bien para los argentinos.
En este escenario, con la actuación de Milei, en contraste a la mediocre actuación de Bullrich y la desconexión de Massa, el candidato de la Libertad Avanza se hace como claro ganador de esta primera parte del debate presidencial; algo que ratifican las encuestas.
Cabe resaltar que Milei, apegandose a los datos, desmintió en su participación que fueron «30.000» los muertos por la dictadura —que algunos usaron para llamarle «negacionista»—, y recordó que todos los demás candidatos representan lo mismo que los últimos 40 años en el país, a saber: miseria.
Además, despues de culminar el debate diversos personajes del espectro liberal han felicitado a Milei por su mensaje, entre los que destaca Alberto Benegas Lynch hijo.
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