Por Nathan González, coordinador local de EsLibertad Venezuela.
Al momento de elegir un título para este artículo, no pude evitar recordar una entrevista que había leído hace algunos años en la página web Zenda. En dicha entrevista, en la que se habló de todo un poco, el entrevistado mencionaba estas palabras: “Pero, ¿Quiénes son Vox? No son ultra-extrema-derecha-fascista-nazi. ¡Qué tonterías! ¡Es la rama menos hipócrita del PP!”
Estas son las palabras de una de las mentes más lúcidas que ha parido España y que hemos tenido la oportunidad de tener en vida hasta no hace mucho, en lo que va del siglo XXI. No puede ser otro más que el ilustre Antonio Escohotado, una figura de lo más interesante, al menos en mi opinión.
Para nadie es un secreto que, en España, desde hace algún tiempo hay un pequeño partido político que ha causado bastante alboroto por sus consignas y su férrea posición contra temas que hoy día son considerados intocables: el aborto, el feminismo, los derechos LGBT y todo lo que se pueda relacionar con el progresismo de izquierdas, el movimiento woke o la cultura de la cancelación.
Hablamos de nada más y nada menos que de VOX, partido fundado en el año 2013 por miembros pertenecientes al seno del PP (Partido Popular) que dimitieron de dicho partido debido a críticas y diferencias respecto a los acontecimientos que vivía España en aquellos años, y a la postura que el PP había adoptado frente a ellos. Pero la fama de Vox no llegaría hasta varios años después, cuando los medios de comunicación españoles comenzaron a dar espacio y mayor cobertura a casi cualquier cosa que dijeran los representantes del partido. No porque los medios españoles fueran amantes de la pluralidad de opiniones. Lo que pasaba en aquel entonces era que estaba muy presente el discurso de los “supuestos” derechos animales, y partidos, movimientos y ONG animalistas y veganistas estaban acaparando la atención pública. De entre ellos, el que más destacó fue el partido político animalista PACMA.
Casi nadie en España, mucho menos en el mundo, sabía de la existencia de Vox. Pero, debido a que tienen una postura y un discurso que defiende la tauromaquia, se hicieron rápidamente tendencia, ya que eran, prácticamente, los únicos en España que manifestaban abiertamente su desacuerdo con las consignas emanadas de los promotores del progresismo. Bastaba con que Santiago Abascal, Javier Ortega Smith, Rocío Monasterio o Iván Espinosa de los Monteros expresaran las posturas del partido sobre cualquiera de estos temas, para que durante varias semanas estuvieran dando de qué hablar en los canales y medios de información españoles.
Es necesario señalar que la política está llena de idiotas, pero me inclino a creer que hay muchos más imbéciles con títulos de periodismo que con oficio de políticos. Este comentario viene a cuenta de que los intentos de la prensa por desprestigiar a Vox —en beneficio de las ideas imperantes, las de la izquierda— por sus posturas e ideas, resultaron beneficiosos para el pequeño partido político. Gracias a esa cobertura, hoy no hay ni un solo español, ni una sola persona de derechas en algún país hispano que no sepa o no haya escuchado el nombre de Vox. Tanto ha sido el éxito que ha producido esta publicidad gratuita y malintencionada que Vox logró hacerse con varios escaños en el Parlamento español y, al día de hoy, cuenta con un apoyo del 14% entre la población. Es, según varios medios de comunicación como el diario El País, el partido que más crece en popularidad en lo que va de año.
Ahora vamos a lo que nos interesa: ¿Qué tan diferente es realmente Vox de partidos como el PP, PSOE o Podemos? Considero pertinente comenzar respondiendo esta pregunta con el fragmento completo de las palabras que, al principio del artículo, uso el maestro Escohotado: “Por supuesto. Pero, ¿Quiénes son Vox? No son ultra-extrema-derecha-fascista-nazi. ¡Qué tonterías! ¡Es la rama menos hipócrita del PP! Son conservadores pero menos hipócritas que los otros. Son un poco provincianos, eso sí. El problema real, de fondo, que veo en esa formación es que es un poco rústica, es decir, está vinculada con cosas muy locales. En un mundo globalizado, no parece muy oportuno”.
Pues, en realidad, al principio, había de todo un poco, o eso parecía. En sus primeros años, Vox proyectó una imagen de partido con inclinaciones liberales, especialmente en el ámbito económico. Figuras como Iván Espinosa de los Monteros y Rubén Manso, este último inspector del Banco de España y portavoz económico del partido, defendían políticas orientadas al libre mercado, la reducción del gasto público y la simplificación fiscal. Estas propuestas resonaban con sectores liberales que veían en Vox una alternativa al intervencionismo predominante en los otros partidos.
Sin embargo, con el tiempo, Vox fue experimentado una evolución ideológica, o tal vez sería más correcto decir, un exterminio de las diferentes posturas ideológicas dentro del partido, concretamente, del ala liberal. Estas medidas han llevado a la salida de varios de sus miembros más afines al liberalismo económico. La cacería de brujas contra el ala liberal tuvo lugar, principalmente, durante los años 2022 y 2023. Comenzamos con Rubén Manso, quien abandonó el partido en 2022, y su marcha fue interpretada como un indicativo de la pérdida de peso de las ideas liberales dentro de la formación. Este giro fue atribuido a un enfoque más centrado en el conservadurismo y el nacionalismo, dejando en segundo plano las propuestas económicas liberales.
También es relevante destacar a figuras como Iván Espinosa de los Monteros, miembro fundador y quien fuera portavoz parlamentario de Vox, quien anunció en agosto de 2023 su renuncia a la dirección del partido y a su escaño en el Congreso, alegando “supuestos” motivos personales y familiares. Aunque oficialmente se mantuvo como afiliado de base, su salida coincidió con un distanciamiento con la cúpula del partido y una pérdida de influencia del sector liberal dentro de Vox. Le sigue Víctor Sánchez del Real, quien también fue miembro fundador, y fue excluido de las listas electorales en 2023. Y les tuvieron que acompañar Juan Luis Steegmann, Macarena Olona, Juan José Aizcorbe, Juan Manuel Badenas y Cecilia Herrero, todo esto es un contexto de reestructuración interna que, como resulta obvio, afectó a varios dirigentes históricos del partido.
Desde dichos acontecimientos Vox se ha parecido cada día más al PP, con la notable diferencia de que Vox sigue abogando por un discurso firme y radical contra la inmigración ilegal, concretamente contra la de africanos y musulmanes, y con una postura firme en el caso del intento de separatismo Catalán. Más allá de esta diferencia no hay mucho que destacar, por ejemplo, si nos enfocamos en las propuestas económicas, podemos encontrar su propuesta fiscal más reciente, Vox ha presentado un plan que incluye una significativa reducción de impuestos: simplificación del IRPF a dos tramos (15% hasta 70.000 euros y 25% para ingresos superiores), exención de los primeros 22.000 euros, y deducciones adicionales por hijos.
También, propone la eliminación de impuestos como el de sucesiones, donaciones y patrimonio, y una reducción del IVA general del 21% al 18% y del reducido del 10% al 8%. Todo esto suena muy bonito, al fin y al cabo que el papel aguanta todo. Pero nuestro buen amigo, el economista Juan Ramón Rallo no está de acuerdo. Rallo ha analizado estas propuestas, señalando que, aunque atractivas en teoría, carecen de una memoria económica que detalle cómo se compensarían las pérdidas de recaudación. Rallo destaca que, en un país con una deuda pública del 100% del PIB, es imprudente implementar una reforma fiscal de tal magnitud sin un plan claro de reducción del gasto público que respalde la viabilidad de las medidas propuestas. El diablo esta en los detalles, aunque no le hablemos a Vox de detalles, mucho menos en temas de propuesta económica y fiscal. La falta de concreción en la financiación de sus políticas y la ausencia de detalles en su propuesta económica ponen en duda la sostenibilidad de las mismas, acercándolos más de lo que aparentan a las prácticas de los partidos tradicionales.
En fin, Vox ha pasado de ser la supuesta esperanza de la derecha sin complejos a convertirse en una especie de PP con testosterona, pero sin calculadora. Su metamorfosis ideológica —de partido disruptivo a club de caballeros airados con el mismo fondo azul de siempre, solo que en verde y con más vena en la frente— ha sido tan emocionante como ver una piedra erosionarse. Y aunque aún se revisten de rebeldía patriótica y agitan banderas como si fueran espadas, lo cierto es que en el fondo no proponen nada que no hayamos escuchado ya en bucle desde hace décadas, pero con menos sustancia y más decibelios.
¿Que si hay futuro en Vox? Puede ser. También hay gente que sigue esperando el regreso de la URSS. La política española da para todo. Pero si alguien espera que de este partido emerja una verdadera alternativa liberal, racional y económicamente coherente, le recomendaría que se siente cómodo, abra una buena lata de cerveza y no se haga muchas ilusiones. Porque, si algo ha demostrado Vox hasta ahora, es que gritar más fuerte no es lo mismo que pensar mejor. Damas y caballeros, Vox es, sin ninguna duda, la rama menos hipócrita del PP.